Lección 13 – Auxiliar para maestros
El sábado enseñaré…
RESEÑA
El título de la lección de esta semana,
“El descanso supremo”, implica que nuestro descanso aquí es solo temporal. Hoy
descansamos en Cristo, pero nuestro descanso siempre está en el contexto de un
mundo de sufrimiento, dolor y enfermedad. Se acerca el día en que entraremos en
el descanso eterno. Todas las angustias de la vida se acabarán. Las
enfermedades, los desastres y la muerte desaparecerán para siempre.
Jesús dio al anciano apóstol Juan,
exiliado en la isla de Patmos, una visión de sí mismo. Esta visión de Cristo
dio ánimo y esperanza al apóstol. En las revelaciones proféticas, Juan vio la
historia de la iglesia cristiana y los acontecimientos trascendentales del
final de la historia de esta Tierra. El libro de Apocalipsis concluye
presentando un cielo nuevo y una Tierra Nueva, que marcan el comienzo del
descanso definitivo y supremo de Dios.
Antes de ese descanso definitivo, habrá
señales específicas que indicarán el regreso de Jesús. En Mateo 24, Jesús
describe estos sucesos del tiempo del fin, que ocurrirán con mayor frecuencia
antes de su gloriosa segunda venida. A lo largo de los siglos, los patriarcas y
los profetas esperaron con ansias el regreso del Señor sin haber experimentado
todavía el “descanso supremo” que Cristo prometió. Murieron previendo un evento
futuro, pero murieron con esperanza. En Apocalipsis 14:6 al 12, el ángel
que visitó a Juan proclamó el mensaje celestial de los últimos días con el fin
de preparar al mundo para el regreso de Cristo.
Mientras la batalla entre el bien y el mal
ruge a escala global, Cristo nos invita a “velar” y “estar preparados” para su
pronto regreso, y estar preparados para entrar en su descanso eterno.
COMENTARIO
Juan nos informa que estaba en la isla de
Patmos cuando recibió las visiones que componen el libro de Apocalipsis. Patmos
es una islita en el mar Egeo entre las costas de Turquía y Grecia. Tiene unos
catorce kilómetros de largo. En la época de Juan, era una colonia penal romana,
rocosa y estéril, donde exiliaban a los prisioneros. Allí también había una
pequeña comunidad minera, y no mucho más.
Juan era un anciano de unos noventa años
cuando recibió las visiones del Apocalipsis. Había vivido una larga vida al
servicio de su amado Maestro. Probablemente vivía en Éfeso antes de ser
exiliado a Patmos. Ahora estaba separado de sus amigos y familiares. Estaba
frágil, y era improbable que alguna vez saliera de esta isla pequeña y aislada.
Pero entonces Jesús, en un resplandor de gloria, reveló a Juan la verdad divina
que iluminaría y animaría al pueblo de Dios durante siglos. Estas verdades de
los últimos días revelan los acontecimientos que sucederán pronto en este
mundo, a fin de preparar al pueblo de Dios para lo que vendrá. A veces es en
las pruebas más grandes de nuestra vida cuando Dios nos habla con mayor
claridad. Cuando nos sentimos solos y desanimados, Jesús nos visita como lo
hizo con Juan y nos llena con el calor de su presencia.
El libro de Apocalipsis es un libro sobre
el Jesús que interviene. No se sienta simplemente en su Trono en el cielo;
participa en los asuntos de la vida aquí, en la Tierra. Él satisface nuestras
necesidades en el trauma, el dolor y las decepciones que enfrentamos. Cuando
Jesús descendió a hablar con su amado discípulo, iluminó la rocosa y estéril
Patmos con su gloria. No hay lugar en el que podamos encontrarnos que esté más
allá del alcance de Dios. Él se encontrará contigo dondequiera que estés
mediante su presencia. El Apocalipsis está lleno de esperanza. Aquel que ahora
está con nosotros a través de su Espíritu Santo pronto vendrá en gloria para
llevarnos a casa. Juan declara con alegría: “He aquí que viene con las nubes, y
todo ojo le verá” (Apoc. 1:7).
Señales del regreso de Jesús
Jesús vaticinó a sus discípulos que en
determinado momento un ejército atacante rodearía Jerusalén y la destruiría
(Luc. 21:20). Esto sucedió en el año 70 d.C. cuando Tito, el general romano,
invadió Israel y sitió la ciudad. El historiador judío Flavio Josefo describe
los efectos devastadores del asedio. Dice que la gente, hambrienta, “a menudo
llegaba a las manos por un trocito de pan; los niños solían arrancar la comida
de la boca de sus padres. Ni el hermano ni la hermana se tenían piedad. Un
celemín de maíz era más precioso que el oro” (D. J. Muehlenbruch, trad., The
Destruction of Jerusalem). Hubo casos, durante el asedio, en los que los padres
hervían a sus hijos que habían muerto y se los comían. Josefo prosigue: “Empujados
por el hambre, algunos comían estiércol; otros, las cinchas de sus sillas de
montar; aun otros, el cuero despojado de sus escudos; algunos todavía tenían
heno en la boca cuando se encontraron sus cuerpos”. Los efectos del ataque de
los romanos a Jerusalén fueron espantosos y devastadores. Antes de que
terminara, estalló un incendio y otros miles murieron en las llamas.
En la década de 1970, los arqueólogos
descubrieron la casa de una familia aristocrática que fue reducida a cenizas en
el incendio durante el asedio del año 70 d.C. Esta casa es un testimonio
notable de la intensidad de las llamas y del grado de devastación total y de la
destrucción absoluta.
Las preguntas de los discípulos
Cuando Jesús habló a sus discípulos de
este desastre que se avecinaba, pensaron que algo tan destructivo solo podía
suceder en el fin del mundo. Por eso, le preguntaron: “¿Cuándo serán estas
cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mat. 24:3).
