1. Monte de Efraín.
Ver com. caps. 2: 9 y 3: 27. No se define con precisión la ubicación del hogar de Micaía. Se insinúa que estaba en algún lugar a lo largo del camino que atravesaba las montañas del centro de Palestina en el territorio de Efraín.
Micaía.
Heb. mikayehu . Esta forma del nombre aparece sólo aquí y en el vers. 4. Las otras veces que se repite el nombre en este relato, se usa la forma corta mikah . El nombre completo significa, "quien es como Dios [Yahweh]", mientras que la abreviatura significa "quien es como".
Comenzando con el cap. 17, el resto del libro de Jueces se compone de dos apéndices de lo que se ha relatado en los capítulos anteriores. Hasta este punto en la narración del libro de Jueces los sucesos han girado en torno de la apostasía, la opresión y la liberación. Los últimos cinco capítulos registran dos acontecimientos ocurridos en tiempos de jueces anteriores. Se relatan para mostrar el estado de anarquía reinante durante esa época.
Los capítulos 17 y 18 presentan hechos de la vida de Micaía y relatan la migración de una parte de la tribu de Dan desde su territorio asignado entre el mar y la frontera sur de Efraín, hasta la parte norte de Palestina adyacente al territorio de Neftalí. El relato se divide en tres partes: (1) el origen de la idolatría de Micaía (cap. 17: 1-6), (2) cómo un levita renegado llegó a ser sacerdote de ese culto idolátrico (cap. 17: 7-13), (3) y cómo la imagen fue llevada a Dan junto con la migración de parte de esa tribu. Los acontecimientos que aquí se describen quizá acontecieron durante el tiempo de los ancianos que siguieron a Josué (cap. 2: 6-10; ver com. cap. 18: 29).
2. Mil cien siclos.
Sobre "siclo", véase t. I de este Comentario, págs. 172-178.
Maldijiste.
Cuando la madre, que indudablemente era una viuda pudiente que vivía con su hijo, descubrió que le habían hurtado la plata, maldijo terriblemente el dinero y al que lo había tomado, sin soñar quizá que su propio hijo Micaía era el ladrón. Al maldecir la plata es posible que hubiera mencionado, como lo hizo en el vers. 3, que la había destinado para hacer una imagen, con lo que prohibía su uso para otros fines. En esta forma el ladrón no podría usarla, de acuerdo con la superstición, sin sufrir el castigo del dios a quien así se invocaba.
De los cuales me hablaste.
Micaía oyó la terrible imprecación contra el ladrón y tal vez se turbó al punto. En esos tiempos se creía que el poder de una maldición era muy grande y real.
Yo lo tomé.
Es posible que la confesión de Micaía pudiera haberse hecho con la esperanza de aliviar su conciencia y evitar el efecto anticipado de la maldición.
Bendito seas.
Los antiguos creían que una maldición no podía retirarse; no obstante, es posible que la madre de Micaía hubiera intentado evitar sus efectos neutralizándola con una bendición.
3. He dedicado el dinero.
La vehemencia de su maldición se debía a que había prometido ese dinero "a Jehová". Sin embargo, no queda claro si ella dijo que acababa de consagrarlo, en agradecimiento por su devolución, o si lo había consagrado antes de que le fuese robado. Los dos sentidos son posibles.
A Jehová.
Esto indicaría que esta madre y su hijo adoraban al Dios de los hebreos. Pero su culto se había degradado, como había ocurrido con el de otros israelitas, hasta el punto de que hicieron imágenes talladas delante del Señor en directa violación del segundo mandamiento.
Una imagen de talla.
No es claro si pésel ("imagen de talla") y massekah ("imagen de fundición") representan dos imágenes diferentes, o una sola imagen de plata adornada con ornamentos esculpidos. Muchas veces se tallaba una imagen de algún metal inferior y se la recubría con un metal más precioso. Se encontró una imagen tal de un dios en la ciudad de Meguido, en Palestina, y está ahora en el museo del Instituto de Estudios Orientales de la Universidad de Chicago. Sin embargo, el pasaje del cap. 18: 17 parecería indicar que se trataba de dos imágenes. En ese pasaje, las dos palabras están separadas de tal manera que difícilmente pueda entenderse que la segunda es una explicación de la primera. Pero, otra vez en el cap. 18: 20, 30, sólo aparece una imagen.
