1. Estad, pues, firmes.
Continúa sin
interrupción el curso del pensamiento que se comenzó en el cap. 4: 22. Pablo
exhorta a los gálatas a que se mantengan fieles al Evangelio como él se lo
presentó originalmente (cap. 1: 6-9), y que no se dejen influir en lo más mínimo
por el falso evangelio de los judaizantes. Esta admonición es de suprema
importancia para hoy debido a las innumerables teorías no bíblicas acerca de la
justificación por la fe y la salvación (cf. Efe. 4: 14).
Para que uno
pueda estar "firme", debe estar sobre una base sólida. Para los cristianos esta
base es la verdad como se presenta en las Sagradas Escrituras. El cristiano
diligente perseverará en su examen de las escrituras (2 Tim. 3: 16-17; 2JT 315),
y luego se examinará así mismo para que si está "firme" en la fe (2 Cor. 13: 5).
No importa cuánto pueda saber una persona acerca de las Escrituras y de su
interpretación, debe continuar siempre buscando nuevas verdades. El propósito de
Dios es que el cristiano continuamente crezca "en la gracia y el conocimiento" "
de Cristo (2 Ped. 3: 18), comprendiendo que " "la senda de los justos es como la
luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto" " (Prov. 4:
18).
Libertad.
Es decir, la libertad de la salvación por la fe
directamente en Cristo, sin tener en cuenta los requisitos del sistema
ceremonial (ver coro. cap. 3: 25; 4: 5, 31).
Nos hizo libres.
Ver com. cap. 3: 22-29; 4: 4-5, 31.
No estéis otra vez sujetos.
O "no seáis entrampados" ' Los gálatas habían salido de la esclavitud a
los ídolos cuando recibieron el Evangelio de Pablo; pero aceptar los principios
del judaísmo sería volver a un estado similar de servidumbre (ver coro. cap. 4:
3, 9). Significaba virtualmente renunciar por completo a Cristo. Negar o
abandonar la verdad es hacerse vulnerable al error y al pecado. Es pecado no
hacer lo que sabemos que es correcto (ver Sant. 4: 17).
2. Yo Pablo.
El apóstol habla en primera persona y se
expresa con plena autoridad apostólica. Si permanecía en silencio ante esa
crisis, se habría convertido en traidor a Cristo, quien le había confiado el
cuidado de las iglesias (cf. 2 Tim. 4: 1-2). El recibió su autoridad de Cristo
(ver com. Gál. 1: 11-12), y esperaba ser reconocido como representante de Dios y
portavoz del Señor (ver coro. 2 Cor. 5: 19-20). Cuando la ocasión lo demandaba,
974 Pablo defendía su autoridad sin temor ni jactancia (cf. 1 Cor. 5: 3-5; 2
Cor. 13: 1-4).
Si os circuncidáis.
Es como si Pablo les
estuviera diciendo: " "Vosotros sabéis que una vez fui judío estricto, firme
creyente en los ritos y en las ceremonias de judaísmo" " (cf. Hech. 26: 5). Lo
que estaba en peligro era importante; la situación era crítica. Pablo
consideraba que era necesario e ejercer firmeza para impedir que algunos que
estaban a punto de practicar ritos judaizantes lo hicieran. El apóstol no quería
decir que el que había sido circuncidado no podía hacerse cristiano, pues él
mismo estaba circuncidado. Si algunos de los gálatas ya habían aceptado la
circuncisión, podían, como él, considerar su circuncisión como "incircuncisión"
" (cf 1 Cor 7: 18-20). Pero los que querían practicar la circuncisión con la
esperanza de disfrutar de una experiencia más rica de justificación por la fe,
tenían que ser advertidos. Ver com. Rom. 4: 9-13.
De nada os
aprovechará.
Las promesas de Dios pertenecen sólo a los que las aceptan
por fe, no a los que se proponen ganarlas por sus propios méritos. Las obras de
justicia del hombre no tienen valor en el banco del cielo (ver Isa. 64: 6). La
justificación por las obras es diametralmente opuesta a la justificación por la
fe. Lo que se ha ganado no puede recibirse como si fuera un regalo (Rom. 4: 4-5;
11: 6). Pablo procura con mucha insistencia que se reconozca este hecho. Las
"obras de la ley" (ver com. Rom. 2: 12; Gál. 2: 16) son completamente inútiles
como medio de salvación (ver com. Gál. 3: 19). En cuanto a la aplicación del
principio aquí presentado, para los cristianos de hoy día, ver p. 932.
3. Está obligado.
Tal persona se pone a las órdenes de la ley.
Pablo lo afirma teniendo en cuenta que "la ley" " coloca a un hombre "bajo
maldición" si descuida sólo una de sus ordenanzas (ver com. cap. 3: 10). Los
judaizantes que estaban intranquilizando a las iglesias de Galacia aparentemente
sólo habían puesto énfasis, por lo menos hasta ese momento, sobre la
circuncisión y algunos otros ritos legales específicos (ver cap. 4: 10; 5: 2-3).
