Lección 2 | Miércoles 5 de enero
JESÚS ES NUESTRO SUMO SACERDOTE
Hebreos 5 al 7 presenta una segunda función de Jesús. Él es nuestro Sumo Sacerdote. El autor explica que esto cumple una promesa que Dios le había hecho al rey davídico prometido, de que él sería “sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec” (Sal. 110:4; citado en Heb. 5:5, 6).
Lee Levítico 1:1 al 9; 10:8 al 11; Malaquías 2:7; Números 6:22 al 26; y Hebreos
5:1 al 4. ¿Qué funciones cumplía el sacerdote?
Lev 1:1 Llamó Jehová a Moisés, y habló con él desde el tabernáculo de reunión, diciendo:
Lev 1:2 Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando alguno de entre vosotros ofrece ofrenda a Jehová, de ganado vacuno u ovejuno haréis vuestra ofrenda.
Lev 1:3 Si su ofrenda fuere holocausto vacuno, macho sin defecto lo ofrecerá; de su voluntad lo ofrecerá a la puerta del tabernáculo de reunión delante de Jehová.
Lev 1:4 Y pondrá su mano sobre la cabeza del holocausto, y será aceptado para expiación suya.
Lev 1:5 Entonces degollará el becerro en la presencia de Jehová; y los sacerdotes hijos de Aarón ofrecerán la sangre, y la rociarán alrededor sobre el altar, el cual está a la puerta del tabernáculo de reunión.
Lev 1:6 Y desollará el holocausto, y lo dividirá en sus piezas.
Lev 1:7 Y los hijos del sacerdote Aarón pondrán fuego sobre el altar, y compondrán la leña sobre el fuego.
Lev 1:8 Luego los sacerdotes hijos de Aarón acomodarán las piezas, la cabeza y la grosura de los intestinos, sobre la leña que está sobre el fuego que habrá encima del altar;
Lev 1:9 y lavará con agua los intestinos y las piernas, y el sacerdote hará arder todo sobre el altar; holocausto es, ofrenda encendida de olor grato para Jehová.
Lev 10:8 Y Jehová habló a Aarón, diciendo:
Lev 10:9 Tú, y tus hijos contigo, no beberéis vino ni sidra cuando entréis en el tabernáculo de reunión, para que no muráis; estatuto perpetuo será para vuestras generaciones,
Lev 10:10 para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio,
Lev 10:11 y para enseñar a los hijos de Israel todos los estatutos que Jehová les ha dicho por medio de Moisés.
Mal 2:7 Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos.
Núm 6:22 Jehová habló a Moisés, diciendo:
Núm 6:23 Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles:
Núm 6:24 Jehová te bendiga, y te guarde;
Núm 6:25 Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia;
Núm 6:26 Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz.
Heb 5:1 Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados;
Heb 5:2 para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad;
Heb 5:3 y por causa de ella debe ofrecer por los pecados, tanto por sí mismo como también por el pueblo.(A)
Heb 5:4 Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón.
Los sacerdotes fueron designados para representar a los seres humanos y mediar en su relación con Dios y las cosas que le conciernen. El sacerdote era un mediador. Esto valía para cualquier sistema de sacerdocio, ya fuera israelita, griego, romano o cualquier otro. El sacerdote instrumentaba la relación con Dios, y toda su ocupación apuntaba a facilitar la relación entre el pueblo y Dios. El sacerdote ofrece sacrificios en nombre de los seres humanos. El pueblo no puede llevar estos sacrificios a Dios personalmente. El sacerdote sabe cómo ofrecer un sacrificio “aceptable” para que nuestros dones sean aceptables ante Dios, consiguiendo la purificación, o el perdón.
Los sacerdotes también enseñaban la Ley de Dios al pueblo. Eran expertos en los mandamientos de Dios, y se encargaban de explicarlos y aplicarlos. Finalmente, los sacerdotes también tenían la responsabilidad de bendecir en nombre de Yahvé. A través de ellos, Dios mediaba su buena voluntad y su propósito benefactor hacia el pueblo.
Sin embargo, en 1 Pedro 2:9, hay un avance. Los creyentes en Jesús recibimos el título de “real sacerdocio”. Este rol implica privilegios increíbles. Los sacerdotes podían acercarse a Dios en el Santuario. Hoy, podemos acercarnos a Dios confiadamente mediante la oración (Heb. 4:14–16; 10:19–23). También hay responsabilidades importantes. Debemos colaborar con Dios en su obra de salvar al mundo. Él quiere que les enseñemos y les expliquemos sus leyes y sus preceptos a los demás. También quiere que ofrezcamos sacrificios de alabanza y buenas obras que le agraden. ¡Qué privilegio y qué responsabilidad!
¿Qué diferencia debería marcar en nuestra vida el ser hechos “real sacerdocio”? ¿Cómo debería afectar nuestra manera de vivir esta realidad?
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