l. Los días en que David.
Este capítulo continúa la narración del anterior con los mismos vívidos detalles y el mismo estilo gráfico. El relato, tal como se da en Crónicas, omite la insurrección de Adonías, y en cambio describe una gran asamblea de "todos los principales de Israel" , "los sacerdotes y levitas" , "los jefes de las divisiones que servían al rey" y los caudillos de todo el reino (1 Crón. 23: 1, 2; caps. 28, 29), para investir a Salomón como rey " "por segunda vez" " (cap. 29: 22). Tanto Saúl (1 Sam. 11: 14, 15) como David (2 Sam. 5: 1- 3) habían sido proclamados por segunda vez como reyes, y así sucedió también en el caso de Salomón. Su primer ungimiento se efectuó con suma rapidez en una ocasión bastante impremeditada, debido a la premura de las circunstancias, en un momento cuando sólo pudieron estar presentes unas pocas personas de las proximidades. Por eso correspondía que hubiera una segunda coronación más general, con la debida solemnidad y pompa ante los representantes de toda la nación.
2. El camino de todos en la tierra.
Esta expresión nos recuerda las palabras de Josué (Jos. 23: 14) cuando afrontó el fin. La muerte es completamente imparcial. A los héroes máximos de la tierra les ocurre lo mismo que a los más humildes cuando descienden a la tumba. Las distinciones mundanales son transitorias, y desaparecen las glorias de los reyes cada vez que impera la muerte.
Esfuérzate.
David no pensó en sí mismo, sino en su hijo; no en el pasado, sino en el futuro. Habló como padre amante, soldado, patriota y, por encima de todo, como un hombre que ha demostrado en todo respecto que era realmente rey. Exhortó a Salomón para que se esforzara al tomar las responsabilidades del liderazgo, así como Moisés exhortó a Josué (Deut. 31: 7) y así como el Señor mismo exhortó a Josué (Jos. 1: 7).
Sé hombre.
Salomón ahora era rey a pesar de su juventud; por eso, de un modo especial, debía demostrar su hombría. Debía ser un varón que se dominara plenamente y que mandara a su pueblo; tenía que ser intrépido y libre de cohecho y de corrupción. No debía poner en primer término sus intereses sino los del pueblo a quien debía servir, y los de Dios cuyo representante era.
3. Guarda los preceptos.
Por encima de todo, la exhortación de David a Salomón fue de una índole religiosa. En primer lugar, Salomón debía ser leal a Dios. Los israelitas eran el pueblo de Dios, y Salomón debía gobernarlos como siervo de Dios. Las últimas palabras de David a Salomón no fueron tanto las de un padre para su hijo, sino más bien las del que presidía a Israel -un Estado teocrático- para el que divinamente había sido nombrado como su sucesor al trono. Todo el discurso debe enfocarse desde este punto de vista. Como rey de Israel, Salomón debía ocupar "el trono del reino de Jehová" (1 Crón. 28: 5). Cuando hubo tomado el reino, "se sentó. . . en el trono de Jehová" (1 Crón. 29: 23). Israel era una nación cuyo rey era Jehová, y el gobernante humano era sólo un siervo de la nación y representante del Rey celestial.
Andando en sus caminos.
El rey debía conocer los caminos de Dios y caminar en ellos, no sólo por su propio bien sino también para dar un ejemplo al pueblo. Los caminos de Dios eran caminos de rectitud y paz, y redundarían en bendiciones y prosperidad.
Observando sus estatutos.
Los estatutos son las estipulaciones de la ley. Dios dio sus mandamientos al pueblo y añadió algunas órdenes para aclarar con exactitud qué clase de obediencia estaba implicada en los casos específicos. En la ley de Moisés se detallan estatutos, juicios y testimonios tales. Hay ritos ceremoniales, estatutos civiles, leyes de salud así como también requerimientos morales.
Para que prosperes.
Dios que dio todas sus leyes para beneficio de sus hijos, puso a éstos bajo la vigencia de esas leyes porque desea verlos felices y prósperos. No dio sus prescripciones y órdenes para hacer alarde de su autoridad suprema, sino para asegurar el bienestar y la felicidad de los habitantes de la tierra. Al caminar en armonía con las leyes del cielo, el hombre había de hallar gozo, paz, contentamiento de espíritu, salud física y plenitud de vida. La desobediencia a esas leyes ocasionaría dificultades, pesar, enfermedades, quebrantos, dolores y muerte. Esto se presentó con claridad en el comienzo de la historia de Israel. Los profetas lo han hecho resaltar constantemente hasta el mismo fin. " "Si quisierais y oyerais, comeréis el bien de la tierra; si no quisierais y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho" " (Isa. 1: 19, 20; cf. Jer. 7: 5- 7). Cuando Israel pereció finalmente, quedó en claro que eso se debió a que no había cumplido los mandamientos del Señor (2 Rey. 17: 7- 20).
