1. Visión de Isaías. 
Esta es la frase emplea da 
por, Isaías como título de todo el libro. La palabra "visión" indica aquí la 
revelación en sí, y no el proceso por medio del cual fue impartida. En épocas 
anteriores se había denominando " "vidente" (1 Sam. 9: 9) a un profeta, pero 
este término finalmente cayó en desuso. Sin embargo, los profetas seguían siendo 
videntes en el sentido de que, con discernimiento inspirado, eran capaces de ver 
lo que no había sido revelado al común de los hombres. En visión, los ojos del 
profeta traspasan el velo que separa este mundo del espiritual, y ven aquello 
que el Señor desea revelarle. 
El Señor podía revelar el significado de los 
acontecimientos presentes, el perfil del futuro o el propósito divino 
referente a individuos o naciones. Con frecuencia se daban advertencias, 
amonestaciones e instrucciones. En la "visión" de Isaías aparecen estos tres 
elementos. En la "visión de Abdías" (Abd. 1) y en el "libro de la visión de 
Nahum" (Nah. 1:1), el Señor reveló a estos profetas el propósito divino para con 
Edom y Nínive. Las visiones de Isaías atañían principalmente a Judá y a 
Jerusalén, pero también tenían que ver con las naciones vecinas y con el mundo 
entero. Mediante la "visión de Isaías" tenemos el privilegio de ver las cosas 
como Dios las ve, y como nos las quiso revelar a través de su profeta. 
Hijo de Amoz. 
Este nombre aparece en la Biblia sólo aquí. Nada 
más se sabe del padre de Isaías. No debe confundirse el nombre de Amoz con Amós. 
En el hebreo se diferencian claramente el uno del otro. 
Acerca de Judá y 
Jerusalén. 
Ver cap. 2: 1; 3: 1; 4: 3; 5: 3; 40: 2; 52: 1; 62: 1; 65: 9, 
19. Los mensajes de Isaías iban dirigidos primeramente al pueblo de Judá y de 
Jerusalén; y eran para el bien de ellos. Es probable que muchos de los mensajes 
fueron dados directamente al pueblo como sermones. 
En días. 
Según la cronología empleada en este Comentario , Uzías murió en el año 
740/739 a. C., y Ezequías en 687/686 (p. 130). 
2. Oíd, cielos. 
Ver com. Deut. 32: 1; cf. Miq. 6: 1. El 
primer discurso de Isaías se inicia con una condenación del profeso pueblo de 
Dios. Causa gran asombro que ese pueblo no hubiera apreciado ni aprovechado las 
oportunidades sin precedentes que había tenido como nación. En este pasaje, por 
así decirlo, Isaías pide a los seres celestiales que sean testigos de este 
espectáculo extraordinario. Emplea este recurso literario con un propósito 
similar al de Joel (cap. 1:2-3): para impresionar los sentidos embotados del 
pueblo con la enormidad de su transgresión. 
Los habitantes de los otros 
mundos conocen la ley de Dios y saben en cuanto a la rebelión de los habitantes 
de este mundo contra el cielo. Comprenden el plan de salvación y saben cuáles 
fueron las oportunidades concedidas a Israel como pueblo escogido de Dios. Por 
así decirlo, Dios los llama como testigos de la asombrosa situación que existe 
entre aquellos por quienes tanto ha hecho, pero que lo han despreciado por 
completo. Todo el universo ve la culpa del rebelde pueblo de Dios, y quedan 
justificadas las medidas que Dios está a punto de iniciar contra los rebeldes. 
Crié hijos. 
La relación entre Dios y su pueblo ha sido la de un 
padre con su hijo. Todo lo que un padre puede hacer en favor de su hijo, Dios lo 
ha hecho en favor de su pueblo. Por haber sido objeto de este cuidado paternal, 
el pueblo de Dios debería haber aceptado las responsabilidades filiales 
juntamente con sus privilegios. 
Se rebelaron. 
Rehusaron 
someterse a la autoridad de su Padre celestial y no hicieron caso de lo que él 
requería de ellos. 
3. Buey. 
Los 
animales domésticos conocen al que los alimenta diariamente. Hasta los seres 
irracionales saben dónde encontrar su alimento, y por eso sienten cierto cariño 
por la persona que los sustenta. ¡Pero no sucedió así con el pueblo de Dios! 
Desatentos y desagradecidos con el tierno cuidado del Padre celestial, se 
hicieron culpables de la más ingrata insensatez. Ni siquiera demostraron tener 
la escasa inteligencia de los animales. 
Israel no entiende. 
Aquí 
la palabra "Israel" se refiere específicamente a Judá, porque como descendientes 
de Jacob son herederos de las promesas hechas a los padres de la nación (ver 
com. vers. 1, 8). 
4. ¡Oh gente pecadora! 
