1. Sométase.
Gr. hupotássÇ , "someterse",
"estar en sujeción", "obedecer".
Las autoridades.
Con el
significado de " "los que han sido puestos en cargo de autoridad sobre otros" "
. Ver 1 Ped. 2: 13; cf. Luc. 12: 11; Tito 3:1. La palabra griega exousía , que
en 622 todo este pasaje se ha traducido como "autoridades" y "autoridad",
también significa "poder"; pero debe entenderse en el sentido de facultad para
gobernar y no como dúnamis , vocablo griego que a menudo también se traduce
"poder" (Rom. 1: 16, 20; 1 Cor. 1: 18), y que significa "energía", "fuerza",
"poder o capacidad para hacer algo".
No hay autoridad sino de parte de
Dios.
Es decir, no existe autoridad humana a menos que sea con la
aprobación de Dios y bajo su control. En el AT se afirma a veces que Dios pone y
también depone gobernantes (ver com. Dan. 4: 17; cf. cap. 2: 21; 4: 25, 34-35).
Por Dios han sido establecidas.
Las palabras griegas de los
vers. 1 y 2 que se han traducido "sométase", "establecidas", "establecido",
"resiste" (la primera vez que aparece esta palabra), derivan de la misma raíz,
tássÇ, "ordenar", "disponer" "colocar". Esto da una gran fuerza a la expresión,
que no puede representarse plenamente en nuestro idioma.
Pablo no quiere
decir en estos versículos que Dios siempre aprueba la conducta de los
gobernantes civiles, ni tampoco que el cristiano siempre tiene el deber de
someterse a ellos. Las exigencias de las autoridades a veces pueden oponerse a
la ley de Dios, y en tales circunstancias el cristiano debe " "obedecer a Dios
antes que a los hombres" (Hech. 5: 29; cf. cap. 4: 19). Lo que Pablo enseña es
que el poder de los gobiernos humanos es confiado por Dios a los hombres, de
acuerdo con el propósito divino para el bienestar humano. Está en las manos de
Dios que las autoridades continúen en el poder o caigan. Por lo tanto, el
cristiano debe apoyar a las autoridades, pues no cree que le corresponde
oponerse a ellas ni destituirlas.
Una instrucción de esta naturaleza era
muy necesaria en los días de Pablo, pues en ese tiempo los judíos estaban muy
agitados y ya habían causado rebeliones en diversas partes del Imperio Romano.
Si los cristianos hubiesen demostrado también un espíritu indócil, hubieran
caído en el mismo desprestigio en que ya estaban cayendo los judíos. También
habrían perdido la protección del Estado romano, que con frecuencia había sido
una bendición para los primeros cristianos, como Pablo podía testificarlo por su
propia experiencia (ver Hech. 22: 24-30). Además, esto habría sido una vergüenza
para la iglesia cristiana y su mensaje de paz y amor fraternal. Por eso Pablo
insta en otros pasajes a los creyentes para que oren por los que están en
autoridad (1 Tim. 2: 1-2) y les obedezcan (Tito 3: 1). Pedro también ordena a
los cristianos a que "por causa del Señor" se sometan "a toda institución"
['autoridad', VP] "humana" (1 Ped. 2: 13-17).
2. Se opone a la autoridad.
Literalmente "se pone en orden
de batalla contra la autoridad".
Lo establecido.
Gr. diatag',
"mandato", "disposición", "orden". La única otra vez que aparece esta palabra en
el NT es en Hech. 7: 53, donde se ha traducido "disposición"; lo que quiere
decir Pablo podría traducirse literalmente: "Se rebela contra la ordenanza de
Dios".
Condenación.
Gr. kríma , "condenación", "juicio" (cf.
cap. 2: 2; 5: 16; 11: 33). Pablo se está refiriendo a la sentencia pronunciada
por los gobernantes como ministros de Dios en este mundo (cap. 13: 4), contra
los que son rebeldes. Como desobedecer a las autoridades es resistir lo
"establecido por Dios", el castigo que aplican las autoridades representa
también el castigo y la ira de Dios sobre los ciudadanos desobedientes.
3.
No están para infundir temor.
