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"CUANDO TE CONVIRTIERES CON TODO TU CORAZÓN" - Libro complementario


 Capítulo 9

APLICAD VUESTRO CORAZÓN"

En su último sermón, Moisés hace un enérgico llamado al pueblo para que elija la vida, permanezca en el camino correcto y sea fiel a Dios y a su pacto. Después, pasa la antorcha del liderazgo a Josué. Según las instrucciones de Dios, Moisés escoge a Josué para que sea el nuevo líder de Israel (Deut. 31:1-8,14). Luego Moisés enseña a los israelitas un cántico (Deut. 32) y bendice a las doce tribus de Israel (Deut. 33). Es interesante que solo en estos dos capítulos escritos en poesía se utilicen diferentes tipos de paralelismo hebreo (sinónimo, antitético, sintético, emblemático y comparativo) con dos o tres pensamientos paralelos combinados entre sí. Se trata de magníficos poemas didácticos, llenos de profunda sabiduría y perspicacia, que también tienen connotaciones proféticas.

A lo largo del libro, Moisés utiliza un lenguaje vivido, combinando relatos con material jurídico y cánticos, con historia. De este modo, el libro del Deuteronomio contiene múltiples géneros. Las expresiones retóricas de los tres sermones se mezclan con el lenguaje del pacto y se vinculan con la poesía. El material legislativo se coloca muy cerca de las narraciones y las exhortaciones. Las bendiciones se presentan junto con muchas maldiciones.1 Los castigos están asociados a la ley. Esto es comprensible porque la ley es tan fuerte como las consecuencias de infringirla. Esta mezcla de bendiciones y maldiciones arroja luz sobre las diferentes acciones de Dios y demuestra que el Dios de Israel es un Dios amoroso, misericordioso y justo. Es el Dios del pacto, el Dios de la historia y el Dios del tiempo y el espacio.

Esta representación de Dios es especialmente cierta en estos dos poemas, porque la teología de Deuteronomio 32 y 33 profundiza en el carácter de Dios, sus enseñanzas y su ley. Este extraordinario diseño señala el genio literario que hay detrás de esta gran obra y demuestra que Deuteronomio es una composición de arte sagrado, una verdadera obra maestra que refleja un conocimiento íntimo de Dios. Su pensamiento teocéntrico es coherente y revela el constante deseo de prosperidad y felicidad para el pueblo de Dios. Además, su pensamiento es completamente relacional y se fundamenta en el amor de Dios por el pueblo. Cuando el amoroso líder de Israel concluye sus obras declamando esta poesía, no solo contribuye a la belleza de Dios, sino que ayuda al pueblo a recordar mejor sus palabras.

ELCÁNTICODE MOISÉS

Moisés compuso (o, mejor dicho, recibió de Dios) un cántico para enseñar a Israel (Deut. 31:19,22). Este cántico presenta una imagen excepcional, compasiva y enérgica de Dios. En este cántico, Moisés hace un llamado para que los israelitas sean fieles a su poderoso Señor. Este es su último intento de hacer volver el corazón de ellos a Dios, y es extremadamente urgente porque el Señor acaba de hablarle de la futura apostasía de Israel (Deut. 31:16-21; compárese con los versículos 27-29). El corazón de Moisés debe estar destrozado, pero hace todo lo que está a su alcance para detener esta tendencia de olvidar al Señor y trata de ayudar a Israel a aferrarse a su Dios y no apartarse de él. Necesitan circuncidar sus corazones (Deut. 10:16), no solo su carne, para que permanezcan en el Señor, escuchen su voz y guarden sus mandamientos. Necesitan amar al Señor, experimentar sus misericordias y rendirle un servicio de todo corazón, Moisés hace su llamamiento por medio de un cántico, que es uno de los mejores recursos mnemotécnicos para afianzar la verdad en el corazón.

En el cántico de Moisés, los nombres y epítetos de Dios son multifacéticos y forman un entramado perspicaz de quién es él. Se describe a Dios es como el Señor (Deut. 32:3,12, 30), la Roca (vérs. 4,15,18,30,31), el Padre (vers. 6), el Creador (vers. 6), el Altísimo (vers. 8), el Águila (vers. 11), el Salvador (vers. 15) y la vida (vers. 47). En sus bendiciones, Moisés añade que Dios es el rey de Israel (Deut. 33:5), el refugio (vers. 27), el escudo (vers. 29), el ayudador (vers. 29) y la espada de su triunfo (vers. 29). Este conjunto de títulos dice mucho sobre el hermoso carácter de Dios. Todas sus designaciones son positivas. De hecho, no hay dioses rivales porque los ídolos creados por el ser humano solo son las proyecciones de sus miedos y de su imaginación. El verdadero Dios es el creador de todo. Es el incomparable Dios vivo. "No hay como el Dios de Jesurún"2 (vers. 26). Es fácil seguir a un Dios tan bondadoso, que siempre está a favor de su pueblo. Las últimas palabras de Moisés a Israel antes de su muerte dan testimonio de esta verdad:

"¡Bienaventurado tú, Israel!

¿Quién como tú, pueblo salvado por Jehová?

