1. El tercer año.
El período de sequía duró tres años, pero el intervalo desde la lluvia precedente añadió seis meses (Luc. 4: 25; Sant. 5: 17). En cuanto a la estación seca normal, mayo-octubre, véase la pág. 113.
Muéstrate.
El rey había estado buscando a Elías por todos lados, sin encontrarlo. Ahora se le mandó al profeta que fuera y se mostrara al rey. El castigo del Señor había caído sobre el país tal como Elías lo había anunciado directamente a Acab. Era adecuado que desapareciera el castigo de la misma manera. No se daría al rey ni al pueblo excusa alguna para que atribuyeran el fin de la sequía al poder de sus dioses o profetas.
2. Fue, pues, Elías.
Elías sabía que peligraría su vida, pero cuando recibió la orden del Señor de mostrarse ante Acab, obedeció inmediatamente y confió en que Dios lo protegería.
3. Abdías.
El nombre significa "siervo de Jehová". El carácter de este hombre estaba en armonía con el significado de su nombre. Es notable que el rey conservara en un cargo tan importante a un hombre a quien reconocía como siervo del Señor. Con todo, Acab sabía que este hombre, que era tan fiel a Dios, también sería fiel para administrar los asuntos de la casa real.
4. Jezabel destruía.
Antes no se nos había descrito la dureza de la persecución contra el pueblo de Dios, y quién era la persona que la fomentaba. La reina Jezabel, enfurecida porque el mensaje de Elías había cerrado el cielo para que no lloviera, estaba determinada a que fueran muertos el profeta y todos los que lo acompañaban en el servicio de Jehová. Ciertamente, aunque no hubiese habido el hambre, la consagración de Jezabel a Baal la hubiera hecho ser hostil a los profetas de Dios.
Cien profetas.
Es evidente que los profetas aquí mencionados eran miembros de las escuelas de los profetas. Era un grupo de eruditos profetas y predicadores profetas que originalmente se prepararon bajo la dirección de los profetas y se dedicaron a la promulgación del mensaje de una vida correcta y santa. El hecho de que 100 de ellos fueran ocultados por Abdías muestra que deben haber sido bastante numerosos aun en Israel, que durante un período tan largo se había opuesto a la voluntad del Señor.
En cuevas.
Las cuevas eran comunes en Palestina, Tan sólo en la región del monte Carmelo se han contado más de 2.000 cuevas. Las cuevas de Palestina eran tanto naturales como hechas por mano humana, y servían como hogares, tumbas, depósitos, cisternas o establos para el ganado. En tiempos de guerra y de opresión se convertían en excelentes lugares de refugio Jos. 10: 16-27; Juec. 6: 2; 1 Sam. 13: 6; 22: 1; 24: 3-10; 2 Sam. 23: 13).
5. Fuentes.
Palestina es famosa por sus manantiales y fuentes que emanan de debajo de una roca o loma, o del terreno. Permanentemente mantienen el caudal de muchos arroyos y ríos. Es evidente que mucho después de que se habían secado los ríos, algunos arroyos eran alimentados por manantiales que recibían su caudal de las nieves del Líbano, y continuaban fluyendo durante la cálida estación seca, cuando no había lluvia.
6. Dividieron entre sí el país.
Esta inspección personal del país hecha por el rey y uno de sus principales funcionarios muestra el difícil aprieto en que se encontraba Israel debido a la sequía.
7. ¿No eres tú mi señor Elías?
Quizá sería mejor traducir: "¿Eres tú en persona mi señor Elías?" o "¿Estás tú aquí, mi señor Elías?" Es notable la humildad de Abdías en la presencia del profeta. Esto nace de la reverencia para con Dios. Abdías era uno de los principales funcionarios del reino, pero se reconocía como siervo o esclavo (ver vers. 9, 12) ante el mensajero del Señor. Hizo la pregunta no para obtener información sino debido a la sorpresa. "¿Estás aquí, cuando el rey ha estado buscándote todos estos años por todo el país?"
8. Di a tu amo.
El Señor ordenó a Elías que fuera y se mostrara a Acab. Ahora se había encontrado con Abdías, pero no acompañó a éste ante el rey. Por el contrario, Abdías debía anunciar a Acab la presencia de Elías, y si así lo deseaba el rey podía ir al encuentro del profeta. La verdadera relación entre las personas no siempre se indica por los títulos o cargos oficiales que tienen. Con frecuencia, el siervo o esclavo está en un plano muy superior -en lo que atañe a verdadera grandeza o superioridad- que el rey o el amo.
10. Nación ni reino.
Había muchos reinos pequeños no muy lejos de Israel. Hubiera sido natural que alguien que debía huir para salvar la vida se exiliara en alguno de esos Estados cercanos. Acab no sólo buscó a Elías en su propio país, sino que había preguntado por él en todos los países vecinos.
12. Te llevará.
Abdías confiaba plenamente en que Dios cuidaría de su siervo Elías. Temía que "el Espíritu de Jehová" arrebatara a Elías para protegerlo en algún refugio oculto antes de que pudiera hablar con Acab.
