CAPÍTULO 5
JESUCRISTO COMO REY Y SACERDOTE
Durante la crucifixión de Jesús, los principales sacerdotes protestaron ante Pilato por el letrero que este mandó a colocar sobre la cruz de Jesús. Le dijeron: “No escribas "Rey de los judíos", sino más bien: "Este hombre dijo: Yo soy el rey de los judíos"” (Juan 19: 21, PDT). Pero este no fue el caso cuando Cristo fue recibido en el cielo. Dios el Padre le dio la bienvenida: “Tu trono, Dios, por los siglos de los siglos” (Heb. 1: 8). ¡Dios lo llama rey y lo recibe en su trono! ¡Qué diferencia radical! Cristo regresó a su hogar celestial, lejos de la horrenda tortura que soportó por parte de la turba asesina, y fue reconocido como lo que es: “Señor de señores y Rey de reyes” (Apoc. 17: 14).
Jesucristo, el Rey Sacerdote
“Jehová es nuestro rey” (Isa. 33: 22). Zacarías predijo que Cristo “desde su trono servirá como sacerdote” (Zac. 6: 13, NTV), y su instalación como Rey y Sacerdote se presenta en Hebreos 1: 8-13 y Apocalipsis 4 y 5. “Dios lo declaró (a Cristo) Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec” (Heb. 5: 10). Melquisedec, un símbolo de Jesús, fue rey y sacerdote durante el tiempo de Abraham (Gen. 14: 18; Sal. 110: 4; Heb. 5: 6, 10; 7: 1-3, 15-17). Nótese que muchas veces las Escrituras declaran que, desde el momento de la ascensión de Cristo, él está sentado a la diestra de Dios: Marcos 16: 19; Hechos 2: 33-35; 5: 31; 7: 55, 56; Romanos 8: 34; Efesios 1: 20-23; Colosenses 3: 1; Hebreos 1: 1-3; 1 Pedro 3: 22. Cristo como Rey y Sacerdote está sentado con Dios el Padre en el trono en el santuario celestial.
El sacrificio de Cristo le dio el derecho de ministrar como nuestro Sacerdote en el cielo, ya que nadie puede ministrar sin un sacrificio (Heb. 8: 3). El sacrificio de Cristo en la cruz completó la primera fase de su ministerio, mientras que sus ministerios posteriores ocurren en el cielo. La redención tuvo lugar en la cruz, mientras que la representación y restauración ocurren en el cielo. “Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Heb. 10: 12). No se menciona la necesidad de otros sacerdotes o la repetición del sacrificio. “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrendadel cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (vers. 10). La muerte de Cristo fue tan únicae irrepetible como su encarnación. El ministerio sumo sacerdotal de Cristo no le añade nada a laCruz, ni implica que el sacrificio de Cristo fue insuficiente o incompleto (Heb. 9: 24-28). Másbien, este ministerio imparte los beneficios del Calvario a la humanidad.
La aceptación del Rey Sacerdote
Después de su resurrección, Cristo visitó brevemente el cielo. Se presentó en persona delante del Padre.
“Jesús se negó a recibir el homenaje de los suyos hasta tener la seguridad de que su sacrificio era aceptado por el Padre. Ascendió a los atrios celestiales, y de Dios mismo oyó la seguridad de que su expiación por los pecados de los hombres había sido amplia, de que por su sangre todos podían obtener vida eterna. El Padre ratificó el pacto hecho con Cristo, de que recibiría a los hombres arrepentidos y obedientes y los amaría como a su Hijo. Cristo había de completar su obra y cumplir su promesa de hacer "más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofír al hombre" (Isa. 13:12). 1
Cristo pasó cuarenta días en la tierra entre su resurrección y ascensión (Hech. 1: 3). Exceptuando su breve viaje al Padre, había estado fuera del cielo durante más de treinta años. Seguía siendo la segunda persona de la Divinidad, pero también era Dios hecho hombre. En él había una nueva realidad: no solo era Dios, sino también hombre. En él, la raza humana es exaltada para ser hijos e hijas de Dios.
La exaltación y autoridad de Jesucristo
Cristo es único en su autoridad y es el único designado por Dios para ejercerla. Nadie más está cualificado, ni siquiera la iglesia.