Pero la ley no admite que se haga una selección: o todo o nada. El que aceptaba
la circuncisión, de esa manera expresaba su creencia en todo el sistema y
concordaba en someterse a todas sus exigencias; pero al mismo tiempo expresaba
desconfianza en la eficacia de la expiación hecha para él por Jesucristo. A los
gálatas les iba a resultar imposible ser fieles al Judaísmo y al cristianismo al
mismo tiempo (ver com. Mat. 6: 24).Pablo no tenía el propósito de enseñar que es
pecado que alguno se circuncidara. Había consentido en que Timoteo fuera
circundado, aunque en circunstancias muy diferentes. Timoteo era medio judío, y
Pablo permitió que fuera circuncidado como una concesión ante los prejuicios de
los judíos entre quienes tenía que trabajar (ver Hech. 16: 1- 3). En lo que
concernía a Pablo y a Timoteo, ese acto fue sólo una conveniencia. Lo que Pablo
continuamente negaba y combatía era la insistencia de los judaizantes en la
necesidad de la circuncisión como un medio para la salvación y como un requisito
en las iglesias cristianas.
4.
De Cristo os desligasteis.
O
"rompisteis relaciones con Cristo" . " "Rompisteis con Cristo" " (BC). La
relación del pacto exige fe absoluta de parte del creyente (ver com. vers. 1).
El que mezcla las obras para la justificación con su fe, viola su parte en el
convenio, y de ese modo Cristo queda liberado de toda obligación con él. Las
"obras" realizadas para lograr salvación son una negación de la fe. Los gálatas
se llamaban a sí mismos cristianos; sin embargo, habían sido persuadidos de que
sólo los que aceptaban "la ley podían ser verdaderos cristianos. Con su proceder
estaban negando precisamente lo que Cristo había hecho por ellos y se habían
despejado de los méritos del Salvador. No hay duda de que si podían ganar la
salvación, ¿para qué necesitaban a Cristo? La obra en favor de ellos se había
vuelto superflua, pues habían hallado el modo de arreglar sus cuentas con Dios
por sí mismos. Si podían encontrar la justificación fuera de Cristo, entonces no
lo necesitaban. Pero Jesús había declarado que nadie podía ir al Padre sino
mediante él (Juan 14: 6; cf. Hech. 4: 12). El énfasis de Jesús en la verdad de
que él es " "el camino" , es tan prominente en sus enseñanzas, que en años
posteriores sus seguidores se llamaron a sí mismos la gente del "Camino" " (ver
Hech. 9: 2; 22: 4).
Por la ley os justificáis.
Es decir,
pensando que podían lograr la justificación medio de las obras de la ley (ver p.
931; com. Rom. 3: 20; Gál. 3: 19, 24). Lo más que puede hacer "la ley" es
mostrarle a un hombre su necesidad de justificación y señalarle el camino a
Cristo. Pablo había presentado claramente en su Evangelio el plan de Dios para
la salvación del hombre, que es el mismo plan por el cual Abrahán recibió la
justificación (ver com. Gál. 3: 6), quien sólo después de que fue declarado
justo recibió el rito de la circuncisión. La circuncisión
-una de "las
obras de la ley"- no produjo su justificación, sino que fue una señal de que él
aceptaba la justificación por la fe (ver Rom. 4: 9 -11). Las obras que después
recomendó (Gál. 5: 13 ; 6: 15) son el " "fruto del Espíritu" (cap. 5: 22), y así
demuestran el poder de Cristo para la salvación (Rom. 1: 16); pero en ninguna
forma son un recurso para ganar la salvación.
De la gracia habéis caído.
En cuanto al significado de " "gracia" , ver com. Rom. 3: 24. Los
gálatas habían recibido el Espíritu de Dios (cap. 3: 2-3), habían experimentado
la justificación por la fe (cap. 1: 6), habían disfrutado en verdad de la
libertad del Evangelio (cap. 5: 1), habían corrido " "bien" por un tiempo (cap.
5: 7); si ahora buscaban la salvación por " "las obras de la ley" (ver com. cap.
2: 16) estarían renunciando a la gracia de Cristo, de la cual habían disfrutado
hasta ese momento (ver coro. cap. 5: 1-4; cf. com. cap. 3: 19). Estos dos
métodos de alcanzar la salvación se excluyen mutuamente; aceptar uno es rechazar
el otro.
Algunos sostienen que Pablo afirma aquí el retiro arbitrario de
la gracia de Dios debido a ciertos actos pecaminosos; pero esta suposición
carece de base bíblica. La falta del favor divino resulta del acto voluntario
del que renuncia a él. Dios no exceptúa a nadie de las bendiciones de la
salvación, salvo a aquellos que se exceptúan a sí mismos (ver Eze. 18: 23, 31;
33: 11; 2 Ped. 3: 9; com. Juan 3: 17-20; Efe. 1: 4-6). El contexto de esta
afirmación muestra claramente que la responsabilidad recae completamente sobre
los que deliberadamente rechazan la salvación por la fe a cambio de la salvación
por las obras. Dios no abandona al hombre, es éste el que se aparta del Señor y
rechaza sus ofrecimientos de misericordia. Dios promete perdón a todos los que
se aparten de sus caminos caprichosos (ver Juan 3: 16; 1 Juan 1: 9). El único
que cae de la gracia de Dios es el que voluntariamente ha elegido un proceder
que sabe que es contrario a la voluntad divina. Esta es la deplorable condición
de muchos llamados cristianos hoy día. Esta condición es el resultado del deseo
de seguir las inclinaciones naturales del corazón humano disfrutar de los
placeres del pecado en vez de prestar atención a las insinuaciones del Espíritu
de Dios. Hasta que estas personas no cometan el pecado imperdonable, que
consiste en resistir persistentemente las insinuaciones del Espíritu (ver com.
Mat. 12: 31, 32, 43-45), hay esperanza de que puedan ser restauradas a la
gracia.
