1. David era viejo.
El relato con que comienza este libro de los Reyes básicamente pertenece a la terminación del libro de Samuel, pues es una continuación de la narración que allí trata de David. Sin embargo, constituye una introducción adecuada del reinado de Salomón ya que proporciona el marco histórico de la insurrección de Adonías. La razón para que Salomón ascendiera al trono antes de la muerte de David se debió al intento de Adonías de usurpar el reino. David, entonces viejo y débil, indudablemente se acercaba al fin de su vida, por lo que no podía actuar con mano firme en un tiempo de crisis. Por eso el autor comienza con una descripción del estado fisico de David.
David tenía setenta años al término de su reinado, poco antes de morir (2 Sam. 5: 4). Había, pues, alcanzado una edad mayor que cualquier rey hebreo del cual haya quedado registro. Su vida había sido dificil y azarosa. Penalidades, sufrimientos, riesgos y pesares habían desgastado al rey, que una vez había sido robusto; en gran medida había perdido su energía y estaba muy debilitado. Quizá también lo extenuaba alguna enfermedad. Y ahora, además de sus achaques corporales, se había rebelado uno de sus hijos.
Al describir los detalles del relato, el autor demuestra que estaba bien informado. Con nitidez revela detalles sólo conocidos por alguien bien interiorizado de la vida íntima de la corte. No escribe para la gloria ni el beneficio del rey, sino para la posteridad. No hay necesidad de hacer resaltar lecciones morales: cada llamativo detalle de la narración habla por sí mismo. Las penalidades de la vida se registran exactamente como sucedieron: tal como ocurren en un mundo en que monarcas orgullosos y victoriosos y aun fervientes hombres de Dios no están libres de recoger la cosecha de las semillas sembradas.
2. Sus siervos.
Eran servidores reales, auxiliares del rey que atendían sus necesidades personales y eran responsables ante la nación por el bienestar del monarca. Josefo los llama "médicos" ( Antigüedades vii. 14. 3). El remedio que se propuso de que se buscara una mujer joven y sana para que comunicara calor y vigor a un cuerpo entumecido y debilitado, se usaba en la antigüedad, pues el conocimiento médico era reducido. Se sabe de prescripciones similares en la Europa medieval y en el Oriente moderno.
3. Sunamita.
Sunem, que ahora se llama Sólem, estaba en Isacar (Jos. 19: 17, 18), en una altura de la llanura de Esdraelón, 10,4 km al suroeste del Tabor. La agraciada sunamita procedía del mismo lugar de la sulamita del Cantar de los Cantares de Salomón (Cant. 6: 13), pero no hay ninguna prueba de que ambas fueran la misma.
4. Le servía.
La doncella elegida no sólo debía contribuir para dar vitalidad al achacoso monarca, sino que también tenía que servirle como enfermera y servidora; debía estar en su presencia para brindar comodidad al rey y para cuidar de su salud.
5. Adonías.
El cuarto hijo de David (2 Sam. 3: 4; 1 Crón. 3: 2). Habían muerto los hijos mayores: Amnón y Absalón, y también probablemente Quileab, pues nada más se dice de él. De manera que Adonías parecía ser el siguiente en el orden de sucesión al trono.
Yo reinaré.
Sin duda Adonías alegaba que tenía derecho al trono. Abusando de su condición de hermano mayor y embriagado por su orgullo, resolvió dar los pasos que fueran 725 necesarios para apropiarse del reino. Aunque debe haber conocido los planes de su padre, estaba dispuesto a tomar el trono por la fuerza, si hubiera sido preciso, yendo en contra de lo que evidentemente era el plan divino (1 Crón. 22: 5-9). Salomón, su hermano menor, tenía mejores cualidades para servir como gobernante de Israel (PP 812), pero el mayor estaba determinado a ser el rey, sin importarle cuáles fueran las consecuencias para el país o para quienes se pusieran de parte de él. Siempre son trágicos los resultados cuando se desdeñan la razón y la prudencia y se va en pos del egoísmo.
6. Nunca le había entristecido.
Adonías era un hijo malcriado por un padre demasiado indulgente. Cuando era niño, se había permitido que este aspirante al trono hiciera su propia voluntad, y ahora no se podía reprimirlo. Más de una vida se ha arruinado por un exceso de afecto paternal.
Muy hermoso.
Adonías era bello y atractivo, y por eso sin duda era popular entre muchos del pueblo. Pero la belleza personal no se cuenta entre las cualidades más esenciales para un cargo de liderazgo. Las dotes naturales de Adonías lo habían hecho vanidoso, necio, vanaglorioso, egoísta y ambicioso. Sus pasiones juveniles eran más poderosas que sus principios y sus impulsos superaban a sus convicciones. Era "hermoso" sólo en apariencia. Mucho más importante es que un hombre sea de buen corazón.
Había nacido después de Absalón.
Maaca era la madre de Absalón (2 Sam. 3: 3), y Haguit era la madre de Adonías (2 Sam. 3: 4).
