1. El año séptimo.
El séptimo año del
cautiverio de Joaquín (ver com. cap. 1: 2), o sea el año 591/590 a. C. (p. 598).
Esta nueva fecha corresponde con los cap. 20: 1 a 23: 49 (cf. cap. 24: 1). La
unidad de esta nueva serie de mensajes se demuestra en la triple repetición de
la expresión "¿quieres tú juzgarlos?" (cap. 20: 4) y "¿no juzgarás tú?" (cap.
22: 2 y 23: 36).
Vinieron... a consultar.
No se dice nada en
cuanto al motivo de su consulta. Sin duda deseaban saber qué mensaje les habría
de dar el Señor en ese momento de crisis.
3. No os responderé.
Dios nunca se niega a conceder luz al
que busca con sinceridad. Pero si el que consulta se niega a andar en la luz que
ya le ha sido revelada, es presunción el pedir mayor luz. Con frecuencia los
hombres buscan más luz con la esperanza de evitar tener que realizar algún deber
desagradable que Dios les está pidiendo que cumplan (ver 2 Tes. 2: 10-11).
4. Hazles conocer.
Al profeta se le
manda narrar la historia pasada de Israel. (Comparar este capítulo con Neh. 1;
Sal. 78, y el discurso de Esteban, registrado en Hech. 7.)
5. Así ha dicho Jehová.
En los
vers. 5-9 se trata del período egipcio de la historia de Israel.
El día
que escogí.
Ver Deut. 4: 37; 7: 7.
Alcé mi mano.
En
señal de juramento (Gén. 14: 22; Deut. 32: 40; Apoc. 10: 5-6). La misma
expresión aparece en Eze. 20: 6, 15, 23,42.
Me di a conocer.
Ver
Exo. 4: 29-3 1.
6. Fluye leche y miel.
Ver com. Exo. 3: 8.
La más hermosa de todas las tierras.
Sólo Ezequiel emplea esta descripción. Isaías llama a Babilonia
"hermosura de reinos" (Isa. 13: 19).
8. Se
rebelaron contra mí.
En la historia no se menciona ninguna rebelión en
Egipto. 675 Sin embargo, en Jos. 24: 14 se hace alusión a la tendencia de Israel
a adoptar las costumbres idolátricas de Egipto; cf. PP 264-265. Cuando se
presentó la oportunidad de salir de Egipto, muchos se sintieron maldispuestos a
abandonar ese país (PP 265-266).
9. A causa
de mi nombre.
Aquí se presenta el motivo del bondadoso trato de Dios
para con Israel. El pueblo no debía lisonjearse creyendo que alguna bondad de su
parte hubiera merecido esos favores (cf. Núm. 14: 11-20; Deut. 9: 28; Jer. 14:
7, 2 1).
10. Los traje al desierto.
En los vers. 10-22 se repasa la segunda parte de la historia de Israel,
su peregrinación por el desierto.
11. Por
los cuales el hombre . . . vivirá.
Comparar con Gál. 3: 12. No debemos
entender que en Eze. 20: 11 sólo se exige una observancia externa, de fórmula, o
superficial de ciertos preceptos específicos. Dios deseaba que la obediencia del
hombre fuera motivada por el amor y por la apreciación inteligente del carácter
de Dios. Pero, debido a la falta de preparación espiritual, al principio de su
historia Israel no estaba preparado para participar de esa excelsa relación. Con
todo, Dios tenía el plan de guiar al pueblo hasta que llegara a esa vivencia tan
rápidamente como fuera posible. Nunca fue el propósito divino que en todo el
período del AT los hombres tuvieran una comprensión tan limitada del plan de
salvación (ver com. cap. 16: 60).
12. Les
di mis días de reposo.