14. Ahora dices tú.
Abdías no deseaba causar la muerte de Elías, lo que sabía que sucedería si llevaba al profeta ante el rey. Pero si no lo hacía, estaba seguro de que él mismo moriría. ¿Era posible que deseara Elías ocasionar la muerte de un hombre que había salvado la vida de 100 profetas?
15. Me mostraré a él.
Elías había recibido su misión de Dios, y aunque esto le pareciera inconcebible a Abdías, Elías estaba listo para hacer frente a Acab ese mismo día.
16. Acab vino.
El rey fue al profeta, no el profeta al rey. Acab comprendía que Elías, en primer lugar, era leal y servía a Aquel que es mayor que un rey terrenal, y por eso el rey se vio obligado a ir al hombre cuya vida buscaba. Sabía muy bien que el profeta no había estado de acuerdo con ese extraño encuentro para entregarse en las manos del rey. El rey y no el profeta hizo frente a ese encuentro con temor, aunque el rey estaba acompañado por una poderosa guardia personal de soldados, y el profeta sólo tenía la defensa de Dios.
17. El que turbas a Israel.
Era grande la turbación de Israel, y en el fondo de su conciencia Acab comprendía cuál era la causa. Pero el culpable siempre trata de rehuir la responsabilidad del mal que provoca. Acab procuró acusar a Elías por la maldición que había herido al país. Uno de los mayores males del pecado es que siempre procura confundir las cosas. Rehúsa llevar la culpa de la dificultad que ocasiona, y aun procura que parezca que el justo y no el inicuo es responsable por la desgracia del hombre.
18. Sino tú.
El rey se ha encontrado con su amo. La humilde capa del profeta tiene mayor autoridad que el manto real. Es Elías el que ocupa el asiento del juez, mientras que el rey es el culpable que está ante el tribunal. Mientras Elías intrépidamente le dice que él es quien ha turbado a Israel, el rey se acobarda ante las palabras del merecido reproche.
Dejando los mandamientos.
El rey y todos los que están en el reino necesitan saber que es su desobediencia a los mandamientos de Dios lo que ha traído los terribles castigos sobre ellos y sobre su desventurado país. Sirviendo a Baal han seguido la senda de una felicidad sólo aparente. Buscando la vida, encontraron la muerte; buscando el gozo, encontraron dolores y desgracias; buscando paz y prosperidad, encontraron dificultades y ruina.
19. Congrégame.
Es el profeta y no el rey quien da las órdenes. Acab reconoció el origen divino de la orden, y la obedeció inmediatamente.
Monte Carmelo.
Cadena montañosa de 9,3 km de largo. Su promontorio noroeste penetra en el Mediterráneo. Los montes tienen 167,7 m de alto en el promontorio y 518,3 m de alto en el sureste. La altura proporciona sin bello panorama del Mediterráneo, las llanuras de Esdraelón y Sarón y una buena parte de Samaria.
Profetas de Baal.
Estos eran los sacerdotes y maestros de Baal, y los profetas de Asera eran los sacerdotes encargados del culto de Astoret [diosa de los sidonios; Astarot, diosa de los cananeos]. El número da una idea de cómo se habían difundido esos cultos degradantes, a los que se había entregado el pueblo de Israel.
Comen de la mesa de Jezabel.
Es decir, eran sostenidos por la reina. Constituían el clero que recibía un subsidio de Jezabel.
20. Acab convocó.
En armonía con las indicaciones de Elías, Acab convocó a todo Israel para que se reuniera en el Carmelo junto con los profetas de Baal y Astoret. El pueblo se presentó con extraños presentimientos. El monte Carmelo, que una vez ofrecía un bello panorama, con sus templos de ídolos y bosques florecientes, ahora estaba desolado. Los árboles se alzaban desvaídos y sin follaje, los manantiales estaban secos y no había más flores. Los dioses de la fertilidad tristemente habían fracasado ante sus adoradores; y éstos mismos también habían fracasado. Sus propios santuarios eran lugares de molestia y deshonra. Allí, en esos mismos terrenos consagrados a los santuarios paganos -una vez tan bellos y ahora tan áridos y abandonados- Elías se proponía demostrar la completa necedad del culto de Baal.
21. ¿Hasta cuándo claudicaréis?
El pueblo de Israel estaba en una encrucijada. ¿Rechazaría para siempre al Dios que lo había establecido como a un pueblo separado, y aceptaría a Baal como su amo y señor? Si Jehová era Dios, era él quien debía ser adorado. Si Baal era Dios, debían obedecerle. Se presentó la exhortación, y se dio la oportunidad al pueblo para que se expresara.
24. Respondiere por medio de fuego.
Era muy justa la prueba que proponía Elías. El dilema era: ¿Quién era Dios, Jehová o Baal? Si Baal era lo que los sacerdotes paganos pretendían, que lo demostrara entonces haciendo descender fuego del cielo. Ciertamente, si tenía poder sobre la lluvia y la tormenta, que enviara sus rayos. Aun los sacerdotes de Baal no podían negar que era justa la propuesta, aunque deben haber temido sus resultados.
26. No había voz.
¿Cómo podía haberla? Baal no era sino un producto de la imaginación del hombre, y no podía responder a la oración.
Andaban saltando.