Generalmente no se debe temer a los gobernantes, a menos que se haya
hecho algo contra la ley. Sin embargo, en la realidad no todos los gobernantes
infunden temor sólo a los malos, pues muchos de ellos han perseguido a gente
correcta. Por ejemplo, Nerón, el emperador romano en los días cuando Pablo
escribió esta epístola, hizo ejecutar más tarde al apóstol. A pesar de todo, los
que viven correctamente por lo general no tienen nada de qué temer a las
autoridades civiles. Los gobernantes no están para infundir temor al que hace el
bien; al contrario, existen con buenos propósitos, y los cristianos deben, en
términos generales, someterse a ellos para su propio beneficio (ver 1 Tim. 2:
1-2).
¿Quieres?
Gr. thélÇ , "desear", "querer". El cristiano que
desea no temer a las autoridades civiles, tiene que hacer lo que es correcto, y
entonces será alabado por su buena conducta (cf. 1 Ped. 2: 14-15).
4. Porque.
Así se introduce la
explicación de la declaración previa. El Estado existe como siervo de Dios para
un buen fin, por esa razón el cristiano no tiene por qué temer su autoridad si
su conducta es correcta. Pablo está expresando otra vez una verdad general, sin
detenerse a ejemplificar su afirmación con casos específicos.
Servidor.
Gr. diákonos , "siervo" (cf. cap. 15: 8; 16: 1). Diákonos es la palabra
de donde deriva el término "diácono" (1 Tim. 3: 8, 12).
Para tu bien.
Es decir, para promover el bien. Esta es la verdadera razón de la
existencia del gobierno civil como "servidor" y representante de Dios.
La espada.
Símbolo de la autoridad del gobernante para castigar.
Vengador.
Gr. ékdikos , "vindicador"; "para hacer justicia"
(BJ). Esta palabra aparece sólo aquí y en 1 Tes. 4: 6 en el NT. En los papiros
griegos generalmente se usa para referirse a "un representante legal".
Para castigar.
Literalmente "para ira". El Estado, como
"servidor de Dios", debe castigar a los malhechores (cf. vers. 2; cap. 12: 19).
5.
Por lo cual.
Una referencia a
los cuatro versículos precedentes, en los cuales Pablo ha presentado las razones
por las cuales debe obedecerse a los magistrados.
Por razón del castigo.
Literalmente "debido a la ira". Siendo que las autoridades civiles
existen por disposición divina, el cristiano debe obedecer no sólo porque desea
evitar el castigo, sino porque lo correcto es obedecer. La única excepción es
cuando la ley del Estado contradice a la ley de Dios.
6.
Pagáis también los tributos.
La flexión del verbo
griego también podría traducirse como imperativo: "pagad". Tanto el indicativo
como el imperativo son gramaticalmente correctos en este caso; sin embargo, el
contexto sugiere que no se trata de una orden sino de la afirmación de un hecho.
Es evidente que los primeros cristianos consideraban como una cuestión de
principio el pagar impuestos, quizá como obediencia a las enseñanzas de Cristo
(Luc. 20: 20-25), lo que se refleja en Rom. 13: 7. Al sostener al gobierno civil
con sus tributos, los cristianos reconocían que debían obedecer al Estado como
instituido por Dios " "para castigo de los malhechores y alabanza de los que
hacen bien" " (1 Ped. 2: 14).
Servidores.
Gr. leitourgós
"servidor", "servidor público". De este vocablo deriva la palabra "liturgia". No
es el mismo que se ha traducido como "servidor" en el vers. 4 (ver comentario
respectivo). Ambas palabras se usan para referirse a servicios seculares, pero
la primera también se aplica especialmente al ministerio sacerdotal (ver Rom.
15: 16; Heb. 8: 2), Pablo quizá usa esta palabra para destacar la legitimidad y
la necesidad de obedecer a los poderes civiles, dándoles un matiz de carácter
sagrado como "servidores público de Dios".
Atienden continuamente.
O "perseveran". La palabra que aquí se traduce en está forma, también se
ha traducido "constantes" en cap. 12: 12.
Esto mismo.
Es decir,
el servicio de Dios descrito en los vers. 3 y 4.
7.
Pagad a todos.
Algunos comentadores consideran este
versículo como la conclusión del tema de Pablo acerca del deber del cristiano de
obedecer al Estado, en cuyo caso "todos" se refiere a los que están en
autoridad. Pero otros comentadores interpretan este versículo como una
afirmación de un principio amplio que se aplica tanto a la sección precedente
como a la que sigue; y en ese caso "todos" se refiere a todos los hombres, y
entonces la afirmación de Pablo sería: "Pagad a todos los hombres lo que les
corresponde".