4. Para que confirme Jehová la palabra.
Dios hizo la promesa original a David por medio del profeta Natán (2 Sam. 7: 11- 17) y quizá posteriormente a David mismo (Sal. 89: 3, 4). La promesa fue que la casa de David y su reino quedarían establecidos para siempre. El cumplimiento de esta promesa para los hijos de David dependía de una continua obediencia a los mandamientos de Dios (Sal. 132: 12). David le recordó a Salomón esta condición a fin de que fuera continuamente fiel y obediente a los mandamientos de Jehová.
6. Harás conforme.
Joab había asesinado a Abner (2 Sam. 3: 27- 30). En ese tiempo David dejó en claro que no tenía parte en el crimen, y anunció que a su debido tiempo el Señor daría "el pago al que mal hace, conforme a su maldad" (2 Sam. 3: 31- 39). También Joab había asesinado a Amasa, a quien David acababa de nombrar para que ocupara el puesto de Joab (2 Sam. 19: 13; 20: 8- 10). La muerte de ambos debía ser vengada. Cuando se cometieron esos crímenes, David no podía castigar a Joab, debido a que éste sabía la parte que había tenido David en la muerte de Urías heteo (2 Sam. 11: 14- 25). Pero los dictados de la justicia demandaban que asesinatos como los que había cometido Joab no quedaran impunes. Por lo tanto, hablando no como un particular que había recibido durante muchos años los servicios penosos y fieles del hombre que ahora condenaba, sino como un rey teocrático, David dio las instrucciones para que un hombre cuyas manos estaban limpias y que no debía nada a Joab, castigara los crímenes de éste. Además, debe recordarse que Joab también era culpable de hechos que David no menciona aquí expresamente -tales como la muerte de Absalón en contra de una orden expresa de David (2 Sam. 18: 14, 15) y su reciente traición al apoyar a Adonías (1 Rey. 1: 7)- , lo que sin duda ya había indispuesto a Salomón contra él.
7. Harás misericordia.
Un agradable contraste es el recuerdo de David de la hospitalidad que le brindó Barzilai cuando huía de Absalón (2 Sam. 19: 31- 39). Comer de la mesa del rey significaba recibir sostén del tesoro real (2 Sam. 9: 7; 1 Rey. 18: 19; Neh. 5: 17). Barzilai tenía un hijo que se llamaba Quimam (2 Sam. 19: 37). Algunos han pensado que la referencia de Jeremías a "Gerut-quimam " [Refugio de Kimham, BJ]" (Jer. 41: 17), como que estaba cerca de Belén, indica que David había dado allí al hijo de Barzilai una heredad de una propiedad particular del rey.
8. Simei.
Este hombre, que había procedido tan alevosamente contra David, podía ser un motivo de peligro para Salomón en esos tiempos turbulentos (ver vers. 36- 46).
10. Durmió David.
Es muy escueto el relato de la muerte de David. Lo registrado en Crónicas tan sólo añade que " "murió en buena vejez, lleno de días, de riquezas y de gloria" " (1 Crón. 29: 28).
Sepultado.
Indudablemente en Sion, en terreno real cerca del palacio de David (2 Sam. 5: 9). "Los sepulcros de David" , las tumbas de los sucesores de David, se mencionan en el registro de Nehemías (Neh. 3: 16), y quizá estuvieron al sur del templo (Eze. 43: 7- 9). Indudablemente esos sepulcros fueron excavados en la roca sobre la que se edificó a Jerusalén. Josefo informa que los tesoros de la tumba fueron saqueados por Hircano y más tarde por Herodes ( Antigüedades vii. 15. 3; xvi. 7. 1). Existían en los días del NT (Hech. 2: 29), pero en la actualidad se desconoce su ubicación exacta. Las denominadas "tumbas de los reyes" -que una vez se creyó que eran el mausoleo de los reyes de Judá- en realidad datan del siglo 1 DC.
11. Siete años.
Más exactamente, "siete años y seis meses" (2 Sam. 5: 5; 1 Crón. 3: 4).
12. Fue firme en gran manera.
Compárese con el vers. 46, en el que -después de que se mencionó la muerte de Adonías, Joab y Simei y la humillación de Abiatar- se declara que "el reino fue confirmado en la mano de Salomón"." Resulta claro que durante la primera parte del reinado de Salomón hubo descontentos que amenazaron la estabilidad del trono del joven rey. Salomón procedió rápida y firmemente contra esas fuerzas de disturbios y revueltas y, como resultado, quedó firmemente establecido el reino bajo su dominio.
13. ¿Es tu venida de paz?
La sola presencia de Adonías en el escenario despertó una pregunta acerca de sus intenciones. ¿Se había conformado con su suerte y estaba listo para apoyar a Salomón, o todavía esperaba conseguir el trono de alguna manera?
15. El reino era mío.
La referencia de Adonías a su frustrado intento de subir al trono demuestra que todavía tenía mucha ambición. Parecen haber sido bien fundados los temores de Betsabé.
Por Jehová.
En apariencia una piadosa aceptación de la voluntad divina, pero en realidad 733 un mal disimulado propósito de esforzarse para conseguir con habilidad el reino que no había podido lograr por la fuerza.
