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CBA Libro de los Proverbios Capítulo 26

Libro de los Proverbios Capítulo 26

1. Al necio.

Con este versículo comienza una serie de proverbios concernientes al necio. En Palestina sería totalmente anormal que nevara en el verano. La lluvia, durante el tiempo de la cosecha era muy indeseable (ver 1 Sam. 12: 17). Del mismo modo, la honra es algo contradictorio y peligroso para el insensato. Si se da un alto cargo a una persona falta de entendimiento, se le brinda la oportunidad de hacer mucho daño, y eso desanima a quienes merecen tal ascenso.

2. Sin causa.

O sea, en forma inmerecida. La maldición pronunciada por un enemigo maligno no debería perturbar a los inocentes y rectos, porque ellos están bajo la protección de Dios y no temen los hechizos (Núm. 23: 23). Tampoco permitirá Dios que los enemigos, humanos o sobrehumanos, provoquen dificultades a sus hijos más allá de lo que puedan soportar (Job 1: 9-12; 2: 4-6; 1 Cor. 10: 13).

3. La vara.

El látigo sirve para hacer marchar el caballo y el asno, y el cabestro los guía por el buen camino y regula su marcha. El necio necesita una corrección drástica si se quiere impedir que perjudique a otros, y que se dañe a sí mismo, con sus insensateces (caps. 10: 13; 19: 29).

4. Nunca respondas al necio.

Este versículo parecería contradecir al siguiente, pero aquí Salomón juega con el término ki , que se traduce "de acuerdo con", y que en este versículo significa "en armonía con". Cuando se comienza a discutir con un necio de acuerdo con su necedad, se rebaja uno mismo a su nivel y acepta su filosofía de la vida como digna de consideración. Los que preguntaron a Cristo acerca del dinero del tributo querían entramparlo dentro de los límites de los pensamientos egoístas de ellos. Si les hubiera respondido según la incansable necedad de sus adversarios, podrían haber empleado su respuesta contra él. Pero rechazó el planteamiento de ellos; sacó su respuesta del tesoro de la verdadera sabiduría, y los dejó callados y avergonzados (Mat. 22: 15-22). 1054

5. Responde al necio como merece.

Hay que responder al necio de manera que quienes escuchan, inclusive el necio, vean la necedad de su parecer (ver com. vers. 4). Así comprenderá que está lejos de la sabiduría, y podrá adquirirla. En cierto sentido, Cristo cumplió con lo que aconsejan estos dos versículos aparentemente contradictorios (vers. 4, 5), cuando respondió a los fariseos y herodianos (Mat. 22: 15-22; ver com. Prov. 26: 4). Sin entrar dentro de los límites de su necedad, logró destacar la malignidad de quienes lo interrogaban.

6. Se corta los pies.

El que confía en un necio para que le atienda asuntos importantes se priva de toda esperanza de que se cumpla su misión, y el perjuicio que sufre como resultado de la conducta de su mensajero quizá sea mayor que si nunca hubiera intentado enviar el mensaje.

7. Las piernas del cojo.

En el Cercano Oriente, la repetición de parábolas era un entretenimiento predilecto, y muchas veces en la narración de relatos se demostraba la sabiduría de los más versados. Lo mismo sería que un cojo participara en una carrera como que un necio entendiese uno de esos relatos o que lo narrase bien.

8. Liga la piedra.

La honda sirve para arrojar un piedra, y si la piedra está asegurada, no saldrá disparada cuando se suelte la correa correspondiente. No sólo no llegará al blanco sino que puede herir al hondero.

9. Espinas hincadas.

Un borracho con un espino en la mano se transforma en un peligro para los que lo rodean. Del mismo modo, una parábola relatada por un necio es tan inútil como peligrosa.

10. Arquero que a todos hiere.

Heb. "un arquero que todo lo hiere es el que contrata a un insensato y a los transeúntes". Este proverbio parece enseñar que el que emplea a necios o a personas incompetentes se pone en peligro a sí mismo, y a los que emplea, así como un arquero que hiere a todos los que pasan constituye un grave peligro.

11. Como perro.

Cf. 2 Ped. 2: 22

Repite su necedad.

Porque es necio, y mientras siga siéndolo, volverá inevitablemente a su necedad. Aunque profese tener la intención de adquirir sabiduría, sólo lo puede curar un cambio radical de corazón de mentalidad.

