- Título
- Paternidad literaria
- Marco histórico
- Tema
- Bosquejo
1. Título.-
El libro lleva el nombre de su
protagonista, Daniel. La costumbre de dar a varios libros del AT el nombre de su
principal héroe puede verse en los libros de Josué, Samuel, Ester, Job, etc.
Pero tal título no indica necesariamente que esa persona fue la autora del
libro, aunque sí puede implicar eso, como es el caso del libro de Daniel.
2. Autor.-
La opinión tradicional tanto de
judíos como de cristianos es que el libro fue escrito en el siglo VI a. C., y
que Daniel fue su autor. Las evidencias en favor de esa opinión son las
siguientes:
a. Lo que el mismo libro dice. El profeta Daniel habla en
primera persona en muchos pasajes (cap. 8: 1-7, 13-19, 27; 9: 2-22; 10: 2-5;
etc.). Afirma que recibió personalmente la orden divina de preservar el libro
(cap. 12: 4). El hecho de que haya secciones en las cuales el autor se refiera a
sí mismo en tercera persona (cap. 1: 6- 11, 17, 19, 21; 2: 14-20; etc.) no es
extraño, ya que ese estilo es frecuente en obras antiguas (ver com. Esd. 7: 28).
b. El autor conoce bien historia. Solamente un hombre del siglo VI a.
C., bien versado en asuntos babilónicos, podría haber escrito en cuanto a
algunos de los hechos históricos que se encuentran en el libro. El conocimiento
de esos hechos se perdió después del siglo VI a. C., pues no se registró en otra
literatura antigua posterior (ver p. 776). Descubrimientos arqueológicos más o
menos recientes han traído estos hechos nuevamente a la luz.
c. El
testimonio de Jesucristo. Jesús un pasaje del libro y mencionó a Daniel como su
autor (Mat. 24:15). Para todo creyente cristiano este testimonio debiera ser una
evidencia convincente.
El libro se divide en dos partes fáciles de
distinguir. La primera (cap. 1-6) principalmente histórica, y la segunda (cap.
7-12) mayormente profético. A pesar de esto el libro constituye una unidad
literaria. Para defender tal unidad pueden presentarse los siguientes
argumentos:
1. Las diferentes partes del libro están mutuamente
relacionadas entre sí. Se podrá comprender el uso de los vasos del templo en el
festín de Belsasar si se tiene en cuenta cómo llegaron a Babilonia (cap. 5: 3;
cf. cap. 1: 1-2). En el cap. 3: 12 se hace referencia a una medida
administrativa de Nabucodonosor que se describe primero en el cap. 2: 49. En el
cap. 9: 21 se hace referencia a una visión previa (cap. 8: 15-16).
2. La
parte histórica contiene una profecía (cap. 2) estrechamente relacionada con el
tema de las profecías que se encuentran en la última parte del libro (cap.
7-12). 772 El cap. 7 amplía el tema tratado en el cap. 2. Hay también una
relación evidente entre elementos históricos y proféticos. La sección histórica
(cap. 1-6) constituye una narración del trato de Dios con una nación, Babilonia,
y el papel de ésta en el plan divino. Este relato tiene el propósito de ilustrar
la forma en que Dios trata a todas las naciones (ver Ed 170-172). A semejanza de
lo que ocurrió con Babilonia, cada uno de los imperios mundiales sucesivos que
se describen gráficamente en la porción profético del libro, recibió una
oportunidad de conocer la voluntad divina y de cooperar con ella, y cada uno
habría de ser medido por la fidelidad con que cumplió el propósito divino. De
esta manera el surgimiento y la caída de las naciones representadas en la parte
profético deben comprenderse dentro del marco de los principios expuestos en la
parte histórica, vistos en acción en el caso de Babilonia. Este hecho convierte
a las dos secciones del libro en una unidad e ilumina el papel desempeñado por
cada uno de los imperios mundiales.
La unidad literaria del libro
-demostrada en la composición del mismo, en la línea general de pensamiento y
por las expresiones usadas en los dos idiomas (ver p. 776) es generalmente
reconocida. Los argumentos usados en favor de la teoría de los dos autores no
tienen el menor fundamento.
En la cueva 1 de Qumran (ver PP. 128-129)
había tres fragmentos del libro de Daniel, los cuales fueron publicados por D.
Barthélemy y J. T. Milik, en Discoveries in the Judaean Desert I: Qumran Cave I
(Descubrimientos en el desierto de Judea l: caverna 1 de Qumran), (Oxford,
1955), PP. 150-152. Los fragmentos provienen de dos rollos o de uno solo, en los
cuales los cap. 1 y 2 fueron escritos por un escriba y el cap. 3 por otro;
tenían partes de los cap. 1: 10- 1 7; 2: 2-6; 3: 22-30. Una comparación de este
texto con el texto masorético muestra 16 variantes, ninguna de las cuales afecta
el significado del pasaje. Nueve de estas 16 variantes son variaciones
ortográficas que sólo afectan una letra: dos de ellas parecen ser errores de
ortografía; las otras siete se escriben también de varias maneras en el texto
masorético. Se encuentran cuatro adiciones: una, la conjunción "y", y una de la
partícula "que" delante de "si"; dos palabras tienen una vocal agregada. En un
caso, una vocal que aparece en el texto masorético no está en los fragmentos.
Dos terminaciones verbales parecen ser error de los escribas. La lista muestra
que las diferencias son tan insignificantes que no se notarían en una
traducción. Este es un poderoso argumento para sostener que el texto hebreo de
Daniel está ahora esencialmente en la misma forma en que estaba por lo menos en
el tiempo de Cristo.
También resulta interesante el hecho de que el cap.
