Capítulo 5
EL EXTRANJERO DENTRO DE TUS PUERTAS
El título de este capítulo es una referencia al cuarto mandamiento: "El séptimo día es de reposo para Jehová, tu Dios. Ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, para que tu siervo y tu sierva puedan descansar como tú" (Deut. 5:14). Los israelitas debían ser bondadosos con los extranjeros y forasteros puesto que ellos mismos habían sido esclavos en Egipto, y Dios los había liberado. Por su misericordia, él los libró de la esclavitud: "Acuérdate de que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová, tu Dios, te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido" (vers. 15).
En Deuteronomio 10:19, Moisés añade: "Amaréis, pues, al extranjero, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto". De este modo, se amonestó a los israelitas a ser amables con los inmigrantes y a recordar que habían sido extranjeros en Egipto. No era un momento para la venganza, sino para la compasión y la bondad. Sus actos de misericordia demostrarían su aprecio por la misericordiosa obra de Dios en su favor. Como ahora eran libres, en su prosperidad debían pensar siempre en los necesitados y buscar con interés la manera de ayudarlos. Dios aconsejó a los israelitas a no tratar a los extranjeros como habían sido tratados en Egipto. Debían estimar a todos y tratarlos con dignidad. Los extranjeros debían tener derecho a una vida próspera. Al ser extranjeros en Egipto, conocían la amargura y las privaciones de esa experiencia, por lo que debían tratar a los extranjeros con compasión, dignidad, cuidado y amor. Nadie debía ser maltratado, pasar hambre o empobrecerse. De hecho, la experiencia del reposo sabático incluía también a los extranjeros.
Abraham también fue extranjero y advenedizo en la tierra de Canaán (Gén. 23:4; comparar con Heb. 11:9). Dios lo bendijo porque demostró benevolencia hacia los demás (Gén. 14:22-24; 18:1-8). Recordando la hospitalidad de Abraham con los tres visitantes, el escritor de Hebreos declara: "No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles" (Heb. 13:2). A los israelitas se les enseñó a ayudar a las personas que pasaban por momentos difíciles: "Si alguno de tus compatriotas se empobrece y no tiene cómo sostenerse, ayúdale como lo harías con el extranjero o con el residente transitorio; así podrá seguir viviendo entre ustedes" (Lev. 25:35, NVI).
El principio de justicia social exige que nos valoremos mutuamente porque todos hemos sido creados a imagen de Dios (Gén. 1:27). No hay excepciones. Aunque el pecado ha estropeado esta imagen, debemos tratarnos con respeto porque quien menosprecia a las criaturas de Dios, ultraja a su Hacedor.
Tanto el Pentateuco como los profetas del Antiguo Testamento subrayan la importancia de prestar ayuda práctica a los extranjeros. Esta ayuda va de la mano con la atención a los pobres, los huérfanos y las viudas (Éxo. 22:21-27; Lev. 23:22; Deut. 10:18; 14:29; 16:11,14; 24:17-21; 26:12,13; 27:19; comparar con Sal. 9:8,9; 10:18; 68:5,6; 82:3; 146:7,9). Los profetas bíblicos son muy elocuentes al respecto. Echemos un vistazo a estas cinco declaraciones proféticas del Antiguo Testamento.
1. Isaías amonesta: "Aprended a hacer el bien, buscad el derecho, socorred al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda" (Isa. 1:17; comparar con Isa. 10:1-3; 58:6,7).
2. Jeremías clama: "Actuad conforme al derecho y la justicia, librad al oprimido de mano del opresor y no robéis al extranjero, al huérfano y a la viuda, ni derraméis sangre inocente en este lugar" (Jer. 22:3; comparar con Jer. 22:13,16; Eze. 22:7).
3. El profeta Amos amonesta: "¡Pero que fluya el derecho como las aguas, y la justicia como arroyo inagotable!" (Amos 5:24, NVI).
