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CBA LIBRO DE JEREMÍAS CAPÍTULO 34

 


CBA LIBRO DE JEREMÍAS CAPÍTULO 34

1. Cuando Nabucodonosor.

Este capítulo comienza relatando los acontecimientos que evidentemente transcurrieron al principio del último asedio contra Jerusalén, mientras el profeta estaba aún en libertad, porque la profecía aquí dirigida a Sedequías (vers. 2-3) fue citada por el rey como motivo para que se encarcelara a Jeremías (ver com. cap. 32: 2).

3. Verán los ojos.

Ver com. cap. 32: 4.

4. No morirás a espada.

Sin duda se le dio esta promesa a Sedequías para que dejara de resistir a los babilonios e hiciera paz con Nabucodonosor. Aunque Sedequías fuera llevado cautivo a Babilonia, si se sometía a sus captores, aseguraría una vida pacífica y una sepultura honorable.

5. Quemaron especias por tus padres.

Sin duda ésta es una referencia a los inciensos y las especias que se quemaban en los funerales de reyes y personas de alta jerarquía (2 Crón. 16: 14; 21: 18-19).

Te endecharán.

Nótese el contraste entre esta predicción y, la que hizo Jeremías concerniente al entierro de Joacim (cap. 22: 18-19). Se le asegura a Sedequías que no sufriría la misma deshonra que aquél en su muerte, si tan solo se sometía a Babilonia.

7. Laquis.

Esta ciudad es mencionada porque, después de Jerusalén, era una de las más fortificadas de Judá (2 Rey. 18: 13-14, 17; 2 Crón 32: 9), y porque, junto con Azeca, fue la que resistió por más tiempo a Nabucodonosor. En 1935 y 1938 se descubrieron en las ruinas de Laquis 21 cartas escritas en tinta sobre fragmentos de alfarería (ver t. I, PP. 130-132; t. II, PP. 99-100). Varias de éstas fueron escritas por Yoshayahu, evidentemente un oficial del ejército, destacado en algún lugar vecino a Laquis, y fueron dirigidas a Yaosh, comandante de Laquis, poco antes de las invasiones babilónicas. Estas cartas revelan nítidamente la situación inestable del país en vísperas de la caída de Judá. Una carta dice: "Y sepa [mi señor] que estamos observando para ver las señales de Laquis, según todas las indicaciones que mi señor ha 509 dado, porque no podemos ver a Azeca" (Armando Rolla, La Biblia frente a los últimos descubrimientos, Carta IV, [Buenos Aires: Ediciones Paulinas, 1961], p. 41). Una evidencia de la intensidad de la destrucción que poco después sufriera la ciudad de Laquis la encontramos en el hecho de que cuando la ciudad se incendió muchos de los ladrillos del muro quedaron de un color rojo vivo. Estos hallazgos de Laquis quizá reflejen el rigor de la destrucción que también sufrió Jerusalén en ese tiempo. Las ruinas se conocen ahora con el nombre de Tell ed-Duweir.

Azeca.

Esta era otra de las "ciudades fortificadas" de Judá (2 Crón. 11: 5-12). El lugar lleva ahora el nombre de Tell ez-Zakariyeh.

8. Para promulgarles libertad.

La ley mosaica permitía que los israelitas fueran vendidos como esclavos, por un tiempo limitado nada más (ver com. Exo. 21: 2), pero muchos se habían excedido en sus derechos. Los nobles de Judá, como los de Atenas antes de Solón, se valían de la ley contra las deudas para poder esclavizar a buen número de sus semejantes. Y ahora, ante el inminente peligro de un ataque babilonio, bien para asegurarse la cooperación voluntaria de hombres libres en vez de la ayuda forzada de esclavos, o bien por alguna otra razón, Sedequías prometió la libertad a todos los esclavos de Jerusalén.

10. Obedecieron.

En vista de los peligros externos, y de la posibilidad de un levantamiento de la clase oprimida que pudiera ayudar al invasor (Exo. 1: 10), la orden de Sedequías fue bien recibida y acatada por los príncipes y el pueblo.

11. Después se arrepintieron.

Cuando los caldeos levantaron transitoriamente el asedio, para hacer frente al ejército egipcio que se aproximaba (vers. 21; cap. 37: 5), la mayoría de los habitantes de Jerusalén creyó, equivocadamente, que el peligro que amenazaba a su ciudad había desaparecido, y otra vez "los sujetaron como siervos y siervas".

14. Al cabo de siete años.

Esta era la ley (ver com. Exo. 21: 2) que el pueblo había violado (Jer. 34: 8-11; cf. Isa. 58: 6).

15. Pacto en mi presencia.

Este acuerdo de liberar a los esclavos había sido solemnemente suscrito por el rey y por "todos los príncipes, y todo el pueblo" (vers. 8-10) en los atrios del templo, por lo cual, en cierto sentido, había sido hecho con Dios mismo (Neh. 5: 8-13). Por lo cual, al quebrantar este "pacto" el pueblo no sólo pecaba contra su prójimo sino también contra su Dios.

Es invocado mi nombre.

Cf. Jer. 7: 10-11; ver com. Deut. 12: 5.

17. Yo promulgo libertad.

La libertad que Dios había ordenado (Lev. 25: 10) -y que el pueblo había negado a sus prójimos, sería transformada, por medio del castigo de Dios, en "libertad" que dejaría a los transgresores entregados a "la espada y a la pestilencia y al hambre", también al cautiverio.

18. Dividiendo en dos partes el becerro.

Ver com. Gén. 15: 10 respecto al significado de este ritual.

19. Los oficiales.

Heb., "los eunucos". Muchos de éstos eran extranjeros (ver com. cap. 38: 7), que una vez que entraban al servicio del rey se hacían prosélitos. En las cortes reales del antiguo Cercano Oriente era común que los eunucos ocuparan elevados cargos. Los que se mencionan aquí, como los príncipes de Judá e Israel, quizá se habían enriquecido prestando dinero a los israelitas más pobres, y luego los esclavizaban a fin de obtener compensación.

20. Comida.

Este ultraje era considerado como un castigo extremo debido a una culpa (cap. 16: 4; 19: 7).

21. Se ha ido de vosotros.

Literalmente, "ha subido de en contra de vosotros". Esto muestra, como ya se dijera (ver com. vers. 11), que los babilonios habían levantado el asedio de Jerusalén, dando así a los príncipes de Jerusalén la falsa idea de que el peligro había pasado y la esperanza equivocada de que recibirían ayuda de Egipto (cap. 37: 5-10).

22. Con fuego.

Ver cap. 52: 12-14.

Hasta no quedar morador.

Ver com. cap. 32: 43.

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