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CBA Libro de Ester Capítulo 4


CBA Libro de Ester Capítulo 4
1. Rasgó sus vestidos.

Cuando una persona rasgaba sus vestidos demostraba profundo dolor, angustia, horror o enojo. En las Escrituras se registran muchos casos en los cuales se expresó así una intensa emoción (Gén. 37: 34; 44: 13; Jos. 7: 6; Juec. 11: 35; 2 Sam. 1: 11; etc.). El significado de este acto de Mardoqueo quizá fue bien comprendido tanto por los persas como por los judíos.

De cilicio y de ceniza.

Vestirse "de cilicio y de ceniza" era otro símbolo de profundo pesar. La Biblia refiere una cantidad de ocasiones cuando hubo quienes vistieron esos emblemas de dolor (Gén. 37: 34; 1 Rey. 20: 32; Isa. 37: 2; Dan. 9: 3; Jon. 3: 6; etc.). Una vez que Mardoqueo leyó el edicto, inmediatamente tuvo que haberse dado cuenta de su origen y del motivo que lo produjo. Su primera reacción fue, por supuesto, la de rasgar sus vestidos y cubrirse "de cilicio y de ceniza"; pero se consideraba que el palacio no era un lugar adecuado para la demostración de un pesar particular, y con toda seguridad, Mardoqueo no estaba solo en su sentimiento de dolor y de consternación. El pueblo condenado a muerte se lamentó con amargura en Susa y por todas las provincias. Parece que ninguno tenía esperanza de que aún pudiera haber alguna forma de escapar del decreto.

2. Delante de la puerta del rey.

Al parecer, Mardoqueo no se sintió impulsado a ocultar su dolor; se dirigió entonces al palacio con el propósito evidente de informar a Ester en cuanto al decreto.

3. En cada provincia.

En el relato bíblico está implícito que en esa época los judíos estaban esparcidos por todo el mundo civilizado.

4. Las doncellas de Ester.

Además de su comitiva de doncellas, una reina de aquel país y de aquel tiempo tenía a su disposición un numeroso séquito de eunucos que cumplían sus órdenes y la mantenían en comunicación con el mundo exterior al palacio. Con gran angustia Ester manifestó su preocupación enviando vestidos a su padre adoptivo para que reemplazara el cilicio. Quizá Ester deseaba que Mardoqueo pudiera así entrar al palacio.

El no los aceptó.

Mardoqueo no estaba vestido de cilicio porque le faltaran vestidos mejores. No sentía la necesidad de entrevistarse directamente con Ester, y quizá pensó que no era aconsejable que lo hiciera en esas circunstancias.

5. Hatac.

El rey había nombrado al eunuco principal para que atendiera a la reina: para que la sirviera y también para que vigilara su conducta. Ningún déspota jamás puede librarse de dos temores: los celos y las sospechas.

6. Salió, pues, Hatac.

Mardoqueo rehusó entrar en el palacio. Ester no podía salir de él, y por eso recurrió al procedimiento habitual de valerse de un intermediario.

7. La plata.

Ver com. cap. 3: 9. No se dice cómo supo Mardoqueo del dinero que Amán había ofrecido pagar a Jerjes como compensación por la pérdida de los impuestos que resultaría del exterminio de los judíos. Aun cuando Asuero hubiera aceptado tal compensación -posibilidad que parece inverosímil-, difícilmente se habría hecho constar en el decreto (ver com. cap. 3: 11).

8. A interceder delante de él.

Las doncellas y los eunucos de Ester sin duda conocían su interés en Mardoqueo (ver cap. 2: 10- 22), y quizá ya sabían de qué nacionalidad era ella (ver cap. 3: 4). Para explicar su negativa de inclinarse ante Amán, Mardoqueo ya se había visto obligado a declarar su nacionalidad (cap. 3: 4). Ahora las circunstancias requerían que Ester hiciera lo mismo (ver cap. 2: 10): debía presentarse ante el rey para interceder por su pueblo. Pero no podía suplicar por los judíos como pueblo de ella y al mismo tiempo librarse de la suerte fatal a la cual la condenaba el edicto de Amán. No había otra alternativa. Ya fuera para lo mejor o para lo peor, y sin que su elección estorbara en nada el desarrollo del asunto, la suerte personal de ella estaba inevitablemente vinculada con la de su pueblo, y ambos dependían totalmente de la estimación en que la tuviera Asuero. Había sido reina por más de cuatro años. Su comportamiento había sido decisivo en la actitud del rey hacia ella. Todo dependía ahora de la silenciosa conducta de su vida durante los últimos cuatro años, y del tacto, paciencia y buen juicio que mostrara de allí en adelante.