"Danzaban cojeando" (BJ). Era una danza ritual muy movida, en la que llegaban a caer en un estado de frenesí. Se dice que esas prácticas a veces han sido acompañadas por manifestaciones de poder demoníaco, y sin duda se esperaba que por ese medio habría fuego. Pero el Señor intervino: retuvo a Satanás y sus ángeles, y no hubo fuego.
27. Elías se burlaba de ellos.
Esos sacerdotes de Baal necesitaban aprender que su dios no podía responder a sus oraciones. Las palabras que les dirigió Elías eran la expresión de un desprecio completo. Los espectadores, que debían decidirse entre Jehová y Baal, no pasaron por alto la mofa con que los ridiculizó.
28. Se sajaban.
La automutilación, frecuente en los estados de frenesí oriental, se empleaba con la creencia de que los dioses se deleitan en el derramamiento de sangre. No eran raros esos ritos sangrientos en los días del AT cuando se buscaba con ansiedad que los dioses paganos fueran propicios (Jer. 16: 6, 7), pero estaban prohibidos para el pueblo de Dios (Lev. 19: 28; Deut. 14: 1).
29. Gritando frenéticamente.
"Se pusieron en trance" (BJ). Estos agentes de Baal eran llamados "profetas". El cumplimiento de su servicio puede haberse considerado como un acto de profetizar. O probablemente, en sentido más restringido, profetizaban como Saúl, quien "desvariaba" cuando "un espíritu malo" se posesionaba de él (1 Sam. 18: 10). Esta experiencia puede ser semejante a la de los adoradores del demonio en los países actuales del Oriente, quienes algunas veces se excitan hasta un alto grado de frenesí religioso cuando emiten sonidos y gruñidos incomprensibles. Satanás y sus ángeles estaban en el Carmelo y habrían hecho todo lo posible para que descendiera el anhelado fuego si Dios lo hubiera permitido. Pero el Señor, aunque permite que los demonios presenten algunos de los aspectos más repugnantes de su presencia ante los hombres, no permitió que Satanás hiciera descender fuego en el nombre de Baal.
30. Arregló el altar.
En tiempos anteriores se había adorado al Dios del cielo en ese altar, pero éste había quedado en desuso durante mucho tiempo. Con reverencia Elías reunió las piedras esparcidas. Hay muchos hogares hoy día en los cuales el altar de Dios ha sido derribado. Es tiempo de que se haga una obra similar a la que se hizo en el Carmelo. Al anochecer, los hijos de Dios reverentemente deberían reunirse ante el altar familiar para pasar unos momentos de tranquila devoción. Por la mañana, otra vez deberían reunirse las familias para orar. El altar de la oración y de la devoción debería ser conservado siempre en buen estado.
34. De agua.
Un manantial perenne, que nunca ha dejado de fluir, aun en las sequías más crueles, se dice que permanece en las proximidades del lugar que tradicionalmente se asigna a la escena del sacrificio. Al indicar que el agua fuera derramada sobre el holocausto y sobre la leña, Elías eliminaba toda sospecha de fraude.
36. El holocausto.
Durante largas horas, plenas de bullicio, los sacerdotes de Baal habían recurrido a sus violentos y agitados saltos y gritos, habían proferido oraciones tumultuosas, habían hablado entre dientes en forma incoherente, pero nada habían logrado. Completamente cansados y, exhaustos, al fin se retiraron desesperados. La multitud también estaba cansada de las escenas de horror y agitación, y no estaba espiritualmente preparada para la ministración del profeta de Dios.
De Abrahán.
Elías se dirigió al Dios que es el Padre de todos. Le habló queda y reverentemente, en llamativo contraste con los frenéticos chillidos de los profetas de Baal.
Sea hoy manifiesto.
La oración fue muy sencilla y sincera, sin ninguna perturbación, directa y al punto, y procedía del corazón mismo.
37. Tú vuelves a ti el corazón.
El gran anhelo de Elías era la conversión del pueblo de Israel: que su corazón que se había vuelto a Baal, se volviera de nuevo a Dios.
38. Entonces cayó fuego.
En forma asombrosamente súbita, como un gran relucir de un relámpago, descendió fuego y consumió el sacrificio y aun las piedras del altar. La hueste congregada nunca antes había visto una llamarada tal. Fue visible para todos los circunstantes, aun para la multitud reunida al pie del monte. El pueblo la reconoció como el fuego consumidor de Dios.
39. Jehová es el Dios.
Los que tan recientemente se inclinaban ante Baal, ahora se volvieron a Jehová como el gran Dios del cielo y de la tierra. Unánimemente la multitud elevó un clamor y reconoció a Jehová como el Señor.
40. Prended a los profetas de Baal.
Elías no iba a permitir que el celo del pueblo se malgastara en meras palabras. Le requirió que mostrara su conversión y convicción por medio de hechos; hechos que podrían traer sobre el pueblo la ira de la impía reina, pero que una vez realizados significarían que la nación había roto con la causa de Baal. Como resultado de las maravillosas manifestaciones de aquel día la multitud había reconocido que Jehová es Dios; sólo los sacerdotes de Baal habían rehusado arrepentirse. La ejecución sumaria de esos sacerdotes realizada por Elías fue una terrible venganza, pero era necesaria, pues mostraba la indignación de Dios contra los que persisten en la rebelión y que están dispuestos a corromper y desmoralizar a todo un pueblo movidos por intereses egoístas. La sentencia contra ellos sirvió de ejemplo y de advertencia. No se puede jugar con Dios, y una terrible retribución aguarda a todos los que desean vender su alma a cambio de la corrupción del mundo.
