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CBA GÉNESIS Capítulo 28

CBA: Génesis Capítulo 28
1. Isaac llamó a Jacob.

Consintiendo con la propuesta de Rebeca, Isaac tomó la iniciativa de enviar a Jacob a Padan-aram (ver com. de cap. 25: 20). Ya fuera que supiese o no de los planes de Esaú, indudablemente Isaac comprendía que sería prudente que Jacob y Esaú estuvieran separados hasta que disminuyera la tensión que existía en el hogar.

4. La bendición de Abraham.

El linaje autorizado de la familia debía perpetuarse mediante Jacob. Por eso, las bendiciones repetidamente prometidas a Abrahán fueron ahora transmitidas a Jacob (caps. 17: 2-8; 22: 16-18). Salió del hogar abrumado bajo la culpa, pero con la bendición de su padre.

5. Arameo.

Moisés deliberadamente coloca el nombre de Jacob delante del de Esaú, puesto que Jacob entonces estaba en posesión no sólo de la primogenitura sino también de la bendición de Abrahán.

9. Se fue Esaú a Ismael.

En la bendición que Jacob recibió de Isaac y en la orden que se le dio de tomar una esposa de entre sus parientes de Mesopotamia, Esaú percibió el profundo desagrado de sus padres hacia sus esposas heteas. Con la intención de agradar a sus padres se dirigió a la casa de su abuelo Abrahán en busca de una esposa, así como Jacob, siguiendo instrucciones, había ido, para conseguir la suya, a la casa de su tío materno, Labán. Mahalat, o Basemat (cap. 36: 3), a quien tomó por esposa, estaba emparentada con Isaac de la manera como Raquel, la esposa de Jacob, lo estaba con su madre Rebeca. Esaú se casó con la sobrina de su padre; Jacob con la de su madre. El hecho de que Esaú fuera "a Ismael" debe significar que fue "a la familia de Ismael", ya que éste había muerto unos 14 años antes de ese tiempo (ver com. de caps. 25: 19; 27: 1).

10. Salió, pues, Jacob de Beerseba.

Jacob salió obedeciendo el deseo de su madre y la orden de su padre (ver Prov. 1: 8). Aunque tenía 77 años (ver com. de Gén. 27: 1), todavía respetaba a sus padres y se sometía a su autoridad. Su ejemplo filial debería ser emulado por todo hijo digno, siempre que una conducta tal no entre en conflicto con la lealtad a Dios (Prov. 6: 20; Mal. 1: 6; Efe. 6: 1-3).

Fue a Harán.

La famosa ciudad sobre el río Balij, en el norte de Mesopotamia, era el destino de Jacob. Esta fue la región donde Taré se había establecido después de su migración de Ur (Gén. 11: 31). Hasta la visita de Eliezer, hacía casi un siglo (PP 186), la familia de Betuel, incluyendo a Labán, vivía en la "ciudad de Nacor", que no estaba lejos de Harán (ver com. de cap. 24: 10). Esto indica una mudanza, de la ciudad de Nacor a Harán, después de que Rebeca dejó su hogar paterno. El consejo de Rebeca a Jacob de ir directamente a Harán antes que a la ciudad de Nacor (cap. 27: 43) muestra que se sabía en Beerseba que la familia de Labán se había trasladado.

11. Un cierto lugar.

Al terminar el segundo día, Jacob alcanzó las proximidades de la ciudad de Luz (vers. 19), unos 80 km. al norte de Beerseba. Eligió pasar la noche fuera de la ciudad misma por temor de los cananeos. El odio hacia ellos, sugerido por Josefo como la razón para que Jacob no entrara en la ciudad, es probablemente menos importante ( Antigüedades i. 19. 1).

Su cabecera.

Literalmente, "la región de su cabeza" o "el lugar donde está la cabeza". De manera que Jacob tomó una piedra y la puso "debajo de su cabeza" o como "apoyo para la cabeza". La almohada, en el sentido moderno de la palabra, parece haber sido desconocida para los antiguos. En muchos países orientales la gente usaba apoyos para la cabeza hechos de madera, arcilla, piedra o metal, y todavía lo hace. Muchas antiguas muestras de éstos se han. preservado en Egipto. Puesto que todos ellos son hechos de material duro, era innecesario que un viajero llevara almohada consigo. Bastaba una piedra lisa. De ahí que no fuera una incomodidad para Jacob dormir con la cabeza sobre una piedra. La piedra es mencionada aquí en anticipación del uso de ella que más tarde se hará en el relato (vers. 22).

