Lección 1 MATERIAL AUXILIAR PARA EL MAESTRO
El sábado enseñaré...
RESEÑA
En el principio, no
había escuelas ni universidades. Pero incluso sin libros, salas de conferencias
ni dispositivos electrónicos atiborrados de Internet, aun así, se transmitía el
conocimiento, rico en sabiduría y virtud. A través de una niebla que irrigaba
frescura (Gén. 2:6), podemos discernir la forma de Dios, un jardín que hacía
las veces de aula y dos alumnos de barro fresco, recientemente vivificados por
el aliento de Dios (Gén. 2:7). A menudo no pensamos en el Jardín del Edén como
un aula en la que Dios se sienta como instructor, pero la lección de esta
semana nos lleva en esa dirección.
Dos niveles de
enseñanza emergen desde el comienzo del Génesis. En primer lugar, Génesis nos
permite caminar con las sandalias de Adán y de Eva (o, mejor dicho, con las
huellas de sus pies descalzos) y escuchar las clases magistrales que Dios
probablemente impartiera sobre la historia de la Creación, el propósito y las
responsabilidades de la familia humana (Gén. 1:26-28), lecciones de la
naturaleza, meditaciones sobre el matrimonio (Gén. 2:18) y advertencias sobre
un enemigo y el árbol prohibido (Gén. 2:17). En segundo lugar, podemos aprender
del relato del Génesis como lo haríamos con un libro de texto. Las revelaciones
sobre la naturaleza de la tentación de la serpiente, las consecuencias de la
desconfianza y la desobediencia, el carácter de Dios desafiado y vindicado y
las provisiones para la salvación emergen como temas para la enseñanza y la
contemplación.
Conocer los
fundamentos históricos de cualquier rama del ámbito académico siempre brinda
una mayor perspectiva y una comprensión más minuciosa. Así como es
imprescindible conocer los axiomas de Euclides al estudiar geometría,
comprender los capítulos iniciales del Génesis es esencial para comprender el
resto de la Biblia y la historia completa de la Redención.
COMENTARIO
Inocencia versus
astucia
En Génesis 3, la
descripción inicial de la serpiente como “astuta” destaca un contraste
importante entre la serpiente y el adam y su ishsha, el hombre y su esposa. La
palabra hebrea traducida como “astuta” (‘arum) contiene la misma raíz
consonántica y sonidos de vocales similares a la palabra hebrea traducida como
“desnudo” (‘arom), que se usa para describir la condición de Adán y de Eva en
el versículo anterior. Al leer el hebreo en voz alta, este arom/arum se
pronuncia prácticamente de forma consecutiva y alerta al lector de que se está
utilizando un juego de palabras (paronomasia). Estamos a punto de ver a una
inocente Eva entrar en el escenario de un engañador experimentado y astuto.
Ella y Adán comen de la fruta, y nada ha vuelto a ser igual desde entonces.
Pero ¿cómo hizo la
serpiente? ¿Cómo pudo potenciar 26 palabras para lograr que un ser sin pecado,
completamente satisfecho y cuidado, se revelara contra un Dios cuya esencia es
el amor puro (1 Juan 4:8)? Lo que sea que haya hecho la serpiente, fue
efectivo. Mediante una cuidadosa disección de la conversación entre la
serpiente y Eva, tú, como maestro, puedes mostrar cuán astuta fue la estrategia
de Satanás, y cuán efectiva continúa siendo milenios después.
La escuela del Edén y
la prueba de la obediencia
El Edén no era
simplemente un jardín; era una enseñanza de vida: “El sistema de educación
instituido al principio del mundo debía ser un modelo para el hombre en todos
los tiempos. Como una ilustración de sus principios se estableció una escuela
modelo en el Edén, el hogar de nuestros primeros padres. El jardín del Edén era
el aula, la naturaleza el libro de texto, el Creador mismo era el Maestro” (Ed
20). Pero la continuidad de la educación de Adán y de Eva estaba condicionada a
su lealtad inquebrantable a todos los preceptos y mandatos de su divino
Maestro. “Mientras permaneciesen fieles a la divina Ley, su capacidad de
conocer, gozar y amar aumentaría continuamente. Constantemente obtendrían
nuevos tesoros de sabiduría, descubriendo frescos manantiales de felicidad, y
obteniendo un concepto cada vez más claro del inconmensurable e infalible amor
de Dios” (PP 33). Por lo tanto, para asegurar su lealtad, Dios probaría su obediencia.
“Como los ángeles, los moradores del Edén habían de ser probados; solo podían
conservar su feliz estado si eran fieles a la Ley del Creador. Podían obedecer
y vivir o desobedecer y perecer. Dios los había colmado de ricas bendiciones;
pero si ellos menospreciaban su voluntad, aquel que no perdonó a los ángeles
que pecaron no los perdonaría tampoco a ellos; la transgresión los privaría de
todos sus dones, y les acarrearía miseria y ruina” (PP 35).
El examen final
consistía en un árbol y una prohibición. “En medio del huerto, cerca del árbol
de la vida, se alzaba el árbol del conocimiento del bien y del mal, destinado
especialmente por Dios para ser una prenda de la obediencia, la fe y el amor de
Adán y Eva hacia él. Refiriéndose a este árbol, el Señor ordenó a nuestros
primeros padres que no comieran de él, ni lo tocaran, porque si lo hacían, morirían.
