1. Palabra de Jehová.
Aquí comienza una nueva
sección que habla de la responsabilidad individual de cada persona. En repetidas
ocasiones Ezequiel había hecho notar que los castigos seguramente habían de
sobrevenir. Así esperaba inducir al pueblo al arrepentimiento. Pero este
saludable propósito fue frustrado por la forma en que se interpretó el castigo.
Los israelitas consideraban que eran hijos inocentes que sufrían por causa de la
iniquidad de sus padres y que, en consecuencia, el arrepentimiento era inútil e
innecesario. No estaban dispuestos a reconocer su propia culpa, ni a admitir su
responsabilidad personal.
2. Usáis este
refrán.
El hecho de que se lo califique de "refrán", indica que era un
dicho popular. El tiempo del verbo hebreo sugiere que se trataba de algo que se
repetía con frecuencia. Jeremías hizo referencia al mismo proverbio y también lo
condenó (Jer. 31: 29-30). Las uvas agrias que comieron los padres eran sus
propios pecados. La "dentera" de los hijos representaba el sufrimiento que los
judíos creían que les había sobrevenido a causa de los pecados de sus padres. A
primera vista podría parecer que este refrán concuerda con lo que se expresa
claramente en el segundo mandamiento, que las iniquidades de los padres serían
visitadas sobre los hijos (Exo. 20: 5; 34: 7; Deut. 5: 9). Si así fuera, ¿por
qué habría de condenar Ezequiel con tanta vehemencia el refrán? La declaración
de Ezequiel y lo que se afirma en la ley tienen que ver con dos aspectos
diferentes del problema. Los contemporáneos de Ezequiel insistían en que sufrían
por causa de la culpa de sus padres. En la ley se trata de transmitir a los
hijos la depravación. " "Es inevitable que los hijos sufran las consecuencias de
la maldad de sus padres, pero no son castigados por las culpas de sus padres, a
no ser que participen de los pecados de éstos" " (PP 313).
El pecado
degradó y depravó la naturaleza de Adán y Eva. Era imposible que los padres de
la raza humana transmitieran a su posteridad lo que ellos mismos no poseían (ver
CS 588). Por lo tanto nosotros, como descendientes de ellos, sufrimos el
resultado de la transgresión de nuestros antepasados, pero no porque se nos
impute arbitrariamente su culpa. Si esto fuera así, podría acusarse a Dios de
ser injusto. Pero si ocurre que los padres sólo transmiten lo que tienen, se
elimina esa acusación si se considera que la única alternativa habría sido
aniquilar a la familia humana en el momento del primer pecado. La puesta en
marcha del plan de salvación implicaba la necesidad de perpetuar la vida de
nuestros primeros padres, aunque eso permitiera la operación de la ley de la
herencia. Sin embargo, esta situación era justa pues había sido instituido el
plan de salvación, el cual haría que al fin quedaran eliminados los apetitos
pervertidos, la moral depravada, la enfermedad y la degeneración del cuerpo, que
se transmitieron como legado de padre a hijo. Este plan también prometía en esta
vida la victoria sobre las tendencias al mal, heredadas y cultivadas. El
saludable resaltado final no sólo será la salvación de multitudes sin número,
sino también la eterna inmunidad contra futuras transgresiones. Los compatriotas
de Ezequiel no comprendieron esta verdad y acusaron injustamente a Dios de
infligir sobre ellos el castigo de pecados por los cuales no tenían ninguna
responsabilidad.
4. Todas las almas son
mías.
Las " "almas" o "vidas" (BJ) representan a las personas. Todos 668
los seres humanos son de Dios por derecho de creación. Todos son igualmente
criaturas suyas, y su trato con ellos está libre de prejuicio o parcialidad. Ama
a todos y desea salvarlos. El castigo sólo se aplica cuando es merecido.
El alma que pecare.
Aunque Ezequiel hablaba en primera instancia
de los castigos que se avecinaban, sus palabras tienen una aplicación más
amplia. Se aplican igualmente a la muerte segunda, final e irrevocable (Apoc.
