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Un paso de fe - Libro complementario - 13


 UN PASO DE FE

Durante su reinado, el rey Federico Guillermo III de Prusia se encontró en dificultades. Las recientes guerras habían sido costosas y, al tratar de levantar la nación, estaba seriamente corto de finanzas. No podía desilusionar a su gente y capitular ante el enemigo; aquello era impensable. Después de una reflexión cuidadosa, decidió pedir a las mujeres de Prusia que trajeran las joyas de oro y plata para ser fundidas en bien de su país. Por cada joya recibida, el decidió dar a cambio un adorno de bronce o hierro como símbolo de gratitud. Cada adorno tendría inscritas las palabras, "Yo di oro a cambio de hierro, 1813".

La respuesta fue abrumadora. Pero, más importante, las mujeres apreciaron más los regalos del rey que sus antiguas joyas. Por supuesto, la razón es clara. Los adornos eran prueba de que habían hecho un sacrificio para su rey. De hecho, llegó a estar fuera de moda usar joyas, y así se estableció la Orden de la Cruz de Hierro. Los miembros no usaban ornamentos excepto una cruz de hierro que todos* pudieran ver. Nosotros también, como cristianos, declaramos que ningún sacrificio es demasiado grande por aquel que dio tanto por nosotros. Nos motiva su amor para comprometer toda nuestra vida a su servicio.

La fe genuina siempre conduce a la acción. La iglesia del Nuevo Testamento era apasionada por la testificación.

Compartir a Cristo era el resultado natural de su relación con él. Estaban preparados para hacer el sacrificio supremo por su causa. Muchos de ellos sufrieron persecución, encarcelamiento y aun la muerte. Ningún sacrificio era demasiado grande por Jesús, quien dio tanto por ellos.

Su dedicación a Cristo a menudo los llevó a dar un salto de fe. Cristo los llamó a que salieran de su zona de confort. La tarea que debían realizar era demasiado grande, pero no era grande Dios, ya que para él no hay imposibles. Ellos se aferraron a las promesas de Dios y con fe salieron para cambiar al mundo.

La tarea que tenemos por delante hoy está mucho más allá de nuestra capacidad. Cristo nos está llamando a dar un salto de fe. En este capítulo repasaremos la dedicación transformadora de la iglesia del Nuevo Testamento a la luz del compromiso de Cristo para redimirnos. Jesús estaba totalmente entregado a la voluntad del Padre. El foco único de su vida era la salvación de la humanidad. Ningún sacrificio era demasiado grande para alcanzar esa meta.

Amor abnegado

Filipenses 2:5 al 11 efe uno de los pasajes más magníficos de toda la Biblia acerca de la condescendencia de Cristo. Algunos llaman a este pasaje "El cántico de Cristo". Todo el libro de Filipenses se concentra en tres temas principales: regocijo, humildad y fe. El capítulo 2 destaca el tema de la humildad. Jesús dejó las magníficas glorias de su condición exaltada en el cielo, se despojó de los privilegios y prerrogativas como alguien igual a Dios, entró en el ámbito de la humanidad como un siervo y murió la muerte más degradante en la Cruz. El apóstol Pablo usa este ejemplo de Jesús como modelo para la vida cristiana. La vida de sacrificio de Cristo, de ministerio abnegado, es el modelo para toda la fe cristiana. Él dejó el Reino celestial, y vino a la tierra como el "siervo infatigable de las necesidades del hombre".1 En la introducción del libro de Filipenses, la Biblia de Estudio de Andrews ofrece esta vislumbre adicional: "Los cristianos se despojan de sus derechos a la igualdad, y rinden servicio los unos a los otros en amor y humildad para impedir que añore el espíritu de rivalidad. A través de este acto de humillación personal, los cristianos también se distinguen de la gente del mundo, que busca afirmar sus derechos y enredarse en luchas para alcanzar la igualdad con sus pares y superiores".2

Un análisis cuidadoso de Filipenses 2:5 al 11 revela joyas de verdad para nuestras vidas hoy. El pasaje comienza con estas palabras memorables: "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús" (vers. 5). Anteriormente en el capítulo, Pablo había presentado la necesidad de unidad y humildad abnegada. Ahora enfoca a Cristo como nuestro ejemplo de vida sacrificial y ministerio. La mentalidad de Cristo es la mentalidad de servicio.

