1. Manasés.
Con referencia a la ascensión de Manasés al trono y su reinado, ver pág. 90.
Hepsiba.
Su significado literal es: "Mi deleite está en ella". La tradición judía dice que Hepsiba era hija del profeta Isaías. No hay por qué dar importancia a esta tradición. Más tarde se aplicará ese nombre a la Sion restaurada (Isa. 62: 4).
2. Hizo lo malo.
Manasés tuvo un buen padre, pero no siguió en sus huellas. La mala semilla sembrada por Acaz ya había dado fruto de iniquidad en muchos de los habitantes del país, y después de la muerte de Ezequías una vez más predominó el mal.
3. Volvió a edificar.
Manasés contrarrestó de muchas maneras el bien que había hecho su padre. Se reiniciaron los ritos idolátricos licenciosos, crueles y supersticiosos de las naciones vecinas que habían sido prohibidos por Ezequías. El paganismo revivió, la gente adoró los ídolos otra vez, y Judá participó ampliamente en los males que habrían de colmar la medida de la iniquidad de la nación.
Altares a Baal.
La adoración de Baal que floreció con Atalía (cap. 11: 18) y Acaz (2 Crón. 28: 2) y que había sido tan común en Israel, fue implantada de nuevo en Judá.
El ejército de los cielos.
El sol, la luna y las estrellas. Por causa del culto al sol se pusieron los caballos dedicados al sol a la entrada del templo (cap. 23: 11).
6. Pasó a su hijo por fuego.
Los impíos parecen haber tenido una predilección especial por este terrible rito de sacrificio humano. Acaz había quemado a su hijo en el fuego (cap. 16: 3; 2 Crón. 28: 3), y en los últimos días de Judá esta cruel abominación aparece como uno de los pecados más notorios (Jer. 7: 31, 32; 19: 26; 32: 35; Eze. 16: 20; 20: 26; 23: 37).
Encantadores.
Dios había prohibido, bajo pena de muerte, que los hebreos participaran de tales prácticas (Lev. 20: 27).
7. En la casa.
Manasés cometió mayores abominaciones que cualquiera de los reyes anteriores de Judá. Josías más tarde arrojó esta abominación que Manasés había colocado en el templo y la quemó en el arroyo de Cedrón (cap. 23: 6).
9. Más mal que las naciones.
Los habitantes paganos de Palestina habían sido destruidos por sus viles prácticas, pero el profeso pueblo de Dios se envileció tanto que sobrepasó a aquellos en su culto corrupto y abominable. La inmoralidad, la crueldad y la opresión iban de la mano con la degradación de la religión. El terrible pecado de Judá radicó en que abandonó su religión pura y al único Dios verdadero para seguir las formas de culto más corruptas y la idolatría más vil.
10. Los profetas.
No se conoce con seguridad a ninguno de los profetas contemporáneos de Manasés. Isaías fue uno de los primeros que cayó en la persecución religiosa (ver PR 281).
11. Los amorreos.
En este pasaje los amorreos representan a las antiguas naciones cananeas (ver Gén. 15: 16; 1 Rey. 21: 26; Eze. 16: 3; Amós 2: 9, 10).
12. Le retiñirán ambos oídos.
Ver la misma expresión en 1 Sam. 3: 11 y Jer. 19: 3.
13. El cordel de Samaria.
Dios mediría a Jerusalén con la misma norma que había usado para medir a Samaria (ver Amós 7: 7- 9; Lam. 2: 8). Sería completamente imparcial. Por cuanto Judá había visto el ejemplo de su hermana Israel, pero no había escarmentado con ese ejemplo, se la consideraría aún más responsable.
Como se limpia un plato.
Jerusalén sería sólo un plato en la mano del Señor, y él lo limpiaría totalmente.
14. Sus enemigos.
Ver Deut. 28: 36, 37; Isa. 42: 22, 24; Jer. 30: 15, 16.
15. Desde el día.
El Señor había tenido mucha paciencia con su pueblo. Lo había tratado mejor de lo que merecía, librándolo vez tras vez cuando por su pecado había merecido la destrucción.
