1. Después de estas cosas.
Se indica así un período indefinido, quizá de considerable duración. Los sucesos de este capítulo acontecieron en el año 474 AC, año 12 del reinado de Asuero (vers. 7).
Amán.
Primero se presenta a Asuero (cap. 1), después a Mardoqueo y a Ester (cap. 2) y finalmente aparece Amán en el escenario como gran visir o primer ministro. Según la tradición judía, Amán era descendiente directo de Agag, rey de Amalec (1 Sam. 15: 8), en la 16ª generación ( Targum Sheni ; Josefo Antigüedades xi. 6. 5).
2. Los siervos del rey.
Eran los funcionarios subalternos de la corte, de la categoría a la cual pertenecía Mardoqueo.
Se arrodillaban y se inclinaban.
Es decir, se postraban delante de Amán en la forma usual del Cercano Oriente. Ese acto implicaba sumisión, lealtad y obediencia.
Había mandado.
Quizá el rey había ascendido a Amán desde una posición inferior. La orden especial requería que todos -aun los que podrían haber sido antes superiores a Amán- se postraran delante de él.
Mardoqueo ni se arrodillaba.
En vista de que el pueblo hebreo se postraba no sólo delante de los reyes (1 Sam. 24: 8) sino ante los superiores en general, o bien delante de quienes deseaba honrar (Gén. 23: 7; 27: 29; 33: 3; etc.), no resulta enteramente claro el motivo de Mardoqueo para no arrodillarse delante de Amán. Es evidente que éste era gentil, pero Abrahán se inclinó ante gentiles (Gén. 23: 7). Mardoqueo rehusó dar a Amán una reverencia que sólo pertenecía a Dios (2JT 150; PR 441, 442).
4. Hablándole cada día.
La persistencia con que los funcionarios compañeros de Mardoqueo trataban de conseguir que éste obedeciera el edicto de inclinarse ante Amán, significa que sus colegas lo estimaban mucho. Procuraron darle una buena oportunidad antes de denunciarlo. Desde el punto de vista de ellos, era un serio precedente. Si podía burlarse así un decreto real, ¿qué sucedería con otros?
Les había declarado.
Quizá Mardoqueo les explicó que su religión le prohibía adorar a hombre alguno. Aparentemente no se había sospechado en cuanto a la raza de Mardoqueo. En apariencia e idioma, tanto él como Ester parecieran haber sido considerados como persas.
5. Vio Amán.
Es evidente que la falta de respeto de Mardoqueo fue advertida por Amán sólo por intermedio de "los siervos del rey". El proceder de Mardoqueo y la explicación significaban que los judíos por donde quiera se oponían a Amán. El abierto desafío de Mardoqueo, manifestado osadamente en la misma puerta del palacio, no podía significar sino una cosa para Amán: ¡conspiración! Por lo menos, así lo interpretó Amán. Y si Mardoqueo justificaba su conducta con motivos religiosos, todos los que pertenecían a su religión también debían ser implicados.
6. Tuvo en poco.
Si Amán sólo hubiese informado a Jerjes que uno de los funcionarios subalternos de la corte desobedecía su edicto real, seguramente Asuero habría condenado a muerte a Mardoqueo; pero éste, como judío , aun lo había insultado; por lo tanto, había que castigar a los judíos como nación. Si los judíos y su religión eran un obstáculo en el camino del orgullo y la seguridad de Amán, había que sacrificar a ambos.
Procuró Amán destruir.
Las matanzas en gran escala no eran desconocidas en el antiguo Cercano Oriente, donde el derecho a la vida bien podía depender del capricho de un déspota. Cerca de medio siglo antes de esta época había habido una matanza general de los magos cuando ascendió al trono Darío Histaspes, padre de Jerjes; y medio siglo antes de esta matanza se había perpetrado un genocidio contra los escitas.
7. Nisán.
En el calendario de los judíos este nombre reemplazó al mes de Abib después del cautiverio.
El año duodécimo.
Del 5 de abril de 474 AC al 21 de abril de 473 AC, según el cómputo persa.
