Capítulo 12
EL PACTO Y LA FE: RECONOCIDOS COMO JUSTOS
En la Biblia, Abraham es el héroe de la fe (Heb. 11:8-12; Rom. 4).
También es él "amigo de Dios" (Sant. 2:23). Abra-ham es un personaje
que fascina a todo estudiante de la Palabra de Dios. Una de las oraciones más
fantásticas de toda la Biblia se refiere a la experiencia de vida de Abraham
registrada en Génesis 15:6: "Y Abram creyó en el Señor, y él se lo
reconoció por justicia" (BA).
Los que han leído está oración y la han estudiado siguen
preguntándose qué hay detrás de la frase: "Creyó en el Señor". ¿Qué
significa creer en el Señor? ¿Qué significa que se lo "reconoció" por
justicia? ¿Qué significa "justicia" en un contexto en el que aparecen
tanto "reconoció" como "creyó"? Estas y otras preguntas nos
llegan a la mente cuando leemos esta trascendental frase.
EL AMIGO DE DIOS
Al estudiar este importante pasaje en Génesis 15:6, es útil tener
en cuenta que la historia forma parte del contexto del pacto que Dios hizo con
Abraham. El Señor se dirigió a Abraham en la visión registrada en Génesis 15:1
de la siguiente manera: "No temas, Abram, yo soy tu escudo, y tu
recompensa será muy grande". Se trataba de una revelación de origen
divino. Las palabras introductorias: "No temas", tenían el claro
propósito de despertar la fe en él. Abraham enfrentó una prueba que consistía
en tener fe y confianza en (i) la persona de Dios ("Yo soy tu escudo")
y (2) en su promesa ("tu recompensa será muy grande").
Abraham objetó con una respuesta enérgica: "Mi Señor y Dios,
¿qué puedes darme, si no tengo hijos, y el mayordomo de mi casa es ese
damasceno Eliezer?" (Gén. 15:2, DHH). Con esta respuesta, Abraham
cuestiona la promesa divina. Al parecer, él ya estaba bastante dispuesto a
darle al sirviente principal de su casa el papel de su hijo. Sin embargo, el
Señor insistió en que su heredero sería un hijo biológico suyo, a pesar de la
incapacidad1 de Abraham y Sara de engendrar un heredero.
A Abraham le pareció que Dios se había tardado en cumplir sus
promesas. Entonces, Abraham cuestionó a Dios, no simplemente por curiosidad,
sino con una pregunta honesta sobre el cumplimiento de la promesa. La promesa
de su descendencia no parecía estar más cerca de cumplirse en ese momento que
cuando Dios le aseguró por primera vez que su descendencia heredaría la tierra.
Abraham ya casi era un octogenario y había perdido la esperanza de tener un
heredero, un hijo propio.
El plan de Dios era que Abraham tuviera un hijo biológico, no un
hijo adoptado. Entonces, Dios le habló por segunda vez: "No, tu siervo no
será tu heredero, porque tendrás up hijo propio, quien será tu heredero"
(vers. 4, NTV). Esta promesa adicional difícilmente hizo que aumentara la fe de
Abraham. Sara y él tenían años sintiéndose decepcionados por su esterilidad, y
ahora estaban viejos. Abraham no veía cómo podría llegar a tener un hijo
biológico.
En este punto de la historia, Dios le pidió a Abraham que saliera
de la tienda y mirara las innumerables estrellas del cielo. Todos los que han
mirado al cielo en una noche estrellada reconocen su lugar en el orden del
universo: somos una insignificante partícula en la vasta extensión de la
creación de Dios. Nuestros problemas se empequeñecen repentinamente, porque
reconocemos que Dios es todopoderoso y omnisciente. Dios le da esta seguridad a
Abraham; pero él tiene un propósito mayor. El Señor Dios dijo: "Mira hacia
el cielo y cuenta las estrellas, a ver si puedes. ¡Así de numerosa será tu
descendencia!" (Gén. 15:5, NVI).
