La Biblia y la profecía
a Biblia muestra una progresión firme y decidida hacia un único destino. En sus páginas, el Dios de la historia está activamente comprometido con las naciones y su pueblo. Él también es trascendente, es capaz de ver los acontecimientos futuros y proporciona las profecías para recordarle a su pueblo su destino. La Biblia es única en el sentido de que casi el 30 por ciento de su contenido es profecía.1 Ningún otro texto religioso de ninguna otra religión mundial contiene profecías, porque la cosmovisión de estas religiones no es la de un Dios trascendente y separado de la creación, sino más bien de dioses que son parte de la naturaleza y, por lo tanto, siempre han sido parte de la creación.2 La profecía predictiva dota a la Biblia de un mecanismo interno para probar la precisión del testimonio que contiene. La profecía presupone que 1) Dios puede comunicar acontecimientos futuros que los seres humanos no pueden conocer o predecir; 2) su conocimiento es perfecto con respecto a los acontecimientos que tendrán lugar en el futuro; y 3) Dios tiene un plan definitivo para su pueblo. Amos 3: 7 dice: «Porque no hará nada Jehová, el Señor, sin revelar su secreto a sus siervos los profetas».
La profecía clásica y la apocalíptica
Hay dos tipos de profecías en la Biblia. La profecía clásica la daban los profetas como una advertencia o para predecir lo que sucedería en los tiempos del Antiguo y el Nuevo Testamento. El cumplimiento de estas profecías a menudo estaba vinculado a la respuesta del pueblo. Por ejemplo, el profeta Isaías fue enviado a advertir al reino del norte de Israel que si no se arrepentían y no volvían al Señor, 1) sería «quitada la riqueza de Damasco y los despojos de Samaría delante del rey de Asiría» (Isaías 8: 4); 2) las ciudades quedarían «asoladas y sin morador» (Isaías 6: 11); y 3) Dios echaría «a los hombres y multiplicado los lugares abandonados en medio del país» (Isaías 6: 12). Los profetas Amos y Oseas trajeron un fuerte mensaje de reprensión y un llamado al arrepentimiento, advirtiendo: «Israel será llevado de su tierra en cautiverio. [...] Por tanto, así ha dicho lehová: [...] Israel será llevado cautivo» (Amos 7: 11, 17).3 El cumplimiento de esta profecía se dio en la vida de los profetas cuando Tiglat-Pileser III en el 732 a. C. y Salma-nasar V en el 722 a.C. invadieron el reino del norte y destruyeron la capital de Samaría y muchas otras ciudades. Todavía podemos ver los resultados de esas destrucciones al excavar ciudades antiguas como Jasor, que dejaron de existir y posteriormente no fueron habitadas, tal como lo predijeron los profetas (2 Reyes 15: 29).4 La falta de arrepentimiento de su gente permitió que ocurriera ese juicio.
Un resultado diferente ocurrió cuando Jonás fue a Nínive. Los nini-vitas se arrepintieron, y el Señor salvó a la ciudad asiría y a sus habitantes, tanto a la gente como al ganado del campo (Jonás 4:10-11).?«Estas profecías muchas veces eran específicas en términos de resultados y, sin embargo, se trataba de profecías condicionales que dependían de la respuesta del pueblo.
La profecía apocalíptica, por otro lado, presenta el calendario cósmico de Dios para el cumplimiento de la promesa del reino de Dios venidero. No depende de las acciones de la humanidad y ocurrirá exactamente en el momento y lugar que Dios haya ordenado. Las 65 profecías mesiánicas concretas que presenta el Antiguo Testamento se cumplieron en la vida, el ministerio, la muerte y la resurrección de Jesucristo, «cuando vino el cumplimiento del tiempo» (Gálatas 4: 4), tal como se describe en Daniel 9: 24-27/' El Mesías vino a pesar de que Israel no estaba listo para recibirlo. De la misma manera, «las profecías de tiempo de Daniel y Apocalipsis que apuntan al tiempo del fin y la segunda venida de Jesús son independientes de cualquier respuesta humana. En la profecía apocalíptica nos convertimos en "espectadores de acontecimientos que ocurrirán en el escenario mundial; presenciamos cómo Aquél que sabe todo de antemano despliega el curso del futuro"».7
La profecía apocalíptica también se caracteriza por presentar profecías a largo plazo que tienen un solo cumplimiento en la historia y no pueden tener múltiples cumplimientos. Por ejemplo, la profecía de las 70 semanas de Daniel 9 solo tuvo un cumplimiento en Jesucristo. Del mismo modo, las 2,300 «tardes y mañanas» de Daniel 8: 26 y de «tiempo, tiempos y medio tiempo» de Daniel 7: 25 también tienen un solo cumplimiento que culminó cuando Jesucristo entró en el Lugar Santísimo del santuario celestial el 22 de octubre de 1844. Esto solo ocurrirá una vez en la historia cósmica.
Otro aspecto de la profecía apocalíptica es la tipología. La tipología se enfoca en personas, acontecimientos o instituciones del Antiguo Testamento que se basan en una realidad histórica y apuntan a una realidad mayor en el futuro. Él uso de la tipología como método de interpretación se remonta a Jesús y a los escritores del Nuevo Testamento. Ellos entendían que «el significado de los acontecimientos individuales muchas veces se puede entender completamente solo a la luz de sus consecuencias en la historia posterior» y que «la tipología y la profecía son hermanas gemelas, ambas apuntando al futuro».8 La guía más segura para reconocer un tipo y un antitipo es cuando el escritor inspirado de la Biblia los identifica. De lo contrario, la subjetividad y la imaginación humana pueden aventurarse más allá de la intención de Dios.