7. Se había puesto de acuerdo con Joab.
Con la ayuda de Joab, su comandante en jefe, Adonías esperaba ganar el favor del ejército, y mediante Abiatar, el sumo sacerdote, también procuraba conseguir el apoyo del sacerdocio. Tanto Joab como Abiatar habían sido íntimos de David y le habían prestado un noble servicio en tiempos dificiles. Joab era un hombre duro, osado y a veces inescrupuloso, en ocasiones imperioso y aun desobediente a las órdenes reales. Abiatar era hijo de Ahimelec, que murió defendiendo la causa de David. Abiatar había sido uno de los más firmes amigos de David, y estuvo con él en sus peregrinaciones cuando huía de Saúl (1 Sam. 22: 20-23), le prestó servicios mientras fue rey en Hebrón (2 Sam. 15: 35), y huyó con él cuando se rebeló Absalón (2 Sam. 15: 24, 29, 35, 36; 17: 15; 19: 11). No es clara la razón de su defección en este tiempo, pero podría ser porque consideró que la conducta de Adonías no era una verdadera rebelión. El hecho de que David designara a Salomón para que ocupara el trono puede haberse considerado como originado en un cariño excesivo, y que el hijo mayor recibiera la corona puede haber parecido tan sólo algo correcto y justificable. Por su parte Joab puede haber apoyado a Adonías debido a su inquina contra el rey por haberlo rebajado de cargo (2 Sam. 19: 13).
8. Sadoc.
Sumo sacerdote con Ahimelec (ver com. 2 Sam. 8: 17), y después de la muerte de éste, con Abiatar (2 Sam. 20: 25). Cuando se sublevó Absalón, tanto Sadoc como Abiatar permanecieron leales a David, quien mientras huía los envió de regreso a Jerusalén con el arca (2 Sam. 15: 24-29, 35). No es clara la relación exacta entre los dos sacerdotes, pero podría ser que puesto que Sadoc servía en el tabernáculo del testimonio en Gabaón (1 Crón. 16: 39), tal vez Abiatar servía en el santuario donde estaba el arca en Sion (ver 1 Crón. 16: 1; cf. 2 Crón. 5: 2).
Benaía.
El principal de los cereteos y peleteos (2 Sam. 8: 18; 20: 23; 1 Crón. 18: 17) -la guardia personal de David (2 Sam. 23: 20, 23)- que lo acompañó cuando se rebeló Absalón (2 Sam. 15: 18). Debido a sus nombres existe la opinión generalmente aceptada de que se los reclutaba de entre los cretenses y los filisteos. Esas tropas no estaban bajo el comando de Joab, y sin duda éste -movido por la envidia- consideraba a Benaía como rival.
Natán.
Un profeta que actuó en los días de David y que estaba muy cerca del rey. Salomón podía contar con el apoyo de Natán. Cuando el príncipe era niño, él fue quien le dio el nombre de Jedidías, "amado de Jehová" " (2 Sam. 12: 25).
9. Matando Adonías ovejas.
Cuando Saúl fue investido como rey en Gilgal, "sacrificaron allí ofrendas de paz" " (1 Sam. 11: 15). Cuando el Señor llamó a Samuel para que ungiera a David como rey, le ordenó que ofreciera un sacrificio al cual fueron invitados Isaí y sus hijos (1 Sam. 16: 1-5). También Absalón cuando se apoderó del trono, ofreció sacrificios (2 Sam. 15: 12). El sacrificio de Adonías fue un sacrificio de paz como los que se ofrecían en ocasiones de gozo o de agradecimiento, a los cuales se podía invitar a muchos.
Rogel.
Un manantial profundo cerca de Jerusalén, poco más allá de donde se unen los valles de Cedrón e Hinom. Según Josefo, estaba en el, jardín del rey ( Antigüedades vii. 14. 4), fuera de la ciudad. Se conoce hoy día como Bîr'Ayyûb : "Pozo de Job".
10. No convidó.
El hecho de que no invitara a Salomón al sacrificio demuestra que Adonías conocía muy bien el deseo de su padre de que se entregara el reino a Salomón, y que estaba resuelto a impedir que se cumpliera ese deseo. Al no invitar a Salomón, Adonías revelaba sus propios planes y propósitos, y también daba la oportunidad para que los que eran leales a David frustraran sus esfuerzos.
11. Habló Natán.
El proceder de Natán condijo con sus responsabilidades como profeta de Dios y fiel servidor del Estado. Comprendió que la realización del complot iría en contra de la consumación del propósito divino, y con su característica resolución y prontitud tomó la inociativa para poner en marcha algunas medidas destinadas a frustrar la conspiración. Bien sabía Betsabé que si Adonías usurpaba el trono, inevitablemente eso significaría la muerte para su hijo y para ella. Nadie más que ella podía inducir al rey a dar los pasos indispensales para enfrentar la crisis. Con gran sabiduría, Natán surgirió un procedimiento para desbaratar la conspiración e impedir que se repitiera el desastre ocasionado por Absalón.
15. Betsabé entró.
La madre de Salomón tenía libre acceso al palacio, y rápidamente llegó hasta la presencia del rey, que estaba enfermo. Cuando se inclinó con la humildad de una suplicante, inmediatamente reconoció David que algo de importancia desusada había provocado la visita, y pidió explicaciones. El hecho de que David no supiera nada de lo que sucedía, que Adonías no le hubiera consultado acerca de sus planes y que sólo se informara de ellos a Natán en el momento de su ejecución, muestra cuán secreto había sido todo. La intriga revelaba que Adonías no obraba dirigido por una conciencia limpia. Betsabé comenzó recordamdo a su esposo que él le había prometido que Salomón sería sucesor en el trono; luego, súbitamente, le informó que, a pesar de esa promesa, Adonías ya era rey. Este se había atrevido a tomar el reino miestras David mismo todavía estaba en el trono. Ante una situación tal, los ojos de todo Israel se fijaban en David para ver qué haría. Betsabé le hizo recordar su responsabilidad en esa hora de crisis, y le advirtió que si no actuaba, sería culpable de cualquier mal que le sobrevniera a ella o a su hijo.