Pablo niega aquí específica y enfáticamente otra enseñanza
popular que carece de base bíblica, y que comúnmente se expresa con estas
palabras: "Una vez salvado, salvo para siempre". Esta enseñanza se basa en otra
que tampoco es bíblica: que Dios ha predestinado a unos para que sean salvos y a
otros para que se pierdan, sin tener en cuenta la libre elección de cada uno en
este asunto. La verdadera naturaleza de la predestinación bíblica se trata en el
comentario de Juan 3: 17-20; Efe. 1: 4-6. Según el concepto común de la
predestinación, aquellos a quienes Dios ha escogido para la salvación, es
imposible que caigan de la gracia divina porque su derecho a ella ha sido
garantizado por Dios; por lo tanto, con razonamiento semejante, quienes han sido
predestinados por Dios para la condenación, nunca podrán alcanzar la gracia
divina, y por lo mismo nunca pueden caer de ella. La deducción es que los que
parecen haber caído de la gracia sólo cayeron en apariencia, pues en realidad
nunca estuvieron en ella. Sobra decir que únicamente cuando se sacan las
palabras de Gál. 5:4 completamente fuera de su contexto, es posible que den la
apariencia de que apoyan dicha conclusión (ver com. vers. 1-4).
Esta
teoría -la de los llamados decretos divinos-ignora en realidad las claras
afirmaciones de las Escrituras de que la voluntad humana es el factor decisivo
en la salvación de cada uno. Ver pasajes de las Escrituras como Isa. 55: 1; Eze.
18: 21-30: 33: 12-13; Luc. 5: 32; Juan 6: 37; cf. Juan 7: 37; 12: 32; Rom. 10:
13; 11: 20-23; 1 Cor. 9: 27; Apoc. 22: 17. La doctrina de que Dios predestina a
unos para la salvación y a otros para la destrucción, desconociendo así la
elección individual en este asunto, es evidentemente incompatible con estas
afirmaciones de las Sagradas Escrituras. Por lo tanto, la enseñanza de que una
persona no puede caer de la gracia porque "una vez salvada, salva para siempre"
es sencillamente una invención humana.
5. Pues nosotros.
El pronombre "nosotros" es enfático: "
"nosotros" " que procuramos la salvación por la fe, en contraste con aquellos a
quienes se alude en los vers. 1-4, que la buscan por las obras de la ley (ver
com. cap. 2: 16).
Por el Espíritu.
El Espíritu Santo tuvo a su
cargo la misión de continuar la obra que Cristo había comenzado (Juan 14:16), y
mediante la acción del Espíritu los hombres participarían de la salvación por la
fe en Cristo (cap. 16:7-9). La presencia del Espíritu en las vidas de los
creyentes es un recordativo constante, una garantía, de que Dios cumplirá todas
sus promesas (ver com. 2 Cor. 1: 22). Esto es cierto particularmente en cuanto a
las promesas del regreso de Jesús y de la herencia de los santos (Efe. 1: 13-14;
cf. Col. 1:27; Tito 2:13). La dádiva de la justificación es comunicada a los
seres humanos por medio de la acción del Espíritu Santo (ver Juan 16: 8). Aquí
radica la diferencia entre la justificación ineficaz que el hombre busca por
medio de las obras y la justificación eficaz que viene por la fe. En la primera
no tiene parte el Espíritu, pues el esfuerzo es puramente humano y, por lo
tanto, independiente de la gracia divina.
Aguardamos.
Gr.
apekdéjomai , "esperar pacientemente". En otros seis casos donde aparece esta
palabra (Rom. 8: 19, 23, 25; 1 Cor. 1: 7; Fil. 3: 20; Heb. 9: 28) se la usa para
referirse a la espera de la venida de Jesús y la resurrección.
Por fe.
No por "obras".
La esperanza de la justificación.
Es
decir, la esperanza hecha posible por la justificación Pablo no insinúa que los
que han recibido el Espíritu deben esperar la justificación. Aguardan "la
esperanza" impartida por la justificación, la esperanza de que se complete el
plan de salvación con el regreso de Jesús y la resurrección de los muertos (Rom.
8: 23; Tito 2:13). Pablo habla finalmente de la justificación como de una obra
ya completa en la vida del cristiano (Rom. 5: 1; etc.; ver com. Mat. 5: 48).
6. En Cristo Jesús.
Pablo describe
la condición el que ha sido justificado por la fe en Cristo, del que ha llegado
a ser cristiano no de nombre sino de verdad.
Circuncisión.
Ver
com. Gén. 17: 10 -11; Rom. 4: 11. Pablo no condena en ningún sentido a los que
han sido circuncidados; sólo advierte que cuando una persona está "en Cristo
Jesús" la circuncisión no establece ninguna diferencia . El factor decisivo es
la fe. La circuncisión en sí misma no hace diferencia para los cristianos,
excepto las consecuencias físicas implícitas; pero el cristianismo siempre
estará en pugna contra el supuesto valor religioso del rito y el concepto
implicado de la justificación por las obras.
La fe que obra.
No
hay duda de que la fe tiene o produce " "obras" ; pero no "las obras de la ley"
(ver com. cap. 2: 16); por lo tanto se excluyen todas las "obras" hechas con el
propósito de ganar la justificación (ver p. 932). Las " "obras" que acompañan a
la fe genuina son inspiradas debido al sentimiento de aprecio por el don de la
gracia divina, por el amor a Dios y a nuestros prójimos (ver Gál. 5: 14; com.
