ADORAD AL CREADOR
Once discípulos se reunieron con el Cristo resucitado y lo adoraron (Mat. 28: 16, 17). Entonces, Jesús les dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (vers. 18-20).
Esta Gran Comisión dada al final de la vida de Cristo en la tierra puede compararse con el primer mensaje de los tres ángeles que encontramos en Apocalipsis 14: 6-12. Dados a los discípulos de Cristo como un mensaje de advertencia para el tiempo final de la historia humana, los mensajes de los tres ángeles son una extensión de la Gran Comisión que debe ser proclamada al mundo entero. Ambas comisiones forman parte del evangelio eterno, que nuestro mundo a la deriva, sin mapa ni brújula tanto necesita.
Así como en la Gran Comisión Cristo ordenó a sus discípulos que enseñaran a los demás todo lo que habían aprendido, nosotros tenemos el mismo mandato de presentar los mensajes de los tres ángeles. Estos mensajes, sin embargo, no deben ser «suavizados» por la tendencia al ecumenismo actual (la unificación de las iglesias en base a doctrinas comunes) como tampoco lo fue la primera gran comisión en la sociedad judía en el tiempo de los discípulos.
Elena G. de White nos dice que los mensajes de los tres ángeles «constituyen una triple amonestación ... para preparar a los habitantes de la tierra para la Segunda Venida del Señor».1 Estos mensajes están dirigidos a dos grupos en particular: a aquellos que son seguidores de Cristo en «la gran Babilonia» (Apoc. 14: 8, NVI), es decir, los creyentes que están en las iglesias apóstatas que se han unido con el papado; y a los que se oponen a Cristo. Esta amonestación a los creyentes en las iglesias apóstatas culmina con el llamado del ángel de Apocalipsis 18: “¡Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados ni recibáis parte de sus plagas!” (vers. 4). A los que se oponen a Cristo y que permanecen en la gran Babilonia, se les dice qué castigo recibirán por su rebelión contra Cristo y sus seguidores. El primer grupo reverencia a Dios, pero el segundo solo teme su juicio.
Estos mensajes no son opcionales, sino absolutamente vitales para preparar al pueblo de Dios para
tomar su decisión entre los dos lados del conflicto cósmico. Todos los seres humanos necesitan
escuchar estos mensajes para que puedan tomar su decisión.
El primer mensaje
Echemos un vistazo al primer mensaje: “Vi volar en medio del cielo a otro ángel que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los habitantes de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo. Decía a gran voz: "¡Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado! ¡Adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas!” (Apoc. 14: 6, 7). Claramente, este mensaje forma parte del evangelio eterno y debe ser llevado hasta los confines de la tierra.
“Temed a Dios” (vers. 7). ¿Qué significa «Temed a Dios»? Significa «reverenciar, respetar» (Sal. 111: 10; Prov. 3: 7; Prov. 9: 10). Pero también puede significar «tener miedo» para aquellos que no lo toman en serio (Apoc. 6: 15-17).2 La reverencia y el miedo describen las dos clases de respuestas de los dos lados del conflicto cósmico.
Los que creen en Cristo y mantienen una relación de amor y salvación con él no experimentan el temor que sienten los no creyentes: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo” (1 Juan 4: 18). “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3: 17, 18). No hay necesidad de que los cristianos genuinos teman al juicio, pero los que se oponen a Cristo temerán el juicio que se describe en los mensajes del segundo y el tercer ángel, que hablan de castigo sin mezcla de misericordia.
