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CBA LIBRO DE EZEQUIEL CAPÍTULO 4


CBA LIBRO DE EZEQUIEL CAPÍTULO 4

1. Tómate.

Los estudiosos de las profecías han debatido si los extraños acontecimientos de este capítulo fueron acciones reales, visibles, o sólo vívidos símbolos vistos por el profeta en visión, que después debía contar a la gente. Pueden citarse las siguientes razones para suponer que estos acontecimientos fueron presentados en forma visible ante los Ojos del pueblo: (1) Debían ser una señal para la casa de Israel (vers. 3); (2) hubo hechos similares en el caso de otros profetas cuando las acciones fueron evidentemente visibles: los cuernos de hierro de Sedequías (1 Rey. 22: 11), el andar "desnudo y descalzo" de Isaías por espacio de tres años (ver com. Isa. 20: 3), los yugos de madera de Jeremías Jer. 27: 2), y el matrimonio de Oseas con la ramera (Ose. 1: 3). El hecho de que Ezequiel sacara sus pertenencias a la vista del pueblo y luego se abriera paso a través de la pared (Eze. 12: 2-7), era evidentemente una representación objetiva del asedio que se avecinaba. Estas lecciones objetivas sin duda tenían el propósito de llamar la atención, porque lo que el ojo ve tiende a causar impresiones más profundas en la mente que las palabras que se escuchan. Todavía hoy en los sacramentos se presenta algo que se puede ver para profundizar más la enseñanza de las verdades divinas.

Adobe.

Heb. lebenah , "ladrillo" " (BJ). Era común en la antigüedad escribir en ladrillos. Los arqueólogos han descubierto miles de ladrillos con inscripciones.

2. Pondrás contra ella sitio.

Los cautivos esperaban que Jerusalén hubiese ya sufrido su último asedio. Animados por falsos profetas, esperaban volver pronto a su tierra natal. Sus más acariciadas esperanzas se verían anuladas sí aceptaban la predicación de Ezequiel de que habría otro asedio. Sin embargo, era inevitable la ruina de su amada ciudad. Ante la vista del pueblo fueron presentados los castigos inminentes con símbolos significativos que hablaban con mayor fuerza y eficacia que las palabras.

Fortaleza.

Heb. dayeq , sustantivo colectivo que designa el total de las obras de asedio, 619 quizá con referencia especial a los dispositivos que permitían que los sitiadores alcanzaran una altura mayor que los muros, para observar así lo que ocurría en la ciudad y también para disparar sus flechas contra los defensores.

Baluarte.

En este caso, algún terraplén que permitiera que los atacantes subieran a los muros.

Arietes.

Eran pesadas vigas de madera, con punta de hierro, que se suspendían horizontalmente desde torres o armazones movibles. Se hacía golpear estas vigas en forma violenta contra los muros. En los bajorrelieves asirios estas máquinas de guerra aparecen con frecuencia, por lo cual se supone que en esa época eran comunes.

3. Plancha de hierro.

Heb. majabath . Esta plancha ( "sartén"," BJ) es todavía un utensilio común de cocina en el Cercano Oriente (Lev. 2: 5). Es posible que la plancha fuera parte de los enseres domésticos del profeta. Se la empleó para representar un escudo o muro de defensa levantado por el enemigo, desde cuya protección descargaba sus proyectiles. Quizá el hierro simbolizaba la invulnerabilidad de las líneas enemigas.

Señal.

El hecho de que estos vívidos símbolos habían de ser una "señal", apoya vigorosamente la idea de que este capítulo habla de acontecimientos literales (ver com. vers. 1). Con referencia a la palabra "señal" , ver com. Isa. 7: 14.

4. Lado izquierdo.

Es probable que la posición tuviera que ver con el hecho de que Samaria se encontraba al norte de Jerusalén, es decir, hacia la izquierda, cuando uno mira hacia al este. No es necesario suponer que Ezequiel quedó acostado en forma continuada 24 horas al día, durante el largo período aquí especificado. Quizá dedicara sólo cierta parte del día a esta forma de predicación simbólica.

Casa de Israel.

En este pasaje se emplea esta frase en su sentido más limitado para referirse a las diez tribus.

Llevarás sobre ti la maldad.