20: 14; cf. Mat. 10: 28). En el universo de Dios, ya restaurado, no quedará
ningún vestigio de pecado. No quedarán recuerdos de la maldición, tales como
almas que arden para siempre en un infierno eterno. El triunfo de Dios sobre el
mal será completo. La idea de que al impío se le concederá vida eterna, aunque
ésta sea la de un tormento eterno, es totalmente contraria a las Sagradas
Escrituras. Esta doctrina se apoya en la falsa premisa de que el alma es una
entidad separada e indestructible. Pero esta idea no proviene de la Biblia, sino
de los falsos conceptos filosóficos que desde muy temprana época invadieron el
pensamiento judío y cristiano. La palabra aquí traducida como "alma" ( néfesh )
no tiene nada que ver con ninguna parte inmortal del hombre, ni siquiera con el
principio de vida en el hombre. Equivale a "ser humano", "persona". La palabra
néfesh designa al ser humano como a una persona única, diferente de todas las
demás. A fin de hacer destacar esta identidad peculiar, las Escrituras hablan
del hombre con el término "alma". Aquí Ezequiel afirma que "la persona que
pecare morirá". En el com. de Sal. 16: 10 aparece un estudio detallado de la
palabra nefesh .
5. Según el derecho y la
justicia.
Comparar con Miq. 6: 8.
6. No comiere sobre los montes.
Es decir, que no hubiera
participado de comidas ceremoniales dedicadas a dioses paganos. Dios condenó
severamente la participación en las fiestas paganas (Eze. 16: 16; 22: 9; cf.
Deut. 12: 2).
Ni alzare sus ojos.
Es probable que esta expresión
indique el deseo de practicar la idolatría (ver Gén. 19: 26; Mat. 5: 28-30).
Ni violare.
cf. Exo. 20: 14; Lev. 20: 10.
Ni se llegare.
Cf. Lev. 18: 19; 20: 18.
7. Su
prenda.
Cf. Exo. 22: 26; Deut. 24: 6, 13
Diere de su pan.
Con frecuencia se alaba la generosidad para con el pobre y se insta a
practicar esta virtud (Job 31: 16-22; Isa. 58: 57; Mat. 25: 34-46; Sant. 1: 27;
2: 15-16).
8. Interés.
No se
refiere sólo a la usura, sino a cualquier tipo de interés cobrado sobre un
préstamo. La ley de Moisés prohibía a los judíos que cobraran interés a sus
hermanos pobres, pero les permitía cobrarlo a un extranjero (ver com. Exo. 22:
25; Deut. 23: 19-20).
Hiciere juicio verdadero.
Ver Isa. 33: 15;
Jer. 7: 5; Zac. 7: 9. Dios exige de sus hijos absoluta justicia, veracidad e
integridad.
9. Este vivirá.
Sin
duda Ezequiel aplicaba estas palabras en primera instancia a la prosperidad
temporal en este mundo presente, pero también pueden aplicarse a la vida futura
inmortal. Cuando la persona acepta a Cristo, recibe la vida eterna. Dijo Jesús:
"El que cree en mí, tiene vida eterna" (Juan 6: 47; cf. 1 Juan 5: 11-12). "
"Cristo se hizo carne con nosotros, a fin de que pudiéramos ser espíritu con él.
En virtud de esta unión hemos de salir de la tumba, no simplemente como
manifestación del poder de Cristo, sino porque, por la fe, su vida ha llegado a
ser nuestra" " (DTG 352).
10. Hijo ladrón.
En los vers. 10-13 se describe el caso de un hijo que, en vez de seguir
el buen ejemplo de su padre piadoso, se descarría completamente, y
temerariamente abandona la virtud para practicar el crimen.
14. No hiciere según ellos.
En los
vers. 14-18 se describe el caso de un hijo que, espantado por los pecados de su
padre, se siente impulsado a evitar el pecado de su progenitor. En este caso el
padre ha comido "uvas agrias" y el hijo no ha sufrido de dentera (vers. 2). De
este modo se contradice explícitamente la parábola. Cada persona será juzgada
según su propio carácter individual.
Sin embargo, no puede negarse que
el hijo de un hombre piadoso tiene ciertas ventajas, y que el hijo de un padre
impío tiene ciertos impedimentos en lo que se refiere a la posibilidad de formar
un carácter recto. Sin embargo, la responsabilidad de una persona es
directamente proporciona a los privilegios que ha tenido (Luc. 12: 48). Pero
puesto que el Evangelio tiene el poder de vencer las tendencias al mal, tanto
hereditarias como cultivadas, puede eliminarse el efecto de una herencia
desfavorable, por lo menos en lo que se refiere a la adquisición del carácter
debido. Dado que todos tienen el privilegio de recibir 669 el Evangelio, ninguno
podrá presentar ante el juez en el día final la excusa insinuada en esta
parábola de las "uvas agrias". Quien se pierda no tendrá razón para acusar a
otro sino a sí mismo por haber quedado excluido del cielo.
