1. Tómate.
Los estudiosos de las profecías han
debatido si los extraños acontecimientos de este capítulo fueron acciones
reales, visibles, o sólo vívidos símbolos vistos por el profeta en visión, que
después debía contar a la gente. Pueden citarse las siguientes razones para
suponer que estos acontecimientos fueron presentados en forma visible ante los
Ojos del pueblo: (1) Debían ser una señal para la casa de Israel (vers. 3); (2)
hubo hechos similares en el caso de otros profetas cuando las acciones fueron
evidentemente visibles: los cuernos de hierro de Sedequías (1 Rey. 22: 11), el
andar "desnudo y descalzo" de Isaías por espacio de tres años (ver com. Isa. 20:
3), los yugos de madera de Jeremías Jer. 27: 2), y el matrimonio de Oseas con la
ramera (Ose. 1: 3). El hecho de que Ezequiel sacara sus pertenencias a la vista
del pueblo y luego se abriera paso a través de la pared (Eze. 12: 2-7), era
evidentemente una representación objetiva del asedio que se avecinaba. Estas
lecciones objetivas sin duda tenían el propósito de llamar la atención, porque
lo que el ojo ve tiende a causar impresiones más profundas en la mente que las
palabras que se escuchan. Todavía hoy en los sacramentos se presenta algo que se
puede ver para profundizar más la enseñanza de las verdades divinas.
Adobe.
Heb. lebenah , "ladrillo" " (BJ). Era común en la
antigüedad escribir en ladrillos. Los arqueólogos han descubierto miles de
ladrillos con inscripciones.
2. Pondrás
contra ella sitio.
Los cautivos esperaban que Jerusalén hubiese ya
sufrido su último asedio. Animados por falsos profetas, esperaban volver pronto
a su tierra natal. Sus más acariciadas esperanzas se verían anuladas sí
aceptaban la predicación de Ezequiel de que habría otro asedio. Sin embargo, era
inevitable la ruina de su amada ciudad. Ante la vista del pueblo fueron
presentados los castigos inminentes con símbolos significativos que hablaban con
mayor fuerza y eficacia que las palabras.
Fortaleza.
Heb. dayeq
, sustantivo colectivo que designa el total de las obras de asedio, 619 quizá
con referencia especial a los dispositivos que permitían que los sitiadores
alcanzaran una altura mayor que los muros, para observar así lo que ocurría en
la ciudad y también para disparar sus flechas contra los defensores.
Baluarte.
En este caso, algún terraplén que permitiera que los
atacantes subieran a los muros.
Arietes.
Eran pesadas vigas de
madera, con punta de hierro, que se suspendían horizontalmente desde torres o
armazones movibles. Se hacía golpear estas vigas en forma violenta contra los
muros. En los bajorrelieves asirios estas máquinas de guerra aparecen con
frecuencia, por lo cual se supone que en esa época eran comunes.
3. Plancha de hierro.
Heb. majabath
. Esta plancha ( "sartén"," BJ) es todavía un utensilio común de cocina en el
Cercano Oriente (Lev. 2: 5). Es posible que la plancha fuera parte de los
enseres domésticos del profeta. Se la empleó para representar un escudo o muro
de defensa levantado por el enemigo, desde cuya protección descargaba sus
proyectiles. Quizá el hierro simbolizaba la invulnerabilidad de las líneas
enemigas.
Señal.
El hecho de que estos vívidos símbolos habían
de ser una "señal", apoya vigorosamente la idea de que este capítulo habla de
acontecimientos literales (ver com. vers. 1). Con referencia a la palabra
"señal" , ver com. Isa. 7: 14.
4. Lado
izquierdo.
Es probable que la posición tuviera que ver con el hecho de
que Samaria se encontraba al norte de Jerusalén, es decir, hacia la izquierda,
cuando uno mira hacia al este. No es necesario suponer que Ezequiel quedó
acostado en forma continuada 24 horas al día, durante el largo período aquí
especificado. Quizá dedicara sólo cierta parte del día a esta forma de
predicación simbólica.
Casa de Israel.
En este pasaje se emplea
esta frase en su sentido más limitado para referirse a las diez tribus.
Llevarás sobre ti la maldad.
Hay diferencia de opiniones en
cuanto a si Ezequiel debía simbolizar el pecado de Israel o su castigo.