Fue echada Pur.
Desde tiempos inmemoriales, se ha practicado en el Cercano Oriente la costumbre de echar suertes como un medio para determinar si una ocasión es favorable o no para ciertos proyectos. Se echaba la suerte por medio de dados, astillas de madera, lonjas de pergamino, por medio de piedras blancas y negras, y en otras formas. Los judíos creían que la Providencia velaba de alguna manera especial, cuando se echaban suertes (Prov. 16: 33), y suponían que los asuntos decididos de esa manera estaban de acuerdo con la voluntad de Dios. Pareciera que Amán hizo que se echaran suertes primero para determinar el día del mes, y después el mes.
No se puede saber por el contexto si Amán echó suertes para determinar una fecha favorable en la cual proponer su plan al rey o para la ejecución del decreto de exterminio. Tampoco se puede afirmar si el proceso de echar suertes abarcó un período de varios meses o si se realizó en una sola ocasión, con el propósito de determinar el tiempo que se suponía como más favorable. La forma hebrea del texto quizá implique lo primero (ver pág. 460).
Adar.
Es indudable que la suerte indicó el día 13 del mes de Adar, el 12° y último mes del año. Nisán, como Adar, es un nombre babilonio. Adar corresponde aproximadamente con nuestro mes de marzo (ver t. II, pág. 112).
8. Un pueblo.
Un gran número de los judíos exiliados habían preferido permanecer en los países a los que habían sido llevados cautivos. Josefo hace notar que los judíos babilonios más ricos e influyentes estaban poco dispuestos a abandonar su patria adoptiva. Es evidente también que en esa época había una numerosa colonia judía en Susa (cap. 9: 12-15).
Sus leyes son diferentes.
Una acusación verdadera, pero un débil argumento para destruirlos, y más aún si se tiene en cuenta que los persas permitían que todas las naciones subyugadas mantuvieran su religión, sus leyes y sus costumbres.
No guardan.
Esta acusación no era cierta respecto a las leyes en general. Una situación tal sólo podía surgir cuando un edicto real requería que un judío violara sus creencias religiosas. Pero las leyes de los medos y persas, por lo general, eran justas, y los judíos sin duda las obedecían de buena gana. Si no hubiese sido así, no habrían disfrutado de la buena voluntad que con frecuencia se les mostró. Por medio del profeta Jeremías, Dios les ordenó estrictamente que fueran ciudadanos pacíficos, respetuosos de las leyes dondequiera que estuviesen (Jer. 29: 7).
9. Yo pesaré.
Era difícil que Asuero pudiera considerar semejante acto de genocidio según lo pensaba Amán: como algo de poca importancia; pero Amán inmediatamente dio fuerza a su propuesta con el ofrecimiento de un soborno de tal magnitud que ni siquiera un rey podía ver con indiferencia.
Diez mil talentos.
Si se toma como base el talento liviano babilónico, esta cantidad representaría unos 301.320 kg (ver t. I, págs. 177, 178).
10. El anillo.
Evidentemente se trata de un anillo que sirve de sello, pues se lo empleaba para sellar y firmar documentos. Los anillos de este tipo eran conocidos entre los persas, aunque los sellos en forma de pequeños cilindros eran más comunes. Se conserva uno de éstos, perteneciente a Darío, padre de Asuero, en el Museo Británico. Al tener en su poder el sello real, Amán tenía la autoridad necesaria para emitir cualquier decreto que deseara. La palabra de Amán tenía, pues, igual validez a la del rey y esto le dio, en efecto, completa autorización para actuar como deseara.
11. La plata . . . sea para ti.
Da la impresión de que Asuero rehusó el soborno. Si bien la guerra que sostenía contra Grecia había empobrecido el tesoro real, parecería que Asuero consideró que no era el momento apropiado de recibir el dinero ofrecido a cambio de la vida de un pueblo. Herodoto narra que en cierta ocasión Jerjes (Asuero) rehusó aceptar una oferta semejante a la de Amán, hecha por uno de sus súbditos.