Tributo.
Gr. fóros , "impuesto", "contribución".
En los papiros se da a esta palabra el significado de "alquiler" (cf. Luc. 20:
22).
Impuesto.
Gr. télos (ver com. Mat. 17: 25).
Respeto.
Gr. fóbos , literalmente "temor". En este caso
significa el respeto con que debe ser considerada una autoridad; no temor con el
sentido de "miedo" o "terror" (cf. 1 Ped. 2: 18; 3: 2).
Honra.
Cf. 1 Ped. 2: 17. Los agentes del gobierno romano que en los días de
Pablo estaban autorizados para cobrar tributos e impuestos, al menos a los
judíos, eran blanco del odio popular y de desprecio. Por eso Pablo aconsejaba a
los creyentes de Roma que no sólo se sometieran al sistema de impuestos, sino
que también prestaran la debida honra y respeto a sus gobernantes. Esto
contrasta agudamente con el creciente sentimiento de rebelión que estaba siendo
fomentado por algunos fanáticos judíos, y que pronto causaría la destrucción de
su nación (ver Josefo, Guerra ii. 13. 4-7).
8. No debáis a nadie nada.
El cristiano debe pagar todo lo
que debe, pero hay una deuda que nunca podrá cancelar plenamente, a saber: la
deuda de amor a sus prójimos.
Amaros unos a otros.
El amor mutuo
es una obligación ilimitada. Es una deuda que uno siempre debe procurar pagar,
pero que nunca se saldará por completo mientras haya oportunidad de hacer el
bien a nuestros prójimos.
Ama al prójimo.
Literalmente "ama al
otro", al que no es "yo mismo".
Ha cumplido.
El que ama a sus
prójimos ha cumplido el intento y propósito de la ley. Todos los mandamientos de
Dios se basan en el principio único del amor (Mat. 22: 34-40; cf. Rom. 13: 9).
Por lo tanto, la ley divina no puede ser perfectamente obedecida sólo con la
conformidad externa a la letra. La verdadera obediencia tiene que ver con el
corazón y el espíritu (cf. Rom. 2: 28-29). El cumplimiento de la ley no es una
sujeción externa a ella, sino amor sincero (cap. 13: 10). Los judíos habían sido
lentos para creer y practicar esta verdad fundamental, a pesar de las claras
enseñanzas de Moisés sobre el tema (Lev. 19: 18, 34; Deut. 6: 5; 10: 12).
Convirtieron la ley de amor de Dios en un código rígido, sin amor y de
requerimientos legales. Diezmaban meticulosamente la menta, el eneldo y el
comino, pero pasaban por alto los asuntos más importantes de la ley: la fe, La
justicia, la misericordia y el amor de Dios (Mat. 23: 23; Luc. 11: 42). Por eso
Jesús procuró revelarles vez tras vez el verdadero propósito de los mandamientos
de su Padre. Enseñaba que todos los mandamientos se resumen en el amor (Mat. 22:
37-40; Mar. 12: 29-34; Luc. 10: 27-28), y que la característica distintiva de un
discípulo obediente es el amor por sus prójimos (Juan 13: 34-35).
La
ley.
"Ley" sin artículo (ver com. cap. 2: 12). Aunque las referencias
que hace Pablo a mandamientos específicos del Decálogo (cap. 13: 9) indican que
tenía especialmente en cuenta esa ley, la ausencia del artículo sugiere que
quizá estaba hablando de "ley" como un principio. El pecado es desobediencia a
ley, o sea impiedad (ver com. 1 Juan 3: 4); y por el contrario, el amor es,
literalmente, "el cumplimiento de la ley" (Rom. 13: 10).
9. Porque.
Es decir, los mandamientos que Pablo cita
ahora. El que ama a su prójimo ni le robará, ni le quitará la vida; tampoco
codiciará sus bienes, ni dará falso testimonio acerca de él, ni cometerá
adulterio con su cónyuge.
No dirás falso testimonio.
La
evidencia textual favorece (cf. p. 10) la omisión de este mandamiento. Quizá fue
añadido por un copista para hacer más completa la lista de la segunda tabla de
los Diez Mandamientos; sin embargo, es claro que Pablo no tenía el propósito de
presentar una enumeración completa. Lo atestiguan sus palabras: "y cualquier
otro mandamiento". El orden de los mandamientos difiere del de Exo. 20: 13-15,
pues el séptimo ha sido colocado antes del sexto. La misma distribución se
encuentra en Mar. 10: 19; Luc. 18: 20; Sant. 2: 11. El orden regular aparece en
Mat. 19: 18. Pablo tal vez está siguiendo el orden de un manuscrito de la LXX.
