1. Vino a mí palabra de Jehová.
El propósito de
esta profecía es destacar la inutilidad y la vanidad de confiar en que el reino
de Judá y la ciudad de Jerusalén perdurarían y que pronto se realizaría la
liberación del cautiverio babilónico.
2. Tienen ojos.
Comparar con Deut. 29: 4; Isa. 6: 9; Jer
5: 21; Mat. 13: 14-15. Sin duda, se debió a esta tendencia perversa del pueblo
por lo que se le ordenó al profeta que diera una señal ante la cual no podrían
cerrar los ojos.
3. Enseres de marcha.
O "equipo de portado" (BJ). Es decir, las cosas que necesitaría un
emigrante: ropa, utensilios, etc. Los preparativos debían ser hechos en el día,
y el equipo debía ser trasladado a algún lugar conveniente.
6. Cubrirás tu rostro.
Quizá para
representar la forma en que Sedequías (ver com. vers. 10) se disfrazaría para
que nadie lo reconociera, o acaso en señal de dolor, símbolo de la angustia y la
tristeza de la partida hacia el exilio.
7. Yo hice así.
Es posible que Ezequiel realizara este
acto simbólico sin comprender plenamente su significado. El hecho de que los
exiliados le preguntaran: "¿Qué haces?" (vers. 9) demuestra que este acto
simbólico fue realizado en realidad y no en visión.
10. Esta profecía.
Literalmente la frase dice: "el príncipe
es este pronunciamiento en Jerusalén". Es decir, el mensaje se refería al
príncipe. La palabra traducida como profecía es maÑÑa , "pronunciamiento", que
aparece con frecuencia en Isaías y Jeremías (Isa. 13: 1; 14: 28; Jer. 17: 21-22;
etc.). Ezequiel no la emplea más que dos veces, y sólo aquí tiene el sentido de
"profecía". Se ha sugerido que Ezequiel evitó emplear este vocablo porque estaba
desacreditado por su uso frecuente entre los falsos profetas (ver Jer. 23:
33-38). El "príncipe" es Sedequías (ver 2 Rey. 25: 2-4; Jer. 39: 4).
11. Vuestra señal.
Es decir, señal
para los que estaban en el cautiverio. Debían dejar de confiar en que Jerusalén
sobreviviría.
12. Abrirán paso.
No
se menciona este hecho en el relato histórico (Jer. 39: 4), pero no hay razón
para suponer que las palabras tenían un sentido figurado.
13. Pero no la verá.
El
cumplimiento de este detalle de la profecía está registrado en Jer. 52: 11.
Antes de que Sedequías fuera llevado a Babilonia, le sacaron los ojos en Ribla.
Por lo tanto, no vio la tierra de los caldeos. Josefo registra un hecho
interesante, aunque tal vez apócrifo. Según él, Sedequías se inclinaba a creer
las advertencias de Jeremías en cuanto al cautiverio, pero sus consejeros lo
disuadieron de hacer lo que el profeta aconsejaba. Cuando llegó a Jerusalén la
noticia de la profecía de Ezequiel en el sentido de que Sedequías no vería la
tierra de los caldeos, el rey dedujo que las dos profecías eran contradictorias,
y no creyó ni a la una ni a la otra ( Antigüedades x. 7. 2).
14. Esparciré.
Cuando el rey fuese
tomado, se desbandaría el resto de su ejército.
15. Y sabrán.
Gramaticalmente, esta forma verbal podría
aplicarse tanto a los paganos como a los israelitas, pero en vista de que la
expresión "sabrán [o sabréis] que yo soy Jehová" (cap. 5: 13; 6: 7; etc.) es un
estribillo que reaparece constantemente en estas profecías que se refieren a los
israelitas, es posible que aquí también se refiera a ellos.
16. Unos pocos de ellos.
Literalmente, "hombres de número"; es decir, hombres que fácilmente
podrían contarse. Estos sobrevivientes, al relatar su vergonzosa historia,
darían a conocer a los paganos que no había sido debilidad de parte del Dios de
Israel lo que había ocasionado la tremenda angustia y la servidumbre de su
pueblo, sino el fracaso de Israel que no había cumplido con su destino divino.
17. Palabra de Jehová.
Ver com.
cap. 6: 1.
18. Temblor.
Anteriormente (cap. 4: 16), Ezequiel había predicho una terrible
escasez. Ahora había de demostrar el terror y la angustia del asedio inminente.
19. Pueblo de la tierra.
Sin duda,
algunas de las profecías de Ezequiel llegaron a oídos de los habitantes de Judá.
Pero estas predicciones no carecían de significado para los exiliados, muchos de
los cuales esperaban que el remanente de Judá sobreviviera y que Jerusalén no
sería destruida. El profeta les 645 informó que su tierra sería despojada de
toda su plenitud y se transformaría en desierto y desolación.
21. Palabra de Jehová.
Ver com.
cap. 6: 1.
22. Se van prolongando los días.
Se describe a los habitantes de Jerusalén como si se burlaran de que las
amenazas divinas fueran fidedignas. Su proceder se resume en un dicho
proverbial. Afirman que el tiempo se pasa y no se cumple ni la predicción de
bien ni la de mal. No hay razón ya de esperar que se cumplan las predicciones.