5. Casa de dioses.
El hebreo puede también traducirse "casa de Dios" (ver cap. 18: 31; también está así en la BJ), lo cual significaría que Micaía levantó un santuario particular.
Efod.
Ver la descripción del efod que aparece en com. Juec. 8: 27; Exo. 28: 6. El sacerdote llevaba puesto el efod cuando consultaba a Dios.
Terafines.
Estos eran los ídolos familiares (Gén. 31: 19, 34 [Heb. terafim ] etc; ver com. Gén. 31: 19). También se los consultaba en los oráculos (Eze. 21: 21; Zac.10: 2). Algunos de ellos parecen haber tenido forma humana (1 Sam. 19: 13-17).
Consagró.
La frase hebrea que así se traduce significa literalmente "llenó la mano". La expresión pudo haberse originado por la costumbre de llenar las manos de los sacerdotes recién consagrados con porciones del sacrificio.
Uno de sus hijos.
Micaía había apostatado en forma tan completa que no sólo se hizo una imagen y un santuario particular, sino que llegó a investir a uno de sus hijos como sacerdote de ese santuario. Cada una de esas acciones era una violación directa de los requerimientos de la ley de Moisés.
6. No había rey.
Tampoco había otra forma reconocida de gobierno nacional. La fidelidad a su Rey invisible le habría proporcionado a Israel unidad nacional, seguridad contra la invasión, y habría impedido que fuera siervo de sus vecinos paganos.
Lo que bien le parecía.
La anarquía prevalecía. La fuerza era el derecho, y los hombres se dejaban guiar por sus caprichos y no por las instrucciones de las leyes de Dios. A los israelitas se les había advertido que no debían gobernarse por tal filosofía de la vida (Deut. 12: 8). El autor puso estas palabras en su relato para explicar cómo podían ocurrir tales violaciones de la ley de Moisés sin que nadie las refrenara ni castigara. Esta frase parecería indicar que el autor del libro de Jueces escribió durante el reinado de un rey fuerte que reprimió la ilegalidad en diversas partes de su reino.
7. Había un joven.
Aunque parezca extraño, este levita apóstata era probablemente nieto de Moisés (ver com. cap. 18: 30).
Belén de Judá.
Se la llamaba así para distinguirla de Belén de Zabulón (Jos. 19: 15; ver com. Juec. 12: 8).
Levita.
No se dice cómo podía ser levita y a la vez miembro de la familia de Judá. Su madre pudo haber sido de una tribu y su padre de la otra. Es posible que en esa época Belén de Judá hubiera sido un centro levítico (ver vers. 8; cap. 19: 1, 18), aunque esa ciudad no aparece entre las que se dieron a los levitas según Jos. 21: 4-41.
Forastero.
Un "forastero residente" establecido allí en forma temporal.
8. Donde pudiera encontrar lugar.
A causa de la apostasía prevaleciente, los israelitas no mantenían a los levitas con sus diezmos como debían hacerlo. Puesto que los levitas no habían recibido territorio como las otras tribus, no podían ganarse la vida con sus campos. Este levita evidentemente andaba en busca de empleo y lugar donde vivir.
10. Padre.
Este era un título de respeto dado a los profetas y a otros magistrados distinguidos (Gén. 45: 8; 2 Rey. 2: 12; 5: 13; 6: 21; etc.).
Diez siclos.
El dinero que recibiría en efectivo cada año era poco, pero además Micaía le daría vestido, comida y alojamiento
12. Consagró.
Al investir a este levita como sacerdote, es probable que Micaía hubiera relevado de esa posición a su hijo (ver vers. 5).
13. Porque tengo.
Micaía consideraba que había tenido buena suerte al conseguir un levita que probablemente se había preparado en los deberes propios de los sacerdotes para que oficiase en su santuario privado. Había consagrado a su hijo solo por necesidad, pero ahora se alegraba de tener a un sacerdote profesional al menos una persona que originalmente había sido llamada para el servicio del santuario para que desempeñara ese puesto en su casa. La presencia del levita le daba la seguridad de que como resultado de su ministerio, Jehová lo prosperaría en todo cuanto hiciese. No podemos sino compadecernos de Micaía por el deseo que sentía de obtener la bendición de Dios. Pero estaba violando, al parecer inconscientemente, las ordenanzas de Dios en cuanto al método de su culto.