12. Los escribanos del rey.
Herodoto dice que había "escribanos" al servicio de Jerjes durante toda la guerra con Grecia. Tales personas también estaban disponibles en el palacio, listas para redactar decretos reales.
Sátrapas.
Nombre que deriva del antiguo vocablo persa jshatrapan , "virrey". Según Herodoto, había 20 satrapías en tiempo de Darío I. Eran las divisiones principales del imperio, y cada una comprendía varias provincias.
Los capitanes.
Es decir, de las 127 provincias (ver cap. 1: 1). Varios "capitanes" eran responsables ante cada sátrapa.
Los príncipes.
Cf. cap. 1: 3; etc. Estos serían los gobernantes autóctonos o los jefes de las tribus conquistadas, que disfrutaban de considerable autonomía local.
13. Por medio de correos.
El sistema de correos persa era famoso en todo el mundo antiguo. Jenofonte, quien atribuye a Ciro la organización de dicho sistema, lo describe así:
"Hay establos para caballos a lo largo de los diversos caminos, y están separados entre sí por la distancia que un caballo puede recorrer en un día. En todos los establos hay una cantidad de caballos y de jinetes. Hay un jefe que preside en cada establo. Recibe los mensajes, los hombres y los caballos cansados, y los hace proseguir la marcha con caballos y jinetes descansados. A veces no hay interrupción en el transporte ni aun de noche, ya que un correo nocturno empalma con el correo diurno y sigue su camino. Se dice que estos correos son más veloces que el vuelo de los pájaros, lo que no es del todo cierto; pero no hay duda de que es el transporte terrestre más rápido" ( Cyropaedia , t. 2, viii. vi. 17, con traducción al inglés por Walter Miller. Cambridge, Massachusetts: Imprenta de la Universidad de Harvard, 1943).
Con la orden de destruir.
Aquí el autor del libro de Ester sin duda cita directamente el edicto. Adviértase la redacción oficial de estas palabras.
Jóvenes y ancianos.
En la antigüedad se pensaba que era una necedad matar al padre y respetar la vida del hijo. Era asunto rutinario matar a las esposas y a los hijos de los criminales junto con sus esposos y padres. Hasta los judíos a veces siguieron esta práctica (Jos. 7: 24, 25; 2 Rey. 9: 26).
El día trece.
La LXX, que contiene una supuesta copia del decreto, traduce "el día catorce"; pero concuerda aquí con el texto hebreo al hacer del día 14 la verdadera fecha de la lucha (cap. 9: 1). Los días 14 y 15 son los que ahora celebran los judíos (ver cap. 9: 14-21). En este punto la LXX inserta una copia de lo que da a entender que es una carta escrita por Artajerjes, nombre que se le da a Asuero en esta versión. Aunque no está comprobada la autenticidad de esta carta, tiene interés por la similitud que puede verse entre el decreto de Asuero [Artajerjes] contra los judíos y el que finalmente se expidió contra el pueblo de Dios (ver PR 444).
"He aquí el texto de la carta: El gran rey Asuero, a los jefes y gobernadores, súbditos suyos, de las ciento veintisiete provincias que van desde la India hasta Etiopía, les escribe lo siguiente:
"Puesto al frente de muchos pueblos, y siendo señor de toda la tierra, he procurado no dejarme arrastrar por el orgullo del poder, sino gobernar siempre del modo más conveniente y benigno, manteniendo tranquilas en toda ocasión las vidas de mis súbditos, ofreciendo un reino culto y en seguridad hasta sus últimas fronteras, y haciendo florecer la paz, tan deseada de todos los hombres. Queriendo yo saber, por medio de mis consejeros, cómo podría llevar a buen término mis intenciones, uno de ellos, distinguido entre todos por su prudencia y señalado por su inquebrantable lealtad y su firme fidelidad, segundo en el reino por su dignidad, Amán, nos denunció que se hallaba diseminado, entre todas las tribus del universo, un pueblo hostil, opuesto por sus leyes a todas las gentes, que rechaza constantemente las órdenes reales, de modo que no hay seguridad en el programa de gobierno que nosotros, con indiscutible acierto, venimos ejecutando.
