1. Al fin seré muerto.
David no se daba cuenta de que a pesar de las maquinaciones de Saúl, silenciosamente Dios estaba realizando su voluntad. David interpretaba algunos sucesos recientes como una evidencia de que no había esperanza de reconciliación y de que, paso a paso, tendría éxito el plan de Saúl para arruinarlo y destruirlo. En lo pasado David había gozado de la dirección de Dios y de Abiatar -de los Urim y del Tumim-, pero ahora, en su desánimo, se apartó de la ayuda divina y trazó planes por su propia cuenta. Sin embargo, bondadosamente Dios convirtió los errores de David en peldaños para el éxito final.
Me será mejor.
A pesar de todo lo que había hecho David para sus compatriotas, le manifestaban poca simpatía por haber caído en desgracia con el rey. Los habitantes de Keila lo habrían entregado a Saúl (ver cap. 23:1-13). Los zifeos dos veces informaron a Saúl en cuanto a su escondite (caps. 23: 19; 26: 1), y Nabal resultó ser tan hostil como lo había sido Doeg (cap. 25: 10, 11). Dos veces había demostrado misericordia con el celoso y desequilibrado tirano que a la vista de todos procuraba matarlo (caps. 24: 6-11; 26: 8-12). El mismo pueblo que siempre debería haber sido cortés con él, tan sólo le había pagado con censura e ingratitud, y su vida entre los suyos había sido una continua pesadilla. Pobremente alimentado, morando en cuevas y bosques, en desiertos y en despeñaderos, se lo había tratado como a un proscrito.
No mucho antes de estos incidentes (cap. 22: 5), Dios había indicado a David que volviera de Moab a Judá. Tenía mucho que hacer para sus compatriotas, y David respondió gozosamente. Podría haber supuesto que la invitación para que volviera a Judá provenía de la necesidad de proteger a su pueblo contra las incursiones de los pueblos circundantes. Pero quizá el propósito de Dios era demostrar ante todo Israel la fortaleza, la humildad y el valor del que había sido elegido como rey: una fe que pacientemente confiaba en que Dios llevaría a cabo su propia voluntad a su debido tiempo.
Vez tras vez el Señor intervino a favor de David, y el común del pueblo debe haber comenzado a pensar que él tenía algún talismán. Pero después de cada liberación maravillosa se presentó otra severa prueba, y finalmente David comenzó a creer que era inútil seguir luchando contra peligros e incertidumbres aparentemente interminables. Mantener a los centenares de hombres que ahora lo seguían y conservarlos unidos era una tarea capaz de extenuar a los hombres más capaces. Es cierto que Abigail y Jonatán habían reanimado a David, pero la mayoría estaba contra él. Se debilitó su fe.
Descorazonado, finalmente buscó refugio entre los enemigos de Jehová. Pensaba que sólo así hallaría seguridad. En contra de la voluntad de Dios, David comenzó a recorrer una espinosa senda de duplicidad e intrigas. Sacrificando la confianza en Dios en aras de sus propias ideas en cuanto a su seguridad, David empañó la fe que Dios quiere que todos sus siervos manifiesten delante de los hombres y de los ángeles. Cuán diferente podría haber sido la historia de Israel si David, antes de salir de Judá, hubiese buscado y seguido el consejo del Señor tan fervientemente como lo hizo en una oportunidad anterior antes de salir de Moab (ver cap. 22: 5).
2. Aquis hijo de Maoc.
Es dudosa la etimología del nombre "Aquis". Algunos eruditos piensan que este Aquis es el mismo que se menciona en 1 Rey. 2: 39 como el hijo de Maaca. Pero Maoc es la forma masculina de la palabra, al paso que Maaca es la femenina (ver 1 Rey. 15: 2; 1 Crón. 2: 48; 3: 2; 7: 15; etc.). Si los dos pasajes se refieren a la misma persona, el Aquis de 1 Rey. 2: 39 habría sido muy anciano, pues el incidente que aquí se registra ocurrió cerca de 50 años después de que David huyó por primera vez para refugiarse con Aquis (1 Sam. 21: 10). Pero si Aquis, hijo de Maoc, se casó con una mujer de nombre Maaca, podría haberse aludido al hijo como "hijo de Maaca", y por lo tanto nieto de Maoc. Sin embargo, es probable que el Aquis ante quien David fingió estar loco (1 Sam. 21: 12, 13) es el mismo rey al cual huyó David. A lo sumo, los dos incidentes no estuvieron separados por muchos años. En el primer caso, David estuvo solo; ahora estuvo acompañado por centenares de seguidores con sus familias. A lo menos por un tiempo los refugiados permanecieron en Gat. De acuerdo con los Targumes, la palabra "Gitit" de los sobrescritos de los Salmos 8, 81 y 84 designa un instrumento musical inventado por David o una clase de música que primero compuso él durante su permanencia en Gat, en el caso de que gitit proviniera de Gat. Fue en una de sus visitas a Gat cuando David compuso el Salmo 56, lo que corresponde con el sobrescrito que dice: "Cuando los filisteos le prendieron en Gat". Ver com. 1 Sam. 21: 13.
