1. Téngannos los hombres.
Pablo aconseja a los
corintios que lo consideren a él y a sus colaboradores como servidores y
administradores, no de los hombres, sino de Dios. Como eran llamados por Dios
para su obra en el ministerio del Evangelio, no debían ser considerados
dirigentes de diversas facciones dentro de la iglesia ni caudillos de bandos en
disputa. Cristo ha dado a sus obreros la responsabilidad de predicar su palabra
al mundo (ver Mat. 28: 19-20). No se les permite que presentes y enseñen las
opiniones y las creencias de los hombres, sino que se les encarga que den a los
hombres el mensaje puro de salvación, incontaminado por la filosofía del mundo
(ver 1 Tim. 6: 20-21; 2 Tim. 4: 13).
Servidores.
Gr. hup'rét's,
"servidor", "asistente", "ministro". Esta palabra originalmente se usaba para
los remeros de las galeras de guerra, y distinguía a esos remeros de los
soldados que combatían en la cubierta. Después comenzó a usarse para cualquier
subordinado que se ocupaba de no trabajo pesado, y en la terminología militar
para los ordenanzas que servían al comandante en jefe. . . Este uso de hup'rét's
como los ordenanzas militares cuyo deber era servir a los oficiales de más alta
graduación en el ejército, puede reflejarse en el uso que le da Pablo en este
versículo. Aquellos a quienes se les ha confiado la obra del ministerio
evangélico, son en un sentido especial los ordenanzas del gran Comandante en
Jefe, Jesús; son los representantes oficiales humanos de Cristo, los
funcionarios regios de su reino espiritual. Ver Juan 18: 36, donde esta palabra
también se ha traducido como "servidores" (RVR) y "mi gente" (BJ).
Administradores.
Gr. oikonómos , "administrador", "mayordomo".
Los griegos usaban esta palabra en relación con la administración de
propiedades, ya fuera de una familia o de un patrimonio, y la aplicaban a los
esclavos o libertos a quienes se les confiaba el cuidado y el manejo de la casa
y de la tierra pertenecientes a su amo. El mayordomo no sólo presidía en los
asuntos de la casa, sino que también era responsable de proveer lo que la casa
necesitaba. Era un cargo de gran responsabilidad. Es singularmente apropiada la
aplicación de esta palabra a los ministros de Cristo. El ministro evangélico
tiene a su cargo la iglesia de Dios en la tierra y debe proporcionar todo lo
necesario para el bienestar de ella (ver Juan 21: 15-17; 1 Ped. 5: 13).
La fidelidad es de importancia suprema en la mayordomía. El hombre no
tiene la propiedad absoluta de nada en este mundo, ni aun de su fuerza física y
mental, pues "todas las facultades que poseen los hombres pertenecen a Dios" (5T
277). Es un ser creado, y como tal pertenece a su Creador. También es un ser
redimido, comprado por la sangre de Cristo (Hech. 20: 28); por lo tanto, en un
doble sentido, el hombre no se pertenece a sí mismo. La tierra y todo lo que hay
en ella pertenecen a Dios; él es el dueño supremo. El ha confiado al hombre el
cuidado de su propiedad. De ese modo el hombre ha llegado a ser el mayordomo del
Señor, el encargado de la responsabilidad de usar los bienes de su Amo, de tal
manera que el beneficio se aumente para Dios. El reconocimiento de esta relación
entre el hombre y su Creador debiera producir en nosotros una determinación de
ejercer gran cuidado en el uso de todo lo que nos ha sido confiado durante el
período de nuestra peregrinación en esta tierra. El verdadero creyente en Cristo
constantemente procura glorificar a Dios en el manejo de las cosas colocadas
bajo su cuidado, ya sean físicas, mentales o espirituales. Reconoce que no está
en libertad de usar sus bienes o sus talentos para la satisfacción de los deseos
y las ambiciones naturales de su propio corazón. Siempre está bajo la obligación
de colocar en primer lugar los intereses de Dios en todas las actividades de la
vida. La parábola de los talentos ilustra esta verdad (ver com. Mat. 25: 14-30;
PVGM 263-264).
Misterios.
Gr. mustérion (ver com. Rom. 11: 25; 1
Cor. 2: 7). Los planes de Dios para restaurar la armonía del hombre con la
Divinidad, en lo pasado sólo fueron entendidos indistintamente, pero ahora se
han revelado mediante Jesucristo (Efe. 3: 9-11; Col. 1: 25-27; 1 Tim. 3: 16).
Los obreros de Cristo tienen la misión de presentar con claridad las sublimes
verdades del Evangelio a todos los hombres (Mat. 28: 19-20; Mar. 16: 15); deben
trabajar para que se satisfagan las necesidades de cada alma que esté buscando
la salvación. Esta responsabilidad de impartir la buena nueva de la salvación
descansa sobre cada creyente, pues todos somos mayordomos a quienes se ha
confiado el pan de vida para un mundo hambriento y desfalleciente (ver CMC 119;
Ed 134).