CBA T2
Ver com. caps. 2: 9 y 3: 27. No se define con precisión la ubicación del hogar de Micaía. Se insinúa que estaba en algún lugar a lo largo del camino que atravesaba las montañas del centro de Palestina en el territorio de Efraín.
Micaía.
Heb. mikayehu . Esta forma del nombre aparece sólo aquí y en el vers. 4. Las otras veces que se repite el nombre en este relato, se usa la forma corta mikah . El nombre completo significa, "quien es como Dios [Yahweh]", mientras que la abreviatura significa "quien es como".
Comenzando con el cap. 17, el resto del libro de Jueces se compone de dos apéndices de lo que se ha relatado en los capítulos anteriores. Hasta este punto en la narración del libro de Jueces los sucesos han girado en torno de la apostasía, la opresión y la liberación. Los últimos cinco capítulos registran dos acontecimientos ocurridos en tiempos de jueces anteriores. Se relatan para mostrar el estado de anarquía reinante durante esa época.
Los capítulos 17 y 18 presentan hechos de la vida de Micaía y relatan la migración de una parte de la tribu de Dan desde su territorio asignado entre el mar y la frontera sur de Efraín, hasta la parte norte de Palestina adyacente al territorio de Neftalí. El relato se divide en tres partes: (1) el origen de la idolatría de Micaía (cap. 17: 1-6), (2) cómo un levita renegado llegó a ser sacerdote de ese culto idolátrico (cap. 17: 7-13), (3) y cómo la imagen fue llevada a Dan junto con la migración de parte de esa tribu. Los acontecimientos que aquí se describen quizá acontecieron durante el tiempo de los ancianos que siguieron a Josué (cap. 2: 6-10; ver com. cap. 18: 29).
2. Mil cien siclos.
Sobre "siclo", véase t. I de este Comentario, págs. 172-178.
Maldijiste.
Cuando la madre, que indudablemente era una viuda pudiente que vivía con su hijo, descubrió que le habían hurtado la plata, maldijo terriblemente el dinero y al que lo había tomado, sin soñar quizá que su propio hijo Micaía era el ladrón. Al maldecir la plata es posible que hubiera mencionado, como lo hizo en el vers. 3, que la había destinado para hacer una imagen, con lo que prohibía su uso para otros fines. En esta forma el ladrón no podría usarla, de acuerdo con la superstición, sin sufrir el castigo del dios a quien así se invocaba.
De los cuales me hablaste.
Micaía oyó la terrible imprecación contra el ladrón y tal vez se turbó al punto. En esos tiempos se creía que el poder de una maldición era muy grande y real.
Yo lo tomé.
Es posible que la confesión de Micaía pudiera haberse hecho con la esperanza de aliviar su conciencia y evitar el efecto anticipado de la maldición.
Bendito seas.
Los antiguos creían que una maldición no podía retirarse; no obstante, es posible que la madre de Micaía hubiera intentado evitar sus efectos neutralizándola con una bendición.
3. He dedicado el dinero.
La vehemencia de su maldición se debía a que había prometido ese dinero "a Jehová". Sin embargo, no queda claro si ella dijo que acababa de consagrarlo, en agradecimiento por su devolución, o si lo había consagrado antes de que le fuese robado. Los dos sentidos son posibles.
A Jehová.
Esto indicaría que esta madre y su hijo adoraban al Dios de los hebreos. Pero su culto se había degradado, como había ocurrido con el de otros israelitas, hasta el punto de que hicieron imágenes talladas delante del Señor en directa violación del segundo mandamiento.
Una imagen de talla.
No es claro si pésel ("imagen de talla") y massekah ("imagen de fundición") representan dos imágenes diferentes, o una sola imagen de plata adornada con ornamentos esculpidos. Muchas veces se tallaba una imagen de algún metal inferior y se la recubría con un metal más precioso. Se encontró una imagen tal de un dios en la ciudad de Meguido, en Palestina, y está ahora en el museo del Instituto de Estudios Orientales de la Universidad de Chicago. Sin embargo, el pasaje del cap. 18: 17 parecería indicar que se trataba de dos imágenes. En ese pasaje, las dos palabras están separadas de tal manera que difícilmente pueda entenderse que la segunda es una explicación de la primera. Pero, otra vez en el cap. 18: 20, 30, sólo aparece una imagen.