"Les di además mis sábados" (BJ). No era que el
sábado hubiera sido instituido por primera vez en el Sinaí, pues había existido
desde la creación (Gén. 2: 1-3), sino que en esa ocasión se había repetido el
mandamiento. La palabra "acuérdate" en el cuarto mandamiento implica que ya
existía el día de reposo (Exo. 16: 22-28; PP 263). El Decálogo (Exo. 20: 8-11)
presenta los grandes hechos de la historia de la creación como base para el
sábado. Dios creó " "los cielos y la tierra, el mar y todas las cosas que en
ellos hay" " en seis días literales (ver com. Gén. 1: 5). Descansó en el séptimo
día y lo apartó como día de reposo para toda la humanidad (Mar. 2: 27). Por eso,
la observancia del sábado es la señal, o marca de que la persona que observa
este día reconoce a Jehová como a su Dios porque estos hechos de la creación
sólo se aplican a él. La observancia de este día no se basa en ninguna división
natural del tiempo en ciclos semanales, sino en el mandato expreso de Dios, y en
la creencia en su revelación. Los hombres pueden alegar que el efecto saludable
del descanso sabático también podría lograrse en cualquier otro día. Sin
embargo, Dios ha designado un día de descanso específico. Nos manda que lo
santifiquemos, que no nos dediquemos en él a actividades seculares ni a placeres
personales (Isa. 58: 13). Los hombres no pueden escapar de esta obligación con
impunidad.
El sábado, además de ser monumento recordativo de la creación
(Exo. 20: 11), debía ser para los israelitas una señal de que Jehová era quien
los santificaba (Exo. 31: 13), y que era quien los había sacado de la esclavitud
egipcia (Deut 5: 15). El sábado es, pues, un símbolo de creación, santificación
y liberación.
Las profecías de Apoc. 12-14 muestran que el sábado será
el punto más controvertido en la época que precederá a la venida del Hijo del
Hombre (ver CS 663). El remanente de Dios se distinguirá por su observancia de
los mandamientos de Dios (Apoc. 12: 17; 14: 12), entre los cuales se encuentra
el mandamiento del sábado. Al mismo tiempo, las potencias religiosas apóstatas
exaltarán un falso día de reposo y demandarán su observancia. Los hombres se
verán obligados a decidirse por el sábado del Señor o por el falso día de
reposo, el primer día de la semana. Por eso, la observancia del sábado otra vez
se convertirá en una prueba definitoria y será una señal (lo que en Apoc. 7: 2
se llama "sello" ) del verdadero adorador (CS 697).
13. Se rebeló contra mí.
Ver en Exo. 32: 1 6 un ejemplo
histórico de la rebelión de Israel contra los mandamientos de Dios, mientras el
pueblo estaba en el desierto. Se registran dos casos de violación del sábado
(Exo. 16:27; Núm. 15:32).
14. A causa de mi
nombre.
Por causa de su nombre, Dios no destruyó por completo al pueblo,
sino sólo excluyó a esa generación de entrar en Canaán (Núm. 14: 29-33). En Amós
5: 25-26; Hech. 7: 42-43 se hace referencia a la idolatría de Israel durante su
peregrinaje por el desierto.
18. Dije en el
desierto a sus hijos.
En los vers. 18-26 se repasa la tercera parte de
la historia de Israel, la de la generación que se crió en el desierto bajo la
influencia de la legislación y de los estatutos dados en el Sinaí. El pueblo
recibió la severa amonestación de que evitara los pecados de sus padres. Los 676
discursos de Deuteronomio estaban dirigidos a esa generación.
20. Santificad mis días de reposo.
Ver com. vers. 12. En ese pasaje se afirma que el sábado es señal de que
es Jehová quien santifica. Aquí se presenta como señal de que Jehová es el Dios
de Israel. La celebración regular del sábado, cada siete días, tenía el
propósito de que se conservara siempre el recuerdo de Dios (PR 135). Si siempre
se hubiera observado el día sábado como Dios lo había dispuesto, los
pensamientos y los afectos del hombre se hubieran dirigido hacia el Creador como
el objeto de reverencia y adoración, y nunca habría existido un idólatra ni un
ateo (PP 348). Tanto aquí como en el vers. 12, aparece la forma plural, "días de
reposo" , o sea "sábados" (BJ). Esta forma también aparece en Exo. 31: 13; Lev.
23: 38.
21. Los hijos se rebelaron.
Los hijos siguieron el ejemplo de sus padres. De esto se encuentran
evidencias históricas en Núm. 15-17. Dios amenazó con destruir toda la
congregación (Núm. 16: 21-45), pero desistió de ello por causa de su nombre.