El orden que él sigue es el de Deut. 5: 17 como se halla en el Códice Vaticano.
Este mismo MS, en la lista de los últimos cinco mandamientos según Exo. 20:
13-15, coloca en primer lugar el séptimo mandamiento, y luego el octavo y el
sexto.
Se resume.
Gr. anakefalaióÇ , "recapitular",
"sintetizar".
Amarás.
La cita es de Lev. 19: 18 (ver comentario
respectivo).
10. El amor no hace.
Ver com. 1 Cor. 13: 4-6.
Cumplimiento.
Gr. pi'rÇma ,
"plenitud". "La ley en su plenitud" (BJ). Cf. vers. 8.
La ley.
"Ley" sin artículo (ver com. vers. 8).
11. Y esto.
La expresión recuerda la orden precedente de no
debe nada sino amor, el cual es en sí mismo la síntesis de los deberes
cristianos ya prescritos (cap. 12; 13). Como un verdadero incentivo para el
cumplimiento de esos deberes, Pablo ahora recurre a lo que siempre ha sido uno
de los alicientes más poderosos para la vida cristiana: la creencia en la
proximidad de la segunda venida de Cristo (cf. 1 Cor. 7: 29; Heb. 10: 25, 37; 1
Ped. 4: 7).
Tiempo.
Gr. kairós . Este término no se aplica al
"tiempo" en general sino a un "momento" (BJ) definido, medido o fijado, o a un
período crítico u ocasión (ver com. Mar. 1: 15; cf. 1 Cor. 7: 29; Apoc. 1: 3).
Los creyentes de Roma no podían menos que comprender el tiempo crítico en que
vivían. Por eso Pablo los exhorta a abandonar toda tibieza e indolencia, a
terminar con toda complacencia propia y a vestirse "del Señor Jesucristo".
Es ya hora.
Ver Mat. 24: 44; 25: 13.
De levantarnos.
La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por la variante "de
levantaros".
Sueño.
La preparación necesaria para el gran día de
Dios exige de los cristianos una continua vigilancia. Compárese con la parábola
de las diez vírgenes: "cabecearon todas y"se durmieron" (Mat. 25: 5; cf. 1 Tes.
5: 6).
Más cerca. . . nuestra salvación.
Por "salvación"
evidentemente Pablo quiere significar la venida de Cristo en gloria y poder y
todo lo que sucederá entonces, como ya lo ha descrito: " "la"manifestación de
los hijos de Dios" (cap. 8: 19), " "la redención de nuestro"cuerpo" (vers. 23) y
la liberación de la naturaleza " "de la esclavitud de corrupción, a la libertad
gloriosa de los hijos de Dios" " (vers. 21).
Creímos.
Es decir,
cuando primero creímos; "cuando abrazamos la fe" (BJ). El tiempo del verbo
griego indica el momento cuando se aceptó la fe cristiana (cf. Hech. 19: 2; 1
Cor. 3: 5; 15: 2). La expectativa constante de la venida del Señor es la actitud
mental que Cristo ordenó en sus repetidas advertencias (ver Mat. 24). Esta
expectativa ha estado condicionada desde el principio con el consejo de que "el
día y la hora nadie sabe" (Mat. 24: 36), y Pablo tuvo en cuenta esta precaución
(1 Tes. 5: 1-2; 2 Tes. 2: 1-2). Sin embargo, la forma en que anticipaba ese gran
día no fue por eso menos vívida (1 Tes. 4: 15, 17; 1 Cor. 15: 51-52). Otros
escritores del NT compartían este mismo sentimiento (1 Ped. 4: 7; 2 Ped. 3; 1
Juan 2: 18; Apoc. 22: 12, 20; cf. Ev. 504; HAp 215).
El hecho de que
este tiempo se ha prolongado más de lo esperado, no significa que la Palabra de
Dios haya fallado. Hay una obra que debe ser hecha y hay condiciones que se
deben cumplir antes de que pueda venir Cristo (ver Ev 504-505). Entre tanto es
indispensable que cada creyente experimente un sentimiento continuo y vital de
la brevedad del tiempo y de la inminencia del retorno de Cristo. Esta motivación
es indispensable para completar la obra que debe concluirse y hacer frente a las
condiciones que se presenten. Permanece siempre intacta la verdad de que a los
que duermen en una tibia complacencia propia el día del Señor los sorprenderá
como ladrón en la noche, " "y no escaparán" (1 Tes. 5: 3).