¿Qué fue lo que Dios hizo aquí? ¿Cómo es eso de que Abraham debía
mirar el cielo estrellado para tener la seguridad de que Dios realmente
cumpliría su promesa? ¿Qué consuelo podía darle mirar las estrellas? Toda la vida
Abraham había visto las estrellas una y otra vez, y no habían significado nada
especial para él. Pero ahora Dios las estaba usando como ilustración, y las
estrellas hicieron vivida la promesa, aunque ellas no podían asegurar nada por
sí mismas. Lo que sí representaba seguridad y una confirmación era la
"palabra del Señor" (NVI). El cielo estrellado no tenía nada de
especial. La diferencia para Abraham la marcó la palabra divina de la promesa. Esta
palabra fue suficiente para él. "Y Abram creyó al Señor (vers. 6, NTV).
FE EN ELSEÑOR
Primero, debo mencionar que esta es la declaración más antigua en la
Biblia en la que se menciona la fe. Antes de Génesis 15:6, el sustantivo fe o
el verbo creer no aparecen en el Pentateuco.
El verbo creer, según aparece en esta cita, es una traducción del
término hebreo he'mín. Este término normalmente se traduce como
"creer", pero también se puede traducir como "tener fe".
Vale la pena mencionar que, cuando la Biblia habla por primera vez
explícitamente sobre la fe, la pone en el contexto de "fe en el
Señor". Y el Señor reconoce esta fe por justicia al que la manifiesta.
Sigamos adelante con la naturaleza de la primera mención de la fe
en la Biblia. Para empezar, debemos tener claro lo que no es. La fe en Génesis
15:6 no es un mérito supremo por parte de Abraham. La fe mencionada aquí no es
el respaldo intelectual a un cuerpo específico de la verdad. Ahora, nota que
Génesis 15:6 dice: "Abraham creyó en el Señor". Sin embargo,
prácticamente todas las traducciones de Génesis 15:6 al español dicen que
"Abraham creyó al Señor". Ocurre que el texto hebreo tiene una
preposición después del verbo que se debe traducir correctamente como en.
Algunas versiones, como La Biblia de las Américas, incluyen esta preposición en
y traducen la oración de forma adecuada: "Abram creyó en el Señor".
La diferencia entre "creyó al" y "creyó en" la
podemos encontrar en otras partes de los libros de Moisés. En Génesis
45:26, Jacob no les cree a sus hijos cuando le dicen que José todavía está
vivo. En Éxodo 4:1,8 y 9, Dios le da a Moisés poder para realizar señales
porque los israelitas podrían no creerle. Moisés no esperaba que los israelitas
creyeran en él, pero sí que las señales harían que le creyeran, como
efectivamente dice que ocurrió (vers. 31). Más adelante en la carrera de
Moisés, se dice que los israelitas creyeron en él (Éxo. 14:31, NVI). El hecho
es que "creer en Dios" es una expresión mucho más completa que
simplemente "creerle a Dios".
¿Qué provocó esta respuesta de fe en Abraham? Su respuesta de fe
fue provocada por la iniciativa divina. Fue provocada por el Señor, que se le
apareció a Abraham en un momento revelador de la historia. El Señor, o Yahvé,
el Dios que guía a los seres humanos, que es el soberano de la historia y la
dirige, regresaba nuevamente a Abraham. Por lo tanto, la fe de Abraham era fe
en una Persona, el Ser Divino. Su fe y confianza estaban "en el
Señor".
El segundo aspecto de esta experiencia del pacto también tiene
importancia. La fe de Abraham no solo era una respuesta a la aparición de Dios
en sí misma, sino también a la promesa divina. Ya vimos que el cielo estrellado
por sí solo no confirmaba que Abraham tendría un hijo. La palabra divina
manifestada en la promesa fue lo que marcó la diferencia para Abraham. La fe
aquí significa que Abraham aceptó total e incondicionalmente como suficiente la
revelación divina en la forma de la promesa de un hijo. Y esta fe respondió a
una revelación divina que era proposicional. Se trataba de una promesa tangible
que se cumpliría en el futuro. Dios es quien evoca la fe en este caso, lo cual
es una característica distintiva de la fe verdadera.