2 incluye el pasaje en el cual ocurre el cambio del hebreo al arameo (ver com.
cap. 2: 4). En ese punto hay un espacio en blanco entre la última palabra en
hebreo y la primera en arameo, lo que hace una distinción clara entre las
secciones de los dos idiomas. Es también digno de notar que, al igual que el
texto masorético, estos fragmentos no contienen el canto apócrifo de los tres
niños (ver com. cap. 3:23).
La cueva 4 de Qumran ha producido fragmentos
de cuero de tres manuscritos de Daniel (todavía no publicados en 1984), los
cuales, según se ha informado, están en buen estado de conservación y
representan porciones considerables del libro. F. M. Cross, en Biblical
Archaeologist , 19 (1956), 85-86; en Revue Biblique, 63 (1956), p. 58.
De la cueva 6 de Qumran proceden varios fragmentos de papiros de Daniel,
los que representan los cap. 8: 20-21; 10: 8-16; y 11: 33-38 (contienen nueve
variaciones ortográficas menores). Fueron publicados por M. Baillet en
Discoveries in the Judaean Desert III: Les Petites rottes de Qumran
(Descubrimientos en el desierto de Judea III: las pequeñas cuevas de Qumran),
(Oxford, 1962), PP. 1 14-116.
3. Marco histórico.-
El libro de Daniel contiene (1) un registro de ciertos
incidentes 773 históricos de la vida de Daniel y de sus tres amigos, judíos
deportados que estaban al servicio del gobierno de Babilonia, y (2) el registro
de un sueño profético del rey Nabucodonosor, interpretado por Daniel, juntamente
con el registro de visiones recibidas por el profeta mismo. Aunque el libro fue
escrito en Babilonia durante el cautiverio y poco después de él, no tenía el
propósito de proporcionar una historia del destierro de los judíos ni una
biografía de Daniel. El libro relata las vicisitudes principales de la vida del
estadista-profeta y de sus compañeros, y fue compilado con fines específicos.
Ante todo Daniel presenta una breve información acerca de la razón por
la cual él se hallaba al servicio del rey de Babilonia (cap. 1). Después de
haber sido llevados a Babilonia en el primer cautiverio en el año 605 a. C.,
durante la primera campaña del rey Nabucodonosor contra Siria, Daniel y otros
príncipes de sangre real fueron escogidos para ser preparados para el servicio
gubernamental. Los primeros 19 años de la estada de Daniel en Babilonia fueron
los últimos años de la existencia del reino de Judá, aunque estaba subyugado por
Babilonia. La inútil política antibabilónica de los últimos reyes de Judá atrajo
catástrofe tras catástrofe sobre la nación judía.
El rey Joacim, durante
cuyo reinado Daniel había sido llevado cautivo, permaneció leal a Babilonia
durante algunos años. Sin embargo, más adelante cedió a la política del partido
proegipcio de Judá, y se rebeló. Como resultado, el país sufrió invasiones
militares; sus ciudadanos perdieron la libertad y fueron llevados al cautiverio,
y el rey perdió la vida. Joaquín, su hijo y sucesor, después de un breve reinado
de sólo tres meses, vio volver a los ejércitos babilonios para castigar la
deslealtad de los judíos. El, junto con miles de los principales ciudadanos de
Judá, fue llevado cautivo en el año 597 a. C. Su sucesor, Sedequías,
evidentemente trató de permanecer leal a Babilonia. Sin embargo, debido a su
debilidad y vacilación no pudo resistir durante mucho tiempo las propuestas de
Egipto y los sentimientos antibabilónicos de sus principales consejeros. Como
resultado de esto, Nabucodonosor cansado ya de las repetidas revueltas de
Palestina, decidió acabar con el reino de Judá. Durante dos años y medio los
ejércitos de Babilonia asolaron la tierra de Judá, tomaron y destruyeron las
ciudades, incluso Jerusalén con su templo y sus palacios, y llevaron cautivos a
la mayoría de los habitantes de Judá en el año 586 a. C.
Daniel estuvo
en Babilonia durante esos días agitados. Sin duda vio los ejércitos babilonios
que se ponían en marcha para llevar a cabo sus campañas contra Judea y fue
testigo de su regreso victorioso y de la llegada de los cautivos judíos. Entre
los cautivos estuvo el joven rey Joaquín con su familia (2 Rey. 24: 10-16), y
más tarde el rey Sedequías, a quien habían sacado los ojos (2 Rey. 25: 7).
Durante esos años Daniel debe haber estado enterado de la agitación política que
había entre los judíos deportados, la que hizo que el rey mandara quemar vivos a
algunos de los principales instigadores. Fue esta agitación la que impulsó a
Jeremías a enviar una carta a sus compatriotas exiliados en la que los instaba a
llevar una vida sosegada y tranquila en Babilonia (Jer. 29).
Durante
esos años Daniel y sus tres amigos cumplieron lealmente y sin alardes sus
deberes como funcionarios del rey y súbditos del reino. Después de su esmerada
instrucción, llegaron a ser miembros de un grupo selecto llamado los sabios, los
que servían al rey como consejeros. Fue entonces cuando Daniel tuvo excepcional
oportunidad de explicar a Nabucodonosor el sueño de los imperios futuros (Dan.