4. No lo buscó más.
Naturalmente, Saúl se refrenaba de invadir un territorio enemigo a fin de capturar a David. Un acto tal habría provocado una guerra para la cual no estaba preparado. La redacción del texto indica, con muy poco margen de duda, que si David hubiera permanecido en Judá, Saúl habría olvidado aun su última promesa y lo habría perseguido una vez más. Quizá esperaba Saúl que esta vez, como en una ocasión anterior (1 Sam. 18: 17, 25), David caería en manos de los filisteos.
6. Siclag.
Nombre de etimología dudosa. Se menciona primero en Jos. 15: 31 como una de las ciudades comprendidas dentro de la heredad de Judá. Pero cuando a Simeón se le concedieron ciertas ciudades dentro de los límites de Judá, se transfirió Siclag a esa tribu (ver Jos. 19: 1-5). Estaba en la parte oriental de la zona de la llanura, y en los días de los jueces los filisteos arrebataron a Siclag del poder de Simeón. Quizá estaba en el lugar conocido ahora como Tell el-Khuweilfeh , a 32,4 km al suroeste de Adulam y 15,2 km al norte de Beerseba. A Siclag acudieron muchos voluntarios de Benjamín, Gad, Manasés, Judá y otras tribus para unirse con David (1 Crón 12).
8. Subía ... y hacían incursiones.
Aunque David era perseguido por Saúl como un animal salvaje y sus mismos compatriotas se mofaban de él, nunca se debilitó su interés por Israel. Siclag estaba en el límite del territorio de los merodeadores del desierto, que siempre habían molestado a Israel desde su entrada en Canaán. El Señor había ordenado el completo aniquilamiento de las tribus malignas, tales como los amalecitas (Exo. 17: 16; Núm. 24: 20; Deut. 9: 1-4; 25: 17-19; cf. Gén. 15: 16); y en su condición de heredero ungido para el trono, David se sentía responsable por cumplir lo que Saúl no había logrado. Sin duda David quería así merecer la lealtad de su nación.
Los gesuritas.
Cuando los israelitas invadieron las tierras de Sehón y Og (Jos. 12), llegaron hasta el límite de los gesuritas, cerca del monte Hermón (Jos. 12: 5; 13: 11). Es posible que estos gesuritas hubieran hecho una migración hacia el norte desde el Neguev (ver com. Gén. 12: 9; Juec. 1: 9) y el desierto de Parán, y que una tribu afín con ellos vivía cerca de Filistea.
Los gezritas.
Más exactamente, "guirzitas" (BJ). De su ubicación sólo se sabe por su íntima relación con los amalecitas del desierto, "como quien va a Shur hasta la tierra de Egipto".
Los amalecitas.
Ver com. cap. 15: 2.
9. Asolaba David el país.
Durante siglos las tribus del desierto habían sido los enemigos de Israel e intermitentemente habían hecho incursiones contra las comunidades israelitas adyacentes al desierto. Antes, cuando Saúl " "mató" a los amalecitas (cap. 15: 8), es probable que muchos de ellos huyeran al desierto, y poco después reaparecieran para continuar con sus incursiones. Los beduinos errantes tienen una forma misteriosa para desaparecer súbitamente, tan sólo para reaparecer a su debido tiempo. La afirmación de que David "no dejaba con vida hombre ni mujer", por supuesto tan sólo se refiere a los que residían en las comunidades que él atacaba. La única forma de mantener paz permanente en los pueblos fronterizos de Israel era rechazar esas tribus lo más lejos posible dentro del desierto, de modo que vacilaran antes de volver. Era casi imposible exterminarlas. Vivían del pillaje obtenido mediante una guerra de guerrillas, y una buena parte del ganado y otros bienes que David obtuvo en esta ocasión probablemente había sido tomado antes de comunidades israelitas.