17. Que me dé Abisag.
Tal vez podría haber pedido el reino. Quizá su verdadero propósito no era movido por un amor despertado por la bella Abisag, sino que quería lograr el reino casándose con ella. En el antiguo Oriente las esposas de un rey se convertían en las esposas de su sucesor. Por eso David, cuando fue el sucesor de Saúl, tomó las esposas de éste (2 Sam. 12: 8). Siguiendo el consejo de Ahitofel, Absalón se allegó a las concubinas de su padre a la vista de todo el pueblo. Así demostró públicamente que había tomado los derechos del trono de su padre (2 Sam. 16: 20- 22). Sin duda se consideraba que Abisag era la última esposa, o por lo menos la última concubina de David. El pedído de Adonías de que Abisag fuera su esposa podía entenderse como un reclamo del mismo trono. Sin embargo, ante Betsabé fingió ser un joven consagrado y arrepentido, resignado con su suerte, y que sólo quería a la hermosa doncella para mitigar su adolorido corazón.
18. Hablaré por ti.
¿Por qué estuvo dispuesta Betsabé para hablar en favor de Adonías delante del rey? ¿Pensaba que era sincero, o vislumbró a través de sus ardides pero accedió a su pedido con la esperanza de que Adonías quedara en paz y así se asegurara el reino para su hijo?
19. Se inclinó ante ella.
La forma en que Salomón honró a su madre dio un ejemplo adecuado tanto para sus contemporáneos como para nosotros. En las cortes de la antigüedad, con frecuencia la reina madre recibía mucha honra.
22. También. . . el reino.
Quizá Betsabé no notó nada peligroso en el pedido de Adonías, pero Salomón lo advirtió inmediatamente. Acceder al pedido de Adonías habría significado dar alas a sus pretensiones. Los que simpatizaban con él habrían tenido una base firme para apoyar sus demandas.
Al sacerdote Abiatar.
Salomón demostró su disgusto por la falta de perspicacia de su madre al haberse dejado llevar a una situación como ésa. Ya las cosas eran bastante malas sin que ella colaborara con los esfuerzos de Adonías por apoderarse del trono. Después de todo Adonías era el hermano mayor, y muchos podrían pensar que era legítima su pretensión al trono. Y a su lado estaban dos de los hombres más influyentes del país: Abiatar el sumo sacerdote y Joab el comandante en jefe, que lo ayudaban y apoyaban en toda forma posible. Ahora la madre del rey había permitido que se la comprometiera hasta el punto de que en realidad pedía nada menos que el trono para el hijo mayor. De hecho, Salomón dijo: "¿Por qué sólo pides a Abisag?, ¿por qué no pides también el reino? El es mi hermano mayor, ¿acaso no le pertenece el reino por derecho propio? Y para probar sus pretensiones, ¿acaso no tiene consigo a Abiatar el sacerdote y también a Joab que apoyan su causa y demuestran a todos que indudablemente él tiene derecho?" Es evidente que Betsabé entendió el merecido reproche.
23. Contra su vida.
El pedido de Adonías equivalía a una traición, y como tal merecía la pena de muerte. El joven tenía un carácter peligroso, y no podía permitirse que sus maquinaciones pusieran en peligro la seguridad del Estado. Así razonaba Salomón y estaba enteramente en lo cierto.
24. Quien me ha confirmado.
El plan de Adonías no sólo iba contra los hombres sino también contra Dios. El Señor era quien había confirmado a Salomón en el trono como sucesor de su padre David, pero ahora indudablemente Adonías hacía planes para fundar una dinastía al unirse con Abisag. No se debía permitir eso. Se había perdonado la conspiración anterior, pero no se podía pasar por alto este nuevo intento de rebelión. Salomón era rey elegido por Dios y ocupaba el trono de David que debía ser establecido para siempre. Sabiendo que lo que hacía estaba de acuerdo con la voluntad del cielo, Salomón, con un solemne juramento, condenó ese día a muerte a Adonías.
26. Al sacerdote Abiatar.
Salomón no se contentó con medidas tomadas a medias. Posiblemente suponía con acierto que en esta nueva tentativa de ocupar el trono, Adonías tenía cómplices, incluso Abiatar.
A Anatot.
Se trató a Abiatar con misericordia debido a su larga amistad con David cuando éste estuvo en la adversidad. En vez de ser ejecutado, sólo perdería su cargo y tendría que retirarse. Anatot era una ciudad de sacerdotes, en territorio de Benjamín (Jos. 21: 17- 19; 1 Crón. 6: 60). El pueblo estaba a unos 5 km al noreste de Jerusalén. Es bien 734 conocido como el lugar de nacimiento de Jeremías (Jer. 1: 1; 32: 7).
