CBA Primer Libro de Los Reyes Capítulo 19
1. Dio a Jezabel la nueva.
Era un relato maravilloso de lo que había hecho Elías mediante la fuerza y el poder de Dios, pero no conmovió el corazón de Jezabel ni la indujo a corregir su mal proceder. Escuchar la verdad tan sólo endurece, cuando no salva.
2. Tu persona.
He aquí a un varón de Dios que había servido valientemente a su amo, y a cambio de sus nobles esfuerzos se lo amenazaba con la muerte. No es en este mundo donde los justos reciben la debida recompensa por el servicio realizado en el nombre del Señor. Una de las evidentes tragedias de la vida es que a veces quienes hacen lo máximo en la causa de injusticia son los que más sufren. Quizá no siempre se entienda la razón. Pero es consolador el pensamiento de que Jesús -quien no cometió pecado- sufrió más que lo que será llamado a sufrir cualquier hijo de la humanidad. El siervo no es mayor que su señor.
3. Se fue para salvar su vida.
Después de un triunfo tan completo sobre los profetas de Baal y de una demostración tan grande de valor, habría parecido que el profeta de Dios estaba listo para hacer frente a cualquier prueba de su fe. Uno podría suponer que Elías nunca permitiría que flaqueara su fe habiendo tenido una evidencia tan notable de la presencia y la bendición de Dios, pero estaba sufriendo por la reacción que tan frecuentemente acompaña a un éxito notable. Había esperado que la gloriosa victoria del Carmelo quebrantaría la fascinación que Jezabel ejercía sobre el rey. El profeta quedó abrumado cuando se le informó de la obstinada resistencia de la reina ante la nueva exhortación a una reforma. No estaba preparado para el odio frío, calculado y pertinaz de esta impía reina. Sólo podía pensar en la forma de escapar de las garras de una enemiga tan perversa e implacable. Sin pensar en las consecuencias de su conducta, huyó para salvar la vida.
Elías no hizo bien al abandonar su puesto del deber. Aún no había terminado su obra. Sólo había comenzado la batalla. Si hubiese resistido valientemente y respondido con un mensaje para la reina a fin de que recordara que el Dios que le había dado la victoria sobre los profetas de Baal no lo abandonaría ahora, habría contado con ángeles listos para protegerlo. Manifiestamente los castigos de Dios habrían caído sobre Jezabel, se habría producido una tremenda impresión y por todo el país se habría difundido una gran reforma (ver PR 118). Al huir para salvar su vida, Elías ayudó al enemigo. La fuga a Beerseba tuvo mucha influencia para anular la victoria del Carmelo.
Beerseba.
La ciudad estaba en la frontera meridional de Judá, a 152 km de Jezreel. Pertenecía al reino del sur -Judá-, que en ese tiempo estaba tan íntimamente unido con Israel que Elías no hubiera estado a salvo allí.
4. Un día de camino.
Elías no se detuvo en Judá. Su temor lo impulsó a proseguir. Tan sólo se detuvo para descansar cuando hubo recorrido un día de camino por la desolada zona del sur. Parece que hasta ese punto Elías prosiguió noche y día sacando fuerzas del temor que tanto lo había abrumado. Cuando se sentó debajo de un enebro, estaba completamente extenuado.
Deseando morirse.
La depresión del profeta había alcanzado su grado máximo. En la hora de victoria en el monte Carmelo, se había exaltado hasta los cielos. Ahora, al recordar lo que le había sucedido sólo unos pocos días antes, su ánimo llegó a la más profunda depresión. Deseó morir. Su sufrimiento fue una reacción ocasionada por una gran tensión. Es lo que se experimenta a veces después de que el alma es exaltada hasta las alturas de la gloria y de la victoria; lo que suele venir después de un gran reavivamiento religioso, cuando el alma cede ante el desánimo y la depresión que provocan las pruebas de la vida diaria. Es bueno recordar que nadie en este mundo puede morar para siempre en la cima de la montaña. La senda de la vida a veces desciende por el valle, donde las penalidades y los desengaños son los factores inevitables de la existencia. Es fácil estar feliz y animado cuando nos va bien en todo sentido, pero no es tan fácil cuando decae el ánimo y parece que todo el mundo quisiera deprimirnos. Es entonces cuando uno más necesita aferrarse de Dios para no abandonarse a la duda y a la desesperación. Cuando estemos en la hondonada, elevemos la vista y subamos de nuevo a las alturas.