El mismo pueblo que Dios había escogido para que fuera "pueblo santo" 
(Deut. 14: 2) se había transformado en gente pecadora. Su impiedad se debía a la 
ingratitud ante las bendiciones que les habían sido prodigadas (ver com. Deut. 
8: 10-20; Ose. 2: 8-9; Rom. 1: 21-22). Al olvidar que Dios era quien les 
proporcionaba todos los bienes de que disfrutaban, apostataron abiertamente y 
desobedecieron en forma notoria. El olvido pasivo se transformó en rebelión 
activa. 
Generación de malignos. 
Ver com. cap. 5: 4. Los que 
podrían haber sido "simiente santa" (cap. 6: 13) llegaron a ser una planta 
maligna que producía frutos inútiles. 
Dejaron a Jehová. 
Lo 
abandonaron prefiriendo a otro señor: el príncipe del mal (ver com. Juan 8: 44). 
Provocaron. 
El amor divino "no se irrita" (1 Cor. 13: 5; cf. 
Eze. 18: 23, 31-32; 2 Ped. 3: 9), pero Israel había despreciado a tal punto la 
gracia de Dios y había menospreciado de tal modo los preceptos divinos, que el 
Señor ya no podía tolerarlos más sin negar su carácter celestial y confirmar a 
Israel en sus malos caminos. 
Santo de Israel. 
Esta expresión es 
predilecta de Isaías, pues la emplea 25 veces, mientras que todos los otros 
autores del AT sólo la usan 6 veces. Cuando Isaías vio a Dios en visión por 
primera vez, sentado sobre su trono, también oyó a los coros angélicos que 
cantaban: " "Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos" (cap. 6: 3). El santo 
carácter de Dios había impresionado profundamente al profeta. Sobre todas las 
cosas, reconocía a Dios como un ser santo, y anhelaba ser semejante a él. Desde 
ese momento, la gran tarea de la vida de Isaías sería la de mantener ante Israel 
un cuadro de la santidad de Dios y la importancia de descartar el pecado y 
luchar fervientemente por lograr la santidad. 
Se volvieron atrás. 
En lugar de acercarse más y más a Dios y de caminar con él, se habían 
separado del Señor. Se habían alejado más y más del camino de la santidad. 
Oseas, contemporáneo de Isaías, dice tristemente que " "como novilla indómita se 
apartó Israel" (Ose. 4: 16). 
5. ¿Por qué? 
También podría traducirse como en la BJ: " "¿En dónde golpearos ya?" " 
El cuerpo está tan cubierto de lastimaduras y heridas, que el padre se resiste a 
seguir castigando aunque parezca necesario, y con misericordia prefiere no 
volver a golpear al hijo cuyas heridas de castigos anteriores no han sanado aún. 
Ser castigados aún. 
El profeso pueblo de Dios se había acarreado 
calamidades por causa de sus pecados. Cuanto más se hundían en el pecado, tanto 
mayor peso de desgracias se acarreaban (cap. 5: 18). Isaías procuró razonar con 
ellos, preguntándoles por qué habían escogido proceder tan neciamente. Se 
presenta en este pasaje a un hijo que persiste en su rebeldía y, por sus malas 
acciones, sufre castigo tras castigo hasta que su cuerpo queda totalmente 
lacerado. 
¿Todavía os rebelaréis? 
Mejor, "si seguís contumaces" 
(BJ). Isaías afirma aquí que la persistencia en el mal era la razón de los 
continuos azotes disciplinarios que estaban padeciendo. 
6. No hay en él cosa sana. 
Todo el cuerpo sufre. 
Dondequiera que Isaías mirara, ya fuera en Jerusalén o en Judea, veía las 
evidencias de los resultados de la transgresión. 
Podrida llaga. 
Es decir heridas abiertas, purulentas, sangrantes. El pecado es algo 
detestable que no puede curarse con remedios humanos. Produce, figuradamente, 
una masa de heridas abiertas, infectadas, llenas de pus, heridas que no han sido 
vendadas ni suavizadas con "aceite" (el de oliva era comúnmente empleado para 
este propósito en Palestina). Israel no sólo estaba enfermo por dentro, sino que 
también eran visibles por fuera los terribles efectos producidos por el veneno 
del pecado. La nación se encontraba en una situación crítica y desordenada: el 
paciente estaba a punto de fallecer en su repugnante estado. 
7. Vuestra tierra está destruida. 
Aquí el profeta deja de lado la descripción figurada de la tierra (vers. 
2-6) para presentar una descripción literal. El cuadro que aquí muestra indica 
acertadamente la situación de Judá en el tiempo de las invasiones asirias. Con 
su acostumbrada implacable crueldad, los asirios habían devastado el país, 
quemando, saqueando y matando. Muchas de las ciudades fuertes habían sido 
tomadas; innumerables aldeas, destruidas, y buena parte de la tierra había sido 
asolada. Parecía que el fin no estaba muy distante. 