23. Los esparciría.
Esta amenaza
debería entenderse en relación con las advertencias de Lev. 26: 33; Deut. 4: 27;
28: 64. El exilio predicho no sobrevino a esa misma generación. Transcurrieron
muchos siglos antes de que el castigo fuera infligido en realidad. Cuando
Ezequiel pronunció esta profecía, se había cumplido en parte y estaba a punto de
cumplirse en su totalidad.
25. Estatutos
que no eran buenos.
Estos no eran los " "estatutos... por los cuales el
hombre que los cumpliere vivirá" " (vers. 11). No forman parte de la ley
mosaica. Esto resulta evidente por la referencia que se hace en el vers. 26 a la
consagración de los niños a Moloc. Los estatutos que el pueblo había adoptado,
que no eran buenos, habían venido de los paganos que los rodeaban. ¿Cómo, pues,
podría decirse que Dios se los dio? En el lenguaje figurado bíblico, se le
atribuyen a Dios muchas acciones, no porque él las haya realizado, sino porque a
pesar de su omnipotencia y de su omnisapiencia, no impide que se realicen. Si se
entiende este principio, se explican muchas afirmaciones que parecen
contradecirse o que, como ésta, parecen contradecir directamente lo que enseña
la Biblia en cuanto al carácter puro y santo de Dios (Isa. 63: 17; 2 Tes. 2:
11-12).
Se ha intentado aplicar este pasaje a la multitud de ceremonias
y ordenanzas de la ley mosaica que no se habrían requerido si Israel hubiera
sido obediente y si se hubiera deleitado en la observancia de los mandamientos
de Dios (ver 2JT 282-283). Pero difícilmente pueda designarse como "estatutos
que no eran buenos" a las disposiciones del código mosaico, porque éstas ya
existían cuando Ezequiel hizo esta afirmación. Además, la ley ceremonial fue
dada por Cristo mismo, y era digna de su autor divino. Pablo mismo afirma que
esta ley era gloriosa. La luz más clara que ahora tenemos no debiera llevarnos a
despreciar lo que antes fue dado en forma de símbolos (PP 383-384).
También se ha sugerido que los "estatutos que no eran buenos" son los
decretos divinos, por medio de los cuales se permitió en forma sucesiva que las
naciones paganas oprimieran al pueblo de Dios (ver com. Dan. 4: 17). Esto había
ocurrido en ocasión de las repetidas veces cuando los asirios invadieron a Judá
(Isa. 8: 7; 10: 5-6; cf. Isa. 5: 25-26; 9: 11-12; Amós 6: 14), y otra vez se
repetía en los días de Nabucodonosor (Isa. 47: 5-6; cf. Isa. 42: 24-2 5; 60: 10,
15; Jer. 1: 11-16; 4: 18; 5: 15-19).
26. Los contaminé.
Esta frase debería entenderse en armonía
con lo que se dice en el vers. 25. Dios no contaminó al pueblo, sino sólo
permitió que sufriera las consecuencias de su propia conducta. En el lenguaje
figurado bíblico se dice muchas veces que Dios hace lo que permite que se haga o
no lo impide. Algunas de las versiones, tales como la de Lutero y Van Ess,
introducen esta idea directamente en el texto, traduciendo de la siguiente
manera: "Permití que se contaminaran".
Pasar por el fuego.
Ver
com. cap. 16: 20.
27. Me afrentaron.
En los vers. 27-29 se repasa el cuarto período de la historia de Israel,
el más largo de todos, que abarca desde la entrada en Canaán hasta los tiempos
del profeta Ezequiel.
29. Bama.
Transliteración de la palabra hebrea bamah , "lugar alto", que así se ha
traducido en la primera parte del versículo. En el hebreo hay una especie de
juego de palabras. "¿Qué es habbamh (el lugar alto) donde habba'im (estáis
yendo)?. Y fue llamado su nombre bamah (lugar alto) hasta hoy". Con referencia a
los "lugares altos" , ver com. cap. 6: 3.
30. ¿No os contamináis?
Aquí el profeta se 677 dirige a sus
contemporáneos y los acusa de los mismos pecados que caracterizaron a sus
antepasados.
31. No os responderé.
Comparar con el vers. 3.
32. Como
las naciones.