Por ejemplo, en Hebreos 9: 11-15, se hace referencia a Jesús como el Sumo Sacerdote, «el Mediador de un nuevo pacto» que «entró una vez para siempre en el Lugar santísimo, habiendo obtenido eterna redención».
El tipo del santuario del Antiguo Testamento y su servicio anual del Día de la Expiación se cumplió con el antitipo de Jesucristo, el Sumo Sacerdote perfecto y el Cordero de Dios sacrificado desde antes de la fundación del mundo. Es a este acontecimiento que señalaban todos los servicios del santuario.
El aspecto final del sacrificio, la muerte y la resurrección de Jesús culminó en 1844, cuando entró en el Lugar Santísimo del santuario celestial. El uso de tipos en las Escrituras ayudó a los primeros adventistas a reevaluar sus postulados sobre la naturaleza del santuario, descubriendo que no era la tierra, sino en el santuario celestial del que la tierra era solo el patrón (Éxodo 25: 8-9).9
El historicismo y el principio de día por año
Tanto la Reforma Protestante como la Iglesia Adventista del Séptimo Día se formaron a partir de un estudio renovado de la profecía apocalíptica desde una perspectiva de interpretación historicista.10 El historicismo es el método de estudio profético más antiguo que se conoce, cuyo origen proviene del mismo texto de las Escrituras y de los escritores bíblicos. Se describe como «el método histórico continuo de interpretación profética porque entiende que la profecía es continua y consecutiva con respecto a las secuencias predichas de imperios y sucesos en los libros de Daniel y Apocalipsis».11 La profecía avanza desde el tiempo del escritor bíblico hasta el tiempo del fin, y lo hace sin interrupciones o brechas en el proceso. El historicismo fue el método tradicional de interpretación profética hasta el siglo XX.12 En este capítulo, veremos cómo la interpretación historicista se relaciona con la identificación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día como la iglesia remanente de la profecía bíblica.
Un elemento clave de la posición historicista es el principio de día por año aplicado a la interpretación profética.13 Este principio lo han puesto en práctica muchos eruditos a lo largo de los siglos en las profecías de tiempo de Daniel y Apocalipsis.14 Dedujeron este principio en base a varios textos clave, así como del contexto inmediato de las profecías mismas.
El contexto inmediato de las profecías de Daniel indica que estas apuntan al «tiempo del fin» (Daniel 8: 17, 19, 26; 11: 35; 12: 1, 9). Esto significa que los indicadores de tiempo deben interpretarse en ese sentido. Además del contexto inmediato de Daniel, dos textos clave proporcionan la base del principio del día por año. Números 14: 34 describe un juicio de Dios en el que por cada uno de los días que Israel espió la tierra de Canaán (cuarenta días), tendrían que pasar un año pagando la culpa de haber rechazado la promesa de Dios de que conquistarían la tierra. Como resultado, la primera generación de israelitas pasaría cuarenta años cargando su culpa. Este caso de profecía clásica toma un día del pasado como un año del futuro, mientras que en la profecía apocalíptica, un día futuro representa un año futuro. Ezequiel 4: 6 contiene la instrucción para el profeta Ezequiel de soportar la iniquidad de la casa de Judá durante cuarenta días, un «día por año».
En apoyo al principio de día por año encontramos una serie de conexiones lingüísticas entre Números y Ezequiel: 1) En ambos, el acto de «cargar» y de llevar la «maldad» están redactados de manera similar; 2) ambos pasajes comienzan con frases que aluden al «número de los días»; y 3) en ambos, el concepto de «día por año» se expresa con la frase repetida: «Día por año, día por affb».15 Aunque Números y Ezequiel no son libros apocalípticos, el principio de día por año se explica claramente.