Jesús estaba consagrado a ministrar a las necesidades de quienes lo rodeaban. Jesús tenía la forma (vers. 6), o la misma esencia de Dios. Poseía todas las características y cualidades eternas de Dios. De acuerdo con el Comentario bíblico adventista, "esto coloca a Cristo en igualdad con el Padre y muy por encima de todo otro poder. Pablo lo destaca para describir más vividamente las profundidades de la humillación voluntaria de Cristo".3 Cristo no pensó que fuera una "usurpación" el ser "igual a Dios".

En otras palabras, reconoció su naturaleza eterna y su unicidad con el Padre, pero voluntariamente abandonó su posición al lado del Padre y se "despojó a sí mismo". La traducción literal de esta frase en el versículo 7 es "se vació". Se despojó de todo el reino de gloria. Renunció (dejó latentes), para nuestro bien, a todas las características y cualidades inherentes que eran suyas por su naturaleza y unidad con Dios. Él vino no a un palacio real, como hijo de la realeza, sino como un siervo humilde y obediente. En griego, la palabra para siervo es doulos, que significa "esclavo". Pablo está contrastando dos condiciones, la forma de Dios y la forma de un siervo. Jesús pasó de la condición más elevada a la más baja, por nosotros. Renunció a su soberanía divina a cambio de una vida de sacrificio. Tener la mente de Cristo es tener la mente de un sacrificio propio amante por la salvación de otros. La mente de Cristo es de ministerio y servicio. Es de misericordia, compasión, perdón y gracia.

La muerte de Cristo en la Cruz revela su corazón de amor. El amor genuino siempre nos lleva a hacer sacrificios por los que amamos. El amor es un compromiso. Es tomar la decisión de buscar lo mejor para otros. El amor nos impulsa a hacer sacrificios en nuestra vida para el Reino de Dios. Nos coríduce a usar los dones que nos dio, avanzando por fe para bendecir a otros.

Las demandas del amor

Después de su crucifixión y resurrección, Jesús se reunió con un pequeño grupo de sus discípulos a orillas del Mar de Galilea. Su meta esa mañana temprano era reconstruir a un hombre. Pedro recientemente lo había negado tres veces, y Jesús esperaba evocar una respuesta de amor del corazón de Pedro, dándole un nuevo sentido de perdón, aceptación y propósito. Después de una noche de pesca en la que estos pescadores experimentados no atraparon ni un solo pez, Jesús realizó un milagro divino. Sus redes estaban llenas con una pesca maravillosa. Sentados alrededor del fuego esa mañana en Galilea, Jesús le dirigió a Pedro esta pregunta pertinente:
"-Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos?

"Le respondió:

"Sí, Señor; tú sabes que te quiero.

"Él le dijo:

"-Apacienta mis corderos" (Juan 21:15, RVR 95).

En el lenguaje original del texto, aquí hay dos palabras para amar y querer, al igual que en castellano. Cuando Jesús le hizo la pregunta a Pedro, le dijo: "¿Me amas (agape)?" La palabra agape se refiere al amor que fluye del corazón de Dios. Es de origen divino. Es puro, abnegado.