27. Para que se cumpliese.
La profecía cumplida era la de 1 Sam. 2: 30- 35; 3: 11- 14. Abiatar era descendiente de la casa de Elí y el único sobreviviente de la matanza que hizo Doeg de los hijos de Ahimelec (1 Sam. 22: 9- 23; 23: 6). Al deponer a Abiatar, el sumo sacerdocio pasaba de la casa de Itamar a la de Eleazar -hijo mayor de Aarón-, a la cual pertenecía Sadoc (Núm. 25: 11- 13; 1 Crón. 24: 1- 6). Hasta ese momento, tanto Abiatar como Sadoc habían ejercido la función de sacerdotes y habían mantenido cierta medida de coordinación entre ambos: el tabernáculo estaba en Gabaón a cargo de Sadoc y el arca en el monte de Sion a cargo de Abiatar. Cuando menguó Abiatar, la dignidad del cargo del sumo sacerdote pasó a Sadoc.
No se debe pensar que el propósito de Salomón al humillar a Abiatar era meramente hacer cumplir la profecía. Su proceder fue movido por las circunstancias. Dios decreta porque ve de antemano.
29. Arremete contra él.
Joab huyó al santuario cuando supo de la muerte de Adonías. Si se hubiese sentido libre de toda complicidad en la última conspiración, difícilmente habría temido por su vida. Las palabras de Salomón al pronunciar sentencia sobre él no hacen referencia a nada, a no ser los antiguos crímenes mencionados en el encargo que le hizo David cuando moría. Sin duda, una de las razones fue que se negaba asilo en el santuario en los casos de asesinato con alevosía (Exo. 21: 14). Las leyes contra el derramamiento de sangre eran tan rígidas que es dudoso que de acuerdo con la ley pudiera perdonarse a un asesino (Núm. 35: 16- 34; Deut. 19: 11- 13). Si no se ejecutaba la sentencia contra el asesino, la tierra sería amancillada por la sangre (Núm. 35: 33). El altar proporcionaba asilo sólo para los que habían matado sin premeditación, pero éste no era el caso de Joab. Conociendo bien la ley, Joab sabía la suerte que le esperaba. Aunque era un rudo y endurecido soldado -"demasiado duro" aun para el vigoroso guerrero David-, el viejo capitán hizo frente a su suerte sin una palabra de protesta o un acto de resistencia. Era culpable de crímenes de los cuales no podía defenderse.
36. No salgas de allí.
La situación del reino era tal, que a Salomón le pareció necesario mantener una estrecha vigilancia sobre todos los sospechosos. El inquieto Simei estaba entre las personas de quienes podía esperarse que se levantaran contra el rey apenas se presentara la oportunidad. Se sabía que era adicto de la casa de Saúl y acerbo enemigo de la casa de David. Prohibir a Simei que saliera de Jerusalén tan sólo era una razonable precaución contra una traición.
37. Cedrón.
El valle que corre de norte a sur, muy cerca del muro oriental de Jerusalén. Más allá estaba lo que después se conoció como el monte de los Olivos. En la actualidad, ningún arroyo corre por este valle a no ser en la estación lluviosa.
La referencia a cruzar el Cedrón muestra que el propósito era impedirle que volviera a Bahurim de donde era oriundo (2 Sam. 16: 5), y donde podría tener su máxina influencia y las mejores oportunidades para fomentar disturbios. Bahurim estaba en las proximidades del monte de los Olivos, en el camino que desendía al Jordán.
39. Gat.
Ciudad que perteneció antes a los filisteos, pero que fue tomada por David (1 Crón. 18: 1). Aquí se dice que tenía un rey, pero tal vez el rey dependía de la monarquía hebrea.
40. Simei se levantó.
El relato no indica que no hubiera sido hecho de buena fe el viaje de Simei a Gat, con el propósito de traer de regreso a sus siervos. Pero queda en pie el hecho de que había desobedecido la orden del rey y quebrantado su propia solemne promesa. Esto es algo que se hace resaltar. Si Simei hubiese querido ser leal a su juramento, habría informado al rey de las circunstancias, le habría pedido permiso para ir a traer de vuelta a sus siervos y habría esperado la orden del rey. Pero al proceder por su propia cuenta y al aventurarse en un país extranjero que con frecuencia había estado en guerra con el padre de Salomón, era evidente que Simei se exponía a que se sospechara de él.
42. Hizo venir a Simei.
Salomón no condenó a Simei sin considerar debidamente el caso y sin presentar claramente todos los hechos delante del acusado. Con preguntas escudriñadoras Salomón demostró que Simei no tenía excusa. Simei había jurado solemnemente que respetaría el decreto del rey. ¿Por qué no había respetado el juramento; La respuesta del silencio se convirtió en su sentencia de muerte.
44. Tu corazón bien sabe.
Nadie conoce tan bien toda la maldad oculta en el corazón como el transgresor mismo. Teniendo su vida en juego, Simei sabía que su propio mal corazón era el mejor testigo contra él mismo.
Tu cabeza.
Dios no es un ejecutor arbitrario de la sentencia provocada por la transgresión. Los pecadores cosechan el castigo que ellos mismos han sembrado. Lo que condenó a muerte a Simei fue su propia iniquidad, no meramente el veredicto de un rey terrenal.
46. El reino fue confirmado.
Ver com. vers. 12.
