1. Curaba yo.
Algunos sostienen que la curación
mencionada se refiere a las admoniciones y los reproches proféticos con los
cuales Dios procuró curar las apostasías de su pueblo. Otros afirman que la
curación se refiere a la restauración parcial de la prosperidad de la nación
durante el reinado de Jeroboam II (2 Rey. 14: 25-27; Ose. 2: 8). Sin embargo, la
enfermedad moral y espiritual de Israel había sido tan obstinada y difícil, que
superó al remedio que Dios podría haberle aplicado. El remedio tan sólo pareció
agravar la enfermedad y revelar su malignidad.
Descubrió.
O,
"reveló".
El salteador.
Pandillas de bandoleros que, sin duda,
asolaban los caminos asaltando a los viajeros. Se diferencian de los "ladrones"
que son descritos como haciendo su obra en el interior de los hogares.
2. No consideran.
Tan absorto
estaba Israel en sus crímenes y transgresiones, que no escuchaba más el "silbo
apacible y delicado" (1 Rey. 19: 12) de la conciencia. Dejó de reconocer que
algún día tendría que presentarse ante el tribunal de Dios (Ecl. 12: 14; 2 Cor.
5: 10). Se había olvidado de que todos sus actos siempre estaban bajo la
observación del Señor (Sal. 33: 13-15; 90: 8; Jer. 16: 17; Heb. 4: 13).
Sus obras.
Sus propias obras los asediaban simbólicamente, como
si hubieran sido los enemigos de sus almas. Pronto caerían completamente
derrotadas las fortalezas de la conciencia y de los deseos correctos (cf. Prov.
5: 22).
3. Alegran al rey.
Tan
general había llegado a ser la corrupción moral y la impiedad de Israel, que el
mal se había difundido por todas las clases sociales, desde las más humildes
hasta las más encumbradas. La situación se agravó debido al proceder degradante
del rey y de sus príncipes, quienes se complacían con la impiedad y aprobaban
esa conducta. Como el rey, así es el pueblo (Prov. 29: 12; Rom. 1: 32).
Algunos prefieren una interpretación diferente de este versículo, basada
en otra posible traducción: "En su maldad al rey alegran"; es decir, el pueblo,
en su maldad, tenía el maligno plan de asesinar a la familia real. Con ese fin
hacían que el rey se alegrara con vino para que pudiera convertirse en una
víctima fácil y desprevenida. La frecuencia de los asesinatos de los reyes de
Israel durante los últimos años de la historia de la nación apoya en cierta
medida esta interpretación (ver com. vers. 7).
4. Todos ellos son adúlteros.
"Todos" incluye al rey, a
los príncipes y al pueblo: a toda la nación.
Como horno.
Con
esta comparación puede entenderse que el horno representa el corazón (ver com.
vers. 6); el fuego, los deseos no santificados, los apetitos, las pasiones del
hombre; la masa, los malos propósitos o planes inventados por los complotadores
inicuos.
Que cesa de avivar el fuego.
Evidentemente se
representa aquí el lapso comprendido entre el comienzo y la terminación de su
mal propósito. El panadero enciende el fuego en el horno, y lo deja que continúe
ardiendo, sin atizarlo, hasta que la masa se haya levantado bien. Así sucedió en
el caso de Israel: se dio un tiempo para que hiciera su obra la levadura de
impiedad.
5. Día de nuestro rey.
El
hecho de que Oseas hable de "nuestro rey" lo identifica con el reino del norte.
Ese "día" puede significar un día cuando se efectuaba una celebración en honor
del rey. Sea como fuere, era un día de excesos, cuando la ebriedad,
neutralizando el poder del dominio propio, hacía aflorar en los hombres el mal
que había en ellos. En este versículo hay una advertencia implícita contra el
consumo de bebidas alcohólicas debido a sus efectos dañinos sobre hombres y
mujeres (Prov. 23: 29-32; 31: 4-5; Hab. 2: 15).
Escarnecedores.
Se deriva del verbo hebreo lits , " "ser grandilocuente" " o "
"jactarse" (ver com. Prov. 20: 1). En vez de apoyar a las personas correctas de
su reino, el rey "extendió su mano", es decir, se unió con aquellos que eran los
escarnecedores de lo bueno y verdadero.