«Dadle gloria» (Apoc. 14: 7). Los que verdaderamente veneran a Dios le dan gloria. No se glorían en sí mismos, porque no ven nada digno de alabanza en ellos. Ellos admiten: “Nuestros actos de justicia, no son más que trapos sucios” (Isa. 64: 6, NTV). Incluso el Salvador sin pecado dijo: “Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es” (Juan 8: 54). La reverencia de Jesús hacia el Padre fue clara cuando le dijo al Padre: “Te he dado honra aquí en la tierra, porque he terminado lo que me dijiste que hiciera” (Juan 17: 4, PDT). Los santos de los últimos tiempos darán gloria a Dios al permanecer fieles durante la persecución, predicando los mensajes de los tres ángeles y completando la Gran Comisión. “La hora de su juicio ha
llegado” (Apoc. 14: 7). Los adventistas del séptimo día creen que este juicio comenzó en octubre de 1844.3
«En ocasión de su ascensión, Cristo llegó a ser nuestro gran Sumo Sacerdote y comenzó su ministerio
intercesor, tipificado por la obra del sumo sacerdote en el lugar santo del santuario terrenal. En 1844, al concluir el período profético de los 2,300 días, inició la segunda y última fase de su ministerio expiatorio, tipificado por la obra del sumo sacerdote en el lugar santísimo del santuario terrenal. Esta obra es un juicio investigador, que forma parte de la eliminación definitiva del pecado, prefigurada por la purificación del antiguo santuario hebreo en el Día de la Expiación. En el servicio simbólico, el santuario se purificaba mediante la sangre de los sacrificios de animales, pero las cosas celestiales se purifican mediante el perfecto sacrificio de la sangre de Jesús. El juicio investigador revela a las inteligencias celestiales quiénes de entre los muertos duermen en Cristo, siendo, por lo tanto, considerados dignos, en él, de participar en la primera resurrección. También pone de manifiesto quién, de entre los vivos, permanece en Cristo, ... Este juicio vindica la justicia de Dios al salvar a los que creen en Jesús. Declara que quienes permanecieron leales a Dios recibirán el reino».4
Cuando la investigación esté completa y Cristo esté seguro de que cada uno ha hecho su elección, él
volverá para redimir a sus hijos.
Redención y restauración
Más allá de la redención, la meta final de la obra redentora de Cristo es la restauración. La redención por sí sola no es suficiente, ya que esta solo puede cumplirse con la restauración del universo. Este es el tiempo en el que «ya no hay más pecado ni pecadores»5 y el conflicto ha terminado para siempre. Y esta restauración no es solo para nosotros. Mientras que la obra redentora de Cristo es para los seres humanos, su obra restauradora es para todo el universo.
¿Qué requiere la restauración? Exige que Dios demuestre que es justo, a pesar de las mentiras que Satanás ha esgrimido contra él. Por esta razón, el ministerio de restauración comprende tres juicios: (1) el juicio previo al advenimiento,6 (2) el juicio que ocurre durante el milenio y (3) el juicio posterior al milenio (Apoc. 20: 7-15). Dios no necesita de estos juicios porque él es omnisciente y lo sabe todo (Sal. 33: 13-15; 139: 1-4; 147: 4; Isa. 46: 9, 10; Mat. 10: 29, 30; Hech. 15: 8; Rom. 11: 33; Efe. 3:10). “Conoce el Señor a los que son suyos” (2 Tim. 2: 19). Jesús declara: «Conozco mis ovejas» (Juan 10: 14). Estos textos muestran que Dios lleva a cabo estos juicios en beneficio de los seres creados.
«En ocasión de su ascensión, Cristo llegó a ser nuestro gran Sumo Sacerdote y comenzó su ministerio
intercesor, tipificado por la obra del sumo sacerdote en el lugar santo del santuario terrenal. En 1844, al concluir el período profético de los 2,300 días, inició la segunda y última fase de su ministerio expiatorio, tipificado por la obra del sumo sacerdote en el lugar santísimo del santuario terrenal. Esta obra es un juicio investigador, que forma parte de la eliminación definitiva del pecado, prefigurada por la purificación del antiguo santuario hebreo en el Día de la Expiación. En el servicio simbólico, el santuario se purificaba mediante la sangre de los sacrificios de animales, pero las cosas celestiales se purifican mediante el perfecto sacrificio de la sangre de Jesús. El juicio investigador revela a las inteligencias celestiales quiénes de entre los muertos duermen en Cristo, siendo, por lo tanto, considerados dignos, en él, de participar en la primera resurrección. También pone de manifiesto quién, de entre los vivos, permanece en Cristo, ... Este juicio vindica la justicia de Dios al salvar a los que creen en Jesús. Declara que quienes permanecieron leales a Dios recibirán el reino».4
Cuando la investigación esté completa y Cristo esté seguro de que cada uno ha hecho su elección, él
volverá para redimir a sus hijos.
Redención y restauración
Más allá de la redención, la meta final de la obra redentora de Cristo es la restauración. La redención por sí sola no es suficiente, ya que esta solo puede cumplirse con la restauración del universo. Este es el tiempo en el que «ya no hay más pecado ni pecadores»5 y el conflicto ha terminado para siempre. Y esta restauración no es solo para nosotros. Mientras que la obra redentora de Cristo es para los seres humanos, su obra restauradora es para todo el universo.