12. Sabio en su propia opinión.

El que profesa ser sabio, rehusa aprender (Mat. 9: 12; Rom. 1: 22; 12: 16; Apoc. 3: 17, 18); pero el que reconoce su sencillez está dispuesto a que se le enseñe sabiduría.

13. El león.

Cf. cap. 22: 13.

14. El perezoso.

El hecho de que se dé tantas vueltas muestra que el perezoso no necesita dormir tanto. Se dispone a levantarse, pero debido a su indolencia y desgano para hacer frente a la vida, se acuesta de nuevo (caps. 6: 9; 24: 33).

15.Mete el perezoso.

Cf. cap. 19: 24.

16. En su propia opinión.

Una razón por la cual el perezoso está más seguro de sí mismo y de su propia sabiduría que de la sabiduría de todos los entendidos es que es demasiado indolente para investigar por sí mismo las cosas. Está satisfecho con opiniones preconcebidas y adopta cualquier punto de vista que se le presente, siempre que le sea agradable. Quienes saben aconsejar examinan los asuntos durante suficiente tiempo como para darse cuenta de que muchas cosas pueden considerarse desde varios ángulos. Evitan la ignorancia dogmática de los que no piensan.

17. Se deja llevar.

Un perro tomado por las orejas suele reaccionar violentamente. El que se mete en pleito ajeno, cae en dificultades más grandes que las que había previsto.

18. Como el que enloquece.

Sólo uno que ha perdido la razón arrojaría "llamas y saetas y muerte" contra los inocentes. No se trata de uno que asesina deliberadamente.

19. Engaña.

El que maquina en perjuicio del bienestar de su prójimo y al ser descubierto alega que sólo bromeaba, es tan peligroso como un demente (vers. 18). Con frecuencia los que se complacen en causar dificultades a sus amigos con sus bromas necias, hacen mucho daño.

20. Se apaga el fuego.

Cuando se consume todo el combustible, el fuego sin falta se apaga. Muchas contiendas se acabarían de inmediato si los chismosos no siguieran añadiendo combustible al fuego (cap. 22: 10).

21. Para encender contienda.

Los carbones negros y fríos se encienden y dan calor una vez que se han colocado sobre el fuego. La fría maldad del rencilloso no puede soportar que la contienda se apague; por eso inventa nuevos motivos de enojo y odio.

22. Chismoso.

Ver com. cap. 18: 8.

23. Escoria de plata.

Probablemente litargirio 1055 o protóxido de plomo. Este material forma una especie de esmalte sobre una vasija de barro, que la embellece y la alisa, pero no le da valor. Los besos que simulan verdadero afecto pueden ocultar sin corazón impío y lleno de intrigas (cf. Mat. 23: 27). La boca puede pronunciar cálidas palabras de amistad, a la vez que el corazón sigue frío y egoísta.

24. Disimula.

El que odia no necesariamente revela sus sentimientos a la persona a quien aborrece, sino que le profesa amistad mientras trama un engaño que ejecutará cuando se presente una oportunidad favorable (ver Jer. 9: 8).

25. Hablare amigablemente.

Cuando el que odia habla con voz suave y gentil, hay que ponerse en guardia. Es probable que hay adoptado esa modalidad afable sólo para engañar a su oyente.

Siete abominaciones.

Siete es símbolo de plenitud (cf. Mat. 12: 45).

26. Su odio.

Tarde o temprano ese odio irrumpirá en palabras o en hechos, y se juzgará al iracundo delante de la congregación. En todo caso, en el día del juicio, él y todos los pobladores del mundo reunidos verán que al odiar a su hermano se ha hecho culpable de homicidio, y que, con ello, también ha odiado a Dios (ver 1 Juan 3: 15; 4: 20).

27. Caerá en él.

Cf. Sal. 9: 16; Ecl. 10: 8. Si en esta vida los impíos no reciben su retribución, como le ocurrió a Amán (Est. 7: 9, 10), con toda seguridad les llegará en el juicio final (Apoc. 22: 12).

28. La boca lisonjera.

La lisonja es peligrosa porque aumenta el orgullo de su víctima y la separa de la ayuda que el cielo anhela brindarle. La induce a confiar en el lisonjero, y así se transforma en presa fácil. La lisonja desvía la atención de los aspectos del carácter que hay que mejorar.

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