2. Fiel.
Gr. pistós ,
"digno de confianza", "fiel". La cualidad de ser digno de confianza es una de
las más valiosas que puede poseer un hombre. Dios la estima en gran manera.
Fracasar en este sentido significa no alcanzar la vida eterna (ver Luc. 16:
10-12; PVGM 290-291). Sólo recibirán una heredad en la tierra nueva aquellos en
quienes Dios pueda confiar en todas las circunstancias. Demostramos que somos
fieles mayordomos si continuamente procuramos glorificar a Dios en todos los
detalles de nuestra vida.
3. En muy poco
tengo.
Pablo se está refiriendo a las críticas que habían sido dirigidas
contra él y contra sus métodos de trabajo por algunos que se llamaban a sí
mismos "sabios" (cap. 1: 20, 27) en la iglesia de Corinto. En su calidad de
mayordomo de los "misterios de Dios" (cap. 4: 1), Pablo no era responsable ante
los hombres, sino ante Dios por el desempeño de, su mayordomía. No le molestaban
las opiniones de los hombres en este respecto mientras tuviera la alabanza de
Dios. No despreciaba el consejo y el buen juicio de sus prójimos (ver 1 Tes. 4:
12; 1 Tim. 3: 7), pero su principal meta y propósito en la vida era servir y
agradar a Aquel que lo había llamado para ser apóstol (ver Fil. 3: 13-14; 2 Tim,
2: 4).
Tribunal humano.
Literalmente "día humano", entendiéndose
"de juicio". Pablo contrasta el juicio humano con el juicio de Dios en el día
del Señor (cf. cap. 3: 13).
A mí mismo.
Pablo ni siquiera
consideraba como valiosa la opinión que tenía de sí mismo. Sólo Dios puede
apreciar correctamente a los hombres. Si el apóstol comprendía que no podía
justipreciarse correctamente, no debía esperarse que diera mucho valor a las
opiniones de sus críticos, no ni porta cuán capacitados estuvieran para juzgar.
Nadie está calificado para apreciar debidamente los motivos y las actitudes de
sus prójimos, porque no puede leer el corazón de ellos ni conocer sus
pensamientos. Por lo tanto, nadie debe criticar a otros (ver com. Rom. 2: 1-3;
DMJ 106).
4. Mala conciencia.
El
apóstol no tenía conciencia de ningún error en su forma de trabajar ni de ningún
defecto en su forma de vivir (ver Hech. 20: 18-21, 26; 2 Cor. 7: 2). Cada
ministro del Evangelio debiera poder presentar así la integridad de su conducta.
Pablo conocía el peligro de complacer el espíritu de confianza propia y de ese
modo ser inducido a creer que uno está en lo correcto, cuando en realidad está
equivocado. No había jactancia farisaico alguna en él cuando declaró que no
tenía memoria de ninguna falta en su servicio. Esto se aclara por la afirmación
con que continúa: "no por eso soy justificado". Sabía que sólo era un ser humano
falible, proclive a juzgar erróneamente, por lo que destacó que en ningún
sentido estaba justificado o presentado como justo. Entendía que el hecho de que
no pudiera encontrar ningún indicio de infidelidad en su mayordomía de los
"misterios de Dios", no era suficiente para declararlo libre de culpa. Sabía que
Dios podría ver imperfecciones donde él no podía verlas, y que la opinión que
tenía de sí mismo fácilmente podía estar distorsionada por ser parcial.
El Señor.
Sólo Dios podía hacer una investigación completa de la
vida y la mayordomía del apóstol. Sólo él puede leer el corazón y entender los
motivos que impulsan cada palabra y cada acto (ver 1 Crón. 28: 9; 1 Juan 3: 20).
A Pablo no le preocupaba la forma en que lo juzgaban sus críticos, ni dependía
de su autoestimación, sino sometía dócilmente su caso ante el Señor, sabiendo
que el juicio de Dios sería infaliblemente correcto. Esta declaración de
confianza en el juicio de Dios podría haber sido considerada por los corintios
como un consejo sabio para ellos. Estaban demasiado inclinados a aceptar su
propio juicio acerca de sus prójimos, sin comprender que "Jehová no mira lo que
mira el hombre" (1 Sam. 16: 7).
5. No
juzguéis.
Pablo muestra que es erróneo acariciar una opinión dura o
despiadada en cuanto a nuestros prójimos. Como somos imperfectos no estamos en
condiciones de estimar correctamente el carácter de otros (ver Mat. 7: 1-3; Rom.
