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CBA Primer Libro de Samuel CAPÍTULO 24


CBA 1 Samuel Capítulo 24

1. Desierto de En-gadi.
Este capítulo debiera haber comenzado con el vers. 29 del capítulo precedente, tal como está en el texto hebreo usual. En-gadi es un bello oasis a orillas del mar Muerto, en la desembocadura del Wadi el-Kelb , un cañón empinado y tortuoso que comienza a 12,8 km en el desierto de piedra caliza de En-gadi, a una altura de 368 m sobre el nivel del mar. En ese corto trayecto el lecho del wadi desciende 762 m hasta que llega al mar Muerto, a 398 m bajo el nivel del mar. Los escarpados riscos del desierto, de 610 m de altura, llegan hasta 2,4 km del mar, de modo que forman un formidable farallón al oeste del pueblo. Arriba en el wadi , a varios centenares de metros por encima de la base del risco, la bella vertiente de aguas termales de Eng-adi fluye de debajo de un gran peñasco, a una temperatura que se dice que llega a 28' C. En las laderas del wad i hay muchas cuevas, tanto naturales como artificiales. En la actualidad se conoce este lugar como Engedi.

2. Los peñascos de las cabras monteses.
Algunas partes del desierto, al oeste del oasis, han sufrido de tal manera el efecto de la erosión que son casi intransitables. Pero hay un camino de Carmel, en Judá, que cruza los desiertos de Maón y En-gadi y desciende a este oasis por el Wadi el-Kelb . Quizá Saúl tomó esta ruta en su obstinada persecución de David.

3. Redil de ovejas.
Por toda Palestina los pastores usan las cuevas naturales para proteger en ellas sus ovejas de las inclemencias del tiempo. Por lo general, cerca de estas cuevas hay unos vallados circulares construidos de piedras y zarzas, llamados "corrales", los que durante el buen tiempo protegen las ovejas tanto de los hombres como de las bestias.

Cubrir sus pies.
"Para hacer sus necesidades" (BJ). Viniendo del exterior, Saúl no podía ver nada, pero los que estaban en la cueva podían ver con claridad pues tenían los ojos acostumbrados a la oscuridad.

4. La orilla del manto de Saúl.
Literalinente, "el ala de la ropa exterior de Saúl". Probablemente ese ¡llanto era la túnica exterior, sin mangas, amplia y que llegaba hasta los tobillos, que usaban las mujeres v tatnbiéii los hombres de alta alcurnia, tales como los reyes y sacerdotes. Sin duda los hombires de David reconocieron al rey por su vestido y por su apariencia personal. Aunque no se registra que hubiera una proidesa divina de que el enemigo de David le sería entregado, ciertamente lo que dijeron los hombres puede haber sido verdad. Quizás a David se le presentó la oportunidad para demostrar las características que había fomentado. Si en esa ocasión hubiese matádo a Saúl, habría demostrado que por lo menos en un sentido no era mejor que Saúl, el cual -si se hubieran invertido las circunstancias- se habría gozado en matar a David.

Satanás puso en duda la bondad de job, pretendiendo que éste habría maldecido a Dios si hubieran desaparecido ciertas bendiciones y se hubiera visto dentro de ciertas restricciones. Respondiendo a esa acusación, Dios permitió que Satanás afligiera a Job para demostrar la falsedad de su afirmación, así como también la rectitud de su siervo. David soportó la prueba al igual que Job; tenía tal comunión con Dios que cuando tuvo a su enemigo a su disposición, no sólo rehusó hacerle daño él mismo, sino que reprimió a sus hombres para que no cometieran ningún acto hostil en su nombre.

5. El corazón de David.
Es decir, lo acusó su conciencia. Los antiguos usaban la palabra "corazón" para describir la sede del intelecto (Prov. 15: 28; 16: 9,23; 23: 7, 12; Mat. 12: 34; Luc. 6: 45). La palabra "conciencia" sólo aparece una vez en el AT (Sal. 16: 7 en la RVR; en hebreo literalmente dice "mis riñones"). Este vocablo aparece 30 veces en el NT (en la RVR). Los seres humanos suelen decir que les gobierna la conciencia cuando, en realidad, con frecuencia les rigen los sentimientos. La conciencia es una guía segura sólo cuando está iluminada por la luz de lo alto. Saúl tenía la conciencia oscurecida, aun cauterizada con el hierro candente de los celos y la envidia (ver 1 Tim. 4: 2). David la tenía educada por Dios y, a semejanza de Pablo, en gran medida estaba libre de ofensa (Hech. 24: 16). Habiendo recibido la unción divina del discernimiento espiritual, había demostrado ser un verdadero dirigente. No había dependido de las costumbres y tradiciones de sus días, sino que poseía un conocimiento de lo que era correcto divina e intrínsecamente.

