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CBA LIBRO DE OSEAS CAPÍTULO 7


CBA LIBRO DE OSEAS CAPÍTULO 7

1. Curaba yo.

Algunos sostienen que la curación mencionada se refiere a las admoniciones y los reproches proféticos con los cuales Dios procuró curar las apostasías de su pueblo. Otros afirman que la curación se refiere a la restauración parcial de la prosperidad de la nación durante el reinado de Jeroboam II (2 Rey. 14: 25-27; Ose. 2: 8). Sin embargo, la enfermedad moral y espiritual de Israel había sido tan obstinada y difícil, que superó al remedio que Dios podría haberle aplicado. El remedio tan sólo pareció agravar la enfermedad y revelar su malignidad.

Descubrió.

O, "reveló".

El salteador.

Pandillas de bandoleros que, sin duda, asolaban los caminos asaltando a los viajeros. Se diferencian de los "ladrones" que son descritos como haciendo su obra en el interior de los hogares.

2. No consideran.

Tan absorto estaba Israel en sus crímenes y transgresiones, que no escuchaba más el "silbo apacible y delicado" (1 Rey. 19: 12) de la conciencia. Dejó de reconocer que algún día tendría que presentarse ante el tribunal de Dios (Ecl. 12: 14; 2 Cor. 5: 10). Se había olvidado de que todos sus actos siempre estaban bajo la observación del Señor (Sal. 33: 13-15; 90: 8; Jer. 16: 17; Heb. 4: 13).

Sus obras.

Sus propias obras los asediaban simbólicamente, como si hubieran sido los enemigos de sus almas. Pronto caerían completamente derrotadas las fortalezas de la conciencia y de los deseos correctos (cf. Prov. 5: 22).

3. Alegran al rey.

Tan general había llegado a ser la corrupción moral y la impiedad de Israel, que el mal se había difundido por todas las clases sociales, desde las más humildes hasta las más encumbradas. La situación se agravó debido al proceder degradante del rey y de sus príncipes, quienes se complacían con la impiedad y aprobaban esa conducta. Como el rey, así es el pueblo (Prov. 29: 12; Rom. 1: 32).

Algunos prefieren una interpretación diferente de este versículo, basada en otra posible traducción: "En su maldad al rey alegran"; es decir, el pueblo, en su maldad, tenía el maligno plan de asesinar a la familia real. Con ese fin hacían que el rey se alegrara con vino para que pudiera convertirse en una víctima fácil y desprevenida. La frecuencia de los asesinatos de los reyes de Israel durante los últimos años de la historia de la nación apoya en cierta medida esta interpretación (ver com. vers. 7).

4. Todos ellos son adúlteros.

"Todos" incluye al rey, a los príncipes y al pueblo: a toda la nación.

Como horno.

Con esta comparación puede entenderse que el horno representa el corazón (ver com. vers. 6); el fuego, los deseos no santificados, los apetitos, las pasiones del hombre; la masa, los malos propósitos o planes inventados por los complotadores inicuos.

Que cesa de avivar el fuego.

Evidentemente se representa aquí el lapso comprendido entre el comienzo y la terminación de su mal propósito. El panadero enciende el fuego en el horno, y lo deja que continúe ardiendo, sin atizarlo, hasta que la masa se haya levantado bien. Así sucedió en el caso de Israel: se dio un tiempo para que hiciera su obra la levadura de impiedad.

5. Día de nuestro rey.

El hecho de que Oseas hable de "nuestro rey" lo identifica con el reino del norte. Ese "día" puede significar un día cuando se efectuaba una celebración en honor del rey. Sea como fuere, era un día de excesos, cuando la ebriedad, neutralizando el poder del dominio propio, hacía aflorar en los hombres el mal que había en ellos. En este versículo hay una advertencia implícita contra el consumo de bebidas alcohólicas debido a sus efectos dañinos sobre hombres y mujeres (Prov. 23: 29-32; 31: 4-5; Hab. 2: 15).

Escarnecedores.

