1. Cosa indecente.
Literalmente, "desnudez" ; figuradamente, como aquí: "algo vergonzoso", "una deshonra". No podía tratarse de adulterio, porque eso debía ser castigado con la muerte (Deut. 22: 22; cf. Mat. 19: 9). Debía tratarse de alguna manera de actuar 1050 considerada impropia por el marido. Los judíos entendían que este precepto mosaico le permitía a un hombre divorciarse de su mujer casi por cualquier motivo (Mat. 19: 3, 7). Sin embargo, Cristo explicó que no era la voluntad de Dios que se obtuviese tan fácilmente el divorcio (Mat. 19: 4-6), y que esta legislación sólo había sido dada por causa de la "dureza" de los corazones de ellos (Mat. 19: 8).
Carta de divorcio.
Literalmente, "una nota de separación".
Se la entregará.
Esto debía hacerse formalmente, quizá ante testigos, a fin de que tuviese validez legal y fuese incontestable.
La despedirá.
Nuevamente un acto formal. Quizá el esposo estaba obligado a despedirla provista, por lo menos, con los medios suficientes como para llegar bien hasta la casa de su padre (Gén. 21: 14; cf. Deut. 15: 13).
2. Podrá ir.
Su partida formal era un anuncio público de que ya no era más la esposa de ese hombre y que por lo tanto estaba libre para casarse de nuevo. La "nota de separación" o "nota de corte" disolvía por completo el matrimonio.
4. Envilecida.
La consumación del matrimonio con un segundo marido la tornaba "vil" para el primero. Si alguna vez él la volvía a tomar por mujer, cometía adulterio. Ella le era ilícita como esposa (ver Jer. 3: 1).
Pervertir la tierra.
Se entiende, por haberse permitido la depravación moral. Aunque Dios toleró algunas cosas a las cuales ciertamente no podía dar su aprobación (ver com. Deut. 14: 26), había límites más allá de los cuales el hombre no podía pasar. Muchas veces la "tierra" aparece personificada, como si pudiese actuar y sentir (ver Lev. 18: 25; Isa.24:5).
Algunas personas hoy se refieren a Deut. 24:1-4 como base de lo que llaman "divorcio cristiano". Pero en realidad, estos versículos nos revelan la vida hogareña de los judíos, en la cual el tomar una esposa equivalía a adquirir una propiedad. La autoridad del esposo sobre su mujer era casi absoluta. El propósito de la ley aquí enunciada era mejorar la suerte de la mujer hebrea. Esta ley, lejos de establecer una baja norma moral, o de aprobar una norma tal, representaba una norma mucho más elevada que la reconocida por las crueles costumbres de aquel tiempo. La ley le garantizaba a la mujer divorciada ciertos derechos, y en realidad la protegía de ser considerada adúltera o proscrita por la sociedad. Dejaba la casa de su primer marido como mujer libre y respetada por la sociedad, apta para contraer un matrimonio honroso. La carta de divorcio establecía que su primer esposo ya no tenía más jurisdicción legal sobre ella y que ella no tenía ningún tipo de obligación para con él, sino que estaba libre para ser esposa de otro hombre. Al volverse a casar, no se hacía culpable de adulterio, ni se violaban los derechos de su primer marido.
La ley mosaica sobre el divorcio no fue dada para anular los ideales del matrimonio instituido por Dios en la creación, sino a causa de la "dureza" de los corazones humanos (Mat. 19: 8). La suerte de una mujer sola y desechada era deplorable. La carta de divorcio aliviaba su infortunio. Esta ley sencillamente reconocía la situación existente y buscaba mejorarla. Esta era una ley de permisión, y no de obligación. Estas mismísimas restricciones tenían por objeto eliminar el fácil proceso de divorcio que evidentemente los hebreos habían aprendido en su asociación con los pueblos paganos.