Hay diferencia de opiniones en cuanto a si Ezequiel debía simbolizar el pecado de Israel o su castigo. Posiblemente las dos ideas estuvieran implicadas en el simbolismo. Como otros profetas de la antigüedad, Ezequiel debía mitigar sus mensajes de condenación con el ofrecimiento del bálsamo del Evangelio. Sin embargo, el pecado no podía pasarse por alto. Era necesario que fuera expiado. Es posible que la acción de Ezequiel de llevar sobre sí la maldad de Israel hubiera servido para indicar que Dios estaba dispuesto a perdonar el pecado del pueblo, y aún en esa hora tardía quería cumplir su propósito mediante Israel.

5. trescientos noventa días.

Se han formulado muchas interpretaciones de este período. Hay quienes prefieren aceptar los números que aparecen en la LXX, según la cual eran 150 los días que Ezequiel debía llevar las iniquidades de Israel, y 40 los días que debía llevar las de Judá; en total, 190 días. Sin embargo, estos números no solucionan nada, pues los 150 días no representan los años de cautiverio de las diez tribus, que fueron llevadas cautivas en el año 723/1722 a. C.

Si se usan las cifras que aparecen en el hebreo, deberá considerarse que los 390 años representan el período de la apostasía de Israel. Este período comienza con la separación de Jeroboam y las diez tribus cuando se apartaron de Judá. Esta separación señaló el comienzo del pecado de Israel. Después de haberse separado de la monarquía designada por Dios, el reino septentrional sufrió bajo una larga sucesión de reyes impíos. Ni uno de sus reyes fue piadoso.

Pero también aquí aparecen dificultades. Según la "cronología corta", sistema de cómputo empleado en este comentario (ver t. Il, PP. 143-146), el cisma de las diez tribus ocurrió por el año 931 a. C. (ver t. II, p. 78). Desde ese momento hasta la visión de Ezequiel en 593/592, sólo habían transcurrido unos 339 años. Hasta la caída de Jerusalén sólo hubo 345 años, y hasta el retorno del cautiverio pueden computarse 395. Empleando la ahora desacreditada "cronología larga" (ver t. Il, p. 145), los 390 años desde el cisma hasta Ezequiel arrancan de aproximadamente el año 980 a. C. De todo esto puede deducirse que los sincronismos no se prestan para confirmar ni un sistema cronológico ni el otro.

6. Cuarenta días.

Siguiendo la analogía ya tratada al comentar el vers. 5, los 40 años representarían los años del pecado de Judá. A diferencia de Israel, Judá permaneció fiel a sus gobernantes designados, miembros de la casa de David. Pero los habitantes de Judá también se habían volcado en forma creciente a la idolatría, y si bien hubo varios reyes piadosos en el reino de Judá que procuraron 620 refrenar la creciente marca de impiedad, la nación fue degradándose progresivamente. Una de las últimas oportunidades importantes para lograr la reforma ocurrió durante el reinado de Josías, quien, en el 8.º año de su reinado (2 Crón. 34: 3), "comenzó a buscar al Dios de David, su padre". Fue un noble intento, pero en lo que respecta al pueblo fue una reforma superficial. Más tarde se les dijo que habían ido demasiado lejos como para que se evitaran los castigos que los amenazaban (2 Crón. 34: 23-25). Si se considera que el año 8.º de Josías, 633/632 a. C., señala el comienzo del período especial de culpabilidad de Judá, desde esa fecha hasta el primer mensaje de Ezequiel en el año 593/592 (ver com. Eze. 4: 5), se computan exactamente 40 años.

Entre otros intentos de entender estos períodos de tiempo está el que suma 390 más 40, lo que da 430 días, cifra que se compara con Exo. 12: 40 donde se dan 430 años de peregrinaje para los hijos de Israel. Pero esta analogía no parece tener ningún sentido. Una variación totalmente caprichosa relaciona los 390 días con los 40 azotes de Deut. 25: 3, los cuales fueron reducidos por los maestros judíos a "cuarenta azotes menos uno" (2 Cor. 11: 24). De este modo, se pretende que les correspondían 39 a cada una de las tribus y 40 a Judá.

Día por año.

Literalmente, "día para el año". Esta expresión puede compararse con una afirmación similar en Núm. 14: 34: "Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día". En estas declaraciones se encuentran las primeras insinuaciones de la escala profético que más tarde sería tan importante en la interpretación de las grandes profecías de tiempo, tales como la del "tiempo, y tiempos, y medio tiempo" (Dan. 7: 25) y la de "dos mil trescientas tardes y mañanas" " (Dan. 8: 14).