Asolada. 
El 
rollo 1QIsª de los Manuscritos del Mar Muerto (ver t. I, p. 35; t. IV, p. 128) 
dice: "su asolamiento está sobre ella". 
8. La hija de Sion. 
Es decir Jerusalén (Lam. 2: 8, 10, 13, 
18; Miq. 4: 8, 10, 13). Originalmente Sión fue la antigua fortaleza de los 
jebuseos, la ciudad de David (2 Sam. 5: 7; 1 Rey. 8: 1; ver com. Sal. 48: 2), 
pero más tarde el nombre se empleó con un sentido más amplio para designar toda 
la ciudad. Con frecuencia se emplea la figura poética de una mujer para designar 
a una ciudad con sus habitantes (Isa. 47: 1; Sal. 45: 12; Lam. 2: 15). 
Enramada. 
"Cobertizo" (BJ). Esto es, una choza o puesto en el 
cual permanecía el vigilante de la viña o algún miembro de su familia durante la 
vendimia. Sin duda, los que moraban en una vivienda tan precaria estaban 
aislados del resto de la comunidad y carecían de protección. Así fue la 
situación de Jerusalén durante el período en consideración. 
Cabaña en 
melonar. 
"Albergue en pepinar" (BJ). Tanto el melón como el pepino son 
plantas comunes en el Cercano Oriente. Todavía se acostumbra levantar en el 
campo algún tipo de resguardo para que allí viva alguien durante el verano, a 
fin de proteger la cosecha contra los ladrones. 
Ciudad asolada. 
Durante la invasión de Senaquerib, Jerusalén quedó literalmente 139 
rodeada por los ejércitos asirios. Fue la única ciudad que siguió resistiendo 
cuando ya todo el resto de la tierra de Judá había caído en manos del enemigo. 
9. Jehová de los ejércitos. 
Este es 
el título divino empleado por los ángeles en la visión que Isaías recibió de la 
gloria de Dios (cap. 6: 3).Se refiere a Dios como comandante de las huestes o 
ejércitos del cielo. 
Un resto pequeño. 
Toda Judea, con excepción 
de Jerusalén, cayó en manos del enemigo. Sólo quedó la capital, aparentemente 
indefensa y en grave peligro. De no haber sido por este "pequeño resto", la 
nación de Judá habría llegado a su fin tan ciertamente como ocurrió con Sodoma y 
Gomorra. 
10. Príncipes de Sodoma. 
El nombre "Sodoma", que en forma figurada se usa aquí para designar a 
Judá en vista de que prevalecían allí condiciones similares a las que habían 
imperado en la Sodoma literal, constituye una terrible acusación contra la 
nación que profesaba gobernar en el nombre de Dios. Los reyes del país, en su 
política y en su práctica, se habían apartado tanto del Señor, que apenas se 
diferenciaban de los reyes de las naciones más pecadoras de la tierra. Por esta 
razón se les dirige una solemnísima exhortación, un mensaje de Dios que predecía 
la ruina de toda la nación si ésta no se arrepentía. 
11. ¿Para qué me sirve? 
Judá todavía tenía la apariencia de 
ser una nación muy religiosa. Se ofrecían muchos sacrificios en el templo, pero 
había poca verdadera religión. El profeso pueblo de Dios había olvidado qué era 
lo que Dios verdaderamente requería de ellos; sin embargo, mantenían las formas 
externas de la religión. Estaban dispuestos a ofrecer sacrificios, pero no a 
entregar sus corazones al Señor. Conocían las formas externas de la religión, 
pero no comprendían que necesitaban un Salvador, ni entendían lo que significaba 
la justicia. Isaías procuró que volvieran en sí y comprendieran la necedad de su 
conducta. Mediante una serie de penetrantes preguntas, el profeta esperaba que 
entendieran que la religión que sólo consiste en formas externas es una ofensa 
para Dios. A través de las edades los portavoces de Dios han procurado dejar en 
claro que lo que Dios requiere es obediencia y no sacrificio, rectitud y no 
ritualismo (1 Sam. 15: 22; Sal. 40: 6; 51: 16-19; Jer. 6: 20; 7: 3-12; 14: 12; 
Ose. 6: 6; Amós 5: 21-24; Miq. 6: 6-8). 