Cristo habló enfáticamente contra el concepto de tener una esposa como propiedad (Mat. 5: 27-32; 19: 3-9). Esa práctica había acarreado mucha desgracia e injusticia a las mujeres judías. La escuela de Hillel, que sustentaba la filosofía religiosa popular judía en tiempos de Cristo, interpretaba "cosa indecente" (Deut. 24: 1) como cualquier cosa que le resultara desagradable al marido. La escuela de Shammai, más estricta y menos popular, definía la "cosa indecente" como algún acto comprobado de falta de pudor o adulterio. En tiempos de Cristo, la escuela de Hillel permitía el divorcio por tales pequeñeces como la exhibición del brazo de la mujer en público, el que la esposa quemase la comida de su marido, o cuando el esposo encontraba otra mujer más atrayente. De esta actitud laxa escribió Josefo: "El que desea divorciarse de su mujer por cualquier causa (y muchas causas tales se dan entre los hombres), que dé por escrito la certeza de que nunca más la usará como su mujer, porque así ella estará libre de casarse con otro marido, aunque antes de darse esta carta de divorcio, no debe permitírsele hacerlo" ( Antigüedades , iv. 8. 23).
La ley de Deut. 24: 1-4 no instituyó el divorcio, sino que lo toleró en vista de las imperfecciones de la naturaleza humana y los bajos 1051 conceptos morales del pueblo de Dios en ese tiempo. Para conocer la opinión de Dios respecto del matrimonio es preciso no detenerse en Deut. 24: 1-4, sino que, como lo hiciera Jesús, hay que remontarse a Gén. 1: 27 y 2: 24 (Mat. 5: 27-32; 19: 3-9). El consejo escrito por Moisés para la gente de sus días debe interpretarse a la luz de las costumbres de su época, y no de la nuestra, y siempre teniendo en vista el ideal divino. Una vez más Cristo elevó la vista de los hombres hacia ese divino ideal ordenado en el Edén. Ese primer matrimonio nos proporciona el modelo dado por Dios para su pueblo de hoy.
5. Recién casado.
Ver cap. 20: 5-8.
No saldrá a la guerra.
Ver cap. 20: 7. Es ventajoso para el Estado establecer medidas que tiendan a honrar y exaltar el matrimonio. Esta ley daba tiempo para que el hogar se estableciese firmemente. Y lo que era aún más importante, desde el punto de vista hebreo, daba mayor posibilidad para el nacimiento de un heredero que perpetuase el nombre del padre y heredase las propiedades familiares.
En ninguna cosa se le ocupará.
"Ni se le impondrá compromiso alguno" (BJ). La palabra hebrea traducida "cosa" o "compromiso" se refiere a cualquier servicio público que pudiese alejarlo de su casa. La misma palabra aparece en Núm. 4: 23, 30, 35, 39, 43; 8: 24.
6. La muela del molino.
Literalmente, "ambas piedras de molino o la parte de una" (Juec. 9: 53; 2 Sam. 11: 21). No debía tomarse ni el todo, ni la parte, porque así dejaría de funcionar el molino.
La vida del hombre.
Es decir, tomando algo esencial para la preparación del alimento, y poniendo así en peligro la salud de la familia. Durante siglos los pobres en Oriente han vivido con escasos víveres, y un detalle como éste, aparentemente insignificante, Podría causar una tragedia.
7. Hurtado.
Ver Exo. 21: 16. Raptar a una persona para esclavizaría merecía la pena de muerte. La libertad personal de un hombre es preciosa a la vista de Dios. La esclavitud es un pecado inexcusable contra Dios y contra la sociedad, como también contra el esclavo. Sin embargo, la esclavitud ha existido, en una u otra forma en los países orientales, desde tiempos inmemoriales. Las leyes que Dios le dio a Israel tenían el propósito de eliminar la esclavitud con el tiempo. La esclavitud viola todo derecho Y la dignidad humana.
8. Lepra.
Esta constituía la peor forma de impureza ceremonial. Por esta razón se tomaban las precauciones más cuidadosas con referencia a ella. En dos largos capítulos de Levítico (caps. 13 y 14) se enumeran con lujo de detalles los síntomas. Se la llama "plaga", literalmente, "azote". La misma palabra hebrea aparece en los caps. 17: 8; 21: 5.