2: 1-3; Sant. 4: 11-12; DMJ 106; DTG 745; HAp 223-224; 2JT 116; 9T 185-186). Es
particularmente peligroso complacerse en una crítica destructivo de los obreros
de Dios (ver 1 Tim. 5: 1, 17, 19; cf. Núm. 16: 3, 13-14, 29-35; 2JT 199-200; TM
416). El cristiano no puede menos que advertir defectos de conducta en sus
prójimos, pero debe refrenarse de juzgar los motivos y emitir juicios sobre sus
prójimos en la esfera de la relación espiritual de ellos para con Dios.
Tiempo.
Gr. kairós , "ocasión adecuada", "tiempo oportunos" (ver
com. Mar. 1: 15). Pablo se refiere al tiempo establecido por Dios para el
juicio. Es posible que los hombres oculten ante sus prójimos sus verdaderos
caracteres, pero en el momento oportuno de Dios, cuando Cristo vuelva, nada
permanecerá oculto, ni aun los pensamientos y propósitos más cuidadosamente
guardados en secreto que se albergan en la mente de los hombres (ver Sal. 44:
21; Ecl. 12: 14; 1JT 449; 2JT 37).
Alabanza.
Literalmente "la
alabanza" (BJ), es decir, la recompensa. En el tiempo cuando los planes y
propósitos de los hombres sean revelados, cada obrero de Dios recibirá su justa
medida de aprobación. Con confianza podemos esperar que el juez que nunca yerra
dará a los justos la medida de alabanza que les corresponda. Los hombres deben
evitar dar alabanza a los siervos de Dios (ver 1JT 532; PVGM 125-126). Los
ministros de Dios son sólo los instrumentos del Señor, y es él quien los usa
para cumplir sus propósitos; por lo tanto, sólo él debiera ser alabado y
ensalzado.
6. Lo he presentado.
Las
cosas que Pablo ha escrito acerca de los dirigentes religiosos (cap. 3: 5-6,
21-22), las aplica a sí mismo y a Apolos, quien estaba estrechamente relacionado
con el apóstol. Los principios que él había expuesto son aplicables en términos
generales, pero no universalmente se aplican en la práctica. Pero Pablo y Apolos
eran ejemplos de los ideales presentados. Eso no era verdad en cuanto a los
caudillos de los partidos divisionistas de Corinto.
Pensar.
La
evidencia textual establece (cf. p. 10) el texto: "aprendáis: 'no más allá de lo
escrito' " . Esto significaría que los corintios deben conducirse de acuerdo con
las reglas establecidas en la Palabra de Dios.
Lo que está escrito.
Es decir, las instrucciones generales de las Escrituras, en este caso el
AT. En todo lo que se refiere a la religión, las Sagradas Escrituras deben ser
siempre la autoridad final.
Os envanezcáis.
Del Gr. fusióÇ ,
"inflar", derivado de fúsa , "fuelle"; en su forma reflexiva, "inflarse",
"enorgullecerse". Pablo condena el orgullo de los que ensalzaban su partido por
encima de los otros, o al caudillo de su partido por encima de los otros
caudillos. Los cristianos deben estimar que están al mismo nivel que los demás,
y ninguno debe considerar que otros son inferiores a él o que merecen desprecio.
7. ¿Quién te distingue?
Es decir,
¿consideras que hay preeminencia en ti?
Que no hayas recibido.
Nadie tiene motivos para jactarse, pues todo lo debe a Dios. Los
talentos que posee provienen de Dios, quien da facultades y sabiduría para que
se desarrollen; por lo tanto, ningún maestro dentro de la iglesia tiene base
alguna para enorgullecerse o ensalzarse. Sus dones y la facultad para que se
desarrollen se originan en Dios.
Glorias.
Del Gr. kaujáomai ,
que también significa "Jactarse", " tal como se ha traducido en Rom. 2: 23; 11:
19; 1 Cor. 1: 29; etc. Desde la entrada del pecado en el mundo ha sido natural
que los hombres se complazcan en gloriarse, especialmente en lo que tiene que
ver con sus propias realizaciones. En esta tendencia están siguiendo el ejemplo
de Satanás, el cual cayó de su elevada posición en el cielo debido a su
intolerable orgullo (Isa. 14: 12-14; Eze. 28: 15, 17). El cristiano siempre debe
estar en guardia contra este defecto. Especialmente sutil es la tentación a
entregarse al orgullo espiritual. Únicamente Dios debe ser glorificado y
ensalzado (ver Jer. 9: 23-24).