CBA T2
Este capítulo continúa la narración del anterior con los mismos vívidos detalles y el mismo estilo gráfico. El relato, tal como se da en Crónicas, omite la insurrección de Adonías, y en cambio describe una gran asamblea de "todos los principales de Israel" , "los sacerdotes y levitas" , "los jefes de las divisiones que servían al rey" y los caudillos de todo el reino (1 Crón. 23: 1, 2; caps. 28, 29), para investir a Salomón como rey " "por segunda vez" " (cap. 29: 22). Tanto Saúl (1 Sam. 11: 14, 15) como David (2 Sam. 5: 1- 3) habían sido proclamados por segunda vez como reyes, y así sucedió también en el caso de Salomón. Su primer ungimiento se efectuó con suma rapidez en una ocasión bastante impremeditada, debido a la premura de las circunstancias, en un momento cuando sólo pudieron estar presentes unas pocas personas de las proximidades. Por eso correspondía que hubiera una segunda coronación más general, con la debida solemnidad y pompa ante los representantes de toda la nación.
2. El camino de todos en la tierra.
Esta expresión nos recuerda las palabras de Josué (Jos. 23: 14) cuando afrontó el fin. La muerte es completamente imparcial. A los héroes máximos de la tierra les ocurre lo mismo que a los más humildes cuando descienden a la tumba. Las distinciones mundanales son transitorias, y desaparecen las glorias de los reyes cada vez que impera la muerte.
Esfuérzate.
David no pensó en sí mismo, sino en su hijo; no en el pasado, sino en el futuro. Habló como padre amante, soldado, patriota y, por encima de todo, como un hombre que ha demostrado en todo respecto que era realmente rey. Exhortó a Salomón para que se esforzara al tomar las responsabilidades del liderazgo, así como Moisés exhortó a Josué (Deut. 31: 7) y así como el Señor mismo exhortó a Josué (Jos. 1: 7).
Sé hombre.
Salomón ahora era rey a pesar de su juventud; por eso, de un modo especial, debía demostrar su hombría. Debía ser un varón que se dominara plenamente y que mandara a su pueblo; tenía que ser intrépido y libre de cohecho y de corrupción. No debía poner en primer término sus intereses sino los del pueblo a quien debía servir, y los de Dios cuyo representante era.
3. Guarda los preceptos.
Por encima de todo, la exhortación de David a Salomón fue de una índole religiosa. En primer lugar, Salomón debía ser leal a Dios. Los israelitas eran el pueblo de Dios, y Salomón debía gobernarlos como siervo de Dios. Las últimas palabras de David a Salomón no fueron tanto las de un padre para su hijo, sino más bien las del que presidía a Israel -un Estado teocrático- para el que divinamente había sido nombrado como su sucesor al trono. Todo el discurso debe enfocarse desde este punto de vista. Como rey de Israel, Salomón debía ocupar "el trono del reino de Jehová" (1 Crón. 28: 5). Cuando hubo tomado el reino, "se sentó. . . en el trono de Jehová" (1 Crón. 29: 23). Israel era una nación cuyo rey era Jehová, y el gobernante humano era sólo un siervo de la nación y representante del Rey celestial.
Andando en sus caminos.
El rey debía conocer los caminos de Dios y caminar en ellos, no sólo por su propio bien sino también para dar un ejemplo al pueblo. Los caminos de Dios eran caminos de rectitud y paz, y redundarían en bendiciones y prosperidad.
Observando sus estatutos.
Los estatutos son las estipulaciones de la ley. Dios dio sus mandamientos al pueblo y añadió algunas órdenes para aclarar con exactitud qué clase de obediencia estaba implicada en los casos específicos. En la ley de Moisés se detallan estatutos, juicios y testimonios tales. Hay ritos ceremoniales, estatutos civiles, leyes de salud así como también requerimientos morales.
Para que prosperes.
Dios que dio todas sus leyes para beneficio de sus hijos, puso a éstos bajo la vigencia de esas leyes porque desea verlos felices y prósperos. No dio sus prescripciones y órdenes para hacer alarde de su autoridad suprema, sino para asegurar el bienestar y la felicidad de los habitantes de la tierra. Al caminar en armonía con las leyes del cielo, el hombre había de hallar gozo, paz, contentamiento de espíritu, salud física y plenitud de vida. La desobediencia a esas leyes ocasionaría dificultades, pesar, enfermedades, quebrantos, dolores y muerte. Esto se presentó con claridad en el comienzo de la historia de Israel. Los profetas lo han hecho resaltar constantemente hasta el mismo fin. " "Si quisierais y oyerais, comeréis el bien de la tierra; si no quisierais y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho" " (Isa. 1: 19, 20; cf. Jer. 7: 5- 7). Cuando Israel pereció finalmente, quedó en claro que eso se debió a que no había cumplido los mandamientos del Señor (2 Rey. 17: 7- 20).