5. Le tocó.
Mientras dormía Elías, una mano lo tocó y lo saludó una voz agradable. Era un ángel enviado por Dios con un mensaje de vida y esperanza. En primer lugar, había alimento para suplir las necesidades de su organismo y para ayudarlo a fin de que su alma se reanimara. Es maravilloso lo que puede hacer el alimento para reconfortar el ánimo decaído de una persona y para devolverle el valor. Había sabiduría divina en la sencilla forma en que Dios trató al profeta cansado y exhausto.
7. La segunda vez.
En ese momento Elías necesitaba alimento y descanso, y Dios otra vez bondadosamente se los proporcionó. Fue un ángel de Dios quien le preparó la comida.
Largo camino.
El camino de regreso habría sido más corto que el camino que tenía por delante, pero Dios no reconvino al profeta ni le ordenó que volviera sobre sus pasos. Este viaje no había sido ordenado por el Señor sino por Elías; sin embargo, los ángeles de Dios no abandonaron al profeta y, por el contrario, lo ayudaron en su camino. La provisión de alimento sirvió para reanimarlo y le dio fuerza para los difíciles días que tenía por delante. Aunque Elías había cometido una falta, el Señor no lo rechazó sino que procuró que recobrara la confianza de modo que pudiera llevar a cabo su valiente obra para Dios.
8. Hasta Horeb.
Su viaje hizo que pasara por el desierto donde Israel había estado durante 40 años. El viaje por los áridos yermos no fue largo sino penoso. Sólo se trataba de 328 km, pero no había motivo para apresurarse. Ahora no había peligro de persecución, y podía darse tiempo para meditar mientras iba sin premura hacia el monte de Dios. En las mismas montañas escabrosas donde Moisés había estado en comunión con el Señor, Elías iba a estar en comunión especial con Dios.
9. En una cueva.
Fue desde una "hendidura de la peña" en el Sinaí de donde se le había dado a Moisés una visión de Dios (Exo. 33: 22), y pudo haber sido en la misma cueva donde ahora se guareció Elías.
¿Qué haces aquí?
La pregunta debe haber sido punzante para Elías. Sin embargo, ésa era necesariamente la pregunta que él necesitaba considerar. Después de todo, ¿por qué estaba allí? ¿Quién lo había llamado allí? ¿Era ése su deber? ¿Qué debía hacer ahora? ¿Por qué no estaba en Israel instruyendo y animando a quienes tan recientemente él mismo había apartado de Baal? Había una gran necesidad de su ministerio en su patria; sin embargo, Elías se encontraba solo en un país extranjero. Pero no era tiempo de recriminaciones sino más bien de escudriñamiento del corazón. Tan sólo cuando Elías recobrara su dominio propio, cuando hubiera aprendido a reconfortarse en Dios y a emprender para él las tareas en la forma indicada, estaría listo para volver a su patria a fin de llevar a cabo la obra de la cual había huido. Tenía que aprender muchas lecciones. La cueva sería su aula y el Señor su maestro (ver PR 123, 124).
10. Un vivo celo.
Elías no podía olvidarse de que había sido muy ferviente en su obra para el Señor; sin embargo, el pueblo lo buscaba para matarlo. Este mundo es la tierra del enemigo, en cuyo servicio hay muchos hombres y mujeres. Los hijos de Dios deben comprender que en el gran conflicto no debe trabarse del todo la acción de Satanás, para que la contienda sea reñida en forma imparcial y Satanás no pueda decir que no se le ha dado una oportunidad de obtener la victoria. Irritarse y sentirse intranquilo porque las cosas no salen de acuerdo con sus deseos, difícilmente es un proceder sensato para un santo o la conducta correcta de un profeta.