5. Casa de dioses.
El hebreo puede también traducirse "casa de Dios" (ver cap. 18: 31; también está así en la BJ), lo cual significaría que Micaía levantó un santuario particular.
Efod.
Ver la descripción del efod que aparece en com. Juec. 8: 27; Exo. 28: 6. El sacerdote llevaba puesto el efod cuando consultaba a Dios.
Terafines.
Estos eran los ídolos familiares (Gén. 31: 19, 34 [Heb. terafim ] etc; ver com. Gén. 31: 19). También se los consultaba en los oráculos (Eze. 21: 21; Zac.10: 2). Algunos de ellos parecen haber tenido forma humana (1 Sam. 19: 13-17).
Consagró.
La frase hebrea que así se traduce significa literalmente "llenó la mano". La expresión pudo haberse originado por la costumbre de llenar las manos de los sacerdotes recién consagrados con porciones del sacrificio.
Uno de sus hijos.
Micaía había apostatado en forma tan completa que no sólo se hizo una imagen y un santuario particular, sino que llegó a investir a uno de sus hijos como sacerdote de ese santuario. Cada una de esas acciones era una violación directa de los requerimientos de la ley de Moisés.
6. No había rey.
Tampoco había otra forma reconocida de gobierno nacional. La fidelidad a su Rey invisible le habría proporcionado a Israel unidad nacional, seguridad contra la invasión, y habría impedido que fuera siervo de sus vecinos paganos.
Lo que bien le parecía.
La anarquía prevalecía. La fuerza era el derecho, y los hombres se dejaban guiar por sus caprichos y no por las instrucciones de las leyes de Dios. A los israelitas se les había advertido que no debían gobernarse por tal filosofía de la vida (Deut. 12: 8). El autor puso estas palabras en su relato para explicar cómo podían ocurrir tales violaciones de la ley de Moisés sin que nadie las refrenara ni castigara. Esta frase parecería indicar que el autor del libro de Jueces escribió durante el reinado de un rey fuerte que reprimió la ilegalidad en diversas partes de su reino.
7. Había un joven.
Aunque parezca extraño, este levita apóstata era probablemente nieto de Moisés (ver com. cap. 18: 30).
Belén de Judá.
Se la llamaba así para distinguirla de Belén de Zabulón (Jos. 19: 15; ver com. Juec. 12: 8).
Levita.
No se dice cómo podía ser levita y a la vez miembro de la familia de Judá. Su madre pudo haber sido de una tribu y su padre de la otra. Es posible que en esa época Belén de Judá hubiera sido un centro levítico (ver vers. 8; cap. 19: 1, 18), aunque esa ciudad no aparece entre las que se dieron a los levitas según Jos. 21: 4-41.
Forastero.
Un "forastero residente" establecido allí en forma temporal.
8. Donde pudiera encontrar lugar.
A causa de la apostasía prevaleciente, los israelitas no mantenían a los levitas con sus diezmos como debían hacerlo. Puesto que los levitas no habían recibido territorio como las otras tribus, no podían ganarse la vida con sus campos. Este levita evidentemente andaba en busca de empleo y lugar donde vivir.
10. Padre.
Este era un título de respeto dado a los profetas y a otros magistrados distinguidos (Gén. 45: 8; 2 Rey. 2: 12; 5: 13; 6: 21; etc.).
Diez siclos.
El dinero que recibiría en efectivo cada año era poco, pero además Micaía le daría vestido, comida y alojamiento
12. Consagró.
Al investir a este levita como sacerdote, es probable que Micaía hubiera relevado de esa posición a su hijo (ver vers. 5).
13. Porque tengo.
Micaía consideraba que había tenido buena suerte al conseguir un levita que probablemente se había preparado en los deberes propios de los sacerdotes para que oficiase en su santuario privado. Había consagrado a su hijo solo por necesidad, pero ahora se alegraba de tener a un sacerdote profesional al menos una persona que originalmente había sido llamada para el servicio del santuario para que desempeñara ese puesto en su casa. La presencia del levita le daba la seguridad de que como resultado de su ministerio, Jehová lo prosperaría en todo cuanto hiciese. No podemos sino compadecernos de Micaía por el deseo que sentía de obtener la bendición de Dios. Pero estaba violando, al parecer inconscientemente, las ordenanzas de Dios en cuanto al método de su culto.
CBA T2
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