9. María.
Ver Núm. 12. María era uno de los tres dirigentes principales de Israel (Miq. 6: 4). A pesar de ello, fue repentinamente herida con esa terrible enfermedad, la lepra, y fue echada del campamento de Israel por siete días (Núm. 12: 14). Ni su posición destacada, ni su relación personal con Moisés la protegieron del azote. No se trataba más duramente "más pobre y miserable leproso que al leproso de familia pudiente o destacada. Existía la tendencia entre los judíos de considerar todos los casos de lepra como castigo divino, pero no es razonable pensar así en todos los casos (Luc. 13: 1-6). La lepra es símbolo de pecado. El leproso espiritual, cuya misma alma está enferma, no puede encontrar cura para su enfermedad sino en Jesucristo.
10. En su casa.
Una medida legal para la protección del pobre. Su casa con lo que contenía era de poco valor material; sólo había allí lo más indispensable. Tal familia posiblemente no poseía más que sus ropas, unos pocos tiestos, un molino primitivo y, tal vez, la casa y el terreno. Sin embargo, tal casa debía respetarse. No debía ser violada. El pobre no tenía gran cosa que ofrecer a modo de prenda por el préstamo (ver Exo. 22: 26, 27), pero no debía abusarse de ese poco como algo baladí. El dueño salía a la puerta para mostrar lo que podía ofrecer en prenda. El que hacia el préstamo no debía entrar en la casa para escoger lo que quisiera llevarse.
11. Te quedarás fuera.
Dios ha levantado un cerco en torno de los pobres y humildes. Los derechos de propiedad de los necesitados son tan sagrados a la vista de Dios como lo son los derechos de los ricos y encumbrados. Compárese con la parábola de Mat. 18: 23-35. Dios espera que el cristiano manifieste consideración en su trato con sus hermanos.
12. Su prenda.
Posiblemente el manto exterior fuera lo único que el pobre tenia para ofrecer como "prenda". Era común ofrecer 1052 ropa como "prenda" (Deut. 24: 17; Job 22: 6; Prov. 20: 16; 27: 13; Amós 2: 8). Esta prenda no debía retenerse durante la noche (Exo. 22: 25, 26). El manto exterior tenía muchos usos (Exo. 12: 34; Juec. 8: 25). Con referencia al requisito de restaurar la prenda del pobre ver Eze. 18: 7, 12; 33: 15.
13. Justicia.
La fe de Abrahán le fue atribuida ante Dios como justicia. La manifestación de misericordia a los pobres y a los necesitados es igualmente grata a Dios (Mat. 25: 34-36). Todos los hombres son objeto del tierno amor de Dios y de su misericordia, y él quiere que consideremos a nuestros semejantes de la misma forma. La palabra hebrea traducida "justicia" aparece tanto en la forma femenina como en la masculina. Los profetas posteriores de Israel usaron la forma femenina, al igual que Moisés en este pasaje, para referirse a la atención compasiva de los pobres y necesitados. Estos dependían de Dios (Sal. 10: 14; 72: 12), y el Señor le recordó a su pueblo en repetidas ocasiones que sus obligaciones para con él comprendían el cuidado solícito de estos necesitados (cf. 1 Sam. 2: 8). Pero al mismo tiempo, ellos no debían hacer "limosnas" -literalmente, "justicia"- delante de los hombres (Mat. 6: 1). Debían ser justos ante el Señor.
14. No oprimirás.
Literalmente, "defraudarás". La misma palabra hebrea aparece en Lev. 19: 13; 1 Sam. 12: 3, 4; Lev. 6: 2, 4.
Jornalero.
Ver Lev. 19: 13; Jer. 22: 13; Mal. 3: 5; Sant. 5: 4.
Extranjeros.
No debía hacerse distinción entre el judío natural y el prosélito (Lev. 19: 34).
15. Su jornal.
La puntualidad en el pago de los jornales es un requisito divino tan positivo como la observancia del sábado o el diezmo. No es un acto de benevolencia, sino de justicia. Compárese con la parábola de los labradores en la viña (Mat. 20: 1, 2, 8).
Sustenta su vida.
El pobre no tenía reservas. Necesitaba del jornal diario para poder subsistir.