EL RECONOCIMIENTO
El segundo elemento más importante en esta increíble revelación de
Génesis 15:6 es la declaración de que Dios "lo reconoció por
justicia" (BA). Nos interesa particularmente la palabra
"reconoció", también traducida como "consideró" (NTV),
"reputó" (BJ) o "le fue contado" (RV95). El término hebreo
traducido por todas estas versiones al español es kasab. Este término aparece
varias veces en el Antiguo Testamento, lo que nos ayuda a investigar su
significado en otros contextos (ver, por ejemplo, Gén. 31:15; Núm. 18:27, 30; y
Lev. 7:18). En Génesis 15:6 Dios está reconociendo o considerando al pecador
como justo, aunque en un sentido particular, en realidad es injusto. En la ley
del sacrificio dada por Dios, la declaración de que el sacrificio le es
"reconocido" (o "imputado", etc.) al pecador viene siempre
después del acto de sacrificio por parte del pecador. En Levítico 17:1 al 4, la
ley ordena que se lleve un animal a la puerta del tabernáculo de reunión para sacrificarlo.
Si, por el contrario, la ofrenda se sacrificaba fuera del campamento y no en la
puerta del tabernáculo de reunión, la sangre le era imputada [le era
"contada"] al pecador (vers. 4, JBS). Así que podemos encontrar el
verbo "imputar" empleado en relación con los sacrificios que son
agradables al Señor. Pero si los sacrificios no se llevan a cabo de la manera
correcta, entonces estos no pueden reconocerse en beneficio de quien los
ofrece. El sacerdote lleva a cabo un juicio en nombre del Señor y declara que
la ofrenda es aceptable; y así el sacrificio le es "reconocido" al
oferente, que pasa nuevamente k estar en una relación correcta con Dios y en
comunión con su pacto.
Podemos obtener importantes conocimientos de las diversas formas
en que se usa la misma palabra en varios contextos. En Génesis 15:6, no es un
sacrificio el que Dios "reconoce" como justicia, sino un acto de fe
motivado por la iniciativa de Dios. Jamás podríamos dejar de resaltar el hecho
de que, cuando Dios "reconoce" a alguien como justo delante de sus
ojos, se está basando en la fe de esa persona y no en su Sacrificio. En otras
palabras, ser reconocidos como justos no se basa en ningún acto como seres
humanos, sino en la fe que Dios mismo inspira dentro de nosotros.
JUSTICIA POR LA FE
En la promesa: "Y Abram creyó en el Señor, y él se lo
reconoció por justicia" (BA), la última palabra que examinaremos es el
término fundamental "justicia". Este término aparece en el Antiguo
Testamento decenas de veces en diversas ocasiones y con varios significados. En
español, la palabra se traduce habitualmente del término hebreo subyacente
sdaqah. i
Esta "justicia" no es una recompensa que Dios paga por
un servicio recibido o por nuestra obediencia. La justicia no depende de algún
acto ejemplar del esfuerzo humano que tenga el propósito de ganarse un mérito.
La declaración de
Dios indica claramente que la obediencia no es la base de la
justicia. La justicia es algo que, según este pasaje, Dios le reconoció a
Abraham.
En la situación de Abraham, el uso que Dios hace del término
justicia expresa el hecho de que Abraham es "justo" delante Dios.
Tiene una posición limpia delante de su Señor. Su respuesta de fe a la promesa
de Dios hace que Dios reconozca la fe de Abraham como justicia. ¿Debemos
entonces concluir que creer o tener fe es un acto de mérito? De ninguna manera.