Mat. 22: 34-40). Santiago habla de esta clase de obras cuando declara que "la fe
sin obras está muerta" " (Sant. 2: 26; cf. cap. 1: 17). En este punto concuerdan
las enseñanzas de Pablo y Santiago. Las dos no están en conflicto como algunos
apresuradamente lo han supuesto. La fe que no produce "el fruto del Espíritu" en
la vida es una falsificación (Gál. 5: 22-23). La supuesta fe que induce a una
persona a creer que está eximida de obedecer la voluntad de Dios tal como se
expresa en el Decálogo, que es un compendio de cómo se debe expresar el amor a
Dios y al hombre, es una falsificación (ver com. Mat. 5: 17-18; 7: 21-27). Una
profesión de amor es pura hipocresía si no hay obediencia. La obediencia al
deber conocido es el resultado inevitable de la justificación que proviene de la
fe, y es la prueba suprema de que esa justificación es genuina (ver Sant. 2:18).
Pablo declara enfáticamente que el propósito de Dios al dar a su Hijo para
salvar a los pecadores (ver com. Juan 3: 16) fue hacer posible que los
principios de su santa ley se cumplieran en las vidas de los seres humanos (ver
com. Rom. 8: 3-4) En el pasaje de Gál. 5: 13 a 6: 15 Pablo se refiere a la clase
de " "obras" que él recomienda a los gálatas cristianos.
Por el amor.
El amor a Dios y al hombre es el espíritu que impulsa las "obras" que
acompañan a la fe.
7. Corríais bien.
Pablo compara repetidas veces la vida cristiana como una carrera
(1 Cor. 9: 24, 26; Fil 2: 16; 2 Tim. 4: 7; Heb.12: 1). Los Gálatas
habían corrido " "bien" hasta la llegada de los judaizantes (ver com. Gál. 1:
6-7; 3: 1); habían emprendido una carrera cristiana con ardor y celo.
Estorbó.
Gr. anakópt Ç , "impedir", "frenar", como a un navío en
su viaje. En la terminología militar significa, por ejemplo, romper un camino o
destruir un puente, o poner un obstáculo en el camino del enemigo para detener
su avance. Es obvio que había quienes perturbaban a los gálatas (cap. 1: 7) y
los fascinaban (cf. cap. 3: 1); eran, por supuesto, los judaizantes (ver p.
930).
8. Esta persuasión.
Es decir,
persuasión para que aceptaran las enseñanzas de los judaizantes.
Aquel
que os llama.
Es decir, Pablo, o quizá Dios que hablaba por medio de
Pablo (ver com. Gál. 1: 6; cf. 2 Cor. 5: 19 -20). Dios no podría haberlos
persuadido así, ni tampoco Pablo. Debe haber habido algo peculiarmente
fascinante en la enseñanza de los judaizantes, pues fueron seducidos tantos
cristianos y Pablo tuvo que escribir tan extensamente para advertir contra ella
(ver pp. 34-35, 930). A estas alturas parece casi tan extraño que los cristianos
fueran seducidos por los judaizantes como lo fueron los judíos por la idolatría
en los tiempos del AT.
9. Levadura.
Ver com. Mat. 13: 33; 1 Cor. 5: 6; cf. 2 Tim. 2: 17. La influencia de
los judaizantes había comenzado en forma aparentemente pequeña, pero había
alcanzado grandes proporciones. Cuando Pablo cita este proverbio en su carta a
los corintios (1 Cor. 5: 6) se refiere al ejemplo contagioso de unos pocos
miembros cuya conducta él se sentía obligado a reprender. Si se permitía que
continuara el movimiento de Galacia, con el tiempo toda la iglesia cristiana
podría volver a la práctica de los ritos y de las ceremonias del judaísmo.
10. Confío respecto de vosotros.
El
progreso de la apostasía en Galacia, aunque era alarmante, no era todavía
completo (ver com. cap. 1: 7; 3: 10; 4: 10; 5: 3). Pablo confiaba en que por lo
menos la mayoría reconociera su error y no se apartaran (cf. 2 Cor. 2: 3; 7: 16;
8: 22). Esta expresión de confianza refleja bien juicio de parte de Pablo como
dirigente de iglesia, pues la confianza inspira confianza y estimula a la
acción. Los que dirigen siempre deben hacer resonar una nota de esperanza y
ánimo, aun bajo pruebas difíciles.
No pensaréis de otro modo.
Es
decir, se sentirían inclinados a aceptar su consejo y a prestar atención a su
advertencia (ver com. vers. 1-6). Pablo evita con tacto no ejercer presión sobre
sus lectores para que creyeran lo mismo que él. Les presenta los hechos en forma
honrada y lógica, y los exhorta para que hagan su propia decisión teniendo en
cuenta la evidencia presentada. Espera que haya unidad en la iglesia de Galacia,
y puesto que la única conducta razonable que se debía seguir es la que él
aconseja, cree que los gálatas verán las cosas como él las ve. Los alaba de
antemano por su buen juicio.
El que os perturba.
Ver com. cap.
1: 7. Los gálatas eran vacilantes; indudablemente se hallaban en un estado de
incertidumbre y perplejidad. Más de una persona era responsable de la apostasía
en Galacia (cap. 1: 7; 4: 17). El hecho de que Pablo utilice el singular -"el
que-, quizá no signifique que se refiera a un solo caudillo sino individualmente
a cada maestro de herejía; de lo contrario ese singular podría reflejar el hecho
de que sólo unos pocos eran responsables de las dificultades de la iglesia.
Sentencia.