4. Para que confirme Jehová la palabra.
Dios hizo la promesa original a David por medio del profeta Natán (2 Sam. 7: 11- 17) y quizá posteriormente a David mismo (Sal. 89: 3, 4). La promesa fue que la casa de David y su reino quedarían establecidos para siempre. El cumplimiento de esta promesa para los hijos de David dependía de una continua obediencia a los mandamientos de Dios (Sal. 132: 12). David le recordó a Salomón esta condición a fin de que fuera continuamente fiel y obediente a los mandamientos de Jehová.
6. Harás conforme.
Joab había asesinado a Abner (2 Sam. 3: 27- 30). En ese tiempo David dejó en claro que no tenía parte en el crimen, y anunció que a su debido tiempo el Señor daría "el pago al que mal hace, conforme a su maldad" (2 Sam. 3: 31- 39). También Joab había asesinado a Amasa, a quien David acababa de nombrar para que ocupara el puesto de Joab (2 Sam. 19: 13; 20: 8- 10). La muerte de ambos debía ser vengada. Cuando se cometieron esos crímenes, David no podía castigar a Joab, debido a que éste sabía la parte que había tenido David en la muerte de Urías heteo (2 Sam. 11: 14- 25). Pero los dictados de la justicia demandaban que asesinatos como los que había cometido Joab no quedaran impunes. Por lo tanto, hablando no como un particular que había recibido durante muchos años los servicios penosos y fieles del hombre que ahora condenaba, sino como un rey teocrático, David dio las instrucciones para que un hombre cuyas manos estaban limpias y que no debía nada a Joab, castigara los crímenes de éste. Además, debe recordarse que Joab también era culpable de hechos que David no menciona aquí expresamente -tales como la muerte de Absalón en contra de una orden expresa de David (2 Sam. 18: 14, 15) y su reciente traición al apoyar a Adonías (1 Rey. 1: 7)- , lo que sin duda ya había indispuesto a Salomón contra él.
7. Harás misericordia.
Un agradable contraste es el recuerdo de David de la hospitalidad que le brindó Barzilai cuando huía de Absalón (2 Sam. 19: 31- 39). Comer de la mesa del rey significaba recibir sostén del tesoro real (2 Sam. 9: 7; 1 Rey. 18: 19; Neh. 5: 17). Barzilai tenía un hijo que se llamaba Quimam (2 Sam. 19: 37). Algunos han pensado que la referencia de Jeremías a "Gerut-quimam " [Refugio de Kimham, BJ]" (Jer. 41: 17), como que estaba cerca de Belén, indica que David había dado allí al hijo de Barzilai una heredad de una propiedad particular del rey.
8. Simei.
Este hombre, que había procedido tan alevosamente contra David, podía ser un motivo de peligro para Salomón en esos tiempos turbulentos (ver vers. 36- 46).
10. Durmió David.
Es muy escueto el relato de la muerte de David. Lo registrado en Crónicas tan sólo añade que " "murió en buena vejez, lleno de días, de riquezas y de gloria" " (1 Crón. 29: 28).
Sepultado.
Indudablemente en Sion, en terreno real cerca del palacio de David (2 Sam. 5: 9). "Los sepulcros de David" , las tumbas de los sucesores de David, se mencionan en el registro de Nehemías (Neh. 3: 16), y quizá estuvieron al sur del templo (Eze. 43: 7- 9). Indudablemente esos sepulcros fueron excavados en la roca sobre la que se edificó a Jerusalén. Josefo informa que los tesoros de la tumba fueron saqueados por Hircano y más tarde por Herodes ( Antigüedades vii. 15. 3; xvi. 7. 1). Existían en los días del NT (Hech. 2: 29), pero en la actualidad se desconoce su ubicación exacta. Las denominadas "tumbas de los reyes" -que una vez se creyó que eran el mausoleo de los reyes de Judá- en realidad datan del siglo 1 DC.
11. Siete años.
Más exactamente, "siete años y seis meses" (2 Sam. 5: 5; 1 Crón. 3: 4).
12. Fue firme en gran manera.
Compárese con el vers. 46, en el que -después de que se mencionó la muerte de Adonías, Joab y Simei y la humillación de Abiatar- se declara que "el reino fue confirmado en la mano de Salomón"." Resulta claro que durante la primera parte del reinado de Salomón hubo descontentos que amenazaron la estabilidad del trono del joven rey. Salomón procedió rápida y firmemente contra esas fuerzas de disturbios y revueltas y, como resultado, quedó firmemente establecido el reino bajo su dominio.
13. ¿Es tu venida de paz?
La sola presencia de Adonías en el escenario despertó una pregunta acerca de sus intenciones. ¿Se había conformado con su suerte y estaba listo para apoyar a Salomón, o todavía esperaba conseguir el trono de alguna manera?
15. El reino era mío.
La referencia de Adonías a su frustrado intento de subir al trono demuestra que todavía tenía mucha ambición. Parecen haber sido bien fundados los temores de Betsabé.
Por Jehová.
En apariencia una piadosa aceptación de la voluntad divina, pero en realidad 733 un mal disimulado propósito de esforzarse para conseguir con habilidad el reino que no había podido lograr por la fuerza.