2). Como resultado Daniel fue nombrado para un cargo sumamente importante, que
al parecer retuvo durante muchos años. Ese cargo le dio la oportunidad de hacer
que el rey conociera el poder del Dios del cielo y de la tierra, a quien servían
Daniel y sus 774 amigos. No se sabe cuánto tiempo permaneció Daniel en ese
importante cargo. Al parecer lo perdió antes del año 570 a. C. ya que su nombre
no se encuentra en el "Almanaque de la Corte y el Estado", escrito en
cuneiforme, que contiene la lista de los principales funcionarios del gobierno
de Nabucodonosor en ese tiempo. No existen otros "Almanaques de la Corte y el
Estado" que sean del tiempo del reinado de Nabucodonosor. En verdad, no se
menciona a Daniel en ningún documento extrabíblico de la época.
La
ausencia del nombre de Daniel en este documento no es extraña, ya que no sabemos
cuánto tiempo permaneció Daniel desempeñando un cargo público. Sólo se registran
en el libro de Daniel cuatro acontecimientos principales del reinado de
Nabucodonosor, y en tres de ellos figura Daniel: (1) La educación de los
príncipes judíos durante los tres primeros años de su reinado, lo que incluye el
año ascensional (cap. 1). (2) La interpretación del sueño de Nabucodonosor en el
segundo año del reinado del monarca (cap. 2). (3) La dedicación de la imagen en
la llanura de Dura y la liberación extraordinaria de los amigos de Daniel, en un
año no especificado (cap. 3). (4) La interpretación del sueño de Nabucodonosor
hecha por Daniel, quien anunció que el rey perdería la razón durante siete años,
lo que probablemente ocurrió durante los últimos años del monarca (cap. 4).
No se sabe nada de las actividades de Daniel durante los años cuando
Nabucodonosor estuvo incapacitado. Tampoco sabemos lo que hizo Daniel después de
que el rey recobró sus facultades y su trono, o si prestó servicios durante los
reinados de los reyes posteriores: Amel-Marduk (Evil- Merodac en la Biblia),
Nergal-sar-usur, Labasi-Marduk, y Nabonido. Sin embargo, se le permitió ver la
decadencia moral y la corrupción del poderoso imperio de Nabucodonosor,
gobernado por reyes que habían asesinado a sus predecesores. Daniel también debe
haber observado con sumo interés el rápido encumbramiento del rey Ciro de Persia
en el oriente, ya que un varón de ese nombre había sido mencionado en la
profecía como libertador de Israel (Isa. 44: 28; 45: 1). Es también posible que
en el año 553 a. C. (el año en que probablemente Ciro se adueñó del imperio de
los medos) Daniel viera a Nabonido nombrar a su hijo Belsasar como rey de
Babilonia mientras Nabonido mismo iba a la conquista de Tema, en Arabia. Fue
durante los tres primeros años del reinado de Belsasar cuando Daniel recibió
grandes visiones (cap. 7-8), y el hombre que hasta entonces había sido conocido
sólo como intérprete de sueños y visiones se transformó en uno de los grandes
profetas de todos los tiempos.
Los babilonios pidieron nuevamente los
servicios de Daniel durante la noche de la caída de Babilonia en el año 539 a.
C., para que leyera e interpretara la escritura fatal en el muro de la sala de
banquetes de Belsasar. Después de que los persas se adueñaron de Babilonia y de
su imperio, los nuevos gobernadores aprovecharon de los talentos y de la
experiencia del anciano estadista de la generación pasada. Otra vez Daniel llegó
a ser el principal consejero de la corona. Quizá fue él quien mostró al rey las
profecías de Isaías (ver PR 408), las cuales influyeron sobre el monarca persa
para que promulgara el decreto que terminaba con el destierro de los judíos y
les daba nuevamente una patria y un templo. Durante esta última parte de la
actuación pública de Daniel hubo un atentado contra su vida promovido por sus
colegas envidiosos, pero el Señor intervino maravillosamente y liberó a su
siervo (cap. 6). Además recibió otras visiones importantes durante estos últimos
años de su vida, primero durante el reinado de Darío el Medo (cap. 9; ver la
Nota Adicional del cap. 6) y después durante el de Ciro (cap. 10-12).
En
cualquier estudio del libro de Daniel hay dos asuntos que requieren un examen
cuidadoso:
a. La historicidad de Daniel. Desde que el filósofo
neoplatónico Porfirio realizó los primeros grandes ataques contra la
historicidad de Daniel (233-c. 304 d. C.), este libro ha estado expuesto a los
embates de los críticos, al principio sólo de vez en cuando, pero durante los
dos últimos siglos el ataque ha sido constante. Por eso muchísimos eruditos
cristianos de hoy consideran que el libro de Daniel es obra de un autor anónimo
que vivió en el siglo II a. C., más o menos en el tiempo de la revolución
macabea.
Estos eruditos dan dos razones principales para ubicar el libro
de Daniel en ese siglo: (1) Siendo que entienden que algunas profecías se
refieren a Antíoco IV Epífanes (175-c. 163 a. C.), y que la mayor parte de las
profecías -por lo menos de aquéllas cuyo cumplimiento ha sido demostrado-
habrían sido escritas después de ocurridos los acontecimientos descritos, las
profecías de Daniel deben ubicarse con posterioridad al reinado de Antíoco IV.
(2) Siendo que según sus argumentos, las secciones históricas de Daniel
contienen el registro de ciertos sucesos que no concuerdan con los hechos
históricos conocidos de acuerdo con los documentos disponibles, estas
diferencias pueden explicarse si suponemos que el autor estaba tan alejado de
dichos acontecimientos, tanto en el espacio como en el tiempo, que sólo poseía
un conocimiento limitado de lo que había ocurrido 400 años antes, en los siglos
VII y VI a. C.
El primero de los dos argumentos no tiene validez para
quien cree que los inspirados profetas de antaño realmente hacían predicciones
precisas en cuanto al curso de la historia. El segundo argumento merece una
mayor atención por la seriedad de la afirmación de que Daniel contiene errores
históricos, anacronismos y conceptos errados. Por eso presentamos aquí un breve
estudio acerca de la validez histórica del libro de Daniel.