Con referencia al deseo de ser "como todas las naciones"
vecinas, ver 1 Sam. 8: 5, 20. El profeta descubre aquí las aspiraciones secretas
de quienes vienen a consultar, y contradice de plano sus sórdidas ambiciones. Es
posible que estos hombres se engañaran a sí mismos con la idea de que si fuera
posible liberarse de la responsabilidad espiritual que tenían como pueblo
escogido de Jehová, podrían escapar de los severos castigos con que el profeta
había amenazado. Posiblemente creían que si aceptaban estar a la misma altura de
los paganos, teniendo de ese modo una menor responsabilidad, Jehová los dejaría
en paz. Como estaban las cosas, les parecía que de continuo eran molestados por
los castigos debidos a su resistencia a cumplir su misión divina. Se les
contesta que esto no será todo, porque Israel tiene una relación con Dios muy
diferente a la que tienen los paganos. El trato de Dios con los hombres
corresponde con la luz y los privilegios que han tenido. Dios no se apresura a
quitar esos privilegios, ni fácilmente abandona a aquellos para quienes ha
planeado un excelso destino. Lo que Dios propone y ejecuta es para el bien de
aquellos con quienes trata, lo que ellos mismos al fin han de reconocer. Dios
continúa influyendo en todos los que se someten a sus designios y los cumplen,
aunque sólo se trate de un remanente. Este es el tema de la profecía que sigue.
33. Mano fuerte.
Esta expresión se
emplea con frecuencia en el Pentateuco para indicar las maravillas que Jehová
realizó para liberar a su pueblo del poder de los egipcios y para sacarlos de
Egipto (Deut. 4: 34; 5: 15; 7: 19; etc.; cf. Exo. 6: 1, 6). Dios va a realizar
un nuevo éxodo.
34. Os sacaré.
En
los vers. 34-35 se habla del nuevo plan de Dios. Al ser sacado, el pueblo no es
llevado inmediatamente a su propia tierra. En primer lugar debe ser separado de
los pueblos entre los cuales vive. No se le permitirá ser "como las naciones"
(vers. 32).
35. Desierto de los pueblos.
Es dudoso que este pasaje se refiera a algún desierto real, como el de
Siria o el de Arabia. La frase "desierto de los pueblos" es poco precisa. Por
contraste, el desierto donde peregrinó Israel es llamado "yermo de horrible
soledad" (Deut. 32: 10), morada de "serpientes ardientes, y de escorpiones"
(Deut. 8: 15). El plan que Ezequiel describe aquí nunca tuvo un cumplimiento
histórico, por lo menos de una manera importante. La regeneración espiritual que
Dios procuraba llevar a cabo entre los cautivos no se realizó. Si estos
propósitos se hubieran cumplido, y si los repatriados que volvieron con
Zorobabel hubieran sido personas de renovada vida espiritual, la historia
subsiguiente de Israel habría sido muy diferente.
37. Pasar bajo la vara.
Se emplea aquí la figura del pastor
que cuenta y separa a sus ovejas (Lev. 27: 32; Jer. 33: 13). Así como ocurre en
Mat. 25: 33, el pastor separa a las ovejas de los cabritos. El país del Israel
restablecido ha de ser tierra de justicia, y los rebeldes no han de entrar nunca
en ella.
39. Servidles.
Comparar
con Jos. 24: 15. Si los hombres se niegan a obedecer a pesar de la advertencia,
no hay nada más que Dios pueda hacer. La coerción es contraria a su carácter.
Por lo tanto, no les impide servir a sus ídolos. Las palabras de este versículo
recuerdan las de Apoc. 22: 11, que dicen literalmente: "Que el que hace
injusticia, haga injusticia todavía, y el inmundo sea hecho inmundo todavía".
También en Ose. 4: 17 se lee algo similar: "Efraín es dado a ídolos; déjalo".
Pero tales decretos no son dados sin gran tristeza y pesar. El profeta añade: "
"¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín?... Mi corazón se conmueve dentro de mí, se
inflama toda mi compasión" " (Ose. 11: 8).
40. En mi santo monte.
Es decir, en el monte de Sión,
llamado también "alto monte de Israel", aquí y en el cap. 17: 23 (cf. Sal. 2: 6;
Isa. 2: 2-4; Miq. 4: 1-3). Según el vers. 39 de este capítulo, los que
prefirieran sus ídolos, serían abandonados para que siguiesen sus impíos
caminos. Los que quedan aparecen aquí como restablecidos en su propia tierra,
sirviendo de veras a su Dios.