8. Saciados.
Del Gr. korénnumi , "saciar". Este vocablo aparece sólo una vez más en
el NT, en Hech. 27: 38. Esta afirmación es irónica y también lo son las dos
siguientes. El propósito de Pablo era forzar a los cristianos de Corinto a que
reconocieran su verdadera condición, preparando su mente para que pudieran estar
listos a admitir, con espíritu de verdadera humildad, los consejos y la ayuda de
los dirigentes experimentados, como lo era Pablo. Hay otros ejemplos del uso de
la ironía en la Biblia en 1 Rey 18: 27; Job 12: 2. Los creyentes corintios
estaban muy satisfechos con su propio conocimiento, y no sentían necesidad de
nada más. No se daban cuenta de que podían ser ayudados por Pablo mucho más de
lo que ya habían sido ayudados por otros maestros en Corinto.
Ricos.
Pablo continúa con su ironía, pero en una forma diferente. Dice que los
corintios se creían ricos en cosas espirituales. Cf. Ose. 12: 8; Apoc. 3: 17.
Sin nosotros.
Es decir, sin Pablo y sus colaboradores. Los
creyentes corintios se creían bien calificados para manejar sus vidas con éxito
y para cuidar de los intereses de la iglesia. No habían hecho caso de la
autoridad de Pablo, y suponían que podían seguir adelante con él o sin él.
Reináis.
Mejor "comenzasteis a reinar". Con esta afirmación se
llega al clímax de este pasaje irónico. Pablo compara a sus lectores, llenos de
suficiencia propia, con los que han alcanzado la cumbre, donde no hay nada más
encumbrado a lo cual llegar o desear.
Ojalá.
Gr. ófelon ,
palabra usada para expresar un deseo vano. El resto de este versículo se puede
entender de dos maneras: (1) como una expresión de un ferviente deseo de que el
reino de gloria pudiera ser establecido, cuando todos los redimidos de Dios
reinen como reyes y sacerdotes con Jesús (Apoc. 20: 4, 6); (2) como una
continuación de la ironía de la primera parte del versículo. Pablo está
diciendo: "Ojalá vuestro reinado imaginario como reyes fuera un hecho real, y
pudiéramos unirnos con vosotros en esa felicidad".
9. Los apóstoles como postreros.
Esta figura de lenguaje
se relaciona con el anfiteatro, donde los participantes que eran exhibidos
cuando terminaba el programa, tenían que luchar entre sí hasta que morían o eran
despedazados por las fieras. Para ellos no había escapatoria. Esos juegos
inhumanos se celebraban en muchos lugares del Imperio Romano, y una alusión como
ésta podía entenderse fácilmente. Pablo empleaba con frecuencia ilustraciones de
los juegos (1 Cor. 9: 24-26; 15: 32; 1 Tim. 6: 12; 2 Tim. 4: 7-8). Se presenta a
los apóstoles como si hubieran estado reservados para proporcionar la máxima
diversión a los crueles espectadores.
Sentenciados a muerte.
Cf.
Rom. 8: 36; 1 Cor. 15: 30-31.
Espectáculo.
Gr. théatron ,
"exhibición", "espectáculo". Nuestra palabra "teatro" deriva de théatron. El
vocablo se refiere al lugar de diversión o a lo que se exhibe.
Los
siervos de Dios que fielmente testifican para él se convierten en un centro de
interés para los habitantes de este pequeño mundo y del cielo (ver Heb. 10:
32-33; 12: 1; CRA 76-77). Todo nuestro mundo es un escenario en el cual se está
llevando a cabo el conflicto entre el pecado y la justicia, la verdad y el
error, ante una audiencia intensamente interesada, compuesta por los habitantes
del universo (ver CV 209). El deber de cada creyente es hacer que la luz de la
verdad sea vista por todos aquellos con quienes se relaciona. Si los cristianos
comprendieran que los ojos del universo están enfocados sobre ellos, habría un
reavivamiento del fiel testimonio que caracterizó las vidas de los apóstoles
(ver 7T 296).
10. Insensatos.
" "La
palabra de la cruz es locura a los que se pierden" " (cap. 1: 18). Debido a que
los apóstoles persistían en presentar la buena nueva de la salvación mediante la
sencilla fe en Jesucristo, eran considerados como estúpidos y tardos de
entendimiento; sin embargo, no se atrevían a mezclar la sabiduría mundana con la
sencillez del Evangelio. Estaban contentos de depender del poder de Dios antes
que de la sabiduría de este mundo (ver Rom. 1: 16-17). Los cristianos fieles
deben esperar ser mal comprendidos por el titulado pero esto no debe
perturbarlos, pues saben que los caminos de Dios difieren de los caminos del
hombre y, por lo tanto, deben parecer extraños para el corazón carnal (ver Isa.
55: 8-9; Rom. 8: 7-8; Sant. 4: 4; 1 Juan 2: 15-17).
Vosotros prudentes.
Pablo habla irónicamente como en el vers. 8 (ver comentario respectivo).
Vosotros fuertes.