"La fe es la condición por la cual Dios ha visto conveniente prometer
perdón a los pecadores. No es que haya virtud alguna en la fe, que haga merecer
la salvación, sino porque la fe puede aferrarse a los méritos de Cristo, quien
es el remedio para el pecado".1 Así que la fe por sí misma no es un
mérito. Entonces, ¿por qué Dios debe reconocer por justicia la fe del patriarca
Abraham? El tema es profundo. ¿Qué calificación puede tener la simple confianza
que le permite a Dios imputarle a Abraham la experiencia de la justicia?
En nuestro propósito de tratar de entender cómo es que la fe de
Abraham puede contarse como justicia, es necesario un análisis del contexto de
Génesis 15:6. Abraham creyó en la palabra de Dios de que su descendencia sería
de su propia simiente. Confió en que Dios cumpliría su promesa. Simplemente
confió en Dios. La confianza implícita de Abraham en Dios como Persona y en la
promesa de Dios revela que en este pasaje en particular, la justicia describe
una relación. La justicia, por lo tanto, se le reconoce a una persona cuando
existe una relación de fe correcta entre esa persona y Dios. Sin embargo, esta
relación de fe no la producimos los humanos: Dios es el que la produce y
nosotros la aceptamos.
La relación de fe que se expresa aquí está enmarcada dentro de la
relación del pacto. Encontramos que los versículos posteriores a Génesis 15:6
registran la ceremonia del pacto de Dios con Abraham. Este pacto en Génesis
15:7-15 fue posible porque Abraham estaba ahora en la relación de fe correcta
con Dios. La persona que entra en este tipo de relación de fe en el contexto
del pacto ratifica las promesas y los mandamientos de Dios. En otras palabras,
ratifica la promesa divina (Gén. 15:1-6; Sal. 106:12), así como las
regulaciones o reglas de conducta subsiguientes que expresan esta relación de
fe genuina.
La relación interna de fe en Dios revelada en Génesis 15:6 no debe
tomarse con una receptividad pasiva. La dimensión humana de la fe y la
confianza en la promesa del Señor y en el Señor mismo implican colocar toda
nuestra vida presente y futura en las manos de Dios. La fe bíblica genuina se
manifiesta de forma tangible en nuestro estilo de vida y nuestras actitudes.
Los ninivitas son un ejemplo de esta sumisión. Cuando ellos
escucharon el mensaje de Dios de los labios del profeta Jonás, "creyeron
en Dios, y proclamaron ayuno y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el
menor de ellos" (Jon. 3:5, BA). La fe genuina en Dios produce
arrepentimiento y conversión. La fe en Dios fue lo que le permitió a Abraham
continuar siguiendo el plan de Dios para su vida y no tomar el asunto en sus
propias manos. Para Abraham, seguir el plan de Dios significaba en última
instancia obedecer hasta el punto de sacrificar a su único hijo (Gén. 22).
Practicar la fe de Abraham es ponernos en las manos de Dios sin reservas ni
condiciones y ser dirigidos por su sabiduría y gobernados por sus leyes.
La fe como la que manifestó Abraham proporciona seguridad en el
Señor, el Señor del pacto, el Señor que produce la fe en el que escucha. La fe
de Abraham es la fe que
Dios reconoce por justicia. Es seguridad en el Señor. Sin
embargo, el objetivo bíblico de este tipo de fe trasciende de la seguridad a la
alabanza. El salmista expresa este punto vívidamente: "Entonces ellos
creyeron en sus promesas y le entonaron alabanzas" (Sal. 106:12, NVI). La
fe que Dios reconoce por justicia encuentra seguridad en el Señor. Es una fe
que fundamenta toda nuestra vida y nuestra existencia en el pacto de Dios, y lo
alaba, incluso por medio del canto.
1 Elena de White, Mensajes selectos (Florida, Buenos Aires:
Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015), 1.1, p. 430 (cursiva añadida).
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