Es verdad
que Daniel describe algunos acontecimientos que aún hoy no pueden ser
verificados por medio de los documentos de que disponemos. Uno de esos
acontecimientos es la locura de Nabucodonosor, que no se menciona en ningún
registro babilónico que exista hoy. La ausencia de comprobación de una
incapacidad temporaria del más grande rey del Imperio Neobabilónico no es un
fenómeno extraño en un tiempo cuando los registros reales sólo contenían
narraciones dignas de alabanza (ver com. Dan. 4:36). Darío el Medo, cuyo
verdadero lugar en la historia no ha sido establecido por fuentes fidedignas
ajenas a la Biblia, es también un enigma histórico. Se encuentran insinuaciones
en cuanto a su identidad en los escritos de algunos autores griegos y en
información fragmentaria de fuentes cuneiformes (ver Nota Adicional del cap. 6).
Las otras supuestas dificultades históricas que confundían a los
comentaristas conservadores de Daniel hace cien años, han sido resueltas por el
aumento del conocimiento histórico que nos ha proporcionado la arqueología.
Mencionaremos a continuación algunos de estos problemas más importantes que ya
han sido resueltos:
1. La supuesta discrepancia cronológica entre Dan.
1: 1 y Jer. 25: 1. Jeremías, que según el criterio general de los eruditos es
una fuente histórica digna de confianza, sincroniza el 4.º año de Joacim de Judá
con el 1er año de Nabucodonosor de Babilonia. Sin embargo, Daniel habla de que
la primera conquista de Jerusalén efectuada por Nabucodonosor ocurrió en el 3er
año de Joacim, con lo que indudablemente afirma que el 1er año de Nabucodonosor
coincide con el 3er año de Joacim. Antes del descubrimiento de registros de esa
época que revelan los varios sistemas de computar los años de reinado de los
antiguos monarcas, los comentaristas tenían dificultad para explicar esta
aparente discrepancia. Trataban de resolver el problema suponiendo una
corregencia de Nabucodonosor con su padre Nabopolasar (ver t. III, 776 PP.
93-94) o presuponiendo que Jeremías y Daniel ubicaban los acontecimientos según
diferentes sistemas de cómputo: Jeremías según el sistema judío y Daniel según
el babilónico. Ambas explicaciones ya no son válidas.
Se ha resuelto la
dificultad al descubrir que los reyes babilonios, como los de Judá de ese
tiempo, contaban los años de sus reinados según el método del "año de ascensión"
(ver t. II, p. 141). El año en el cual un rey babilonio ascendía al trono no se
contaba oficialmente como su 1er año, sino sólo como el año cuando subía al
trono, y su 1er año, es decir su 1er año calendario completo, no comenzaba hasta
el próximo día de año nuevo, cuando, en una ceremonia religiosa, tomaba las
manos del Dios babilónico Bel.
También sabemos por Josefo y por la
Crónica Babilónica (documento que narra los acontecimientos de los once primeros
años de Nabucodonosor, descubierto en 1956) que Nabucodonosor estaba empeñado en
una campaña militar en Palestina contra Egipto cuando su padre murió y él tomó
el trono (ver p. 784; también t. II PP. 97-98, 164-165; t. III, PP. 93-94). Por
lo tanto, Daniel y Jeremías concuerdan completamente. Jeremías sincronizó el 1er
año del reinado de Nabucodonosor con el 4.º año de Joacim, mientras que Daniel
fue tomado cautivo en el año cuando subió al trono Nabucodonosor, año que él
identifica como el 3.º de Joacim.
2. Nabucodonosor como gran constructor
de Babilonia. De acuerdo con los historiadores griegos, Nabucodonosor desempeñó
un papel insignificante en la historia antigua. Nunca se refieren a él como a un
gran constructor o como el creador de una nueva y más grande Babilonia. Todo
lector de las historias clásicas griegas reconocerá que se le da este honor a la
reina Semíramis, a quien se le adjudica un lugar importante en la historia de
Babilonia.
Sin embargo, los registros cuneiformes de esa época,
descubiertos por arqueólogos durante los últimos cien años, han cambiado
enteramente el cuadro presentado por los autores clásicos y han confirmado el
relato del libro de Daniel que atribuye a Nabucodonosor la construcción en
verdad reconstrucción- de "esta gran Babilonia" (cap. 4:30). Se ha descubierto
ahora que Semíramis -llamada Sammu-ramat en las inscripciones cuneiformes- era
reina madre en Asiria, regente de su hijo menor de edad Adad-nirari III (810-782
a. C.), y no reina de Babilonia como afirmaban las fuentes clásicas. Ias
inscripciones han mostrado que ella no tuvo nada que ver con la construcción de
Babilonia. Por otro lado, numerosas inscripciones de Nabucodonosor que han
quedado en las construcciones prueban que él fue el creador de una nueva
Babilonia, pues reedificó los palacios, templos y la torre-templo de la ciudad,
y añadió nuevos edificios y fortificaciones (ver Nota Adicional del cap. 4).
Puesto que esa información se había perdido completamente antes de la
época helenística, ningún autor podría tenerla, salvo un neobabilónico. La
presencia de tal información en el libro de Daniel es motivo de perplejidad para
los eruditos críticos que no creen que el libro de Daniel fue escrito en el
siglo VI, sino en el II. Un ejemplo típico de su dilema es la siguiente
afirmación de R. H. Pfeiffer, de la Universidad de Harvard: "Probablemente nunca
sabremos cómo supo nuestro autor que la nueva Babilonia era creación de
Nabucodonosor... como lo han probado las excavaciones" ( Introduction to the Old
Testament [New York, 19411, PP. 758-759).