Cuando Pedro responde a Jesús, no usa la palabra agape; dice: "Sí, Señor; tú sabes que te quiero". La palabra griega que usa Pedro es fileo, una palabra que se refiere a un profundo vínculo humano. Por ejemplo, la palabra filadelfia significa "amor fraternal". La respuesta de Jesús fue decirle "apacienta mis corderos". En otras palabras, entrega tu vida en servicio abnegado. Ve a trabajar por mí y a ministrar a otros. Jesús le hace a Pedro otra vez la misma pregunta en el versículo 16, usando las mismas palabras, pero la tercera vez, en el versículo 17, Jesús cambia la palabra querer en lugar de amar al hacerle la pregunta. Esto no es evidente en todos los idiomas (sí en el castellano, como en el original). Jesús ya no le pregunta a Pedro "¿me amas?" con el agape [amor] divino. Le pregunta, "¿me fi/eo [quieres]?". Pareciera que Jesús le está diciendo: "Pedro, sé que tu amor por mí fluye a través de los débiles canales de tu humanidad. Me has negado tres veces, pero te perdono. Mi gracia es tuya. Comienza donde estás. Ve a trabajar por mí, y tu amor por mí crecerá y se expandirá hasta un profundo amor divino por otros". Pedro le falló a Jesús en un momento muy crítico en la vida de Cristo, pero esto no descalificó a Pedro para servir. Jesús envió a un Pedro perdonado, transformado, a trabajar por él en la salvación de almas.

A semejanza de Pedro, nuestro amor por Cristo crecerá al servir a otros. Cuanto más amemos a Jesús, más desearemos compartir ese amor con la gente que nos rodea. Cuanto más compartamos su amor con la gente a nuestro alrededor, tanto más crecerá nuestro amor por Jesús. Elena de White comparte esta verdad eterna en su libro clásico El camino a Cristo: "El espíritu de trabajo desinteresado por otros da al carácter profundidad, estabilidad y amabilidad como las de Cristo, y trae paz y felicidad a su poseedor".4Cuando damos el paso de fe y llegamos a estar activamente involucrados en la testificación, crecemos espiritualmente. Los gozos mayores de la vida vienen al compartir el amor de Dios con otros. Al buscar diariamente oportunidades de compartir lo que Cristo significa para nosotros, veremos oportunidades providenciales. El Espíritu Santo traerá a nuestra vida personas que están buscando a Dios.

Muchas personas dejan de testificar porque no están seguros de qué deben decir. Otros temen el rechazo, ser avergonzados. La testificación no es discutir con otros. Es compartir lo que Cristo ha hecho por nosotros. Nos amistamos con ellos, luégo los hacemos amigos cristianos, luego los hacemos amigos cristianos adventistas.

Hay una hermosa declaración de la mensajera de Dios para estos días finales que nos asegura que nuestra testificación más poderosa es nuestro testimonio. "Nuestra confesión de su fidelidad es el agente escogido por el Cielo para revelar a Cristo al mundo. Debemos reconocer su gracia como fue dada a conocer por los santos de antaño; pero lo que será más eficaz es el testimonio de nuestra propia experiencia. Somos testigos de Dios mientras revelamos en nosotros mismos la obra de un poder divino".5

El sacrificio de los pioneros adventistas

En una colección de relatos de pioneros adventistas, los editores de la Adventist Review [Revista Adventista] escribieron:

Hay relatos increíbles de fe y heroísmo demostrados en la vida de nuestros pioneros* adventistas. Muchos de nuestros antepasados espirituales soportaron fríos intensos, calor opresivo, lluvia, nieve, comida de calidad pobre y escasa, habitaciones llenas de humo y la separación de la familia, a fin de llevar el evangelio a regiones lejanas, viajando en botes, trineos, trenes, carruajes o a pie. ¿Cómo fue posible que un puñado de visionarios sin riquezas construyeran iglesias y establecieran casas publicadoras, hospitales y escuelas en los primeros años de nuestro movimiento? Las historias de milagros, de la intervención divina unida a su fe y sacrificio por su pueblo, abundan.6

Estos primeros adventistas salieron por fe, dando todo lo que tenían para compartir las buenas nuevas del pronto regreso de Jesús. James White y Elena de White a menudo estaban en estrecheces financieras en los primeros días del movimiento. James importaba bienes del oeste de los Estados Unidos para vender en el este del país y así tener unos pocos ingresos adicionales. En una ocasión, comenzó un taller de fabricación de escobas para ganar un dinero extra. Compró y vendió cueros de animales. En su condición debilitada debido a su enfermedad, segó un campo de heno por unos pocos dólares por día. Los White usaban los pocos dólares que ganaban para sobrevivir, y para hacer avanzar la causa de Cristo.

