1. Hijos de José.
En orden de importancia, la tribu de Judá aparece en primer lugar; y en segundo, están los hijos de José. Esto se confirma en 1 Crón. 5: 2: " "Bien que Judá llegó a ser el mayor sobre sus hermanos, y el príncipe de ellos; mas el derecho de primogenitura fue de José" " . Por eso hubo tres etapas sucesivas en la distribución de la tierra de Canaán presidida por Josué: primera, el establecimiento de la tribu de Judá en las montañas del sur de Palestina; segunda, el establecimiento de Efraín y Manasés en el centro del país y en algunos baluartes en el norte; tercera, la distribución de las tribus restantes, a fin de llenar los vacíos dejados entre Judá y José, y también para ubicarlas en torno a los territorios de los primeros, sin duda para protegerlos. Al describir el territorio de José, el narrador no da tantos detalles como dio de las fronteras de Judá, y por eso es difícil trazarlas. Tampoco nos da la lista de ciudades como dio la de las de Judá. Se desconoce el motivo de esta omisión. Algunos han sugerido que, siendo que Josué pertenecía a la tribu de José, recibió el encargo de repartir el territorio a su tribu, y todos los detalles pequeños de dicha distribución no se redactaron en conjunto, razón por la cual se omitió del registro la descripción de la frontera y de las ciudades. Otra particularidad de la narración es la manera en que Efraín recibió la posesión de ciertas ciudades de Manasés, quedando así entrelazados sus territorios. Parece haberse tratado de un arreglo de buena voluntad.
Desde el Jordán.
Comenzando desde el Jordán, frente a Jericó, la frontera meridional iba hasta las "aguas de Jericó", hoy la fuente de Eliseo o del Sultán, donde Eliseo realizó un milagro, pasando por el lado este de esa fuente. De allí la frontera continuaba hacia el este, dejando la ciudad de Jericó al sur.
Hacia el desierto.
En el hebreo no hay preposición antes de la palabra "desierto", pero es necesario añadirla. Es probable que la frase "por el desierto" represente mejor la idea del autor. La región que aquí se señala es la que en el cap. 18: 12 se llama el desierto de Bet-avén. Por lo que dice en Jos. 7: 2 se deduce que Bet-avén habría estado al este de Bet-el.
Por las montañas de Bet-el.
La preposición hebrea be , aquí traducida "por", puede también traducirse "en", o "en las proximidades de". Se alude a la zona montañosa de Bet-el. Después de pasar al norte y al este de Jericó, la frontera continuaba por el desierto de Bet-avén (ver cap. 18: 12), y subía por una de las quebradas, ya fuese el Wadi Harith o el Wadi Suweinit , a los cerros que rodeaban a Bet-el.
2. De Bet-el sale a Luz.
Bet-el significa literalmente 260 "casa de"Dios" , y se llamó así porque Jacob recibió allí la visión divina registrada en Gén. 28. Por lo que se dice en Gén. 28: 19, parece que ese lugar estuvo cerca de la ciudad de Luz, en uno de los campos vecinos, donde Jacob pasó la noche. Puesto que los dos lugares estaban tan cerca el uno del otro, es probable que más tarde se los considerara como uno (ver Jos. 18: 13; Juec. 1: 23).
Territorio de los arquitas.
Literalmente, "frontera de los arquitas" (BJ). Husai, amigo de David, era arquita (2 Sam. 15: 32), pero no es mucho más lo que puede decirse de su tribu o del lugar de donde provenía.
Atarot.
Se desconoce la ubicación de esta aldea, pero se cree que pudo haber sido Atarot-adar, todavía sin identificar.
3. Territorio de los jafletitas.
Poco se sabe del clan de los jafletitas, puesto que sólo en 1 Crón. 7: 32, 33 se los vuelve a mencionar. Según esta referencia, Jaflet fue bisnieto de Aser. Es posible que en una fecha muy remota esta familia de la tribu de Aser se hubiera establecido en esta parte del territorio de Efraín, y se hubiera quedado allí. Desde Bet-el, la frontera corría en dirección al noroeste hacia Atarot, y bajaba luego hacia el suroeste, donde tocaba la frontera de los jafletitas hasta el límite de Bet-horón la de abajo.