3. Belsasar, rey de Babilonia.
Ver la Nota Adicional del cap. 5 referente al asombroso relato del
descubrimiento hecho por orientalistas modernos acerca de la identidad de
Belsasar. El hecho de que el nombre de este rey no se hubiese encontrado en
fuentes antiguas ajenas a la Biblia, mientras que Nabonido siempre aparecía como
el último rey de Babilonia antes de la conquista de los persas, se usaba
comúnmente como uno de los más poderosos argumentos en contra de la historicidad
del 777 libro de Daniel. Pero los descubrimientos efectuados desde mediados del
siglo XIX han refutado a todos los críticos de Daniel en este respecto y han
vindicado de manera impresionante el carácter fidedigno del relato histórico del
profeta respecto a Belsasar.
b. Los idiomas del libro. Como Esdras (ver
t. III, 322), una parte del libro de Daniel fue escrita en hebreo y otra parte
en arameo. Algunos han explicado este uso de dos idiomas suponiendo que en el
caso de Esdras el autor tomó documentos arameos, acompañados con sus
descripciones históricas, y los incorporó a su libro, que fuera de esos pasajes
estaba escrito en hebreo, el idioma nacional de su pueblo. Pero tal
interpretación no se acomoda con el libro de Daniel, donde la sección aramea
comienza con el cap. 2: 4 y termina con el último versículo del cap. 7.
A continuación hay una lista parcial de las muchas explicaciones que
ofrecen los eruditos en cuanto a este problema, junto con algunas observaciones
entre paréntesis que parecen contradecir la validez de esas explicaciones:
1. El autor escribió los relatos históricos para quienes hablaban
arameo, y las profecías para los eruditos de habla hebrea. (Sin embargo, el que
haya arameo en los cap. 2 y 7 -ambos contienen grandes profecías- indica que
esta opinión no es correcta.)
2. Los dos idiomas muestran la existencia
de dos fuentes. (Esta opinión no puede ser correcta porque el libro tiene una
marcada unidad, cosa que aún algunos críticos radicales han reconocido; ver p.
771.)
3. El libro fue escrito originalmente en un idioma, ya fuera
arameo o hebreo, y más tarde algunas partes fueron traducidas. (Este punto de
vista deja sin contestar la pregunta en cuanto a la razón por la cual se
tradujeron sólo algunas secciones al otro idioma y no todo el libro.)
4.
El autor publicó el libro en dos ediciones, una en hebreo, otra en arameo, para
que toda clase de gente pudiese leerlo; durante las persecuciones en el tiempo
de los Macabeos, algunas partes del libro se perdieron, y las partes que se
pudieron salvar de las dos ediciones fueron reunidas en un libro sin hacer
cambios. (Esta idea tiene el defecto de no poder comprobarse y de basarse en
demasiadas conjeturas.)
5. El autor empezó a escribir en arameo en el
punto donde los caldeos se dirigieron "al rey en lengua aramea" (cap. 2: 4), y
continuó en este idioma mientras escribía en ese tiempo; pero después, cuando
volvió a escribir, usó el hebreo (cap. 8: 1).
La última opinión
aparentemente está bien orientada porque pareciera que las diferentes secciones
del libro fueron escritas en distintas ocasiones. Por el hecho de ser un culto
funcionario del gobierno, Daniel hablaba y escribía en varios idiomas.
Probablemente escribió algunos de los relatos históricos y algunas de las
visiones en hebreo, y otras en arameo. Partiendo de esta suposición, el cap. 1
habría sido escrito en hebreo, probablemente durante el 1er año de Ciro, y los
relatos de los cap. 3 al 6 en arameo en distintas ocasiones. Las visiones
proféticas fueron registradas mayormente en hebreo (cap. 8-12), aunque la visión
del cap. 7 fue escrita en arameo. Por otra parte, el relato del sueño de
Nabucodonosor concerniente a las monarquías futuras (cap. 2) fue escrito en
hebreo hasta el punto en que se cita el discurso de los caldeos (cap. 2: 4); y
desde este punto hasta el fin de la narración el autor usó el arameo.
Al
final de su vida, cuando Daniel reunió todos sus escritos para formar un solo
libro, es posible que no hubiera considerado necesario traducir ciertas partes
para dar al libro unidad lingüística, ya que sabía que la mayor parte de sus
lectores entenderían los dos idiomas, hecho que resulta evidente según otras
fuentes.
También se podrá notar que la existencia de dos idiomas en el
libro de Daniel no 778 puede usarse como argumento para asignar una fecha
posterior al libro. Aquellos que fechan el origen de Daniel en el siglo II a. C.
tienen también el problema de explicar por qué un autor hebreo del período
macabeo escribió parte de un libro en hebreo y otra parte del mismo en arameo.
Si bien las peculiaridades ortográficas de las secciones arameas del
libro de Daniel son parecidas a las del arameo del Asia occidental de los siglos
IV y III a. C., debido posiblemente a una modernización del idioma, hay
diferencias notables. La ortografía no puede decirnos mucho en cuanto a la fecha
cuando se escribió el libro, así como la última revisión del texto de la RVR no
puede tomarse como prueba de que la Biblia fue originalmente escrita o traducida
en el siglo XX d. C. A lo sumo, las peculiaridades ortográficas pueden indicar
cuándo se hicieron las últimas revisiones de la ortografía.