Se deriva del verbo hebreo lits , " "ser grandilocuente" " o " "jactarse" (ver com. Prov. 20: 1). En vez de apoyar a las personas correctas de su reino, el rey "extendió su mano", es decir, se unió con aquellos que eran los escarnecedores de lo bueno y verdadero.

6. Aplicaron su corazón.

Esto muestra por qué el pueblo era tan abiertamente impío. Su corazón, como un horno, se había ido calentando más y más mediante la acumulación de los fuegos de sus malas inclinaciones y malos deseos.

Toda la noche.

El panadero duerme mientras la masa se está leudando, es decir, mientras se elabora el proyecto diabólico. Cuando todo está listo, o sea "a la mañana", el panadero atiza el fuego, el horno se calienta lo suficiente y comienza la cocción; o sea que se cumple el mal propósito. Puede pensarse que el panadero representa al caudillo del complot.

Duerme.

El tiempo de la espera es el período cuando no hay ninguna demostración manifiesta y activa del mal. Pero aunque el fuego de la iniquidad a veces parece estar estancado en el corazón humano, y por lo tanto en un estado de pasividad, aún es el fuego de la iniquidad, listo para estallar con el calor intensificado del pecado premeditado.

7. Todos ellos arden como un horno.

Estas palabras denotan, sin duda, la intensidad de su pasión y el fiero y terrible poder de destrucción. Habían ido tan lejos en su iniquidad, que el intenso calor de la misma, preparado para destruir a otros, ocasionó su propia destrucción (cf. Dan. 3: 19-22). Las intrigas y los planes satánicos recaen, tarde o temprano, sobre sus instigadores. Los reyes de Israel habían influido sobre su pueblo para mal. Lo habían inflamado con los fuegos del pecado hasta que todos, reyes y súbditos, cayeron en las llamas de una destrucción común.

Sus jueces.

Sus magistrados y otros funcionarios.

Todos sus reyes.

Durante los últimos años de la historia de Israel, cuatro de cinco reyes fueron muertos en un lapso de 20 años. Las víctimas fueron Zacarías, Salum, Pekaía y Peka. En los comienzos del reino del norte varios otros reyes fueron muertos por sus sucesores, o perecieron violenta o misteriosamente. De los 20 reyes de Israel, sólo Jeroboam I, Baasa, Omri, Ocozías, Jehú, Joacaz, 931 Joás, Jeroboam II y Manahem, murieron por causas naturales.

8. Se ha mezclado con los demás pueblos.

Es decir, con las otras naciones (cf. Est. 3: 12). Una de las principales razones de la apostasía de Israel fue que se mezcló con los paganos y se unió en matrimonio con ellos (Exo. 34: 12-16; Sal. 106: 33-41).

Torta.

Heb. 'ugah , un pan, delgado y redondo, que se cocinaba rápidamente sobre cenizas o piedras calentadas (1 Rey. 19: 6). No tenía ningún parecido con una torta dulce moderna; más bien se asemejaba a una tortilla o panqueque. La 'ugah debía voltearse con rapidez, pues de lo contrario se quemaba por un lado y quedaba húmeda del otro, arruinada por el calor, pues éste no había penetrado en ella. Esta es una gráfica descripción de inconsecuencia e inconstancia espirituales. Los israelitas declaraban que eran adoradores de Jehová, pero estaban entregados a las idolatrías de los paganos.

El Señor eligió a Abrahán y a sus descendientes para que fueran una nación santa para él, para que le pertenecieran. Por eso ordenó que debían vivir tal como lo profetizó Balaam: como "un pueblo que habitará confiado " ['solo', RVR' nota] "" (Núm. 23: 9; cf. Exo. 19: 4-6; Deut. 14: 2; 26: 16-19; Sal. 135: 4). Israel no quiso obedecer la orden divina y se mezcló con los pueblos circunvecinos, y por eso su religión se convirtió en una religión híbrida.

