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CBA LIBRO DE JEREMÍAS CAPÍTULO 14


 CBA LIBRO DE JEREMÍAS CAPÍTULO 14

1. Palabra de Jehová.

Aquí comienza una nueva profecía que, según algunos, continúa hasta el cap. 17: 18. El mensaje del cap. 14 no lleva fecha, pero se ha pensado que Jeremías lo presentó antes de la última parte del tercer año del reinado de Joacim (cap. 25: 1), porque en ninguna parte del capítulo se insinúa siquiera que los caldeos hubieran llegado ya a Jerusalén.

La sequía.

Si esta sequía es la misma que se describe en el cap. 3: 3, es posible que esta profecía deba situarse poco más o menos en la primera década del ministerio de Jeremías.

2. Sus puertas.

En la antigüedad los negocios se efectuaban en las puertas de las ciudades (ver com. Gén. 19: 1). El desdoblamiento de las puertas indicaba que el comercio y otras actividades públicas habían cesado.

3. No hallaron agua.

Compárese con 1 Rey. 18: 5; Amós 4: 7-8.

Cubrieron sus cabezas.

Actitud que denota pesar (2 Sam. 15: 30; 19: 4).

4. Se resquebrajó.

Mejor, "se llenó de espanto". Poéticamente muchas veces se atribuye a un objeto inanimado lo que sólo puede sentir una persona.

5. Las ciervas.

A pesar de su costumbre instintiva de cuidar muy bien a sus pequeños, la cierva abandonaría su cría para buscar desesperada e inútilmente su alimento.

7. Aunque nuestras iniquidades.

Movido por el amor que siente por su pueblo, Jeremías se siente impulsado a orar para que se le conceda el perdón (ver com. cap. 7: 16). En nombre de su pueblo, confiesa voluntariamente la transgresión de los suyos. El profeta sabía que la apostasía espiritual de Judá había ocasionado la sequía en su tierra (cap. 3: 2-3).

8. Esperanza de Israel.

Heb. miqweh yisra'el , expresión que aparece sólo aquí y en Jer. 17: 13. El profeta destaca el hecho de que Israel puede hallar esperanza únicamente en el Señor.

Como forastero.

El profeta emplea este símil para expresar la aparente indiferencia de Dios hacia Judá en "el tiempo de la aflicción".

9. Atónito.

O "perplejo". La LXX traduce: "¿Querrás ser como un hombre dormido?"

Entre nosotros.

La fe triunfante de Jeremías le asegura que Dios no es un "forastero", como se insinúa en el vers. 8 (ver com.), sino que el Señor permanece leal en medio de su pueblo. El profeta confía en que aunque el Señor tarde en actuar, como "valiente" que es, salvará a los suyos.

10. No se agrada de ellos.

Por cuanto el pueblo de Judá no se ha apartado de su pecado, sino que se ha complacido en "vagar" por los caminos de su propia transgresión, Dios se ve obligado a rechazar el pedido de Jeremías.

11. No ruegues.

Cf. cap. 7: 16; 11: 14.

12. No lo aceptaré.

Es evidente que sus ayunos y sacrificios eran nada más que actos ceremoniales rutinarios, carentes del espíritu de la verdadera adoración (Isa. 1: 10-15), y por lo tanto inaceptables para Dios. Sin embargo, también podría interpretarse que esos ayunos y sacrificios, aunque en cierta medida sinceros, se habían realizado demasiado tarde como para impedir el castigo divino.

Con espada.

Espada, hambre y enfermedades, trío proverbialmente inseparable y maléfico, han sido azotes de la guerra, según lo demuestra tan constantemente la historia de la humanidad (cap. 21: 9).

13. Los profetas les dicen.

Una de las causas principales de la decadencia espiritual de los israelitas era la influencia poderosa hacia el mal que ejercían muchos profetas falsos y corruptos, que buscaban popularidad engañando al pueblo y prometiéndole una paz que no habría. Engañaban diciendo que por cuanto los israelitas eran el pueblo escogido 448 de Dios estaban a cubierto de toda derrota, y que sólo les ocurrirían cosas buenas. Como la enseñanza de esos falsos dirigentes religiosos era más agradable a los oídos que los mensajes que daban los verdaderos siervos de Dios, los falsos profetas eran considerados con mucho mayor simpatía que los portavoces designados por Dios. La oposición de los falsos profetas dificultaba mucho la tarea de los mensajeros de Dios (Isa. 30: 8-10; Jer. 5: 31; Eze. 13; Amós 3: 5-12).

No veréis.

Con su tono característico, los falsos profetas prometían cosas agradables al pueblo, y le aseguraban que los tres azotes pronosticados por Dios no lo alcanzarían (vers. 12); y en cambio le prometían bendiciones de prosperidad continua y "paz verdadera".

15. Con espada y con hambre.

El Señor declara que esos engañadores serían víctimas de los mismos desastres que habían declarado que nunca ocurrirían.

16. No habrá quien los entierre.

Los judíos consideraban que era una gran deshonra no ser enterrados con la ceremonia y el respeto debidos (cap. 8: 2; 16: 5-6).

17. La virgen hija.

Metáfora para referirse a Judá, y específicamente a Jerusalén, la ciudad capital (Isa. 37: 22; Jer. 8: 21; Lam. 1: 15; 2: 13).

18. He aquí muertos.

El profeta prevee la situación desolada del país por causa del cautiverio babilónico.

Enfermos de hambre.

Los que sufrirían por las enfermedades ocasionadas por el hambre, tales como las dolencias de la desnutrición y otras debilidades físicas que se deben a la falta de alimento.

Anduvieron vagando.

Literalmente, "pasaron por la tierra" como mercaderes, mendigos o pastores. No es totalmente claro el sentido de este pasaje. Algunos opinan que tanto el profeta como el sacerdote vagarían en la tierra de su cautiverio sin saber dónde morar ni adónde serían llevados. Otros creen que debe interpretarse que los falsos dirigentes espirituales no aprenderían nada de la extrema severidad del exilio, y que seguirían pregonando sus engaños durante su cautiverio.

19. Desechado enteramente.

El amor por su patria y por su pueblo (vers. 7-9) hacen que el profeta interceda de nuevo apasionadamente en favor de ellos. Comienza con un ferviente debate con Dios acerca de las razones de esa situación tan calamitosa.

20. Reconocemos.

Jeremías reconoce voluntariamente las transgresiones de su pueblo; pero recurre al amor que Dios tiene para con su pueblo (ver com. Sal. 85: 10).

21. Por amor de tu nombre.

Compárense los argumentos empleados por Jeremías con los de Moisés cuando intercedió en favor de Israel (Núm. 14: 15-19).

Trono.

El trono de Dios es el símbolo de la presencia divina. Aquí el "trono" parece referirse a la ciudad de Jerusalén como morada de Dios (cap. 3: 17; 17: 12).

22. Idolos.

Todos pudieron ver con gran claridad cuán incapaces fueron los ídolos durante la época de sequía (vers. 1), pues esos falsos dioses no pudieron hacer que lloviera sobre la tierra calcinada (cf. Isa. 41: 29; Jer. 10: 3, 8).


COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE T4

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