"Considerando, pues, que este pueblo se mantiene aislado y en total oposición a todos los hombres, que vive según leyes exóticas y es hostil a nuestros intereses, llevando a cabo los peores crímenes para que no se consiga la estabilidad del reino, hemos decidido que todos los que os han sido señalados en las cartas de Amán, encargado de nuestros negocios y nuestro segundo padre, sean exterminados de raíz, con sus mujeres y sus niños, por la espada de sus enemigos, sin ninguna compasión ni miramiento, el día catorce del mes doce de Adar del presente año, de modo que los malévolos de ayer y hoy desciendan en un solo día al Hades por la violencia y nos permitan gozar, en los días futuros, de perpetua paz y seguridad".
14. La copia del escrito.
Esta "copia" se distribuyó en cada provincia y pueblo de todo el imperio.
15. Salieron los correos.
Se podía llegar a las más remotas partes del imperio en un mes, o a lo sumo en dos meses; por lo tanto, no había prisa. Pero Amán estaba impaciente, y quizá temía que el rey cambiara de parecer y se negara a publicar el edicto.
Se sentaron a beber.
La inclusión de este detalle en la narración pareciera tener el propósito de destacar la dureza del corazón del rey y de Amán. Después de entregar a una nación a la destrucción, se dedicaron a beber vino.
La ciudad de Susa.
La mayor parte de los habitantes probablemente eran persas y elamitas, pero este peligroso precedente pudo haber creado un sentimiento de aprensión muy difundido entre los de otras nacionalidades. El pueblo de la ciudad capital generalmente aprobaba cualquier cosa que hacía el gran rey. En esta ocasión, parece que hubo dudas en cuanto a la prudencia y la justicia de lo que él había hecho. Sin embargo, es posible que el autor se refiera a los judíos residentes en la ciudad capital y no a toda la población.
Se indica así un período indefinido, quizá de considerable duración. Los sucesos de este capítulo acontecieron en el año 474 AC, año 12 del reinado de Asuero (vers. 7).
Amán.
Primero se presenta a Asuero (cap. 1), después a Mardoqueo y a Ester (cap. 2) y finalmente aparece Amán en el escenario como gran visir o primer ministro. Según la tradición judía, Amán era descendiente directo de Agag, rey de Amalec (1 Sam. 15: 8), en la 16ª generación ( Targum Sheni ; Josefo Antigüedades xi. 6. 5).
2. Los siervos del rey.
Eran los funcionarios subalternos de la corte, de la categoría a la cual pertenecía Mardoqueo.
Se arrodillaban y se inclinaban.
Es decir, se postraban delante de Amán en la forma usual del Cercano Oriente. Ese acto implicaba sumisión, lealtad y obediencia.
Había mandado.
Quizá el rey había ascendido a Amán desde una posición inferior. La orden especial requería que todos -aun los que podrían haber sido antes superiores a Amán- se postraran delante de él.
Mardoqueo ni se arrodillaba.
En vista de que el pueblo hebreo se postraba no sólo delante de los reyes (1 Sam. 24: 8) sino ante los superiores en general, o bien delante de quienes deseaba honrar (Gén. 23: 7; 27: 29; 33: 3; etc.), no resulta enteramente claro el motivo de Mardoqueo para no arrodillarse delante de Amán. Es evidente que éste era gentil, pero Abrahán se inclinó ante gentiles (Gén. 23: 7). Mardoqueo rehusó dar a Amán una reverencia que sólo pertenecía a Dios (2JT 150; PR 441, 442).
4. Hablándole cada día.
La persistencia con que los funcionarios compañeros de Mardoqueo trataban de conseguir que éste obedeciera el edicto de inclinarse ante Amán, significa que sus colegas lo estimaban mucho. Procuraron darle una buena oportunidad antes de denunciarlo. Desde el punto de vista de ellos, era un serio precedente. Si podía burlarse así un decreto real, ¿qué sucedería con otros?
