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Las decisiones que tomamos - Sección Maestros - Lección 2


Lección 2- MATERIAL AUXILIAR PARA EL MAESTRO
El sábado enseñaré...

RESEÑA
Las decisiones son una parte tan importante de nuestra vida que a menudo escapan a nuestra atención directa. Como resultado, las malas decisiones generan consecuencias nefastas. Sin embargo, esas mismas decisiones se repiten vez tras vez. Esta lección examina brevemente la naturaleza de las decisiones, y luego estudia cómo tomar las decisiones importantes de la vida en forma piadosa.

Cuando hablamos de “decisión”, generalmente nos referimos al libre albedrío. El don más grandioso y creativo que Dios nos haya otorgado fue hacernos agentes morales libres. Sin este don, todos los demás dones no podrían apreciarse libremente. Además, sin él, todas nuestras respuestas de amor y adoración a Dios carecerían de autenticidad. La verdadera libertad hace que el amor sea una posibilidad auténtica. Pero esta libertad no está exenta del potencial para el mal. Como todos sabemos, ese potencial se ha hecho realidad vez tras vez desde la Caída.

No obstante, aunque el mal haya sumido metafóricamente a este planeta en la oscuridad, Dios ha preservado y provisto fuentes de luz para ayudarnos a encontrar el camino. A menudo tratamos de que la responsabilidad de los problemas y el dolor de nuestra vida recaigan sobre Dios. Sin embargo, en numerosos casos, un análisis sincero muestra que muchas veces ignoramos los sabios recursos que Dios nos ofrece, que hubiesen evitado esos problemas desde el comienzo. Nuestro Dios es un Dios de revelaciones (y de paciencia). Él se comunica con nosotros a través de la naturaleza (Sal. 19:1-3; Rom. 1:20), la oración (Mat. 21:22; Sant. 1:5), las Escrituras (Sal. 119:105; 2 Tim. 3:16), los consejeros piadosos (Prov. 11:14; 15:22), y a través de la vida y las palabras de Jesús (Heb. 1:2, 3), lo más glorioso. Estas son nuestras luces en el mundo. En realidad, no deberíamos tomar decisiones importantes sin consultarlas, especialmente en los aspectos destacados en esta lección: (1) la elección de las amistades, (2) la elección del compañero de la vida y (3) la elección de una ocupación para la vida.

COMENTARIO
 
Motivación para la ética cristiana  
Somos lo que somos debido a nuestras decisiones. Estamos donde estamos a causa de nuestras decisiones. Por supuesto, las decisiones de los demás afectan nuestra vida, porque vivimos dependiendo unos de otros; pero la manera en la que respondemos a esas decisiones nos pone nuevamente en el asiento del conductor. Esta perspectiva nos hace responsables de nuestras situaciones actuales y, al mismo tiempo, nos hace reconocer que algunos acontecimientos de la vida no están bajo nuestro control. Las ramificaciones de nuestras decisiones son trascendentales. Por lo tanto, es de suponer que todos nos esforzamos bastante en reflexionar sobre la naturaleza de las decisiones morales y luego, como resultado, intencionalmente adoptamos el marco ético más razonable. Pero, lamentablemente, la persona promedio pasa más tiempo investigando qué computadora comprar y no con qué sistema ético vivir.

La comodidad, las tendencias culturales, la presión social, las emociones, los hábitos y las meras preferencias son guías poco confiables para las decisiones que conducen a la vida que Dios tiene para nosotros. Basar nuestras decisiones en fundamentos tan poco confiables es una tontería.
Todos, seamos cristianos o no, tenemos la obligación de preguntarnos: ¿Cuáles serán los fundamentos para tomar mis decisiones?
 