Toda la casa de Israel.
Las
gloriosas promesas eran para todos, sin distinción de tribus. Sin embargo, la
exhortación era individual y se aplicaba sólo a los que estuvieran dispuestos a
aceptar la relación del nuevo pacto.
Demandaré vuestras ofrendas.
La ley ritual todavía estaría en vigencia después de la restauración, lo
que indica que no se alude en primer lugar a la era cristiana. La restauración
en los días de Zorobabel tampoco señaló el cumplimiento de esta profecía. Es una
de las promesas condicionales de gloria futura que nunca se cumplieron porque
Israel nunca se apartó de sus pecados. Si se hubieran cumplido las condiciones,
todo el mundo podría haber estado preparado para la venida del Mesías y la
historia podría haber sido muy diferente de lo que fue (ver las PP. 30-32).
43. Os aborreceréis.
Esta es la
característica del verdadero penitente. Quienes procuran disculpar sus pecados
no han dado ni siquiera el primer paso hacia el verdadero arrepentimiento. Job
es un ejemplo de los que por un tiempo procuraron justificar su conducta. Sólo
cuando se le mostró la revelación del carácter de Dios, vio con penosa claridad
el contraste entre su propia pecaminosidad y la pureza de su Hacedor. Con
angustia exclamó: " "Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza"
" (Job 42: 6). Pablo nunca pudo perdonarse por haber perseguido a los
cristianos. Años más tarde exclamó: " "Soy el más pequeño de los apóstoles, que
no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios" " (1
Cor. 15: 9). El aborrecimiento de uno mismo por causa de los pecados se produce
al contemplar la absoluta perfección de Cristo; este es el antídoto más eficaz
para impedir que esos pecados vuelvan a repetirse. La razón por la cual caemos
tantas veces en los mismos errores es que no mantenemos fijos los ojos en
nuestro Redentor.
44. No según.
La
salvación es, y siempre lo será, una dádiva inmerecida. Nuestra conducta impía
sólo nos ha ganado la muerte. No hay ninguna cantidad de "obras" que el pecador
pueda acumular, que al fin lo hagan digno de entrar en el cielo. Por otra parte,
no hay ningún pecado tan grande que no pueda ser quitado por el perdón de Dios,
tras un sincero arrepentimiento v una reforma verdadera. Cuando el justo reciba
su recompensa, todos los pecados que ha cometido ni siquiera le serán
mencionados (ver com. cap. 18: 22).
46. Neguev.
En el hebreo, esta palabra, así como las que se
traducen "sur" y "austral", se refiere al punto cardinal "sur". Se refiere aquí
a la tierra de Judá, que, a pesar de estar casi directamente hacia el oeste de
Babilonia, era alcanzada desde el norte por quienes venían de Babilonia (ver
com. Jer. 1: 13). En el hebreo, los vers. 45-49 aparecen como parte del capítulo
siguiente.
47. Todo árbol verde.
Es
decir, la gente de todas las clases sociales, o sea toda la población. Si la
distinción que se hace se basa en la moralidad (cap. 21: 4), debe recordarse que
en caso de una catástrofe nacional sufren todos los que componen la nación, ya
sean buenos o malos. Esta calamidad no necesariamente representa la destrucción
eterna del individuo. El hombre todavía tiene el privilegio de recibir la
salvación personal.
48. No se apagará.
El incendio sería tan terrible que nadie podría apagarlo. Ardería hasta
que terminara su obra destruidora. Entonces se extinguiría solo. Esta misma
expresión, aplicada a los fuegos del infierno (Mar. 9: 43, 45), ha sido
interpretada por algunos como una prueba de que el infierno arderá por toda la
eternidad. Otro texto muestra que una interpretación tal es errónea, porque el
incendio ocasionado en Jerusalén por los caldeos no fue apagado (Jer. 17: 27), y
sin embargo se extinguió cuando concluyó su obra de devastación.
49. ¿No profiere éste parábola?
La
gente desea evitar aplicarse la profecía a sí misma diciendo que es una
parábola; pretende no comprenderla.
COMENTARIOS DE ELENA G.
DE WHITE T4
CBA LIBRO DE EZEQUIEL CAPÍTULO 20
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