Bet-horón.
Bet-horón la de abajo estaba 213 m más abajo que Bet-horón la de arriba, aunque entre las dos no había más de 2,8 km de distancia. Estas aldeas, estratégicamente ubicadas, dominaban el camino de la llanura de Ajalón a Jerusalén. Hoy se conoce a Bet-horón la de abajo como Beit 'Ur et-Tahtã (ver com. cap. 10: 10).
Gezer.
Ver com. cap. 10: 33.
5. Atarot-adar.
Si se trata de otro nombre de Atarot (vers. 2), lo que es casi seguro, la frontera desde Atarot (ver com. vers. 2) correría entonces en dirección al sur hasta Bet-horón. Luego, puede considerarse esta sección como parte de la frontera oriental de Efraín.
6. Continúa el límite hasta el mar.
Para mayor claridad, se debe relacionar esta expresión con la parte final del vers. 5. Aquí se menciona a "Bet-horón la de arriba" , en lugar de "Bet-horón la de abajo" del vers. 3. Los dos lugares estaban muy próximos entre sí, y es posible que la mención de los dos sirva para indicar que ambos pertenecían a Efraín. Desde aquí la frontera iba hasta el mar, pasando por Gezer, como se mencionó en el vers. 3.
Hasta Micmetat.
El texto original no tiene preposición. Con Micmetat comienza la enumeración de los lugares que definían la frontera norte, y esta oración no debe estar unida con la anterior. La BJ pone puntos suspensivos entre las dos y explica en la nota que "han caído algunas palabras del texto" . En el cap. 17: 7 aparece esta ciudad "enfrente de Siquem" , quizá a poca distancia hacia el este o el sudeste.
Da vuelta hacia el oriente.
Se piensa que la frontera iba de Tapúa (ver vers. 8), al noreste de Micmetat, y luego al este, a Taanatsilo.
Taanat-silo.
Lugar identificado con Khirbet Ta'nah el-Fôqã o con 'Ain Tana , unas ruinas que están al sudeste de la moderna Nablus, cerca del sitio de la antigua Siquem.
Janoa.
Quizá sea hoy las ruinas de Khirbet Yãnûn , a unos 9,6 km al sudeste de Siquem.
7. Atarot.
No es la misma Atarot de los vers. 2 y 5, sino una aldea no identificada en el límite norte de Efraín, junto al valle del Jordán. Evidentemente estaba en el borde mismo del valle, porque el texto habla de descender de Janoa a Atarot. El nombre significa "coronas".
Naarat.
Se la llama Naarán en 1 Crón. 7: 28. Una aldea del este de Efraín, posiblemente Khirbet el-'Auja , a 8,5 km al noroeste de Jericó. Desde este punto el límite corría hacia el sur y alcanzaba la frontera de Jericó. La ciudad misma de Jericó era de Benjamín.
8. De Tapúa se vuelve hacia el mar.
Este nombre significa "manzana". Según el cap. 17: 7, Tapúa estuvo al sur, y probablemente un poco al oeste de Micmetat. Desde este punto el autor describe con más detalles la parte occidental de la frontera norte. Tapúa estaba situada a 12,8 km al sudoeste de Siquem. Desde este punto la frontera iba al oeste, hacia el arroyo de Caná.
Arroyo de Caná.
"Torrente de Caná" (BJ). El hebreo usa la palabra que se refiere a arroyos de invierno, lo que hoy se llama wadi . El nombre, "torrente de cañas", se debía a sus muchas cañas. La frontera seguía este arroyo y el río Yarkón hasta el mar.
9. Hubo también ciudades que se ataron.
Literalmente, "las ciudades escogidas, apartadas". De estas ciudades que fueron 261 apartadas del territorio de Manasés para los hijos de Efraín, sólo se menciona por nombre a Tapúa (cap. 17: 8). En el cap. 17: 11 se encuentra una lista de las ciudades de Aser e Isacar que fueron dadas a Manasés. A su vez, Manasés dio a Efraín algunas de sus ciudades. Esta manera de compartir el territorio y ceder ciudades de una tribu a otra tendía a producir solidaridad entre las diversas tribus y prevenía la desunión. Al completar la conquista del territorio asignado a la tribu más débil, la tribu más fuerte se beneficiaba a sí misma. Nos ayudamos a nosotros mismos cuando asistimos a otros. La cohesión que hubo entre las diez tribus hasta que éstas rompieron con Judá, pudo haber tenido su comienzo en la forma en que se dividió y compartió el territorio. Es probable que durante siglos las ciudades del norte abrigaron celos y resentimiento contra Judá debido al gran tamaño de su territorio en comparación con el que les había tocado a ellas.