7. Afirmarás tu rostro.

Expresión que indica perseverancia y firmeza de propósito (Lev. 17: 10; 20: 3, 5-6; 26: 17; Eze. 15: 7; 20: 46). La firmeza de propósito concernía "al asedio de Jerusalén". Esto debía hacerse durante los períodos cuando el profeta estuviera acostado de cada lado llevando simbólicamente tanto la iniquidad de Israel como la de Judá. La combinación de estos actos puede entenderse mejor a la luz de los propósitos de Dios en esta ocasión, como se los revela por medio de Jeremías. Mediante varios símbolos, y también usando declaraciones proféticas sencillas, Dios le declaró al remanente que había quedado en Judá que su única esperanza de seguridad estaba en someterse al rey de Babilonia. Su iniquidad había ido demasiado lejos para que se pudiera evitar el castigo de Jerusalén y de sus habitantes. Debían llevar su iniquidad. Les esperaba el cautiverio. Esto se oponía diametralmente a las arrogantes ambiciones de los militaristas. Apoyados por falsos profetas, rechazaban en forma desafinaste la exhortación de Jeremías y seguían adelante con sus planes de resistir. Jeremías mismo fue tildado de espía y traidor. Los que estaban cautivos juntamente con Ezequiel también esperaban poder librarse de los babilonios. En vez de aceptar con paciencia el plan de Dios de que llevaran su iniquidad y de que llegaran a comprender que su rebelde corazón era la raíz de todas sus penurias, acariciaban la esperanza de que su amada ciudad resistirla y que pronto ellos mismos podrían volver a su tierra natal.

Descubierto tu brazo.

En actitud de estar listo para la acción.

8. Ataduras.

No se dice de qué tipo eran estas ataduras, pero el simbolismo es claro. Esta restricción simbolizaba el carácter inexorable de los acontecimientos predichos. El pueblo, por más diligente que fuera, no podía hacer nada para impedir la devastación de Jerusalén y el cautiverio del remanente.

9. Trigo.

El orden en el cual se enumeran estos alimentos sin duda indica la escasez de alimento debido a las angustias del asedio. El trigo y la cebada no bastarían para alimentar al pueblo durante el sitio, y sería necesario mezclarlos con alimentos considerados de menor calidad.

Habas.

Ver 2 Sam. 17: 28.

Lentejas.

Ver Gén. 25: 29, 34; 2 Sam. 17: 28.

Millo.

Heb. dojan , palabra que sólo aparece aquí y que se traduce correctamente como "mijo" " (BJ) o "millo" " (RVR).

Avena.

Heb. kussémeth hoy conocido como Triticum sativum , "espelta". El pan que tuviera una parte de espelta no sería muy sabroso.

10. Veinte siclos.

o sea unos 200 g (ver t. I,p.173). Esta escasa ración apenas bastaría para sustentar la vida.

11. La sexta parte de un hin.

El hin equivalía a 3,67 lt (ver el t. I, p. 176) y la sexta parte sería 0,61. Se ha descrito la escasa ración de alimento y de agua con la cual Ezequiel debía subsistir, como "demasiado para morir y demasiado poco para vivir".

12. Excremento humano.

Debido al asedio no habría leña para combustible, y al prolongarse el asedio se consumiría todo el estiércol. Por eso los hombres se verían obligados a emplear excremento humano, desecado, como combustible.

13. Pan inmundo.

Es probable que este pasaje signifique que durante el cautiverio los judíos no podrían observar todos los preceptos mosaicos sobre alimentación.

14. ¡Ah, Señor Jehová!

Ezequiel protesta por la orden divina. Pedro lo hará muchos años después (Hech. 10: 14). Ezequiel afirma que ha sido observador escrupuloso de la ley. Su petición es oída y la orden se atenúa. Se le da permiso para usar un combustible que es aún hoy muy común en esa parte del mundo.

16. El sustento del pan.

Ver Eze. 5: 16; 14: 13; cf. Lev. 26: 26; Sal. 105: 16. Aquí se muestra la aplicación de esta representación profético. Las condiciones que acompañan al hambre, tan vívidamente representadas por Ezequiel, son aplicadas a la ciudad de Jerusalén.


COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE T4

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