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10 JACOB - ISRAEL - Libro complementario

 


Capítulo 10

Jacob-Israel:

El luchador de Dios

Después de hacer las paces y establecer un convenio con su suegro, Jacob regresa a su hogar (Gén. 31:45-55). Finalmente se siente liberado de su enemigo. Es rico, libre y cuenta con la bendición de Dios. No se imagina que Dios elegirá este momento de paz para luchar contra él.

Los "ángeles de Dios", a quienes Jacob había visto en un sueño que "subían y descendían" tranquilamente por la escalera (Gén. 28:12), ahora lo amenazan, luchan con él. El verbo paga' "salir al encuentro", que aparece en Génesis 32:1, tiene una connotación de violencia. Expresa el carácter sorpresivo y agresivo de un encuentro (Juec. 8:21). Jacob pasa por una especie de conmoción. Le parece estar de regreso en Betel, donde sintió "miedo" (Gén. 28:17). Entonces llama a este lugar Mahanaim, que significa "dos campamentos" (Gén. 32:2), para referirse a los dos grupos de ángeles, los que subían y los que descendían. La palabra también nos recuerda una danza religiosa con una coreografía característica, que puede haber evocado los "dos campamentos" del sueño de Jacob (Cant. 6:13 [7:1p). Mahanaim también es el lugar donde el ejército de David pelearía contra el de Saúl (2 Sam. 2:12-32).

Los siguientes acontecimientos en el viaje de Jacob están caracterizados por ese mismo vaivén entre conflicto y paz. Primero, se debate entre la alegría de la paz y el estrés de la angustia. Luego, tiene un encuentro con Dios, quien lucha con él y finalmente lo bendice. Después de esta batalla inusual tiene lugar la triste y perturbadora violación de Dina. Aunque todos los hombres son culpables, Jacob permanece en silencio. Estos hechos violentos y vergonzosos se combinan para formar una mezcla incómoda de reconciliación, paz y problemas no resueltos.

(Las referencias en corchetes son de la Biblia hebrea, o "Tanaj".)

Las luchas de Jacob

Jacob está conmovido. Tiene una mezcla de emociones, de sentimientos encontrados. La palabra hebrea que describe su estado es tsará, "angustia" (Gén. 32:7), una. palabra que sugiere en primera instancia un estado físico de "estrés" y "opresión". Se siente acorralado, y su angustia tiene una doble causa. La primera es a nivel horizontal, en su relación con los seres humanos. La segunda tiene que ver con su relación vertical con Dios.

A estas alturas de su vida, Jacob se siente abandonado y amenazado por todos lados, por sus enemigos humanos, e incluso por el mismo Dios. Acaba de dejar a Labán, pero no se siente seguro en cuanto a su pacto con él. Le preocupa que su suegro y sus hombres le tiendan una emboscada. Pero, al mismo tiempo, es posible que sienta cierta nostalgia por los tiempos vividos en la casa de su suegro. Después de todo, había estado relativamente seguro allí. Ahora Jacob se siente angustiado y preocupado, se siente vulnerable con su grupo de mujeres, niños y los rebaños (vers. 5).

También tiene miedo porque ha escuchado que su hermano Esaú viene a su encuentro con cuatrocientos hombres (vers. 6), seguramente con la intención de atacarlo y matarlo (vers. 8). Recuerda ¡a manera en que engañó a su hermano y cómo este había jurado vengarse y matarlo (Gén. 27:41), Ahora Esaú es más poderoso que nunca, porque es el gobernante de "la tierra de Seir, campo de Edom" (Gén. 32:3), lo que indica que sus fuerzas militares ya habían comenzado a despojar a los horeos que anteriormente habitaban allí (Deut. 2:12).

Pero Jacob, además, está perturbado espiritualmente. Le preocupa su relación con Dios. ¿Estaba Dios todavía con él? Es totalmente consciente de sus pecados y de su indignidad para con el Santo Dios de justicia y misericordia (Gén. 32:10). En estos momentos, como nunca en su vida, Jacob experimenta el silencio de Dios.