Entre los
Rollos del Mar Muerto (ver t. I, PP. 35-38) hay varios fragmentos de Daniel que
provienen del siglo 11 a. C. Por lo menos dos de ellos contienen la sección del
cap. 2 donde se hace el cambio del hebreo al arameo y muestran claramente el
carácter bilingüe del libro en esa fecha (ver p. 772).
4.
Tema.-
Con justicia podríamos llamar al libro de Daniel un
manual de historia y de profecía. La profecía es una visión anticipada de la
historia; la historia es un repaso retrospectivo de la profecía. El elemento
predictivo permite que el pueblo de Dios vea las cosas transitorias a la luz de
la eternidad, lo pone alerta para actuar con eficacia en determinados momentos,
facilita la preparación personal para la crisis final y, al cumplirse la
predicción, proporciona una base firme para la fe.
Las cuatro
principales profecías del libro de Daniel hacen resaltar en un breve bosquejo, y
teniendo como marco de fondo la historia universal, el devenir del pueblo de
Dios desde los días de Daniel hasta el fin del tiempo. "Se descorre el velo, y
encima, detrás y a través de todo el juego y contra fuego de los humanos
intereses, poder y pasiones, contemplamos a los agentes del que es todo
misericordia, que cumplen silenciosa y pacientemente los designios y la voluntad
de él" (PR 366). Cada una de las cuatro grandes profecías alcanza un pináculo
cuando "el Dios del cielo" levanta "un reino que no será destruido" (cap. 2:
44), cuando el "hijo de hombre" recibe "dominio eterno" (cap. 7: 13-14), cuando
la oposición al "Príncipe de los príncipes" será quebrantada "no por mano
humana" (cap. 8: 25) y cuando el pueblo de Dios será librado para siempre de sus
opresores (cap. 12: 1). Por lo tanto, las profecías constituyen un puente
divinamente construido desde el abismo del tiempo hasta las riberas sin límites
de la eternidad, un puente sobre el cual aquellos que, como Daniel proponen en
su corazón amar y servir a Dios, por la fe podrán pasar desde la incertidumbre y
la aflicción de la vida presente a la paz y la seguridad de la vida eterna.
La sección histórica del libro de Daniel revela, en forma sorprendente,
la verdadera filosofía de la historia (ver Ed 169-179). Esta sección sirve de
prefacio a la sección profético. Al darnos un relato detallado del trato de Dios
con Babilonia, el libro nos capacita para comprender el significado del
surgimiento y de la caída de otras naciones cuyas historias están bosquejadas en
la porción profético del libro. Sin una clara comprensión de la filosofía de la
historia, tal como se la revela en la narración del papel que le cupo a
Babilonia en el plan divino, la actuación de las otras naciones que siguieron a
Babilonia en el telón de la visión profético no puede comprenderse o apreciarse
completamente. Véase un resumen de la filosofía divina de la historia según la
presenta la inspiración, en com. cap. 4: 17.
En la sección histórica del
libro encontramos a Daniel, el hombre de Dios de esa 779 hora, cara a cara ante
Nabucodonosor, el genio del mundo pagano, para que el rey tuviera la oportunidad
de conocer al Dios de Daniel, árbitro de la historia, y cooperara con él.
Nabucodonosor no sólo era el monarca de la nación más grande de ese tiempo sino
que era también muy sabio y tenía un sentido innato del derecho y de la
justicia. En verdad, era la personalidad más sobresaliente del mundo gentil, el
"poderoso de las naciones" (Eze. 31: 11), que había sido elevado al poder para
desempeñar un papel específico en el plan divino. De él Dios dijo: " "Ahora yo
he puesto todas estas tierras en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia, mi
siervo " " (Jer. 27: 6). Al ir los judíos al cautiverio en Babilonia era
deseable que estuvieran bajo una mano firme, pero que no fuese cruel, como eran
las normas de aquel tiempo. La misión de Daniel en la corte de Nabucodonosor fue
la de conseguir la sumisión de la voluntad del rey a la voluntad de Dios para
que se realizaran los propósitos divinos. En uno de los momentos dramáticos de
la historia, Dios hizo que estas dos grandes personalidades estuviesen juntas.
Ver p. 599.
Los primeros cuatro capítulos de Daniel describen los medios
por los cuales Dios consiguió la obediencia de Nabucodonosor. En primer lugar,
Dios necesitaba de un hombre que fuese un digno representante de los principios
celestiales y del plan de acción divino en la corte de Nabucodonosor; por eso
escogió a Daniel para que fuese su embajador personal ante Nabucodonosor. Los
recursos que empleó Dios para atraer favorablemente la atención del monarca
hacia el cautivo Daniel, y los medios por los cuales Nabucodonosor llegó a
confiar primero en Daniel y luego en el Dios de Daniel, ilustran la manera en
que el Altísimo usa a los hombres hoy para cumplir su voluntad en la tierra.
Dios pudo usar a Daniel porque éste era un hombre de principios, un hombre que
tenía un carácter genuino, un hombre cuyo principal propósito en la vida era
vivir para Dios.
Daniel "propuso en su corazón" (cap. 1: 8) vivir en
armonía con toda la voluntad revelada de Dios. Primero, Dios lo puso "en gracia
y en buena voluntad" con los funcionarios de Babilonia (vers. 9). Esto preparó
el camino para un segundo paso, la demostración de la superioridad física de
Daniel y de sus compañeros (vers. 12-15). Después siguió una demostración de
superioridad intelectual. " "Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas
las letras y ciencias" " (vers. 17), con el resultado de que se los consideró
"diez veces mejores" que a sus competidores más cercanos (vers. 20). De esa
manera, tanto en su personalidad como en el aspecto físico e intelectual Daniel
demostró ser muy superior a sus compañeros; y fue así como ganó la confianza y
el respeto de Nabucodonosor.