¡Qué contraste entre el apóstol que no
confiaba en sí mismo y era humilde y consagrado, que había llegado a la iglesia
de Corinto "con debilidad y mucho temor y temblor" (cap. 2: 3), y los creyentes
de Corinto, llenos de confianza propia y arrogantes, que creían que eran fuertes
y sabios en Cristo!
Vosotros honorables.
Como pensaban que
tenían sabiduría terrenal y hacían ostentación de sus victorias espirituales,
tenían una alta estima de sí mismos. Los apóstoles, que no llamaban la atención
hacia sí mismos ni hacia sus excelentes cualidades, eran despreciados. El
propósito de Pablo con estos contrastes era destacar la necedad de la lisonja y
el ensalzamiento propios, e inducir a los corintios a que pensaran humildemente
de sí mismos y ensalzaran a Cristo (cf. Mat. 23: 12).
11. Hasta esta hora.
Estas palabras indican que a través de
su ministerio los apóstoles habían experimentado todas las pruebas enumeradas en
los vers. 11-13. Gozosamente aceptaban todo lo que les sucedía, pues sabían que
estaban siendo usados por Dios para la predicación del Evangelio y la salvación
de los pecadores (ver 1 Tes. 3: 3-4, 7-9; 1 Ped. 2: 20-21). Esta tierra maldita
por el pecado es el territorio del enemigo, y no debe esperarse que a los
cristianos se les permita vivir vidas libres de dificultades si son testigos
fieles de su Señor y Maestro (ver 2 Tim. 3: 12). Satanás dirige su ira contra
los que procuran escapar de sus garras para refugiarse en Cristo. Esto es
particularmente cierto respecto a la iglesia remanente (Apoc. 12: 17).
Desnudos.
Es decir, escasamente vestidos (ver com. Mar. 14: 52).
Abofeteados.
Gr. kolafizÇ , "golpear con el puño", "maltratar".
Morada fija.
"Andamos errantes" (BJ). Los apóstoles iban de un
país a otro y aceptaban la hospitalidad de aquellos entre quienes trabajaban. No
tenían el privilegio de disfrutar de las comodidades de un hogar. Amaban al
Señor y estaban gozosos de ir errabundos por la tierra a fin de que pudiera
avanzar la obra de la predicación del Evangelio. Este es el espíritu que mueve a
todos los verdaderos obreros de la viña del Señor.
12. Nuestras propias manos.
Pablo se sostenía con su
trabajo manual aunque había sido llamado por Dios para entregarse al ministerio
del Evangelio (Hech. 18: 3; 20: 34; 1 Tes. 2: 9; 2 Tes. 3: 8-9).
Nos
maldicen, y bendecimos.
Los apóstoles ponían en práctica la enseñanza de
Jesús en el Sermón del Monte (Mat. 5: 11-12, 44). Cuando eran maltratados no se
desquitaban, sino sufrían pacientemente. No sólo se abstenían de vengarse, sino
que devolvían bien por mal (ver Hech. 27: 33-36). La virtud de soportar los
malos tratos pacientemente y de hacer el bien a los que nos persiguen, es un
rasgo notable del verdadero cristianismo. Es una evidencia de que el Espíritu
Santo rige al individuo (ver Gál. 5: 22). Un proceder tal es contrario a la
filosofía del mundo, que enseña la defensa de los derechos propios y una
inmediata venganza por los perjuicios o desdenes recibidos de otros (ver Mat. 5:
38-42). A los seguidores de Cristo se les enseña que dejen la venganza a
Injusticia de Dios (Deut. 32: 35; Sal. 94: 1, 4-7, 21-23; Rom. 12: 19-21; DMJ
64-65). Hay circunstancias en las cuales no está mal acariciar un sentimiento de
justa indignación, pero es necesario destacar que tales sentimientos sólo son
permitidos cuando uno ve que " "Dios es deshonrado y su servicio puesto en
oprobio" " (DTG 277). El corazón natural, inconverso, debe ser mantenido en
sujeción sin permitírsela nunca que trate de justificarse (ver DTG 319).
13. Difaman.
Gr. dusfeméo,
"denigrar", "calumniar", "difamar".
Rogamos.
Gr. parakaléo ,
vocablo que tiene varios significados (ver com. Juan 14: 16). Aquí quizá
signifique "hablar en forma amigable". Compárese con el uso de parakaléo en Luc.
15: 28; Hech. 16: 39.
Escoria.