11. Una sola ley.

Tal ley no era del todo arbitraria. Falsos amigos o personas extrañas, aparentemente inofensivos, muchas veces se han acercado a los reyes con propósitos asesinos. Quizá esa ley servía para proteger al rey de cualquier daño de peticionarios impertinentes y para evitar que se interfiriera en el ejercicio de su despótico gobierno.

No he sido llamada.

Parecía que el rey la había olvidado en ese momento. Podía pasar semanas o meses hasta que la llamara. Salvo alguna excepción, no podía esperar pronto una oportunidad favorable.

13. No pienses que escaparás.

Su alta posición no la libraría de la ira de Amán. Algunos del palacio conocían a qué pueblo pertenecía (ver com. vers. 8), y los que habían informado a Amán en cuanto a Mardoqueo podían hacer o haber hecho lo mismo respecto a Ester. Amán no se sentiría seguro mientras quedara vivo un solo judío, especialmente uno tan próximo al rey y tan favorecido como Ester.

14. Respiro.

De la misma raíz del vocablo "aliento". Mardoqueo demostró que confiaba en las bondadosas promesas de Dios y su convencimiento de que al fin quedarían frustrados los propósitos de Amán. No sabía cómo, pero estaba seguro de que en una forma u otra llegaría la liberación.

La casa de tu padre.

Si Ester pensaba únicamente en salvar su propia vida, la perdería (ver Mat. 10: 39). La repugnancia a la muerte equivalía a una muerte segura. Debía, entonces, comprar su vida a un solo precio: su disposición a perderla. La referencia de Mardoqueo a la extinción de la familia de Ester quiere decir que ella era el único descendiente de su padre. Esta deducción se confirma con el hecho de que Mardoqueo, primo de Ester, era sólo su padre adoptivo. Si Ester hubiese tenido uno o más hermanos mayores, Mardoqueo no habría tenido que adoptarla. Mardoqueo parece haber sido el único pariente cercano de Ester que vivía.

Has llegado al reino.

Mardoqueo percibió como procedía la divina Providencia. Quizá nunca ningún representante del reino celestial tuvo que enfrentarse a un desafío más dramático a su valor, lealtad y abnegación. Pero el desafío que hoy nos llega no es menos imperativo ni menos real.

Ester, consciente de que sin el apoyo de la confianza en Dios su tarea resultaría infructuosa, necesitaba las oraciones de su pueblo. Lo que estaba por hacer era en favor de ambos: de ella y de su pueblo. Nunca tantos debieron tanto al valor, tacto y abnegación de una joven.

16. Ayunad por mí.

Ester sintió la necesidad de estar segura de que su pueblo compartía con ella la responsabilidad que a ella le correspondía en primer lugar.

Tres días

Algunos han supuesto que Ester no pretendía que se abstuvieran por completo de alimentos sólidos y líquidos durante un período tan largo. Ese lapso puede haber durado tan sólo desde el atardecer del primer día hasta la mañana del tercero, un período de unas 36 horas más o menos (ver com. cap. 5:1; t. II, págs. 139, 140).

Yo también.

La claridad mental, un efecto que generalmente produce el ayuno, la prepararía para percibir la voluntad divina y para cooperar inteligentemente con Dios.

Si perezco.

Ester quiso decir: "Si pierdo la vida en este intento por salvar a mi pueblo, la perderé gozosamente. Comprendo que es mi deber hacer la prueba. Y suceda lo que sucediere, estoy resuelta a hacer lo mejor que pueda".

CBA T3  

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