En contraste, en Daniel y Apocalipsis «las expresiones "tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo" (Dan. 7: 25; 12: 7; Apocalipsis 12: 14), "cuarenta y dos meses" (Apocalipsis 11: 2; 13: 5), y "mil doscientos sesenta días" (Apocalipsis 11: 3; 12: 6) se aplican al mismo período de tiempo. [...] La única medida de tiempo comúnmente utilizada que no se usa en las profecías de Daniel y Apocalipsis es el año. Se hace referencia a días, semanas y meses, pero no al "año" como unidad de tiempo. La explicación más obvia de esto es que el "año" es la unidad simbolizada en estas profecías».16
Otros tres elementos respaldan el principio de día por año en Daniel y Apocalipsis: el uso de símbolos, largos períodos de tiempo y expresiones peculiares. La naturaleza simbólica de las bestias y los cuernos que representan reinos sugieren que las expresiones de tiempo también deben entenderse como simbólicas. El hecho de que los reinos que se describen abarcaron varios siglos, también sugiere que estos no deberían interpretarse como días, meses o tiempos/años literales, sino como períodos de tiempo más largos. Finalmente, las expresiones peculiares que se usan para designar estos períodos sugieren una interpretación simbólica y no literal. No es casualidad que las tres expresiones, una vez que se aplica el principio de día por año, sumen exactamente 1,260 años, confirmando la interpretación profética de este período. Si, por el contrario, las cifras se tomaran literalmente como tres años y medio o seis años y medio, no habría un contexto histórico en el que estos períodos encajarían. Tampoco son «capaces de llegar a ninguna fecha cercana a este tiempo del fin. Por lo tanto, estos períodos proféticos deben ser vistos como simbólicos y representativos de períodos considerables [sic.] rilás largos que se extienden hasta el final de los tiempos».17
La mayoría de los comentaristas del libro de Daniel concuerdan en que la profecía de setenta semanas de Daniel 9: 24-27 no podría haberse cumplido en setenta semanas literales (un año y cinco meses), sino que tiene que tratarse de un período más largo de tiempo histórico. Si utilizamos el principio de día por año, esta encaja perfectamente con el ministerio profético, la muerte y el rechazo final de Jesús. «La orden para restaurar y edificar a Jerusalén» tuvo lugar en el 457 a. C., bajo el 'mando de Artajerjes.18 El período de la frase: «Hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas» (Daniel 9: 25) señala el comienzo del ministerio de Cristo en el año 27 d. C, exactamente 483 años después del decreto de Artajerjes. La frase: «Después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, y nada ya le quedará» (Daniel 9: 26) es una profecía que se cumple en el momento de la crucifixión, que ocurrió a mediados de la septuagésima semana, precisamente en el año 31 d. C.19 El final de esa septuagésima semana llegó cuando Esteban pronunció el juicio por el rechazo al Mesías, terminando apedreado por orden del Sanedrín (Hechos 7: 59). La profecía de Daniel 9: 24-27 demuestra la validez del principio de día por año.20
También debe señalarse que para el siglo II a. C., ya los primeros intérpretes judíos usaban de forma activa el principio de día por año, como se menciona en la literatura helenística judía, los manuscritos encontrados entre los Rollos del Mar Muerto en Qumrán y en los escritos de Josefo, entre otros.21 Esto nos indica que este elemento crucial de la interpretación historicista de la profecía se entendía bien antes del tiempo de Cristo.
Las profecías de los 1,260 y 2,300 días
Apocalipsis 12 abarca un periodo de 1,260 años de persecución contra la mujer (la iglesia) por parte del dragón (Satanás), en un intento de acabar con «el resto de la descendencia de ella» (Apocalipsis 12: 17), que es la iglesia remanente. El surgimiento del movimiento estaba indisolublemente ligado a la profecía, que ocurriría después de los 1,260 días/años de supremacía papal (538-1798 d. C.) y el surgimiento de los Estados Unidos protestantes. Las dos marcas distintivas del remanente son 1) «guardan los mandamientos de Dios» y 2) «tienen el testimonio de Jesucristo» (Apocalipsis 12: 17).
La profecía de los 2,300 días es crucial para comprender el mensaje del santuario. También depende en gran medida del principio de día por año. Según Daniel 8: 14, «hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado». El término traducido como «tardes y mañanas» en la Reina-Valera significa literalmente «días». Ya se ha demostrado de forma contundente el hecho de que se trata de un período de veinticuatro horas y que no se refiere a los sacrificios matutinos y vespertinos del templo (los cuales, los preteristas afirman qué tuvieron lugar durante el reinado de Antíoco Epífanes IV).22 En pocas palabras, los sacrificios diarios o tamid siempre ocurren en las mañanas y las tardes, no en las tardes y mañanas. No hay base para dividir las 2,300 tardes y mañanas en dos sacrificios, lo que daría un nuevo número de 1,150. De hecho, a los días de la creación, que representan períodos de veinticuatro horas, la Biblia los cataloga una y otra vez como «tardes y mañanas». Finalmente, Antíoco Epífanes IV profanó el templo durante solo tres años, lo que da solo 1,080 días y no 1,150. Si lo entendemos en el contexto del principio de día por año, los 2,300 días deben tomarse como períodos completos.23
La identidad de los adventistas del séptimo día como movimiento profético de los últimos días se fundamenta en la interpretación historicista de las profecías de Daniel y Apocalipsis. La amarga experiencia del Gran Chasco llevó a los adventistas milleritas a estudiar con más ahínco los libros de Daniel y Apocalipsis para buscar en qué se habían equivocado cuando Jesús no regresó. Descubrir que la experiencia adventista estaba predicha en Apocalipsis 10: 9-10 representó un gran consuelo para ellos. Se dieron cuenta de que el haber devorado las profecías de Daniel, encontrándolas dulces como la miel en la boca, pero amargas en el estómago, fue precisamente su experiencia. William Miller realizó sus cálculos con preciátón, pero interpretó mal el acontecimiento.
Sin embargo, Elena G. de White y nuestros pioneros respaldaron la hermenéutica que Miller utilizaba para la interpretación profética.24 Miller expuso varios principios importantes para la interpretación profética basados en el principio de sola Scriptura y la interpretación historicista de la profecía. Algunos de los principios en los que Miller insistió son:
1. Que cada palabra debe estar apoyada en el tema que se presenta en la Biblia (Mateo 5: 18).
2. Que toda la Escritura es necesaria y se puede entender mediante la dedicación y el estudio diligente (2 Timoteo 3:15-17).