22. Vino el profeta Natán.
En el momento culminante de la entrevista entró Natán e interrumpió a la reina con su informe urgente. Betsabé hábilmente se retiró (ver vers. 28), dando a Natán la oportunidad para que presentara el mismo anuncio sorprendente: que reinaba Adonías. ¡Ciertamente eso no podía suceder sin la orden del rey! ¿Pero cómo podía haber dado David semejante orden? ¿Por qué había hecho eso sin comunicarle nada a su consejero y amigo de confianza? Cada pregunta implicaba un reproche, un ataque contra el rey por haber participado de algo tan injusto que era una afrenta que hería directamente a Salomón, a Benaía y a Sadoc. ¿Cómo podía haber dado la espalda David a estos hombres que le eran tan íntimos? Por supuesto, las preguntas sólo servían para provocar una vehemente negativa del rey. Era forzoso que la negativa implicara un reproche real contra todo ese afrentoso complot, pues no podía concebirse que hubiera sucedido nada semejante sin el consentimiento del rey, a menos que fuera un complot dirigido directamente contra el trono. Presentando así una supuesta injuria, Natán se estaba asegurando el éxito de su misión, pues había llegado el momento en que el rey se sentiría menoscabado y tomaría las medidas necesarias para frustrar el complot de los conspiradores.
28. Llamadme a Betsabé.
La reina estaba preparada, esperando el siguiente episodio del drama que se desarrollaba rápidamente. Se aproximó con confianza al rey pues él le había dado palabra, y ella sabía que la cumpliría. David la tranquilizó, renovó su juramento y le prometió que se cumpliría ese mismo día.
32. Llamadme al sacerdote Sadoc.
Adonías no había invitado a Sadoc, Natán y Benaía, pero ahora los llamaba el rey. No eran útiles para Adonías en su conspiración, pero debían ser figuras claves para sostener el trono. David, aunque era "viejo y avanzado en días", otra vez fue impulsado por la energía característica de su juventud. Pensó con claridad y actuó con rapidez. Se dieron órdenes precisas para que cada uno hiciera lo que le correspondía. Esta súbita energía y decisión para actuar contrasta notablemente con la timidez y abatimiento con que recibió David -cuando era mucho más joven- la noticia de la rebelión de Absalón (2 Sam. 15: 14). En ese tiempo, David sabía que había estado en mal camino, y que estaba recibiendo un castigo de Dios. Ahora todo eso había terminado, y sabía que Dios estaba de su parte.
33. Mi mula.
Un animal indudablemente bien conocido por el pueblo como reservado para uso exclusivo del rey, y que para los israelitas simbolizaba las prerrogativas y los privilegios de la realeza. Si se veía a Salomón montado en esa mula, el pueblo iba a saber que él era el rey.
Gihón.
El sitio elegido fue Gihón, el famoso manantial de la Jerusalén antigua, en la ladera sudorientas de Ofel. Estaba precisamente al este de la ciudad de David y se conoce hoy día con el nombre de 'Ain Sitti Maryam, "Manantial de nuestra Señora María". Este era el manantial hasta el cual los jebuseos construyeron un túnel para conseguir agua sin arriesgarse a salir de los muros de la ciudad. Más tarde Ezequías construyó un túnel desde Gihón para llevar agua al lado occidental de la ciudad de David (2 Crón. 32: 30), al estanque alto o estanque de Siloé, y en torno de este último construyó un muro de modo que se pudiera conseguir agua en caso de un asedio (2 Crón. 33: 14). Este lugar, donde Salomón debía ser ungido, estaba más o menos a 1 km, valle arriba, de la fuente de Rogel, donde se realizaban los festejos de la coronación de Adonías.
34. Ungirán.
La ceremonia del ungimiento debía ser realizada por Sadoc como sacerdote y por Natán como profeta: ambos estaban autorizados a realizar el rito debido a sus prerrogativas oficiales. Samuel, que ungió a David (1 Sam. 16: 13), era tanto profeta como sacerdote. Jehú fue ungido por uno de los hijos de los profetas enviado por Eliseo (2 Rey. 9: 1-3).
35. A él he escogido.
Es evidente que David tenía el derecho de nombrar su sucesor. Esto estaba de acuerdo con la costumbre oriental. Alyate nombró a Creso, Ciro designó a Cambises, y Darío nombró a Jerjes. Herodoto declara que era una ley de los persas que el rey siempre nombrara un sucesor antes de partir para una expedición. El derecho de nombrar un sucesor fue ejercido en forma más absoluta todavía por algunos de los emperadores de Roma y ocasionalmente por los califas. Ver com. caps. 1: 39 y 2: 24.
Sobre Israel y sobre Judá.
Aquí se advierte una diferencia intencional entre Israel y Judá. Se notan diferencias ya en los tiempos cuando se dividió la tierra entre las tribus (Jos. 11: 21; 18: 5). David reinó primero sobre Judá en Hebrón (2 Sam. 2: 4) y después le pidieron los ancianos de Israel que fuera su rey (2 Sam. 5: 1-3). Cuando se sublevó Absalón, la división entre Israel y Judá se había acentuado mucho (2 Sam. 15: 10,13; 18: 6, 7;19: 41-43; 20: 1, 2).