16. Derramó Manasés mucha sangre inocente.
Manasés no se conformó con fomentar el mal. Con tenaces esfuerzos procuró impedir que se realizara lo bueno. Muchos que habían intentado permanecer leales a Dios se transformaron en el objeto de su acerbo odio: perseguir a los justos en toda la tierra. Isaías que había sido un testigo tan importante de la verdad y injusticia, sufrió el martirio a manos de los que estaban decididos a oponerse a las reformas religiosas y políticas por las cuales había luchado (ver PR 281).
17. Los demás hechos.
Los hechos más importantes de la vida de Manasés que omite el autor de Reyes son: su captura por los generales del rey de Asiria, su deportación a Babilonia, su arrepentimiento allí, su retorno al trono y sus reformas religiosas después de su regreso (2 Crón. 33: 1-19). Esar-hadón incluye a Manasés en una lista de 22 reyes de Asia occidental de quienes exigió que mandaran madera a Nínive. Asurbanipal, sucesor de Esar-hadón, incluye a Manasés en una lista de 22 reyes que le pagaron tributo.
El pecado que cometió.
El relato de la vida de Manasés en el libro de Reyes sólo da unos pocos detalles de las iniquidades de su reinado. No sólo ofreció a su propio hijo en sacrificio, sino que fomentó tales abominaciones en el valle de Hinom (2 Crón. 33: 6; cf. 2 Rey. 23: 10). Sin duda fue Manasés quien permitió que se establecieran las casas de prostitución junto al templo (2 Rey. 23: 7), y es posible que hubiera sacado el arca del pacto de su lugar (2 Crón. 35: 3).
18. De su casa.
Desde Acaz no se registra que ninguno de los reyes de Judá hubiera sido enterrado en los sepulcros de los reyes de Judá.
Huerto de Uza.
Tanto Manasés como su hijo Amón (vers. 26) fueron sepultados en este lugar. No hay ninguna información adicional en cuanto a este sitio. Puede haber sido un huerto cuyo dueño anterior se llamó Uza, y que estaba cerca de los jardines del palacio y por eso se lo había comprado para usarlo como cementerio.
19. Amón.
Este nombre es idéntico al de Amón, dios sol de los egipcios. Parece que Manasés escogió este nombre para su hijo a fin de demostrar su respeto por esa deidad egipcia.
20. Hizo lo malo.
La apostasía de Manasés había dejado en Amón una tendencia hacia el mal que modeló su vida en forma irremediable. Durante la última parte de su reinado, Manasés había mantenido a raya el partido de los idólatras (2 Crón. 33: 16), pero después de su muerte éste recuperó el dominio del país y provocó una marea nacional de iniquidad. Como de costumbre, el libertinaje de índole moral y religiosa iban de la mano. El profeta Sofonías, que escribió durante el tiempo de Josías, describe gráficamente esta triste situación (ver Sof. 1: 8, 9; 3: 1-4).
22. Dejó a Jehová.
Amón parece que abandonó toda iniciativa de adorar a Jehová. Rehusó humillarse ante el Señor como lo había hecho su padre y "aumentó su pecado" (2 Crón. 33: 23).
23. Conspiraron contra él.
No se da ninguna razón de esta conspiración. Los funcionarios del palacio pueden haber tenido algún rencor personal contra el rey, o el asesinato sobrevino como consecuencia de la reacción contra su extrema idolatría. Sea cual fuere la causa, la conspiración testifica de que no estaban conformes con la política real.
24. Mató a todos los que habían conspirado.
Hay un aspecto positivo en el hecho de que se considerara que el asesinato era un crimen y, por demanda popular, se castigó a los conspiradores. No se ha revelado cuáles eran las intenciones de los conspiradores. Algunos han conjeturado que tenían el plan de acabar con la casa de David y coronar a un rey de una nueva dinastía. Si ésta hubiese sido su intención, difícilmente habrían dejado a Josías con vida, pues éste estaba en poder de los conspiradores.