• “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo. Él, que es el resplandor de su gloria, la imagen misma de su sustancia y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Heb. 1:1 -3).
• Cristo ascendió al cielo, y Dios el Padre le dijo: “Tu trono, Dios, por los siglos de los siglos. Cetro de equidad es el cetro de tu Reino” (vers. 8).
• Dios “resucitándolo de los muertos y sentándolo a su derecha en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero. Y sometió todas las cosas debajo de sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efe. 1:20-23).
• “A él están sujetos ángeles, autoridades y poderes” (1 Ped. 3: 22).
• Cristo dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mat. 28:18).
• “Ya que (ustedes, sus seguidores) han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios” (Col. 3:1, NVI).
Esto significa que el único medio de salvación no es una iglesia en la tierra, sino Cristo, quien ministra por los seres humanos en el santuario celestial. Él es el único Sumo Sacerdote idóneo (Heb. 4: 14-16; 7: 24-26).
Dios nunca quiso que la iglesia fuera el medio de salvación para sus miembros. Cristo es el encargado de impartir el don de la salvación por medio del Espíritu Santo (Juan 3: 5-8; Tito 3: 5-7); esta obra nunca fue confiada a los seres humanos o a una iglesia, porque es una obra regenerativa (la obra divina de la santificación) que solo el Dios Creador puede realizar. Pedro, refiriéndose a Cristo, dijo: «Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hech. 4: 12). Cristo es el único Salvador de los seres humanos, el único Mediador entre los seres humanos y Dios (ver 1 Tim. 2: 5). Cristo dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14: 6).
Tenemos al único Sumo Sacerdote autorizado de nuestro lado, así que no debemos preocuparnos por los acontecimientos finales en el planeta Tierra, cuando casi todo el mundo adorará a Satanás. Ningún decreto del tiempo de fin nos debe inquietar (Apoc. 13: 1-15). Aunque los perturbadores eventos del tiempo del fin ponen de manifiesto el carácter de la rebelión de Satanás, Cristo siempre se mantendrá al control. Descansar en él nos prepara para el cielo.
La entronización de Cristo
Juan, uno de los discípulos de Cristo, recibió una revelación varios años después de que Cristo hubo ascendido al santuario celestial. En ella vio un rollo y nadie, ni en el cielo ni en la tierra, era digno de abrirlo, y Juan lloró.
“Entonces uno de los ancianos me dijo: -No llores, porque el León de la tribu de Judá, la raíz de David ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos-".
“Miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes y en medio de los ancianos estaba en pie un Cordero como inmolado” (Apoc. 5:5, 6).
Allí estaba él, el Salvador resucitado, con las marcas de su crucifixión como indicativo de su autoridad única para abrir el rollo de la historia humana. Entonces, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos prorrumpieron en un cántico de júbilo:
“Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje, lengua, pueblo y nación” (vers. 9).
Aquí vemos al Vencedor del Calvario listo para sentarse en el trono de Dios como el gobernante de la historia humana. Apocalipsis 5 presenta a Cristo al control de la historia, a pesar de que pudiera no parecerle así a los seres humanos que permanecen atrincherados en la tierra. Cristo le ha permitido a Satanás revelar su ira y engaño en el conflicto cósmico, pero en última instancia Cristo es quien está al control de los acontecimientos en el planeta Tierra y todo el universo. Y como tal, al final, el bien triunfará sobre el mal.
Podemos vivir seguros, podemos avanzar con valor. Estamos en el lado ganador. Cristo, nuestro Salvador, está intercediendo por nosotros en el santuario celestial. Está obrando para derrotar a Satanás en nuestra vida. Está obrando para prepararnos para el cielo. Está obrando para darnos la seguridad de que somos salvos, de que en medio de nuestra peregrinación estamos seguros en sus fuertes brazos de amor.
El santuario celestial
El santuario celestial es el tabernáculo original, del cual el tabernáculo y los templos terrenales eran copias (Heb. 8: 5). Aunque los templos eran más grandes que el tabernáculo del desierto, todos contaban con las mismas dos divisiones: el lugar santo (Éxo. 26: 33; 28: 29; Lev. 4: 7-30; 6: 25-30) y el lugar santísimo (Éxo. 26: 33, 34; Lev. 16: 2-34). Esta es la parte más importante de las especificaciones que Dios dio. Hay dos compartimientos en los que ocurren dos ministerios. Los dos ministerios de Cristo en el santuario celestial están relacionados con la redención y la restauración, respectivamente (en este capítulo nos estamos enfocando en la obra de redención y en el capítulo 8, cuando analicemos el mensaje del primer ángel de Apocalipsis 14, veremos la parte de la restauración). El primer ministerio es el ministerio diario. El segundo ministerio es el ministerio anual, o Día de la Expiación. El ministerio diario continúa durante el Día de la Expiación.
