1. Palabra de Jehová.
Aquí comienza una nueva
profecía que, según algunos, continúa hasta el cap. 17: 18. El mensaje del cap.
14 no lleva fecha, pero se ha pensado que Jeremías lo presentó antes de la
última parte del tercer año del reinado de Joacim (cap. 25: 1), porque en
ninguna parte del capítulo se insinúa siquiera que los caldeos hubieran llegado
ya a Jerusalén.
La sequía.
Si esta sequía es la misma que se
describe en el cap. 3: 3, es posible que esta profecía deba situarse poco más o
menos en la primera década del ministerio de Jeremías.
2. Sus puertas.
En la antigüedad los negocios se
efectuaban en las puertas de las ciudades (ver com. Gén. 19: 1). El
desdoblamiento de las puertas indicaba que el comercio y otras actividades
públicas habían cesado.
3. No hallaron
agua.
Compárese con 1 Rey. 18: 5; Amós 4: 7-8.
Cubrieron sus
cabezas.
Actitud que denota pesar (2 Sam. 15: 30; 19: 4).
4. Se resquebrajó.
Mejor, "se llenó
de espanto". Poéticamente muchas veces se atribuye a un objeto inanimado lo que
sólo puede sentir una persona.
5. Las
ciervas.
A pesar de su costumbre instintiva de cuidar muy bien a sus
pequeños, la cierva abandonaría su cría para buscar desesperada e inútilmente su
alimento.
7. Aunque nuestras iniquidades.
Movido por el amor que siente por su pueblo, Jeremías se siente
impulsado a orar para que se le conceda el perdón (ver com. cap. 7: 16). En
nombre de su pueblo, confiesa voluntariamente la transgresión de los suyos. El
profeta sabía que la apostasía espiritual de Judá había ocasionado la sequía en
su tierra (cap. 3: 2-3).
8. Esperanza de
Israel.
Heb. miqweh yisra'el , expresión que aparece sólo aquí y en Jer.
17: 13. El profeta destaca el hecho de que Israel puede hallar esperanza
únicamente en el Señor.
Como forastero.
El profeta emplea este
símil para expresar la aparente indiferencia de Dios hacia Judá en "el tiempo de
la aflicción".
9. Atónito.
O
"perplejo". La LXX traduce: "¿Querrás ser como un hombre dormido?"
Entre
nosotros.
La fe triunfante de Jeremías le asegura que Dios no es un
"forastero", como se insinúa en el vers. 8 (ver com.), sino que el Señor
permanece leal en medio de su pueblo. El profeta confía en que aunque el Señor
tarde en actuar, como "valiente" que es, salvará a los suyos.
10. No se agrada de ellos.
Por
cuanto el pueblo de Judá no se ha apartado de su pecado, sino que se ha
complacido en "vagar" por los caminos de su propia transgresión, Dios se ve
obligado a rechazar el pedido de Jeremías.
11. No ruegues.
Cf. cap. 7: 16; 11: 14.
12. No lo aceptaré.
Es evidente que
sus ayunos y sacrificios eran nada más que actos ceremoniales rutinarios,
carentes del espíritu de la verdadera adoración (Isa. 1: 10-15), y por lo tanto
inaceptables para Dios. Sin embargo, también podría interpretarse que esos
ayunos y sacrificios, aunque en cierta medida sinceros, se habían realizado
demasiado tarde como para impedir el castigo divino.
Con espada.
Espada, hambre y enfermedades, trío proverbialmente inseparable y
maléfico, han sido azotes de la guerra, según lo demuestra tan constantemente la
historia de la humanidad (cap. 21: 9).
13. Los profetas les dicen.
Una de las causas principales
de la decadencia espiritual de los israelitas era la influencia poderosa hacia
el mal que ejercían muchos profetas falsos y corruptos, que buscaban popularidad
engañando al pueblo y prometiéndole una paz que no habría. Engañaban diciendo
que por cuanto los israelitas eran el pueblo escogido 448 de Dios estaban a
cubierto de toda derrota, y que sólo les ocurrirían cosas buenas. Como la
enseñanza de esos falsos dirigentes religiosos era más agradable a los oídos que
los mensajes que daban los verdaderos siervos de Dios, los falsos profetas eran
considerados con mucho mayor simpatía que los portavoces designados por Dios. La
oposición de los falsos profetas dificultaba mucho la tarea de los mensajeros de
Dios (Isa. 30: 8-10; Jer. 5: 31; Eze. 13; Amós 3: 5-12).
No veréis.
Con su tono característico, los falsos profetas prometían cosas
agradables al pueblo, y le aseguraban que los tres azotes pronosticados por Dios
no lo alcanzarían (vers. 12); y en cambio le prometían bendiciones de
prosperidad continua y "paz verdadera".
15. Con espada y con hambre.
El Señor declara que esos
engañadores serían víctimas de los mismos desastres que habían declarado que
nunca ocurrirían.
16. No habrá quien los
entierre.
Los judíos consideraban que era una gran deshonra no ser
enterrados con la ceremonia y el respeto debidos (cap. 8: 2; 16: 5-6).
17. La virgen hija.
Metáfora para
referirse a Judá, y específicamente a Jerusalén, la ciudad capital (Isa. 37: 22;
Jer. 8: 21; Lam. 1: 15; 2: 13).
18. He aquí
muertos.
El profeta prevee la situación desolada del país por causa del
cautiverio babilónico.
Enfermos de hambre.
Los que sufrirían por
las enfermedades ocasionadas por el hambre, tales como las dolencias de la
desnutrición y otras debilidades físicas que se deben a la falta de alimento.
Anduvieron vagando.
Literalmente, "pasaron por la tierra" como
mercaderes, mendigos o pastores. No es totalmente claro el sentido de este
pasaje. Algunos opinan que tanto el profeta como el sacerdote vagarían en la
tierra de su cautiverio sin saber dónde morar ni adónde serían llevados. Otros
creen que debe interpretarse que los falsos dirigentes espirituales no
aprenderían nada de la extrema severidad del exilio, y que seguirían pregonando
sus engaños durante su cautiverio.
19. Desechado enteramente.
El amor por su patria y por su
pueblo (vers. 7-9) hacen que el profeta interceda de nuevo apasionadamente en
favor de ellos. Comienza con un ferviente debate con Dios acerca de las razones
de esa situación tan calamitosa.
20. Reconocemos.
Jeremías reconoce voluntariamente las
transgresiones de su pueblo; pero recurre al amor que Dios tiene para con su
pueblo (ver com. Sal. 85: 10).
21. Por amor
de tu nombre.
Compárense los argumentos empleados por Jeremías con los
de Moisés cuando intercedió en favor de Israel (Núm. 14: 15-19).
Trono.
El trono de Dios es el símbolo de la presencia divina. Aquí el "trono"
parece referirse a la ciudad de Jerusalén como morada de Dios (cap. 3: 17; 17:
12).
22. Idolos.
Todos pudieron ver
con gran claridad cuán incapaces fueron los ídolos durante la época de sequía
(vers. 1), pues esos falsos dioses no pudieron hacer que lloviera sobre la
tierra calcinada (cf. Isa. 41: 29; Jer. 10: 3, 8).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE T4
CBA LIBRO DE JEREMÍAS CAPÍTULO 14
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