6. Aplicaron su corazón.
Esto muestra por qué el pueblo
era tan abiertamente impío. Su corazón, como un horno, se había ido calentando
más y más mediante la acumulación de los fuegos de sus malas inclinaciones y
malos deseos.
Toda la noche.
El panadero duerme mientras la masa
se está leudando, es decir, mientras se elabora el proyecto diabólico. Cuando
todo está listo, o sea "a la mañana", el panadero atiza el fuego, el horno se
calienta lo suficiente y comienza la cocción; o sea que se cumple el mal
propósito. Puede pensarse que el panadero representa al caudillo del complot.
Duerme.
El tiempo de la espera es el período cuando no hay
ninguna demostración manifiesta y activa del mal. Pero aunque el fuego de la
iniquidad a veces parece estar estancado en el corazón humano, y por lo tanto en
un estado de pasividad, aún es el fuego de la iniquidad, listo para estallar con
el calor intensificado del pecado premeditado.
7. Todos ellos arden como un horno.
Estas palabras
denotan, sin duda, la intensidad de su pasión y el fiero y terrible poder de
destrucción. Habían ido tan lejos en su iniquidad, que el intenso calor de la
misma, preparado para destruir a otros, ocasionó su propia destrucción (cf. Dan.
3: 19-22). Las intrigas y los planes satánicos recaen, tarde o temprano, sobre
sus instigadores. Los reyes de Israel habían influido sobre su pueblo para mal.
Lo habían inflamado con los fuegos del pecado hasta que todos, reyes y súbditos,
cayeron en las llamas de una destrucción común.
Sus jueces.
Sus
magistrados y otros funcionarios.
Todos sus reyes.
Durante los
últimos años de la historia de Israel, cuatro de cinco reyes fueron muertos en
un lapso de 20 años. Las víctimas fueron Zacarías, Salum, Pekaía y Peka. En los
comienzos del reino del norte varios otros reyes fueron muertos por sus
sucesores, o perecieron violenta o misteriosamente. De los 20 reyes de Israel,
sólo Jeroboam I, Baasa, Omri, Ocozías, Jehú, Joacaz, 931 Joás, Jeroboam II y
Manahem, murieron por causas naturales.
8. Se ha mezclado con los demás pueblos.
Es decir, con las
otras naciones (cf. Est. 3: 12). Una de las principales razones de la apostasía
de Israel fue que se mezcló con los paganos y se unió en matrimonio con ellos
(Exo. 34: 12-16; Sal. 106: 33-41).
Torta.
Heb. 'ugah , un pan,
delgado y redondo, que se cocinaba rápidamente sobre cenizas o piedras
calentadas (1 Rey. 19: 6). No tenía ningún parecido con una torta dulce moderna;
más bien se asemejaba a una tortilla o panqueque. La 'ugah debía voltearse con
rapidez, pues de lo contrario se quemaba por un lado y quedaba húmeda del otro,
arruinada por el calor, pues éste no había penetrado en ella. Esta es una
gráfica descripción de inconsecuencia e inconstancia espirituales. Los
israelitas declaraban que eran adoradores de Jehová, pero estaban entregados a
las idolatrías de los paganos.
El Señor eligió a Abrahán y a sus
descendientes para que fueran una nación santa para él, para que le
pertenecieran. Por eso ordenó que debían vivir tal como lo profetizó Balaam:
como "un pueblo que habitará confiado " ['solo', RVR' nota] "" (Núm. 23: 9; cf.
Exo. 19: 4-6; Deut. 14: 2; 26: 16-19; Sal. 135: 4). Israel no quiso obedecer la
orden divina y se mezcló con los pueblos circunvecinos, y por eso su religión se
convirtió en una religión híbrida.
9. Devoraron extraños.
Esta mezcla de Israel con los
paganos (vers. 8) no podía traer más que dificultades. Las naciones idólatras
devoraron la fuerza de Efraín. Siria humilló y redujo el ejército de Joacaz a un
número insignificante (2 Rey. 13: 3-7). Manahem tuvo que pagar tributo a Asiria
(2 Rey. 15: 17-20). Durante el reinado de Peka, Tiglat-pileser, rey asirio,
conquistó territorio israelita y llevó sus habitantes cautivos a Asiria (2 Rey.