¿Qué requiere la restauración? Exige que Dios demuestre que es justo, a pesar de las mentiras que Satanás ha esgrimido contra él. Por esta razón, el ministerio de restauración comprende tres juicios: (1) el juicio previo al advenimiento,6 (2) el juicio que ocurre durante el milenio y (3) el juicio posterior al milenio (Apoc. 20: 7-15). Dios no necesita de estos juicios porque él es omnisciente y lo sabe todo (Sal. 33: 13-15; 139: 1-4; 147: 4; Isa. 46: 9, 10; Mat. 10: 29, 30; Hech. 15: 8; Rom. 11: 33; Efe. 3:10). “Conoce el Señor a los que son suyos” (2 Tim. 2: 19). Jesús declara: «Conozco mis ovejas» (Juan 10: 14). Estos textos muestran que Dios lleva a cabo estos juicios en beneficio de los seres creados.
Las razones por las que la mayoría de los cristianos rechazan estos juicios posteriores es porque (1) creen que estos juicios degradan el juicio en la cruz, y (2) no han entendido completamente el conflicto cósmico y la necesidad de ellos. No entienden la gravedad de las acusaciones de Satanás contra Cristo y la necesidad de dejar las cuentas claras para que el pecado pueda ser erradicado sin la posibilidad de que alguna vez surja de nuevo. En otras palabras, si la rebelión de Satanás no es expuesta en su totalidad, el posible cuestionamiento persistente a la justicia de Dios evitaría que el universo pudiera ser restaurado al estado que poseía antes del conflicto.
La atención en estos juicios
Los focos de atención en el juicio previo al advenimiento son claros en Daniel 7. Los dos bandos del conflicto cósmico participan en este juicio: el cuerno pequeño y el pueblo de Dios. El cuerno pequeño se presenta como jactancioso (vers. 8, 11, 20) y se opone a Dios y al pueblo de Dios (vers. 24, 25).
“Pero se sentará el Juez, y le quitarán su dominio, para que sea destruido y arruinado hasta el fin” (vers. 26). Daniel dijo: “Y mientras miraba mataron a la bestia, y su cuerpo fue destrozado y entregado para quemarlo en el fuego” (Dan. 7: 11).
¿Y el pueblo de Dios? Su actitud es crucial. Ellos enfocan su atención en Cristo y su sacrificio. Cristo murió en el Calvario para redimir a la humanidad perdida y para destruir el pecado. En base a su sacrificio en el Calvario, él ahora intercede y juzga. Los que se aferran a la cruz reciben liberación, y los que rechazan la cruz eligen ser destruidos. Es la aceptación o rechazo del Calvario lo que determina el destino humano. Esta es la esencia del juicio previo al advenimiento. Esta es la razón por la que no hay temor en este juicio para los seguidores de Cristo: ¡Solo hay regocijo!
¿Le tiene usted miedo al juicio venidero? Hay quienes le temen, pero usted no tiene que sentirse así si mantiene una relación de amor con el Juez. No olvide que el Crucificado es quien está a cargo del juicio. Durante el proceso, él continúa intercediendo por aquellos que dependen de él y lo aman. Deje que Cristo envuelva sus poderosos brazos de amor a su alrededor y lo abrace. No lo olvide: “El perfecto amor echa fuera el temor” (ver 1 Juan 4: 18).
Adoremos al Creador
“¡Adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas!” (Apoc. 14: 7). Aunque el primer ángel nos exhorta adorar a Dios, la evolución se ha convertido en una especie de religión para muchos. De hecho, la evolución darwiniana comenzó a plagar el mundo justo cuando comenzó el juicio previo al advenimiento.7
La atención en estos juicios
Los focos de atención en el juicio previo al advenimiento son claros en Daniel 7. Los dos bandos del conflicto cósmico participan en este juicio: el cuerno pequeño y el pueblo de Dios. El cuerno pequeño se presenta como jactancioso (vers. 8, 11, 20) y se opone a Dios y al pueblo de Dios (vers. 24, 25).
“Pero se sentará el Juez, y le quitarán su dominio, para que sea destruido y arruinado hasta el fin” (vers. 26). Daniel dijo: “Y mientras miraba mataron a la bestia, y su cuerpo fue destrozado y entregado para quemarlo en el fuego” (Dan. 7: 11).