10. El Neguev de Judá.
La zona ocupada por estas tribus estaba dentro del Neguev. De modo que mientras David incursionaba en el "Neguev de Judá", no estaba luchando contra su propio pueblo sino contra pueblos extranjeros que habían violado el territorio de Judá. Al mismo tiempo su declaración fue lo suficientemente ambigua como para que Aquis la interpretara de otra manera.
Jerameel.
Jerameel era el primogénito de Hezrón, nieto de Judá (1 Crón. 2: 9, 25). Probablemente nació después de que Jacob fue a Egipto, pues no se lo menciona entre las 70 personas de la casa de Jacob que se trasladaron a Egipto (Gén. 46: 12). No es seguro si este clan acompañó a Israel en el movimiento del éxodo o no. Parece que sus miembros se establecieron en la región del sur de Hebrón. Probablemente vivían como nómadas, y no tomaron parte en las actividades nacionales de Israel.
Ceneos.
Ver com. Gén. 15: 19.
11. No den aviso.
David no llevaba prisioneros a Siclag para que esos esclavos no informaran a los filisteos de la incursión.
12. Aquis creía.
La duplicidad de David fue otra grave equivocación, indigna de uno que había sido tan ensalzado con privilegios espirituales. El precio de la victoria en el conflicto con el pecado es una vigilancia y una entrega constantes a la voluntad de Dios. Pero la bondad de Dios no abandonó a David en su hora de desaliento. David tenía un firme propósito y un sincero deseo de cooperar plenamente con el programa de Dios. Este proceder lo indujo a reconocer sus pecados y a tratar inmediatamente de remediar sus errores.
David cometió su primer error al abandonar a Judá. Al pecado de desamparar a sus compatriotas sin permiso divino, añadió el segundo: la duplicidad. Si David hubiera permanecido en Judá, Dios podría haberlo liberado como lo había hecho previamente. Cuando Israel fue a Gilboa para hacer frente al ataque de los filisteos (cap. 28: 4), David podría haber sido usado por el Señor para alcanzar una victoria tal que hubiera ganado la aclamación popular de todo el país. En tanto que Saúl había cometido una grave falta al procurar matar a David, éste cometió un error casi fatal al abandonar su propia tierra sin un claro consejo de Dios.
David no se daba cuenta de que a pesar de las maquinaciones de Saúl, silenciosamente Dios estaba realizando su voluntad. David interpretaba algunos sucesos recientes como una evidencia de que no había esperanza de reconciliación y de que, paso a paso, tendría éxito el plan de Saúl para arruinarlo y destruirlo. En lo pasado David había gozado de la dirección de Dios y de Abiatar -de los Urim y del Tumim-, pero ahora, en su desánimo, se apartó de la ayuda divina y trazó planes por su propia cuenta. Sin embargo, bondadosamente Dios convirtió los errores de David en peldaños para el éxito final.
Me será mejor.
A pesar de todo lo que había hecho David para sus compatriotas, le manifestaban poca simpatía por haber caído en desgracia con el rey. Los habitantes de Keila lo habrían entregado a Saúl (ver cap. 23:1-13). Los zifeos dos veces informaron a Saúl en cuanto a su escondite (caps. 23: 19; 26: 1), y Nabal resultó ser tan hostil como lo había sido Doeg (cap. 25: 10, 11). Dos veces había demostrado misericordia con el celoso y desequilibrado tirano que a la vista de todos procuraba matarlo (caps. 24: 6-11; 26: 8-12). El mismo pueblo que siempre debería haber sido cortés con él, tan sólo le había pagado con censura e ingratitud, y su vida entre los suyos había sido una continua pesadilla. Pobremente alimentado, morando en cuevas y bosques, en desiertos y en despeñaderos, se lo había tratado como a un proscrito.
No mucho antes de estos incidentes (cap. 22: 5), Dios había indicado a David que volviera de Moab a Judá. Tenía mucho que hacer para sus compatriotas, y David respondió gozosamente. Podría haber supuesto que la invitación para que volviera a Judá provenía de la necesidad de proteger a su pueblo contra las incursiones de los pueblos circundantes. Pero quizá el propósito de Dios era demostrar ante todo Israel la fortaleza, la humildad y el valor del que había sido elegido como rey: una fe que pacientemente confiaba en que Dios llevaría a cabo su propia voluntad a su debido tiempo.