15: 29; 1 Crón. 5: 26). Todo esto sucedió antes de que el reino terminara con la
caída de Samaria (2 Rey. 17: 5-18).
Canas.
Representación
simbólica de la declinación de la fuerza nacional de Israel y la decadencia de
su importancia nacional.
Y él no lo supo.
Esto no significa
necesariamente que Israel no supiera que estaba decayendo. Lo que sucedía dentro
y fuera de la nación era demasiado evidente. Lo que no discernían era que esa
decadencia se debía a su apostasía. A Israel le faltaba el conocimiento esencial
que debería haber tenido (ver com. cap. 4: 6).
10. La soberbia de Israel.
Ver com. cap. 5: 5.
Con
todo esto.
Estas palabras destacan la contumacia del reino del norte al
no buscar la ayuda del Señor. Por el contrario, hicieron alianzas y tratados con
naciones extranjeras.
11. Como paloma
incauta.
Antiguamente parece haberse difundido la opinión de que la
paloma es un ave sencilla que es fácilmente engañada. La inocencia de esta ave
es el tema de un proverbio árabe muy antiguo. La completa ingenuidad con que una
paloma vuela mientras es atrapada en la red de un cazador, sin advertirla ni
observarla (Prov. 7: 23), se usa muy bien como una ilustración gráfica de la
necedad de Efraín. Israel pidió la ayuda de Egipto y Asiria, y no comprendió que
estaba estimulando la codicia de esas potencias imperialistas que querían más
territorios y procuraban dominar a Palestina. Así Israel perdió su independencia
y soberanía (ver pp. 32-34).
A Egipto... a Asiria.
La posición
geográfica de Palestina la exponía a ser invadida por esos dos antiguos
imperios. Las dos naciones hebreas estaban en el camino que separaba a esos dos
grandes poderes. Ese camino, que unía las fértiles cuencas del Nilo y el
Eufrates, era un botín muy codiciado por el cual luchaban esos dos poderosos
imperios. Los reinos de Israel y de Judá fueron atrapados en esa rivalidad
internacional, y quedaron agobiados por los dos rivales. Israel no tenía
confianza espiritual en su Dios y cayó en la desesperación, y recurrió
neciamente, primero a uno y después a otro, en busca de una ayuda que sólo podía
convertirse en una trampa para su propia seguridad nacional.
12. Cuando fueren.
A Egipto y
Asiria en busca de ayuda (ver com. vers. 11).
Mi red.
La red del
castigo de Dios (cf. Job 19: 6; Sal. 66: 11; Eze. 12: 13; 32: 3).
Les
haré caer.
El profeta continúa usando la figura de las aves y su
captura. No importa cuán alto o rápido fuera su vuelo, el pueblo no podría
escapar de Dios. Sería humillado hasta el polvo.
En sus congregaciones.
Oseas informa a Efraín que los castigos, tan frecuentemente anunciados
por los profetas a la congregación de los hijos de Israel, caerían severamente
sobre los apóstatas.
13. ¡Ay de ellos!
El pueblo se había apartado 932 de Dios, su única fuente de salvación
(Sal. 3: 8; 46: 1; 91: 1-3; Jon. 2: 8-9).
Los redimí.
Sin duda
una referencia al éxodo de Egipto.
Hablaron mentiras contra mí.
El profeta no acusa aquí al pueblo de que hubiera dicho mentiras sólo
contra hombres (vers. 3), sino de algo que es más grave: de mentir contra el
Señor o en cuanto a él. Entre tales mentiras podría incluirse la negación de la
deidad esencial como atributo exclusivo de Dios, y también la negación de su
poder o voluntad ya fuera para proteger o para castigar. 0 quizá el profeta
quería decir que esas mentiras consistían en aproximarse hipócritamente a Dios
con los labios, mientras que el corazón estaba muy lejos de él (cf. Isa. 29:
13).
14. Con su corazón.
La
falsedad del pueblo se manifestaba tanto en sus obras como en sus palabras, pues
si en realidad recurrían a Dios pidiéndole ayuda lo hacían con insinceridad. El
clamor de Israel ante Dios no emanaba del corazón.