Posiblemente las dos ideas estuvieran implicadas en el simbolismo. Como otros
profetas de la antigüedad, Ezequiel debía mitigar sus mensajes de condenación
con el ofrecimiento del bálsamo del Evangelio. Sin embargo, el pecado no podía
pasarse por alto. Era necesario que fuera expiado. Es posible que la acción de
Ezequiel de llevar sobre sí la maldad de Israel hubiera servido para indicar que
Dios estaba dispuesto a perdonar el pecado del pueblo, y aún en esa hora tardía
quería cumplir su propósito mediante Israel.
5. trescientos noventa días.
Se han formulado muchas
interpretaciones de este período. Hay quienes prefieren aceptar los números que
aparecen en la LXX, según la cual eran 150 los días que Ezequiel debía llevar
las iniquidades de Israel, y 40 los días que debía llevar las de Judá; en total,
190 días. Sin embargo, estos números no solucionan nada, pues los 150 días no
representan los años de cautiverio de las diez tribus, que fueron llevadas
cautivas en el año 723/1722 a. C.
Si se usan las cifras que aparecen en
el hebreo, deberá considerarse que los 390 años representan el período de la
apostasía de Israel. Este período comienza con la separación de Jeroboam y las
diez tribus cuando se apartaron de Judá. Esta separación señaló el comienzo del
pecado de Israel. Después de haberse separado de la monarquía designada por
Dios, el reino septentrional sufrió bajo una larga sucesión de reyes impíos. Ni
uno de sus reyes fue piadoso.
Pero también aquí aparecen dificultades.
Según la "cronología corta", sistema de cómputo empleado en este comentario (ver
t. Il, PP. 143-146), el cisma de las diez tribus ocurrió por el año 931 a. C.
(ver t. II, p. 78). Desde ese momento hasta la visión de Ezequiel en 593/592,
sólo habían transcurrido unos 339 años. Hasta la caída de Jerusalén sólo hubo
345 años, y hasta el retorno del cautiverio pueden computarse 395. Empleando la
ahora desacreditada "cronología larga" (ver t. Il, p. 145), los 390 años desde
el cisma hasta Ezequiel arrancan de aproximadamente el año 980 a. C. De todo
esto puede deducirse que los sincronismos no se prestan para confirmar ni un
sistema cronológico ni el otro.
6. Cuarenta
días.
Siguiendo la analogía ya tratada al comentar el vers. 5, los 40
años representarían los años del pecado de Judá. A diferencia de Israel, Judá
permaneció fiel a sus gobernantes designados, miembros de la casa de David. Pero
los habitantes de Judá también se habían volcado en forma creciente a la
idolatría, y si bien hubo varios reyes piadosos en el reino de Judá que
procuraron 620 refrenar la creciente marca de impiedad, la nación fue
degradándose progresivamente. Una de las últimas oportunidades importantes para
lograr la reforma ocurrió durante el reinado de Josías, quien, en el 8.º año de
su reinado (2 Crón. 34: 3), "comenzó a buscar al Dios de David, su padre". Fue
un noble intento, pero en lo que respecta al pueblo fue una reforma superficial.
Más tarde se les dijo que habían ido demasiado lejos como para que se evitaran
los castigos que los amenazaban (2 Crón. 34: 23-25). Si se considera que el año
8.º de Josías, 633/632 a. C., señala el comienzo del período especial de
culpabilidad de Judá, desde esa fecha hasta el primer mensaje de Ezequiel en el
año 593/592 (ver com. Eze. 4: 5), se computan exactamente 40 años.
Entre
otros intentos de entender estos períodos de tiempo está el que suma 390 más 40,
lo que da 430 días, cifra que se compara con Exo. 12: 40 donde se dan 430 años
de peregrinaje para los hijos de Israel. Pero esta analogía no parece tener
ningún sentido. Una variación totalmente caprichosa relaciona los 390 días con
los 40 azotes de Deut. 25: 3, los cuales fueron reducidos por los maestros
judíos a "cuarenta azotes menos uno" (2 Cor. 11: 24). De este modo, se pretende
que les correspondían 39 a cada una de las tribus y 40 a Judá.
Día por
año.
Literalmente, "día para el año". Esta expresión puede compararse
con una afirmación similar en Núm. 14: 34: "Conforme al número de los días, de
los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades
cuarenta años, un año por cada día". En estas declaraciones se encuentran las
primeras insinuaciones de la escala profético que más tarde sería tan importante
en la interpretación de las grandes profecías de tiempo, tales como la del
"tiempo, y tiempos, y medio tiempo" (Dan. 7: 25) y la de "dos mil trescientas
tardes y mañanas" " (Dan. 8: 14).