12. A presentaros delante de mí. 
Se empleaba comúnmente la 
frase "presentare delante de Dios" para referirse a la visita al templo durante 
las grandes festividades religiosas (Sal. 42: 2; 84: 7; Exo. 34: 23).Los hebreos 
creían acertadamente que al llegar al templo entraban en la presencia inmediata 
de Dios. Es cierto que el santuario se había construido para que el Señor 
pudiera habitar en medio de ellos (Exo. 25: 8); pero no necesariamente toda 
persona que visitaba el templo entraba en la presencia de Dios. Por medio de 
Isaías, el Señor afirma que habita " "en la altura y en la santidad, y con el 
quebrantado y humilde de espíritu" " (Isa. 57: 15). 
13. Vana ofrenda. 
Los sacrificios ofrecidos sin contrición 
y genuino arrepentimiento eran presentados en vano (1 Sam. 15: 22; Mat. 5: 24; 
Mar. 12: 33); carecían de valor. 
Abominación. 
En vez de 
deleitarse con la ofrenda del perfumado incienso que se le ofrecía, el Señor se 
disgustaba machismo. Las ceremonias de la religión no significan nada si falta 
su verdadero espíritu. Dios ha dicho claramente que, cuando falta la obediencia, 
aun la oración le resulta abominable (Prov. 28: 9). 
Luna nueva y día de 
reposo. 
Los días sagrados que aparecen aquí se mencionan juntos también 
en referencias como 2 Rey. 4: 23; 2 Crón. 8: 13; Amós 8: 5. Era parte esencial 
de la religión hebrea el observar estos días sagrados. Habían sido designados 
por el Señor mismo, y era él quien había mandado a Israel que los observara 
(Exo. 23: 12-17; Lev. 23; Núm. 28; 29; Deut. 16: 1-17).Pero no bastaba la 
observancia externa de esas formas religiosas. Los ritos y las ceremonias 
carecen de sentido cuando falta rectitud. Dios dijo claramente que la 
observancia formal de los días sagrados, ordenada por él mismo, le resultaba 
ofensiva si faltaba la obediencia. 
Son iniquidad. 
En el hebreo 
no está la forma verbal "son". Quizá sería preferible traducir: "No puedo sufrir 
iniquidad y fiestas solemnes". Isaías declara que los solemnes servicios 
religiosos, acompañados de una vida inicua, son una ofensa para el Señor. En el 
tiempo de Isaías los hebreos daban mucha importancia a las formas de la 
religión, y poca importancia a la rectitud. Muchos que observaban estrictamente 
los requisitos formales de la ley ceremonial violaban abiertamente los solemnes 
mandatos de la ley de Dios. Su conducta constituía una burla de la 140 religión 
y una vergüenza a la vista de Dios. 
14. Las 
tiene aborrecidas mi alma. 
En este pasaje Dios habla a gente que tenía 
toda la apariencia de ser un pueblo muy religioso. Participaban en las 
ceremonias religiosas porque creían que ésa era la manera de ganar el favor de 
Dios; pero el Señor les manifestó que estaba sumamente disgustado por su 
conducta, que odiaba la observancia de sus fiestas señaladas, que rechazaba su 
culto y estaba molesto por su hipócrita fingimiento. En realidad, el pueblo 
estaba desafiando a Dios cuando rehusaba andar en sus caminos. Ningún manto de 
formalismo religioso podía cubrir sus pecados. 
15. Cuando extendáis vuestras manos. 
Los hebreos muchas 
veces extendían las manos hacia Dios cuando oraban (Exo. 9: 29, 33; 17: 11; 1 
Rey. 8: 22; Esd. 9: 5; Job 11: 13; Sal. 88: 9; 143: 6). 
Yo no oiré. 
Cf. Sal. 66: 18; Sant. 4: 3. La oración debe ser sincera para que pueda 
ser oída. Las oraciones de los hipócritas no serán escuchadas (Mat. 6: 5; Luc. 
18: 14). Las oraciones no necesariamente son efectivas porque sean largas y 
frecuentes (Mat. 6: 7). Las plegarias de los impíos, cuyas manos están manchadas 
de sangre y que persisten en sus malos caminos, no llegarán hasta el trono de la 
gracia. Los hebreos de los días de Isaías externamente parecían ser gente muy 
religiosa que daba gran importancia a la oración, pero se negaban a abandonar 
sus pecados. Sus oraciones provenían de los labios, pero no emanaban del 
corazón. Dios dice claramente que rehusa escuchar tales plegarias. 
Llenas están de sangre vuestras manos. 
En el rollo 1QIsa de los 
Manuscritos del Mar Muerto (ver t. I, p. 35; t. IV, p. 128) se añade una frase 
paralela: "y vuestros dedos, de culpabilidad". Así resulta un dístico cuya 
primera parte es: "Llenas están de sangre vuestras manos". 