Gr. kríma , " "sentencia", juicio", "pena". "Castigo"
" (BJ, NC); " "condenación" " (BC). Los que perturbaban las iglesias de Galacia
tendrían que responder ante Dios por su reprensible conducta y aceptar el
castigo que seguramente el Señor les impondría (ver Hech. 17: 31; Rom. 14: 10; 2
Cor. 5: 10). Pablo cree en el triunfo de la verdad y la justicia, y que nada
puede impedir la marcha triunfal del Evangelio (ver 2 Cor. 13: 8; Fil. 1: 12).
11. Predico la circuncisión.
Los
judaizantes evidentemente habían acusado a Pablo de que hacía esto,
probablemente porque había permitido que Timoteo fuera circuncidado y tal vez
otros más (Hech. 16:1-3). Sin duda procuraban que Pablo apareciera como
inconsecuente. Ver com. Gál. 5: 2-4.
¿Por qué padezco persecución?
Pablo responde a la infundada acusación presentando una pregunta que
demuestra que el cargo es falso. Si es cierto, pregunta: ¿por qué entonces aún
lo persiguen los judaizantes? (ver 2 Cor. 11: 26; Gál. 2: 4). El mayor número de
persecuciones que sufrió Pablo fue de parte de los judíos (ver com. cap. 4: 29).
Por dondequiera que iba se levantaba la persecución, casi invariablemente porque
en su Evangelio no había lugar para el legalismo judaico. Por supuesto, se
trataba de una acusación falsa, pues Pablo continuamente citaba a Moisés para
fundamentar su Evangelio. Como la circuncisión era el distintivo peculiar del
judaísmo, hubiera sido sin duda muy extraño que los judíos lo persiguieran si
realmente hubiese creído que él favorecía la circuncisión.
Se ha
quitado.
La " "circuncisión" es incompatible con la "cruz" " (ver com.
vers. 1-2). Si Pablo predicaba la "circuncisión" era indudablemente porque ya no
predicaba la "cruz". Ambas se excluyen entre sí: o la una o la otra.
Tropiezo.
Gr. skándalon, el palo que, a manera de gatillo o
disparador, hace que funcione una trampa (ver com. 1 Cor. 1:23). Un skándalon
podía ser metafóricamente cualquier movimiento que, como una zancadilla, hiciera
tropezar a una persona. Para los judíos la cruz era un skándalon, un
"tropezadero" (1 Cor. 1:23). Pensaban así porque esperaban que el Mesías vendría
como un gran caudillo político y militar para liberarlos de la tiranía de los
Romanos (ver com. Luc. 4:19). Cuando Jesús se sometió a las crueldades que le
infligieron, los judíos llegaron a la conclusión de que no podía ser el Mesías
prometido. Interpretaron su humildad como debilidad. Si hubieran aceptado la
profecía de Isa. 53 no habrían cometido ese error. En su mente y corazón no
había lugar para un Mesías sufriente.
12. ¡Ojalá!
Pablo no deseaba el mal a sus adversarios. Sólo
quiere decir que era natural y lógico que los judaizantes hicieran lo que él les
sugería, pues de haberlo hecho se habrían presentado como lo que en realidad
eran: fanáticos.
Mutilasen.
Gr. apokópt Ç, "cortar", "trozar
"separar", " como en el caso de Hech. 27:32; " "amputar", "mutilarse"," como en
Mar. 9:43; Juan 18:10; " "castrarse", "convertirse en eunuco"," como aquí y en
Deut. 23: 1, en la LXX, y por lo general en los papiros. La palabra nunca se usa
en sentido figurado, como cortar (separar) a una persona de la feligresía de la
iglesia, o quitarle la vida.
La ciudad de Pesino, en la Galacia central
(ver mapa p. 928), era la sede del culto de Cibeles, la diosa madre de la
naturaleza de la antigua Anatolia. Los hombres que consagraban su vida al culto
y servicio de Cibeles tenían la costumbre de convertirse en eunucos. Pablo
sugiere que los judaizantes que abogaban por la circuncisión podían también
castrarse. Si se podía lograr una cierta medida de virtud mediante la
circuncisión, podría lograrse aún más castrándose. Debido a la deliberada
tergiversación de las enseñanzas de Pablo por parte de los judaizantes (vers.
11), éstos demostraban que no eran mejores que los paganos. Ver pp. 34-35; com.
Hech. 16:6.
Este es el clímax del tema de Pablo contra los judaizantes y
su última referencia a ellos en el libro de Gálatas. judaizar equivalía a
convertirse al paganismo, y la circuncisión tenía tanto valor como medio de
salvación como la costumbre pagana de castrarse. La circuncisión como rito
religioso para los cristianos estaba tan desprovista de significado como la
mutilación del cuerpo.
13. A libertad
fuisteis llamados.
Es decir, la " "libertad" " de la salvación por la fe
en Cristo, en contraste con la fingida salvación por las obras de la ley (ver
com. vers. 1). Acerca de la relación entre la "libertad" del Evangelio y la ley
de Dios, ver com. vers. 6. Comparar con las enseñanzas de nuestro Señor en
cuanto al tema de la libertad cristiana (Juan 8:31-36).
La libertad no
debe confundirse con libertinaje. El verdadero amor a Dios induce a tratar de
comprender y hacer la voluntad de Dios. El amor y la gracia de Dios no eximen a
una persona de la lealtad y la obediencia al Señor (ver com. Mat. 7: 21-27; Gál.