39. ¡Viva el rey Salomón!
Los bien trazados planes de David se llevaron a cabo pronta y eficazmente. El nuevo rey fue ungido con el aceite santo del tabernáculo. El ungimiento indicaba que el Señor le había dado ese cargo y que tenía la bendición divina. Después de que sonó la trompeta, el clamor "¡Viva el rey Salomón!" hizo saber que éste era el rey y que había sido aceptado por el pueblo. La proclamación oficial fue hecha primero por un heraldo de acuerdo con la orden de David (vers. 34), y después se produjo el clamor del pueblo (vers. 40).
41. Oyendo Joab.
Con Salomón estaba un grupo que aclamó la coronación del nuevo rey con grande alegría y con gritos de gozosa aclamación. Con Adonías se encontraba un grupo de conspiradores que, aunque ya terminaban sus festejos, deben haber estado ensombrecidos por una ansiedad y aprensión mal disimuladas. El sonido de la trompeta que fue una nota de triunfo para un grupo, para el otro fue de condenación. El oído alerta de Joab, el guerrero veterano, prestamente captó el significado de lo que sucedía.
42. Jonatán.
Sin duda, este hijo de uno de los conspiradores había sido apostado como espía para que averiguara lo que sucedía en Jerusalén y en el palacio. Antes había arriesgado la vida para llevar informaciones confidenciales (2 Sam. 15: 27, 36; 17: 17-21), pero entonces estaba al servicio de David.
Buenas nuevas.
Las noticias no eran buenas para los conspiradores, y difícilmente Adonías podía esperar que lo fueran. Habló de esa manera para tranquilizarse a sí mismo y a sus cómplices.
43. Nuestro señor el rey David.
La palabra de David era ley mientras él viviera o hasta que oficialmente se nombrara un sucesor. A menos que Adonías estuviera dispuesto a apoyar su rebelión por la fuerza de las armas, él y los que lo acompañaban sólo podían reconocer que la voluntad del anciano rey todavía era la voluntad del Estado y que se cumplirían sus decretos.
46. Salomón se ha sentado en el trono.
Había que aceptar los hechos, aunque fueran desagradables para los conspiradores. Lo importante era que Salomón, y no Adonías, ocupaba el trono real. Había sido elegido formalmente por David como su sucesor; había ido hasta el lugar de su coronación montado en la mula real; había sido ungido solemnemente; la guardia real estaba con él; Sadoc, Natán y Benaía, como un solo hombre, estaban de su lado; el pueblo lo amaba; todo se había hecho en la debida forma y en orden, de acuerdo con la voluntad de David y con la evidente aprobación de Dios; se había dado la máxima publicidad a todo ese trámite, y lo único que podían hacer los rebeldes era reconocer que Salomón era ciertamente el rey. Ver com. vers. 35.
47. El rey adoró.
Ningún monarca terrenal vive para siempre. El hecho de que David supiera que había llegado su fin y que el cetro real debía pasar a otras manos, está acompañado por una nota de tristeza. Pero David aceptó su suerte resignadamente, postrándose en su cama y reconociendo con humildad el hecho de que su sucesor ocupara el trono. No se prosternó delante del nuevo rey sino delante de Dios, manifestándole su agradecimiento por todas sus bendiciones y por su vigilante cuidado.
49. Se estremecieron.
El informe de Jonatán produjo terror y consternación en Adonías y en sus partidarios. Sin ninguna ceremonia, los que hasta ese momento habían sido adictos de Adonías se levantaron y huyeron. Eso indicaba que reconocían que no había la menor esperanza para la causa que habían abrazado.
50. Cuernos del altar.
Los cuernos del altar eran prolongaciones de sus cuatro esquinas (Exo. 27: 2; 30: 2; 38: 2) sobre las cuales se untaba sangre (Exo. 29: 12; Lev. 4: 7; Eze. 43: 20). Aferrarse de los cuernos del altar era recurrir al derecho de asilo del santuario. Ese derecho se negaba a los asesinos (Exo. 21: 14), y por eso le fue negado a Joab después de que murió David (1 Rey. 2: 28-31). Al recurrir al refugio del altar, Adonías reconocía que era culpable de un hecho por el que podía ser ejecutado. Al reconocer que Salomón era rey (vers. 51), pudo haber intentado un reconocimiento público de su falta y dar la impresión de que su usurpación había sido un acto precipitado, por lo cual podía legítimamente buscar el refugio del santuario.
53. Vete a tu casa.
Felizmente la rebelión de Adonías terminó sin derramamiento de sangre. David había mostrado su sabiduría al poner a Salomón como rey, y al permitir que los acontecimientos siguieran su curso natural antes que enviar tropas para que aplastaran al usurpador. Salomón se dejó llevar por la sabiduría y la misericordia al extender el perdón, dejando sin embargo en claro que había otorgado esa clemencia con la condición de un buen comportamiento futuro. Si Adonías demostraba ser un hombre digno que viviera tranquilamente como un ciudadano particular y se sometía al nuevo régimen, permanecería en paz; de lo contrario, su vida correría peligro. Adonías se inclinó ante el rey y se sometió a su oscura suerte.