Fundamentos de la ética cristiana
 
La piedra angular de la ética cristiana es que hemos sido creados a la imago Dei; es decir, la imagen de Dios (Gén. 1:27). Todas nuestras decisiones deberían tomarse en relación con esa realidad. Cuanto mayor sea el conocimiento del carácter de Dios, más amplio será nuestro horizonte ético, y más glorioso se mostrará nuestro destino (2 Cor. 3:18). Por ende, ¿cómo se puede conservar y restaurar la imagen de Dios sobre la base de las decisiones? En respuesta a esa pregunta, considera la siguiente historia apócrifa. Un hombre una vez le preguntó a Miguel Ángel sobre su estatua de David: “¿Cómo fue que creaste una obra maestra de este tipo a partir de un tosco pedazo de mármol?” El artista respondió: “Simplemente piqué todo lo que no se parecía a David”. Podemos tomar decisiones para hacer solo aquello que se asemeje a Jesús y proponernos arrancar de nuestra vida cualquier cosa que no se le parezca. Ser conscientes de nuestro llamado a ser los portadores de la imagen de Dios es fundamental para alcanzar el objetivo de la ética cristiana. Pero necesitamos más ayuda y orientación que simplemente preguntarnos: “¿Qué haría Jesús?”

La fuente de la ética cristiana

Las enseñanzas de la Biblia proporcionan los fundamentos de la ética cristiana. Miroslav Kiš, un adventista erudito en ética ya fallecido, nos brinda tres lentes que nos ayudan a recoger la sabiduría ética de las Escrituras (ver M. Kiš, “Biblical Narratives and Christian Decision”, pp. 24-31). Estas tres lentes son:
(1) los principios,
(2) las reglas de acción y
(3) los modelos normativos. 
Debido a que estas lentes son relativamente simples y solo hay tres, escríbelas en una pizarra y anima a la clase a memorizarlas.

Los principios: Estos se basan en nuestras nociones fundamentales de la verdad moral. Son generales e inmutables pero aun necesitan iluminación de las Escrituras. A los Diez Mandamientos, los Salmos, Eclesiastés, Proverbios, los evangelios (especialmente el Sermón del Monte) y las epístolas general- mente se los considera fuentes de principios morales que son suficientes para cubrir las diversas situaciones de la vida. No cometer adulterio y tratar a los demás como quieres que te traten a ti son ejemplos de estos principios atemporales (Éxo. 20:14; Mat. 7:12).

Reglas de acción: Estas son reglas específicas que derivan de principios más amplios y están vinculadas a situaciones concretas. El mandato de Dios a Gedeón de destruir el altar de Baal y erigir un altar al Señor (Juec. 6:25, 26), el mandamiento de Jesús al joven rico de vender todas sus posesiones (Mat. 19:21) y la orden que Jesús le dio a Pedro de que guardara su espada (Mat. 26:52) no son órdenes específicas para nosotros hoy. Pero eso no quiere decir que sean irrelevantes. Cuando se trata de reflexionar sobre cuestiones de adoración, idolatría, finanzas, prioridades y violencia, se debe aludir a estos mandatos para poder determinar mejor la voluntad de Dios en cualquier situación particular en la que podamos estar.

Modelos normativos: Las historias de la Biblia también sirven como normas morales. Pablo explica que “estas cosas [los relatos históricos de la historia de Israel] [...] están escritas para amonestarnos a nosotros” (1 Cor. 10:11). Estas historias son normativas porque nos sirven de advertencia “para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron” (1 Cor. 10:6).
Además, son modelos porque están destinados a la imitación. Estos modelos a veces ofrecen beneficios que los principios y las reglas de acción no ofrecen. Nos ayudan a identificarnos con los personajes que experimentan luchas y tentaciones cuando los principios morales de Dios están en juego.

En los relatos, se destacan las consecuencias de seguir o rebelarse contra las normas morales, y las cadenas de causa y efecto están a la vista. Kiš destaca, en “Biblical Narratives and Christian Decision”, los beneficios de leer historias bíblicas como modelos normativos: “Podemos aprender lecciones sin experimentar realmente el pecado por nosotros mismos. Los modelos normativos nos ayudan a aprender por sustitución” (p. 29).

Los modelos normativos de la Biblia también pueden ser útiles cuando dos principios bíblicos entran en conflicto en determinada situación. Una historia bíblica a menudo brinda la solución al conflicto. Además, el principio moral quizá sea claro a veces, pero aun así existen varios cursos de acción específicos (reglas de acción) que parecen aplicarse. ¿Cuál tomamos? Con frecuencia, los modelos normativos, como señala Kiš, pueden “servir para inclinar la balanza” (p. 30).
Algunos alumnos de tu clase quizá consideren que esta breve introducción a la ética cristiana está demasiado enfocada en el comportamiento, en el mejor de los casos, o que es demasiado legalista, en el peor de los casos.