El Calvario fue el precio pagado por la salvación, porque Dios es justo, pero también fue el mayor regalo dado a los humanos, porque Dios es amor. La santidad y el amor de Dios se encontraron en la Cruz, porque el amor del Calvario es un amor santo. Pero el Calvario por sí solo no representa toda la historia de la gracia de Dios. El ministerio de Cristo en el cielo imparte a la humanidad los méritos de su muerte en la cruz (Heb. 10: 11-18).
La intercesión del Rey Sacerdote
El perdón de los pecados que Cristo ofrece es el mismo a través de la historia. El profeta Zacarías se refiere a los tiempos del Antiguo Testamento:
“Luego me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, mientras el Satán estaba a su mano derecha para acusarlo. Entonces dijo Jehová al Satán: - ¡Jehová te reprenda, Satán! … ¿No es este (hombre) un tizón arrebatado del incendio? Y Josué, que estaba cubierto de vestiduras viles, permanecía en pie delante del ángel. - Habló el ángel y ordenó a los que estaban delante de él: "Quitadle esas vestiduras viles". Y a él dijo: -Mira que he quitado de ti tu pecado y te he hecho vestir de ropas de gala” (Zac. 3:1-4).
Sin duda, el “evangelio eterno” es el mismo en el Antiguo Testamento y en el Nuevo (Apoc. 14: 6). El evangelio eterno es también igual en el hecho de que el poder de Cristo da al pecador la victoria sobre el pecado. La era actual tiene una diferencia, pero esta no cambia el evangelio: Jesucristo, en su actual ministerio perdonador, es Dios hecho hombre. Vivió una vida humana perfecta e intercede por los seres humanos porque entiende nuestra humanidad.2
Las Escrituras dicen: “Cristo, en los días de su vida terrena, ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte, y fue oído a causa de su temor reverente. Y, aunque era Hijo, a través del sufrimiento aprendió lo que es la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que lo obedecen, y Dios lo declaró Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec” (Heb. 5: 7-10). Gracias a su vida terrenal, él puede empatizar con aquellos que lo buscan. Cristo “debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel Sumo Sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentado” (Heb. 2: 17, 18).
En la Encarnación, Cristo “tomó la naturaleza del hombre en su estado caído, llevando las consecuencias del pecado, no su pecaminosidad. Era uno con la raza humana, excepto en el pecado”.3 ¡El recibió la debilidad, pero no la maldad de la naturaleza humana! No es de extrañar que la palabra clave del libro de Hebreos sea mejor. “No tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb. 4: 15, 16). Cristo “puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Heb. 7: 25).
La mayor prueba de que Cristo nos ama es su vida y muerte por nosotros. Como el Dios hecho hombre, él se identifica con el problema del pecado. Por eso, después de su vida y muerte, a Cristo le fue dado el control de la historia humana (Apoc. 5:5) y es declarado Juez en los juicios finales (Juan 5: 27; Apoc. 19: 14-21).
¡Levantemos la mirada, compañeros peregrinos! ¡Miremos a Cristo en el trono! Fijemos nuestra “atención en Jesús” (Heb. 3: 1, PDT). Dejemos que él nos lleve a casa, como el pastor lleva a las ovejas perdidas (Luc. 15: 3-7). Permitamos que él lleve nuestras cargas, preocupaciones y pruebas cotidianas. Solo Cristo puede guiarnos durante el tiempo del fin y llevarnos al cielo.
1. Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, cap. 82, pp. 749, 750.
2. ¡Cristo es el único calificado para servir como Mediador! a pesar de que todos los seguidores de Cristo son “real sacerdocio” (1 Ped. 2: 9), así como en el antiguo pacto el pueblo de Dios era “reino de sacerdotes” (Éxo. 19: 6).