Él es tu escudo protector, la espada de tu triunfo.

Así que tus enemigos serán humillados, y tú pisotearás sus lugares altos" (Deut. 33:29).

Moisés declara: "¡Alaben la grandeza de nuestro Dios!" (Deut. 32:3, NVI). Además, afirma de Dios que "sus obras son perfectas, y todos sus caminos son justos", y que él es "es fiel; no practica la injusticia. Él es recto y justo" (vers. 4, NVI). El Dios del Antiguo Testamento es el Creador, el Señor soberano, el Salvador, el Rey, el Juez, el Profeta y el Sacerdote.

Los verbos que se usan para describir sus acciones son poderosos. El Dios de Israel es el que "te hizo y te estableció" (32:6), "hizo heredar a las naciones [...] estableció los límites de los pueblos" (ver. 8), "te engendró [...] te dio vida" como tu madre (vers. 18, NVI), hace morir y hace vivir (vers. 39), y hace "expiación por la tierra de su pueblo" (vers. 43). El Dios eterno también es celoso y se enoja con la idolatría. Él dispersa, hiere, destruye, paga y esconde su rostro cuando el ser humano sigue obstinadamente sus malos caminos. Él protege, cuida, guarda, crea, alimenta, nutre, juzga, castiga, cura, da vida, libera, perdona y hace expiación. Pero, sobre todo, es un Dios bondadoso que ama a su pueblo (Deut. 33:3), y por eso lo disciplina (Deut. 4:36; compárese con Éxodo 20:20).

Todos estos epítetos y descripciones resultan significativos porque señalan diferentes aspectos de las funciones de Dios. Pero ningún lenguaje humano puede describir completamente a Dios, porque él es más grande de lo que podemos expresar con palabras. Él trasciende todo lo que podemos decir, porque siempre es más hermoso, compasivo, grandioso y bueno de lo que podemos imaginar. Durante toda la eternidad, estudiaremos la ciencia del carácter de Dios, lo que él logró en su encarnación, su muerte en la cruz y la obra que continúa. Nos maravillaremos continuamente de su carácter de amor, verdad, santidad, justicia y belleza.

Deuteronomio 32 da un claro ejemplo de Dios en acción al representarlo como un águila. Otra imagen poderosa de Dios lo describe como un padre. Es un padre que cuida de sus hijos, como un águila "revoloteando" sobre sus aguiluchos para protegerlos y enseñarles a volar y cazar (vers. 11). El verbo "revolotear" se utiliza también en el relato bíblico de la Creación, en-el que "el espíritu de Dios se movía (revoloteaba) sobre la faz de las aguas" para sostener la creación de Dios y cuidar del recién nacido planeta Tierra (Gén. 1:2). El Señor también utiliza la imagen del águila en Éxodo 19:4, donde recuerda a Israel su cuidado paternal: "Vosotros visteis [...] cómo os tomé sobre alas de águila y os he traído a mí". Es posible que Jesús tuviera en mente este símil cuando expresó lo mucho que quería juntar a los hijos de Israel como la gallina junta a sus polluelos (Mat. 23:37). Pero cambió la imagen del águila por la de la gallina porque la imagen del águila habría sido malinterpretada, Los romanos utilizaban el símbolo del águila para expresar su dominio, poder y autoridad. Jesús cambió sabiamente la imagen del águila, de gran carga política, por la de una gallina para transmitir su hermoso mensaje de amor, cuidado y protección. Trágicamente, Cristo concluye diciendo que Israel no estaba dispuesto a someterse a su liderazgo amoroso y misericordioso.

LAS BENDICIONES DE MOISÉS

Dios nos llama porque quiere bendecirnos. Los sacerdotes estaban encargados de pronunciaban las bendiciones sobre Israel (Núm. 6:23-27), pero era Dios mismo quien otorgaba la bendición. De este modo, Moisés invocó las bendiciones de Dios sobre las tribus israelitas. Las bendiciones de Deuteronomio 33 son semejantes a las bendiciones de Jacob antes de su muerte (Gén. 49). Pero el orden de los nombres de las tribus en Deuteronomio difiere de la lista de Jacob, que sigue el orden de nacimiento. Para enumerar las tribus, Moisés se guía un poco por la geografía (desde Rubén en Transjordania, extendiéndose a las tribus occidentales, y terminando con las tribus de Neftalí y Aser en la región de Galilea, al norte). También toma en cuenta a sus madres (las tres primeras tribus son de los hijos de Lea, las dos siguientes son hijos de Raquel, luego vienen los dos últimos hijos de Lea, y finalmente, los hijos de Bilha y Zilpa en orden mixto). Es interesante que José recibe la bendición (la más larga de todas) junto con sus dos hijos, Efraín y Manasés, pero se omite la tribu de Simeón, probablemente porque estaba situada en el territorio de Judá.

Moisés comienza sus bendiciones aludiendo a la au-torrevelación. de Dios en el Sinaí (vers. 2), puesto que el bienestar de los israelitas dependería de su obediencia a Dios y a su Palabra. El Señor ama a su pueblo (vers. 3) y es su rey (vers. 5). De este modo, Moisés destaca la unidad de todas las tribus de Israel antes de hablar de cada tribu de los hijos de Jacob en particular. La bendición principal de Moisés es para Judá, Leví y José, donde se encuentran dos profecías relativas al Mesías.