CBA T2
El relato con que comienza este libro de los Reyes básicamente pertenece a la terminación del libro de Samuel, pues es una continuación de la narración que allí trata de David. Sin embargo, constituye una introducción adecuada del reinado de Salomón ya que proporciona el marco histórico de la insurrección de Adonías. La razón para que Salomón ascendiera al trono antes de la muerte de David se debió al intento de Adonías de usurpar el reino. David, entonces viejo y débil, indudablemente se acercaba al fin de su vida, por lo que no podía actuar con mano firme en un tiempo de crisis. Por eso el autor comienza con una descripción del estado fisico de David.
David tenía setenta años al término de su reinado, poco antes de morir (2 Sam. 5: 4). Había, pues, alcanzado una edad mayor que cualquier rey hebreo del cual haya quedado registro. Su vida había sido dificil y azarosa. Penalidades, sufrimientos, riesgos y pesares habían desgastado al rey, que una vez había sido robusto; en gran medida había perdido su energía y estaba muy debilitado. Quizá también lo extenuaba alguna enfermedad. Y ahora, además de sus achaques corporales, se había rebelado uno de sus hijos.
Al describir los detalles del relato, el autor demuestra que estaba bien informado. Con nitidez revela detalles sólo conocidos por alguien bien interiorizado de la vida íntima de la corte. No escribe para la gloria ni el beneficio del rey, sino para la posteridad. No hay necesidad de hacer resaltar lecciones morales: cada llamativo detalle de la narración habla por sí mismo. Las penalidades de la vida se registran exactamente como sucedieron: tal como ocurren en un mundo en que monarcas orgullosos y victoriosos y aun fervientes hombres de Dios no están libres de recoger la cosecha de las semillas sembradas.
2. Sus siervos.
Eran servidores reales, auxiliares del rey que atendían sus necesidades personales y eran responsables ante la nación por el bienestar del monarca. Josefo los llama "médicos" ( Antigüedades vii. 14. 3). El remedio que se propuso de que se buscara una mujer joven y sana para que comunicara calor y vigor a un cuerpo entumecido y debilitado, se usaba en la antigüedad, pues el conocimiento médico era reducido. Se sabe de prescripciones similares en la Europa medieval y en el Oriente moderno.
3. Sunamita.
Sunem, que ahora se llama Sólem, estaba en Isacar (Jos. 19: 17, 18), en una altura de la llanura de Esdraelón, 10,4 km al suroeste del Tabor. La agraciada sunamita procedía del mismo lugar de la sulamita del Cantar de los Cantares de Salomón (Cant. 6: 13), pero no hay ninguna prueba de que ambas fueran la misma.
4. Le servía.
La doncella elegida no sólo debía contribuir para dar vitalidad al achacoso monarca, sino que también tenía que servirle como enfermera y servidora; debía estar en su presencia para brindar comodidad al rey y para cuidar de su salud.
5. Adonías.
El cuarto hijo de David (2 Sam. 3: 4; 1 Crón. 3: 2). Habían muerto los hijos mayores: Amnón y Absalón, y también probablemente Quileab, pues nada más se dice de él. De manera que Adonías parecía ser el siguiente en el orden de sucesión al trono.
Yo reinaré.
Sin duda Adonías alegaba que tenía derecho al trono. Abusando de su condición de hermano mayor y embriagado por su orgullo, resolvió dar los pasos que fueran 725 necesarios para apropiarse del reino. Aunque debe haber conocido los planes de su padre, estaba dispuesto a tomar el trono por la fuerza, si hubiera sido preciso, yendo en contra de lo que evidentemente era el plan divino (1 Crón. 22: 5-9). Salomón, su hermano menor, tenía mejores cualidades para servir como gobernante de Israel (PP 812), pero el mayor estaba determinado a ser el rey, sin importarle cuáles fueran las consecuencias para el país o para quienes se pusieran de parte de él. Siempre son trágicos los resultados cuando se desdeñan la razón y la prudencia y se va en pos del egoísmo.
6. Nunca le había entristecido.
Adonías era un hijo malcriado por un padre demasiado indulgente. Cuando era niño, se había permitido que este aspirante al trono hiciera su propia voluntad, y ahora no se podía reprimirlo. Más de una vida se ha arruinado por un exceso de afecto paternal.
Muy hermoso.
Adonías era bello y atractivo, y por eso sin duda era popular entre muchos del pueblo. Pero la belleza personal no se cuenta entre las cualidades más esenciales para un cargo de liderazgo. Las dotes naturales de Adonías lo habían hecho vanidoso, necio, vanaglorioso, egoísta y ambicioso. Sus pasiones juveniles eran más poderosas que sus principios y sus impulsos superaban a sus convicciones. Era "hermoso" sólo en apariencia. Mucho más importante es que un hombre sea de buen corazón.
Había nacido después de Absalón.
Maaca era la madre de Absalón (2 Sam. 3: 3), y Haguit era la madre de Adonías (2 Sam. 3: 4).