11. Jehová que pasaba.
Lo que más necesitaba Elías era una nueva visión del poder de Dios y de su propia debilidad. Fue en el Sinaí donde el Señor pasó delante de Moisés y se reveló como " "¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad" " (Exo. 34: 6). Aquí también Elías debía recibir un nuevo concepto de Dios.
Poderoso viento.
Cuando Elías salió de la cueva, una tormenta barrió la montaña y un terremoto sacudió la tierra. Todo parecía agitarse, los cielos parecían arder y la tierra estar conmovida por fuerzas que estuvieran prontas para destruirla. Todo esto concordaba con la agitación del espíritu del profeta. Lo que necesitaba aprender era que, aunque esas fuerzas fueran poderosas e imponentes, por sí mismas no corresponden con un cuadro fiel del Espíritu de Dios. El que crea las grandes conmociones no es siempre quien realiza lo máximo para Dios.
12. Silbo apacible y delicado.
Después del viento, del terremoto y del fuego, vino un silencio y la apacible y delicada voz de Dios. Por fin allí estaba el Señor en la forma que eligió para revelarse a su siervo.
13. Cubrió su rostro.
Instintivamente Elías cubrió su rostro delante de la presencia de Dios. Se calmó su irritado espíritu, se doblegó su impaciencia. El agresivo e impetuoso profeta se había vuelto manso y sumiso, listo para escuchar la voz del Señor. " "En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza" " (Isa. 30: 15). No por hacer descender fuego del cielo, no por matar a los profetas de Baal, sino mediante una obra tranquila en la cual el Espíritu de Dios suavizaría y subyugaría los endurecidos corazones de los pecadores, Elías vería los mayores resultados de su servicio para Dios. No siempre medíante elocuencia, lógica o sabiduría se logran los mayores resultados en el servicio para Dios, sino mediante la obra queda del Espíritu Santo.
14. Vivo celo.
El profeta responde con las mismas palabras de antes, pero con un espíritu diferente. Ahora, tranquilo y sumiso, presenta los hechos, pero no los enfoca de la misma manera. Sus prójimos pueden pretender quitarle la vida, pero ahora está dispuesto a proseguir su obra para Dios. Fue un nuevo Elías el que salió, no como un fuego o una tormenta para producir grandes convulsiones que fueran contempladas por multitudes humanas, sino en una forma más tranquila, hablando a individuos por doquiera para producir resultados perdurables en el corazón y en la vida de los hombres.
15. Vuélvete.
Esta palabra enseña que Elías se equivocó cuando se retiró de su obra, que su misión aún no había terminado y que Dios todavía tenía una obra para que él hiciera.
Ungirás.
Ver com. vers. 16.
Hazael.
Ver com. 2 Rey. 8: 7, 8.
16. Hijo de Nimsi.
En realidad, Jehú era nieto de Nimsi, pues era hijo de Josafat que era hijo de Nimsi (2 Rey. 9: 2, 14). Pero es comúnmente conocido como el hijo de Nimsi (2 Rey. 9: 20; 2 Crón. 22: 7). La palabra hebrea para "hijo" se puede usar para designar a nietos o aun a descendientes más remotos.
Eliseo hijo de Safat.
No se registra que los profetas jamás hubieran sido ungidos en el sentido literal del término, aunque tal puede haber sido el caso aquí. Fueron ungidos ciertos sacerdotes (Exo. 40: 15; Núm. 3: 3) y reyes (1 Sam. 9: 16; 10: 1; 16: 3, 13; 2 Rey. 9: 3, 6; Sal. 89: 20) cuando primero fueron apartados para sus misiones específicas. A veces también eran ungidos los objetos inanimados, tales como los objetos del santuario (Exo. 29: 36; 30: 26; 40: 9; Lev. 8: 10, 11; Núm.7: 1) y aun piedras (Gén. 28: 18). Algunos sugieren que la palabra "ungirás" debiera entenderse aquí en un sentido más amplio, que sólo significa poner aparte a algún individuo o alguna cosa para la realización de cierto servicio para Dios sin que implique un ungimiento verdadero, manifiesto y formal (ver Juec. 9:8). Los tres Hazael, Jehú y Eliseo debían servir para el cumplimiento de la voluntad y del propósito de Dios. Sin embargo, cada uno en una forma diferente. Mediante Hazael, rey de Siria, Israel fue continuamente muy oprimido desde el exterior (2 Rey. 8: 12, 29; 10: 32; 13: 3,7). El Señor empleó a este rey pagano como su instrumento para la ejecución de su castigo (PR 190; cf. Isa. 10: 5). Mediante Jehú, el reino de Israel fue sacudido internamente. Fue el instrumento en las manos del Señor para poner fin a la casa de Acab y al culto de Baal (2 Rey. 9: 24, 33; 10: 1-28).