El primer paso de Jacob consiste en enviar dos grupos de "mensajeros" a Esaú (vers. 3). Él llama a estos dos grupos de mensajeros por el mismo nombre  majané,  "campamentos"  (vers. 7 [8]), lo que sugiere una especie de paralelismo entre los mensajeros que "envió" a Esaú (vers. 3) y los ángeles que "le salieron al encuentro" (vers. 1) y que vio en Betel. Este paralelismo nuevamente transmite una conexión entre la relación vertical (ser humano-Dios) y la relación horizontal (ser humano-ser humano). Jacob entiende que para recuperar su relación con Dios, debe restaurar la relación con su hermano.

Como segundo paso, Jacob ora a Dios. Él dirige su súplica solo a Dios, porque fue él el que le ordenó regresar a Canaán (vers. 9) y el que prometió asegurar su posteridad (vers. 12). Jacob reconoce que no merece la amorosa atención de Dios y todo lo que él ha hecho por él, y se refiere a esto como la maravilla de la gracia de Dios. Las dos palabras hebreas que utiliza, jesed, "misericordia", y 'emet, "verdad" (vers. 10), son las mismas palabras que usó el siervo de Abraham cuando bendijo a Dios por escuchar su oración (Gén. 24:27).

Después de orar, Jacob siente la confianza suficiente para hacer una pausa y acampar para dormir. Pero antes de retirarse, vuelve a actuar. Así, el texto va y viene entre oración y acción. Jacob no es ingenuo y su fe no lo vuelve pasivo, así que asegura su campamento. Organiza una tanda de regalos tras otra que enviará a su hermano Esaú, para "apaciguar su ira" (Gén. 32:20). El verbo hebreo kpr, traducido como "apaciguar", significa "expiar". El autor sugiere que Jacob tiene en mente su pasada reconciliación con Dios (vers. 22-32) mientras intenta reconciliarse con su hermano.

Los profetas hacen referencia a la angustia de Jacob (tsará) para describir la condición del pueblo de Dios al final de los tiempos (Jer. 30:7; cf. Sof. 1:14-18). Daniel también aplica la misma expresión de "angustia" o "tribulación" al tiempo del fin (Dan. 12:1; cf. Mat. 24:15,21). Esta historia tiene un significado particular para los que enfrentarán el fin del mundo. Les advierte sobre las dificultades que les sobrevendrán cuando el mundo llegue a su último aliento. Pero esta "angustia" en particular transmite lecciones importantes que se refieren a la relación del pueblo de Dios con el mundo que lo rodea. El perdón y la expiación (kippur) que obtengamos de Dios dependerán de la calidad del perdón y la expiación que extendamos a nuestros semejantes. Siglos más tarde, esta verdad fue enseñada en el Padrenuestro: "Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores" (Mat. 6:12).

Cara a cara con Dios

En Betel, Jacob se encontró con Dios en forma indirecta, por medio del sueño de la escalera (Gén. 28:10-22). Ahora, por primera vez, se encuentra con Dios directamente. Debido a su preocupación por Esaú, Jacob decide esconder a su familia y separarse de ella, con la esperanza de mantenerla a salvo.

La historia del encuentro con Dios comienza con una lucha: Jacob "se levantó aquella, noche" (Gén. 32:22) "y un hombre luchó con él" (vers. 24, RVC). La identificación que hace la Biblia de su agresor como "un hombre" insinúa la misteriosa identidad del adversario de Jacob. Nadie sabe quién es, ni siquiera el mismo Jacob. Esta extraña característica sugiere la naturaleza trascendente de este individuo. Jacob luego identificará al "hombre" como Dios mismo (vers. 30 [31]), al igual que ¡o hace el profeta Oseas (Ose. 12:3, 4). Isaías también usa el calificativo simple 'ish, "hombre" en su descripción del Siervo sufriente (Isa. 53:3).

