Lección 10: Material auxiliar para el maestro
El sábado enseñaré…
Texto clave: Jeremías 31:31
RESEÑA
La premisa original
del “pacto” no ha variado con el tiempo. Sin embargo, cada vez que se ha
ofrecido un pacto, la humanidad, con su naturaleza caída y pecaminosa, ha
infringido el contrato. Pero Dios no se ha rendido con nosotros; todavía nos
ofrece la salvación, si decidimos aceptarla.
COMENTARIO
En realidad, no había
nada de malo en el Antiguo Pacto; este fracasó porque el antiguo Israel
repetidamente incumplió con sus condiciones. Desafortunadamente, una forma
insensibilizada, dura, de adoración llamada ritualismo bloqueó el corazón de
Israel. El problema siempre estuvo del lado humano, no del de Dios. Así ha sido
siempre y continúa siendo ahora.
He aquí, vienen días
Fue a partir de este
contexto que el Espíritu guio a Jeremías, el profeta llorón, para sentar las
bases de las disposiciones y la funcionalidad del Nuevo Pacto. La Ley divina se
grabaría en la catedral del corazón. Un nuevo Sacerdote del Pacto sería
investido en lo alto, y actuaría en lugar del sacerdocio levítico. La actividad
mesiánica y redentora de un mejor Pacto absorbería los servicios del Santuario
terrenal.
Obra del corazón
A través de la tutela
del Nuevo Pacto, Cristo, la Roca de la eternidad, deseaba desesperadamente
quitar el corazón de piedra de Israel, de una religión de labios: “Les daré un
solo corazón y pondré un espíritu nuevo en ellos; quitaré el corazón de piedra
de sus cuerpos y les daré un corazón de carne para que sigan mis leyes y
observen fielmente mis reglas. Entonces ellos serán mi pueblo y yo seré su
Dios” (H. M. Orlinsky, H. L. Ginsberg, Ephraim A. Speiser, eds., Tanakh, the
Holy Scriptures. The New JPS
Translation According to the Traditional Hebrew Text, p. 906; ver Eze.
11:19, 20).
El Mesías había
establecido un marcado contraste entre la religión de declaraciones formales y
la religión del corazón. ¿Podría ser esta, quizá, la razón por la que Cristo
reprendió a una generación de dirigentes eclesiásticos desafiantes bañados en
un formalismo insensible? “¡Hipócritas! Bien profetizó Isaías acerca de
ustedes, diciendo: ‘Este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me
honra; pero su corazón está lejos de mí. Pero en vano me adoran, enseñando como
doctrinas las ordenanzas de los hombres’. Y llamando a la multitud, les dijo:
Oigan y entiendan” (The Interlinear Hebrew-Greek-English Bible, t.4, p. 44,
énfasis añadido; ver Mat. 15:7-10).
Pactos antiguos y nuevos
El pacto del Sinaí no
era un pacto de obras. En Éxodo 5:22 y 23, la pregunta de Moisés se
planteó en forma de una indagación cósmica única, que buscaba conocer el poder,
las cualidades y el carácter de Yahvéh. La respuesta de Dios reveló el
significado de su nombre, en lugar de un título o una denominación (Éxo.
6:1-8). El nombre de Yahvéh refiere a una relación. Conocer el significado del
Señor es saber lo que él puede hacer por Israel. Ellos habían escuchado el
nombre Yahvéh, pero demostraron fe al confiar en lo que él podía hacer por
ellos como su Dios.
En Éxodo, el pacto se
basaba en dos motivaciones posibles. La primera era si Israel, por sus propias
fuerzas, haría lo que Dios había dicho. La segunda era si Israel obedecería las
obligaciones del pacto por fe, a través de la gracia fortalecedora provista
misericordiosamente por el supremo YO SOY.
El dispensacionalismo
también limita el tiempo del pacto de gracia. Divide la historia de la Biblia
en siete períodos, lo que enseña que Dios obra de manera diferente en cada uno
de estos períodos. Una dispensación es un lapso durante el cual se examina a la
humanidad con respecto a alguna revelación específica de la voluntad de Dios.
Cada dispensación termina con un juicio divino. Por ende, hay una dispensación
de la ley y una dispensación de la gracia en medio de las dispensaciones. Por
lo tanto, quienes sostienen tenazmente este punto de vista intentan en vano dividir
la armonía bíblica entre la ley y el evangelio.