Les había declarado.
Quizá Mardoqueo les explicó que su religión le prohibía adorar a hombre alguno. Aparentemente no se había sospechado en cuanto a la raza de Mardoqueo. En apariencia e idioma, tanto él como Ester parecieran haber sido considerados como persas.
5. Vio Amán.
Es evidente que la falta de respeto de Mardoqueo fue advertida por Amán sólo por intermedio de "los siervos del rey". El proceder de Mardoqueo y la explicación significaban que los judíos por donde quiera se oponían a Amán. El abierto desafío de Mardoqueo, manifestado osadamente en la misma puerta del palacio, no podía significar sino una cosa para Amán: ¡conspiración! Por lo menos, así lo interpretó Amán. Y si Mardoqueo justificaba su conducta con motivos religiosos, todos los que pertenecían a su religión también debían ser implicados.
6. Tuvo en poco.
Si Amán sólo hubiese informado a Jerjes que uno de los funcionarios subalternos de la corte desobedecía su edicto real, seguramente Asuero habría condenado a muerte a Mardoqueo; pero éste, como judío , aun lo había insultado; por lo tanto, había que castigar a los judíos como nación. Si los judíos y su religión eran un obstáculo en el camino del orgullo y la seguridad de Amán, había que sacrificar a ambos.
Procuró Amán destruir.
Las matanzas en gran escala no eran desconocidas en el antiguo Cercano Oriente, donde el derecho a la vida bien podía depender del capricho de un déspota. Cerca de medio siglo antes de esta época había habido una matanza general de los magos cuando ascendió al trono Darío Histaspes, padre de Jerjes; y medio siglo antes de esta matanza se había perpetrado un genocidio contra los escitas.
7. Nisán.
En el calendario de los judíos este nombre reemplazó al mes de Abib después del cautiverio.
El año duodécimo.
Del 5 de abril de 474 AC al 21 de abril de 473 AC, según el cómputo persa.
Fue echada Pur.
Desde tiempos inmemoriales, se ha practicado en el Cercano Oriente la costumbre de echar suertes como un medio para determinar si una ocasión es favorable o no para ciertos proyectos. Se echaba la suerte por medio de dados, astillas de madera, lonjas de pergamino, por medio de piedras blancas y negras, y en otras formas. Los judíos creían que la Providencia velaba de alguna manera especial, cuando se echaban suertes (Prov. 16: 33), y suponían que los asuntos decididos de esa manera estaban de acuerdo con la voluntad de Dios. Pareciera que Amán hizo que se echaran suertes primero para determinar el día del mes, y después el mes.
No se puede saber por el contexto si Amán echó suertes para determinar una fecha favorable en la cual proponer su plan al rey o para la ejecución del decreto de exterminio. Tampoco se puede afirmar si el proceso de echar suertes abarcó un período de varios meses o si se realizó en una sola ocasión, con el propósito de determinar el tiempo que se suponía como más favorable. La forma hebrea del texto quizá implique lo primero (ver pág. 460).
Adar.
Es indudable que la suerte indicó el día 13 del mes de Adar, el 12° y último mes del año. Nisán, como Adar, es un nombre babilonio. Adar corresponde aproximadamente con nuestro mes de marzo (ver t. II, pág. 112).
8. Un pueblo.
Un gran número de los judíos exiliados habían preferido permanecer en los países a los que habían sido llevados cautivos. Josefo hace notar que los judíos babilonios más ricos e influyentes estaban poco dispuestos a abandonar su patria adoptiva. Es evidente también que en esa época había una numerosa colonia judía en Susa (cap. 9: 12-15).
Sus leyes son diferentes.
Una acusación verdadera, pero un débil argumento para destruirlos, y más aún si se tiene en cuenta que los persas permitían que todas las naciones subyugadas mantuvieran su religión, sus leyes y sus costumbres.
No guardan.