12. Noche.
Después de comparar con
el "sueño" la condición espiritual en que se encontraban sus lectores, Pablo
continúa el símbolo contrastando la vida presente con la venidera, como la noche
con el día (cf. Heb. 10: 25).
Desechemos.
Gr. apotíth'mi, "echar
a un lado", "quitarse algo de encima". De ahí la traducción de la BJ:
"despojémonos" . Esta palabra se usa varias veces en el NT para describir el
abandono de los malos hábitos (Efe. 4: 22, 25; Col. 3: 8; Heb. 12: 1; Sant. 1:
21; 1 Ped. 2: 1).
Obras de las tinieblas.
"Las tinieblas" se
presentan como una vestimenta de la cual debe despojarse el cristiano, para
luego vestirse con la armadura de la verdad y la justicia para que pueda estar
preparado para la luz del día de la aparición de Cristo.
Armas.
Gr. hóplon , vocablo traducido como "armas" en Juan 18: 3 y 2 Cor. 10:
4, y como "instrumentos" en Rom. 6: 13. Compárese con la descripción que hace
Pablo de la armadura del cristiano en Efe. 6: 11-18.
De la luz.
Las "armas de la luz" llevan ese nombre en contraste con "las obras de
las tinieblas". Los cristianos son invitados a salir "de las tinieblas a" la
"luz admirable" de Dios (1 Ped. 2: 9); son llamados "hijos de luz" (1 Tes. 5:
5), y por lo tanto libran la batalla espiritual con "armas de. . . luz".
13. Andemos.
Es decir, vivamos,
comportémonos.
Como de día.
Los malhechores ocultan sus hechos
de violencia y maldad con la oscuridad de la noche (1 Tes. 5: 7; Efe. 5: 11-12).
Pero el cristiano debe conducirse como si todo el mundo pudiera ver lo que él
hace. Es hijo del día y no de la noche (1 Tes. 5: 5), y debe vivir como hijo de
la luz (Efe. 5: 8).
Honestamente.
Gr. eusj'mónÇs, "en buena
forma", "decorosamente", "honorablemente". "Procedamos con decoro" (BJ). Esta
palabra aparece también en 1 Cor. 14: 40: "decentemente" , y 1 Tes. 4: 12:
"honradamente" .
Glotonería.
Gr. kÇmos , "parranda",
"francachela", "orgía" " (cf. Gál. 5: 21; 1 Ped. 4: 3).
En lujurias.
En griego es más específico: se refiere a la inmoralidad sexual. La
palabra que se emplea es kóit' , "cama", y por extensión, "relación sexual".
Lascivias.
Gr. asélgeia , "sensualidad", "libertinaje",
"indecencia" (cf. 2 Cor. 12: 21; Gál. 5: 19). Los pecados de esta enumeración
prevalecían entre los paganos de los días de Pablo (Rom. 1: 24-31), pero de
ninguna manera estaban limitados sólo a ellos (cap. 2: 3, 21-24).
Contiendas.
Gr. éris , "querella"; "rivalidades" (BJ).
Envidia.
Gr. z'los , "celos".
14. Vestíos.
En el vers. 12 se exhorta al cristiano a que
se vista con "las armas de la luz" . Ahora Pablo describe a Cristo mismo como la
panoplia del cristiano. Pero esta vida con la que se ha "vestido" ( "revestido"
, BJ) continuamente debe ser renovada cada día en la experiencia del crecimiento
y la santificación (Efe. 4: 24; Col. 3: 12-14). Cada paso que se dé en ese
desarrollo puede ser considerado como vestirse de nuevo de Cristo, y el
cristiano que persevera en esa experiencia transformadora, imitará más y más
perfectamente la vida y el carácter de Cristo y reflejará al Salvador delante
del mundo (ver 2 Cor. 3: 2-3; PVGM 47; cf. Gál. 4: 19).
La carne.