Como padre viudo, John Nevins Andrews viajó a Europa con sus dos hijos en 1874, para hacer avanzar la causa de Cristo. Andrews era un erudito brillante que hablaba con fluidez siete idiomas, y podía repetir el Nuevo Testamento de memoria. Trabajó incansablemente por la causa de Cristo en Europa y murió a la edad de 54 años, habiendo entregado todo por el Maestro.

Joseph Bates, el veterano capitán marino, aceptó el mensaje adventista y llegó a ser uno de sus ardientes defensores. El capitán Bates fue uno de los primeros promotores del mensaje de salud entre los adventistas del séptimo día. Como capitán de mar, vio los efectos perjudiciales del alcohol y el tabaco entre sus marineros, y con el tiempo prohibió fumar y beb&r alcohol en sus barcos.

Se interesó en el sábado cuando leyó un folleto de T. M. Preble sobre la naturaleza eterna de la Ley de Dios y del sábado. Después de visitar a la familia Farnsworth en Washington, Nueva Hampshire, se convenció de que el sábado fue dado en la Creación, ordenado por los Diez Mandamientos, observado por los verdaderos seguidores de Dios en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento, y guardado por Jesús. (Ver Gén. 2:1-3; Éxo. 20:8-11; Eze. 20:12; Luc. 4:16; Juan 14:15). La dedicación de Bates a la verdad bíblica y su creencia en la pronta venida de Cristo lo motivaron para salir por fe, vender su casa y usar el dinero para hacer avanzar la causa de Cristo.

Abram La Rué: motivado por la misión

Mi punto no es que salgamos y vendamos lo que tenemos. Dios no está llamando a cada uno de nosotros a hacer eso ahora mismo, pero nos está llamando a dar un paso de fe con el deseo apasionado de testificar por Cristo. Podemos encontrar un modelo en Abram La Rué. Este baluarte de la fe solicitó a la Asociación General que lo enviara a China. La Asociación General declinó su pedido debido a la falta de recursos y a la edad de La Rué. Tenía más de sesenta años en ese momento. Recién convertido a la fe adventista, no se desanimó. Usó sus propios recursos y compró un pasaje en un barco que salía hacia Hawaii. Una vez allí, vendió publicaciones adventistas en la isla hasta que tuvo lo suficiente para comprar un pasaje a China.

Llegó a Hong Kong el 3 de mayo de 1888. Estaba solo y no tenía contactos chinos, pero comenzó a desarrollar relaciones y a vender publicaciones adventistas a los marineros británicos en el puerto. Algunos marineros aceptaron el mensaje adventista y llevaron la esperanza adventista de regreso a Inglaterra. Un informe compartía esta experiencia acerca de la fe y la dedicación de La Rué:

El hermano La Rué comenzó su misión en la calle Arsenal, cerca del mar. "La habitación grande se usaba como sala de reuniones evan-gelizadoras, y una buena cantidad de libros religiosos y Biblias se exhibían en forma atra-yente. Entre los soldados, marineros y viajeros, el lugar pronto llegó a conocerse como la oficina central de cualquier hombre que necesitara un amigo. La semilla sembrada en medio de la arena cambiante de tal suelo echó raíces en algunos casos, y no pocos hombres volvieron a sus casas, en los cuatro ángulos de la Tierra, agradeciendo a Dios por el faro establecido en este punto estratégico de la gran carretera al Lejano Oriente".7

Abram La Rué trabajó solo durante quince años en China, en los últimos años de su vida. Finalmente, en 1902, los primeros nueve conversos fueron bautizados por el recientemente llegado misionero, el pastor J. N. Anderson. Por fin. La Rué vio los primeros frutos de sus labores.