7. Afirmarás tu rostro.
Expresión que indica perseverancia
y firmeza de propósito (Lev. 17: 10; 20: 3, 5-6; 26: 17; Eze. 15: 7; 20: 46). La
firmeza de propósito concernía "al asedio de Jerusalén". Esto debía hacerse
durante los períodos cuando el profeta estuviera acostado de cada lado llevando
simbólicamente tanto la iniquidad de Israel como la de Judá. La combinación de
estos actos puede entenderse mejor a la luz de los propósitos de Dios en esta
ocasión, como se los revela por medio de Jeremías. Mediante varios símbolos, y
también usando declaraciones proféticas sencillas, Dios le declaró al remanente
que había quedado en Judá que su única esperanza de seguridad estaba en
someterse al rey de Babilonia. Su iniquidad había ido demasiado lejos para que
se pudiera evitar el castigo de Jerusalén y de sus habitantes. Debían llevar su
iniquidad. Les esperaba el cautiverio. Esto se oponía diametralmente a las
arrogantes ambiciones de los militaristas. Apoyados por falsos profetas,
rechazaban en forma desafinaste la exhortación de Jeremías y seguían adelante
con sus planes de resistir. Jeremías mismo fue tildado de espía y traidor. Los
que estaban cautivos juntamente con Ezequiel también esperaban poder librarse de
los babilonios. En vez de aceptar con paciencia el plan de Dios de que llevaran
su iniquidad y de que llegaran a comprender que su rebelde corazón era la raíz
de todas sus penurias, acariciaban la esperanza de que su amada ciudad
resistirla y que pronto ellos mismos podrían volver a su tierra natal.
Descubierto tu brazo.
En actitud de estar listo para la acción.
8. Ataduras.
No se dice de qué tipo
eran estas ataduras, pero el simbolismo es claro. Esta restricción simbolizaba
el carácter inexorable de los acontecimientos predichos. El pueblo, por más
diligente que fuera, no podía hacer nada para impedir la devastación de
Jerusalén y el cautiverio del remanente.
9. Trigo.
El orden en el cual se enumeran estos alimentos
sin duda indica la escasez de alimento debido a las angustias del asedio. El
trigo y la cebada no bastarían para alimentar al pueblo durante el sitio, y
sería necesario mezclarlos con alimentos considerados de menor calidad.
Habas.
Ver 2 Sam. 17: 28.
Lentejas.
Ver Gén. 25:
29, 34; 2 Sam. 17: 28.
Millo.
Heb. dojan , palabra que sólo
aparece aquí y que se traduce correctamente como "mijo" " (BJ) o "millo" "
(RVR).
Avena.
Heb. kussémeth hoy conocido como Triticum sativum
, "espelta". El pan que tuviera una parte de espelta no sería muy sabroso.
10. Veinte siclos.
o sea unos 200 g
(ver t. I,p.173). Esta escasa ración apenas bastaría para sustentar la vida.
11. La sexta parte de un hin.
El
hin equivalía a 3,67 lt (ver el t. I, p. 176) y la sexta parte sería 0,61. Se ha
descrito la escasa ración de alimento y de agua con la cual Ezequiel debía
subsistir, como "demasiado para morir y demasiado poco para vivir".
12. Excremento humano.
Debido al
asedio no habría leña para combustible, y al prolongarse el asedio se consumiría
todo el estiércol. Por eso los hombres se verían obligados a emplear excremento
humano, desecado, como combustible.
13. Pan
inmundo.
Es probable que este pasaje signifique que durante el
cautiverio los judíos no podrían observar todos los preceptos mosaicos sobre
alimentación.
14. ¡Ah, Señor Jehová!
Ezequiel protesta por la orden divina. Pedro lo hará muchos años después
(Hech. 10: 14). Ezequiel afirma que ha sido observador escrupuloso de la ley. Su
petición es oída y la orden se atenúa. Se le da permiso para usar un combustible
que es aún hoy muy común en esa parte del mundo.
16. El sustento del pan.
Ver Eze. 5: 16; 14: 13; cf. Lev.
26: 26; Sal. 105: 16. Aquí se muestra la aplicación de esta representación
profético. Las condiciones que acompañan al hambre, tan vívidamente
representadas por Ezequiel, son aplicadas a la ciudad de Jerusalén.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE T4
CBA LIBRO DE EZEQUIEL CAPÍTULO 4
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