10. No arrojaron.
Se acusa a los efrainitas de no haber expulsado a los cananeos de Gezer. En lugar de hacerlo, les exigieron el pago de tributos. Lo que probablemente motivó esto fue la codicia, a fin de que los efrainitas pudiesen aprovechar sus servicios. La ciudad y sus habitantes no fueron destruidos hasta los días de Salomón, cuando el faraón de Egipto tomó a Gezer y se la dio a su hija, esposa de Salomón (1 Rey. 9: 16).
Cuando permitieron que esos extranjeros permaneciesen en medio de ellos, los efrainitas se expusieron a un peligro espiritual. La historia posterior de esta tribu muestra que cayó tan completamente en la idolatría que, por medio de su profeta, Dios declaró: " "Efraín es dado a sus ídolos; déjalo" (Ose. 4: 17). El fin de Efraín y las tribus que lo acompañaban debería servirnos de advertencia, a fin de que no nos unamos en yugo con los infieles (2 Cor. 6: 14).
Cuando se profesa estar en comunión con los que aman al Señor sin dedicarse resueltamente a eliminar de la vida los hábitos que ligan a este mundo, se está en peligro de sucumbir ante el mal que esos hábitos con toda seguridad han de producir en la vida. Un cristiano no puede retener la amistad del mundo, ni continuar su asociación con personas mundanas como lo hacía antes de su conversión, sin ser afectado por la influencia de ellas. Nuestra única seguridad es eliminar de nuestra vida todo lo que tienda al mal (ver com. cap. 17: 18).
En orden de importancia, la tribu de Judá aparece en primer lugar; y en segundo, están los hijos de José. Esto se confirma en 1 Crón. 5: 2: " "Bien que Judá llegó a ser el mayor sobre sus hermanos, y el príncipe de ellos; mas el derecho de primogenitura fue de José" " . Por eso hubo tres etapas sucesivas en la distribución de la tierra de Canaán presidida por Josué: primera, el establecimiento de la tribu de Judá en las montañas del sur de Palestina; segunda, el establecimiento de Efraín y Manasés en el centro del país y en algunos baluartes en el norte; tercera, la distribución de las tribus restantes, a fin de llenar los vacíos dejados entre Judá y José, y también para ubicarlas en torno a los territorios de los primeros, sin duda para protegerlos. Al describir el territorio de José, el narrador no da tantos detalles como dio de las fronteras de Judá, y por eso es difícil trazarlas. Tampoco nos da la lista de ciudades como dio la de las de Judá. Se desconoce el motivo de esta omisión. Algunos han sugerido que, siendo que Josué pertenecía a la tribu de José, recibió el encargo de repartir el territorio a su tribu, y todos los detalles pequeños de dicha distribución no se redactaron en conjunto, razón por la cual se omitió del registro la descripción de la frontera y de las ciudades. Otra particularidad de la narración es la manera en que Efraín recibió la posesión de ciertas ciudades de Manasés, quedando así entrelazados sus territorios. Parece haberse tratado de un arreglo de buena voluntad.
Desde el Jordán.
Comenzando desde el Jordán, frente a Jericó, la frontera meridional iba hasta las "aguas de Jericó", hoy la fuente de Eliseo o del Sultán, donde Eliseo realizó un milagro, pasando por el lado este de esa fuente. De allí la frontera continuaba hacia el este, dejando la ciudad de Jericó al sur.
Hacia el desierto.
En el hebreo no hay preposición antes de la palabra "desierto", pero es necesario añadirla. Es probable que la frase "por el desierto" represente mejor la idea del autor. La región que aquí se señala es la que en el cap. 18: 12 se llama el desierto de Bet-avén. Por lo que dice en Jos. 7: 2 se deduce que Bet-avén habría estado al este de Bet-el.