Estos acontecimientos prepararon al monarca
para que conociera al Dios de Daniel. Una serie de sucesos dramáticos: el sueño
del cap. 2, la maravillosa liberación del horno ardiente (cap. 3) y el sueño del
cap. 4 le mostraron al rey la sabiduría, el poder y la autoridad del Dios de
Daniel. La inferioridad de la sabiduría humana, exhibida en la vicisitud del
cap. 2, hizo que Nabucodonosor admitiera ante Daniel: " "Ciertamente el Dios
vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes, y el que revela los misterios"
" (cap. 2: 47). Reconoció espontáneamente que la sabiduría divina era superior,
no sólo a la sabiduría humana, sino aun a la supuesta sabiduría de sus propios
dioses. El suceso de la imagen de oro y del horno de fuego ardiente hizo que
Nabucodonosor admitiera que el Dios de los cielos "libró a sus siervos" (cap. 3:
28). Su conclusión fue que nadie en todo su reino debería decir "blasfemia
contra el Dios" de los hebreos, en vista de que "no hay dios que pueda librar
como éste" (vers. 29). Entonces Nabucodonosor reconoció que el Dios del cielo no
era sólo sabio sino poderoso, que no sólo era omnisciente sino omnipotente. El
tercer suceso, los siete años durante los cuales su decantada sabiduría y poder
le fueron transitoriamente 780 quitados, enseñaron al rey no sólo que "el
Altísimo" es sabio y poderoso sino que ejerce esa sabiduría y poder para regir
los asuntos humanos (cap. 4: 32). Tiene sabiduría, poder y autoridad. Es notable
que el primer acto de Nabucodonosor después de que recuperara la razón fue
alabar, engrandecer y glorificar al "Rey del cielo" y reconocer que Dios "puede
humillar" a "los que andan con soberbia" (vers. 37), como lo había hecho él
durante tantos años.
Pero las lecciones que Nabucodonosor aprendió
personalmente durante un período de muchos años no beneficiaron a sus sucesores
en el trono de Babilonia. El último rey de Babilonia, Belsasar, desafió
abiertamente al Dios del cielo (cap. 5: 23) a pesar de que conocía lo que le
había sucedido a Nabucodonosor (vers. 22). En lugar de obrar en armonía con el
plan divino, "Babilonia se convirtió en orgullosa y cruel opresora" (Ed 171) y
al rechazar los principios celestiales forjó su propia ruina (Ed 172). La nación
fue pesada y fue hallada falta (cap. 5: 25-28), y el dominio mundial pasó a los
persas.
Al librar a Daniel del foso de los leones, Dios demostró su
poder y autoridad ante los gobernantes del Imperio Persa (cap. 6: 20-23; PR 408)
como lo había hecho anteriormente ante los de Babilonia. Un edicto de Darío de
Media reconocía al "Dios viviente" y admitía que él "permanece por todos los
siglos" (vers. 26). Aun " "la ley de Media y de Persia, la cual no puede ser
abrogada" " (vers. 8) debió ceder ante los decretos del "Altísimo" que "tiene el
dominio en el reino de los hombres" (cap. 4: 32). Ciro fue favorablemente
impresionado por la milagrosa prueba del poder divino exhibida en la liberación
de Daniel del foso de los leones (PR 408). Las profecías que bosquejaban su
papel en la restauración de Jerusalén y del templo (Isa. 44: 26 a 45: 13)
también lo impresionaron grandemente. "Su corazón quedó profundamente conmovido
y resolvió cumplir la misión que Dios le había asignado" (PR 409).
Así
es como el libro de Daniel expone los principios de acuerdo con los cuales
operan la sabiduría, el poder y la autoridad de Dios a través de la historia de
las naciones, para el cumplimiento final del propósito divino. "Dios ensalzó a
Babilonia para que pudiese cumplir su propósito" (Ed 171). Ella tuvo su período
de prueba, "fracasó, su gloria se marchitó, perdió su poder, y su lugar fue
ocupado por otra [nación]" (Ed 172; ver com. cap. 4: 17).
Las cuatro
visiones del libro de Daniel tratan de la lucha entre las fuerzas del bien y del
mal en esta tierra, desde el tiempo de Daniel hasta el establecimiento del
eterno reino de Cristo. Puesto que Satanás usa los poderes terrenales en sus
esfuerzos para frustrar el plan de Dios y destruir su pueblo, estas visiones
presentan aquellos poderes a través de los cuales el maligno ha actuado con
mucho empeño.
La primera visión (cap. 2) trata principalmente de cambios
políticos. Su propósito primordial era revelar a Nabucodonosor su papel como rey
de Babilonia y hacerle saber "lo que había de ser en lo porvenir" (vers. 29).
Como si fuera un suplemento de la primera visión, la segunda (cap. 7)
destaca las vicisitudes del pueblo de Dios durante la hegemonía de los poderes
mencionados en la primera visión, y predice la victoria final de los santos y el
juicio de Dios sobre sus enemigos (vers. 14, 18, 26-27).
La tercera
visión (cap. 8-9) complementa a la segunda y hace resaltar los esfuerzos de
Satanás por destruir la religión y el pueblo de Cristo.
La cuarta visión
(cap. 10-12) resume las visiones precedentes y trata el tema en forma más
detallada que cualquiera de las otras. Amplía el tema de la segunda visión y el
de la tercera. Pone especial énfasis en " "lo que ha de venir a tu pueblo en los
postreros días; porque la visión es para esos días" " (cap. 10: 14), y el
"tiempo fijado era largo" (vers. 1, RVA). La narración bosquejada de la historia
que se encuentra en 781 el cap. 11: 2-39 lleva a "los postreros días" (cap. 10:
14) y los acontecimientos "al cabo del tiempo" (cap. 11: 40).