7. Se había puesto de acuerdo con Joab.
Con la ayuda de Joab, su comandante en jefe, Adonías esperaba ganar el favor del ejército, y mediante Abiatar, el sumo sacerdote, también procuraba conseguir el apoyo del sacerdocio. Tanto Joab como Abiatar habían sido íntimos de David y le habían prestado un noble servicio en tiempos dificiles. Joab era un hombre duro, osado y a veces inescrupuloso, en ocasiones imperioso y aun desobediente a las órdenes reales. Abiatar era hijo de Ahimelec, que murió defendiendo la causa de David. Abiatar había sido uno de los más firmes amigos de David, y estuvo con él en sus peregrinaciones cuando huía de Saúl (1 Sam. 22: 20-23), le prestó servicios mientras fue rey en Hebrón (2 Sam. 15: 35), y huyó con él cuando se rebeló Absalón (2 Sam. 15: 24, 29, 35, 36; 17: 15; 19: 11). No es clara la razón de su defección en este tiempo, pero podría ser porque consideró que la conducta de Adonías no era una verdadera rebelión. El hecho de que David designara a Salomón para que ocupara el trono puede haberse considerado como originado en un cariño excesivo, y que el hijo mayor recibiera la corona puede haber parecido tan sólo algo correcto y justificable. Por su parte Joab puede haber apoyado a Adonías debido a su inquina contra el rey por haberlo rebajado de cargo (2 Sam. 19: 13).
8. Sadoc.
Sumo sacerdote con Ahimelec (ver com. 2 Sam. 8: 17), y después de la muerte de éste, con Abiatar (2 Sam. 20: 25). Cuando se sublevó Absalón, tanto Sadoc como Abiatar permanecieron leales a David, quien mientras huía los envió de regreso a Jerusalén con el arca (2 Sam. 15: 24-29, 35). No es clara la relación exacta entre los dos sacerdotes, pero podría ser que puesto que Sadoc servía en el tabernáculo del testimonio en Gabaón (1 Crón. 16: 39), tal vez Abiatar servía en el santuario donde estaba el arca en Sion (ver 1 Crón. 16: 1; cf. 2 Crón. 5: 2).
Benaía.
El principal de los cereteos y peleteos (2 Sam. 8: 18; 20: 23; 1 Crón. 18: 17) -la guardia personal de David (2 Sam. 23: 20, 23)- que lo acompañó cuando se rebeló Absalón (2 Sam. 15: 18). Debido a sus nombres existe la opinión generalmente aceptada de que se los reclutaba de entre los cretenses y los filisteos. Esas tropas no estaban bajo el comando de Joab, y sin duda éste -movido por la envidia- consideraba a Benaía como rival.
Natán.
Un profeta que actuó en los días de David y que estaba muy cerca del rey. Salomón podía contar con el apoyo de Natán. Cuando el príncipe era niño, él fue quien le dio el nombre de Jedidías, "amado de Jehová" " (2 Sam. 12: 25).
9. Matando Adonías ovejas.
Cuando Saúl fue investido como rey en Gilgal, "sacrificaron allí ofrendas de paz" " (1 Sam. 11: 15). Cuando el Señor llamó a Samuel para que ungiera a David como rey, le ordenó que ofreciera un sacrificio al cual fueron invitados Isaí y sus hijos (1 Sam. 16: 1-5). También Absalón cuando se apoderó del trono, ofreció sacrificios (2 Sam. 15: 12). El sacrificio de Adonías fue un sacrificio de paz como los que se ofrecían en ocasiones de gozo o de agradecimiento, a los cuales se podía invitar a muchos.
Rogel.
Un manantial profundo cerca de Jerusalén, poco más allá de donde se unen los valles de Cedrón e Hinom. Según Josefo, estaba en el, jardín del rey ( Antigüedades vii. 14. 4), fuera de la ciudad. Se conoce hoy día como Bîr'Ayyûb : "Pozo de Job".
10. No convidó.
El hecho de que no invitara a Salomón al sacrificio demuestra que Adonías conocía muy bien el deseo de su padre de que se entregara el reino a Salomón, y que estaba resuelto a impedir que se cumpliera ese deseo. Al no invitar a Salomón, Adonías revelaba sus propios planes y propósitos, y también daba la oportunidad para que los que eran leales a David frustraran sus esfuerzos.
11. Habló Natán.
El proceder de Natán condijo con sus responsabilidades como profeta de Dios y fiel servidor del Estado. Comprendió que la realización del complot iría en contra de la consumación del propósito divino, y con su característica resolución y prontitud tomó la inociativa para poner en marcha algunas medidas destinadas a frustrar la conspiración. Bien sabía Betsabé que si Adonías usurpaba el trono, inevitablemente eso significaría la muerte para su hijo y para ella. Nadie más que ella podía inducir al rey a dar los pasos indispensales para enfrentar la crisis. Con gran sabiduría, Natán surgirió un procedimiento para desbaratar la conspiración e impedir que se repitiera el desastre ocasionado por Absalón.
15. Betsabé entró.
La madre de Salomón tenía libre acceso al palacio, y rápidamente llegó hasta la presencia del rey, que estaba enfermo. Cuando se inclinó con la humildad de una suplicante, inmediatamente reconoció David que algo de importancia desusada había provocado la visita, y pidió explicaciones. El hecho de que David no supiera nada de lo que sucedía, que Adonías no le hubiera consultado acerca de sus planes y que sólo se informara de ellos a Natán en el momento de su ejecución, muestra cuán secreto había sido todo. La intriga revelaba que Adonías no obraba dirigido por una conciencia limpia. Betsabé comenzó recordamdo a su esposo que él le había prometido que Salomón sería sucesor en el trono; luego, súbitamente, le informó que, a pesar de esa promesa, Adonías ya era rey. Este se había atrevido a tomar el reino miestras David mismo todavía estaba en el trono. Ante una situación tal, los ojos de todo Israel se fijaban en David para ver qué haría. Betsabé le hizo recordar su responsabilidad en esa hora de crisis, y le advirtió que si no actuaba, sería culpable de cualquier mal que le sobrevniera a ella o a su hijo.