Esta acusación no era cierta respecto a las leyes en general. Una situación tal sólo podía surgir cuando un edicto real requería que un judío violara sus creencias religiosas. Pero las leyes de los medos y persas, por lo general, eran justas, y los judíos sin duda las obedecían de buena gana. Si no hubiese sido así, no habrían disfrutado de la buena voluntad que con frecuencia se les mostró. Por medio del profeta Jeremías, Dios les ordenó estrictamente que fueran ciudadanos pacíficos, respetuosos de las leyes dondequiera que estuviesen (Jer. 29: 7).
9. Yo pesaré.
Era difícil que Asuero pudiera considerar semejante acto de genocidio según lo pensaba Amán: como algo de poca importancia; pero Amán inmediatamente dio fuerza a su propuesta con el ofrecimiento de un soborno de tal magnitud que ni siquiera un rey podía ver con indiferencia.
Diez mil talentos.
Si se toma como base el talento liviano babilónico, esta cantidad representaría unos 301.320 kg (ver t. I, págs. 177, 178).
10. El anillo.
Evidentemente se trata de un anillo que sirve de sello, pues se lo empleaba para sellar y firmar documentos. Los anillos de este tipo eran conocidos entre los persas, aunque los sellos en forma de pequeños cilindros eran más comunes. Se conserva uno de éstos, perteneciente a Darío, padre de Asuero, en el Museo Británico. Al tener en su poder el sello real, Amán tenía la autoridad necesaria para emitir cualquier decreto que deseara. La palabra de Amán tenía, pues, igual validez a la del rey y esto le dio, en efecto, completa autorización para actuar como deseara.
11. La plata . . . sea para ti.
Da la impresión de que Asuero rehusó el soborno. Si bien la guerra que sostenía contra Grecia había empobrecido el tesoro real, parecería que Asuero consideró que no era el momento apropiado de recibir el dinero ofrecido a cambio de la vida de un pueblo. Herodoto narra que en cierta ocasión Jerjes (Asuero) rehusó aceptar una oferta semejante a la de Amán, hecha por uno de sus súbditos.
12. Los escribanos del rey.
Herodoto dice que había "escribanos" al servicio de Jerjes durante toda la guerra con Grecia. Tales personas también estaban disponibles en el palacio, listas para redactar decretos reales.
Sátrapas.
Nombre que deriva del antiguo vocablo persa jshatrapan , "virrey". Según Herodoto, había 20 satrapías en tiempo de Darío I. Eran las divisiones principales del imperio, y cada una comprendía varias provincias.
Los capitanes.
Es decir, de las 127 provincias (ver cap. 1: 1). Varios "capitanes" eran responsables ante cada sátrapa.
Los príncipes.
Cf. cap. 1: 3; etc. Estos serían los gobernantes autóctonos o los jefes de las tribus conquistadas, que disfrutaban de considerable autonomía local.
13. Por medio de correos.
El sistema de correos persa era famoso en todo el mundo antiguo. Jenofonte, quien atribuye a Ciro la organización de dicho sistema, lo describe así:
"Hay establos para caballos a lo largo de los diversos caminos, y están separados entre sí por la distancia que un caballo puede recorrer en un día. En todos los establos hay una cantidad de caballos y de jinetes. Hay un jefe que preside en cada establo. Recibe los mensajes, los hombres y los caballos cansados, y los hace proseguir la marcha con caballos y jinetes descansados. A veces no hay interrupción en el transporte ni aun de noche, ya que un correo nocturno empalma con el correo diurno y sigue su camino. Se dice que estos correos son más veloces que el vuelo de los pájaros, lo que no es del todo cierto; pero no hay duda de que es el transporte terrestre más rápido" ( Cyropaedia , t. 2, viii. vi. 17, con traducción al inglés por Walter Miller. Cambridge, Massachusetts: Imprenta de la Universidad de Harvard, 1943).
Con la orden de destruir.
Aquí el autor del libro de Ester sin duda cita directamente el edicto. Adviértase la redacción oficial de estas palabras.
Jóvenes y ancianos.