41. Elías dijo.
Elías dominaba completamente la situación. Fue él quien dio órdenes al pueblo y el que dirigió al rey.
Se oye.
El sonido no estaba en los oídos del profeta sino en su corazón. Por fe sabía que estaba por llover. El arrepentimiento del pueblo había suprimido el motivo del castigo, y Elías se dio cuenta de que estaban por caer las lluvias por tanto tiempo anheladas. Elías vivía una vida de fe y de oración. Cuando Dios lo envió para que anunciara la sequía, sabía que eso se cumpliría exactamente de acuerdo con la palabra del Señor. El mismo Espíritu que le había puesto en los labios la primera predicción, ahora le dio la otra.
42. Elías subió.
Mientras Acab fue a un banquete, Elías fue a orar. Su oración fue de intercesión a favor del Israel arrepentido. Sabía que vendría la lluvia, pero se preocupaba para que se cumplieran plenamente las condiciones para recibir la bendición celestial, y para que pudieran ser permanentes los resultados de la reforma.
Dios ha prometido a su pueblo que derramará con abundancia sus bendiciones celestiales con el envío del Espíritu Santo en el tiempo de la lluvia tardía. Hoy en día, ¿están orando los santos como Elías, o están banqueteándose como Acab? Únicamente, y sólo únicamente cuando el pueblo de Dios esté imbuido de intenso fervor y cuando esté dispuesto a orar como Elías, y cuando principalmente se preocupe de cumplir con las condiciones requeridas, entonces caerá la lluvia tardía.
43. Vuelve siete veces.
La lluvia no cayó inmediatamente, pero no vaciló la fe de Elías. Continuó orando más fervientemente que antes. Vez tras vez envió al siervo, y todavía los cielos eran como de bronce y la tierra estaba polvorienta. Sin embargo, no cesó la intercesión de Elías. Esta ferviente oración del profeta llegó a ser proverbial por la intensidad y perseverancia en la súplica (Sant. 5: 18).
44. Una pequeña nube.
Esa nube fue para Elías la prueba del favor divino. Cesó en su oración. Había otra obra que hacer. Dio indicaciones a su siervo para que las transmitiera a Acab. El rey debía ponerse rápidamente en camino. Elías no esperó que se ennegrecieran los cielos; procedió ante la primera indicación de que había sido oída su oración. El mundo hoy necesita hombres con la fe de Elías. La obra de Dios será terminada por hombres que obren con el espíritu y poder de este profeta de la antigüedad. Para ellos el cielo estará muy cerca mientras avancen por fe para luchar contra las huestes del mal. Multitudes se apartarán de la adoración de los dioses de este mundo para adorar al Señor que hizo el cielo y la tierra. Descenderá el Espíritu de Dios sobre humildes hombres y mujeres por doquiera (Joel 2: 28, 29) a fin de capacitarlos para que hagan en su esfera lo que Elías hizo en la suya.
La mano de Dios no se ha acortado para que no pueda salvar. Dios es tan poderoso y está tan dispuesto a conceder victorias hoy como en el tiempo de Elías. Cuando el pueblo de Dios llegue al punto de tener el mismo espíritu que tuvo Elías, cuando sea tan ferviente, tan activo, tan valiente, tan dispuesto a perseverar en oración, tan intrépido frente al peligro y tan ansioso de responder a las invitaciones del Señor, entonces se terminará prestamente la obra de Dios y Jesús volverá para recibir a los suyos.
45. Jezreel.
Esta es la primera mención de Jezreel como una ciudad real. Allí tenía un palacio Acab, aunque Samaria continuaba siendo su capital (cap. 21: 1). Al palacio de Jezreel era al que Acab deseó añadir la viña de "Nabot de Jezreel" , y para cuyo logro Jezabel hizo dar muerte a Nabot (cap. 21: 1-16). También era aquí donde los perros debían comer el cuerpo de Jezabel (1 Rey. 21: 19, 23; 2 Rey. 9: 10, 33-37) y donde Joram fue muerto por Jehú (2 Rey. 9: 15-26). Jezreel estaba en el territorio de Isacar (Jos. 19: 17, 18), en una ubicación pintoresca que dominaba la llanura de Esdraelón. Había aproximadamente 45 km desde el monte Carmelo hasta Jezreel.
46. Corrió delante de Acab.
Acab volvió a Jezreel de noche, envuelto en una cegadora tormenta de lluvia, por caminos peligrosos de montaña. Debido a la dificultad de ver el camino, el profeta corrió delante del rey para guiar a salvo el carro real hasta las puertas de Jezreel. Con este acto de bondad, mostró Elías que no tenía ningún rencor para con el rey y que estaba dispuesto a realizar cualquier servicio -por humilde o inconveniente que fuera- para bien de su señor.