19. ¿Por qué el hijo no llevará?
Es
probable que la pregunta surja del hecho de que la parábola parece contradecir
lo que se enseña en la ley, la forma en que opera la naturaleza y la opinión
popular. Ezequiel no discute las objeciones humanas, sino repite la ley de la
responsabilidad individual. En el pensamiento judío, la persona era considerada
como parte de la familia o de la nación. La nueva enseñanza de Ezequiel era en
realidad precursora de uno de los conceptos básicos del nuevo pacto. Bajo el
antiguo pacto (ver com. cap. 16: 60), se creía que la salvación se basaba en la
relación externa con el sistema central de culto. El sacerdote era el intérprete
de la ley divina, y el individuo, en vez de estudiar las Escrituras por sí
mismo, dependía de la interpretación de los dirigentes religiosos. En el nuevo
pacto, se afirma categóricamente: " "Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno
a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el
menor hasta el mayor de ellos" " (Heb. 8: 11; cf. Jer. 31: 34). Todos habrían de
tener acceso directo a Dios. Ya no habrían de adorar en Jerusalén, mediante
ceremonias visibles, sino que adorarían a Dios en espíritu y en verdad Juan 4:
21-24). Dios exige justicia y misericordia para con los hombres y humildad
delante del Señor (Miq. 6: 8).
20. Alma.
Ver com. vers. 4.
21. El impío, si
se apartare.
Aquí se considera el cambio de carácter en el individuo. En
primer lugar, se. presenta el caso de un impío que se arrepiente y hace justicia
(vers. 21-23, 27-28). En segundo lugar, el caso de un justo que cae en la
impiedad (vers. 24-26).
22. No le serán
recordadas.
Ezequiel se convierte ahora en predicador del Evangelio. Su
tema es la justificación por la fe. Los pecados ya no son recordados, porque
tras el arrepentimiento y la confesión, han sido completamente perdonados. Todos
han sido colocados sobre Jesús, quien se ha convertido en sustituto y garantía
del pecador. Y el Señor, a su vez, "coloca la obediencia de su Hijo a la cuenta
del pecador. La justicia de Cristo es aceptada en lugar del fracaso del hombre,
y Dios recibe, perdona y justifica al alma arrepentida y creyente; la trata como
si fuera justa y la ama así como ama a su Hijo" (EGW RH 4-11-1890). Tales son
las maravillosas disposiciones del plan celestial. El hombre es aceptado ante
Dios como si nunca hubiera pecado (ver CC 62). De este modo, enteramente
entregado a Dios, ya no necesita preocuparse por lo que Cristo y el Padre
piensan de él, sino tan sólo de lo que Dios piensa de Cristo, sustituto del
hombre (ver EGW GCB 23-4-1901, PP. 419-422).
23. ¿Quiero yo?
Comparar con 1 Tim. 2: 4; 2 Ped. 3: 9. La
acusación de que Dios no es justo en su trato con los hombres es contestada con
la afirmación de que Dios no se complace en la muerte del impío, sino que desea
que los hombres se conviertan y vivan. Además de esto, ha proporcionado una
oportunidad para todos. Con ferviente anhelo ruega a cada pecador que se aparte
del pecado, a fin de que no sea destruido con él al fin.
24. Ninguna de las justicias.
Si el justo apóstata, el
"libro de memoria" (Mal. 3: 16) en el cual están escritas todas sus buenas
obras, no será tomado en cuenta para el juicio. Recibirá su merecido según sea
su larga lista de pecados. No sólo se le computarán los pecados de los cuales no
se ha arrepentido, sino también aquellos de los que había obtenido una vez el
perdón. Cuando una persona se aparta de Dios, "rechaza el amor perdonador"
divino, y en consecuencia se halla "en la misma condición en que se hallaba
antes de ser perdonado. Ha negado su arrepentimiento, y sus pecados están sobre
él como si no se hubiera arrepentido" (PVGM 196). Hay quienes afirman
erróneamente que cuando un pecado es perdonado, al punto es borrado. Así como
ocurría con el símbolo, la sangre "quitaba el pecado del arrepentido" pero lo
dejaba en "el santuario hasta el día de la expiación", así también los pecados
de los arrepentidos "serán borrados de los libros celestiales" en el día del
juicio (PP 371-372; ver también CS 536-539).