16. Lavaos. 
El pecado da por 
resultado contaminación moral y decadencia espiritual. Cuando David pecó, su 
ruego fue: "Lávame, y seré más blanco que la nieve" (Sal. 51: 7). Reconoció la 
contaminación del pecado y pidió a Dios un corazón limpio (vers. 10); y su ruego 
fue escuchado. Cada pecador necesita purificación moral; su corazón debe ser 
limpiado de la corrupción moral. Dios quiere limpiar de toda iniquidad el 
corazón del pecador (Jer. 4: 14); lo exhorta a que limpie sus manos de impiedad 
(Sant. 4: 8). Promete escribir la ley divina en el corazón humano (Jer. 31: 33) 
y limpiar al hombre de toda injusticia (1 Juan 1: 9). Isaías instó a Jerusalén a 
que se pusiera sus vestiduras hermosas, porque se acercaba el momento cuando lo 
inmundo ya no entraría más allí (Isa. 52: 1). Juan afirmó que ninguna cosa 
inmunda entraría en la Santa Ciudad (Apoc. 21: 27). Isaías procuraba enseñar a 
Israel que Dios, el "Santo de Israel", exige que su pueblo sea santo. 
Dejad de hacer lo malo. 
Dios pidió a su pueblo que abandonara el 
pecado. El era santo, y ellos también debían ser santos. El mal debe ser 
eliminado de la vida de cada hijo de Dios. El pecado no existirá en la atmósfera 
pura del cielo, y todos los que entren allí llevarán las vestiduras de justicia. 
17. Aprended a hacer el bien. 
Los 
que sirvan a Dios aborrecerán el mal y amarán el bien (Amós 5: 15). El ser 
pasivamente "buenos" -es decir abstenerse de malas acciones- no basta para el 
cristiano. La piedad es un principio activo, y el cultivo de la rectitud es la 
más segura garantía contra la iniquidad. No importa cuáles puedan haber sido sus 
inclinaciones anteriores, la persona se propondrá no sólo dejar de hacer lo 
malo, sino que también se esforzará sinceramente para hacer lo mejor que pueda. 
Para alcanzar esta meta, necesitará tanto firmeza de propósito como ayuda del 
cielo. Los hombres no nacen a la vida cristiana con un carácter perfecto, sino 
que deben aprender, lentamente y con dificultad, a marchar por los caminos de 
Dios. Mediante estudio, y diligencia, paciencia y perseverancia, determinación y 
práctica, con el tiempo podrán adquirir hábitos de vida correcta. Todo aquel que 
ahora hace el bien ya ha pasado por el lento y difícil proceso de aprender a 
hacer el bien. Nadie ha aprendido verdaderamente a hacer el bien hasta que la 
rectitud se haya hecho habitual en él. 
Juicio. 
Es decir, "lo 
justo" (BJ). 
Restituid al agraviado. 
Mejor, "enderezad la 
opresión" " o "vindicad el mal" " (BJ). En Israel muchos sufrían bajo la 
opresión de sus prójimos. Los que amaban a Dios tenían el deber de corregir esta 
situación. Debían refrenar al opresor y aliviar al oprimido. 
Haced 
justicia al huérfano. 
Los que aman el bien defenderán la causa del 
huérfano y procurarán que se le haga justicia. 
Amparad a la viuda. 
"Defended la causa"de la viuda" (BC). Los pobres y los necesitados, los 
desvalidos y los oprimidos necesitan alivio con urgencia. Los caudillos del 
profeso pueblo de Dios se aprovechaban de estos desvalidos para enriquecerse a 
sus expensas. Esa situación debía ser corregida. El verdadero amor y la simpatía 
tenían que manifestarse en los esfuerzos por corregir el mal y establecer 
justicia para todos. Ninguna religión merece tal nombre si no se enfrenta a los 
problemas de esta vida y hace que los hombres estén en armonía con los 
principios del reino de los cielos. La religión que en la práctica consiste en 
impresionantes ceremonias, pero que no toma en cuenta las necesidades de los 
huérfanos y de las viudas, carece de sentido. Ver com. Sant. 1: 27. 
18. Venid luego. 
" "Venid y 
entendámonos" " (NC). En este pasaje Dios invita a los hombres a que se 
encuentren con él, a fin de tratar libre y francamente sus problemas. El Señor 
no es un juez desconsiderado, ni un tirano arbitrario, sino un padre bondadoso y 
un amigo. Dios se interesa en las cosas que afectan al hombre, y se preocupa por 
el bienestar humano. Todas las advertencias divinas son dadas para el bien del 
hombre. Esto es lo que él anhela que el hombre crea y comprenda. Difícilmente 
podría concebirse una manifestación más atrayente del maravilloso amor y gran 
bondad de Dios, que la que se encuentra en esta misericordiosa invitación a 
estar 'a cuentas" con el Señor del cielo y de la tierra. Dios es razonable, y 
desea que los hombres comprendan que para provecho de ellos desea que abandonen 
el pecado y anden por sendas de justicia. El hombre fue dotado de la capacidad 
de razonar para que la empleara, y la mejor forma de usar este don es descubrir 
cuáles son los beneficios de la obediencia y las angustias de la transgresión. 