Es decir, la naturaleza física depravada (cf. cap. 8: 1-13). Deben
satisfacerse las necesidades del cuerpo, pero el cristiano no debe dejarse
dominar por el estímulo y la complacencia de los apetitos físicos impuros. Una
vida Iujuriosa y de complacencia propia estimula esos impulsos carnales, pero el
cristiano debe más bien hacerlos morir (cap. 6: 12-13; 8: 13). Por eso Pablo
advierte a los creyentes que no presten atención a tales cosas.
NOTA ADICIONAL DEL CAPÍTULO 13
Algunos de
los escritores del NT dan la impresión de referirse a la segunda venida de
Cristo como si fuera algo inmediato. Se citan los siguientes textos como muestra
típica de esta enseñanza: Rom. 13: 11-12; 1 Cor. 7: 29; Fil. 4: 5; 1 Tes. 4: 15,
17; Heb. 10: 25; Sant. 5: 8-9; 1 Ped. 4: 7; 1 Juan 2: 18.
Quizá algunos
se apresuren a concluir que los escritores bíblicos estaban completamente
equivocados, o que por lo menos, nada se puede saber en cuanto al tiempo de la
venida de Cristo; pero la evidencia no requiere una conclusión tal.
En
la repetida discusión de las Escrituras en cuanto al fin del mundo o la venida
de Cristo, se destacan claramente ciertos hechos. Y creemos que si se tienen en
cuenta esos hechos, es posible llegar a una conclusión totalmente consecuente
con la creencia en la inspiración de la Biblia y el hecho solemne del segundo
advenimiento. Estos hechos son los siguientes:
1. Los escritores
bíblicos siempre hablan de la certeza del segundo advenimiento. Esto se aplica
tanto a los escritores del AT como del NT. El lector de la Biblia que da a las
palabras de ésta su significado más evidente, concluirá que " "el día del Señor
vendrá " " (2 Ped. 3: 10).
2. Al referirse a este tema los escritores
bíblicos parecen estar tan dominados por la grandeza, la gloria y la naturaleza
apoteósica del acontecimiento para cada ser humano y para toda la creación, que
con frecuencia hablan como si fuera el único y exclusivo acontecimiento futuro.
La luz deslumbradora del día de Dios con frecuencia parece excluir todo lo demás
de la vista y de la mente del profeta. El lector recibe la clara impresión de
que el autor inspirado considera todo lo demás que pueda preceder al
advenimiento, como de menor importancia, como un prólogo del gran clímax hacia
el cual se encamina toda la creación; con frecuencia quizá sienta como si el
gran día estuviera por sobrevenir.
Es evidente que esta vívida
presentación del advenimiento comenzó con Enoc, "séptimo desde Adán", quien
declaró a los impíos de sus días: " "He aquí, vino el Señor con sus santas
decenas de millares, para hacer juicio contra todos" " (Jud. 14-15). No hay nada
en el contexto que sugiera que Enoc hubiera explicado que la venida tendría
lugar miles de años más tarde, y lo más seguro que no lo sabía. Le había sido
revelado que el Señor vendría para juzgar; nada más importaba.
3. Los
escritores bíblicos destacaron que el día del Señor vendría súbita e
inesperadamente. Las afirmaciones de Cristo son el mejor respaldo de esta
enseñanza. Él dijo: " "Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir
vuestro Señor" " (Mat. 24: 42). " "Mirad también por vosotros mismos, que
vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de
esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo
vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues,
en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas
cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre" " (Luc. 21:
34-36).
Las palabras de Pablo son un eco de las de nuestro Señor: " "El
día del Señor vendrá así como ladrón en la noche" " (1 Tes. 5: 2). Pedro escribe
en forma parecida: "El día del Señor vendrá como ladrón en la noche" (2 Ped. 3:
10).
Lo que dio a la predicación del segundo advenimiento una calidad de
inminencia, 627 por lo menos potencialmente, fue la seguridad de que ese evento
ocurriría y de que sería inesperado y repentino.
Ahora bien, en vista de
que al Señor no le pareció conveniente revelar el "día y la hora" (Mat. 24: 36)
de su venida, y como instó a sus seguidores a que velaran constantemente para
que ese día no los sorprendiera como "ladrón", ¿qué otra cosa podría esperarse
sino que los autores del NT escribieran del advenimiento con un tono de
inminencia? Esto no proyecta ninguna sombra sobre la inspiración que recibieron.