CBA T2
El período de sequía duró tres años, pero el intervalo desde la lluvia precedente añadió seis meses (Luc. 4: 25; Sant. 5: 17). En cuanto a la estación seca normal, mayo-octubre, véase la pág. 113.
Muéstrate.
El rey había estado buscando a Elías por todos lados, sin encontrarlo. Ahora se le mandó al profeta que fuera y se mostrara al rey. El castigo del Señor había caído sobre el país tal como Elías lo había anunciado directamente a Acab. Era adecuado que desapareciera el castigo de la misma manera. No se daría al rey ni al pueblo excusa alguna para que atribuyeran el fin de la sequía al poder de sus dioses o profetas.
2. Fue, pues, Elías.
Elías sabía que peligraría su vida, pero cuando recibió la orden del Señor de mostrarse ante Acab, obedeció inmediatamente y confió en que Dios lo protegería.
3. Abdías.
El nombre significa "siervo de Jehová". El carácter de este hombre estaba en armonía con el significado de su nombre. Es notable que el rey conservara en un cargo tan importante a un hombre a quien reconocía como siervo del Señor. Con todo, Acab sabía que este hombre, que era tan fiel a Dios, también sería fiel para administrar los asuntos de la casa real.
4. Jezabel destruía.
Antes no se nos había descrito la dureza de la persecución contra el pueblo de Dios, y quién era la persona que la fomentaba. La reina Jezabel, enfurecida porque el mensaje de Elías había cerrado el cielo para que no lloviera, estaba determinada a que fueran muertos el profeta y todos los que lo acompañaban en el servicio de Jehová. Ciertamente, aunque no hubiese habido el hambre, la consagración de Jezabel a Baal la hubiera hecho ser hostil a los profetas de Dios.
Cien profetas.
Es evidente que los profetas aquí mencionados eran miembros de las escuelas de los profetas. Era un grupo de eruditos profetas y predicadores profetas que originalmente se prepararon bajo la dirección de los profetas y se dedicaron a la promulgación del mensaje de una vida correcta y santa. El hecho de que 100 de ellos fueran ocultados por Abdías muestra que deben haber sido bastante numerosos aun en Israel, que durante un período tan largo se había opuesto a la voluntad del Señor.
En cuevas.
Las cuevas eran comunes en Palestina, Tan sólo en la región del monte Carmelo se han contado más de 2.000 cuevas. Las cuevas de Palestina eran tanto naturales como hechas por mano humana, y servían como hogares, tumbas, depósitos, cisternas o establos para el ganado. En tiempos de guerra y de opresión se convertían en excelentes lugares de refugio Jos. 10: 16-27; Juec. 6: 2; 1 Sam. 13: 6; 22: 1; 24: 3-10; 2 Sam. 23: 13).
5. Fuentes.
Palestina es famosa por sus manantiales y fuentes que emanan de debajo de una roca o loma, o del terreno. Permanentemente mantienen el caudal de muchos arroyos y ríos. Es evidente que mucho después de que se habían secado los ríos, algunos arroyos eran alimentados por manantiales que recibían su caudal de las nieves del Líbano, y continuaban fluyendo durante la cálida estación seca, cuando no había lluvia.
6. Dividieron entre sí el país.
Esta inspección personal del país hecha por el rey y uno de sus principales funcionarios muestra el difícil aprieto en que se encontraba Israel debido a la sequía.
7. ¿No eres tú mi señor Elías?
Quizá sería mejor traducir: "¿Eres tú en persona mi señor Elías?" o "¿Estás tú aquí, mi señor Elías?" Es notable la humildad de Abdías en la presencia del profeta. Esto nace de la reverencia para con Dios. Abdías era uno de los principales funcionarios del reino, pero se reconocía como siervo o esclavo (ver vers. 9, 12) ante el mensajero del Señor. Hizo la pregunta no para obtener información sino debido a la sorpresa. "¿Estás aquí, cuando el rey ha estado buscándote todos estos años por todo el país?"
8. Di a tu amo.
El Señor ordenó a Elías que fuera y se mostrara a Acab. Ahora se había encontrado con Abdías, pero no acompañó a éste ante el rey. Por el contrario, Abdías debía anunciar a Acab la presencia de Elías, y si así lo deseaba el rey podía ir al encuentro del profeta. La verdadera relación entre las personas no siempre se indica por los títulos o cargos oficiales que tienen. Con frecuencia, el siervo o esclavo está en un plano muy superior -en lo que atañe a verdadera grandeza o superioridad- que el rey o el amo.
10. Nación ni reino.
Había muchos reinos pequeños no muy lejos de Israel. Hubiera sido natural que alguien que debía huir para salvar la vida se exiliara en alguno de esos Estados cercanos. Acab no sólo buscó a Elías en su propio país, sino que había preguntado por él en todos los países vecinos.
12. Te llevará.
Abdías confiaba plenamente en que Dios cuidaría de su siervo Elías. Temía que "el Espíritu de Jehová" arrebatara a Elías para protegerlo en algún refugio oculto antes de que pudiera hablar con Acab.