17. La espada de Hazael.
Una obra de castigo debía realizarse en Israel, y Hazael y Jehú fueron los instrumentos elegidos para realizarla.
Eliseo lo matará.
Ciertamente la obra de Eliseo no era de la misma categoría que la de Hazael y Jehú. No se registra que Eliseo Jamás usara la espada literalmente para matar a nadie. Quizá la obra de matar de Eliseo debía ser hecha en un sentido figurado: " "Los corté por medio de los profetas, con las palabras de mi boca los maté" " (Ose. 6: 5); o en el sentido en que fue descrita la obra de Jeremías: " "Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar" " (Jer. 1: 10). Es con la palabra de Dios, que es " "viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos" " (Heb. 4: 12), con la que los profetas hacen su obra de herir y matar. La misión de Eliseo no fue de una guerra física sino espiritual (2 Cor. 10: 3-6); el pecado era el enemigo, y era la impiedad la que debía ser desarraigada del país, no los hombres.
18. Siete mil.
No vale la pena aun en el caso de un profeta de Dios que se ocupe de contar a los fieles de Israel. Dos veces había dicho Elías que él era el único fiel que quedaba en Israel (vers. 10, 14).
Lo besaron.
Con frecuencia los idólatras besaban la mano como una parte de su culto (Job 31: 26, 27), o besaban el objeto mismo (Ose. 13: 2). Todavía hoy los paganos besan los ídolos de sus templos.
19. Araba.
Eliseo pertenecía a una familia de algunos recursos, como se puede ver por las 12 yuntas de bueyes. No debemos suponer que las 12 yuntas de bueyes estaban uncidas a un arado. Eliseo tenía siervos que trabajaban con él en el campo, cada uno con su arado, y quizá los bueyes estaban distribuidos para que hubiera un par para cada arado (ver PR 162). Eliseo fue llamado directamente del arado al ministerio profético para Dios.
Manto.
El manto, hecho de pelo de camello, era el manto característico de los profetas (ver Mar. 1: 6). Al echar Elías su manto sobre Eliseo, lo llamaba al ministerio.
20. Dejando él los bueyes.
La respuesta de Eliseo fue inmediata. Aunque había estado tras los bueyes labrando la tierra, Dios vio en él cualidades que lo convertirían en un predicador poderoso para la causa de la justicia.
Besar a mi padre.
Eliseo, reconociendo el significado de su llamamiento, sólo pidió que antes de partir se le permitiera dar un beso de despedida a sus amados.
Ve, vuelve.
Eliseo estaba siendo puesto a prueba, no era rechazado. ¿Iría con Elías o eligiría permanecer en casa? Estaba realizando la elección máxima de su vida.
21. Un par de bueyes.
Eliseo tomó el par de bueyes con que había estado arando, los mató, y coció la carne con un fuego encendido con el arado y el yugo. De esa manera demostró que nunca más los necesitaría. Daba la espalda al pasado y entraba en el servicio de Dios.
Le servía.
El profeta de más edad necesitaba un compañero y ayudante más joven. De allí en adelante los dos fueron como uno en el trabajo para el Señor. Esta relación nos hace recordar a la de Moisés y Josué y a la de Pablo y Silas. Los dos hombres tenían personalidades diferentes, y el más joven y más sereno sería de gran ayuda para su compañero mayor y más impetuoso.