“Un mejor Pacto”
“El Nuevo Pacto
funciona mejor que el Antiguo Pacto para el pueblo de Dios. […]
“En contraste con el
Antiguo Pacto de Israel, […] Cristo efectúa tres promesas básicas de Dios: (1)
Internaliza la ley moral de Dios en el corazón de su pueblo […]; (2)
individualiza el conocimiento salvífico de Dios, de modo que cada israelita,
sin excepción, tenga una relación personal e inmediata con Dios (Heb. 8:11); y
(3) perdona los pecados del pueblo de Dios y ‘nunca más me acordaré de sus
pecados’ (Heb. 8:12). […]
“Según Hebreos 8
al 12, la Iglesia de Jesús representa el verdadero cumplimiento del Nuevo Pacto
predicho por Jeremías. Lejos de ser una derogación del Nuevo Pacto de Israel,
es más bien un tipo y una garantía de la consumación final del Nuevo Pacto,
cuando los verdaderos israelitas de todas las edades se sumarán a la cena de
las bodas del Cordero en la Nueva Jerusalén (Mat. 8:11, 12; 25:34; Apoc. 19:9;
21:1-5)” (H. K. LaRondelle, Israel in Prophecy: Principles of Prophetic
Interpretation, pp. 114-121).
El sacerdote del Nuevo Pacto
Así como Aarón se
dedicó al sacerdocio, Cristo se presentó ante el Padre. Así como Moisés ungió a
Aarón, Dios ungió a Cristo (Lev. 8:30; Sal. 45:7).
“Aun cargando con
humanidad, ascendió al cielo, triunfante y victorioso. Llevó la sangre de su
expiación al lugar más santo de todos, la roció sobre el propiciatorio y sus
vestiduras, y bendijo al pueblo” (Elena de White, The Youth’s Instructor, 25 de
julio de 1901).
En la investidura de
Jesús, el Padre le confirió el título de Sumo Sacerdote; porque Pablo señaló
que “fue declarado por Dios sumo sacerdote” (Heb. 5:10; en 5:4, una palabra que
indica un “llamado” al ministerio), ¡así como el rector de una institución de
educación superior se dirige al graduado como “Doctor” en su graduación!
“Su oído marcado con
sangre escucha la voz del Padre y responde al clamor de su oveja desamparada,
vivificado por el Espíritu. Su mano, ensangrentada por los clavos, trabaja por
el Reino de su Padre, dirigida por el Espíritu. Sus pies desgarrados dejan
huellas carmesí para que nosotros podamos trazar nuestro camino hacia la
gloria, iluminado por el Espíritu” (L. Hardinge, With Jesus in His Sanctuary: A
Walk Through the Tabernacle Along His Way, p. 343).
APLICACIÓN A LA VIDA
Para reflexionar: Aunque el antiguo Israel, especialmente en la
época de Cristo, cayó en el legalismo, la religión que dio Yahvéh nunca fue
legalista. Desde el Edén, siempre se presentó como gracia, la gracia de Dios,
ofrecida a quienes la aceptaran con sus términos. Al elegir aceptar la gracia
de Dios y entregarse a ella, el pueblo entabló una relación de pacto con Dios.
1. Debido a su
tendencia humana, Israel interrumpía continuamente su relación con Dios.
Entonces, ¿cómo reformuló la Cruz el Antiguo Pacto para que fuera un pacto
“mejor”? ¿Cuáles eran las ventajas del Nuevo Pacto sobre el antiguo? Explica
cómo podría existir el peligro de dar por sentada la gracia bajo el Nuevo
Pacto.
2. Considerando la
tendencia de quienes infringen continuamente su parte del trato, ¿por qué crees
que la historia muestra a Dios acercándose a la humanidad vez tras vez, en un
intento de entablar una relación de pacto con nosotros? ¿Qué nos dice esa
perseverancia sobre el amor de Dios por nosotros?
3. ¿Por qué
deberíamos hoy, con el conocimiento de Cristo y de su sacrificio, ser más
fieles a Dios que la gente de antaño? Es decir, debido a que tenemos la
asombrosa manifestación del carácter de Dios revelado en Jesús, que los de
antaño no tuvieron (al menos, no en forma tan clara como nosotros), deberíamos
ser aún más fieles que ellos. Analicen esta idea en clase.
4. Algunos quizá
pregunten: “¿Cómo sabes que el acceso a Dios no depende de los logros ni de la
obediencia, sino simplemente de aceptar el don de la gracia y el favor amoroso
de Dios?” ¿Qué ejemplos podrías usar de tu propia vida para responder esta
pregunta? ¿Qué importancia tienen nuestras historias de vida en el cumplimiento
del Nuevo Pacto?
5. ¿Por qué era tan
difícil que la gente aceptara el Nuevo Pacto cuando Jesús lo presentó
originalmente? ¿Es más fácil o más difícil que la gente lo acepte hoy? Explica.
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