14. Ahora dices tú.
Abdías no deseaba causar la muerte de Elías, lo que sabía que sucedería si llevaba al profeta ante el rey. Pero si no lo hacía, estaba seguro de que él mismo moriría. ¿Era posible que deseara Elías ocasionar la muerte de un hombre que había salvado la vida de 100 profetas?
15. Me mostraré a él.
Elías había recibido su misión de Dios, y aunque esto le pareciera inconcebible a Abdías, Elías estaba listo para hacer frente a Acab ese mismo día.
16. Acab vino.
El rey fue al profeta, no el profeta al rey. Acab comprendía que Elías, en primer lugar, era leal y servía a Aquel que es mayor que un rey terrenal, y por eso el rey se vio obligado a ir al hombre cuya vida buscaba. Sabía muy bien que el profeta no había estado de acuerdo con ese extraño encuentro para entregarse en las manos del rey. El rey y no el profeta hizo frente a ese encuentro con temor, aunque el rey estaba acompañado por una poderosa guardia personal de soldados, y el profeta sólo tenía la defensa de Dios.
17. El que turbas a Israel.
Era grande la turbación de Israel, y en el fondo de su conciencia Acab comprendía cuál era la causa. Pero el culpable siempre trata de rehuir la responsabilidad del mal que provoca. Acab procuró acusar a Elías por la maldición que había herido al país. Uno de los mayores males del pecado es que siempre procura confundir las cosas. Rehúsa llevar la culpa de la dificultad que ocasiona, y aun procura que parezca que el justo y no el inicuo es responsable por la desgracia del hombre.
18. Sino tú.
El rey se ha encontrado con su amo. La humilde capa del profeta tiene mayor autoridad que el manto real. Es Elías el que ocupa el asiento del juez, mientras que el rey es el culpable que está ante el tribunal. Mientras Elías intrépidamente le dice que él es quien ha turbado a Israel, el rey se acobarda ante las palabras del merecido reproche.
Dejando los mandamientos.
El rey y todos los que están en el reino necesitan saber que es su desobediencia a los mandamientos de Dios lo que ha traído los terribles castigos sobre ellos y sobre su desventurado país. Sirviendo a Baal han seguido la senda de una felicidad sólo aparente. Buscando la vida, encontraron la muerte; buscando el gozo, encontraron dolores y desgracias; buscando paz y prosperidad, encontraron dificultades y ruina.
19. Congrégame.
Es el profeta y no el rey quien da las órdenes. Acab reconoció el origen divino de la orden, y la obedeció inmediatamente.
Monte Carmelo.
Cadena montañosa de 9,3 km de largo. Su promontorio noroeste penetra en el Mediterráneo. Los montes tienen 167,7 m de alto en el promontorio y 518,3 m de alto en el sureste. La altura proporciona sin bello panorama del Mediterráneo, las llanuras de Esdraelón y Sarón y una buena parte de Samaria.
Profetas de Baal.
Estos eran los sacerdotes y maestros de Baal, y los profetas de Asera eran los sacerdotes encargados del culto de Astoret [diosa de los sidonios; Astarot, diosa de los cananeos]. El número da una idea de cómo se habían difundido esos cultos degradantes, a los que se había entregado el pueblo de Israel.
Comen de la mesa de Jezabel.
Es decir, eran sostenidos por la reina. Constituían el clero que recibía un subsidio de Jezabel.
20. Acab convocó.
En armonía con las indicaciones de Elías, Acab convocó a todo Israel para que se reuniera en el Carmelo junto con los profetas de Baal y Astoret. El pueblo se presentó con extraños presentimientos. El monte Carmelo, que una vez ofrecía un bello panorama, con sus templos de ídolos y bosques florecientes, ahora estaba desolado. Los árboles se alzaban desvaídos y sin follaje, los manantiales estaban secos y no había más flores. Los dioses de la fertilidad tristemente habían fracasado ante sus adoradores; y éstos mismos también habían fracasado. Sus propios santuarios eran lugares de molestia y deshonra. Allí, en esos mismos terrenos consagrados a los santuarios paganos -una vez tan bellos y ahora tan áridos y abandonados- Elías se proponía demostrar la completa necedad del culto de Baal.
21. ¿Hasta cuándo claudicaréis?
El pueblo de Israel estaba en una encrucijada. ¿Rechazaría para siempre al Dios que lo había establecido como a un pueblo separado, y aceptaría a Baal como su amo y señor? Si Jehová era Dios, era él quien debía ser adorado. Si Baal era Dios, debían obedecerle. Se presentó la exhortación, y se dio la oportunidad al pueblo para que se expresara.
24. Respondiere por medio de fuego.
Era muy justa la prueba que proponía Elías. El dilema era: ¿Quién era Dios, Jehová o Baal? Si Baal era lo que los sacerdotes paganos pretendían, que lo demostrara entonces haciendo descender fuego del cielo. Ciertamente, si tenía poder sobre la lluvia y la tormenta, que enviara sus rayos. Aun los sacerdotes de Baal no podían negar que era justa la propuesta, aunque deben haber temido sus resultados.
26. No había voz.
¿Cómo podía haberla? Baal no era sino un producto de la imaginación del hombre, y no podía responder a la oración.
Andaban saltando.