Gritaban.
Heb. yalal , "aullar". Esta palabra imita el sonido de la desesperación
como lo hace la palabra castellana "ulular". Esos aullidos se debían al
sufrimiento del pueblo y no a un verdadero arrepentimiento o a tener fe en el
Señor (ver com. Sal. 18: 41). El verdadero arrepentimiento es motivado no por el
temor al castigo del pecado, sino por el deseo de liberación de su gran
pecaminosidad (ver com. Job. 42: 6).
Se congregaron.
El cuadro
es el de un grupo de haraganes que holgazanean juntos mientras su interés
principal se concentra en comer y beber. Se han sugerido varias explicaciones
para el propósito de esas reuniones. Algunos creen que se celebraban para dar la
apariencia de realizar algún rito adicional del culto a Jehová. Otros han
sugerido que eran fiestas en templos de ídolos, celebradas para aplacar a los
dioses mediante ofrendas de alimentos. O también esas reuniones pueden haber
consistido sencillamente en la reunión de gente cerca de las puertas de la
ciudad, sólo para comentar los últimos rumores y chismes, y quizá para tratar en
cuanto a la triste condición de los asuntos nacionales. Sea como fuere, la
principal preocupación de esas personas era tener abundante provisión de trigo y
de vino para satisfacer sus necesidades corporales. "Por el trigo y el mosto se
hacen incisiones" " (BJ). Esta traducción concuerda con la LXX. Esto significa
que se cortaban fanáticamente durante su culto ante las imágenes. tal era una
práctica pagana corriente (ver com. 1 Rey. 18: 28).
15. Yo los enseñé.
Literalmente, "yo discipliné", "yo
castigué", o "yo instruí". Este pasaje es otra referencia a la bondad de Dios y
a la subsecuente ingratitud de Israel. A cambio de la bondad de Dios para su
pueblo, éste ideó males contra el Señor. Obstinadamente persistió en sus malos
caminos.
Este versículo revela, de paso, el poder de la voluntad humana
y cuán libre es ella. La voluntad puede resistir la influencia de Dios y hacer
que resulte para mal lo que él quiere que sea para bien, porque la voluntad es
moral y espiritualmente soberana e independiente.
Sus brazos.
O,
"antebrazos". Los brazos son un símbolo de fuerza (Sal. 18: 34; 144: 1). De esta
manera el Señor enseñó a su pueblo cuál es la fuente de la fortaleza y el
secreto para adquirirla. A pesar de esto, el pueblo se rebeló contra él.
Pensaron mal.
La construcción sintáctica hebrea expresa el
siguiente énfasis: "Contra mí conciben males, ¡contra Mí , su Dios!" Contra el
Señor que había hecho tanto por ellos y para cuya gloria habían sido creados. Le
dieron la espalda para seguir a los ídolos, para dar gloria a esas vanidades
(cf. Isa. 42: 8).
16. Como arco engañoso.
Mejor, "arco flojo". Es decir, un arco flojo o suelto. La rebelión de
Israel contra su Dios aquí se representa simbólicamente como un arco flojo que
falla en arrojar la saeta contra el blanco. La progresiva decadencia espiritual
de Israel, que le impidió alcanzar su elevado destino, se parecía mucho a un
arco que, perdida su elasticidad, ya no podía disparar la saeta hacia la meta a
la cual apuntaba (cf. Sal. 78: 55-57).
La soberbia de su lengua.
Las palabras de los gobernantes, que enseñaban al pueblo a confiar en
Egipto antes que en Dios, que conducían al pueblo a la idolatría y a la
impiedad, perforarían como una espada su propio pecho cuando su reino fuera
destruido y su pueblo llevado cautivo a un país extranjero.
Su escarnio.
Como sucedió en el caso de Egipto (ver com. Isa. 30: 3, 5), así también
sucederá con el mundo: éste se burla y se mofa de los que vanamente confían en
él y le rinden culto antes que a Dios.
COMENTARIOS DE ELENA
G. DE WHITE T4
CBA LIBRO DE OSEAS CAPÍTULO 7
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