¿Y el pueblo de Dios? Su actitud es crucial. Ellos enfocan su atención en Cristo y su sacrificio. Cristo murió en el Calvario para redimir a la humanidad perdida y para destruir el pecado. En base a su sacrificio en el Calvario, él ahora intercede y juzga. Los que se aferran a la cruz reciben liberación, y los que rechazan la cruz eligen ser destruidos. Es la aceptación o rechazo del Calvario lo que determina el destino humano. Esta es la esencia del juicio previo al advenimiento. Esta es la razón por la que no hay temor en este juicio para los seguidores de Cristo: ¡Solo hay regocijo!
¿Le tiene usted miedo al juicio venidero? Hay quienes le temen, pero usted no tiene que sentirse así si mantiene una relación de amor con el Juez. No olvide que el Crucificado es quien está a cargo del juicio. Durante el proceso, él continúa intercediendo por aquellos que dependen de él y lo aman. Deje que Cristo envuelva sus poderosos brazos de amor a su alrededor y lo abrace. No lo olvide: “El perfecto amor echa fuera el temor” (ver 1 Juan 4: 18).
Adoremos al Creador
“¡Adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas!” (Apoc. 14: 7). Aunque el primer ángel nos exhorta adorar a Dios, la evolución se ha convertido en una especie de religión para muchos. De hecho, la evolución darwiniana comenzó a plagar el mundo justo cuando comenzó el juicio previo al advenimiento.7
Cuando los cambios evolutivos, que van desde la molécula al hombre, se toman como un hecho acaecido a lo largo de millones de años, nos enfrentamos a la especulación y no a un hecho científico. La evolución es una teoría humana que no puede ser verificada. Es una visión dictatorial que descarta
lo sobrenatural y que aporta al mundo de las ideas lo que un dictador aportaría al mundo de la diplomacia.
Cuando Dios, o lo sobrenatural, es sacado del abanico de las probabilidades, algo tiene que llenar el vacío que se produce. No solo el naturalismo ha tomado el lugar de Dios, sino que la evolución se ha convertido en una «religión» que ocupa el lugar de la religión bíblica que adora al Creador. El físico Henry S. Lipson observa que «la evolución se convirtió, en cierto sentido, en una religión científica. Casi todos los científicos la han aceptado y muchos están dispuestos a "doblar" sus observaciones para ajustarse a ella».8 Alvin Plantinga señala que «la evolución tiene profundas conexiones religiosas; profundas conexiones con la forma en que nos entendemos en el nivel más fundamental».9
¿Cuál es el mensaje de fondo de la teoría evolutiva? Que los seres humanos somos un accidente, y que nuestras vidas son tan egoístas y tan carentes de propósito como el proceso mismo. A la luz de la evolución no tenemos más valor que el supuesto proceso que nos trajo al planeta. Nuestro futuro no tiene ningún objetivo más que nuestro pasado.
Si esto es así, ¿por qué entonces los humanos buscamos significado y propósito a la vida y tenemos un deseo innato de adorar? Estos anhelos naturales son universalmente compartidos por todas las razas, culturas y edades. Atestiguan del tiempo en que fuimos creados a imagen de Dios y vivíamos en comunión con él (Gén. 1: 26, 27; 2: 1-3, 7). Indican que, aunque el pecado ha distorsionado la imagen de Dios en nuestro interior, no ha podido destruir esa imagen.
Los seguidores de Cristo hemos sido llamados a adorar a Dios como Creador. La mayor evidencia de la creación no se manifestó en el Edén sino en Belén. Cuando María dio a luz a Jesús a través del poder del Espíritu Santo, tenemos evidencia de un acto creativo de Dios en la historia (Mat. 1: 20). Él creó en el Edén y en la encarnación. Ambos sucesos fueron igualmente sobrenaturales y ambos tuvieron un propósito; ninguno se limitó al azar del naturalismo. Es alentador saber que el azar nunca ha sido parte del plan de Dios para la creación o la redención.
Los mensajes del segundo y el tercer ángel
Después de haber ratificado a Dios como Creador, el mensaje del segundo ángel continúa señalando la caída de la gran Babilonia (Apoc. 14: 8, NV1). Babilonia, a la que a menudo se ilustra como una mujer, ha caído porque indujo a todas las naciones a unirse a ella en lugar de estar unidas a Cristo. Se trata de adulterio espiritual. La gran Babilonia es una religión tan falsa como la evolución, que sustituye a Cristo con ideas y planes humanos.