9. Devoraron extraños.

Esta mezcla de Israel con los paganos (vers. 8) no podía traer más que dificultades. Las naciones idólatras devoraron la fuerza de Efraín. Siria humilló y redujo el ejército de Joacaz a un número insignificante (2 Rey. 13: 3-7). Manahem tuvo que pagar tributo a Asiria (2 Rey. 15: 17-20). Durante el reinado de Peka, Tiglat-pileser, rey asirio, conquistó territorio israelita y llevó sus habitantes cautivos a Asiria (2 Rey. 15: 29; 1 Crón. 5: 26). Todo esto sucedió antes de que el reino terminara con la caída de Samaria (2 Rey. 17: 5-18).

Canas.

Representación simbólica de la declinación de la fuerza nacional de Israel y la decadencia de su importancia nacional.

Y él no lo supo.

Esto no significa necesariamente que Israel no supiera que estaba decayendo. Lo que sucedía dentro y fuera de la nación era demasiado evidente. Lo que no discernían era que esa decadencia se debía a su apostasía. A Israel le faltaba el conocimiento esencial que debería haber tenido (ver com. cap. 4: 6).

10. La soberbia de Israel.

Ver com. cap. 5: 5.

Con todo esto.

Estas palabras destacan la contumacia del reino del norte al no buscar la ayuda del Señor. Por el contrario, hicieron alianzas y tratados con naciones extranjeras.

11. Como paloma incauta.

Antiguamente parece haberse difundido la opinión de que la paloma es un ave sencilla que es fácilmente engañada. La inocencia de esta ave es el tema de un proverbio árabe muy antiguo. La completa ingenuidad con que una paloma vuela mientras es atrapada en la red de un cazador, sin advertirla ni observarla (Prov. 7: 23), se usa muy bien como una ilustración gráfica de la necedad de Efraín. Israel pidió la ayuda de Egipto y Asiria, y no comprendió que estaba estimulando la codicia de esas potencias imperialistas que querían más territorios y procuraban dominar a Palestina. Así Israel perdió su independencia y soberanía (ver pp. 32-34).

A Egipto... a Asiria.

La posición geográfica de Palestina la exponía a ser invadida por esos dos antiguos imperios. Las dos naciones hebreas estaban en el camino que separaba a esos dos grandes poderes. Ese camino, que unía las fértiles cuencas del Nilo y el Eufrates, era un botín muy codiciado por el cual luchaban esos dos poderosos imperios. Los reinos de Israel y de Judá fueron atrapados en esa rivalidad internacional, y quedaron agobiados por los dos rivales. Israel no tenía confianza espiritual en su Dios y cayó en la desesperación, y recurrió neciamente, primero a uno y después a otro, en busca de una ayuda que sólo podía convertirse en una trampa para su propia seguridad nacional.

12. Cuando fueren.

A Egipto y Asiria en busca de ayuda (ver com. vers. 11).

Mi red.

La red del castigo de Dios (cf. Job 19: 6; Sal. 66: 11; Eze. 12: 13; 32: 3).

Les haré caer.

El profeta continúa usando la figura de las aves y su captura. No importa cuán alto o rápido fuera su vuelo, el pueblo no podría escapar de Dios. Sería humillado hasta el polvo.

En sus congregaciones.

Oseas informa a Efraín que los castigos, tan frecuentemente anunciados por los profetas a la congregación de los hijos de Israel, caerían severamente sobre los apóstatas.

13. ¡Ay de ellos!

El pueblo se había apartado 932 de Dios, su única fuente de salvación (Sal. 3: 8; 46: 1; 91: 1-3; Jon. 2: 8-9).

Los redimí.

Sin duda una referencia al éxodo de Egipto.

Hablaron mentiras contra mí.

El profeta no acusa aquí al pueblo de que hubiera dicho mentiras sólo contra hombres (vers. 3), sino de algo que es más grave: de mentir contra el Señor o en cuanto a él. Entre tales mentiras podría incluirse la negación de la deidad esencial como atributo exclusivo de Dios, y también la negación de su poder o voluntad ya fuera para proteger o para castigar. 0 quizá el profeta quería decir que esas mentiras consistían en aproximarse hipócritamente a Dios con los labios, mientras que el corazón estaba muy lejos de él (cf. Isa. 29: 13).