El último poema de Deuteronomio también recoge la esperanza mesiánica. En el contexto inmediato de estas bendiciones, se explica que a causa de la desobediencia del pueblo los alcanzará la desgracia "en los días venideros" (Deut. 31:29) o "en los postreros días" (LBLA), aludiendo al futuro y al fin de los días. Moisés predice que vendrá el khasid (el "fiel", "piadoso", "leal" o "Santo"), al que pertenecen legítimamente el Urim y el Tumim, aquel que fue probado "en Masah" y contendió "en las aguas de Meriba" (Deut. 33:8). El versículo 16 tiene otra alusión mesiánica, donde habla del nazir (el "separado", "consagrado" o "príncipe") como el consagrado entre (el separado de) sus hermanos. Estos textos señalan que el Mesías procedería del linaje sacerdotal y real. De este modo, el Pentateuco termina con la perspectiva de la esperanza mesiánica.

SOLO DIOS NOS CAPACITA PARA OBEDECER

En repetidas ocasiones, Moisés exhorta a Israel a obedecer al Señor, su Dios. La buena noticia es que cuando Dios ordena algo, también nos capacita para hacerlo. El profeta Ezequiel desarrolla este punto en el centro de su resumen teológico: "Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros. Quitaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi espíritu, y haré que andéis en mis estatutos y que guardéis mis preceptos y los pongáis por obra" (Ezequiel 36:26,27).

Solo Dios puede cambiar el corazón del ser humano, solo él puede transformarnos extirpando nuestro corazón de piedra y sustituyéndolo por un corazón de carne, sensible. En palabras de Josué al pueblo de Israel: "Ustedes son incapaces de servir al Señor" (Jos. 24:19, NVI). Solo podemos decidir por él y por lo que es correcto, esa es nuestra decisión más importante. Pero no tenemos el poder de llevar a cabo nuestra decisión. En nuestra fragilidad y debilidad, necesitamos ayuda externa. Pero Dios no nos deja sucumbir en la desesperación, ya que, cuando le entregamos nuestras debilidades, él proporciona la voluntad (que es la respuesta a su llamamiento amoroso) y el poder para obedecer (Fil. 2:13). Él es capaz de hacernos fuertes, y el Espíritu Santo nos capacitará para obedecerle. Pablo dice: "Cuando soy débil, entonces soy fuerte" (2 Cor. 12:10; compare con 1 Cor. 10:13; 1 Tes. 5:23,24; 2 Tes. 3:3; Jud. 24).

Dios recoge, limpia, quita el pecado, da, pone, y nos mueve a guardar fielmente su ley (Eze. 36:24-30). Él nos capacitará para hacer sus obras cuando le dejemos ser el Señor de nuestra vida. Él se identifica con nosotros, y si nos asociamos estrechamente con él, seguiremos su ejemplo. La unidad entre Dios y nosotros será dinámica, poderosa y viva. ¡Los buenos resultados se logran solo por medio del poder del Espíritu Santo!

El énfasis en Ezequiel 36:27 está en la obra de Dios. La traducción literal afirma: "Te daré mi Espíritu, y haré que andes en mis estatutos y guardes mis leyes, y harás". Por lo tanto, Dios promete: "¡Yo haré que tú hagas! Haré lo necesario para que obedezcas". En otras palabras, Dios nos manda a obedecer, pero también nos ayuda a hacerlo. Él nos dará su Espíritu para cumplir su voluntad porque la obediencia solo es posible por medio de la obra del Espíritu Santo. De este modo, en última instancia, Dios produce la obediencia. Él provee para sus requerimientos, y nos ayuda a cumplir lo que nos pide.

La obediencia es un don de Dios (no un logro nuestro), al igual que la justificación y la salvación. La gracia de Dios produce todo esto por medio de la fe. Cuando se acepta la palabra de Dios y su Espíritu, se produce una auténtica vida espiritual (Eze. 37:11-14). Entonces Cristo y su gracia pueden reinar en nuestro corazón, trayendo paz y alegría a todas nuestras relaciones. ¡Este es el evangelio por excelencia!

 1  "Las bendiciones se utilizan normalmente menos que las maldiciones. Por ejemplo, el Código de Hammurabi (1792-1750 a. C.) solo incluye dos bendiciones, pero tiene cincuenta maldiciones. En el material bíblico, los libros de Éxodo y Levítico tienen diez maldiciones y cinco bendiciones. Deuteronomio tiene cuarenta maldiciones y ocho bendiciones". Ver Paul Lawrence, The Books ofMoses Revisited (Eugene, OR: Wipf & Stock, 2011), p. 76.

2  Resulta irónico que el término específico que designa a Israel en este poema sea Jesurún, que significa "recto" (mencionado solo cuatro veces en la Biblia: Deut. 32:15; 33:5,26; Isa. 44:2). En el contexto de este cántico, el que debería ser recto delante de Dios resulta estar lleno de infidelidad y apostasía.

 

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