5: 6). La "libertad" de que Pablo habla es la liberación de la "esclavitud" del
sistema ceremonial (ver com. cap. 5: 1). En cuanto a la relación de la libertad
cristiana con la ley divina, ver com. Rom. 3:31 (cf. com. Gál. 3:19, 24). Una
persona no puede experimentar un gozo mayor que el que se deriva de una
inteligente cooperación de todo corazón con el propósito divino que dio
existencia a tal persona.
Ocasión para la carne.
La libertad del
Evangelio no es una licencia para que se practiquen las " "obras de la carne"
(ver com. vers. 19-21). La libertad es una posesión segura sólo cuando hay
dominio propio para equilibrarla. Dios libera a los hombres del pecado y después
" "produce" en ellos " "así el querer como el hacer, por su buena voluntad" "
(Fil. 2: 13; cf. com. Rom. 8:3-4).
Servíos... los unos a los otros.
Es decir, en lugar de intentar aprovecharse unos de otros. Las últimas
dos frases constituyen una antítesis. El que da "ocasión para la carne" se sirve
a sí mismo y no a sus prójimos. El amor hacia otros se manifiesta por la buena
disposición para servirles (ver com. Mat. 22: 39-40). Pablo con frecuencia se
llama a sí mismo " "siervo" " (ver Rom. 1: 1; Tito 1: 1); pero su servidumbre
era voluntaria y el fruto del amor. El amor a Dios halla su más sublime y mejor
expresión en el amor y el servicio para nuestros prójimos (ver 1 Juan 4: 20-21).
En Gál. 5: 13 a 6: 15 Pablo destaca la verdad de que la única evidencia válida
de que Dios nos ha aceptado y adoptado como hijos de él, es la vida transformada
(cap. 6:15) en la cual " "el fruto del Espíritu" (cap. 5:22-23) alcanza la
madurez y hace " "bien a todos" (cap. 6: 10; cf. cap. 5:13). Esa clase de amor
cumple la ley (Rom. 13:10).
14.
La ley.
En el griego de este pasaje se halla el artículo definido "la" (ver com.
Rom. 2:12). Pablo se refiere a la Torah, es decir a toda la voluntad revelada de
Dios para el hombre, pero especialmente a la ley moral, como lo implica el
contexto.
Esta sola palabra.
Es decir, amor (ver com. Mat. 5:
43-44).
Amarás a tu prójimo.
Este es el tema del pasaje (cap. 5:
13 a 6: 15). Los últimos seis Mandamientos del Decálogo se ocupan del amor al
prójimo (ver com. Mat. 22: 39-40); los seis rigen las relaciones del hombre con
el hombre, así como los primeros cuatro rigen las relaciones del hombre para con
Dios. El hecho de que Pablo no mencione aquí los cuatro primeros Mandamientos no
implica que en ninguna manera hayan perdido su valor para el cristiano. El tema
de la epístola hasta aquí ha sido las correctas relaciones entre el cristiano y
Dios. Pero para que los gálatas no erraran pensando que la religión consiste
únicamente en una correcta relación con Dios, Pablo les hizo notar que también
consistía en las correctas relaciones con los prójimos. La cita es de Lev. 19:
18.
15. Os mordéis y os coméis.
"Os
devoráis mutuamente" (BJ). Expresiva metáfora que sugiere una especie de
canibalismo. Los gálatas se comportaban como bestias feroces y salvajes, con sus
palabras y sus hechos se devoraban mutuamente. Sin duda se incluyen las
murmuraciones, las calumnias y los tratos ásperos.
Os consumáis unos a
otros.
La historia eclesiástica registra la triste suerte de sucesivos
grupos religiosos en los cuales se cumplió la funesta advertencia de Pablo. La
unidad en la fe y la unidad de los creyentes dentro de la unidad de la fe,
fueron el tema de la oración de nuestro Señor registrada en Juan 17. Cuando
prevalece una situación como la que aquí describe Pablo, ningún grupo cristiano
puede disfrutar de una vida cristiana saludable.
16.
Andad en el Espíritu.
Literalmente " "andad en
Espíritu"," es decir, en armonía con ideales espirituales (ver com. Rom. 8: 1,
14). Pablo usa esta expresión repetidas veces en sus epístolas. El Espíritu
Santo es el instrumento establecido por Dios para conducir a los hombres a la
vida eterna (ver com. Juan 16: 8-11).
Deseos.
Gr. epithumía, "
"pasión", "concupiscencia" " (BC, NC); " "apetencias" " (BJ). Ver com. Mar.
4:19. En cuanto a la expresión "deseos de la carne", ver com. Rom. 13:14.
Satisfacer "los deseos de la carne" es aceptar el predominio de las pasiones,
sentimientos y deseos carnales; la antítesis de caminar reír el Espíritu". El
comportamiento del Espíritu conduce a la vida, pero el de la carne lleva a la
muerte (ver Rom. 8:6-8). La palabra "carne" significa la naturaleza humana
corrupta.
17.
Contra el Espíritu.
Prosigue la contienda aparentemente interminable: la lucha entre la
inclinación de hacer lo correcto y la inclinación a hacer lo malo. Cuando Pablo
analizó este conflicto en su propia vida pasada, vio que la victoria sólo era
posible por medio de Jesucristo (Rom. 7:24 a 8:2).
Estos se oponen.
Algo inevitable e inmutable; no hay transigencia del uno frente al otro.
Nunca viene el bien si se transige con el mal.
Lo que quisiereis.
Ver com. Rom. 7:21-24. La enseñanza de Pablo acerca de la debilidad de
la carne no concuerda con la creencia de que en el ser humano hay una fuerza
latente, por medio de la cual puede vencer sus malas tendencias.