3. Que nada de lo revelado en la Escritura está o estará oculto de aquellos que buscan con fe y decisión (Deuteronomio 29: 29; Mateo 10: 26-27; 1 Corintios 2: 10; Filipenses 3: 15; Mateo 21: 22; Juan 14: 13-14; 15: 7; Santiago 1: 5-6; 1 Juan 5: 13-15).
4. Que para comprender la doctrina, debemos juntar todas las citas relacionadas con el tema que se desea saber; para luego permitir que cada palabra ejerza la influencia apropiada. De esta manera podemos teorizar sin contradicciones, no podremos estar en el error (Isaías 28: 7-29; 35: 8; Proverbios 19: 27; Lucas 24: 27, 44-45; Romanos 16: 26; Santiago 5: 19; 2 Pedro 1: 19-20).
5. Que la Escritura debe interpretarse a sí misma, ya que es la regla en sí misma (Salmo 19: 7-11; 119: 97-105; Mateo 23: 8-10; 1 Corintios 2: 12-16; Ezequiel 34:18-19; Lucas 11: 52; Malaquías 2: 7-8).
Si encuentra que cada palabra de la profecía (después de haber entendido las cifras) se cumple literalmente, entonces puede tener la seguridad de que el acontecimiento es real. Pero si alguna palabra carece de cumplimiento, entonces debe buscar otro acontecimiento o esperar su desarrollo futuro. Dios se encarga de que la historia y la profecía concuerden, para que los verdaderos hijos creyentes de Dios nunca se avergüencen (Salmo 21: 5; Isaías 14: 17-19; 1 Pedro 2: 6; Apocalipsis 17: 17; Hechos 3: 18).25
El estudio bíblico cuidadoso dio como resultado los cinco pilares distintivos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día: la perpetuidad de la ley de Dios y el sábado, la segunda venida de Cristo, el santuario, el estado de los muertos y el espíritu de profecía. La combinación de estas doctrinas bíblicas con el mensaje de los tres ángeles, conforma el mensaje y la misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.26
La profecía clásica y la apocalíptica
Hay dos tipos de profecías en la Biblia. La profecía clásica la daban los profetas como una advertencia o para predecir lo que sucedería en los tiempos del Antiguo y el Nuevo Testamento. El cumplimiento de estas profecías a menudo estaba vinculado a la respuesta del pueblo. Por ejemplo, el profeta Isaías fue enviado a advertir al reino del norte de Israel que si no se arrepentían y no volvían al Señor, 1) sería «quitada la riqueza de Damasco y los despojos de Samaría delante del rey de Asiría» (Isaías 8: 4); 2) las ciudades quedarían «asoladas y sin morador» (Isaías 6: 11); y 3) Dios echaría «a los hombres y multiplicado los lugares abandonados en medio del país» (Isaías 6: 12). Los profetas Amos y Oseas trajeron un fuerte mensaje de reprensión y un llamado al arrepentimiento, advirtiendo: «Israel será llevado de su tierra en cautiverio. [...] Por tanto, así ha dicho lehová: [...] Israel será llevado cautivo» (Amos 7: 11, 17).3 El cumplimiento de esta profecía se dio en la vida de los profetas cuando Tiglat-Pileser III en el 732 a. C. y Salma-nasar V en el 722 a.C. invadieron el reino del norte y destruyeron la capital de Samaría y muchas otras ciudades. Todavía podemos ver los resultados de esas destrucciones al excavar ciudades antiguas como Jasor, que dejaron de existir y posteriormente no fueron habitadas, tal como lo predijeron los profetas (2 Reyes 15: 29).4 La falta de arrepentimiento de su gente permitió que ocurriera ese juicio.
Un resultado diferente ocurrió cuando Jonás fue a Nínive. Los nini-vitas se arrepintieron, y el Señor salvó a la ciudad asiría y a sus habitantes, tanto a la gente como al ganado del campo (Jonás 4:10-11).?«Estas profecías muchas veces eran específicas en términos de resultados y, sin embargo, se trataba de profecías condicionales que dependían de la respuesta del pueblo.
La profecía apocalíptica, por otro lado, presenta el calendario cósmico de Dios para el cumplimiento de la promesa del reino de Dios venidero. No depende de las acciones de la humanidad y ocurrirá exactamente en el momento y lugar que Dios haya ordenado. Las 65 profecías mesiánicas concretas que presenta el Antiguo Testamento se cumplieron en la vida, el ministerio, la muerte y la resurrección de Jesucristo, «cuando vino el cumplimiento del tiempo» (Gálatas 4: 4), tal como se describe en Daniel 9: 24-27/' El Mesías vino a pesar de que Israel no estaba listo para recibirlo. De la misma manera, «las profecías de tiempo de Daniel y Apocalipsis que apuntan al tiempo del fin y la segunda venida de Jesús son independientes de cualquier respuesta humana. En la profecía apocalíptica nos convertimos en "espectadores de acontecimientos que ocurrirán en el escenario mundial; presenciamos cómo Aquél que sabe todo de antemano despliega el curso del futuro"».7
La profecía apocalíptica también se caracteriza por presentar profecías a largo plazo que tienen un solo cumplimiento en la historia y no pueden tener múltiples cumplimientos. Por ejemplo, la profecía de las 70 semanas de Daniel 9 solo tuvo un cumplimiento en Jesucristo. Del mismo modo, las 2,300 «tardes y mañanas» de Daniel 8: 26 y de «tiempo, tiempos y medio tiempo» de Daniel 7: 25 también tienen un solo cumplimiento que culminó cuando Jesucristo entró en el Lugar Santísimo del santuario celestial el 22 de octubre de 1844. Esto solo ocurrirá una vez en la historia cósmica.
