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CBA - Segundo Libro de Los Reyes Capítulo 19


CBA Segundo Libro de Los Reyes Capítulo 19
 
1. Rasgó sus vestidos.

Así expresó Ezequías su angustia ante la perspectiva de un terrible sitio de Jerusalén. En cualquier momento podía esperarse que Jerusalén sufriera todo el impacto del ataque asirio. Las palabras de los mensajeros de Senaquerib no eran vanas amenazas. Los relieves de los palacios de Nínive y Khorsabad revelan las terribles crueldades cometidas por los asirios en los lugares tomados por asedio. Los de Jerusalén tenían por delante horrores indecibles si el sitio comenzaba en serio. Con profunda angustia, el rey se vistió de saco y fue al templo para exponer el asunto delante del Señor.

2. Los ancianos de los sacerdotes.

Vestidos de luto, Ezequías envió a sus emisarios a Isaías para que el profeta también se uniera a él en ferviente intercesión ante Dios. Según 2 Crón. 32: 20, tanto el rey como el profeta oraron fervorosamente a Dios. Esta es la primera vez que en el libro de Reyes se menciona al profeta Isaías, cuya visión de Dios, que lo había animado para realizar la tarea que tenía por delante, ocurrió en el año de la muerte del rey Uzías (Isa. 6: 1). Este destacado profeta actuó durante los reinados de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías (Isa. 1: 1). De modo que Isaías ya había pasado por un largo ministerio antes de aparecer en el registro de Reyes. Los relatos históricos del libro de Reyes suelen ser breves, y se omiten muchos detalles. Los libros de Isaías, Jeremías y Ezequiel revelan muchos detalles de gran interés e importancia que no se encuentran en el libro de Reyes.

3. Día de angustia.

Durante muchos años Isaías había estado prediciendo una ocasión como ésta. Fue una de las mayores crisis que sobrevinieron a Judá y, sin la intervención divina, la situación bien podría haber llevado a la nación a su ruina final.

La que da a luz no tiene fuerzas.

Una figura muy gráfica que describe la terrible crisis. La mayor parte de Judá ya había caído ante el poderío asirio, y ahora los invasores amenazaban la capital.

4. Quizá oirá Jehová.

El mensajero asirio había despreciado y reprochado al gran Dios del cielo, poniéndolo a la par de los dioses de las naciones circunvecinas. El honor de Dios estaba en juego, y podía esperarse que por causa de su propio nombre intervendría en favor de Judá.

Dios viviente.

Véase el uso de este título en Deut. 5: 26; Jos. 3: 10; 1 Sam. 17: 26; Sal. 42: 2; 84: 2; Jer. 10: 10; 23: 36; Dan. 6: 26; Ose. 1: 10. Esta expresión designa a Jehová como el único Ser en quien hay vida original, propia e inherente.

El remanente.

Israel ya no existía, y la mayor parte de Judá había desaparecido. El último remanente de Jerusalén corría el peligro de ser rápidamente aniquilado.

6. No temas.

Ezequías había usado las mismas palabras poco tiempo antes para tranquilizar a su pueblo (2 Crón. 32: 7). Ahora recibía esta misma admonición de parte de Dios. El ser humano tiende a temer en la hora de crisis, pero el Señor, en su misericordia, envía mensajes de ánimo (ver Núm. 14: 9; Jos. 1: 6, 7, 9, 18; Isa. 43: 1, 5; Luc. 12: 32).

7. Pondré yo en él un espíritu.

El significado de este pasaje no es claro. Tal vez signifique que Dios pondría sobre Senaquerib un espíritu de temblor y temor, un impulso que lo apartaría de su idea de conquista y lo haría regresar a su patria sumamente aterrorizado y confundido. La predicción no es -a propósito- específica, quizá porque el Señor no deseaba en ese momento revelar los detalles.

Caiga a espada.

Ver com. vers. 37.

8. Libna.

Probablemente deba identificarse con Tell ets-Tsâfi . Para su ubicación ver com. cap. 8: 22.