Sabían, por revelación y por instrucción directa procedente de Cristo, que él
vendría otra vez, que su venida sería precedida por tiempos tumultuosos, que
sería súbita e inesperada, y que ellos y a quienes ellos predicaran debían velar
continuamente. Pero no les fue revelado el "día y la hora". Por lo tanto, debido
a esa limitación en la revelación que les fue dada, presentaban a los creyentes
la exhortación constante y la advertencia acerca del día del Señor.
Era
evidente en el plan de Dios que sus profetas no dispusieran de cierto
conocimiento acerca de la exactitud del momento del advenimiento de Cristo.
Precisamente antes de su ascensión, nuestro Señor puso fin a las preguntas de
sus discípulos en cuanto a calcular el tiempo de las acciones futuras de Dios,
cuando declaró: " "No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el
Padre puso en su sola potestad" " (Hech. 1: 7).
4. Los autores bíblicos
no escribieron sencillamente para sus días o para determinado grupo a quien
dirigían una carta. Si así fuera entonces la importancia de las Escrituras
habría concluido con la generación que recibió directamente los mensajes de los
portavoces de Dios. No; escribían bajo inspiración y sin duda comprendiendo con
frecuencia sólo en parte, para todas las generaciones hasta que volviera el
Señor. Es cierto que algunas cosas que escribieron, por ejemplo, sobre la
circuncisión, tenían una importancia particular para la generación de los
autores del NT, mientras que otras porciones han tenido y tienen una importancia
creciente a medida que se aproxima el fin de la historia de la tierra.
El hecho de que los autores inspirados de la Biblia escribieran para
exhortar, amonestar e instruir a todos los que vivieran hasta el segundo
advenimiento, aclara más las declaraciones del NT que hablan de la inminencia de
la segunda venida. Es cierto que los mensajes, dentro de su contexto histórico,
están dirigidos a grupos específicos que vivían en ese tiempo, y no hay duda
alguna de que la mayoría de los consejos espirituales de las Escrituras se
sitúan dentro de un contexto histórico que corresponde con determinadas personas
y determinado tiempo del pasado.
Pero aunque una declaración se haya
dirigido a ciertos creyentes, puede aplicarse no tanto a ellos como a sus
descendientes espirituales. Cuando Cristo describió a sus discípulos ciertos
acontecimientos claves que precederían a su venida y servirían como señales de
ella, abarcó un período de unos dos mil años; y cuando comenzó a describir la
caída de Jerusalén, dijo: " "Cuando veáis en el lugar santo la abominación
desoladora de que habló el profeta Daniel" " (Mat. 24: 15). "Veáis" correspondía
con los discípulos a quienes se estaba dirigiendo; pero sigue hablando de la
"gran tribulación" de la cual había hablado Daniel en la profecía, que abarcaría
hasta el siglo XVIII, y continúa con la exhortación " "entonces, si alguno os
dijere. . ." (vers. 23). Ahora bien, podría decirse que Cristo está aquí
advirtiendo otra vez a sus doce discípulos contra engaños amenazadores. Pero
todo el contexto nos obliga a creer que él está hablando también, y aun con más
razón, a sus seguidores que vivieran en el siglo XVIII y posteriormente.
Este hecho bíblico, que el grupo presente en ese momento puede ser el
recipiente de un mensaje no sólo para ellos sino también, y quizá más
particularmente, para una generación posterior, nos protege de no caer en
conclusiones sin fundamento acerca de la ubicación histórica de ciertos sucesos
venideros.
Pareciera que inmediatamente después de la ascensión "los
hermanos", grupo que tal vez incluía a los apóstoles, pensaban que Cristo podría
volver en sus días: " "Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que
aquel discípulo " [Juan] "no moriría" (Juan 21: 23), sino que quedaría vivo para
contemplar el regreso de su Señor (cf. Hech. 1: 6-7).
Sin embargo, hay
cierta evidencia en el NT de que Dios dio alguna luz a sus portavoces acerca del
tiempo que transcurriría antes de que Cristo regresara. En su primera carta a
los Tesalonicenses, Pablo les escribió del advenimiento y dijo: " "Nosotros que
vivimos, "que habremos quedado hasta la venida del Señor" " (1 Tes. 4: 15);
pero, ¿quería Pablo que los tesalonicenses llegaran a la conclusión de que el
día del Señor virtualmente estaba a las puertas? Es evidente que algunos
llegaron a esa conclusión, porque en su segunda carta el apóstol vuelve al tema:
" "Os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de
pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si
fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca" " (2 Tes. 2:
1-2). Después procede a describir acontecimientos que debían suceder antes del
advenimiento (vers. 3-12). El proceso clave sería determinada "apostasía" "
(vers. 3). Pero Pablo explica en otros pasajes que esa "apostasía" ocurriría
principalmente después de su muerte (Hech. 20: 28-30; 2 Tim. 4: 6-8). Después de
presentarles un bosquejo de ciertos sucesos que precederían al advenimiento, los
exhorta a estar "firmes" para los días venideros (2 Tes. 2: 15-17).