CBA T2
Era un relato maravilloso de lo que había hecho Elías mediante la fuerza y el poder de Dios, pero no conmovió el corazón de Jezabel ni la indujo a corregir su mal proceder. Escuchar la verdad tan sólo endurece, cuando no salva.
2. Tu persona.
He aquí a un varón de Dios que había servido valientemente a su amo, y a cambio de sus nobles esfuerzos se lo amenazaba con la muerte. No es en este mundo donde los justos reciben la debida recompensa por el servicio realizado en el nombre del Señor. Una de las evidentes tragedias de la vida es que a veces quienes hacen lo máximo en la causa de injusticia son los que más sufren. Quizá no siempre se entienda la razón. Pero es consolador el pensamiento de que Jesús -quien no cometió pecado- sufrió más que lo que será llamado a sufrir cualquier hijo de la humanidad. El siervo no es mayor que su señor.
3. Se fue para salvar su vida.
Después de un triunfo tan completo sobre los profetas de Baal y de una demostración tan grande de valor, habría parecido que el profeta de Dios estaba listo para hacer frente a cualquier prueba de su fe. Uno podría suponer que Elías nunca permitiría que flaqueara su fe habiendo tenido una evidencia tan notable de la presencia y la bendición de Dios, pero estaba sufriendo por la reacción que tan frecuentemente acompaña a un éxito notable. Había esperado que la gloriosa victoria del Carmelo quebrantaría la fascinación que Jezabel ejercía sobre el rey. El profeta quedó abrumado cuando se le informó de la obstinada resistencia de la reina ante la nueva exhortación a una reforma. No estaba preparado para el odio frío, calculado y pertinaz de esta impía reina. Sólo podía pensar en la forma de escapar de las garras de una enemiga tan perversa e implacable. Sin pensar en las consecuencias de su conducta, huyó para salvar la vida.
Elías no hizo bien al abandonar su puesto del deber. Aún no había terminado su obra. Sólo había comenzado la batalla. Si hubiese resistido valientemente y respondido con un mensaje para la reina a fin de que recordara que el Dios que le había dado la victoria sobre los profetas de Baal no lo abandonaría ahora, habría contado con ángeles listos para protegerlo. Manifiestamente los castigos de Dios habrían caído sobre Jezabel, se habría producido una tremenda impresión y por todo el país se habría difundido una gran reforma (ver PR 118). Al huir para salvar su vida, Elías ayudó al enemigo. La fuga a Beerseba tuvo mucha influencia para anular la victoria del Carmelo.
Beerseba.
La ciudad estaba en la frontera meridional de Judá, a 152 km de Jezreel. Pertenecía al reino del sur -Judá-, que en ese tiempo estaba tan íntimamente unido con Israel que Elías no hubiera estado a salvo allí.
4. Un día de camino.
Elías no se detuvo en Judá. Su temor lo impulsó a proseguir. Tan sólo se detuvo para descansar cuando hubo recorrido un día de camino por la desolada zona del sur. Parece que hasta ese punto Elías prosiguió noche y día sacando fuerzas del temor que tanto lo había abrumado. Cuando se sentó debajo de un enebro, estaba completamente extenuado.
Deseando morirse.
La depresión del profeta había alcanzado su grado máximo. En la hora de victoria en el monte Carmelo, se había exaltado hasta los cielos. Ahora, al recordar lo que le había sucedido sólo unos pocos días antes, su ánimo llegó a la más profunda depresión. Deseó morir. Su sufrimiento fue una reacción ocasionada por una gran tensión. Es lo que se experimenta a veces después de que el alma es exaltada hasta las alturas de la gloria y de la victoria; lo que suele venir después de un gran reavivamiento religioso, cuando el alma cede ante el desánimo y la depresión que provocan las pruebas de la vida diaria. Es bueno recordar que nadie en este mundo puede morar para siempre en la cima de la montaña. La senda de la vida a veces desciende por el valle, donde las penalidades y los desengaños son los factores inevitables de la existencia. Es fácil estar feliz y animado cuando nos va bien en todo sentido, pero no es tan fácil cuando decae el ánimo y parece que todo el mundo quisiera deprimirnos. Es entonces cuando uno más necesita aferrarse de Dios para no abandonarse a la duda y a la desesperación. Cuando estemos en la hondonada, elevemos la vista y subamos de nuevo a las alturas.