9. Tirhaca.

Este Tirhaca, cuyo nombre a veces se escribe Taharka, llegó a ser rey de Egipto en torno al año 690 AC. Era etíope (nubio), y ocupó el trono junto con su hermano Sabataka, quien reinó en Egipto más o menos entre los años 700 y 684. Después de la muerte de Sabataka, Tirhaca reinó solo hasta el año 664. Fue uno de los reyes etíopes de la XXV dinastía. Con referencia al sincronismo de Tirhaca con la campaña contra Jerusalén ver com. cap. 18: 13.

Envió embajadores.

Senaquerib esperaba lograr la capitulación de Ezequías antes de que atacaran los egipcios.

10. No te engañe.

En el mensaje anterior se había dirigido al pueblo para instarlo a no dejarse engañar por Ezequías (cap. 18: 29); pero el pueblo no había respondido. Este mensaje iba dirigido al rey, cuya confianza en Dios intentaba socavar Senaquerib.

11. Todas las tierras.

Asiria estaba en el apogeo de su poderío militar. Tiglat-pileser había conquistado a Babilonia y se había hecho proclamar rey de ese país; Salmanasar había destruido la nación de Israel; Sargón había devastado países en todas direcciones, y Senaquerib seguía en los pasos de Sargón.

Destruyéndolas.

"Entregándolos al anatema" (BJ). Senaquerib procuraba infundir terror en Ezequías recordándole el terrible castigo que habían recibido los que se habían atrevido a resistir a los ejércitos asirios. Si se rendía ahora, al menos podría esperar recibir cierta medida de clemencia.

12. Mis padres.

Durante un largo período, los antepasados de Senaquerib siempre habían tenido pleno éxito en la guerra, y los dioses de las naciones no habían podido resistirlos. Los lugares mencionados en este versículo están todos en las proximidades de la antigua Harán, donde vivió Abrahán, en el norte de Mesopotamia y que, desde mucho tiempo antes, habían caído bajo la dominación asiria.

Gozán.

Esta ciudad estaba sobre el río Khabur, en su curso norte, a 144 km al este de Harán. En Gozán se ubicaron exiliados transportados desde Samaria (cap. 17: 6). La campaña del año 808 fue dirigida contra esta ciudad (Guzana). El lugar donde estuvo Gozán hoy lleva el nombre de Tell Halaf .

Harán.

Allí vivió Abrahán después de salir de Ur (ver com. Gén. 11: 31). Aparece ya bajo dominio asirio durante el reinado de Adadnirari I, 1305-1273 AC.

Resef.

En asirio, Ratsappa . Probablemente lo que es hoy Rutsâfe al noreste de Palmira. Aparece en las inscripciones de Adad-nirari III, 810-782.

Edén.

Este lugar aparece junto con Harán en Eze. 27: 3 y como "Bet-edén" en Amós 1: 5. Algunos han identificado a Edén con el territorio que está en el codo del Eufrates, al suroeste de Harán y al sudeste de Carquemis. Aparece con frecuencia en las inscripciones asirias bajo el nombre de B§t-Adini .

Telasar.

Quizá sea Til-ashurri , o "colina de Asur", en el norte de Siria, en el codo del Eufrates. Tenía el honor de llevar el nombre del dios asirio.

13. Hamat.

Ver com. cap. 18: 34 para la identificación de los lugares que aparecen en este versículo. En ese pasaje se hace resaltar la incapacidad de los dioses de esas ciudades para defenderse. Al dirigirse a Ezequías, el embajador hacía énfasis en el hecho de que los reyes de esas ciudades ya no existían.

14. Tomó Ezequías las cartas.

Probablemente los embajadores asirios presentaron su mensaje tanto en forma oral como por escrito: verbalmente, a los mensajeros de Ezequías, y en una carta, al rey, ya que sin duda éste no salió a recibirlos.

Las extendió.

Como si el mensaje se hubiese dirigido tanto al Dios de Israel como al rey.

15. Entre los querubines.

Esto se refiere a la santa Shekinah, la gloria milagrosa que simbolizaba la presencia personal de Dios y que aparecía encima del propiciatorio entre los dos querubines (ver Exo. 25: 22; 29: 43; Lev. 16: 2; 1 Sam. 4: 4).

Sólo tú.

En su oración Ezequías reconoció a Dios como el único Dios, el Señor de todo el cielo y la tierra, a quien Senaquerib había desafiado osadamente. El rey protestó contra la carta de Senaquerib, en la cual trataba a Jehová como uno más entre los muchos e insignificantes dioses del Asia occidental que nada habían podido hacer ante los asirios.