7. Reprimió David a sus hombres.
Quizá, al igual que los discípulos de Cristo, los hombres de David esperaban los puestos de honor que ocuparían cuando se estableciera su reino. Habían llegado al punto de no estar satisfechos con la escasa comida y los días y las noches de vigilante alerta, y por tener que huir. En ese momento, cuando Saúl estaba en su poder, todos alborozados pensaron que habían triunfado y estaban impacientes por concluir sus largos desvelos. David los reprendió disculpándose aun por la pequeña libertad que se había tomado al echar a perder la vestimenta del rey. Tal vez les enseñó -como después le dijo al rey- que la única forma de lograr el verdadero éxito consiste en esperar la hora de Dios.

Abrahán esperó la sugestión de Dios, y pudo libertar a Lot, hombre que se precipitó por su camino siguiendo los dictados de su propia sabiduría. Moisés rehusó los honores de Egipto. Sin embargo, después de años de prueba se convirtió en el profeta del Altísimo. El hombre que entra en el taller de la vida para convertirse en aprendiz de Cristo, ¿de qué otra forma puede realizar las obras de Dios?

8. Inclinó su rostro.
Su agudo discernimiento espiritual y profundo amor por la justicia impidieron que David odiara a Saúl, lo censurara ante otros y lo atacara en la primera oportunidad. David no necesitaba sentir la así llamada santa indignación por el trato que había recibido. En lo que atañía a la forma en que Saúl procedía con él, podía dejar eso con Dios. Tenía en el alma la tranquila confianza de que Dios estaba con él y hasta se compadecía del rey. Nadie habría estado más contento que David si Saúl hubiese sacrificado su egoísmo y se hubiese humillado ante Dios. Con toda la sinceridad de su alma, quizá David anhelaba que Saúl experimentara el mismo compañerismo con Dios que él tenía. Por lo tanto, su obediencia no era un formalismo. Se inclinó con el corazón lleno de reverencia ante la jerarquía del rey y mostró solicitud por el hombre que estaba en ese cargo.

Cristo había aceptado a Judas como a uno de los doce. Lo había enviado en misiones de misericordia e intercesión. Lo había visto cambiar gradualmente hasta convertirse en el oponente crítico, porfiado y egotista, de todo su programa. Sin embargo, Cristo lo amaba y hubiera estado contento de convertirlo en uno de los dirigentes de su iglesia (ver DTG 260, 261, 664). Finalmente se inclinó ante Judas con todo el anhelo de su alma, y al lavarle los pies, sin palabras lo exhortó a que se entregara a Aquel que no vino para ser servido sino para servir. Pablo se, irguió delante de Agripa para defender su nueva forma de vida. También había tenido muchas evidencias del cuidado providencial del cual personalmente podía aferrarse. Los gobernantes habían cometido muchas injusticias con él. No debía pensar en ellas. Tenía el corazón lleno de ansiedad por el rey, quien exclamó al fin: " "Por poco me persuades a ser cristiano" (Hech. 26: 28).

9. Las palabras de los que dicen.
Nótese cuán bondadosa y delicadamente David se dirigió al rey. En vez de culpar a Saúl por todos sus hechos, David aludió a la influencia de las lenguas falsas que rezumaban la maldad del interés propio e instigaban al rey usándolo para su propio beneficio. Por el pasaje del cap. 22: 7 se puede inferir que Saúl estaba influido por lenguas tales. Al igual que Saúl, más de un dirigente está rodeado de personas que lo siguen por los panes y los peces. La seguridad de la posición de ellos depende de la forma en que puedan adular al caudillo. Si hubiera un cambio de administración, quedarían sin apoyo. Los secuaces de Saúl habían puesto de lado la abrumadora evidencia del cuidado que Dios prodigaba a David. No prestaban atención a la estimación de Jonatán por "el hijo de Isaí". Aunque muchos estaban convencidos de los errores de Saúl, por razones personales lo apoyaban y echaban sombras sobre el nombre de David (ver Sal. 55: 3; 56: 5, 6; 57: 4; etc.). El hecho de que David fuera de otra tribu puede haber tenido algo que ver con los malos informes que se divulgaban, los que carecían completamente de fundamento.