17. Que me dé Abisag.
Tal vez podría haber pedido el reino. Quizá su verdadero propósito no era movido por un amor despertado por la bella Abisag, sino que quería lograr el reino casándose con ella. En el antiguo Oriente las esposas de un rey se convertían en las esposas de su sucesor. Por eso David, cuando fue el sucesor de Saúl, tomó las esposas de éste (2 Sam. 12: 8). Siguiendo el consejo de Ahitofel, Absalón se allegó a las concubinas de su padre a la vista de todo el pueblo. Así demostró públicamente que había tomado los derechos del trono de su padre (2 Sam. 16: 20- 22). Sin duda se consideraba que Abisag era la última esposa, o por lo menos la última concubina de David. El pedído de Adonías de que Abisag fuera su esposa podía entenderse como un reclamo del mismo trono. Sin embargo, ante Betsabé fingió ser un joven consagrado y arrepentido, resignado con su suerte, y que sólo quería a la hermosa doncella para mitigar su adolorido corazón.
18. Hablaré por ti.
¿Por qué estuvo dispuesta Betsabé para hablar en favor de Adonías delante del rey? ¿Pensaba que era sincero, o vislumbró a través de sus ardides pero accedió a su pedido con la esperanza de que Adonías quedara en paz y así se asegurara el reino para su hijo?
19. Se inclinó ante ella.
La forma en que Salomón honró a su madre dio un ejemplo adecuado tanto para sus contemporáneos como para nosotros. En las cortes de la antigüedad, con frecuencia la reina madre recibía mucha honra.
22. También. . . el reino.
Quizá Betsabé no notó nada peligroso en el pedido de Adonías, pero Salomón lo advirtió inmediatamente. Acceder al pedido de Adonías habría significado dar alas a sus pretensiones. Los que simpatizaban con él habrían tenido una base firme para apoyar sus demandas.
Al sacerdote Abiatar.
Salomón demostró su disgusto por la falta de perspicacia de su madre al haberse dejado llevar a una situación como ésa. Ya las cosas eran bastante malas sin que ella colaborara con los esfuerzos de Adonías por apoderarse del trono. Después de todo Adonías era el hermano mayor, y muchos podrían pensar que era legítima su pretensión al trono. Y a su lado estaban dos de los hombres más influyentes del país: Abiatar el sumo sacerdote y Joab el comandante en jefe, que lo ayudaban y apoyaban en toda forma posible. Ahora la madre del rey había permitido que se la comprometiera hasta el punto de que en realidad pedía nada menos que el trono para el hijo mayor. De hecho, Salomón dijo: "¿Por qué sólo pides a Abisag?, ¿por qué no pides también el reino? El es mi hermano mayor, ¿acaso no le pertenece el reino por derecho propio? Y para probar sus pretensiones, ¿acaso no tiene consigo a Abiatar el sacerdote y también a Joab que apoyan su causa y demuestran a todos que indudablemente él tiene derecho?" Es evidente que Betsabé entendió el merecido reproche.
23. Contra su vida.
El pedido de Adonías equivalía a una traición, y como tal merecía la pena de muerte. El joven tenía un carácter peligroso, y no podía permitirse que sus maquinaciones pusieran en peligro la seguridad del Estado. Así razonaba Salomón y estaba enteramente en lo cierto.
24. Quien me ha confirmado.
El plan de Adonías no sólo iba contra los hombres sino también contra Dios. El Señor era quien había confirmado a Salomón en el trono como sucesor de su padre David, pero ahora indudablemente Adonías hacía planes para fundar una dinastía al unirse con Abisag. No se debía permitir eso. Se había perdonado la conspiración anterior, pero no se podía pasar por alto este nuevo intento de rebelión. Salomón era rey elegido por Dios y ocupaba el trono de David que debía ser establecido para siempre. Sabiendo que lo que hacía estaba de acuerdo con la voluntad del cielo, Salomón, con un solemne juramento, condenó ese día a muerte a Adonías.
26. Al sacerdote Abiatar.
Salomón no se contentó con medidas tomadas a medias. Posiblemente suponía con acierto que en esta nueva tentativa de ocupar el trono, Adonías tenía cómplices, incluso Abiatar.
A Anatot.
Se trató a Abiatar con misericordia debido a su larga amistad con David cuando éste estuvo en la adversidad. En vez de ser ejecutado, sólo perdería su cargo y tendría que retirarse. Anatot era una ciudad de sacerdotes, en territorio de Benjamín (Jos. 21: 17- 19; 1 Crón. 6: 60). El pueblo estaba a unos 5 km al noreste de Jerusalén. Es bien 734 conocido como el lugar de nacimiento de Jeremías (Jer. 1: 1; 32: 7).