Vez tras vez el Señor intervino a favor de David, y el común del pueblo debe haber comenzado a pensar que él tenía algún talismán. Pero después de cada liberación maravillosa se presentó otra severa prueba, y finalmente David comenzó a creer que era inútil seguir luchando contra peligros e incertidumbres aparentemente interminables. Mantener a los centenares de hombres que ahora lo seguían y conservarlos unidos era una tarea capaz de extenuar a los hombres más capaces. Es cierto que Abigail y Jonatán habían reanimado a David, pero la mayoría estaba contra él. Se debilitó su fe.
Descorazonado, finalmente buscó refugio entre los enemigos de Jehová. Pensaba que sólo así hallaría seguridad. En contra de la voluntad de Dios, David comenzó a recorrer una espinosa senda de duplicidad e intrigas. Sacrificando la confianza en Dios en aras de sus propias ideas en cuanto a su seguridad, David empañó la fe que Dios quiere que todos sus siervos manifiesten delante de los hombres y de los ángeles. Cuán diferente podría haber sido la historia de Israel si David, antes de salir de Judá, hubiese buscado y seguido el consejo del Señor tan fervientemente como lo hizo en una oportunidad anterior antes de salir de Moab (ver cap. 22: 5).
2. Aquis hijo de Maoc.
Es dudosa la etimología del nombre "Aquis". Algunos eruditos piensan que este Aquis es el mismo que se menciona en 1 Rey. 2: 39 como el hijo de Maaca. Pero Maoc es la forma masculina de la palabra, al paso que Maaca es la femenina (ver 1 Rey. 15: 2; 1 Crón. 2: 48; 3: 2; 7: 15; etc.). Si los dos pasajes se refieren a la misma persona, el Aquis de 1 Rey. 2: 39 habría sido muy anciano, pues el incidente que aquí se registra ocurrió cerca de 50 años después de que David huyó por primera vez para refugiarse con Aquis (1 Sam. 21: 10). Pero si Aquis, hijo de Maoc, se casó con una mujer de nombre Maaca, podría haberse aludido al hijo como "hijo de Maaca", y por lo tanto nieto de Maoc. Sin embargo, es probable que el Aquis ante quien David fingió estar loco (1 Sam. 21: 12, 13) es el mismo rey al cual huyó David. A lo sumo, los dos incidentes no estuvieron separados por muchos años. En el primer caso, David estuvo solo; ahora estuvo acompañado por centenares de seguidores con sus familias. A lo menos por un tiempo los refugiados permanecieron en Gat. De acuerdo con los Targumes, la palabra "Gitit" de los sobrescritos de los Salmos 8, 81 y 84 designa un instrumento musical inventado por David o una clase de música que primero compuso él durante su permanencia en Gat, en el caso de que gitit proviniera de Gat. Fue en una de sus visitas a Gat cuando David compuso el Salmo 56, lo que corresponde con el sobrescrito que dice: "Cuando los filisteos le prendieron en Gat". Ver com. 1 Sam. 21: 13.
4. No lo buscó más.
Naturalmente, Saúl se refrenaba de invadir un territorio enemigo a fin de capturar a David. Un acto tal habría provocado una guerra para la cual no estaba preparado. La redacción del texto indica, con muy poco margen de duda, que si David hubiera permanecido en Judá, Saúl habría olvidado aun su última promesa y lo habría perseguido una vez más. Quizá esperaba Saúl que esta vez, como en una ocasión anterior (1 Sam. 18: 17, 25), David caería en manos de los filisteos.
6. Siclag.
Nombre de etimología dudosa. Se menciona primero en Jos. 15: 31 como una de las ciudades comprendidas dentro de la heredad de Judá. Pero cuando a Simeón se le concedieron ciertas ciudades dentro de los límites de Judá, se transfirió Siclag a esa tribu (ver Jos. 19: 1-5). Estaba en la parte oriental de la zona de la llanura, y en los días de los jueces los filisteos arrebataron a Siclag del poder de Simeón. Quizá estaba en el lugar conocido ahora como Tell el-Khuweilfeh , a 32,4 km al suroeste de Adulam y 15,2 km al norte de Beerseba. A Siclag acudieron muchos voluntarios de Benjamín, Gad, Manasés, Judá y otras tribus para unirse con David (1 Crón 12).