4. El profeta Zacarías declara: "Así habló Jehová de los ejércitos: 'Juzgad conforme a la verdad; haced misericordia y piedad cada cual con su hermano; no oprimáis a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre, ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano'" (Zac. 7:9,10; comparar con Jer. 21:12).
5. El profeta Malaquías expone la declaración del Señor: "Vendré a vosotros para juicio, y testificaré sin vacilar contra los hechiceros y adúlteros, contra los que juran falsamente; contra los que defraudan en su salario al jornalero, a la viuda y al huérfano, contra los que hacen injusticia al extranjero, sin tener temor de mí, dice Jehová de los ejércitos" (Mal. 3:5).
"Yo, el Señor, amo la justicia" (Isa. 61:8; comparar con Jer. 9:24). El amor y la justicia deben ir siempre juntos (Ose. 12:6; comparar con Ose. 2:19). En el Nuevo Testamento, Santiago destaca el mismo tema: "La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y guardarse sin mancha del mundo" (Sant. 1:27; comparar con Sant. 2:2-6).
Los dos mandamientos más importantes (amar a Dios y amar al prójimo) son inseparables (Mar. 12:28-31). No se puede amar a Dios y odiar al hermano o a la hermana, al extranjero o a la extranjera. Juan utiliza un lenguaje extremadamente fuerte para dejar claro este punto: "Si alguno dice: 'Yo amo a Dios', pero odia a su hermano, es mentiroso" (1 Juan 4:20).
Para vivir una vida de anegación, centrada en Dios y en el prójimo, tenemos que dejar que Dios nos transforme. En palabras de Moisés: "Circuncidad, pues, vuestro corazón" (Deut. 10:16, LBLA). Este mandamiento se pronuncia en el contexto de la terquedad de Israel: "No endurezcáis más vuestra cerviz" (vers. 16). No basta con circuncidarse externamente. Lo que se necesita es un nuevo corazón (Eze. 11:19), y esta transformación no se puede lograr con el esfuerzo humano.
El trasplante de corazón solo es posible por la obra especial de Dios en nuestra vida. Es el Espíritu de Dios quien realiza el milagro de sustituir el "corazón de piedra" por "un corazón de carne" (Eze. 36:26); es decir, un corazón sensible, reflexivo, compasivo^ obediente.
Los mandamientos sabáticos deberían ayudarnos en este sentido. El Sábado demuestra que el Dios que nos creó y redimió nos valora profundamente, nos reconoce como suyos y nos ama. El mandamiento del sábado destaca la dignidad de todas las personas, revelando el valor inherente de cada ser humano, independientemente de su edad, sexo, educación, raza, nacionalidad, estatus social, religión o logros alcanzados. Hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y nadie puede arrebatarnos este bien. El plan de Dios es restaurar su imagen en su plenitud mediante el poder transformador de su gracia, su Palabra y su Espíritu. El sábado es el ambiente ideal para cultivar este tipo de relación con Dios. Él nos ha dado este regalo, este "palacio en el tiempo",1 para que podamos adorar a nuestro Sumo sacerdote y Rey. El delicioso compañerismo y la exquisita comunión con nuestro Creador, Redentor, Rey, Sacerdote y Profeta deberían llevarnos a hacernos amigos de Jesús (como lo fue Moisés; ver Éxo. 33:11) y a servir con amor a la gente que nos rodea (Luc. 10:36,37; Juan 13:34,35).
REFLEXIONES SOBRE EL SÁBADO Y LA JUSTICIA SOCIAL
Es significativo que la idea de cuidar al extranjero y a los siervos, así como a los animales, se prescriba en el mandamiento del sábado. Sería bueno que prestemos atención cuidadosa a este contexto, porque el cuarto mandamiento a menudo se ve desde una perspectiva estrecha. Es decir, como un día de descanso del trabajo, como un día para el culto en la iglesia, o como una parte del importante debate entre guardar el sábado o el domingo. Aunque estos aspectos del mandamiento son importantes, solo abarcan una parte de su profundo significado. No debemos pasar por alto el aspecto social de este mandamiento. El buen trato a los extranjeros, los esclavos y los animales es una preocupación importante y parte integral del mandamiento del sábado. Esto también significa que esta ley, así como el relato bíblico de la creación (Gén. 1; 2), puede servir de base para estudios ambientales y sociales.