Otro aspecto de la profecía apocalíptica es la tipología. La tipología se enfoca en personas, acontecimientos o instituciones del Antiguo Testamento que se basan en una realidad histórica y apuntan a una realidad mayor en el futuro. Él uso de la tipología como método de interpretación se remonta a Jesús y a los escritores del Nuevo Testamento. Ellos entendían que «el significado de los acontecimientos individuales muchas veces se puede entender completamente solo a la luz de sus consecuencias en la historia posterior» y que «la tipología y la profecía son hermanas gemelas, ambas apuntando al futuro».8 La guía más segura para reconocer un tipo y un antitipo es cuando el escritor inspirado de la Biblia los identifica. De lo contrario, la subjetividad y la imaginación humana pueden aventurarse más allá de la intención de Dios.
Por ejemplo, en Hebreos 9: 11-15, se hace referencia a Jesús como el Sumo Sacerdote, «el Mediador de un nuevo pacto» que «entró una vez para siempre en el Lugar santísimo, habiendo obtenido eterna redención».
El tipo del santuario del Antiguo Testamento y su servicio anual del Día de la Expiación se cumplió con el antitipo de Jesucristo, el Sumo Sacerdote perfecto y el Cordero de Dios sacrificado desde antes de la fundación del mundo. Es a este acontecimiento que señalaban todos los servicios del santuario.
El aspecto final del sacrificio, la muerte y la resurrección de Jesús culminó en 1844, cuando entró en el Lugar Santísimo del santuario celestial. El uso de tipos en las Escrituras ayudó a los primeros adventistas a reevaluar sus postulados sobre la naturaleza del santuario, descubriendo que no era la tierra, sino en el santuario celestial del que la tierra era solo el patrón (Éxodo 25: 8-9).9
El historicismo y el principio de día por año
Tanto la Reforma Protestante como la Iglesia Adventista del Séptimo Día se formaron a partir de un estudio renovado de la profecía apocalíptica desde una perspectiva de interpretación historicista.10 El historicismo es el método de estudio profético más antiguo que se conoce, cuyo origen proviene del mismo texto de las Escrituras y de los escritores bíblicos. Se describe como «el método histórico continuo de interpretación profética porque entiende que la profecía es continua y consecutiva con respecto a las secuencias predichas de imperios y sucesos en los libros de Daniel y Apocalipsis».11 La profecía avanza desde el tiempo del escritor bíblico hasta el tiempo del fin, y lo hace sin interrupciones o brechas en el proceso. El historicismo fue el método tradicional de interpretación profética hasta el siglo XX.12 En este capítulo, veremos cómo la interpretación historicista se relaciona con la identificación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día como la iglesia remanente de la profecía bíblica.
Un elemento clave de la posición historicista es el principio de día por año aplicado a la interpretación profética.13 Este principio lo han puesto en práctica muchos eruditos a lo largo de los siglos en las profecías de tiempo de Daniel y Apocalipsis.14 Dedujeron este principio en base a varios textos clave, así como del contexto inmediato de las profecías mismas.
El contexto inmediato de las profecías de Daniel indica que estas apuntan al «tiempo del fin» (Daniel 8: 17, 19, 26; 11: 35; 12: 1, 9). Esto significa que los indicadores de tiempo deben interpretarse en ese sentido. Además del contexto inmediato de Daniel, dos textos clave proporcionan la base del principio del día por año. Números 14: 34 describe un juicio de Dios en el que por cada uno de los días que Israel espió la tierra de Canaán (cuarenta días), tendrían que pasar un año pagando la culpa de haber rechazado la promesa de Dios de que conquistarían la tierra. Como resultado, la primera generación de israelitas pasaría cuarenta años cargando su culpa. Este caso de profecía clásica toma un día del pasado como un año del futuro, mientras que en la profecía apocalíptica, un día futuro representa un año futuro. Ezequiel 4: 6 contiene la instrucción para el profeta Ezequiel de soportar la iniquidad de la casa de Judá durante cuarenta días, un «día por año».
En apoyo al principio de día por año encontramos una serie de conexiones lingüísticas entre Números y Ezequiel: 1) En ambos, el acto de «cargar» y de llevar la «maldad» están redactados de manera similar; 2) ambos pasajes comienzan con frases que aluden al «número de los días»; y 3) en ambos, el concepto de «día por año» se expresa con la frase repetida: «Día por año, día por affb».15 Aunque Números y Ezequiel no son libros apocalípticos, el principio de día por año se explica claramente.