18. Guiados por el Espíritu.
Ver
com. Rom. 8:14.
No estáis bajo la ley.
Pablo advierte a los
gálatas que el Espíritu Santo nunca conduce a los hombres a buscar la salvación
mediante el cumplimiento de los preceptos del sistema ritual judío, o mediante
cualquier sistema de justificación propia (ver p. 932). Los que se someten a una
religión legalista siempre están en guerra con el Espíritu Santo. Ver com. cap.
2:16.
19. Manifiestas.
La lista de
pecados que a continuación presenta el apóstol son sólo algunos ejemplos, pues
no agotan el tema. Aparecen la sensualidad, la superstición, el egoísmo y la
intemperancia. Cuando los gálatas renunciaron a la conducción del Espíritu
Santo, esos malos frutos sin duda aparecieron en sus vidas.
Obras de la
carne.
Es decir, los hechos que resultan de la acción sin trabas de las
pasiones, los sentimientos y los deseos humanos. Ver com. vers. 16. El apóstol
Pablo presenta una lista parcial de esas " "obras" " en los vers. 19-21.
Adulterio.
La evidencia textual (cf. p. 10) establece la omisión
de esta palabra. (No aparece en la BJ, BC ni NC.) "Fornicación" , es decir,
inmoralidad en general, por supuesto incluiría "adulterio".
Fornicación.
O "inmoralidad" " (ver com. Mat. 5:32).
Inmundicia.
O
"impureza" (BJ, BC, NC). Ver com. 2 Cor. 12: 21.
Lascivia.
O "
"concupiscencia desenfrenada" " (ver com. 2 Cor. 12:21). " "Libertinaje" (BJ,
BC).
20. Idolatría.
Todo lo que
ocupa el lugar de Dios en nuestros afectos se convierte en un ídolo. El culto
pagano incluía por lo general prácticas inmorales y estimulaba a sus feligreses
a practicarlas (ver t. II, pp. 41-42; com. Deut. 23: 17).
Hechicería.
Gr. farmakéia, literalmente, "veneno", "poción mágica", "administración
de drogas", y por lo tanto, " "brujería" " (ver com. Exo. 7:11), la pretendida
capacidad de producir embelesas mágicos. Pablo se enfrentó a la brujería en
Efeso (ver com. Hech. 19;19). La brujería antigua y el espiritismo moderno
tienen mucho en común. Juan incluye la hechicería entre los pecados de los que
finalmente quedarán excluidos de la presencia de Dios (Apoc. 21: 8; cf. cap. 9:
21; 18: 23).
Enemistades.
U "hostilidades"; "odios" " (BJ, NC).
Pleitos.
O " "envidia"; "discordias" " (BJ, NC).
Disensiones.
O "divisiones" " (NC).
Herejías.
Gr. háiresis (ver com. 1 Cor. 11:19), aquí con el significado de
"disensiones" (BJ); "sectas" " (BC). Compárese con la situación en la iglesia de
Corinto (1 Cor. l: 12-13). El verdadero espíritu cristiano es siempre de unidad
(ver com. Juan 17: 21).
21. Homicidios.
La evidencia textual (cf. p. 10) sugiere la omisión de esta palabra.
Orgías.
O "francachelas". Festines en los que se come y bebe sin
moderación y se cometen otros excesos.
No heredarán.
Ver com. 1
cor: 6: 9; cf. Apoc. 21: 27.
Reino de Dios.
O sea el futuro
reino de la gloria divina (ver com. Mat. 4: 17; 5: 2).
22. Fruto del Espíritu.
Lo que naturalmente se produce en
la vida cuando está dirigida por el Espíritu (cf. vers. 18). Los resultados de
este predominio son un contraste con las obras de la carne (vers. 19-21). El
fruto del Espíritu no es un producto espontáneo de la naturaleza humana, sino de
un poder completamente diferente al del hombre.
Es digno de tener en
cuenta que "fruto" está en singular y " "obras" (vers. 19) está en plural. No
hay sino un solo "fruto del Espíritu", y ese único fruto incluye todas las
gracias cristianas enumeradas en los vers. 22-23. En otras palabras, todas esas
gracias o virtudes deben estar presentes en la vida del cristiano, y no se puede
decir que él da el "fruto del Espíritu" si falta una de ellas. Pero hay muchas
maneras en que puede manifestarse el mal, y sólo es necesario que se presente en
la vida uno de los malos rasgos de la lista de los vers. 19-21 para que la
persona sea clasificada con los que practican las "obras de la carne". Se
necesitan todas las virtudes cristianas para que una persona sea un verdadero
seguidor de Cristo; pero basta sólo una de las "obras de la carne" para que el
que la practica sea un seguidor del maligno.
Amor.
Ver com. Mat.
5: 43-44; 1 Cor. 13.
Gozo.
Ver com. Rom. 14: 17.
Paz.
Ver com. Juan 14: 27.
Paciencia.
O "resignación". " Ver
com. 1 Cor. 13: 4; 2 Cor. 6: 6.
Benignidad.
O " "afabilidad"
(BJ, NC). Gr. jr ' stót ' s (ver com. 2 Cor. 6: 6). Una persona afable es de
temperamento suave, tranquilo y apacible. Un cristiano nunca debe ser áspero ni
hosco, sino siempre alegre, considerado y cortés.
Bondad.
Es
decir, rectitud en el corazón y en la vida, en los motivos y en la conducta. Ver
com. Mat. 7: 12; 12: 33; l 9: 17; Juan 7: 12.