5. Le tocó.
Mientras dormía Elías, una mano lo tocó y lo saludó una voz agradable. Era un ángel enviado por Dios con un mensaje de vida y esperanza. En primer lugar, había alimento para suplir las necesidades de su organismo y para ayudarlo a fin de que su alma se reanimara. Es maravilloso lo que puede hacer el alimento para reconfortar el ánimo decaído de una persona y para devolverle el valor. Había sabiduría divina en la sencilla forma en que Dios trató al profeta cansado y exhausto.
7. La segunda vez.
En ese momento Elías necesitaba alimento y descanso, y Dios otra vez bondadosamente se los proporcionó. Fue un ángel de Dios quien le preparó la comida.
Largo camino.
El camino de regreso habría sido más corto que el camino que tenía por delante, pero Dios no reconvino al profeta ni le ordenó que volviera sobre sus pasos. Este viaje no había sido ordenado por el Señor sino por Elías; sin embargo, los ángeles de Dios no abandonaron al profeta y, por el contrario, lo ayudaron en su camino. La provisión de alimento sirvió para reanimarlo y le dio fuerza para los difíciles días que tenía por delante. Aunque Elías había cometido una falta, el Señor no lo rechazó sino que procuró que recobrara la confianza de modo que pudiera llevar a cabo su valiente obra para Dios.
8. Hasta Horeb.
Su viaje hizo que pasara por el desierto donde Israel había estado durante 40 años. El viaje por los áridos yermos no fue largo sino penoso. Sólo se trataba de 328 km, pero no había motivo para apresurarse. Ahora no había peligro de persecución, y podía darse tiempo para meditar mientras iba sin premura hacia el monte de Dios. En las mismas montañas escabrosas donde Moisés había estado en comunión con el Señor, Elías iba a estar en comunión especial con Dios.
9. En una cueva.
Fue desde una "hendidura de la peña" en el Sinaí de donde se le había dado a Moisés una visión de Dios (Exo. 33: 22), y pudo haber sido en la misma cueva donde ahora se guareció Elías.
¿Qué haces aquí?
La pregunta debe haber sido punzante para Elías. Sin embargo, ésa era necesariamente la pregunta que él necesitaba considerar. Después de todo, ¿por qué estaba allí? ¿Quién lo había llamado allí? ¿Era ése su deber? ¿Qué debía hacer ahora? ¿Por qué no estaba en Israel instruyendo y animando a quienes tan recientemente él mismo había apartado de Baal? Había una gran necesidad de su ministerio en su patria; sin embargo, Elías se encontraba solo en un país extranjero. Pero no era tiempo de recriminaciones sino más bien de escudriñamiento del corazón. Tan sólo cuando Elías recobrara su dominio propio, cuando hubiera aprendido a reconfortarse en Dios y a emprender para él las tareas en la forma indicada, estaría listo para volver a su patria a fin de llevar a cabo la obra de la cual había huido. Tenía que aprender muchas lecciones. La cueva sería su aula y el Señor su maestro (ver PR 123, 124).
10. Un vivo celo.
Elías no podía olvidarse de que había sido muy ferviente en su obra para el Señor; sin embargo, el pueblo lo buscaba para matarlo. Este mundo es la tierra del enemigo, en cuyo servicio hay muchos hombres y mujeres. Los hijos de Dios deben comprender que en el gran conflicto no debe trabarse del todo la acción de Satanás, para que la contienda sea reñida en forma imparcial y Satanás no pueda decir que no se le ha dado una oportunidad de obtener la victoria. Irritarse y sentirse intranquilo porque las cosas no salen de acuerdo con sus deseos, difícilmente es un proceder sensato para un santo o la conducta correcta de un profeta.