Si vuestros pecados. 
El peor de los pecadores puede hallar 
consuelo y esperanza en esta promesa. En este pasaje Dios nos asegura que, no 
importa cuán culpables podamos haber sido en lo pasado ni cuán consumado haya 
sido nuestro pecado, todavía él puede devolvernos la pureza y la santidad. Esta 
promesa no sólo tiene que ver con los resultados del pecado, sino con el pecado 
mismo. Este puede ser erradicado y eliminado por completo de la vida. Con la 
ayuda de Dios, el pecador puede lograr el dominio completo de todas sus 
flaquezas (ver com. 1 Juan 1: 9). 
19. Si 
quisierais y oyereis. 
"Si aceptáis obedecer" " (BJ). En este pasaje 
Isaías expone el fruto de la obediencia. Una vida de gozo y bienaventuranza es 
el resultado natural de la obediencia a las leyes de Dios, porque Dios no puede 
bendecir a los que no se esfuerzan al máximo. Los gozos celestiales no son dones 
otorgados arbitrariamente por Dios a los que le siguen, sino el resultado 
natural de cumplir con sus requerimientos. Dios coloca delante del hombre los 
caminos de justicia, porque éstos son los caminos correctos y los que traen 
consigo bendición. 
Comeréis. 
Esta promesa se aplica tanto a este 
mundo como al venidero. La cosecha de la obediencia se recoge no sólo en el 
cielo sino también en la tierra (ver com. Mat. 19: 29). Antes de que los 
israelitas entraran en la tierra prometida, Moisés les presentó las bendiciones 
que serían de ellos si caminaban en las sendas del Señor (Deut. 28: 1-13). 
Isaías destaca que esas bendiciones no se habían realizado debido a que Israel 
no obedeció las órdenes del Señor. Ahora Dios les asegura que esas bendiciones 
todavía podían ser de ellos si se arrepentían e iban por las sendas de justicia. 
20. Si no quisierais. 
No es un 
decreto arbitrario de Dios el que condena al pecador. Este tan sólo cosecha lo 
que él mismo ha sembrado. Así como las bendiciones acompañan la vida piadosa, 
así también la desdicha marcha con la impiedad. Cuando los hombres infringen los 
mandamientos de Dios, la muerte es el resultado inevitable. Esta es 
sencillamente la consecuencia de la ley natural de causa y efecto. Cuando Israel 
se apartó de Dios, inevitablemente entró en -el camino que llevaba a la ruina. 
Moisés había señalado claramente esta verdad antes de que Israel entrara en la 
tierra prometida (Deut. 28: 15-68). Cuando los seres humanos se rebelan contra 
Dios y se niegan a obedecer su ley, automáticamente abren la puerta a la 
destrucción. Toda persona tiene su destino enteramente en sus manos. Está en su 
poder el determinar si su futuro será feliz o desdichado. Isaías presentó ante 
el pueblo de Dios la gran verdad de que, en última instancia, el pecado ocasiona 
su propia destrucción. La iniquidad nunca podrá servir de base para la dicha y 
la bienaventuranza eternas. En el sentido más estricto de la palabra, los 
pecadores se destruyen a sí mismos. 
La boca de Jehová lo ha dicho. 
Dios ha predicho los resultados inevitables del pecado, 142 pero esto 
dista mucho de ser un decreto arbitrario. Dios no se complace en la muerte del 
impío (Eze. 18: 23, 31-32; 33: 11), pero conociendo el resultado inevitable del 
pecado, advierte al hombre exactamente cuáles serán los resultados de la 
desobediencia (Ose. 13: 9; 14: 1; Rom. 6: 21, 23; Sant. 1:15; 2 Ped. 3: 9). 
21. Te has convertido en ramera. 
Sión, una vez la ciudad fiel, se volvió infiel; la que una vez fue la 
verdadera esposa de Jehová, ahora se ha apartado de él para entregarse a otros; 
se ha transformado en ramera. Oseas emplea la misma figura (cap. 2), como 
también lo hacen Jeremías (cap. 2: 20-21) y Ezequiel (cap. 16). El caso de 
Israel muestra las profundidades en que puede caer el ser humano. Aunque Israel 
una vez fue puro y recto, escogido por Dios y amado por él, ahora está apartado 
de Dios y de los caminos de justicia; aunque una vez fue leal y obediente, santo 
y recto, ahora está envilecido y corrompido, y se ha transformado en un ejemplo 
notable de los terribles frutos que produce el ser infiel a Dios. 
Ahora 
. . . homicidas. 