16. Cada uno.
Entre los paganos no era raro condenar a toda una familia por causa del crimen de un miembro de ella (ver Dan. 6: 24). Dios quiere que el transgresor mismo lleve todo el castigo de su crimen (2 Rey. 14: 6; Eze. 18: 10-24). En las Escrituras se hace una clara distinción entre el castigo infligido por una mala acción, como en este pasaje (ver también Rom. 6: 23), y los resultados naturales de tal acción (Exo. 20: 5).
17. No torcerás el derecho.
Ver Exo. 22: 22-24.
La ropa de la viuda.
Compárese con Job 24: 3. No debe negarse la justicia ni al más desvalido. El extranjero, la viuda, el huérfano y el desvalido deben gozar de la plena protección de la ley (ver Mat. 18: 28-35).
18. Fuiste siervo.
Compárese con Lev. 19: 33, 34. El opresor que ha experimentado en carne propia la amargura de la opresión es doblemente culpable.
19. Tu mies.
Dios ordenó numerosas leyes para aliviar la suerte de los necesitados (Lev. 19: 9, 10; 23: 22). Aquellos que no poseían tierras tenían el privilegio de recoger lo que quedaba en los campos, los viñedos y los olivares. El propietario no sufría por falta de lo poco que ellos pudiesen encontrar, pero por su acción, traía felicidad a los pobres, aliviaba sus necesidades y, al mismo tiempo, alegraba su propio corazón (ver Prov. 11: 24).
20. Tus olivos.
En todo tiempo la época de la cosecha recordaría a los hombres el valor y la hermosura de un espíritu compasivo. La existencia de pobres entre nosotros nos proporciona la oportunidad de cultivar el espíritu de generosidad. El que aun en la cosecha, cuando recoge los abundantes frutos de la naturaleza, tiene el corazón duro, difícilmente pueda ser generoso en otro tiempo.
22. Acuérdate.
Ver vers. 18; cap. 15: 15. Nuestras propias experiencias difíciles en la vida debieran hacernos compasivos para con otros que puedan estar sufriendo como una vez nos tocó sufrir a nosotros.
CBA T1
Literalmente, "desnudez" ; figuradamente, como aquí: "algo vergonzoso", "una deshonra". No podía tratarse de adulterio, porque eso debía ser castigado con la muerte (Deut. 22: 22; cf. Mat. 19: 9). Debía tratarse de alguna manera de actuar 1050 considerada impropia por el marido. Los judíos entendían que este precepto mosaico le permitía a un hombre divorciarse de su mujer casi por cualquier motivo (Mat. 19: 3, 7). Sin embargo, Cristo explicó que no era la voluntad de Dios que se obtuviese tan fácilmente el divorcio (Mat. 19: 4-6), y que esta legislación sólo había sido dada por causa de la "dureza" de los corazones de ellos (Mat. 19: 8).
Carta de divorcio.
Literalmente, "una nota de separación".
Se la entregará.
Esto debía hacerse formalmente, quizá ante testigos, a fin de que tuviese validez legal y fuese incontestable.
La despedirá.
Nuevamente un acto formal. Quizá el esposo estaba obligado a despedirla provista, por lo menos, con los medios suficientes como para llegar bien hasta la casa de su padre (Gén. 21: 14; cf. Deut. 15: 13).
2. Podrá ir.
Su partida formal era un anuncio público de que ya no era más la esposa de ese hombre y que por lo tanto estaba libre para casarse de nuevo. La "nota de separación" o "nota de corte" disolvía por completo el matrimonio.
4. Envilecida.
La consumación del matrimonio con un segundo marido la tornaba "vil" para el primero. Si alguna vez él la volvía a tomar por mujer, cometía adulterio. Ella le era ilícita como esposa (ver Jer. 3: 1).
Pervertir la tierra.
Se entiende, por haberse permitido la depravación moral. Aunque Dios toleró algunas cosas a las cuales ciertamente no podía dar su aprobación (ver com. Deut. 14: 26), había límites más allá de los cuales el hombre no podía pasar. Muchas veces la "tierra" aparece personificada, como si pudiese actuar y sentir (ver Lev. 18: 25; Isa.24:5).