Les dijo que podían comer libremente de todos los árboles del huerto, menos de
este, porque si comían de él seguramente morirían” (HR 26).
Dios hizo más que simplemente indicar a Adán y a Eva que no debían tocar ni
probar la fruta; envió ángeles para darles instrucciones adicionales a la
pareja, diciéndoles que serían más fuertes juntos contra la tentación que
separados.
“Los ángeles habían prevenido a Eva que tuviese cuidado de no separarse de su
esposo mientras estaban ocupados en sus trabajos cotidianos en el jardín;
estando con él correría menos peligro de caer en tentación que estando sola.
Pero, distraída en sus agradables labores, inconscientemente se alejó del lado
de su esposo. Al verse sola, tuvo un presentimiento del peligro, pero desechó
sus temores, diciéndose a sí misma que tenía suficiente sabiduría y poder como
para discernir el mal y resistirlo. Deseando la advertencia de los ángeles, muy
pronto se encontró extasiada, mirando con curiosidad y admiración el árbol
prohibido” (PP 36).
Eva no subordina su
curiosidad a la instrucción de advertencia de sus ángeles consejeros, ni a
Dios, su gran Maestro. “Eva se encontró contemplando el fruto del árbol
prohibido con una mezcla de curiosidad y admiración. Vio que el árbol era
agradable, y razonaba consigo misma acerca de por qué Dios habría prohibido tan
decididamente que comieran de su fruto o lo tocaran. Esa era la oportunidad de Satanás.
Se dirigió a ella como si fuese capaz de adivinar sus pensamientos: ‘¿Conque
Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?’” (HR 34).
La pregunta inicial de la serpiente es la cuña que en última instancia
erosionará la cosmovisión de Eva y socavará gran parte de lo que le habían
enseñado a apreciar y había creído que era cierto. “A la capciosa pregunta de Satanás,
Eva contestó: ‘Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del
fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni
le tocareis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis;
sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y
seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal’.
“Le dijo que al comer
del fruto de este árbol alcanzarán una esfera de existencia más elevada y
entraran en un campo de conocimiento más amplio. Añadió que él mismo había
comido de ese fruto prohibido y, como resultado, había adquirido el don del
habla. Insinuó que por egoísmo el Señor no quería que comiesen del fruto, pues
entonces serán exaltados a un plano de igualdad con él. Que Dios les había
prohibido que gustasen del fruto, o que lo tocasen, debido a las maravillosas
propiedades que tenía: impartir sabiduría y poder” (PP 37).
Este relato presenta
un curso intensivo de cosmovisiones. La cosmovisión de Eva antes de la Caída se
basaba en el conocimiento de un Dios creador que proveía abundantemente para su
Creación, motivado solo por un amor desinteresado. El árbol prohibido era una prueba
y un símbolo de que Adán y Eva, aunque libres, no debían vivir autónomamente
separados del Dios que los creó.
Pero la serpiente
inscribió una imagen diferente en la impresionable e inocente Eva. Reinterpretó
la dinámica del jardín, utilizando los mismos datos que tenían a su alrededor
de una manera que pintaba a Dios como: (1) sumamente restrictivo de lo que es
bueno, (2) amenazado por aquellos que participan de los poderes que imparte el
conocimiento del árbol prohibido, y (3) desinformado/engañoso en cuanto a las
consecuencias letales del árbol. Uno se vería obligado a dudar del amor de un
Dios así. Una vez que se socava el amor, la persona cuestiona la veracidad de
las palabras de Dios, y está a un paso de rechazar su autoridad.
Adán y Eva hicieron
esto, y todos hemos seguido su ejemplo. La misión de la educación adventista
del séptimo día es revertir este giro inicial del carácter de Dios en la mente
de sus criaturas y reemplazarlo por la verdad de quién es Dios. Ser creados a
la imagen de Dios nos hace únicos para esta tarea.
APLICACIÓN A LA VIDA
- 1.El trío de vergüenza, desnudez y miedo conforma un motivo clave en
el relato de la tentación. La desnudez y la falta de vergüenza son las
descripciones introductorias de la primera pareja humana antes de sucumbir
a la tentación (Gén. 2:25). El descubrimiento de su desnudez y la
vergüenza implícita son los primeros resultados de la desobediencia (Gén.
3:7). Nuevamente, es el miedo y la vergüenza lo que los hace esconderse
cuando escuchan la voz de Adonai Elohim, el Señor Dios (Gén. 3:9, 10). El
Señor incluso les pregunta cómo saben que están desnudos (Gén. 3:11). No
se utilizan las palabras hebreas para pecado, rebelión ni iniquidad en el
relato. ¿Por qué crees que es así? ¿En qué medida la vergüenza y el miedo
son fundamentales para la humanidad? ¿Cómo abordamos estos temas al tener
conocimiento de Dios y de su salvación?
- 2.La gente todavía considera que el Dios cristiano es restrictivo. Con
tanta frecuencia hemos escuchado: “¿Qué hay de malo en hacer” esto o
aquello? ¿Cuál es la forma más efectiva de disipar esta mancha milenaria
en la reputación de Dios? Una estrategia es mostrar que Dios todavía
restringe solo una cosa de su Creación: el pecado. El hecho de que un solo
árbol produzca mil frutos diferentes no significa que Dios nos restrinja
de mil cosas diferentes.
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