En contraste, en Daniel y Apocalipsis «las expresiones "tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo" (Dan. 7: 25; 12: 7; Apocalipsis 12: 14), "cuarenta y dos meses" (Apocalipsis 11: 2; 13: 5), y "mil doscientos sesenta días" (Apocalipsis 11: 3; 12: 6) se aplican al mismo período de tiempo. [...] La única medida de tiempo comúnmente utilizada que no se usa en las profecías de Daniel y Apocalipsis es el año. Se hace referencia a días, semanas y meses, pero no al "año" como unidad de tiempo. La explicación más obvia de esto es que el "año" es la unidad simbolizada en estas profecías».16
Otros tres elementos respaldan el principio de día por año en Daniel y Apocalipsis: el uso de símbolos, largos períodos de tiempo y expresiones peculiares. La naturaleza simbólica de las bestias y los cuernos que representan reinos sugieren que las expresiones de tiempo también deben entenderse como simbólicas. El hecho de que los reinos que se describen abarcaron varios siglos, también sugiere que estos no deberían interpretarse como días, meses o tiempos/años literales, sino como períodos de tiempo más largos. Finalmente, las expresiones peculiares que se usan para designar estos períodos sugieren una interpretación simbólica y no literal. No es casualidad que las tres expresiones, una vez que se aplica el principio de día por año, sumen exactamente 1,260 años, confirmando la interpretación profética de este período. Si, por el contrario, las cifras se tomaran literalmente como tres años y medio o seis años y medio, no habría un contexto histórico en el que estos períodos encajarían. Tampoco son «capaces de llegar a ninguna fecha cercana a este tiempo del fin. Por lo tanto, estos períodos proféticos deben ser vistos como simbólicos y representativos de períodos considerables [sic.] rilás largos que se extienden hasta el final de los tiempos».17
La mayoría de los comentaristas del libro de Daniel concuerdan en que la profecía de setenta semanas de Daniel 9: 24-27 no podría haberse cumplido en setenta semanas literales (un año y cinco meses), sino que tiene que tratarse de un período más largo de tiempo histórico. Si utilizamos el principio de día por año, esta encaja perfectamente con el ministerio profético, la muerte y el rechazo final de Jesús. «La orden para restaurar y edificar a Jerusalén» tuvo lugar en el 457 a. C., bajo el 'mando de Artajerjes.18 El período de la frase: «Hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas» (Daniel 9: 25) señala el comienzo del ministerio de Cristo en el año 27 d. C, exactamente 483 años después del decreto de Artajerjes. La frase: «Después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, y nada ya le quedará» (Daniel 9: 26) es una profecía que se cumple en el momento de la crucifixión, que ocurrió a mediados de la septuagésima semana, precisamente en el año 31 d. C.19 El final de esa septuagésima semana llegó cuando Esteban pronunció el juicio por el rechazo al Mesías, terminando apedreado por orden del Sanedrín (Hechos 7: 59). La profecía de Daniel 9: 24-27 demuestra la validez del principio de día por año.20
También debe señalarse que para el siglo II a. C., ya los primeros intérpretes judíos usaban de forma activa el principio de día por año, como se menciona en la literatura helenística judía, los manuscritos encontrados entre los Rollos del Mar Muerto en Qumrán y en los escritos de Josefo, entre otros.21 Esto nos indica que este elemento crucial de la interpretación historicista de la profecía se entendía bien antes del tiempo de Cristo.
Las profecías de los 1,260 y 2,300 días
Apocalipsis 12 abarca un periodo de 1,260 años de persecución contra la mujer (la iglesia) por parte del dragón (Satanás), en un intento de acabar con «el resto de la descendencia de ella» (Apocalipsis 12: 17), que es la iglesia remanente. El surgimiento del movimiento estaba indisolublemente ligado a la profecía, que ocurriría después de los 1,260 días/años de supremacía papal (538-1798 d. C.) y el surgimiento de los Estados Unidos protestantes. Las dos marcas distintivas del remanente son 1) «guardan los mandamientos de Dios» y 2) «tienen el testimonio de Jesucristo» (Apocalipsis 12: 17).
La profecía de los 2,300 días es crucial para comprender el mensaje del santuario. También depende en gran medida del principio de día por año. Según Daniel 8: 14, «hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado». El término traducido como «tardes y mañanas» en la Reina-Valera significa literalmente «días». Ya se ha demostrado de forma contundente el hecho de que se trata de un período de veinticuatro horas y que no se refiere a los sacrificios matutinos y vespertinos del templo (los cuales, los preteristas afirman qué tuvieron lugar durante el reinado de Antíoco Epífanes IV).22 En pocas palabras, los sacrificios diarios o tamid siempre ocurren en las mañanas y las tardes, no en las tardes y mañanas. No hay base para dividir las 2,300 tardes y mañanas en dos sacrificios, lo que daría un nuevo número de 1,150. De hecho, a los días de la creación, que representan períodos de veinticuatro horas, la Biblia los cataloga una y otra vez como «tardes y mañanas». Finalmente, Antíoco Epífanes IV profanó el templo durante solo tres años, lo que da solo 1,080 días y no 1,150. Si lo entendemos en el contexto del principio de día por año, los 2,300 días deben tomarse como períodos completos.23
La identidad de los adventistas del séptimo día como movimiento profético de los últimos días se fundamenta en la interpretación historicista de las profecías de Daniel y Apocalipsis. La amarga experiencia del Gran Chasco llevó a los adventistas milleritas a estudiar con más ahínco los libros de Daniel y Apocalipsis para buscar en qué se habían equivocado cuando Jesús no regresó. Descubrir que la experiencia adventista estaba predicha en Apocalipsis 10: 9-10 representó un gran consuelo para ellos. Se dieron cuenta de que el haber devorado las profecías de Daniel, encontrándolas dulces como la miel en la boca, pero amargas en el estómago, fue precisamente su experiencia. William Miller realizó sus cálculos con preciátón, pero interpretó mal el acontecimiento.