Muchos estudiantes sinceros de la Biblia quedan desconcertados e incluso escandalizados al darse cuenta de que la Biblia contiene dos versiones del mandamiento del sábado que difieren ligeramente entre sí. Notan que Deuteronomio 5 presenta un Decálogo diferente al de Éxodo 20, especialmente en lo que respecta al mandamiento del sábado. Entonces se preguntan: "¿Cómo puede ser esto? ¿No escribió Dios los mandamientos en las dos tablas? Entonces, ¿cómo pueden diferir?" Las dos versiones del mandamiento del sábado difieren principalmente en la cláusula de motivación. Estos dos relatos dan razones distintas para guardar el sábado. Comparemos brevemente estos dos relatos.
DOS VERSIONES DEL MANDAMIENTO DEL SÁBADO
La versión del Éxodo dice así: "Acuérdate del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es de reposo para Jehová, tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el sábado y lo santificó" (Éxo. 20:8-11).
La versión de Deuteronomio es ligeramente diferente: "Guardarás el sábado para santificarlo, como Jehová, tu Dios, te ha mandado. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es de reposo para Jehová, tu Dios. Ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, para que tu siervo y tu sierva puedan descansar como tú. Acuérdate de que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová, tu Dios, te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido, por lo cual Jehová, tu Dios, te ha mandado que guardes el sábado" (Deut. 5:12-15).
Estos dos relatos sobre el sábado tienen las mismas ideas centrales: los seguidores de Dios deben santificar el día de reposo, y deben trabajar seis días, pero no trabajar el séptimo. Sin embargo, al comparar estos dos pasajes, percibimos las siguientes diferencias:
1. Las primeras palabras son diferentes. Éxodo 20:8 emplea el verbo hebreo zakar (acuérdate), utilizado en el sentido de no olvidar el día de reposo y mantenerlo fresco en la mente y el corazón. Sin embargo, Deuteronomio 5:12 emplea el verbo hebreo shamar (guardarás), que significa guardar, cuidar y practicar la observancia del día de reposo.
2. Deuteronomio 5:12 incluye una cláusula adicional: "Como Jehová, tu Dios, te ha mandado". De este modo se destaca el origen divino de este mandamiento.
3. Deuteronomio 5:14 contiene las palabras adicionales: "Ni tu buey, ni tu asno, ni ninguno animal tuyo". Por ende, se extiende el descanso al mundo animal y se subraya su carácter inclusivo.
4. El mismo versículo tiene una explicación adicional sobre el descanso de los sirvientes: "Para que tu siervo y tu sierva puedan descansar como tú", lo que subraya igualdad de descanso para los diferentes miembros de la casa.
5. La mayor diferencia está en la razón por que debemos guardar el sábado. Éxodo 20 afirma que la causa es la Creación en seis días: "Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día, por tanto, Jehová bendijo el sábado y lo santificó" (vers. n). En cambio, Deuteronomio 5 explica el mandamiento del sábado desde la perspectiva de la liberación de Egipto: "Acuérdate de que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová, tu Dios, te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido, por lo cual Jehová, tu Dios, te ha mandado que guardes el sábado" (vers. 15).