Algunas personas hoy se refieren a Deut. 24:1-4 como base de lo que llaman "divorcio cristiano". Pero en realidad, estos versículos nos revelan la vida hogareña de los judíos, en la cual el tomar una esposa equivalía a adquirir una propiedad. La autoridad del esposo sobre su mujer era casi absoluta. El propósito de la ley aquí enunciada era mejorar la suerte de la mujer hebrea. Esta ley, lejos de establecer una baja norma moral, o de aprobar una norma tal, representaba una norma mucho más elevada que la reconocida por las crueles costumbres de aquel tiempo. La ley le garantizaba a la mujer divorciada ciertos derechos, y en realidad la protegía de ser considerada adúltera o proscrita por la sociedad. Dejaba la casa de su primer marido como mujer libre y respetada por la sociedad, apta para contraer un matrimonio honroso. La carta de divorcio establecía que su primer esposo ya no tenía más jurisdicción legal sobre ella y que ella no tenía ningún tipo de obligación para con él, sino que estaba libre para ser esposa de otro hombre. Al volverse a casar, no se hacía culpable de adulterio, ni se violaban los derechos de su primer marido.
La ley mosaica sobre el divorcio no fue dada para anular los ideales del matrimonio instituido por Dios en la creación, sino a causa de la "dureza" de los corazones humanos (Mat. 19: 8). La suerte de una mujer sola y desechada era deplorable. La carta de divorcio aliviaba su infortunio. Esta ley sencillamente reconocía la situación existente y buscaba mejorarla. Esta era una ley de permisión, y no de obligación. Estas mismísimas restricciones tenían por objeto eliminar el fácil proceso de divorcio que evidentemente los hebreos habían aprendido en su asociación con los pueblos paganos.
Cristo habló enfáticamente contra el concepto de tener una esposa como propiedad (Mat. 5: 27-32; 19: 3-9). Esa práctica había acarreado mucha desgracia e injusticia a las mujeres judías. La escuela de Hillel, que sustentaba la filosofía religiosa popular judía en tiempos de Cristo, interpretaba "cosa indecente" (Deut. 24: 1) como cualquier cosa que le resultara desagradable al marido. La escuela de Shammai, más estricta y menos popular, definía la "cosa indecente" como algún acto comprobado de falta de pudor o adulterio. En tiempos de Cristo, la escuela de Hillel permitía el divorcio por tales pequeñeces como la exhibición del brazo de la mujer en público, el que la esposa quemase la comida de su marido, o cuando el esposo encontraba otra mujer más atrayente. De esta actitud laxa escribió Josefo: "El que desea divorciarse de su mujer por cualquier causa (y muchas causas tales se dan entre los hombres), que dé por escrito la certeza de que nunca más la usará como su mujer, porque así ella estará libre de casarse con otro marido, aunque antes de darse esta carta de divorcio, no debe permitírsele hacerlo" ( Antigüedades , iv. 8. 23).
La ley de Deut. 24: 1-4 no instituyó el divorcio, sino que lo toleró en vista de las imperfecciones de la naturaleza humana y los bajos 1051 conceptos morales del pueblo de Dios en ese tiempo. Para conocer la opinión de Dios respecto del matrimonio es preciso no detenerse en Deut. 24: 1-4, sino que, como lo hiciera Jesús, hay que remontarse a Gén. 1: 27 y 2: 24 (Mat. 5: 27-32; 19: 3-9). El consejo escrito por Moisés para la gente de sus días debe interpretarse a la luz de las costumbres de su época, y no de la nuestra, y siempre teniendo en vista el ideal divino. Una vez más Cristo elevó la vista de los hombres hacia ese divino ideal ordenado en el Edén. Ese primer matrimonio nos proporciona el modelo dado por Dios para su pueblo de hoy.
5. Recién casado.
Ver cap. 20: 5-8.
No saldrá a la guerra.
Ver cap. 20: 7. Es ventajoso para el Estado establecer medidas que tiendan a honrar y exaltar el matrimonio. Esta ley daba tiempo para que el hogar se estableciese firmemente. Y lo que era aún más importante, desde el punto de vista hebreo, daba mayor posibilidad para el nacimiento de un heredero que perpetuase el nombre del padre y heredase las propiedades familiares.