¿Qué lo motivó a él y a otros pioneros adventistas a viajar a los confines de la Tierra para proclamar el pronto regreso de Jesús? ¿Qué los instó a dejar a sus amigos y parientes para ir a tierras algunas veces hostiles? ¿Qué los indujo a hacer tantos sacrificios personales y financieros? ¿Por qué salieron por fe y se entregaron enteramente a la causa de Cristo? Hay solo una razón: fueron transformados por la gracia de Jesús. El mensaje adventista cambió su vida, y ellos fueron impulsados a salir por fe para compartir el amor de Dios con otros.

El sacrificio de Cristo motiva nuestras acciones

David Livingstone una vez comentó:

La gente habla del sacrificio que he hecho al pasar gran parte de mi vida en África. ¿Puede llamarse sacrificio a eso que sencillamente salda una pequeña parte de una gran deuda con Dios, que nunca podremos pagar? ¿Es ese un sacrificio que trae su propia recompensa bendita en una actividad saludable, la conciencia de hacer el bien, la paz mental y una brillante esperanza de un destino glorioso de aquí en adelante? Declaro rotundamente que no se trata de un sacrificio. Digamos que es un privilegio. La ansiedad, la enfermedad, el sufrimiento o el peligro, de vez en cuando, dejando de lado las comodidades comunes de esta vida, pueden hacer que nos detengamos, y que el espíritu vacile y el alma se hunda; pero que esto sea solo por un momento. TodQ esto no es nada comparado con la gloria que de aquí en adelante se revelará en nosotros. Nunca hice un sacrificio. De esto no debemos hablar, cuando recordamos el gran sacrificio que hizo Cristo al dejar el trono de su Padre en lo alto para entregarse por nosotros.8

David Livingstone entendió claramente que el sacrificio de Jesús por él fue mucho mayor que cualquier sacrificio por la causa de Cristo que él hiciera.

Como declaró apasionadamente el apóstol Pablo: "El amor de Cristo nos constriñe" (2 Cor. 5:14). A la luz del amor de Cristo y de su pronto regreso, David Livingstone y los primeros creyentes adventistas fueron impulsados a compartir el mensaje de su amor. Creyeron las palabras de Cristo: "Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin" (Mat. 24:14).

Considerando la herencia de los fieles creyentes del pasado, y con la esplendorosa luz de la eternidad delante de nosotros, Jesús nos invita a dar un paso de fe y a consagrar toda nuestra vida a su servicio. Su amor nos impulsa a dar todo lo que tenemos y somos a su causa. ¿Te detendrás un momento y dedicarás tu vida a compartir su amor y verdad con la gente en tu esfera de influencia? ¿Dedicarás tu vida para testificar de él en esta hora de crisis de la historia de la tierra? ¿Por qué no inclinas tu cabeza y le pides a Jesús que ponga en tu corazón la pasión ardiente de ser un embajador para él?


1  Elena de White, El ministerio de curación, p. 11.

2  "La Epístola de San Pablo a los Filipenses: Mensaje", Biblia de estudio de Andrews, RV95 (ACES, IADPA, Pacific Press, 2014), p. 1.478.

3  Francis D. Nichol, ed„ Comentario bíblico adventista, t. 7, p. 160.

4  White, El camino a Cristo, p. 79.

5  Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 313.

6  "Pioneer Stories" [Historias de los pioneros], Adventist Heritage Ministries, tomado de https://www.adventistheritage.org/ahm-sites/ pioneer-stories [consultado el 5 de noviembre de 2019].

7 Wu Chook Ying, "Abram La Rué", Adventísm ¡n China, tomado de: http://www.adventisminchina.org/individual-name/expatriates/larue [consultado el 2 de febrero de 2020]

8  William Garden Blaikie, The Life of David Livingstone, Chiefiy From His Unpubiished Journais and Correspondence in the Possession of His Family [La vida de David Livingstone, principalmente a partir de sus diarios inéditos y correspondencia en posesión de su familia] (Londres: John Murray, 1903), p. 190.

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