10. Te matase.
Los lectores superficiales de las Escrituras piensan que hay un marcado contraste entre la filosofía del ojo por ojo de ciertos pasajes del AT y la filosofia del amor presentada en los escritos del NT. Pero aquí, siglos antes de los tiempos del NT, las acciones de David ilustran el mismo espíritu enseñado por Cristo en sus bienaventuranzas (Mat. 5: 11). Los hombres de David estaban dispuestos a amar a sus amigos, pero albergaban odio hacia sus enemigos. En medio de todo eso, David reveló respeto por su peor enemigo (ver Mat. 5: 43-48).

11. Mira la orilla.
Tal vez Saúl había prestado poca atención a las palabras de David en cuanto a levantar la mano contra el ungido de Jehová, pero cuando vio el borde de su manto ante sus ojos y comprendió cuán cerca había estado de la muerte, tembló por la evidencia material de la inocencia de David. Era el triunfo de la fuerza espiritual sobre las hazañas físicas.

12. Juzgue Jehová.
El rey sólo podía hablar en términos de hazañas físicas, y cuando David refirió todo el asunto a Aquel que había ungido a Saúl, el rey sabía que tenía que confesar que era culpable. La respuesta de Saúl fue voluntaria, como lo fue la de Judas cuando devolvió el soborno que tanto había codiciado (Mat. 27: 3-5). Así será en el día del juicio. Cuando la inocencia y el sacrificio eterno de Cristo sean puestos en evidencia delante de las huestes congregadas de todos los siglos, se doblará cada rodilla y cada lengua aclamará la perfección del carácter de Cristo (Fil. 2: 10, 11).

13. Proverbio de los antiguos.
David no añadió lo contrario: "El bien sale de los justos", pero Saúl pudo sacar sus propias conclusiones y probablemente lo hizo. Si David hubiera estado tramando para perjudicar a Saúl, no habría perdido la oportunidad que se le había presentado pocos momentos antes. Es natural que los actos del hombre reflejen sus sentimientos, de modo que de un corazón realmente impío salen malos hechos. Al presentar esto como una prueba adicional de su inocencia, David instaba al rey a comprender que cada individuo es responsable ante Dios por sus actos. Le aseguraba que sin tomar en cuenta la profundidad hasta la que había caído, Dios podía y, aún más, quería transformar su mala naturaleza. Todo lo que se necesitaba era la elección de Saúl y su cooperación.

14. ¿A una pulga?
La declaración hace resaltar la humildad de David. Compárese con el proceder de la mujer de Tiro cuando pidió la ayuda de Cristo para su hija (Mar. 7: 24-30).

17.Más justo eres tú que yo.
Compárese la forma en que David respetaba a Saúl -como suegro y como rey- y su reverencia por el rey como ungido del Señor, con el arrebatado egoísmo de Saúl al tratar de matar a David por medio de Mical, su celo envidioso que lo convirtió en un demonio y su sed insaciable de la sangre del hombre que le había perdonado la vida. De los labios de Saúl brotó a regañadientes la confesión de la verdad cuando el calor de la magnanimidad de David derritió su gélido odio.

19. Jehová te pague con bien.
¡Qué notable cambio en el tono empleado en la crítica que Saúl dirigió a sus hermanos de tribu porque no podía conseguir informes de ellos en cuanto al paradero de David! (cap. 22: 8). Entonces el rey fue áspero y exigente, pero ahora su voz fue evidentemente tierna. Se emocionó tanto que lloró. Apenas podía creer que se había salvado por un margen tan estrecho. ¡Una vez fue jactancioso; ahora, humilde! Así estarán los impíos ante el tribunal del Altísimo (ver CS 726, 727).

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