La justicia se retiró; y entonces la corrupción y la 
depravación ocuparon su lugar. La ciudad de santos se había transformado en 
morada de asesinos y réprobos. Oseas (cap. 6: 9) presenta un cuadro similar: "Y 
como ladrones que esperan a algún hombre, así una compañía de sacerdotes mata en 
el camino hacia Siquem". Los que viajaban por los caminos o se alojaban en las 
ciudades quedaban expuestos a ser atacados y muertos. Esto sucedía en un país 
donde el pueblo profesaba santidad y pretendía una gran religiosidad. 
22. Tu plata. 
Isaías contrasta el 
presente con el pasado mediante dos figuras muy apropiadas. El carácter del 
pueblo había sido como de plata preciosa, pero se había degenerado 
convirtiéndose en escoria sin valor. El vino puro de la justicia y la santidad 
se había diluido. Jesús empleó una figura similar cuando habló de la sal cuyo 
sabor se había desvanecido (Mat. 5: 13). 
23. Tus príncipes. 
Oseas (cap. 9: 15) declara que "todos 
sus príncipes son desleales". Los caudillos de Israel eran tercos y rebeldes 
contra Dios y presidían en todo tipo de crímenes (Isa. 3: 12; 9: 16; Miq. 3: 
11). 
Compañeros de ladrones. 
Los dirigentes de Israel, que 
tenían el deber de hacer cumplir la ley, en realidad eran cómplices secretos de 
los que violaban sus preceptos. Los funcionarios no detenían a los maleantes que 
infestaban los caminos, pues compartían con ellos las ganancias de sus crímenes. 
Todos aman el soborno. 
Miqueas (cap. 7: 3) afirma que "el 
príncipe demanda, y el juez juzga por recompensa". A cambio de todo servicio que 
pudieran prestar, los gobernantes de Israel esperaban una recompensa. El soborno 
era algo común y corriente. 
No hacen justicia. 
Los jueces hacían 
oídos sordos ante los huérfanos y las viudas, que por lo general no estaban en 
condiciones de ofrecer recompensas como las que daban sus opresores. Era fácil 
para el juez postergar indefinidamente la audiencia para oír las demandas de los 
pobres (cf. Luc. 18: 2-5). 
24. El Fuerte de 
Israel. 
En Isa. 49: 26 y 60: 16 se designa a Dios con un título similar. 
Los jueces de Israel no tenían ningún interés en los pobres, pues de ellos no 
podían esperar recibir grandes recompensas; pero la causa de los pobres había 
sido presentada a Aquel que es rey del cielo y juez de toda la tierra. Estos 
opresores de los pobres se daban muy escasa cuenta de que su conducta estaba 
preparando contra ellos todo el poder del cielo. Por medio de Isaías el Señor 
dio este mensaje: "Tu pleito" [de huérfanos, viudas y pobres] "yo lo defenderé" 
" (cap. 49: 25). 
Mis enemigos. 
Los enemigos de los justos son 
enemigos de Dios. El Señor se opone a todo tipo de injusticia y opresión. Los 
que se aprovechan de sus prójimos se están constituyendo en adversarios de Dios. 
Del mismo modo, los dirigentes de Israel rápidamente estaban adoptando una 
posición que obligaría a Dios a tomar medidas contra ellos. 
Me vengaré 
de mis adversarios . 
Cuando Dios castiga a los transgresores no es 
vengativo. Tiene el propósito de salvar, no de destruir; pero el pecado exige 
justicia. Aunque el propósito de Dios, de ser posible, es salvar al pecador de 
su pecado, no obstante, los que persisten en la iniquidad deben darse cuenta de 
que vendrá la hora cuando deberán enfrentarse al juez de toda la tierra, el cual 
ha jurado que no tendrá por inocente al culpable (Exo. 34: 7; Núm. 14: 18). 
25. Volveré mi mano contra ti. 
El 
juez de toda la tierra es también el Salvador de la humanidad. Los culpables del 
pueblo de Israel ciertamente serán juzgados, pero los que se arrepientan serán 
seguramente salvados. junto con las amenazas de castigo Dios siempre ofrece 
promesas de liberación. Jerusalén 143 debe sufrir su castigo, pero también será 
salvada. Aunque la ciudad fiel se transformó en ramera (vers. 21), todavía puede 
llegar a ser una ciudad santa, la "nueva Jerusalén"," "dispuesta como una esposa 
ataviada para su marido" " (Apoc. 21:2; cf. Isa. 62 :4). El Señor 'volvería" su 
"mano" sobre su pueblo para redimirlo y restaurarlo. 
Escorias. 
Restos de fundición; quizás óxido de plomo (cf. Isa. 1: 22; Mal. 3: 
2-3). Dios quitaría la escoria de iniquidad que se había acumulado en Israel, si 
tan sólo éste se mostraba dispuesto a que él lo hiciera. Los fuegos de la 
aflicción quitarían la escoria, y sólo quedaría el oro puro de un carácter santo 
(Job 23: 10). 