CBA T2
Con referencia a la ascensión de Manasés al trono y su reinado, ver pág. 90.
Hepsiba.
Su significado literal es: "Mi deleite está en ella". La tradición judía dice que Hepsiba era hija del profeta Isaías. No hay por qué dar importancia a esta tradición. Más tarde se aplicará ese nombre a la Sion restaurada (Isa. 62: 4).
2. Hizo lo malo.
Manasés tuvo un buen padre, pero no siguió en sus huellas. La mala semilla sembrada por Acaz ya había dado fruto de iniquidad en muchos de los habitantes del país, y después de la muerte de Ezequías una vez más predominó el mal.
3. Volvió a edificar.
Manasés contrarrestó de muchas maneras el bien que había hecho su padre. Se reiniciaron los ritos idolátricos licenciosos, crueles y supersticiosos de las naciones vecinas que habían sido prohibidos por Ezequías. El paganismo revivió, la gente adoró los ídolos otra vez, y Judá participó ampliamente en los males que habrían de colmar la medida de la iniquidad de la nación.
Altares a Baal.
La adoración de Baal que floreció con Atalía (cap. 11: 18) y Acaz (2 Crón. 28: 2) y que había sido tan común en Israel, fue implantada de nuevo en Judá.
El ejército de los cielos.
El sol, la luna y las estrellas. Por causa del culto al sol se pusieron los caballos dedicados al sol a la entrada del templo (cap. 23: 11).
6. Pasó a su hijo por fuego.
Los impíos parecen haber tenido una predilección especial por este terrible rito de sacrificio humano. Acaz había quemado a su hijo en el fuego (cap. 16: 3; 2 Crón. 28: 3), y en los últimos días de Judá esta cruel abominación aparece como uno de los pecados más notorios (Jer. 7: 31, 32; 19: 26; 32: 35; Eze. 16: 20; 20: 26; 23: 37).
Encantadores.
Dios había prohibido, bajo pena de muerte, que los hebreos participaran de tales prácticas (Lev. 20: 27).
7. En la casa.
Manasés cometió mayores abominaciones que cualquiera de los reyes anteriores de Judá. Josías más tarde arrojó esta abominación que Manasés había colocado en el templo y la quemó en el arroyo de Cedrón (cap. 23: 6).
9. Más mal que las naciones.
Los habitantes paganos de Palestina habían sido destruidos por sus viles prácticas, pero el profeso pueblo de Dios se envileció tanto que sobrepasó a aquellos en su culto corrupto y abominable. La inmoralidad, la crueldad y la opresión iban de la mano con la degradación de la religión. El terrible pecado de Judá radicó en que abandonó su religión pura y al único Dios verdadero para seguir las formas de culto más corruptas y la idolatría más vil.
10. Los profetas.
No se conoce con seguridad a ninguno de los profetas contemporáneos de Manasés. Isaías fue uno de los primeros que cayó en la persecución religiosa (ver PR 281).
11. Los amorreos.
En este pasaje los amorreos representan a las antiguas naciones cananeas (ver Gén. 15: 16; 1 Rey. 21: 26; Eze. 16: 3; Amós 2: 9, 10).
12. Le retiñirán ambos oídos.
Ver la misma expresión en 1 Sam. 3: 11 y Jer. 19: 3.
13. El cordel de Samaria.
Dios mediría a Jerusalén con la misma norma que había usado para medir a Samaria (ver Amós 7: 7- 9; Lam. 2: 8). Sería completamente imparcial. Por cuanto Judá había visto el ejemplo de su hermana Israel, pero no había escarmentado con ese ejemplo, se la consideraría aún más responsable.
Como se limpia un plato.
Jerusalén sería sólo un plato en la mano del Señor, y él lo limpiaría totalmente.
14. Sus enemigos.
Ver Deut. 28: 36, 37; Isa. 42: 22, 24; Jer. 30: 15, 16.
15. Desde el día.
El Señor había tenido mucha paciencia con su pueblo. Lo había tratado mejor de lo que merecía, librándolo vez tras vez cuando por su pecado había merecido la destrucción.