Fe.
Gr. pístis,
que significa tanto " "fe" como " "fidelidad" " (BJ). La "fe" es una actitud de
confianza en otras personas o en verdades respecto a las cuales la evidencia
objetiva es incompleta, entre tanto que la "fidelidad" es una cualidad de la
conducta que permite que otros tengan confianza en nosotros. La fe es una
actitud mental; la fidelidad es una norma de conducta. "Fidelidad" sería en este
pasaje una característica más apropiada, pues se aproxima más a los otros
aspectos del "fruto" del Espíritu que se hallan en la lista. Ver com. Heb. 11:
16.
23. Mansedumbre.
O
"apacibilidad", "dulzura". En cuanto a este rasgo del carácter, ver com. Mat. 5:
5; 11: 29
Templanza.
Mejor "dominio propio". Implica mucho más
que abstenerse de bebidas embriagantes. Significa moderación en todas las cosas
y un dominio completo de cada pasión y apetito, quedando excluidos los excesos
de toda especie. Es posible ser intemperante aun en el trabajo para el Señor al
descuidar las leyes de la salud. En cuanto al ideal cristiano de perfección, ver
1 Cor. 10: 31; cf. com. Mat. 5:48. Aunque en algunos MSS se añade "pureza" a la
lista de virtudes, la evidencia textual (cf. p. 10) establece su omisión.
No hay ley.
No hay ninguna condenación contra los que dirigen su
vida de esta manera. " "Obras" como éstas son dignas de toda alabanza (ver com.
vers. 6, 13-14), así como se desechan las "obras" del sistema ceremonial (vers.
1, 4). Los que reflejan en su vida estas características del Espíritu son los
únicos que están verdaderamente libres y pueden disfrutar de genuina felicidad.
Sólo ellos están completamente en paz con Dios y con el hombre.
24. Crucificado la carne.
Es decir,
han renunciado completa e irrevocablemente a cada tendencia natural que no está
en armonía con la voluntad de Dios. En cuanto a " "con Cristo estoy juntamente
crucificado" , ver com. Gál. 2: 20; cf. com. Rom. 6: 2-16; y en cuanto a "la
carne" , ver com. Gál. 5: 13, 17, 19.
La lucha del cristiano contra las
tendencias naturales desordenadas, los apetitos y las pasiones consta de dos
etapas. La primera es una decisión bien meditada, firme, estable e irrevocable
de rendir el corazón y la voluntad a Cristo para que él elimine cada mala
tendencia de la vida. Esta decisión debe ser reafirmada cada día, y durante el
día con tanta frecuencia como surjan las tentaciones o cada vez que se advierta
que no se ha alcanzado la meta de la perfección. Sólo así puede el cristiano
llevar a cabo la orden de presentar su cuerpo a Dios "en sacrificio vivo, santo,
agradable" (ver com. Rom. 12: 1). Dios acepta esta resucita decisión de la
voluntad, y él continúa con la obra celestial de transformar la vida (Rom. 12:2)
y de reformarla a la semejanza de Cristo. Este es el proceso de santificación,
de alcanzar " "la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" " (Efe. 4:13).
En cuanto a la condición del cristiano durante este proceso, ver com. Mat. 5:48.
El cristiano quizá todavía cometa faltas (ver MJ 336), aunque no
deliberadamente; pero mientras acuda a Cristo genuinamente arrepentido (Heb.
4:15-16; 1 Juan 2: 1) y reafirme su voto original de lealtad, sigue siendo
reconocido como hijo de Dios y se le concede el privilegio de llevar el manto de
la justicia de Cristo (ver com. Mat. 22: 1-14). Es posible que nos desanimemos
debido a los fracasos cuando tratamos de vencer el pecado con nuestro propio
poder y no con el de Dios, o cuando no cooperamos con Dios (ver Fil. 2: 12-13).
También hay peligro de quedar satisfechos con lo que hemos logrado, peligro de
medir nuestro progreso por el de los que nos rodean. La crucifixión de la carne
es una lucha que no admite treguas en esta vida. Sin embargo, la vida del
cristiano puede ser de una victoria continua en Cristo Jesús, y levantarse
inmediatamente cada vez que cayere. Ver com. Rom. 7: 25 a 8: 4; 1 Juan 5: 4.
Deseos.
Ver com. vers. 16.
25. Si vivimos.
Si hemos aceptado la conducción del
Espíritu Santo, demostrémoslo en forma efectiva en nuestra vida diaria.
26. No nos hagamos vanagloriosos.
O
"presuntuosos", "ególatras". Los cristianos no deben jactarse ni aun en su
corazón de sus triunfos espirituales (vers. 25), sino que con humildad deben
considerar que otros son mejores que ellos (Fil. 2:3).
Irritándonos unos
a otros.
Nada es más ofensivo para los demás que la presunción de que
somos más virtuosos o superiores que ellos.
Envidiándonos unos a otros.
Algo opuesto a "irritándonos unos a otros". Es tan fatal para el
carácter cristiano envidiar a los que, en cierto sentido, quizá sean superiores
a nosotros, como lo es el sentirnos superiores a los demás. Afectar superioridad
es con frecuencia sólo un esfuerzo para ocultar sentimientos de inferioridad
debidos a la comprensión de que en realidad otros son superiores a nosotros. La
envidia conduce al odio, y éste a su vez lleva a la venganza. La humildad
permanece siempre como una de las virtudes cristianas cardinales. Ver Fil. 2: 3.
CBA T6
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