Sin embargo, Elena G. de White y nuestros pioneros respaldaron la hermenéutica que Miller utilizaba para la interpretación profética.24 Miller expuso varios principios importantes para la interpretación profética basados en el principio de sola Scriptura y la interpretación historicista de la profecía. Algunos de los principios en los que Miller insistió son:
1. Que cada palabra debe estar apoyada en el tema que se presenta en la Biblia (Mateo 5: 18).
2. Que toda la Escritura es necesaria y se puede entender mediante la dedicación y el estudio diligente (2 Timoteo 3:15-17).
3. Que nada de lo revelado en la Escritura está o estará oculto de aquellos que buscan con fe y decisión (Deuteronomio 29: 29; Mateo 10: 26-27; 1 Corintios 2: 10; Filipenses 3: 15; Mateo 21: 22; Juan 14: 13-14; 15: 7; Santiago 1: 5-6; 1 Juan 5: 13-15).
4. Que para comprender la doctrina, debemos juntar todas las citas relacionadas con el tema que se desea saber; para luego permitir que cada palabra ejerza la influencia apropiada. De esta manera podemos teorizar sin contradicciones, no podremos estar en el error (Isaías 28: 7-29; 35: 8; Proverbios 19: 27; Lucas 24: 27, 44-45; Romanos 16: 26; Santiago 5: 19; 2 Pedro 1: 19-20).
5. Que la Escritura debe interpretarse a sí misma, ya que es la regla en sí misma (Salmo 19: 7-11; 119: 97-105; Mateo 23: 8-10; 1 Corintios 2: 12-16; Ezequiel 34:18-19; Lucas 11: 52; Malaquías 2: 7-8).
Si encuentra que cada palabra de la profecía (después de haber entendido las cifras) se cumple literalmente, entonces puede tener la seguridad de que el acontecimiento es real. Pero si alguna palabra carece de cumplimiento, entonces debe buscar otro acontecimiento o esperar su desarrollo futuro. Dios se encarga de que la historia y la profecía concuerden, para que los verdaderos hijos creyentes de Dios nunca se avergüencen (Salmo 21: 5; Isaías 14: 17-19; 1 Pedro 2: 6; Apocalipsis 17: 17; Hechos 3: 18).25
El estudio bíblico cuidadoso dio como resultado los cinco pilares distintivos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día: la perpetuidad de la ley de Dios y el sábado, la segunda venida de Cristo, el santuario, el estado de los muertos y el espíritu de profecía. La combinación de estas doctrinas bíblicas con el mensaje de los tres ángeles, conforma el mensaje y la misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.26
Referencias
1. J. Barton Payne's Eticyclopedia of Biblical Prophecy (Grand Rapids, MI: Baker, 1973), pp. 674-75, enumera 1.239 profecías en el Antiguo Testamento y 578 profecías en el Nuevo Testamento, para un total de 1.817. Estas abarcan 8.352 versículos o el 26.83 por ciento de la Biblia.
2. John N. Oswalt, The Bible Among the Myths (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2009), pp. 47-110.
3. Brevard S. Childs, Isaiah ansd the Assyrian Crisis (Londres: SCM, 1967).
4. Peter Dubovsky, «Tiglath-Pileser Ill's Campaigns in 734-732 B.C.: Historical Back-ground of Isa 7, 2 Kgs 15-16 and 2 Chr 27-28», Bíblica 87 (2006), pp. 153-170; por los anales, véase Hayim Tadmor, The Inscriptions of Tiglath-Pileser III, King ofAssyria, 2a ed. (Jerusalem: Israel Academy of Sciences and Humanities, 1994); cf. Amnon Ben-Tor, «Excavating Hazor, Part One: Solomon's City Rises from the Ashes», Biblical Archaeology Review 25, no. 2 (marzo/abril 1999): p. 37.
5. Gerhard F. Hasel, Jonah: Messenger of the Elevetith Hour (Mountain View, CA: Pacific Press, 1976).
6. Para ver las 65 profecías mesiánicas véase Walter C. Kaiser, Jr„ The Messiah in the Oíd Testament (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1995).
7. Gerhard Pfandl, «The Pre-Advent ludgment: Fact or Fiction?», Ministry (diciembre de 2003), citando de William G. Johnsson, «Conditionality in Biblical Prophecy with Particular Reference to Apocalyptic», en 70 Weeks, Leviticus, Nature of Prophecy, ed. Frank B. Holbrook, Daniel and Revelation Committee Series, libro 3, (Washington D. C.: Biblical Research Institute, 1986), p. 278.
8. Hans K. LaRondelle, The Israel of Cod in Prophecy: Principies of Prophetic Interpretation (Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1983), pp. 35-54.