3. Asociación Ministerial de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Creencias de los adventistas del séptimo día (Buenos Aires, AGES: 2007), p. 55.
JESUCRISTO COMO REY Y SACERDOTE
Durante la crucifixión de Jesús, los principales sacerdotes protestaron ante Pilato por el letrero que este mandó a colocar sobre la cruz de Jesús. Le dijeron: “No escribas "Rey de los judíos", sino más bien: "Este hombre dijo: Yo soy el rey de los judíos"” (Juan 19: 21, PDT). Pero este no fue el caso cuando Cristo fue recibido en el cielo. Dios el Padre le dio la bienvenida: “Tu trono, Dios, por los siglos de los siglos” (Heb. 1: 8). ¡Dios lo llama rey y lo recibe en su trono! ¡Qué diferencia radical! Cristo regresó a su hogar celestial, lejos de la horrenda tortura que soportó por parte de la turba asesina, y fue reconocido como lo que es: “Señor de señores y Rey de reyes” (Apoc. 17: 14).
Jesucristo, el Rey Sacerdote
“Jehová es nuestro rey” (Isa. 33: 22). Zacarías predijo que Cristo “desde su trono servirá como sacerdote” (Zac. 6: 13, NTV), y su instalación como Rey y Sacerdote se presenta en Hebreos 1: 8-13 y Apocalipsis 4 y 5. “Dios lo declaró (a Cristo) Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec” (Heb. 5: 10). Melquisedec, un símbolo de Jesús, fue rey y sacerdote durante el tiempo de Abraham (Gen. 14: 18; Sal. 110: 4; Heb. 5: 6, 10; 7: 1-3, 15-17). Nótese que muchas veces las Escrituras declaran que, desde el momento de la ascensión de Cristo, él está sentado a la diestra de Dios: Marcos 16: 19; Hechos 2: 33-35; 5: 31; 7: 55, 56; Romanos 8: 34; Efesios 1: 20-23; Colosenses 3: 1; Hebreos 1: 1-3; 1 Pedro 3: 22. Cristo como Rey y Sacerdote está sentado con Dios el Padre en el trono en el santuario celestial.
El sacrificio de Cristo le dio el derecho de ministrar como nuestro Sacerdote en el cielo, ya que nadie puede ministrar sin un sacrificio (Heb. 8: 3). El sacrificio de Cristo en la cruz completó la primera fase de su ministerio, mientras que sus ministerios posteriores ocurren en el cielo. La redención tuvo lugar en la cruz, mientras que la representación y restauración ocurren en el cielo. “Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Heb. 10: 12). No se menciona la necesidad de otros sacerdotes o la repetición del sacrificio. “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrendadel cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (vers. 10). La muerte de Cristo fue tan únicae irrepetible como su encarnación. El ministerio sumo sacerdotal de Cristo no le añade nada a laCruz, ni implica que el sacrificio de Cristo fue insuficiente o incompleto (Heb. 9: 24-28). Másbien, este ministerio imparte los beneficios del Calvario a la humanidad.
La aceptación del Rey Sacerdote
Después de su resurrección, Cristo visitó brevemente el cielo. Se presentó en persona delante del Padre.
“Jesús se negó a recibir el homenaje de los suyos hasta tener la seguridad de que su sacrificio era aceptado por el Padre. Ascendió a los atrios celestiales, y de Dios mismo oyó la seguridad de que su expiación por los pecados de los hombres había sido amplia, de que por su sangre todos podían obtener vida eterna. El Padre ratificó el pacto hecho con Cristo, de que recibiría a los hombres arrepentidos y obedientes y los amaría como a su Hijo. Cristo había de completar su obra y cumplir su promesa de hacer "más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofír al hombre" (Isa. 13:12). 1
Cristo pasó cuarenta días en la tierra entre su resurrección y ascensión (Hech. 1: 3). Exceptuando su breve viaje al Padre, había estado fuera del cielo durante más de treinta años. Seguía siendo la segunda persona de la Divinidad, pero también era Dios hecho hombre. En él había una nueva realidad: no solo era Dios, sino también hombre. En él, la raza humana es exaltada para ser hijos e hijas de Dios.
La exaltación y autoridad de Jesucristo
Cristo es único en su autoridad y es el único designado por Dios para ejercerla. Nadie más está cualificado, ni siquiera la iglesia.