En
la celda de la prisión donde esperaba la muerte, Pablo escribió a su hijo
espiritual Timoteo: " "Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga
a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros" " (2 Tim. 2: 2).
Es claro que Pablo estaba instruyendo a Timoteo que quedaba cierto período de
tiempo antes de que Cristo regresara.
Por lo tanto, es evidente que
cuando Pablo dijo en 1 Tes. 4: 15 "habremos quedado" , no se incluía él sino que
estaba hablando de aquellos creyentes cristianos que vivirían en los días
finales. El plural de la primera persona del verbo indicaba sencillamente que
Pablo pertenecía al grupo de fieles que, en forma ininterrumpida, abarcaban los
siglos.
Pedro escribió: " "El fin de todas las cosas se acerca; sed,
pues, sobrios, y velad en oración" " (1 Ped. 4: 7). Esas palabras, ¿se aplicaban
necesariamente al grupo próximo a él, a quien escribía? La respuesta parece ser:
no. Leemos en su segunda epístola, escrita no sabemos cuánto tiempo después de
la primera: " "Para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido
dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por
vuestros apóstoles; sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán
burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está
la promesa de su advenimiento?" " (2 Ped. 3: 2-4). Lo más razonable es admitir
que estas palabras sugieren que Pedro esperaba algún proceso futuro en que
aparecerían cierta clase de burladores.
Nótese especialmente que Pedro,
al ocuparse del advenimiento venidero, exhorta a los creyentes a tener "memoria
de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas".
Anteriormente, en esta misma epístola, declaró: " "Tenemos también la palabra
profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha
que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la
mañana salga en vuestros corazones" " (2 Ped. 1: 19). Según estas palabras es
evidente que Pedro enseñaba que tenía que transcurrir cierto lapso antes del
advenimiento. Los creyentes debían dejarse guiar por la luz profética "hasta que
el día esclarezca". Respondiendo al mismo propósito, Pablo declaró a los
tesalonicenses: " "Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis
necesidad, hermanos, de que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente
que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y
seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a
la mujer encinta, y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en
tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón" " (1 Tes. 5: 1-4).
La forma en que los apóstoles recurren a lo que escribieron los profetas
es un eco de las palabras de Cristo acerca de lo que "el profeta Daniel" había
escrito en cuanto a sucesos venideros: "El que lee, entienda" " (Mat. 24: 15).
5. En este cuadro de la exhortación dirigida a los creyentes para guiar
sus pasos con la luz de la profecía, lógicamente reconocemos que la Biblia
contiene algunas profecías específicas acerca de la venida del Señor, las cuales
abarcan grandes períodos y que nos ayudan a saber que el advenimiento
"está"cerca, a las puertas" " (Mat. 24: 33). Nos referimos especialmente a los
libros de Daniel y de Apocalipsis. Dentro de la sabiduría de Dios esos libros,
aun en el mejor de los casos, sólo fueron oscuramente entendidos en los primeros
siglos de la era cristiana. Algunas de las profecías de Daniel quedarían sin
duda "cerradas y selladas hasta el tiempo del fin" " (Dan. 12: 9), pues eran
mayormente para el tiempo del fin.
Actualmente disponemos de un caudal
de luz adicional que irradia de las páginas de Daniel y de su libro compañero,
el Apocalipsis. Sus profecías nos capacitan para conocer, en una forma en que no
fue posible antes, "los tiempos y. . . las ocasiones" (1 Tes. 5: 1) que tienen
relación con las profecías. Las profecías de estos dos libros nos permiten decir
con seguridad profética que el fin de todas las cosas, ciertamente, está cerca.
El movimiento adventista, basado en la certeza de estas páginas de la profecía
que ahora están brillantemente iluminadas, puede hoy proclamar con toda
seguridad el mensaje inequívoco de la proximidad del día de Dios.
CBA T6
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