Gr. perikátharma , "suciedad que
se junta al limpiar algo". El mundo, inspirado por Satanás y cegado por él, mira
con odio y disgusto a los fieles testigos de Cristo y los considera como la hez
de la tierra (ver Lam. 3: 45). Esto era especialmente cierto en el caso de Pablo
(ver 2 Cor. 11: 23-27). El Salvador procuró preparar a sus discípulos para
semejantes experiencias cuando les advirtió que el mundo no los recibiría
bondadosamente sino que los sometería a muchos maltratos (ver Mat. 10: 16-18,
21-22, 36; Juan 15: 18-19; 3JT 398). No se debe esperar que un mensaje que es
diametralmente opuesto a las prácticas del mundo y a los planes y propósitos de
Satanás reciba una cordial bienvenida. Si el cristiano encuentra que en todo le
va bien, que no es turbado por el adversario, haría bien en comenzar a
preguntarse si algo no anda mal en su relación con Dios (ver Luc. 6: 26; Juan
15: 19). Pablo se regocija en las tribulaciones (Rom. 5: 3; 2 Cor. 7: 4). El
sufrir por causa de Cristo regocija al verdadero creyente porque sabe que su
testimonio para Cristo está dando frutos, como lo demuestra el hecho de que
Satanás está airado. Esto no significa que los cristianos deliberadamente deben
provocar la persecución. Debieran evitar dificultades innecesarias, pero de
ninguna manera rehuir el deber por el hecho de que haya obstáculos y pruebas
(ver OE 342-343; DTG 321).
Desecho.
Gr. períps'ma , la suciedad
que se recoge en el proceso de limpieza. Es un vocablo sinónimo de perikátharma
, "escoria" (ver "Escoria").
14. Para
avergonzamos.
Pablo temía que hubiera hablado con demasiada aspereza, y
procuraba mitigar sus severas observaciones. Había razón para que los miembros
de iglesia de Corinto se avergonzaran debido a sus disputas y luchas de bandos,
y por el engreimiento que demostraban atribuyéndose importancia. Con verdadera
cortesía cristiana, Pablo tuvo en cuenta los sentimientos de ellos, no deseando
¡Hacerles perder su respeto propio. Cuando los que están en el error son
inducidos a ver su pecado, debe tenerse cuidado de que se evite la pérdida de su
respeto propio (ver MC 124- 125).
Para amonestaros.
También
"haceros recordar" o "exhortaros". Las cosas presentadas en los vers. 7-13 no
fueron escritas con un espíritu de áspera severidad para reprochar a los
corintios. No tenían el propósito de desanimarlos, sino de impartirles el sabio
consejo de un padre amante que anhelaba que sus hijos se salvaran del desastre y
que se efectuara una reforma en la iglesia. Un cristiano nunca debiera reprender
a su hermano con el propósito de ponerlo en aprietos y avergonzarlo (ver Rom.
14: 10, 13; MC 123). El reproche o admonición debiera darse con un espíritu de
tierna compasión con el que yerta y con el propósito de ayudarte a que se
reoriente poniéndose en armonía con Dios (ver Gál. 6: 1-2; DTG 408; MC. 395). Un
ministerio fiel, amante y lleno de simpatía para los que han tropezado y se han
descarriado, tendrá mucho más éxito que la fría condenación y el reproche
insensible (ver Sant. 5: 20; 2JT 87-88).
Hijos míos amados.
Pablo reclamaba el derecho de considerar a los creyentes de Corinto como
a sus hijos espirituales por quienes había trabajado. Se dirigía a ellos como un
padre que sólo deseaba su bien y no quería hacerlos sufrir. Todos los pastores
subalternos que tienen el mismo sentir del Pastor Supremo constantemente
procuran aliviar los sufrimientos de las ovejas, vendan sus heridas y mitigan su
dolor (ver Sal. 147: 3; Isa. 61: 1-2; Juan 10: 11).
15. Ayos.
Gr. paidagÇgós , "preceptor", "guardián". El
paidagÇgós de una familia griega era el esclavo cuyo deber consistía en llevar a
los niños a la escuela y cuidar de ellos fuera del horario escolar; no era
necesariamente un maestro, sin embargo algunos enseñaban. Se encargaba esta
tarea a hombres de diversas ocupaciones. En castellano el término "pedagogo" se
ha aplicado a los docentes en general. Como el paidagÇgós era un esclavo, sólo
podía ejercer la autoridad que le delegaba el jefe de la familia, a saber, la de
ser guardián de los niños. Pablo destaca que a pesar de que los corintios
pudieran haber tenido muchos ayos, ninguno de ellos podría haber tenido una
relación con los corintios como la tenía él. Ninguna otra persona pretendía
tener autoridad paterna sobre ellos. Esa era la prerrogativa especial del
apóstol. Sólo él tenía derecho de amonestarles como un padre y de recibir su
respeto especial.
Os engendré.
Materialmente sólo puede haber un
padre; así también en la iglesia de Corinto sólo podía haber un padre
espiritual: el apóstol Pablo, pues en respuesta a su predicación ellos habían
sido inducidos a abandonar la idolatría y a volverse al Dios viviente (ver Hech.