Por las montañas de Bet-el.
La preposición hebrea be , aquí traducida "por", puede también traducirse "en", o "en las proximidades de". Se alude a la zona montañosa de Bet-el. Después de pasar al norte y al este de Jericó, la frontera continuaba por el desierto de Bet-avén (ver cap. 18: 12), y subía por una de las quebradas, ya fuese el Wadi Harith o el Wadi Suweinit , a los cerros que rodeaban a Bet-el.
2. De Bet-el sale a Luz.
Bet-el significa literalmente 260 "casa de"Dios" , y se llamó así porque Jacob recibió allí la visión divina registrada en Gén. 28. Por lo que se dice en Gén. 28: 19, parece que ese lugar estuvo cerca de la ciudad de Luz, en uno de los campos vecinos, donde Jacob pasó la noche. Puesto que los dos lugares estaban tan cerca el uno del otro, es probable que más tarde se los considerara como uno (ver Jos. 18: 13; Juec. 1: 23).
Territorio de los arquitas.
Literalmente, "frontera de los arquitas" (BJ). Husai, amigo de David, era arquita (2 Sam. 15: 32), pero no es mucho más lo que puede decirse de su tribu o del lugar de donde provenía.
Atarot.
Se desconoce la ubicación de esta aldea, pero se cree que pudo haber sido Atarot-adar, todavía sin identificar.
3. Territorio de los jafletitas.
Poco se sabe del clan de los jafletitas, puesto que sólo en 1 Crón. 7: 32, 33 se los vuelve a mencionar. Según esta referencia, Jaflet fue bisnieto de Aser. Es posible que en una fecha muy remota esta familia de la tribu de Aser se hubiera establecido en esta parte del territorio de Efraín, y se hubiera quedado allí. Desde Bet-el, la frontera corría en dirección al noroeste hacia Atarot, y bajaba luego hacia el suroeste, donde tocaba la frontera de los jafletitas hasta el límite de Bet-horón la de abajo.
Bet-horón.
Bet-horón la de abajo estaba 213 m más abajo que Bet-horón la de arriba, aunque entre las dos no había más de 2,8 km de distancia. Estas aldeas, estratégicamente ubicadas, dominaban el camino de la llanura de Ajalón a Jerusalén. Hoy se conoce a Bet-horón la de abajo como Beit 'Ur et-Tahtã (ver com. cap. 10: 10).
Gezer.
Ver com. cap. 10: 33.
5. Atarot-adar.
Si se trata de otro nombre de Atarot (vers. 2), lo que es casi seguro, la frontera desde Atarot (ver com. vers. 2) correría entonces en dirección al sur hasta Bet-horón. Luego, puede considerarse esta sección como parte de la frontera oriental de Efraín.
6. Continúa el límite hasta el mar.
Para mayor claridad, se debe relacionar esta expresión con la parte final del vers. 5. Aquí se menciona a "Bet-horón la de arriba" , en lugar de "Bet-horón la de abajo" del vers. 3. Los dos lugares estaban muy próximos entre sí, y es posible que la mención de los dos sirva para indicar que ambos pertenecían a Efraín. Desde aquí la frontera iba hasta el mar, pasando por Gezer, como se mencionó en el vers. 3.
Hasta Micmetat.
El texto original no tiene preposición. Con Micmetat comienza la enumeración de los lugares que definían la frontera norte, y esta oración no debe estar unida con la anterior. La BJ pone puntos suspensivos entre las dos y explica en la nota que "han caído algunas palabras del texto" . En el cap. 17: 7 aparece esta ciudad "enfrente de Siquem" , quizá a poca distancia hacia el este o el sudeste.
Da vuelta hacia el oriente.
Se piensa que la frontera iba de Tapúa (ver vers. 8), al noreste de Micmetat, y luego al este, a Taanatsilo.
Taanat-silo.
Lugar identificado con Khirbet Ta'nah el-Fôqã o con 'Ain Tana , unas ruinas que están al sudeste de la moderna Nablus, cerca del sitio de la antigua Siquem.