25. Recto.
Heb. takan (forma nifal), "ser examinado", "ser
aprobado", "estar en orden", "ser correcto". La gente sigue insistiendo en que
Dios no obra de acuerdo con leyes uniformes y que su proceder es caprichoso. En
respuesta, el profeta reafirma la equidad de los castigos divinos (vers. 25-29).
30. Convertíos, y apartaos.
Los
vers. 30-32 constituyen una exhortación basada en los principios de la justicia
del trato de Dios con 670 los hombres. Cuando el profeta aconseja que nos
hagamos "un corazón nuevo y un espíritu nuevo" (vers. 31), no quiere decir que
el hombre puede salvarse por su propio poder. Pero el hombre tiene algo que
hacer en la obra de la salvación. Dios no puede hacer nada en favor del hombre
sin que el hombre consienta y coopere con él (ver DTG 43 l). El significado del
arrepentimiento no es expresado tan claramente en la raíz hebrea shub como lo es
en la palabra griega metánoia. La palabra castellana tampoco revela todo lo que
está implicado en esta vivencia espiritual. La idea básica de la palabra shub es
"volverse". Según esta definición, los hombres se vuelven de sus pecados (ver CC
21). Metánoia se compone de dos palabras: metá, que significa "después", y noús,
que significa "mente". En consecuencia, el vocablo significa "tener una mente
diferente después".
El pecado tiene su sede en la mente. El alma debe
proponerse la acción pecaminosa antes de que la pasión pueda dominar a la razón.
Por lo tanto, la raíz del pecado es la propensión de la mente que hace que el
hombre escoja el camino de impiedad. La solución del problema está en corregir
esta disposición básica. Esto es lo que el arrepentimiento tiene el propósito de
hacer. Debe haber una modificación de la forma de pensar de la persona. Puesto
que Dios nunca fuerza la voluntad, este acto debe ser voluntario. Sin embargo,
el Espíritu Santo es dado para ayudar a la persona. Es completamente imposible
que la persona por sí misma pueda lograr la transformación. Pero cuando escoge
hacer el cambio, y en su gran necesidad clama a Dios, las facultades del alma
son imbuidas con poder desde lo alto y la tendencia de la mente es corregida.
Por lo tanto, el verdadero arrepentimiento es una función de la mente.
Comprende un análisis cuidadoso de la situación para descubrir cuáles son los
factores que han llevado a la caída y también un estudio de la manera en que se
puede evitar cometer errores similares en el futuro. El arrepentimiento es un
paso vital en el proceso de eliminar el pecado de la vida. Una vez que la
persona se ha arrepentido de su pecado, puede confesarlo y le será perdonado.
Pero la confesión sin arrepentimiento no tiene sentido. Dios no puede perdonar
pecados que todavía están activos en el corazón. Por esta razón la Biblia pone
mayor énfasis en el arrepentimiento que en la confesión. La enseñanza básica de
Jesús era: " "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" " (Mat.
4: 17; Mar. 1: 15). La admonición de Pedro fue: "Arrepentíos, y bautícese cada
uno de vosotros" (Hech. 2: 38).
Para que nuestra vida espiritual culmine
con éxito, es imprescindible comprender debidamente el verdadero significado del
arrepentimiento en relación con la confesión. La razón por la cual muchos
cristianos caen con tanta frecuencia en los mismos errores es porque nunca han
permitido verdaderamente que el Espíritu Santo cambie su forma básica de pensar
con referencia a esos pecados. Nunca han tomado a pecho sus pecados para
descubrir cómo, por medio del poder de la gracia divina, pueden obtener la
victoria completa sobre esos pecados.
No os será . . . causa de ruina.
Israel acusaba a Dios de haber sido injusto y de haber causado su ruina.
Dios afirmaba que el pecado mismo, elegido voluntariamente por el pecador, era
la causa de su ruina (ver IJT 169). Es posible que el pecador no reconozca ahora
la justicia de los caminos de Dios, pero en ese momento pavoroso, cuando haga
frente al juez de toda la tierra, se oirá de sus labios el reconocimiento de que
los caminos de Dios son justos (ver CS 726-727).
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DE ELENA G. DE WHITE T4
CBA LIBRO DE EZEQUIEL CAPÍTULO 18
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