18: 10-11, 18; 1 Cor. 3: 6). El había sido el medio para la conversión de ellos.
16. Me imitéis.
Literalmente
"imitadores de mí haceos". Esta es una atrevida declaración en labios de
cualquier ministro cristiano; pero es cierto que todo el que trabaja para Dios
debe vivir una vida que refleje la imagen de, Jesús, de modo que con confianza
pueda exhortar a aquellos para quienes ejerce su ministerio a que sigan su
ejemplo. Es natural que los hijos imiten a sus padres y copien su manera de
vivir. Como los corintios eran los hijos espirituales de Pablo, era lógico que
se esperara que imitaran al apóstol en su relación con Dios. Los hijos copian la
conducta de sus padres, por lo tanto cada ministro siempre debe preocuparse por
la pesada responsabilidad que descansa sobre él de dar el debido ejemplo de una
piadosa manera de vivir ante aquellos a quienes está presentando el Evangelio.
La consagración de Pablo era tan completa, tan sin reservas, que podía decir:
"Vive Cristo en mí" (Gál. 2: 20). Esto le daba la seguridad que lo capacitaba a
exhortar para que lo imitaran aquellos a quienes conducía al Salvador (ver Fil.
3: 17; 2 Tes. 3: 7). Es cierto que los miembros de la iglesia deben mirar a
Cristo como su ejemplo, pero la humanidad es frágil y las personas tienden a
mirar a sus dirigentes. Esto hace imperativo que los ministros sean
extremadamente cuidadosos en dar un correcto ejemplo a los hermanos (ver Tito 2:
6-8; 1T 446; 2T 336, 548-549).
17. Os he
enviado.
Los griegos al escribir sus cartas a veces usaban los verbos en
tiempo pasado para describir una acción presente, porque cuando la carta era
leída ya la acción estaba en el pasado. Timoteo probablemente estaba en camino
(cf. cap. 16: 10), pero aún no había llegado e indudablemente no se esperaba su
llegada antes de la carta. La carta sin duda contribuyó al fin de recomendar a
la iglesia que diera la debida bienvenida al representante del apóstol y
prestara atención al consejo y a las instrucciones de Timoteo como si hubiera
sido él mismo.
Timoteo.
Timoteo era un fiel colaborador en quien
Pablo confiaba para su obra de cuidar de las iglesias que había establecido
(Hech. 16: 1; 19: 22; Fil. 2: 19; 1 Tes. 3: 2; 1 Tim. 1: 2).
Mi hijo
amado.
Pablo veía en el joven Timoteo a alguien que podía desarrollarse
y convertirse en un útil obrero para Dios; por eso lo eligió para que fuera su
ayudante y uno de sus compañeros de viajes (ver Hech. 16: 1-4; 1 Tim. 1: 2; HAp
149-150; 164-165; OE 455). El apóstol se había dirigido a los corintios como a
"hijos" , literalmente "niños" (1 Cor. 4: 14). Por lo tanto era muy apropiado
que enviara como su representante a uno a quien había engendrado en Cristo
mediante su predicación, así como lo habían sido los corintios. Timoteo, como
íntimo compañero de Pablo en sus viajes y en su obra de evangelización, estaba
bien capacitado para repasar las enseñanzas de Pablo y llamarles la atención a
la forma en que vivía el apóstol.
En todas las iglesias.
El
mensaje de Pablo era el mismo dondequiera que predicaba. No había enseñado a los
corintios algo diferente de lo que había enseñado a los efesios o a los
bereanos. Su predicación pública y su conducta personal eran las mismas en todas
partes. Anhelaba que la iglesia de Corinto estuviera en armonía con todas las
otras iglesias. Cristo oró para que hubiera unidad entre sus seguidores (Juan
17: 21-23), y la unanimidad doctrinal contribuye a esta unidad (ver Rom. 15:
5-6; 1 Cor. 1: 10; Efe. 4: 3-6; Fil. 2: 2; 1T 210).
18. Envanecidos.
Sustancialmente Pablo está diciendo:
"Debido a que me he demorado en mis planes de visitaros, algunos de vosotros os
habéis hinchado de orgullo creyendo que no me atrevo a llegar a Corinto. Sin
duda creéis que vuestra declaración de lealtad a otros dirigentes me ha
intimidado, y que todo lo que haré será escribir cartas de reprobación y
amonestación". El hecho de que enviara a Timoteo y a Tito (2 Cor. 7: 6-7, 14-15)
a Corinto quizá influyó para que sus enemigos creyeran que Pablo temía llegar
hasta ellos.
19. Pero iré.
Tenía el
plan de quedarse hasta después de Pentecostés (cap. 16: 8). En 2 Cor. 1: 23
explica la inesperada demora en su llegada.
Si el Señor quiere.