Janoa.
Quizá sea hoy las ruinas de Khirbet Yãnûn , a unos 9,6 km al sudeste de Siquem.
7. Atarot.
No es la misma Atarot de los vers. 2 y 5, sino una aldea no identificada en el límite norte de Efraín, junto al valle del Jordán. Evidentemente estaba en el borde mismo del valle, porque el texto habla de descender de Janoa a Atarot. El nombre significa "coronas".
Naarat.
Se la llama Naarán en 1 Crón. 7: 28. Una aldea del este de Efraín, posiblemente Khirbet el-'Auja , a 8,5 km al noroeste de Jericó. Desde este punto el límite corría hacia el sur y alcanzaba la frontera de Jericó. La ciudad misma de Jericó era de Benjamín.
8. De Tapúa se vuelve hacia el mar.
Este nombre significa "manzana". Según el cap. 17: 7, Tapúa estuvo al sur, y probablemente un poco al oeste de Micmetat. Desde este punto el autor describe con más detalles la parte occidental de la frontera norte. Tapúa estaba situada a 12,8 km al sudoeste de Siquem. Desde este punto la frontera iba al oeste, hacia el arroyo de Caná.
Arroyo de Caná.
"Torrente de Caná" (BJ). El hebreo usa la palabra que se refiere a arroyos de invierno, lo que hoy se llama wadi . El nombre, "torrente de cañas", se debía a sus muchas cañas. La frontera seguía este arroyo y el río Yarkón hasta el mar.
9. Hubo también ciudades que se ataron.
Literalmente, "las ciudades escogidas, apartadas". De estas ciudades que fueron 261 apartadas del territorio de Manasés para los hijos de Efraín, sólo se menciona por nombre a Tapúa (cap. 17: 8). En el cap. 17: 11 se encuentra una lista de las ciudades de Aser e Isacar que fueron dadas a Manasés. A su vez, Manasés dio a Efraín algunas de sus ciudades. Esta manera de compartir el territorio y ceder ciudades de una tribu a otra tendía a producir solidaridad entre las diversas tribus y prevenía la desunión. Al completar la conquista del territorio asignado a la tribu más débil, la tribu más fuerte se beneficiaba a sí misma. Nos ayudamos a nosotros mismos cuando asistimos a otros. La cohesión que hubo entre las diez tribus hasta que éstas rompieron con Judá, pudo haber tenido su comienzo en la forma en que se dividió y compartió el territorio. Es probable que durante siglos las ciudades del norte abrigaron celos y resentimiento contra Judá debido al gran tamaño de su territorio en comparación con el que les había tocado a ellas.
10. No arrojaron.
Se acusa a los efrainitas de no haber expulsado a los cananeos de Gezer. En lugar de hacerlo, les exigieron el pago de tributos. Lo que probablemente motivó esto fue la codicia, a fin de que los efrainitas pudiesen aprovechar sus servicios. La ciudad y sus habitantes no fueron destruidos hasta los días de Salomón, cuando el faraón de Egipto tomó a Gezer y se la dio a su hija, esposa de Salomón (1 Rey. 9: 16).
Cuando permitieron que esos extranjeros permaneciesen en medio de ellos, los efrainitas se expusieron a un peligro espiritual. La historia posterior de esta tribu muestra que cayó tan completamente en la idolatría que, por medio de su profeta, Dios declaró: " "Efraín es dado a sus ídolos; déjalo" (Ose. 4: 17). El fin de Efraín y las tribus que lo acompañaban debería servirnos de advertencia, a fin de que no nos unamos en yugo con los infieles (2 Cor. 6: 14).
Cuando se profesa estar en comunión con los que aman al Señor sin dedicarse resueltamente a eliminar de la vida los hábitos que ligan a este mundo, se está en peligro de sucumbir ante el mal que esos hábitos con toda seguridad han de producir en la vida. Un cristiano no puede retener la amistad del mundo, ni continuar su asociación con personas mundanas como lo hacía antes de su conversión, sin ser afectado por la influencia de ellas. Nuestra única seguridad es eliminar de nuestra vida todo lo que tienda al mal (ver com. cap. 17: 18).
CBA T2
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