12. Soñó.

Mientras Jacob yacía allí, cansado, solitario y triste, su corazón se volvió en oración a Dios (PP 182). Tales fueron las circunstancias mentales que rodearon su sueño. Tan sólo después de dos largos días durante los cuales había tenido la oportunidad de reflexionar sobre su conducta y de comprender su propia impotencia, se le apareció el Señor. En la providencia de Dios, con frecuencia la demora es el medio usado para purificar el alma y llevar el hombre a entregarse sin reservas a la misericordia y la gracia de Dios (DTG 170, 342-345). La escalera era un símbolo visible de una comunión real e ininterrumpida entre Dios en el cielo y su pueblo en la tierra. Los ángeles ascienden para presentar las necesidades de los hombres delante de Dios y descienden con promesas de ayuda y protección divinas. Parecía que la escalera descansaba sobre la tierra, donde yacía Jacob, solo, desamparado y abandonado por los hombres. Arriba, en el cielo, estaba Jehová. Proclamándose a sí mismo a Jacob como el Dios de sus padres, no sólo le confirmó todas las promesas hechas a sus mayores -la posesión de Canaán, una descendencia numerosa y una bendición para todos los hombres (caps. 12: 2, 3; 13: 14-17; 15: 5, 7, 16; 17: 2-6, 16; 17: 8; 18: 18; 22: 17, 18; 26: 3, 4, 24)- sino que también le concedió protección en su viaje y un retorno seguro al hogar. Puesto que el cumplimiento de esta promesa a Jacob estaba todavía muy lejos, Dios añadió la firme seguridad: "No te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho".

16. Jehová está en este lugar.

Contrariamente a lo que sugieren algunos comentadores, la declaración de Jacob no es una evidencia de que él concibió la idea de que Dios se aparece solamente en ciertos lugares consagrados, y que él por casualidad había llegado a uno de ellos. Más bien es una expresión de su sorpresa y gozo al encontrar que, al paso que él se había imaginado que estaba solo, en realidad estaba en la misma compañía de Dios. En cierto sentido la declaración de Jacob fue una acusación contra sí mismo. Admitió que la falta de fe había ocasionado sus pensamientos de desánimo. Fue al sentirse más desamparado cuando encontró más cerca a Dios y éste le fue más real que nunca antes.

17. ¡Cuán terrible es este lugar!

Los que reciben el privilegio de una revelación de Dios, encuentran en su corazón el sentimiento de un profundo temor reverente. Isaías experimentó una convicción de culpabilidad tan intensa, que temió por su vida (Isa. 6: 5).Esta experiencia similar hizo que Jacob comprendiera agudamente su estado de indignidad y pecaminosidad. Pero a pesar de su alarma, sabía que el lugar era "casa de Dios", Bet-'Elohim , una casa de paz y seguridad.

18. Tomó la piedra.

La piedra que había sido su almohada se convirtió en un monumento para rememorar la revelación que había recibido de Dios. Derramó aceite sobre ella para consagrarla como un monumento recordativo de la misericordia que se le había revelado (Exo. 30: 26-30). Esta "columna" no fue en ningún sentido convertida en un objeto de culto. El culto de las columnas ciertamente existía entre los cananeos, pero fue estrictamente prohibido por Dios (Lev. 26: 1; Deut. 16: 22). Sin embargo, más tarde los israelitas violaron esa prohibición divina y levantaron columnas ("imágenes") como objetos de culto (1 Rey. 14: 23; 2 Rey. 18: 4; 23: 14; 2 Crón. 14: 3; 31: 1; Ose. 10: 1, 2; Miq. 5: 13). Esto no significa, sin embargo, que cada columna levantada tuviera un significado tal, según se demuestra por los siguientes ejemplos. Jacob erigió otra columna para conmemorar su tratado con Labán (Gén. 31: 45), y otra sirvió para señalar la tumba de Raquel (cap. 35: 20). Más tarde Absalón erigió una para perpetuar su memoria (2 Sam. 18: 18).

19. Bet-el.

Se traduce "casa de Dios". Este nombre fue más tarde aplicado a la ciudad cercana, conocida entonces como Luz. Que el nombre Bet-el fue al principio aplicado únicamente al lugar donde estaba el monumento recordativo de Jacob y no a Luz, es evidente por Jos. 16: 2, donde los dos lugares son claramente diferenciados. Sin embargo, en otros pasajes Bet-el se usa como el nombre moderno de la antigua ciudad de Luz (Gén. 35: 6; Jos. 18: 13; Juec. 1: 23). Este cambio de nombre no fue hecho hasta que los israelitas ocuparon la ciudad. Ella retiene su nombre hoy en día en su forma árabe Beitin .