11. Jehová que pasaba.
Lo que más necesitaba Elías era una nueva visión del poder de Dios y de su propia debilidad. Fue en el Sinaí donde el Señor pasó delante de Moisés y se reveló como " "¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad" " (Exo. 34: 6). Aquí también Elías debía recibir un nuevo concepto de Dios.
Poderoso viento.
Cuando Elías salió de la cueva, una tormenta barrió la montaña y un terremoto sacudió la tierra. Todo parecía agitarse, los cielos parecían arder y la tierra estar conmovida por fuerzas que estuvieran prontas para destruirla. Todo esto concordaba con la agitación del espíritu del profeta. Lo que necesitaba aprender era que, aunque esas fuerzas fueran poderosas e imponentes, por sí mismas no corresponden con un cuadro fiel del Espíritu de Dios. El que crea las grandes conmociones no es siempre quien realiza lo máximo para Dios.
12. Silbo apacible y delicado.
Después del viento, del terremoto y del fuego, vino un silencio y la apacible y delicada voz de Dios. Por fin allí estaba el Señor en la forma que eligió para revelarse a su siervo.
13. Cubrió su rostro.
Instintivamente Elías cubrió su rostro delante de la presencia de Dios. Se calmó su irritado espíritu, se doblegó su impaciencia. El agresivo e impetuoso profeta se había vuelto manso y sumiso, listo para escuchar la voz del Señor. " "En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza" " (Isa. 30: 15). No por hacer descender fuego del cielo, no por matar a los profetas de Baal, sino mediante una obra tranquila en la cual el Espíritu de Dios suavizaría y subyugaría los endurecidos corazones de los pecadores, Elías vería los mayores resultados de su servicio para Dios. No siempre medíante elocuencia, lógica o sabiduría se logran los mayores resultados en el servicio para Dios, sino mediante la obra queda del Espíritu Santo.
14. Vivo celo.
El profeta responde con las mismas palabras de antes, pero con un espíritu diferente. Ahora, tranquilo y sumiso, presenta los hechos, pero no los enfoca de la misma manera. Sus prójimos pueden pretender quitarle la vida, pero ahora está dispuesto a proseguir su obra para Dios. Fue un nuevo Elías el que salió, no como un fuego o una tormenta para producir grandes convulsiones que fueran contempladas por multitudes humanas, sino en una forma más tranquila, hablando a individuos por doquiera para producir resultados perdurables en el corazón y en la vida de los hombres.
15. Vuélvete.
Esta palabra enseña que Elías se equivocó cuando se retiró de su obra, que su misión aún no había terminado y que Dios todavía tenía una obra para que él hiciera.
Ungirás.
Ver com. vers. 16.
Hazael.
Ver com. 2 Rey. 8: 7, 8.
16. Hijo de Nimsi.
En realidad, Jehú era nieto de Nimsi, pues era hijo de Josafat que era hijo de Nimsi (2 Rey. 9: 2, 14). Pero es comúnmente conocido como el hijo de Nimsi (2 Rey. 9: 20; 2 Crón. 22: 7). La palabra hebrea para "hijo" se puede usar para designar a nietos o aun a descendientes más remotos.
Eliseo hijo de Safat.
No se registra que los profetas jamás hubieran sido ungidos en el sentido literal del término, aunque tal puede haber sido el caso aquí. Fueron ungidos ciertos sacerdotes (Exo. 40: 15; Núm. 3: 3) y reyes (1 Sam. 9: 16; 10: 1; 16: 3, 13; 2 Rey. 9: 3, 6; Sal. 89: 20) cuando primero fueron apartados para sus misiones específicas. A veces también eran ungidos los objetos inanimados, tales como los objetos del santuario (Exo. 29: 36; 30: 26; 40: 9; Lev. 8: 10, 11; Núm.7: 1) y aun piedras (Gén. 28: 18). Algunos sugieren que la palabra "ungirás" debiera entenderse aquí en un sentido más amplio, que sólo significa poner aparte a algún individuo o alguna cosa para la realización de cierto servicio para Dios sin que implique un ungimiento verdadero, manifiesto y formal (ver Juec. 9:8). Los tres Hazael, Jehú y Eliseo debían servir para el cumplimiento de la voluntad y del propósito de Dios. Sin embargo, cada uno en una forma diferente. Mediante Hazael, rey de Siria, Israel fue continuamente muy oprimido desde el exterior (2 Rey. 8: 12, 29; 10: 32; 13: 3,7). El Señor empleó a este rey pagano como su instrumento para la ejecución de su castigo (PR 190; cf. Isa. 10: 5). Mediante Jehú, el reino de Israel fue sacudido internamente. Fue el instrumento en las manos del Señor para poner fin a la casa de Acab y al culto de Baal (2 Rey. 9: 24, 33; 10: 1-28).