En ninguna cosa se le ocupará.
"Ni se le impondrá compromiso alguno" (BJ). La palabra hebrea traducida "cosa" o "compromiso" se refiere a cualquier servicio público que pudiese alejarlo de su casa. La misma palabra aparece en Núm. 4: 23, 30, 35, 39, 43; 8: 24.
6. La muela del molino.
Literalmente, "ambas piedras de molino o la parte de una" (Juec. 9: 53; 2 Sam. 11: 21). No debía tomarse ni el todo, ni la parte, porque así dejaría de funcionar el molino.
La vida del hombre.
Es decir, tomando algo esencial para la preparación del alimento, y poniendo así en peligro la salud de la familia. Durante siglos los pobres en Oriente han vivido con escasos víveres, y un detalle como éste, aparentemente insignificante, Podría causar una tragedia.
7. Hurtado.
Ver Exo. 21: 16. Raptar a una persona para esclavizaría merecía la pena de muerte. La libertad personal de un hombre es preciosa a la vista de Dios. La esclavitud es un pecado inexcusable contra Dios y contra la sociedad, como también contra el esclavo. Sin embargo, la esclavitud ha existido, en una u otra forma en los países orientales, desde tiempos inmemoriales. Las leyes que Dios le dio a Israel tenían el propósito de eliminar la esclavitud con el tiempo. La esclavitud viola todo derecho Y la dignidad humana.
8. Lepra.
Esta constituía la peor forma de impureza ceremonial. Por esta razón se tomaban las precauciones más cuidadosas con referencia a ella. En dos largos capítulos de Levítico (caps. 13 y 14) se enumeran con lujo de detalles los síntomas. Se la llama "plaga", literalmente, "azote". La misma palabra hebrea aparece en los caps. 17: 8; 21: 5.
9. María.
Ver Núm. 12. María era uno de los tres dirigentes principales de Israel (Miq. 6: 4). A pesar de ello, fue repentinamente herida con esa terrible enfermedad, la lepra, y fue echada del campamento de Israel por siete días (Núm. 12: 14). Ni su posición destacada, ni su relación personal con Moisés la protegieron del azote. No se trataba más duramente "más pobre y miserable leproso que al leproso de familia pudiente o destacada. Existía la tendencia entre los judíos de considerar todos los casos de lepra como castigo divino, pero no es razonable pensar así en todos los casos (Luc. 13: 1-6). La lepra es símbolo de pecado. El leproso espiritual, cuya misma alma está enferma, no puede encontrar cura para su enfermedad sino en Jesucristo.
10. En su casa.
Una medida legal para la protección del pobre. Su casa con lo que contenía era de poco valor material; sólo había allí lo más indispensable. Tal familia posiblemente no poseía más que sus ropas, unos pocos tiestos, un molino primitivo y, tal vez, la casa y el terreno. Sin embargo, tal casa debía respetarse. No debía ser violada. El pobre no tenía gran cosa que ofrecer a modo de prenda por el préstamo (ver Exo. 22: 26, 27), pero no debía abusarse de ese poco como algo baladí. El dueño salía a la puerta para mostrar lo que podía ofrecer en prenda. El que hacia el préstamo no debía entrar en la casa para escoger lo que quisiera llevarse.
11. Te quedarás fuera.
Dios ha levantado un cerco en torno de los pobres y humildes. Los derechos de propiedad de los necesitados son tan sagrados a la vista de Dios como lo son los derechos de los ricos y encumbrados. Compárese con la parábola de Mat. 18: 23-35. Dios espera que el cristiano manifieste consideración en su trato con sus hermanos.
12. Su prenda.
Posiblemente el manto exterior fuera lo único que el pobre tenia para ofrecer como "prenda". Era común ofrecer 1052 ropa como "prenda" (Deut. 24: 17; Job 22: 6; Prov. 20: 16; 27: 13; Amós 2: 8). Esta prenda no debía retenerse durante la noche (Exo. 22: 25, 26). El manto exterior tenía muchos usos (Exo. 12: 34; Juec. 8: 25). Con referencia al requisito de restaurar la prenda del pobre ver Eze. 18: 7, 12; 33: 15.