20. Hizo Jacob voto.

Este es el primer voto que se registra. Al hacer un voto, un hombre se compromete a realizar ciertas cosas en una forma específica. Puesto que el cumplimiento del voto de Jacob dependía del poder de Dios, y que fue hecho a Dios, tomó la forma de una oración. No fue hecho con espíritu mercenario, sino en gratitud, humildad y confianza.

Si fuere Dios.

Esta expresión en ninguna forma implica que Jacob dudara de que Dios cumpliría sus promesas, o que él estuviese poniéndole condiciones a Dios. Por el contrario, Jacob aceptaba lo que Dios le había dicho. Y siendo que el Eterno generosamente había prometido estar con él y bendecirlo, él por su parte sería fiel a Dios (PP 184, 185). Con profundo aprecio, el pensamiento de Jacob se tornó a formas tangibles con las que expresaba su dedicación.

Pan para comer.

Jacob, que no había vacilado en usar el más despreciable medio en un esfuerzo para asegurarse la parte mayor de la herencia, ahora humildemente no pidió nada más que protección, alimento, vestido y un retorno pacífico a la casa de su padre. Estaría contento con sólo lo indispensable para la vida. Había desaparecido su deseo de riqueza, lujos, honores y poder. ¡Qué lección de humildad y cuán plenamente la había aprendido Jacob!

21. Jehová será.

El había pensado en Dios como el Dios de sus padres. Con seguridad, desde hacía mucho tiempo había tomado a Jehová como a su Dios. Pero al paso que en lo pasado había dependido en gran manera de la seguridad de la casa de su padre, las circunstancias ahora hacían necesaria una dependencia de Dios mucho más personal y real para todo lo que hasta entonces en su vida él había tomado como natural. No era un asunto de ir a Dios por la primera vez, sino de lograr una comunión más íntima, madura y comprensiva con él.

De allí en adelante Jacob dio evidencias de lealtad a Dios. Se entregó a la dirección divina y rindió a Dios el homenaje de un corazón agradecido y amante. ¡Qué progreso hizo durante los 20 años que mediaron entre Bet-el y Peniel! La gracia reinaba dentro de él, pero había también conflicto. Sus tendencias al mal permanecían activas y ocasionalmente se rindió a ellas con demasiada facilidad. Pero los principios correctos constantemente predominaron en su vida, y volvió a Canaán con una confianza madura en Dios. Bajo la paciente disciplina administrada por Dios, ganó constantemente en fe hasta que surgió de la gran crisis de su vida, en Mahanaim y Peniel, como "un príncipe de Dios".

22. Esta piedra.

Jacob declaró su intención de erigir en ese lugar un altar para la celebración del culto divino. El cumplió esa resolución varios años después al volver a salvo a la tierra de su nacimiento (cap. 35: 1, 15).

El diezmo.

Tanto Abrahán como Isaac entendían y practicaban el pago del diezmo (cap. 14: 20). Las palabras de Jacob implican que no lo había practicado antes. Quizá tenía poco que él podía llamar como algo suyo. Quizá su espíritu codicioso lo había inducido a ser descuidado en diezmar lo que era suyo. Cualesquiera hubieran sido las circunstancias, prometió de allí en adelante pagar fielmente un diezmo, no para ganar el favor del cielo, sino en humilde y agradecido reconocimiento del perdón y el favor de Dios. Hizo su promesa diciendo enfáticamente: "El diezmo apartaré", literalmente "dando yo daré". En otras palabras, continuaría dándolo. juzgando por su vida futura de fidelidad y dedicación a Dios, no hay razón para dudar de que su voto fue Fielmente cumplido. La forma en que Dios bendijo abundantemente a Jacob en años siguientes es una evidencia de la fidelidad de él en este respecto (Mal. 3: 8-11). Aquel que durante 77 años parece que no había sido un fiel pagador de diezmo salió de Canaán como un pobre fugitivo sin tener nada sino un cayado en su mano, pero volvió 20 años después con mucho ganado, rebaños, siervos y una gran familia.

Del caso de Jacob, cada cristiano podría aprender una lección vital. En tiempos de crisis y calamidad debiera considerar si las bendiciones celestiales quizá no han sido retenidas debido a infidelidad en el pago del diezmo (Hag. 1: 6-11). El caso de Jacob testifica que nunca es demasiado tarde para hacer un nuevo comienzo en esta dirección, ciertamente no como un medio para ganar el favor de Dios, sino como una demostración de amor y dedicación a él. Las bendiciones del cielo pueden entonces descender sobre el creyente sincero, como ocurrió en el caso de Jacob. El gran propósito de todo el trato de Dios con el hombre es el desarrollo de un carácter que refleje el de su Creador.

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