El tercer ángel advierte: “Si alguno adora a la bestia [el papado] y a su imagen [una unión de iglesia y estado perseguidora, como el papado] y recibe la marca [el domingo] en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios ... Aquí está la perseverancia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (vers. 9-12). El mensaje del tercer ángel está relacionado con los juicios de Dios que la gran Babilonia recibirá en el tiempo del fin (Apoc. 16-18). La ira de Dios se manifiesta de esa manera porque la religión falsificada de Babilonia será global y hará que los poderes civiles impongan una ley de observancia del domingo mediante un decreto de muerte (Apoc. 13: 1-15).
Esta falsa religión exige el rechazo del sábado, el cual fue consagrado por el Creador como un recordatorio de su creación para todos los seres humanos (Gén. 2: 1-3; Mar. 2: 27, 28).10 En su lugar, el verdadero sábado es sustituido por el domingo, así como el papa usurpa a Cristo como cabeza de la iglesia y se exalta a sí mismo como Dios en lugar del único Dios verdadero (2 Tes. 2: 3, 4). En el tiempo final, la gente adorará «al dragón [Satanás; ver Apoc. 12: 9] porque él le ha dado «autoridad a la bestia [el papado]», y también adorarán a la bestia (Apoc. 13: 4; vers. 8, 12).
Pero no hay necesidad de temer estos acontecimientos del tiempo del fin. Cristo derrotó al enemigo
y libró a su pueblo. ¡En la cruz, hay gran regocijo!
El tercer ángel advierte: “Si alguno adora a la bestia [el papado] y a su imagen [una unión de iglesia y estado perseguidora, como el papado] y recibe la marca [el domingo] en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios ... Aquí está la perseverancia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (vers. 9-12). El mensaje del tercer ángel está relacionado con los juicios de Dios que la gran Babilonia recibirá en el tiempo del fin (Apoc. 16-18). La ira de Dios se manifiesta de esa manera porque la religión falsificada de Babilonia será global y hará que los poderes civiles impongan una ley de observancia del domingo mediante un decreto de muerte (Apoc. 13: 1-15).
Esta falsa religión exige el rechazo del sábado, el cual fue consagrado por el Creador como un recordatorio de su creación para todos los seres humanos (Gén. 2: 1-3; Mar. 2: 27, 28).10 En su lugar, el verdadero sábado es sustituido por el domingo, así como el papa usurpa a Cristo como cabeza de la iglesia y se exalta a sí mismo como Dios en lugar del único Dios verdadero (2 Tes. 2: 3, 4). En el tiempo final, la gente adorará «al dragón [Satanás; ver Apoc. 12: 9] porque él le ha dado «autoridad a la bestia [el papado]», y también adorarán a la bestia (Apoc. 13: 4; vers. 8, 12).
Pero no hay necesidad de temer estos acontecimientos del tiempo del fin. Cristo derrotó al enemigo
y libró a su pueblo. ¡En la cruz, hay gran regocijo!
1. El conflicto de los siglos, cap. 26, p. 431.
2. Biblia de estudio Andrews, nota sobre Apocalipsis 14: 7.3. Los adventistas del séptimo día creen
que los 2.300 días proféticos mencionados en Daniel 8: 14 terminaron en 1844.
3. En ese momento, Cristo comenzó la obra del juicio investigador: la purificación del santuario.
Para más información, vea El conflicto de los siglos, pp. 471-482.
4. Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, División lnteramericana, Manual de la
Iglesia (Doral Florida: (ADPA, 2015), pp. 179, 180.
5. El conflicto de los siglos, cap. 43, p. 657.
6. El juicio presente se llama «juicio preadvento», denotando su tiempo; e «investigativo», denotando su método (Apoc. 14: 6, 7). Este juicio está activo desde el 22 de octubre de 1844, y continuará hasta el final del tiempo de gracia.
7. El origen de las especies, de Charles Darwin, ya estaba casi terminado en 1844, a pesar de que no fue publicado hasta 1859.
8. Henry S. Lipson, "A Physicist Looks at Evolution," Ehysics Bulletin 31, no. 4 (1980): p. 138.
9. Alvin Plantiga, "When Faith and Reason Clash: Evolution and the Bible," Chrislian Scholar's Review21, no 1 (septiembre de 1991): p. 17.
Comentarios
Publicar un comentario