En la antigüedad se pensaba que era una necedad matar al padre y respetar la vida del hijo. Era asunto rutinario matar a las esposas y a los hijos de los criminales junto con sus esposos y padres. Hasta los judíos a veces siguieron esta práctica (Jos. 7: 24, 25; 2 Rey. 9: 26).
El día trece.
La LXX, que contiene una supuesta copia del decreto, traduce "el día catorce"; pero concuerda aquí con el texto hebreo al hacer del día 14 la verdadera fecha de la lucha (cap. 9: 1). Los días 14 y 15 son los que ahora celebran los judíos (ver cap. 9: 14-21). En este punto la LXX inserta una copia de lo que da a entender que es una carta escrita por Artajerjes, nombre que se le da a Asuero en esta versión. Aunque no está comprobada la autenticidad de esta carta, tiene interés por la similitud que puede verse entre el decreto de Asuero [Artajerjes] contra los judíos y el que finalmente se expidió contra el pueblo de Dios (ver PR 444).
"He aquí el texto de la carta: El gran rey Asuero, a los jefes y gobernadores, súbditos suyos, de las ciento veintisiete provincias que van desde la India hasta Etiopía, les escribe lo siguiente:
"Puesto al frente de muchos pueblos, y siendo señor de toda la tierra, he procurado no dejarme arrastrar por el orgullo del poder, sino gobernar siempre del modo más conveniente y benigno, manteniendo tranquilas en toda ocasión las vidas de mis súbditos, ofreciendo un reino culto y en seguridad hasta sus últimas fronteras, y haciendo florecer la paz, tan deseada de todos los hombres. Queriendo yo saber, por medio de mis consejeros, cómo podría llevar a buen término mis intenciones, uno de ellos, distinguido entre todos por su prudencia y señalado por su inquebrantable lealtad y su firme fidelidad, segundo en el reino por su dignidad, Amán, nos denunció que se hallaba diseminado, entre todas las tribus del universo, un pueblo hostil, opuesto por sus leyes a todas las gentes, que rechaza constantemente las órdenes reales, de modo que no hay seguridad en el programa de gobierno que nosotros, con indiscutible acierto, venimos ejecutando.
"Considerando, pues, que este pueblo se mantiene aislado y en total oposición a todos los hombres, que vive según leyes exóticas y es hostil a nuestros intereses, llevando a cabo los peores crímenes para que no se consiga la estabilidad del reino, hemos decidido que todos los que os han sido señalados en las cartas de Amán, encargado de nuestros negocios y nuestro segundo padre, sean exterminados de raíz, con sus mujeres y sus niños, por la espada de sus enemigos, sin ninguna compasión ni miramiento, el día catorce del mes doce de Adar del presente año, de modo que los malévolos de ayer y hoy desciendan en un solo día al Hades por la violencia y nos permitan gozar, en los días futuros, de perpetua paz y seguridad".
14. La copia del escrito.
Esta "copia" se distribuyó en cada provincia y pueblo de todo el imperio.
15. Salieron los correos.
Se podía llegar a las más remotas partes del imperio en un mes, o a lo sumo en dos meses; por lo tanto, no había prisa. Pero Amán estaba impaciente, y quizá temía que el rey cambiara de parecer y se negara a publicar el edicto.
Se sentaron a beber.
La inclusión de este detalle en la narración pareciera tener el propósito de destacar la dureza del corazón del rey y de Amán. Después de entregar a una nación a la destrucción, se dedicaron a beber vino.
La ciudad de Susa.
La mayor parte de los habitantes probablemente eran persas y elamitas, pero este peligroso precedente pudo haber creado un sentimiento de aprensión muy difundido entre los de otras nacionalidades. El pueblo de la ciudad capital generalmente aprobaba cualquier cosa que hacía el gran rey. En esta ocasión, parece que hubo dudas en cuanto a la prudencia y la justicia de lo que él había hecho. Sin embargo, es posible que el autor se refiera a los judíos residentes en la ciudad capital y no a toda la población.
CBA T3
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