"Danzaban cojeando" (BJ). Era una danza ritual muy movida, en la que llegaban a caer en un estado de frenesí. Se dice que esas prácticas a veces han sido acompañadas por manifestaciones de poder demoníaco, y sin duda se esperaba que por ese medio habría fuego. Pero el Señor intervino: retuvo a Satanás y sus ángeles, y no hubo fuego.
27. Elías se burlaba de ellos.
Esos sacerdotes de Baal necesitaban aprender que su dios no podía responder a sus oraciones. Las palabras que les dirigió Elías eran la expresión de un desprecio completo. Los espectadores, que debían decidirse entre Jehová y Baal, no pasaron por alto la mofa con que los ridiculizó.
28. Se sajaban.
La automutilación, frecuente en los estados de frenesí oriental, se empleaba con la creencia de que los dioses se deleitan en el derramamiento de sangre. No eran raros esos ritos sangrientos en los días del AT cuando se buscaba con ansiedad que los dioses paganos fueran propicios (Jer. 16: 6, 7), pero estaban prohibidos para el pueblo de Dios (Lev. 19: 28; Deut. 14: 1).
29. Gritando frenéticamente.
"Se pusieron en trance" (BJ). Estos agentes de Baal eran llamados "profetas". El cumplimiento de su servicio puede haberse considerado como un acto de profetizar. O probablemente, en sentido más restringido, profetizaban como Saúl, quien "desvariaba" cuando "un espíritu malo" se posesionaba de él (1 Sam. 18: 10). Esta experiencia puede ser semejante a la de los adoradores del demonio en los países actuales del Oriente, quienes algunas veces se excitan hasta un alto grado de frenesí religioso cuando emiten sonidos y gruñidos incomprensibles. Satanás y sus ángeles estaban en el Carmelo y habrían hecho todo lo posible para que descendiera el anhelado fuego si Dios lo hubiera permitido. Pero el Señor, aunque permite que los demonios presenten algunos de los aspectos más repugnantes de su presencia ante los hombres, no permitió que Satanás hiciera descender fuego en el nombre de Baal.
30. Arregló el altar.
En tiempos anteriores se había adorado al Dios del cielo en ese altar, pero éste había quedado en desuso durante mucho tiempo. Con reverencia Elías reunió las piedras esparcidas. Hay muchos hogares hoy día en los cuales el altar de Dios ha sido derribado. Es tiempo de que se haga una obra similar a la que se hizo en el Carmelo. Al anochecer, los hijos de Dios reverentemente deberían reunirse ante el altar familiar para pasar unos momentos de tranquila devoción. Por la mañana, otra vez deberían reunirse las familias para orar. El altar de la oración y de la devoción debería ser conservado siempre en buen estado.
34. De agua.
Un manantial perenne, que nunca ha dejado de fluir, aun en las sequías más crueles, se dice que permanece en las proximidades del lugar que tradicionalmente se asigna a la escena del sacrificio. Al indicar que el agua fuera derramada sobre el holocausto y sobre la leña, Elías eliminaba toda sospecha de fraude.
36. El holocausto.
Durante largas horas, plenas de bullicio, los sacerdotes de Baal habían recurrido a sus violentos y agitados saltos y gritos, habían proferido oraciones tumultuosas, habían hablado entre dientes en forma incoherente, pero nada habían logrado. Completamente cansados y, exhaustos, al fin se retiraron desesperados. La multitud también estaba cansada de las escenas de horror y agitación, y no estaba espiritualmente preparada para la ministración del profeta de Dios.
De Abrahán.
Elías se dirigió al Dios que es el Padre de todos. Le habló queda y reverentemente, en llamativo contraste con los frenéticos chillidos de los profetas de Baal.
Sea hoy manifiesto.
La oración fue muy sencilla y sincera, sin ninguna perturbación, directa y al punto, y procedía del corazón mismo.
37. Tú vuelves a ti el corazón.
El gran anhelo de Elías era la conversión del pueblo de Israel: que su corazón que se había vuelto a Baal, se volviera de nuevo a Dios.
38. Entonces cayó fuego.
En forma asombrosamente súbita, como un gran relucir de un relámpago, descendió fuego y consumió el sacrificio y aun las piedras del altar. La hueste congregada nunca antes había visto una llamarada tal. Fue visible para todos los circunstantes, aun para la multitud reunida al pie del monte. El pueblo la reconoció como el fuego consumidor de Dios.
39. Jehová es el Dios.
Los que tan recientemente se inclinaban ante Baal, ahora se volvieron a Jehová como el gran Dios del cielo y de la tierra. Unánimemente la multitud elevó un clamor y reconoció a Jehová como el Señor.
40. Prended a los profetas de Baal.
Elías no iba a permitir que el celo del pueblo se malgastara en meras palabras. Le requirió que mostrara su conversión y convicción por medio de hechos; hechos que podrían traer sobre el pueblo la ira de la impía reina, pero que una vez realizados significarían que la nación había roto con la causa de Baal. Como resultado de las maravillosas manifestaciones de aquel día la multitud había reconocido que Jehová es Dios; sólo los sacerdotes de Baal habían rehusado arrepentirse. La ejecución sumaria de esos sacerdotes realizada por Elías fue una terrible venganza, pero era necesaria, pues mostraba la indignación de Dios contra los que persisten en la rebelión y que están dispuestos a corromper y desmoralizar a todo un pueblo movidos por intereses egoístas. La sentencia contra ellos sirvió de ejemplo y de advertencia. No se puede jugar con Dios, y una terrible retribución aguarda a todos los que desean vender su alma a cambio de la corrupción del mundo.