22. Vino el profeta Natán.
En el momento culminante de la entrevista entró Natán e interrumpió a la reina con su informe urgente. Betsabé hábilmente se retiró (ver vers. 28), dando a Natán la oportunidad para que presentara el mismo anuncio sorprendente: que reinaba Adonías. ¡Ciertamente eso no podía suceder sin la orden del rey! ¿Pero cómo podía haber dado David semejante orden? ¿Por qué había hecho eso sin comunicarle nada a su consejero y amigo de confianza? Cada pregunta implicaba un reproche, un ataque contra el rey por haber participado de algo tan injusto que era una afrenta que hería directamente a Salomón, a Benaía y a Sadoc. ¿Cómo podía haber dado la espalda David a estos hombres que le eran tan íntimos? Por supuesto, las preguntas sólo servían para provocar una vehemente negativa del rey. Era forzoso que la negativa implicara un reproche real contra todo ese afrentoso complot, pues no podía concebirse que hubiera sucedido nada semejante sin el consentimiento del rey, a menos que fuera un complot dirigido directamente contra el trono. Presentando así una supuesta injuria, Natán se estaba asegurando el éxito de su misión, pues había llegado el momento en que el rey se sentiría menoscabado y tomaría las medidas necesarias para frustrar el complot de los conspiradores.
28. Llamadme a Betsabé.
La reina estaba preparada, esperando el siguiente episodio del drama que se desarrollaba rápidamente. Se aproximó con confianza al rey pues él le había dado palabra, y ella sabía que la cumpliría. David la tranquilizó, renovó su juramento y le prometió que se cumpliría ese mismo día.
32. Llamadme al sacerdote Sadoc.
Adonías no había invitado a Sadoc, Natán y Benaía, pero ahora los llamaba el rey. No eran útiles para Adonías en su conspiración, pero debían ser figuras claves para sostener el trono. David, aunque era "viejo y avanzado en días", otra vez fue impulsado por la energía característica de su juventud. Pensó con claridad y actuó con rapidez. Se dieron órdenes precisas para que cada uno hiciera lo que le correspondía. Esta súbita energía y decisión para actuar contrasta notablemente con la timidez y abatimiento con que recibió David -cuando era mucho más joven- la noticia de la rebelión de Absalón (2 Sam. 15: 14). En ese tiempo, David sabía que había estado en mal camino, y que estaba recibiendo un castigo de Dios. Ahora todo eso había terminado, y sabía que Dios estaba de su parte.
33. Mi mula.
Un animal indudablemente bien conocido por el pueblo como reservado para uso exclusivo del rey, y que para los israelitas simbolizaba las prerrogativas y los privilegios de la realeza. Si se veía a Salomón montado en esa mula, el pueblo iba a saber que él era el rey.
Gihón.
El sitio elegido fue Gihón, el famoso manantial de la Jerusalén antigua, en la ladera sudorientas de Ofel. Estaba precisamente al este de la ciudad de David y se conoce hoy día con el nombre de 'Ain Sitti Maryam, "Manantial de nuestra Señora María". Este era el manantial hasta el cual los jebuseos construyeron un túnel para conseguir agua sin arriesgarse a salir de los muros de la ciudad. Más tarde Ezequías construyó un túnel desde Gihón para llevar agua al lado occidental de la ciudad de David (2 Crón. 32: 30), al estanque alto o estanque de Siloé, y en torno de este último construyó un muro de modo que se pudiera conseguir agua en caso de un asedio (2 Crón. 33: 14). Este lugar, donde Salomón debía ser ungido, estaba más o menos a 1 km, valle arriba, de la fuente de Rogel, donde se realizaban los festejos de la coronación de Adonías.
34. Ungirán.
La ceremonia del ungimiento debía ser realizada por Sadoc como sacerdote y por Natán como profeta: ambos estaban autorizados a realizar el rito debido a sus prerrogativas oficiales. Samuel, que ungió a David (1 Sam. 16: 13), era tanto profeta como sacerdote. Jehú fue ungido por uno de los hijos de los profetas enviado por Eliseo (2 Rey. 9: 1-3).
35. A él he escogido.
Es evidente que David tenía el derecho de nombrar su sucesor. Esto estaba de acuerdo con la costumbre oriental. Alyate nombró a Creso, Ciro designó a Cambises, y Darío nombró a Jerjes. Herodoto declara que era una ley de los persas que el rey siempre nombrara un sucesor antes de partir para una expedición. El derecho de nombrar un sucesor fue ejercido en forma más absoluta todavía por algunos de los emperadores de Roma y ocasionalmente por los califas. Ver com. caps. 1: 39 y 2: 24.
Sobre Israel y sobre Judá.
Aquí se advierte una diferencia intencional entre Israel y Judá. Se notan diferencias ya en los tiempos cuando se dividió la tierra entre las tribus (Jos. 11: 21; 18: 5). David reinó primero sobre Judá en Hebrón (2 Sam. 2: 4) y después le pidieron los ancianos de Israel que fuera su rey (2 Sam. 5: 1-3). Cuando se sublevó Absalón, la división entre Israel y Judá se había acentuado mucho (2 Sam. 15: 10,13; 18: 6, 7;19: 41-43; 20: 1, 2).