Su actitud refleja la tendencia común de los pecadores a interpretar mal la
longanimidad y la paciencia de Dios (Ecl. 8: 11; Amós 6: 3; Mat. 24: 48; 1 Tes.
5: 3). Los burladores de los postreros días pronuncian un refrán similar: "
"¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Por que... todas las cosas
permanecen así como desde el principio de la creación" " (2 Ped. 3: 4).
23. Se han acercado aquellos días.
Los días venideros traerían consigo el rápido cumplimiento de cada
detalle de las calamidades que Ezequiel había predicho.
24. Visión vana.
Los falsos profetas predecían prosperidad
y el pronto retorno de los cautivos de Babilonia. Los verdaderos profetas
predecían un largo cautiverio, pérdida de muchas vidas y la destrucción y
desolación de la ciudad y del templo. Es probable que los burladores arguyeran
que las predicciones de Ezequiel eran tan vanas como él decía que eran las de
los falsos profetas. Apresurando el cumplimiento del castigo ya predicho, Dios
daría una contestación eficaz a estos argumentos, y convencería a esos falsos
profetas, demostrándoles que sus profecías eran mentirosas, y a esos burladores
les haría ver que sus argumentos eran ilógicos.
25. En vuestros días.
Los efectos de la visión no
sobrevendrían a alguna progenie futura, sino a la generación que vivía entonces.
27. Lejanos tiempos.
Este nuevo
aserto se dirige contra un grupo de personas que, al menos en apariencia,
reconoce a Ezequiel como profeta. También sería posible concebir que el tiempo
transcurrido produjo una modificación en el lenguaje de los opositores. En vez
de decir que la visión desaparecería (vers. 22), proyectan su cumplimiento para
un futuro lejano. El Señor hace frente a la idea de la postergación diciéndole a
la gente que ninguna cosa que él ha dicho se prolongará o postergará. La actitud
del pueblo es característica de la que manifiestan muchos de los que aguardan la
segunda venida de Jesús. No lo dicen con palabras, pero sus acciones dicen que
"mi Señor tarda en venir" (Mat. 24: 48). Algún día, pronto, súbita e
inexorablemente, el fin los sorprenderá, y con él, el cumplimiento de toda
visión.
Puede surgir la pregunta: ¿Por qué parece demorarse la venida de
Jesús? ¿Han fallado las palabras del Señor? La inspiración formula esta misma
pregunta y luego la contesta: "¿Pero ha fallado la palabra de Dios? ¡Nunca!
Debiera recordarse que las promesas y las amenazas de Dios son igualmente
condicionales" (Ev 504).
No es necesario recordar sino unas pocas
declaraciones de los autores bíblicos a fin de mostrar que siempre consideraron
que el tiempo era muy corto. Pablo escribió a los corintios: "Pero esto digo,
hermanos: que el tiempo es corto" (1 Cor. 7: 29); y a los romanos: "La noche
está avanzada, y se acerca el día" (Rom. 13: 12). Por medio del vidente de
Patmos, Jesús mismo testificó: "El tiempo está cerca" (Apoc. 1: 3) y "He aquí
vengo pronto" (cap. 22: 6-7). Sin embargo, tanto Pablo como Juan también
predijeron con claridad que ciertos acontecimientos debían transcurrir antes de
la venida de Jesús (ver com. 2 Tes. 2: 1-5; Apoc. 1: 3).
Es verdad que
Cristo no ha venido tan pronto como, al principio, lo esperó su pueblo
remanente, basándose en la profecía cumplida. Repetidas veces se ha afirmado que
Cristo podría haber venido antes (DTG 587-588; CS 511; 3JT 72; 8T 115-116; 3JT
297). La razón de la demora se explica en las siguientes palabras: "La larga
noche de tinieblas es penosa, pero la mañana es postergada por misericordia,
porque si el Señor viniera, muchos serían hallados desapercibidos. El deseo de
Dios de que su pueblo no perezca ha sido la razón de tan larga demora" (Ev 503).
Esto armoniza con lo que el apóstol afirma en 2 Ped. 3: 9. El mismo autor añade
que es deber del cristiano apresurar la venida de Jesús (vers. 12). El
comentario inspirado respecto de este asunto dice así: "Es privilegio de todo
cristiano no sólo esperar sino apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo"
(3JT 212).
Algún día llegará el momento cuando el tiempo ya no se
prolongará más. "[La venida del Señor] no demorará más que el tiempo que tome la
tarea de presentar el mensaje a 646 toda nación, lengua y pueblo" (Ev 505).
Cuando Dios crea que ha llegado el momento. apropiado, hará que sucedan
acontecimientos que precipitarán el fin "más pronto de lo que los hombres
esperan" (CS 689).
Sin embargo, no puede saberse el tiempo preciso de su
venida. Tampoco deberían los hombres conjeturar en cuanto al momento exacto en
que ocurrirá. Las siguientes palabras representan un excelente consejo: "No
podréis decir que habrá de venir dentro de un año, o de dos, o de cinco; tampoco
habréis de postergar su venida afirmando que posiblemente transcurran aún diez o
veinte años. El pueblo de Dios tiene el deber de que sus lámparas estén
preparadas y ardiendo, de ser como quienes aguardan al novio cuando éste vuelva
de las bodas" (EGW RH 22-3-1892).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE
WHITE T4
CBA LIBRO DE EZEQUIEL CAPÍTULO 12
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