13. Justicia.
La fe de Abrahán le fue atribuida ante Dios como justicia. La manifestación de misericordia a los pobres y a los necesitados es igualmente grata a Dios (Mat. 25: 34-36). Todos los hombres son objeto del tierno amor de Dios y de su misericordia, y él quiere que consideremos a nuestros semejantes de la misma forma. La palabra hebrea traducida "justicia" aparece tanto en la forma femenina como en la masculina. Los profetas posteriores de Israel usaron la forma femenina, al igual que Moisés en este pasaje, para referirse a la atención compasiva de los pobres y necesitados. Estos dependían de Dios (Sal. 10: 14; 72: 12), y el Señor le recordó a su pueblo en repetidas ocasiones que sus obligaciones para con él comprendían el cuidado solícito de estos necesitados (cf. 1 Sam. 2: 8). Pero al mismo tiempo, ellos no debían hacer "limosnas" -literalmente, "justicia"- delante de los hombres (Mat. 6: 1). Debían ser justos ante el Señor.
14. No oprimirás.
Literalmente, "defraudarás". La misma palabra hebrea aparece en Lev. 19: 13; 1 Sam. 12: 3, 4; Lev. 6: 2, 4.
Jornalero.
Ver Lev. 19: 13; Jer. 22: 13; Mal. 3: 5; Sant. 5: 4.
Extranjeros.
No debía hacerse distinción entre el judío natural y el prosélito (Lev. 19: 34).
15. Su jornal.
La puntualidad en el pago de los jornales es un requisito divino tan positivo como la observancia del sábado o el diezmo. No es un acto de benevolencia, sino de justicia. Compárese con la parábola de los labradores en la viña (Mat. 20: 1, 2, 8).
Sustenta su vida.
El pobre no tenía reservas. Necesitaba del jornal diario para poder subsistir.
16. Cada uno.
Entre los paganos no era raro condenar a toda una familia por causa del crimen de un miembro de ella (ver Dan. 6: 24). Dios quiere que el transgresor mismo lleve todo el castigo de su crimen (2 Rey. 14: 6; Eze. 18: 10-24). En las Escrituras se hace una clara distinción entre el castigo infligido por una mala acción, como en este pasaje (ver también Rom. 6: 23), y los resultados naturales de tal acción (Exo. 20: 5).
17. No torcerás el derecho.
Ver Exo. 22: 22-24.
La ropa de la viuda.
Compárese con Job 24: 3. No debe negarse la justicia ni al más desvalido. El extranjero, la viuda, el huérfano y el desvalido deben gozar de la plena protección de la ley (ver Mat. 18: 28-35).
18. Fuiste siervo.
Compárese con Lev. 19: 33, 34. El opresor que ha experimentado en carne propia la amargura de la opresión es doblemente culpable.
19. Tu mies.
Dios ordenó numerosas leyes para aliviar la suerte de los necesitados (Lev. 19: 9, 10; 23: 22). Aquellos que no poseían tierras tenían el privilegio de recoger lo que quedaba en los campos, los viñedos y los olivares. El propietario no sufría por falta de lo poco que ellos pudiesen encontrar, pero por su acción, traía felicidad a los pobres, aliviaba sus necesidades y, al mismo tiempo, alegraba su propio corazón (ver Prov. 11: 24).
20. Tus olivos.
En todo tiempo la época de la cosecha recordaría a los hombres el valor y la hermosura de un espíritu compasivo. La existencia de pobres entre nosotros nos proporciona la oportunidad de cultivar el espíritu de generosidad. El que aun en la cosecha, cuando recoge los abundantes frutos de la naturaleza, tiene el corazón duro, difícilmente pueda ser generoso en otro tiempo.
22. Acuérdate.
Ver vers. 18; cap. 15: 15. Nuestras propias experiencias difíciles en la vida debieran hacernos compasivos para con otros que puedan estar sufriendo como una vez nos tocó sufrir a nosotros.
CBA T1
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