27. Para que se cumpliese.
La profecía cumplida era la de 1 Sam. 2: 30- 35; 3: 11- 14. Abiatar era descendiente de la casa de Elí y el único sobreviviente de la matanza que hizo Doeg de los hijos de Ahimelec (1 Sam. 22: 9- 23; 23: 6). Al deponer a Abiatar, el sumo sacerdocio pasaba de la casa de Itamar a la de Eleazar -hijo mayor de Aarón-, a la cual pertenecía Sadoc (Núm. 25: 11- 13; 1 Crón. 24: 1- 6). Hasta ese momento, tanto Abiatar como Sadoc habían ejercido la función de sacerdotes y habían mantenido cierta medida de coordinación entre ambos: el tabernáculo estaba en Gabaón a cargo de Sadoc y el arca en el monte de Sion a cargo de Abiatar. Cuando menguó Abiatar, la dignidad del cargo del sumo sacerdote pasó a Sadoc.
No se debe pensar que el propósito de Salomón al humillar a Abiatar era meramente hacer cumplir la profecía. Su proceder fue movido por las circunstancias. Dios decreta porque ve de antemano.
29. Arremete contra él.
Joab huyó al santuario cuando supo de la muerte de Adonías. Si se hubiese sentido libre de toda complicidad en la última conspiración, difícilmente habría temido por su vida. Las palabras de Salomón al pronunciar sentencia sobre él no hacen referencia a nada, a no ser los antiguos crímenes mencionados en el encargo que le hizo David cuando moría. Sin duda, una de las razones fue que se negaba asilo en el santuario en los casos de asesinato con alevosía (Exo. 21: 14). Las leyes contra el derramamiento de sangre eran tan rígidas que es dudoso que de acuerdo con la ley pudiera perdonarse a un asesino (Núm. 35: 16- 34; Deut. 19: 11- 13). Si no se ejecutaba la sentencia contra el asesino, la tierra sería amancillada por la sangre (Núm. 35: 33). El altar proporcionaba asilo sólo para los que habían matado sin premeditación, pero éste no era el caso de Joab. Conociendo bien la ley, Joab sabía la suerte que le esperaba. Aunque era un rudo y endurecido soldado -"demasiado duro" aun para el vigoroso guerrero David-, el viejo capitán hizo frente a su suerte sin una palabra de protesta o un acto de resistencia. Era culpable de crímenes de los cuales no podía defenderse.
36. No salgas de allí.
La situación del reino era tal, que a Salomón le pareció necesario mantener una estrecha vigilancia sobre todos los sospechosos. El inquieto Simei estaba entre las personas de quienes podía esperarse que se levantaran contra el rey apenas se presentara la oportunidad. Se sabía que era adicto de la casa de Saúl y acerbo enemigo de la casa de David. Prohibir a Simei que saliera de Jerusalén tan sólo era una razonable precaución contra una traición.
37. Cedrón.
El valle que corre de norte a sur, muy cerca del muro oriental de Jerusalén. Más allá estaba lo que después se conoció como el monte de los Olivos. En la actualidad, ningún arroyo corre por este valle a no ser en la estación lluviosa.
La referencia a cruzar el Cedrón muestra que el propósito era impedirle que volviera a Bahurim de donde era oriundo (2 Sam. 16: 5), y donde podría tener su máxina influencia y las mejores oportunidades para fomentar disturbios. Bahurim estaba en las proximidades del monte de los Olivos, en el camino que desendía al Jordán.
39. Gat.
Ciudad que perteneció antes a los filisteos, pero que fue tomada por David (1 Crón. 18: 1). Aquí se dice que tenía un rey, pero tal vez el rey dependía de la monarquía hebrea.
40. Simei se levantó.
El relato no indica que no hubiera sido hecho de buena fe el viaje de Simei a Gat, con el propósito de traer de regreso a sus siervos. Pero queda en pie el hecho de que había desobedecido la orden del rey y quebrantado su propia solemne promesa. Esto es algo que se hace resaltar. Si Simei hubiese querido ser leal a su juramento, habría informado al rey de las circunstancias, le habría pedido permiso para ir a traer de vuelta a sus siervos y habría esperado la orden del rey. Pero al proceder por su propia cuenta y al aventurarse en un país extranjero que con frecuencia había estado en guerra con el padre de Salomón, era evidente que Simei se exponía a que se sospechara de él.
42. Hizo venir a Simei.
Salomón no condenó a Simei sin considerar debidamente el caso y sin presentar claramente todos los hechos delante del acusado. Con preguntas escudriñadoras Salomón demostró que Simei no tenía excusa. Simei había jurado solemnemente que respetaría el decreto del rey. ¿Por qué no había respetado el juramento; La respuesta del silencio se convirtió en su sentencia de muerte.
44. Tu corazón bien sabe.
Nadie conoce tan bien toda la maldad oculta en el corazón como el transgresor mismo. Teniendo su vida en juego, Simei sabía que su propio mal corazón era el mejor testigo contra él mismo.
Tu cabeza.
Dios no es un ejecutor arbitrario de la sentencia provocada por la transgresión. Los pecadores cosechan el castigo que ellos mismos han sembrado. Lo que condenó a muerte a Simei fue su propia iniquidad, no meramente el veredicto de un rey terrenal.
46. El reino fue confirmado.
Ver com. vers. 12.
CBA T2
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