14. Con su corazón.

La falsedad del pueblo se manifestaba tanto en sus obras como en sus palabras, pues si en realidad recurrían a Dios pidiéndole ayuda lo hacían con insinceridad. El clamor de Israel ante Dios no emanaba del corazón.

Gritaban.

Heb. yalal , "aullar". Esta palabra imita el sonido de la desesperación como lo hace la palabra castellana "ulular". Esos aullidos se debían al sufrimiento del pueblo y no a un verdadero arrepentimiento o a tener fe en el Señor (ver com. Sal. 18: 41). El verdadero arrepentimiento es motivado no por el temor al castigo del pecado, sino por el deseo de liberación de su gran pecaminosidad (ver com. Job. 42: 6).

Se congregaron.

El cuadro es el de un grupo de haraganes que holgazanean juntos mientras su interés principal se concentra en comer y beber. Se han sugerido varias explicaciones para el propósito de esas reuniones. Algunos creen que se celebraban para dar la apariencia de realizar algún rito adicional del culto a Jehová. Otros han sugerido que eran fiestas en templos de ídolos, celebradas para aplacar a los dioses mediante ofrendas de alimentos. O también esas reuniones pueden haber consistido sencillamente en la reunión de gente cerca de las puertas de la ciudad, sólo para comentar los últimos rumores y chismes, y quizá para tratar en cuanto a la triste condición de los asuntos nacionales. Sea como fuere, la principal preocupación de esas personas era tener abundante provisión de trigo y de vino para satisfacer sus necesidades corporales. "Por el trigo y el mosto se hacen incisiones" " (BJ). Esta traducción concuerda con la LXX. Esto significa que se cortaban fanáticamente durante su culto ante las imágenes. tal era una práctica pagana corriente (ver com. 1 Rey. 18: 28).

15. Yo los enseñé.

Literalmente, "yo discipliné", "yo castigué", o "yo instruí". Este pasaje es otra referencia a la bondad de Dios y a la subsecuente ingratitud de Israel. A cambio de la bondad de Dios para su pueblo, éste ideó males contra el Señor. Obstinadamente persistió en sus malos caminos.

Este versículo revela, de paso, el poder de la voluntad humana y cuán libre es ella. La voluntad puede resistir la influencia de Dios y hacer que resulte para mal lo que él quiere que sea para bien, porque la voluntad es moral y espiritualmente soberana e independiente.

Sus brazos.

O, "antebrazos". Los brazos son un símbolo de fuerza (Sal. 18: 34; 144: 1). De esta manera el Señor enseñó a su pueblo cuál es la fuente de la fortaleza y el secreto para adquirirla. A pesar de esto, el pueblo se rebeló contra él.

Pensaron mal.

La construcción sintáctica hebrea expresa el siguiente énfasis: "Contra mí conciben males, ¡contra Mí , su Dios!" Contra el Señor que había hecho tanto por ellos y para cuya gloria habían sido creados. Le dieron la espalda para seguir a los ídolos, para dar gloria a esas vanidades (cf. Isa. 42: 8).

16. Como arco engañoso.

Mejor, "arco flojo". Es decir, un arco flojo o suelto. La rebelión de Israel contra su Dios aquí se representa simbólicamente como un arco flojo que falla en arrojar la saeta contra el blanco. La progresiva decadencia espiritual de Israel, que le impidió alcanzar su elevado destino, se parecía mucho a un arco que, perdida su elasticidad, ya no podía disparar la saeta hacia la meta a la cual apuntaba (cf. Sal. 78: 55-57).

La soberbia de su lengua.

Las palabras de los gobernantes, que enseñaban al pueblo a confiar en Egipto antes que en Dios, que conducían al pueblo a la idolatría y a la impiedad, perforarían como una espada su propio pecho cuando su reino fuera destruido y su pueblo llevado cautivo a un país extranjero.

Su escarnio.

Como sucedió en el caso de Egipto (ver com. Isa. 30: 3, 5), así también sucederá con el mundo: éste se burla y se mofa de los que vanamente confían en él y le rinden culto antes que a Dios.


COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE T4 

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