El constante deseo de Pablo era hacer sólo lo que estuviera en armonía
con la voluntad de su Maestro. Todos sus planes estaban sometidos a la
aprobación divina. Consideraba que el asunto de viajar dependía de la voluntad
de Dios, y estaba dispuesto a ir o a quedarse como el Señor se lo indicara (cf.
Hech. 18: 21; 1 Cor. 16: 7; Heb. 6: 3). Este es un ejemplo de conducta cristiana
que todos deben imitar. Todos nuestros planes deben ser hechos teniendo en
cuenta que continuarán o serán puestos a un lado, de acuerdo con la voluntad de
Dios (ver Prov. 27: 1; Sant. 4: 15).
El poder.
El apóstol
visitaría a Corinto para comprobar el verdadero poder y no las vanas jactancias
de los que confiadamente afirmaban que él tenía temor de ir. Estas palabras
revelan el confiado valor del apóstol, valor que emanaba del conocimiento de que
estaba haciendo la voluntad de Dios y enseñando la verdad. Los ministros de Dios
deben tener esa misma confianza e intrepidez en el cumplimiento de su deber. Sin
tener en cuenta la oposición individual de un hombre o de un grupo de hombres
-dentro o fuera de la iglesia-, deben cumplir fielmente con su deber (ver Deut.
1: 17; Isa. 50: 7; Hech. 5: 29).
20. Reino
de Dios.
En este caso el reino de la gracia, como en Col. 4: 11; etc.
(ver com. Mat. 3: 2; 4: 17; 5: 3).
No consiste en palabras.
El
reino espiritual de Dios en la tierra no se establece ni se promueve mediante
las jactanciosas pretensiones y las vanas palabras de los hombres. Se necesita
más que las confiadas afirmaciones de autoridad de los que no están dispuestos a
ceñirse a la sencillez del mensaje evangélico, y le añaden su propia
interpretación de la verdad y se ensalzan a sí mismos para ocupar cargos de
liderazgo y autoridad (ver Dan. 7: 25; 11: 36; 2 Tes. 2: 3-4; Apoc. 13: 5-6).
Poder.
Gr. dúnamis , "fuerza", "poder", "vigor". "Dinamita"
deriva de dúnamis . La iglesia de Dios está sostenida por el poder del Espíritu
Santo que opera en las vidas de los creyentes completamente consagrados. Todo
incremento que haya en la iglesia de Dios es producido por el poder regenerador
del Espíritu Santo (ver Juan 3: 5; 16: 13). Los dirigentes de la iglesia son
guiados por el Espíritu de Dios y reciben poder del Señor para la sabia
administración de su reino en la tierra (ver Hech. 1: 8; 2: 17-18; 13: 1-4).
21. ¿Qué queréis?
Esta es la
exhortación de Pablo a los creyentes indóciles. Revela la repugnancia del
apóstol a tomar medidas severas en su trato con los miembros indóciles de la
iglesia de Corinto.
Vara.
El símbolo de la severidad paterna.
Demuestra que Pablo, como apóstol y como su primer maestro en el Evangelio,
comprendía que tenía autoridad para disciplinar a la iglesia rebelde. La "vara"
que usaría -de ser necesario- sin duda serían sus palabras. Hay ocasiones cuando
es necesario que los siervos de Dios demuestren severidad para corregir a los
miembros indóciles de la iglesia (ver Núm. 16: 8-11, 26, 28-30; Mat. 18: 15-17;
Hech. 5: 3-4, 8-9).
Amor.
La corrección siempre debe aplicarse
con amor, teniendo en cuenta el bienestar final y la felicidad del que ha errado
(cf. Gál. 6: 1-2). Aunque quizá sea necesario proceder con firmeza y severidad
para preservar a la iglesia de confusión y luchas, sin embargo, todo debe ser
mitigado mediante una verdadera consideración de los mejores intereses
espirituales de las personas implicadas. El amor -que tiene como meta los
mejores intereses de los amados- debiera ser la razón fundamental de cada fase
de la vida cristiana y del deber cristiano, pues Dios mismo es la
personificación del amor (1 Juan 4: 8, 16).
Espíritu de mansedumbre.
Es decir, suavemente, con un espíritu de ternura. Pablo revela ahora que
deseaba evitar la necesidad de emplear una disciplina severa. Esperaba que sus
corazones "envanecidos" se suavizarían y que fácilmente aceptarían su amante
consejo para que no le fuera necesario recurrir a duras medidas disciplinarias.
El apóstol termina esta parte de la epístola con una anhelante
exhortación. En esta sección Pablo ha tratado con toda franqueza los diversos
factores de la situación, y los pone en contraste con el orgullo y el
fingimiento que nublaban la visión espiritual de muchos miembros de la iglesia
de Corinto.
CBA T6
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