16. Mira; y oye.

Ezequías demostró celo por el honor de su Dios, y creyó que haciendo justicia a sí mismo el Señor no podría menos que vengarse de este arrogante rey pagano.

18. No eran dioses.

No era extraño que tanto las naciones como sus dioses hubieran sido destruidos por el poderío asirio, porque esos dioses eran simples imágenes de hechura humana. El contraste entre Jehová y los falsos dioses resalta en la enseñanza de la segunda mitad del libro de Isaías (ver Isa. 41: 24; 44: 8-10).

19. Sólo tú, Jehová, eres Dios.

La emergencia del momento ofrecía una notable oportunidad para que Dios manifestara su presencia y su poder ante las naciones de la tierra. La fama del poderío asirio había llenado el mundo. Si Jerusalén se salvaba de Senaquerib, Asiria sería humillada y las naciones sabrían que Jehová era supremo.

20. He oído.

Ezequías no fue dejado en la duda en cuanto a la respuesta a su oración, pues el profeta Isaías le hizo llegar inmediatamente el mensaje de que Dios había oído su petición y enviaría su castigo sobre los asirios.

21. La virgen.

Jerusalén resistió todos los esfuerzos de los asirios contra ella, y no permitió que la profanaran. Esta personificación de Jerusalén con una mujer es una figura literaria común en la Biblia (ver Isa. 23: 12; 52: 2; Lam. 2: 13; Miq. 4: 10).

Mueve su cabeza.

Entre los hebreos, menear la cabeza era un ademán de desprecio (ver Sal. 22: 7; 109: 25; Mat. 27: 39).

22. El Santo de Israel.

Esta es una frase predilecta de Isaías. La usa 27 veces en su libro. Sólo aparece cinco veces más en el resto de la Biblia (Sal. 71: 22; 78: 41; 89: 18; Jer. 50: 29; 51: 5).

23. Has dicho.

En este pasaje Isaías expresa los pensamientos de Senaquerib. El rey asirio tenía mucha confianza propia. Pensaba que con sus numerosos carros podría conquistar cualquier región que escogiese, y que sus ejércitos podrían eliminar toda oposición y vencer todos los obstáculos que se le presentaran.

Sus altos cedros.

Esta frase puede aplicarse tanto en forma literal como figurada. Los asirios tenían la intención de cortar los hermosos cedros del Líbano para utilizar su madera. En forma figurada, la frase indica la completa devastación del país, con la ruina de los elegantes palacios y sus orgullosos habitantes (ver Isa. 2: 12-17; 10: 33, 34).

24. He cavado y bebido.

Esto parece significar que Senaquerib se sentía capaz de hacer frente a cualquier dificultad: las montañas no podrían detenerlo, pues las escalaría; los desiertos no le serían obstáculo, porque los cruzaría y cavaría sus propios pozos para conseguir agua; los ríos no lo demorarían porque se secarían bajo sus pies.

Ríos de Egipto.

Egipto quedaba más allá del desierto y estaba surcado por muchos canales. Senaquerib se jactaba de que esos ríos no le serían ningún obstáculo, pues se desvanecerían ante su presencia.

25. Yo lo hice.

El Señor responde ahora al rey asirio. Después de toda la jactancia de Senaquerib en cuanto a lo que va a hacer, el Señor le pregunta si no ha oído que él es quien tiene en su poder el destino de las naciones y que sólo en la medida en que él se lo permite cada nación ocupa su lugar en la historia (ver PR 392, 393). En ese momento los asirios eran un instrumento suyo para llevar a cabo sus propósitos (ver Isa. 10: 5-15).

26. Corto poder.

El éxito de las armas asirias se debió al permiso divino. Asiria podría haber llegado a ser una poderosa influencia para bien en el mundo, si la nación hubiera continuado con la reforma iniciada con la predicación de Jonás (Jon. 3: 5-10). Cuando los ninivitas se volvieron de su arrepentimiento transitorio a su anterior idolatría y siguieron con la conquista del mundo, provocaron el fin de Asiria como nación.