39. ¡Viva el rey Salomón!
Los bien trazados planes de David se llevaron a cabo pronta y eficazmente. El nuevo rey fue ungido con el aceite santo del tabernáculo. El ungimiento indicaba que el Señor le había dado ese cargo y que tenía la bendición divina. Después de que sonó la trompeta, el clamor "¡Viva el rey Salomón!" hizo saber que éste era el rey y que había sido aceptado por el pueblo. La proclamación oficial fue hecha primero por un heraldo de acuerdo con la orden de David (vers. 34), y después se produjo el clamor del pueblo (vers. 40).
41. Oyendo Joab.
Con Salomón estaba un grupo que aclamó la coronación del nuevo rey con grande alegría y con gritos de gozosa aclamación. Con Adonías se encontraba un grupo de conspiradores que, aunque ya terminaban sus festejos, deben haber estado ensombrecidos por una ansiedad y aprensión mal disimuladas. El sonido de la trompeta que fue una nota de triunfo para un grupo, para el otro fue de condenación. El oído alerta de Joab, el guerrero veterano, prestamente captó el significado de lo que sucedía.
42. Jonatán.
Sin duda, este hijo de uno de los conspiradores había sido apostado como espía para que averiguara lo que sucedía en Jerusalén y en el palacio. Antes había arriesgado la vida para llevar informaciones confidenciales (2 Sam. 15: 27, 36; 17: 17-21), pero entonces estaba al servicio de David.
Buenas nuevas.
Las noticias no eran buenas para los conspiradores, y difícilmente Adonías podía esperar que lo fueran. Habló de esa manera para tranquilizarse a sí mismo y a sus cómplices.
43. Nuestro señor el rey David.
La palabra de David era ley mientras él viviera o hasta que oficialmente se nombrara un sucesor. A menos que Adonías estuviera dispuesto a apoyar su rebelión por la fuerza de las armas, él y los que lo acompañaban sólo podían reconocer que la voluntad del anciano rey todavía era la voluntad del Estado y que se cumplirían sus decretos.
46. Salomón se ha sentado en el trono.
Había que aceptar los hechos, aunque fueran desagradables para los conspiradores. Lo importante era que Salomón, y no Adonías, ocupaba el trono real. Había sido elegido formalmente por David como su sucesor; había ido hasta el lugar de su coronación montado en la mula real; había sido ungido solemnemente; la guardia real estaba con él; Sadoc, Natán y Benaía, como un solo hombre, estaban de su lado; el pueblo lo amaba; todo se había hecho en la debida forma y en orden, de acuerdo con la voluntad de David y con la evidente aprobación de Dios; se había dado la máxima publicidad a todo ese trámite, y lo único que podían hacer los rebeldes era reconocer que Salomón era ciertamente el rey. Ver com. vers. 35.
47. El rey adoró.
Ningún monarca terrenal vive para siempre. El hecho de que David supiera que había llegado su fin y que el cetro real debía pasar a otras manos, está acompañado por una nota de tristeza. Pero David aceptó su suerte resignadamente, postrándose en su cama y reconociendo con humildad el hecho de que su sucesor ocupara el trono. No se prosternó delante del nuevo rey sino delante de Dios, manifestándole su agradecimiento por todas sus bendiciones y por su vigilante cuidado.
49. Se estremecieron.
El informe de Jonatán produjo terror y consternación en Adonías y en sus partidarios. Sin ninguna ceremonia, los que hasta ese momento habían sido adictos de Adonías se levantaron y huyeron. Eso indicaba que reconocían que no había la menor esperanza para la causa que habían abrazado.
50. Cuernos del altar.
Los cuernos del altar eran prolongaciones de sus cuatro esquinas (Exo. 27: 2; 30: 2; 38: 2) sobre las cuales se untaba sangre (Exo. 29: 12; Lev. 4: 7; Eze. 43: 20). Aferrarse de los cuernos del altar era recurrir al derecho de asilo del santuario. Ese derecho se negaba a los asesinos (Exo. 21: 14), y por eso le fue negado a Joab después de que murió David (1 Rey. 2: 28-31). Al recurrir al refugio del altar, Adonías reconocía que era culpable de un hecho por el que podía ser ejecutado. Al reconocer que Salomón era rey (vers. 51), pudo haber intentado un reconocimiento público de su falta y dar la impresión de que su usurpación había sido un acto precipitado, por lo cual podía legítimamente buscar el refugio del santuario.
53. Vete a tu casa.
Felizmente la rebelión de Adonías terminó sin derramamiento de sangre. David había mostrado su sabiduría al poner a Salomón como rey, y al permitir que los acontecimientos siguieran su curso natural antes que enviar tropas para que aplastaran al usurpador. Salomón se dejó llevar por la sabiduría y la misericordia al extender el perdón, dejando sin embargo en claro que había otorgado esa clemencia con la condición de un buen comportamiento futuro. Si Adonías demostraba ser un hombre digno que viviera tranquilamente como un ciudadano particular y se sometía al nuevo régimen, permanecería en paz; de lo contrario, su vida correría peligro. Adonías se inclinó ante el rey y se sometió a su oscura suerte.
CBA T2
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