8. Subía ... y hacían incursiones.
Aunque David era perseguido por Saúl como un animal salvaje y sus mismos compatriotas se mofaban de él, nunca se debilitó su interés por Israel. Siclag estaba en el límite del territorio de los merodeadores del desierto, que siempre habían molestado a Israel desde su entrada en Canaán. El Señor había ordenado el completo aniquilamiento de las tribus malignas, tales como los amalecitas (Exo. 17: 16; Núm. 24: 20; Deut. 9: 1-4; 25: 17-19; cf. Gén. 15: 16); y en su condición de heredero ungido para el trono, David se sentía responsable por cumplir lo que Saúl no había logrado. Sin duda David quería así merecer la lealtad de su nación.
Los gesuritas.
Cuando los israelitas invadieron las tierras de Sehón y Og (Jos. 12), llegaron hasta el límite de los gesuritas, cerca del monte Hermón (Jos. 12: 5; 13: 11). Es posible que estos gesuritas hubieran hecho una migración hacia el norte desde el Neguev (ver com. Gén. 12: 9; Juec. 1: 9) y el desierto de Parán, y que una tribu afín con ellos vivía cerca de Filistea.
Los gezritas.
Más exactamente, "guirzitas" (BJ). De su ubicación sólo se sabe por su íntima relación con los amalecitas del desierto, "como quien va a Shur hasta la tierra de Egipto".
Los amalecitas.
Ver com. cap. 15: 2.
9. Asolaba David el país.
Durante siglos las tribus del desierto habían sido los enemigos de Israel e intermitentemente habían hecho incursiones contra las comunidades israelitas adyacentes al desierto. Antes, cuando Saúl " "mató" a los amalecitas (cap. 15: 8), es probable que muchos de ellos huyeran al desierto, y poco después reaparecieran para continuar con sus incursiones. Los beduinos errantes tienen una forma misteriosa para desaparecer súbitamente, tan sólo para reaparecer a su debido tiempo. La afirmación de que David "no dejaba con vida hombre ni mujer", por supuesto tan sólo se refiere a los que residían en las comunidades que él atacaba. La única forma de mantener paz permanente en los pueblos fronterizos de Israel era rechazar esas tribus lo más lejos posible dentro del desierto, de modo que vacilaran antes de volver. Era casi imposible exterminarlas. Vivían del pillaje obtenido mediante una guerra de guerrillas, y una buena parte del ganado y otros bienes que David obtuvo en esta ocasión probablemente había sido tomado antes de comunidades israelitas.
10. El Neguev de Judá.
La zona ocupada por estas tribus estaba dentro del Neguev. De modo que mientras David incursionaba en el "Neguev de Judá", no estaba luchando contra su propio pueblo sino contra pueblos extranjeros que habían violado el territorio de Judá. Al mismo tiempo su declaración fue lo suficientemente ambigua como para que Aquis la interpretara de otra manera.
Jerameel.
Jerameel era el primogénito de Hezrón, nieto de Judá (1 Crón. 2: 9, 25). Probablemente nació después de que Jacob fue a Egipto, pues no se lo menciona entre las 70 personas de la casa de Jacob que se trasladaron a Egipto (Gén. 46: 12). No es seguro si este clan acompañó a Israel en el movimiento del éxodo o no. Parece que sus miembros se establecieron en la región del sur de Hebrón. Probablemente vivían como nómadas, y no tomaron parte en las actividades nacionales de Israel.
Ceneos.
Ver com. Gén. 15: 19.
11. No den aviso.
David no llevaba prisioneros a Siclag para que esos esclavos no informaran a los filisteos de la incursión.
12. Aquis creía.
La duplicidad de David fue otra grave equivocación, indigna de uno que había sido tan ensalzado con privilegios espirituales. El precio de la victoria en el conflicto con el pecado es una vigilancia y una entrega constantes a la voluntad de Dios. Pero la bondad de Dios no abandonó a David en su hora de desaliento. David tenía un firme propósito y un sincero deseo de cooperar plenamente con el programa de Dios. Este proceder lo indujo a reconocer sus pecados y a tratar inmediatamente de remediar sus errores.
David cometió su primer error al abandonar a Judá. Al pecado de desamparar a sus compatriotas sin permiso divino, añadió el segundo: la duplicidad. Si David hubiera permanecido en Judá, Dios podría haberlo liberado como lo había hecho previamente. Cuando Israel fue a Gilboa para hacer frente al ataque de los filisteos (cap. 28: 4), David podría haber sido usado por el Señor para alcanzar una victoria tal que hubiera ganado la aclamación popular de todo el país. En tanto que Saúl había cometido una grave falta al procurar matar a David, éste cometió un error casi fatal al abandonar su propia tierra sin un claro consejo de Dios.
CBA T2
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