Los discípulos en realidad estaban
haciendo dos preguntas diferentes. La primera pregunta, “¿Cuándo serán estas
cosas?”, se refiere a la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo. La
segunda pregunta fue: “¿Qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” En
su respuesta, como se registra en Mateo 24, Jesús combinó los dos
acontecimientos. Habló de los sucesos que llevarían a la destrucción de
Jerusalén en el año 70 d.C. Estos hechos servirían como un anticipo de lo que
sucedería justo antes de su segunda venida. En Mateo 24, Jesús mencionó
las señales que precederían a su regreso.
El Salvador no nos dio una fecha exacta
para su venida, pero nos habló de las señales que nos permitirían saber cuándo
estará cerca. El sermón de Jesús sobre las señales de los últimos días se
centra en cuatro aspectos específicos: (1) las señales en el ámbito religioso;
(2) las cuestiones internacionales; (3) la naturaleza; y (4) la sociedad. Estas
señales incluyen falsos reavivamientos espirituales, conflictos globales,
guerras, hambrunas, desastres naturales, pestilencias, pandemias, delincuencia
y violencia en aumento, decadencia de la moralidad y, finalmente, la rápida
propagación del evangelio a todo el mundo.
Mateo 24 describe las señales del
regreso de Cristo; Apocalipsis 14 es un llamado urgente a estar
preparados para su venida.
El mensaje del Apocalipsis para los últimos días
En Apocalipsis 14, el ángel que
visita a Juan revela que el mensaje final de Dios se proclamará rápidamente a
cada nación, tribu, lengua y pueblo con el propósito de preparar al mundo para
su pronto regreso. Es el mensaje del “evangelio eterno”, de la asombrosa gracia
de Dios para todo un planeta. Es un llamado evangélico a llevar una vida de
obediencia, a glorificar a Dios en todo lo que hacemos, en la hora del Juicio.
En una era evolucionista, es un llamado a adorarlo como Creador. Es un mensaje
de esperanza para el tiempo del fin.
Jesús nos representará en el Juicio y
ofrecerá su vida justa en lugar de nuestra vida impía. El apóstol Juan nos da
este aliciente: “Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre,
a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1). El Juicio final de Dios es justo. Él puede
representar solamente a quienes le entregan su vida y por fe aceptan la vida y
la muerte de Jesús en su favor.
Regocijaos en el Señor siempre
Encarcelado en Roma, el apóstol Pablo
escribió una carta alentadora a los creyentes de Filipos. Algunos comentaristas
de la Biblia han etiquetado el libro de Filipenses como la epístola del gozo.
En esta breve carta de cuatro capítulos, Pablo utiliza las palabras “gozo” o
“regocijo” repetidamente. El tema del capítulo 1 es “Gozo en las pruebas”. El
tema del capítulo 2 es “Gozo en la humildad”, el tema del capítulo 3 es “Gozo
en la entrega” y el tema del capítulo 4 es “Gozo en la gratitud”.
Pablo aprendió a vivir en el gozo de
Cristo porque descubrió cómo descansar en Cristo. Creía que Cristo lo
fortalecería en cada situación y supliría sus necesidades (Fil. 4:13, 19). Su
confianza estaba fija en la realidad divina de que su “ciudadanía está en los
cielos” y que, un día, Cristo “transformará el cuerpo de la humillación
nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya”. Esperaba
ansiosamente la venida del Salvador Jesucristo (Fil. 3:20, 21). Él podía
“regocijarse en el Señor siempre” (Fil. 4:4), porque tenía absoluta confianza
en el cuidado de Cristo en el presente y en el cumplimiento del plan eterno de
Cristo en el futuro. Su declaración “El Señor está cerca” le daba la “paz de
Dios, que sobrepasa todo entendimiento” (Fil. 4:5, 7). Junto con el apóstol Pablo,
podemos regocijarnos en que nunca habrá una situación en la que Cristo no nos
brinde ayuda inmediata hoy, esperanza para el mañana y la promesa del descanso
supremo en Cristo por toda la eternidad.
APLICACIÓN A LA VIDA
Hace algún tiempo, un amigo compartió esta
desgarradora historia. Su hijo de ocho años estaba muriendo a causa de una rara
enfermedad de la sangre. Gente de todo el país oró fervientemente por la
recuperación del niño. Buscaron a Dios en oración pidiendo una curación
milagrosa. El niño empeoraba progresivamente. Los últimos días de su vida, su
madre se sentó junto a su cama constantemente sosteniendo su mano y acariciando
suavemente su cabello. Cuando se hizo evidente que solo le quedaban unas horas
de vida, ella lo tomó en sus brazos y se sentó en una mecedora, entonando
suavemente los cantos del cielo. Tiempo después de su muerte, estábamos
hablando, y ella hizo esta notable declaración: “Aunque hay un profundo dolor
punzante en mi corazón, Dios me ha dado una paz ‘que sobrepasa todo entendimiento’
”. Cuando alguien le preguntó cuál era esa paz que sobrepasaba todo
entendimiento, ella simplemente respondió: “Cuando no comprendes, aún puedes
descansar en el amor y el cuidado de Cristo”.
Cuando esta serie de lecciones de estudio
de la Biblia llega a su fin, más allá de lo que suceda personalmente en tu
vida, Jesús anhela brindarte una “paz […] que sobrepasa todo entendimiento”. Él
está allí para ti, hoy, mañana y siempre. Sus planes son más grandes de lo que
puedas imaginar. Recuerda las palabras de Jesús: “El que persevere hasta el
fin, este será salvo” (Mar. 13:13). Confía en su fuerza para que te ayude a
superar los desafíos de la vida y estar en paz.
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