28. Mi garfio en tu nariz.

Las esculturas mesopotámicas revelan que a veces los asirios empleaban las más terribles atrocidades con sus prisioneros. Un relieve de Esar-hadón muestra a Taharka de Egipto y a Baalu de Tiro con sus narices perforadas con argollas, sujetas con cuerdas a las manos del conquistador. Posiblemente Manasés fue llevado a asiria en forma similar (ver 2 Crón. 33: 11).

29. Señal.

El Señor dio muchas señales por medio del profeta Isaías (2 Rey. 20: 9-11; Isa. 7: 11, 14; 8: 18; 20: 2, 3). Durante el resto del año en curso, la gente podría hallar suficiente para comer en lo que quedaba en el campo; al año siguiente (tal vez año sabático) también podría conseguir suficiente alimento de lo que brotara solo; y al año subsiguiente volvería a las actividades habituales de sembrar y segar. Las actividades agrícolas normales se habían interrumpido durante la permanencia de los ejércitos asirios en el país.

30. Lo que hubiere escapado.

Esta expresión indica cuán abarcante fue la devastación provocada por la invasión asiria en Judá.

31. Saldrá.

Gran parte de Judá había sido totalmente asolada por los ejércitos asirios. Quizá muchos se refugiaron en Jerusalén para escapar de la espada de Senaquerib. De esta ciudad saldría un remanente para repoblar y restaurar el país. Isaías, Miqueas y Jeremías usan con frecuencia la palabra "remanente" o expresiones sinónimos (ver Isa. 10: 20; 11: 11; 14: 22; 46: 3; Jer. 23: 3; 31: 7; 40: 11, 15; 42: 2; 43: 5; 44: 14; Miq. 2: 12; 4: 7; 5: 7, 8).

32. Con escudo.

En las esculturas antiguas resaltan los escudos asirios. Los soldados que estaban empeñados en el sitio de una ciudad se protegían con enormes escudos para poder acercarse a los muros de una ciudad que estaba siendo atacada (ver lámina frente a la pág. 64).

Ni levantará contra ella baluarte.

En los relieves asirios se ven muchas veces tales baluartes o rampas. Se las levantaba contra los muros para permitir que los arietes pudieran acercarse a las partes superiores y más débiles de las defensas.

34. Yo ampararé esta ciudad.

Ver Isa. 31: 5; 37: 35; 38: 6.

Por amor a mí mismo.

El honor de Dios estaba en juego puesto que Senaquerib lo había desafiado abiertamente.

35. Aquella misma noche.

Es decir, la noche que siguió al día cuando fue pronunciada la profecía de Isaías.

Mató.

" "Destruyó a todo valiente y esforzado, y a los jefes y capitanes en el campamento del rey de Asiria" " (2 Crón. 32: 21). Quizá murió la mayor parte de los soldados enviados para tomar a Jerusalén.

Cuando se levantaron.

O sea, "a la hora de despertarse" (BJ). A la mañana siguiente cuando se levantaron los que habían quedado del ejército, todos sus compañeros (los 185.000 que el ángel había muerto) se habían transformado en cadáveres.

36. Se fue.

Senaquerib estaba con el ejército vigilando el camino de Judea a Egipto cuando ocurrió la matanza (ver PR 267). Aterrorizado y avergonzado se alejó rápidamente. Volvió a Asiria y dejó a Ezequías en paz para que restaurara su país.

37. Sus hijos lo hirieron a espada.

Los registros asirios y babilonios confirman el asesinato de Senaquerib a manos de sus hijos.

Tierra de Ararat.

Los textos asirios confirman este detalle. Los asesinos de Senaquerib, junto con un gran sector rebelde, huyeron a Ararat, en la región de Armenia, al norte.

Reinó en su lugar.

Según los registros asirios, Esar-hadón subió al trono en 681 y reinó hasta 669 AC.

Durante el reinado de Esar-hadón, Asiria logró su máxima extensión y poderío. Después de una campaña infructuosa logró conquistar a Egipto. A pesar de que ningún ser humano había ejercido hasta entonces el poder que él tenía, lo turbaban señales de un inminente peligro. Procurando dividir a sus potenciales enemigos, concertó un tratado con los escitas contra los cimerios, pero finalmente murió en camino a Egipto adonde se dirigía para aplastar una rebelión.

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