• “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo. Él, que es el resplandor de su gloria, la imagen misma de su sustancia y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Heb. 1:1 -3).
• Cristo ascendió al cielo, y Dios el Padre le dijo: “Tu trono, Dios, por los siglos de los siglos. Cetro de equidad es el cetro de tu Reino” (vers. 8).
• Dios “resucitándolo de los muertos y sentándolo a su derecha en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero. Y sometió todas las cosas debajo de sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efe. 1:20-23).
• “A él están sujetos ángeles, autoridades y poderes” (1 Ped. 3: 22).
• Cristo dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mat. 28:18).
• “Ya que (ustedes, sus seguidores) han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios” (Col. 3:1, NVI).
Esto significa que el único medio de salvación no es una iglesia en la tierra, sino Cristo, quien ministra por los seres humanos en el santuario celestial. Él es el único Sumo Sacerdote idóneo (Heb. 4: 14-16; 7: 24-26).
Dios nunca quiso que la iglesia fuera el medio de salvación para sus miembros. Cristo es el encargado de impartir el don de la salvación por medio del Espíritu Santo (Juan 3: 5-8; Tito 3: 5-7); esta obra nunca fue confiada a los seres humanos o a una iglesia, porque es una obra regenerativa (la obra divina de la santificación) que solo el Dios Creador puede realizar. Pedro, refiriéndose a Cristo, dijo: «Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hech. 4: 12). Cristo es el único Salvador de los seres humanos, el único Mediador entre los seres humanos y Dios (ver 1 Tim. 2: 5). Cristo dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14: 6).
Tenemos al único Sumo Sacerdote autorizado de nuestro lado, así que no debemos preocuparnos por los acontecimientos finales en el planeta Tierra, cuando casi todo el mundo adorará a Satanás. Ningún decreto del tiempo de fin nos debe inquietar (Apoc. 13: 1-15). Aunque los perturbadores eventos del tiempo del fin ponen de manifiesto el carácter de la rebelión de Satanás, Cristo siempre se mantendrá al control. Descansar en él nos prepara para el cielo.
La entronización de Cristo
Juan, uno de los discípulos de Cristo, recibió una revelación varios años después de que Cristo hubo ascendido al santuario celestial. En ella vio un rollo y nadie, ni en el cielo ni en la tierra, era digno de abrirlo, y Juan lloró.
“Entonces uno de los ancianos me dijo: -No llores, porque el León de la tribu de Judá, la raíz de David ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos-".
Allí estaba él, el Salvador resucitado, con las marcas de su crucifixión como indicativo de su autoridad única para abrir el rollo de la historia humana. Entonces, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos prorrumpieron en un cántico de júbilo:
“Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje, lengua, pueblo y nación” (vers. 9).
Aquí vemos al Vencedor del Calvario listo para sentarse en el trono de Dios como el gobernante de la historia humana. Apocalipsis 5 presenta a Cristo al control de la historia, a pesar de que pudiera no parecerle así a los seres humanos que permanecen atrincherados en la tierra. Cristo le ha permitido a Satanás revelar su ira y engaño en el conflicto cósmico, pero en última instancia Cristo es quien está al control de los acontecimientos en el planeta Tierra y todo el universo. Y como tal, al final, el bien triunfará sobre el mal.
Podemos vivir seguros, podemos avanzar con valor. Estamos en el lado ganador. Cristo, nuestro Salvador, está intercediendo por nosotros en el santuario celestial. Está obrando para derrotar a Satanás en nuestra vida. Está obrando para prepararnos para el cielo. Está obrando para darnos la seguridad de que somos salvos, de que en medio de nuestra peregrinación estamos seguros en sus fuertes brazos de amor.
El santuario celestial
El santuario celestial es el tabernáculo original, del cual el tabernáculo y los templos terrenales eran copias (Heb. 8: 5). Aunque los templos eran más grandes que el tabernáculo del desierto, todos contaban con las mismas dos divisiones: el lugar santo (Éxo. 26: 33; 28: 29; Lev. 4: 7-30; 6: 25-30) y el lugar santísimo (Éxo. 26: 33, 34; Lev. 16: 2-34). Esta es la parte más importante de las especificaciones que Dios dio. Hay dos compartimientos en los que ocurren dos ministerios. Los dos ministerios de Cristo en el santuario celestial están relacionados con la redención y la restauración, respectivamente (en este capítulo nos estamos enfocando en la obra de redención y en el capítulo 8, cuando analicemos el mensaje del primer ángel de Apocalipsis 14, veremos la parte de la restauración). El primer ministerio es el ministerio diario. El segundo ministerio es el ministerio anual, o Día de la Expiación. El ministerio diario continúa durante el Día de la Expiación.