Impureza. 
O "escoria". Se quitarían todos los 
rasgos viles del carácter, y sólo quedaría el oro puro. 
26. Restauraré tus jueces. 
El profeta esperaba que llegara 
el tiempo cuando habría de nuevo fieles jueces como Samuel, David y Salomón. 
Israel sería entonces un Estado ideal, regido por gobernantes ideales. 
Ciudad fiel. 
Sólo habrá una Jerusalén conocida por su justicia 
cuando descienda la nueva Jerusalén del cielo después de los mil años (Apoc. 21: 
1-2). Entonces la ciudad estará bajo el gobierno de Jesús, el Hijo de David, 
quien "hará juicio y justicia"; y esa ciudad ideal, no menos que su justo Rey, 
será llamada "Jehová, justicia nuestra" (Jer. 33: 15-16; cf. Eze. 48: 35). 
27. Rescatada con juicio. 
O mejor, 
"con justicia". "Por la equidad será rescatada" " (BJ). Es un juez justo el que 
redimirá y restablecerá a Sión mediante un juicio equitativo. Conforme a sus 
justos decretos, la escoria de la ciudad pecadora será totalmente eliminada. 
Los convertidos de ella. 
Heb. "los que retornan de ella". Los 
"convertidos" de Sión son los que reconocen sus pecados y se arrepienten. Sólo 
ellos serán salvados; sólo ellos serán justos. Sión será una ciudad santa, 
gobernada por un Dios santo y habitada por un pueblo santo (cap. 4: 2-4). La 
justicia de Cristo será tanto el medio como la meta de la salvación. Así como 
Jesús es justo, todos los habitantes de la santa ciudad serán justos, porque 
todos serán como él es (1 Juan 3: 2). La justicia de Jesús tanto es imputada 
como impartida a todos sus seguidores. La salvación incluye tanto la justicia 
que Cristo les imputa para expiar los pecados ya cometidos, como la que les 
imparte con el fin de capacitarlos para vivir por encima del pecado. De esta 
manera el hombre será plenamente restaurado a la imagen de Dios, en la cual 
originalmente fue creado (Gén. 1: 27). 
28. Serán quebrantados. 
Los que se rebelan contra Dios y 
participan en el pecado, perecerán. Rebelarse contra el cielo constituye un 
desafío contra Jehová para que demuestre su fuerza, y el resultado será 
inevitable. La destrucción con que amenaza es total y segura. 
Serán 
consumidos. 
Dios es la única fuente de vida; fuera de él no puede haber 
existencia. Por haberse apartado de Dios, los impíos sólo pueden esperar un fin: 
la cesación de la vida. Todos los que se apartan de Dios recibirán la muerte 
eterna en vez de la vida eterna. " "La paga del pecado es muerte" (Rom. 6: 23), 
y "el alma que pecare, ésa morirá" (Eze. 18: 4) y sufrirá "pena de eterna 
perdición" , siendo excluida "de la presencia del Señor" (2 Tes. 1: 9). " "Los 
impíos perecerán, y los enemigos de Jehová como la grasa de los carneros serán 
consumidos; se disiparán como el humo" " (Sal. 37: 20). " "Todos los que hacen 
maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los 
ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama" " (Mal. 4: 1). "Serán como si no 
hubieran sido" (Abd. 16). " "Pues de aquí a poco no existirá el malo; observarás 
su lugar, y no estará allí" " (Sal. 37: 10). 
29. Las encinas. 
Heb. 'elim, palabra que se emplea para 
designar diversos árboles entre ellos el terebinto y la encina. 
Los 
huertos. 
Cf. cap. 65: 3 y 66: 17. Posiblemente se cultivaban huertos en 
torno de un árbol central o bosquecillo. 
30. Encina. 
Como morían los objetos de la naturaleza a los 
cuales adoraban, así moriría el pueblo. 
Que le faltan las aguas. 
Ningún huerto puede florecer sin agua. Con Dios está la fuente de vida 
(Sal. 36: 9), y los que se apartan de él se alejan de la fuente de aguas vivas 
(Jer. 2: 13). Así como un huerto sin agua se transforma en árido desierto, así 
también, separado de Dios, Israel se convertiría en un campo desolado. Cuando se 
apartó del Señor, la Fuente de la vida, Israel selló su destino. 
31. Estopa. 
Los hombres que se 
consideran fuertes serán consumidos como estopa en el fuego inextinguible que 
devorará a los impíos. 
Lo que hizo. 
Tanto los impíos como sus 
obras perecerán en el fuego consumidor de los postreros días (2 Ped. 3: 7, 10). 
CBA T4

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