¿Cómo debemos entender estas diferencias, especialmente las distintas motivaciones para guardar el sábado? La razón de las diferencias radica en el hecho de que estas dos versiones se publicaron en dos ocasiones distintas, cuando la realidad histórica había cambiado. En el Éxodo, Dios mismo proclama los Diez Mandamientos desde el Monte Sinaí (Éxo. 20:2-17), y luego los escribe en dos tablas de piedra y se los entrega a Moisés (Éxo. 31:18; 32:19; 34:4, 28; 40:20). Pero en Deuteronomio 5, Moisés recita el mandamiento del sábado en su sermón, y aplica el contenido a la liberación de los israelitas de la esclavitud y a su nueva situación social, sin negar la razón de la Creación para la observancia del sábado. Simplemente no la menciona ni la comenta. Así que la diferencia está en la retórica de Moisés, que está predicando a Israel y aplicando este mandamiento a su audiencia y a su reciente experiencia del Éxodo. Como profeta inspirado (Deut. 18:15), interpreta la intención de este mandamiento según lo exigen las circunstancias. Amplía fielmente el propósito del mandamiento señalando explícitamente las diferentes entidades que abarca: siervos, extranjeros y animales. El texto anterior del código del pacto pone en primer plan© el aspecto social: "Seis días trabajarás, pero el séptimo día reposarás, para que descansen tu buey y tu asno, Y tomen refrigerio el hijo de tu sierva y el extranjero" (Éxo. 23:12).
El fundamento del sábado en Éxodo 20 es la Creación, pero Deuteronomio 5 destaca su dimensión social, es decir, libertar a los oprimidos. Moisés está bosquejando la teología detrás del sábado, destacando los aspectos redentores y sociales del cuarto precepto para todos, además del motivo de la Creación. De este modo, estas dos justificaciones del sábado son complementarias y nos ayudan a entender este mandamiento desde una perspectiva más amplia.
En Deuteronomio, el mandamiento del sábado está relacionado con los dos primeros mandamientos que prohíben tener otros dioses o hacer ídolos. Según estos dos mandamientos, solo Dios puede ser el amo y Señor de nuestra vida social. Por tanto, el sábado nos recuerda que hemos sido creados a imagen de Dios. No hay excepción, todos somos hijos de Dios: hombres, mujeres, niños, siervos, esclavos y extranjeros. El sábado libera a las personas de las barreras sociales y los prejuicios. Pide a los seres humanos que sean amables y solidarios, no solo con los que les rodean, sino también con los extranjeros, los marginados e incluso los animales. No es posible la discriminación si se guarda verdaderamente el sábado, porque la discriminación se basa en las distinciones de sexo, color, estatus social, educación, nacionalidad o religión. Todos fuimos creados en igualdad de derechos. Moisés subraya que Dios es un Dios personal y que cada ser humano es una persona única y debe ser tratado con respeto y dignidad.
Deuteronomio 5 determina el orden social reafirmando varios tipos de designaciones sociales. Se enumeran nueve grupos: tú (que incluye también a tu cónyuge), tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva, tu buey, tu asno, cualquier otro animal y el extranjero. El cuidado del mundo animal apunta a las preocupaciones ecológicas, haciéndose eco de la frase de que el Señor creó "los cielos y la tierra, el mar y todas las cosas que en ellos hay" (Éxo. 20:11). Como seres humanos, debemos proteger el orden creado por Dios, al igual que Adán y Eva recibieron debían hacerlo en la Creación (Gén. 1:26,28).
Durante su ministerio, Jesús también destacó la importancia de cuidar de las personas necesitadas. En su parábola sobre el juicio final (Mat. 25:31-46), enumera seis actividades en cuatro ocasiones, incluyendo el tierno cuidado hacia los extraños, siempre en la misma secuencia: "Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y me recogisteis; estuve desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y fuisteis a verme" (vers. 35,36). Los personajes de la parábola actúan automáticamente de forma desinteresada, como si fuera la rutina y la práctica normal de su vida, por lo que se sorprenden cuando escuchan una gran aclamación del propio Rey: "Todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí" (vers. 40, NVI).
Los actos de misericordia solo tienen valor cuando se realizan por motivos correctos: el amor, la compasión y la bondad (1 Cor. 13:1-3). El profeta Miqueas resume elocuentemente este principio bíblico con estas conocidas palabras: "Hombre, él te ha declarado lo que es bueno, lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios" (Miq. 6:8; comparar con Deut. 16:20).
1 Abraham J. Heschel, The Sabbath: Its Meaning for Modern Man [El sábado: Su significado para el hombre moderno] (Nueva York: Farrar, Straus and Giroux, 2005), p. 15
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