El Calvario fue el precio pagado por la salvación, porque Dios es justo, pero también fue el mayor regalo dado a los humanos, porque Dios es amor. La santidad y el amor de Dios se encontraron en la Cruz, porque el amor del Calvario es un amor santo. Pero el Calvario por sí solo no representa toda la historia de la gracia de Dios. El ministerio de Cristo en el cielo imparte a la humanidad los méritos de su muerte en la cruz (Heb. 10: 11-18).
La intercesión del Rey Sacerdote
El perdón de los pecados que Cristo ofrece es el mismo a través de la historia. El profeta Zacarías se refiere a los tiempos del Antiguo Testamento:
“Luego me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, mientras el Satán estaba a su mano derecha para acusarlo. Entonces dijo Jehová al Satán: - ¡Jehová te reprenda, Satán! … ¿No es este (hombre) un tizón arrebatado del incendio? Y Josué, que estaba cubierto de vestiduras viles, permanecía en pie delante del ángel. - Habló el ángel y ordenó a los que estaban delante de él: "Quitadle esas vestiduras viles". Y a él dijo: -Mira que he quitado de ti tu pecado y te he hecho vestir de ropas de gala” (Zac. 3:1-4).
Sin duda, el “evangelio eterno” es el mismo en el Antiguo Testamento y en el Nuevo (Apoc. 14: 6). El evangelio eterno es también igual en el hecho de que el poder de Cristo da al pecador la victoria sobre el pecado. La era actual tiene una diferencia, pero esta no cambia el evangelio: Jesucristo, en su actual ministerio perdonador, es Dios hecho hombre. Vivió una vida humana perfecta e intercede por los seres humanos porque entiende nuestra humanidad.2
Las Escrituras dicen: “Cristo, en los días de su vida terrena, ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte, y fue oído a causa de su temor reverente. Y, aunque era Hijo, a través del sufrimiento aprendió lo que es la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que lo obedecen, y Dios lo declaró Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec” (Heb. 5: 7-10). Gracias a su vida terrenal, él puede empatizar con aquellos que lo buscan. Cristo “debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel Sumo Sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentado” (Heb. 2: 17, 18).
En la Encarnación, Cristo “tomó la naturaleza del hombre en su estado caído, llevando las consecuencias del pecado, no su pecaminosidad. Era uno con la raza humana, excepto en el pecado”.3 ¡El recibió la debilidad, pero no la maldad de la naturaleza humana! No es de extrañar que la palabra clave del libro de Hebreos sea mejor. “No tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb. 4: 15, 16). Cristo “puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Heb. 7: 25).
La mayor prueba de que Cristo nos ama es su vida y muerte por nosotros. Como el Dios hecho hombre, él se identifica con el problema del pecado. Por eso, después de su vida y muerte, a Cristo le fue dado el control de la historia humana (Apoc. 5:5) y es declarado Juez en los juicios finales (Juan 5: 27; Apoc. 19: 14-21).
¡Levantemos la mirada, compañeros peregrinos! ¡Miremos a Cristo en el trono! Fijemos nuestra “atención en Jesús” (Heb. 3: 1, PDT). Dejemos que él nos lleve a casa, como el pastor lleva a las ovejas perdidas (Luc. 15: 3-7). Permitamos que él lleve nuestras cargas, preocupaciones y pruebas cotidianas. Solo Cristo puede guiarnos durante el tiempo del fin y llevarnos al cielo.
1. Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, cap. 82, pp. 749, 750.
2. ¡Cristo es el único calificado para servir como Mediador! a pesar de que todos los seguidores de Cristo son “real sacerdocio” (1 Ped. 2: 9), así como en el antiguo pacto el pueblo de Dios era “reino de sacerdotes” (Éxo. 19: 6).
3. Asociación Ministerial de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Creencias de los adventistas del séptimo día (Buenos Aires, AGES: 2007), p. 55.
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