41. Elías dijo.
Elías dominaba completamente la situación. Fue él quien dio órdenes al pueblo y el que dirigió al rey.
Se oye.
El sonido no estaba en los oídos del profeta sino en su corazón. Por fe sabía que estaba por llover. El arrepentimiento del pueblo había suprimido el motivo del castigo, y Elías se dio cuenta de que estaban por caer las lluvias por tanto tiempo anheladas. Elías vivía una vida de fe y de oración. Cuando Dios lo envió para que anunciara la sequía, sabía que eso se cumpliría exactamente de acuerdo con la palabra del Señor. El mismo Espíritu que le había puesto en los labios la primera predicción, ahora le dio la otra.
42. Elías subió.
Mientras Acab fue a un banquete, Elías fue a orar. Su oración fue de intercesión a favor del Israel arrepentido. Sabía que vendría la lluvia, pero se preocupaba para que se cumplieran plenamente las condiciones para recibir la bendición celestial, y para que pudieran ser permanentes los resultados de la reforma.
Dios ha prometido a su pueblo que derramará con abundancia sus bendiciones celestiales con el envío del Espíritu Santo en el tiempo de la lluvia tardía. Hoy en día, ¿están orando los santos como Elías, o están banqueteándose como Acab? Únicamente, y sólo únicamente cuando el pueblo de Dios esté imbuido de intenso fervor y cuando esté dispuesto a orar como Elías, y cuando principalmente se preocupe de cumplir con las condiciones requeridas, entonces caerá la lluvia tardía.
43. Vuelve siete veces.
La lluvia no cayó inmediatamente, pero no vaciló la fe de Elías. Continuó orando más fervientemente que antes. Vez tras vez envió al siervo, y todavía los cielos eran como de bronce y la tierra estaba polvorienta. Sin embargo, no cesó la intercesión de Elías. Esta ferviente oración del profeta llegó a ser proverbial por la intensidad y perseverancia en la súplica (Sant. 5: 18).
44. Una pequeña nube.
Esa nube fue para Elías la prueba del favor divino. Cesó en su oración. Había otra obra que hacer. Dio indicaciones a su siervo para que las transmitiera a Acab. El rey debía ponerse rápidamente en camino. Elías no esperó que se ennegrecieran los cielos; procedió ante la primera indicación de que había sido oída su oración. El mundo hoy necesita hombres con la fe de Elías. La obra de Dios será terminada por hombres que obren con el espíritu y poder de este profeta de la antigüedad. Para ellos el cielo estará muy cerca mientras avancen por fe para luchar contra las huestes del mal. Multitudes se apartarán de la adoración de los dioses de este mundo para adorar al Señor que hizo el cielo y la tierra. Descenderá el Espíritu de Dios sobre humildes hombres y mujeres por doquiera (Joel 2: 28, 29) a fin de capacitarlos para que hagan en su esfera lo que Elías hizo en la suya.
La mano de Dios no se ha acortado para que no pueda salvar. Dios es tan poderoso y está tan dispuesto a conceder victorias hoy como en el tiempo de Elías. Cuando el pueblo de Dios llegue al punto de tener el mismo espíritu que tuvo Elías, cuando sea tan ferviente, tan activo, tan valiente, tan dispuesto a perseverar en oración, tan intrépido frente al peligro y tan ansioso de responder a las invitaciones del Señor, entonces se terminará prestamente la obra de Dios y Jesús volverá para recibir a los suyos.
45. Jezreel.
Esta es la primera mención de Jezreel como una ciudad real. Allí tenía un palacio Acab, aunque Samaria continuaba siendo su capital (cap. 21: 1). Al palacio de Jezreel era al que Acab deseó añadir la viña de "Nabot de Jezreel" , y para cuyo logro Jezabel hizo dar muerte a Nabot (cap. 21: 1-16). También era aquí donde los perros debían comer el cuerpo de Jezabel (1 Rey. 21: 19, 23; 2 Rey. 9: 10, 33-37) y donde Joram fue muerto por Jehú (2 Rey. 9: 15-26). Jezreel estaba en el territorio de Isacar (Jos. 19: 17, 18), en una ubicación pintoresca que dominaba la llanura de Esdraelón. Había aproximadamente 45 km desde el monte Carmelo hasta Jezreel.
46. Corrió delante de Acab.
Acab volvió a Jezreel de noche, envuelto en una cegadora tormenta de lluvia, por caminos peligrosos de montaña. Debido a la dificultad de ver el camino, el profeta corrió delante del rey para guiar a salvo el carro real hasta las puertas de Jezreel. Con este acto de bondad, mostró Elías que no tenía ningún rencor para con el rey y que estaba dispuesto a realizar cualquier servicio -por humilde o inconveniente que fuera- para bien de su señor.
CBA T2
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