¿Y la obra del Espíritu Santo en la vida? ¿Qué decir en cuanto a ser salvos por gracia? Se supone que estas y otras dimensiones de la salvación están presentes cuando enfrentamos desafíos éticos. Puede ser bueno terminar la discusión recordando que las decisiones definen nuestro futuro. No es de extrañar, entonces, que un Dios de amor ordene y refuerce los principios de la conducta moral (ética) (Heb. 12:5-8; Apoc. 3:19) que garantizan que disfrutemos de la vida “en abundancia” ahora “y en el siglo venidero la vida eterna” (Juan 10:10; Luc. 18:30). No esperaríamos menos de un padre terrenal. ¿Por qué esperar menos de nuestro Padre celestial?

APLICACIÓN A LA VIDA 
La sección anterior sobre ética estaba cargada de teoría. Aunque la teoría es importante, ahora es la oportunidad de tomar ese marco ético ya analizado y aplicarlo brevemente a las decisiones trascendentales que destaca la lección. Estas son algunas situaciones hipotéticas que podemos abordar para elegir al cónyuge.

Hipótesis 1: Un amigo tuyo acaba de terminar con un segundo fracaso matrimonial. Ahora hay alguien en la iglesia que ha captado su atención. Este amigo ha venido a pedirte consejo. ¿Cuáles son algunos principios, reglas de acción o modelos normativos de las Escrituras que podrías compartir? 
 
Abordaje posible: Los autores de la lección adoptan un enfoque fascinante basado en principios, en preparación para el matrimonio, al invocar la Regla de Oro para llegar a ser la clase de cónyuge que uno desearía tener. Este enfoque significa que, si alguien está buscando casarse, primero debería cultivar las cualidades interiores de lo que está buscando en otra persona.
La historia de Isaac y Rebeca también podría servir como modelo normativo en el sentido de que: (1) Isaac confía en otros para la elección del cónyuge (Gén. 24:1-4); (2) una mujer de su tierra idólatra no es una opción (Gén. 24:6); (3) Isaac estaba meditando (quizás en oración) la noche en que Rebeca llegó (Gén. 24:63); y (4) todas las partes se mostraron complacidas con el arreglo.

Hipótesis 2: Tienes un amigo que vive en un lugar donde la poligamia es legal. Él está pensando tomar una segunda esposa. Además, él no cree que la Biblia prohíba la poligamia explícitamente. De hecho, muchos patriarcas de la Biblia tuvieron varias esposas. ¿Cómo podrías utilizar el marco ético analizado en la sección anterior para orientarlo por un camino distinto? 
 
Abordaje posible: Una regla de acción podría ser la que se cita en Levítico 18:18, que dice: “No te casarás con la hermana de tu esposa, ni tendrás relaciones sexuales con ella mientras tu esposa viva, para no crear rivalidades entre ellas” (NVI). Curiosamente, este texto podría usarse para apoyar la poligamia si de hecho significa que está excluyendo solo el casamiento con hermanas de sangre. Sin embargo, hay un fuerte respaldo a que “la hermana de tu esposa” es una expresión idiomática que se refiere a una ciudadana, y por lo tanto excluye la posibilidad de tener esposas adicionales. Richard M. Davidson ofrece ocho consideraciones en nombre de esta interpretación (ver Flame of Yahweh: Sexuality in the Old Testament, p. 194).

Pero ¿qué pasa si nos damos por vencidos y no logramos ponernos de acuerdo sobre lo que dice Levítico 18:18? El ideal edénico de la relación exclusiva entre Adán y Eva puede proporcionar un principio operativo. También tenemos modelos normativos para considerar: historias de fracasos familiares causados por la poligamia, padecidos por Abraham, Jacob, David y Salomón. Al juntar estos relatos, teológicamente comienza a manifestarse una evaluación negativa de la poligamia en las Escrituras.

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