9. Elena G. de White, Cristo en su santuario (Doral, FL: 1ADPA, 2013).
10. Leroy Froom, The Prophetic Faith ofOur Fathers, tt. 1-4 (Washington D. C.: Review and Herald, 1950-1954).
11. G. F. Hasel, «Israel in Bible Prophecy», Journal of the Adventist Theological Society 3, no. 1 (Spring 1992): p. 124.
12. Para ver más sobre los métodos adicionales de interpretación, véase G. F. Hasel, «Israel in Prophecy», pp. 121-130.
13. Pfandl, «In Defense of the Year-Day Principie», Journal of the Adventist Theological Society 23, no. 1 (2012), pp. 3-17.
14. Froom, Prophetic Faith, 4:784-851.
15. William H. Shea, Selected StuSes on Prophetic Interpretation, Daniel and Revelation Committee Series, book 1, ed. rev. (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute, 1992), p. 88.
16. Pfandl, «Year-Day Principie», p. 8.
17. Shea, Selected Studies, p. 73.
18. Siegfried H. Horn and Lynn H. Wood, «The Chronology of Ezra 7 (Washington, DC: Review and Herald, 1953).
19. Sobre la fecha de la crucifixión, véase Grace Amadon, «Ancient lewish Calenda-tion», ¡ournal of Biblical Literature 61, no. 4 (diciembre de 1942) pp. 227-280; Ama-don, «The Crucifixión Calendar», Journal of Biblical Literature 63, no. 2 (junio de 1944) pp. 177-190.
20. Brempong Owusu-Antwi, An ¡nvestigaion of the Chronology of Daniel 9:24-27, ATS Dissertation Series, 2 (Berrien Springs, MI: Adventist Theological Society, 1995).
21. Shea, Selected Studies, pp. 105-110.
22. S. J. Schwantes, «Repaso de "Ereb Boqer" en Daniel 8: 14», en Simposio sobre Daniel, ed. Frank B. Holbrook, (Doral, FL: IADPA, 2010), pp. 471-482.
23. G. F. Hasel, «El "cuerno pequeño", el santuario celestial y el tiempo del fin: estudio de Daniel 8: 9-14», en Simposio sobre Daniel, pp. 383-470.
24. Elena G. de White, «Notes ofTravel», Review and Herald (25 de noviembre de 1884): parr. 23-25.
25. P. Gerard Damsteegt, Foundations of the Seventh-day Adventist Message and Mission (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1977), p. 299.
26. Ibíd.
1. J. Barton Payne's Eticyclopedia of Biblical Prophecy (Grand Rapids, MI: Baker, 1973), pp. 674-75, enumera 1.239 profecías en el Antiguo Testamento y 578 profecías en el Nuevo Testamento, para un total de 1.817. Estas abarcan 8.352 versículos o el 26.83 por ciento de la Biblia.
2. John N. Oswalt, The Bible Among the Myths (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2009), pp. 47-110.
3. Brevard S. Childs, Isaiah ansd the Assyrian Crisis (Londres: SCM, 1967).
4. Peter Dubovsky, «Tiglath-Pileser Ill's Campaigns in 734-732 B.C.: Historical Back-ground of Isa 7, 2 Kgs 15-16 and 2 Chr 27-28», Bíblica 87 (2006), pp. 153-170; por los anales, véase Hayim Tadmor, The Inscriptions of Tiglath-Pileser III, King ofAssyria, 2a ed. (Jerusalem: Israel Academy of Sciences and Humanities, 1994); cf. Amnon Ben-Tor, «Excavating Hazor, Part One: Solomon's City Rises from the Ashes», Biblical Archaeology Review 25, no. 2 (marzo/abril 1999): p. 37.
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6. Para ver las 65 profecías mesiánicas véase Walter C. Kaiser, Jr„ The Messiah in the Oíd Testament (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1995).
7. Gerhard Pfandl, «The Pre-Advent ludgment: Fact or Fiction?», Ministry (diciembre de 2003), citando de William G. Johnsson, «Conditionality in Biblical Prophecy with Particular Reference to Apocalyptic», en 70 Weeks, Leviticus, Nature of Prophecy, ed. Frank B. Holbrook, Daniel and Revelation Committee Series, libro 3, (Washington D. C.: Biblical Research Institute, 1986), p. 278.
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12. Para ver más sobre los métodos adicionales de interpretación, véase G. F. Hasel, «Israel in Prophecy», pp. 121-130.
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18. Siegfried H. Horn and Lynn H. Wood, «The Chronology of Ezra 7 (Washington, DC: Review and Herald, 1953).
19. Sobre la fecha de la crucifixión, véase Grace Amadon, «Ancient lewish Calenda-tion», ¡ournal of Biblical Literature 61, no. 4 (diciembre de 1942) pp. 227-280; Ama-don, «The Crucifixión Calendar», Journal of Biblical Literature 63, no. 2 (junio de 1944) pp. 177-190.
20. Brempong Owusu-Antwi, An ¡nvestigaion of the Chronology of Daniel 9:24-27, ATS Dissertation Series, 2 (Berrien Springs, MI: Adventist Theological Society, 1995).
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23. G. F. Hasel, «El "cuerno pequeño", el santuario celestial y el tiempo del fin: estudio de Daniel 8: 9-14», en Simposio sobre Daniel, pp. 383-470.
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25. P. Gerard Damsteegt, Foundations of the Seventh-day Adventist Message and Mission (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1977), p. 299.
26. Ibíd.
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