16. Derramó Manasés mucha sangre inocente.
Manasés no se conformó con fomentar el mal. Con tenaces esfuerzos procuró impedir que se realizara lo bueno. Muchos que habían intentado permanecer leales a Dios se transformaron en el objeto de su acerbo odio: perseguir a los justos en toda la tierra. Isaías que había sido un testigo tan importante de la verdad y injusticia, sufrió el martirio a manos de los que estaban decididos a oponerse a las reformas religiosas y políticas por las cuales había luchado (ver PR 281).
17. Los demás hechos.
Los hechos más importantes de la vida de Manasés que omite el autor de Reyes son: su captura por los generales del rey de Asiria, su deportación a Babilonia, su arrepentimiento allí, su retorno al trono y sus reformas religiosas después de su regreso (2 Crón. 33: 1-19). Esar-hadón incluye a Manasés en una lista de 22 reyes de Asia occidental de quienes exigió que mandaran madera a Nínive. Asurbanipal, sucesor de Esar-hadón, incluye a Manasés en una lista de 22 reyes que le pagaron tributo.
El pecado que cometió.
El relato de la vida de Manasés en el libro de Reyes sólo da unos pocos detalles de las iniquidades de su reinado. No sólo ofreció a su propio hijo en sacrificio, sino que fomentó tales abominaciones en el valle de Hinom (2 Crón. 33: 6; cf. 2 Rey. 23: 10). Sin duda fue Manasés quien permitió que se establecieran las casas de prostitución junto al templo (2 Rey. 23: 7), y es posible que hubiera sacado el arca del pacto de su lugar (2 Crón. 35: 3).
18. De su casa.
Desde Acaz no se registra que ninguno de los reyes de Judá hubiera sido enterrado en los sepulcros de los reyes de Judá.
Huerto de Uza.
Tanto Manasés como su hijo Amón (vers. 26) fueron sepultados en este lugar. No hay ninguna información adicional en cuanto a este sitio. Puede haber sido un huerto cuyo dueño anterior se llamó Uza, y que estaba cerca de los jardines del palacio y por eso se lo había comprado para usarlo como cementerio.
19. Amón.
Este nombre es idéntico al de Amón, dios sol de los egipcios. Parece que Manasés escogió este nombre para su hijo a fin de demostrar su respeto por esa deidad egipcia.
20. Hizo lo malo.
La apostasía de Manasés había dejado en Amón una tendencia hacia el mal que modeló su vida en forma irremediable. Durante la última parte de su reinado, Manasés había mantenido a raya el partido de los idólatras (2 Crón. 33: 16), pero después de su muerte éste recuperó el dominio del país y provocó una marea nacional de iniquidad. Como de costumbre, el libertinaje de índole moral y religiosa iban de la mano. El profeta Sofonías, que escribió durante el tiempo de Josías, describe gráficamente esta triste situación (ver Sof. 1: 8, 9; 3: 1-4).
22. Dejó a Jehová.
Amón parece que abandonó toda iniciativa de adorar a Jehová. Rehusó humillarse ante el Señor como lo había hecho su padre y "aumentó su pecado" (2 Crón. 33: 23).
23. Conspiraron contra él.
No se da ninguna razón de esta conspiración. Los funcionarios del palacio pueden haber tenido algún rencor personal contra el rey, o el asesinato sobrevino como consecuencia de la reacción contra su extrema idolatría. Sea cual fuere la causa, la conspiración testifica de que no estaban conformes con la política real.
24. Mató a todos los que habían conspirado.
Hay un aspecto positivo en el hecho de que se considerara que el asesinato era un crimen y, por demanda popular, se castigó a los conspiradores. No se ha revelado cuáles eran las intenciones de los conspiradores. Algunos han conjeturado que tenían el plan de acabar con la casa de David y coronar a un rey de una nueva dinastía. Si ésta hubiese sido su intención, difícilmente habrían dejado a Josías con vida, pues éste estaba en poder de los conspiradores.
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