Las
profecías de Daniel están estrechamente relacionadas con las del libro del
Apocalipsis. En gran medida el Apocalipsis trata del mismo tema, pero hace
resaltar en forma especial el papel de la iglesia cristiana como pueblo escogido
de Dios. En consecuencia, algunos detalles que pueden parecer oscuros en el
libro de Daniel con frecuencia pueden aclararse al compararlos con el libro del
Apocalipsis. Daniel recibió instrucciones de cerrar y sellar aquella parte de su
profecía referente a los últimos días hasta que, mediante un estudio diligente
del libro, aumentase el conocimiento de su contenido y de su importancia (CS
405; cap. 12: 4). Aunque la porción de la profecía de Daniel relacionada con los
últimos días fue sellada (cap. 12: 4; HAp 467), Juan recibió instrucciones
específicas de no sellar "las palabras de la profecía" de su libro, "porque el
tiempo está cerca" (Apoc. 22: 10). De modo que para obtener una interpretación
más clara de cualquier porción del libro de Daniel que sea difícil de entender,
debiéramos estudiar cuidadosamente el libro del Apocalipsis en busca de luz para
disipar las tinieblas.
5. Bosquejo.-
I.
Sección histórica, 1: 1 a 6:28.
A. La educación de Daniel y sus
compañeros, 1: 1-21.
1. La primera deportación de cautivos de Judá a
Babilonia, 1: 1-2.
2. La elección de Daniel y sus compañeros para
recibir educación para el servicio real, 1: 3-7.
3. Daniel consigue
permiso para vivir de acuerdo con su ley, 1: 8-16.
4. Una educación
exitosa y el ingreso al servicio real, 1: 17-21.
B. El sueño de
Nabucodonosor sobre la gran imagen, 2: 1-49.
1. Nabucodonosor afligido
por un sueño, 2: 1-11.
2. La ejecución de los sabios ordenada y anulada,
2: 12-16.
3. Daniel recibe sabiduría y expresa gratitud, 2: 17-23.
4. Daniel comunica el sueño al rey, 2: 24-35.
5. Daniel
interpreta el sueño, 2: 36-45.
6. Nabucodonosor reconoce la grandeza de
Dios, 2: 46-49.
C. Liberación de los amigos de Daniel del horno de fuego
ardiente, 3:1-30.
1. Nabucodonosor erige una imagen y ordena su
adoración, 3: 1-7.
2. Los tres hebreos fieles se niegan a adorarla, 3:
8-18.
3. La Liberación del horno por intervención divina, 3: 19-25.
4. La confesión y el decreto de Nabucodonosor; los hebreos son
promovidos, 3 :26-30.
D. El segundo sueño de Nabucodonosor, su
humillación y restauración, 4: 1-37.
1. La confesión de Nabucodonosor
acerca de la sabiduría y el poder de Dios, 4: 1-9.
2. Descripción del
sueño, 4: 10-18.
3. Daniel interpreta el sueño, 4: 19-27.
4. La
caída y restauración de Nabucodonosor, 4: 28-36.
5. Nabucodonosor alaba
al Dios del cielo, 4: 37.
E. El banquete de Belsasar y la pérdida de la
monarquía, 5: 1-31.
1. Belsasar profana los vasos del templo, 5: 1-4.
2. La misteriosa escritura en la pared, 5: 5-12.
3. La
interpretación de Daniel, 5: 13-28.
4. Daniel recibe honores, cae
Babilonia, 5: 29-31.
F. La liberación de Daniel del foso de los leones,
6: 1-28.
1. Ensalzamiento de Daniel y los celos de sus colegas, 6: 1-5.
2. El decreto de Darío que restringía las oraciones, 6: 6-9.
3.
La transgresión de Daniel y su condenación, 6: 10-17.
4. La liberación
de Daniel y el castigo de sus acusadores, 6:18-24.
5. Reconocimiento
público de la grandeza del Dios de Daniel, 6: 25-28.
II. Sección
profética, 7: 1 a 12: 13.
A. El segundo mensaje profético de Daniel, 7:
1-28.
1. Las cuatro bestias y el cuerno pequeño, 7: 1-8.
2.
juicio y reino eterno del Hijo de hombre, 7: 9-14.
3. Un ángel
interpreta la visión, 7: 15-27.
4. Impresión sobre Daniel, 7: 28.
B. El tercer mensaje profético de Daniel, 8: 1 a 9:27.
1. El
carnero, el macho cabrío y los cuernos, 8:1-8.
2. El cuerno pequeño y su
maldad, 8: 9-12.
3. La profecía -con implicación de tiempo- de la
purificación del santuario, 8: 13-14.
4. Gabriel interpreta la primera
parte de la visión, 8: 15-26.
5. La enfermedad de Daniel como resultado
de la visión, 8: 27.
6. Daniel ora pidiendo la restauración y confiesa
los pecados de su pueblo, 9:1-19.
7. Gabriel interpreta la parte
restante de la visión, 9:20-27.
C. El cuarto mensaje profético de
Daniel, 10: 1 a 12:13.
1. El ayuno de Daniel, 10: 1-3.
2. La
aparición de "un varón" y el efecto que tuvo sobre Daniel, 10:4- 10.
3.
La conversación preliminar del "varón" con Daniel, 10: 11 a 11: 1.
4.
Visión concerniente a sucesos históricos futuros, 11: 2 a 12:3.
5. La
duración de las "maravillas"; promesas personales a Daniel, 12:4-13.
Comentarios
Publicar un comentario