17. La espada de Hazael.
Una obra de castigo debía realizarse en Israel, y Hazael y Jehú fueron los instrumentos elegidos para realizarla.
Eliseo lo matará.
Ciertamente la obra de Eliseo no era de la misma categoría que la de Hazael y Jehú. No se registra que Eliseo Jamás usara la espada literalmente para matar a nadie. Quizá la obra de matar de Eliseo debía ser hecha en un sentido figurado: " "Los corté por medio de los profetas, con las palabras de mi boca los maté" " (Ose. 6: 5); o en el sentido en que fue descrita la obra de Jeremías: " "Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar" " (Jer. 1: 10). Es con la palabra de Dios, que es " "viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos" " (Heb. 4: 12), con la que los profetas hacen su obra de herir y matar. La misión de Eliseo no fue de una guerra física sino espiritual (2 Cor. 10: 3-6); el pecado era el enemigo, y era la impiedad la que debía ser desarraigada del país, no los hombres.
18. Siete mil.
No vale la pena aun en el caso de un profeta de Dios que se ocupe de contar a los fieles de Israel. Dos veces había dicho Elías que él era el único fiel que quedaba en Israel (vers. 10, 14).
Lo besaron.
Con frecuencia los idólatras besaban la mano como una parte de su culto (Job 31: 26, 27), o besaban el objeto mismo (Ose. 13: 2). Todavía hoy los paganos besan los ídolos de sus templos.
19. Araba.
Eliseo pertenecía a una familia de algunos recursos, como se puede ver por las 12 yuntas de bueyes. No debemos suponer que las 12 yuntas de bueyes estaban uncidas a un arado. Eliseo tenía siervos que trabajaban con él en el campo, cada uno con su arado, y quizá los bueyes estaban distribuidos para que hubiera un par para cada arado (ver PR 162). Eliseo fue llamado directamente del arado al ministerio profético para Dios.
Manto.
El manto, hecho de pelo de camello, era el manto característico de los profetas (ver Mar. 1: 6). Al echar Elías su manto sobre Eliseo, lo llamaba al ministerio.
20. Dejando él los bueyes.
La respuesta de Eliseo fue inmediata. Aunque había estado tras los bueyes labrando la tierra, Dios vio en él cualidades que lo convertirían en un predicador poderoso para la causa de la justicia.
Besar a mi padre.
Eliseo, reconociendo el significado de su llamamiento, sólo pidió que antes de partir se le permitiera dar un beso de despedida a sus amados.
Ve, vuelve.
Eliseo estaba siendo puesto a prueba, no era rechazado. ¿Iría con Elías o eligiría permanecer en casa? Estaba realizando la elección máxima de su vida.
21. Un par de bueyes.
Eliseo tomó el par de bueyes con que había estado arando, los mató, y coció la carne con un fuego encendido con el arado y el yugo. De esa manera demostró que nunca más los necesitaría. Daba la espalda al pasado y entraba en el servicio de Dios.
Le servía.
El profeta de más edad necesitaba un compañero y ayudante más joven. De allí en adelante los dos fueron como uno en el trabajo para el Señor. Esta relación nos hace recordar a la de Moisés y Josué y a la de Pablo y Silas. Los dos hombres tenían personalidades diferentes, y el más joven y más sereno sería de gran ayuda para su compañero mayor y más impetuoso.
CBA T2
Comentarios
Publicar un comentario