Que Dios tome forma humana para relacionarse con los humanos, no es algo inconcebible (Gén. 18:1,17). Daniel usa el mismo término, 'ish, para designar al Sumo Sacerdote celestial (Dan. 10:5) y al "príncipe de los ejércitos", sar hatsaba'(Dan. 8:11), que es una expresión que se refiere al Señor mismo (Jos. 5:14, 15).

En este punto es preciso recordar que "el hombre" es quien lucha; no se menciona nada acerca de ¡a respuesta de Jacob. Probablemente el ataque lo tomó por sorpresa y lo abrumó. El hombre luchó con él "hasta que rayaba el alba" (Gén. 32:24). El verbo hebreo traducido como "lucha" 'abaq, se hace eco de otras dos palabras. Primero, hay un juego de palabras entre yabbok (jabbok) y Ya'aqob (Jacob). También hay un juego de palabras entre 'abaq, "luchar" y 'abaq, "polvo" (Deut. 28:24; Eze. 26:10), lo que sugiere una lucha en la que se rueda sobre el polvo. De esta manera, se oye la palabra "luchador" en el nombre de Jacob, en el nombre del río donde ocurrió la lucha (Jabbok), y en el polvo donde los dos hombres rodaron. Estos juegos de palabras le confieren a la historia un efecto cósmico (cf. Jos. 7:26; Ose. 2:15).

El "hombre" es continuamente el agresor. Todos los verbos en Gén. 32:25 presentan al "hombre" como sujeto. En este encuentro cara a cara, Dios no prevaleció (vers. 25). Esto es desconcertante, pero enseña una lección importante sobre Dios y su relación con los seres humanos. La debilidad de Dios en su confrontación con los seres humanos es una expresión de su gracia, de su amor y del misterio de su encarnación para alcanzarlos y salvarlos. La impresión de debilidad, sin embargo, contrasta con su próximo movimiento, en el que se hace evidente su poder sobrenatural. Un simple toque es suficiente para causar una dislocación. El lugar del toque, "el sitio del encaje de su muslo" (vers. 25), fue muy bien elegido, no tanto por su fragilidad, sino por su significado. La palabra hebrea para "cadera", yerek, se refiere al lomo o muslo (Gén. 47:29), que es la sede del poder procreador. El toque divino lleva, por lo tanto, una bendición implícita, que apunta a los descendientes de Jacob (Gén. 46:26; Éxo. 1:5).

Jacob comprende plenamente que está en la presencia de Dios. Ahora se ha convertido en Israel. Mientras que la historia de la bendición inicial de Jacob comienza con su incapacidad de ver lo visible (Gén. 27:1), la experiencia de Peniel termina con ¡a capacidad de "ver" lo invisible (Gén. 32:30). Mientras que la historia de la bendición anterior termina al atardecer (Gén. 28:11), cuando Jacob huye de su hogar (vers. 5), la historia de Peniel termina al amanecer (Gén. 32:26) con Jacob que regresa a casa (Gén. 33:18-20). Jacob se ha convertido en una nueva persona, que se dirige a un nuevo destino.

Si Jacob no puede nombrar a Dios, al menos puede nombrar el lugar donde Dios se le apareció (Gén. 32:30). El nombre Peniel significa el "rostro de Dios". Esto no quiere decir que el rostro de Dios sea el lugar. La frase se refiere a la experiencia personal de Jacob, al hecho de enfrentarse con Dios mismo y haber sobrevivido. El uso de la expresión hebrea panim 'el panim, "cara a cara" (vers. 30), no implica que Jacob realmente hubiera visto el rostro físico de Dios. La expresión más bien describe la experiencia de un encuentro directo con él (Deut. 5:4). Jacob asocia su salvación con este encuentro: "Y ha sido preservada mi vida" (Gén. 32:30, LBLA). El verbo hebreo natsaí, "preservar", se refiere a la liberación de los enemigos y de los problemas (1 Sam. 12:21; Prov. 19:19), pero también puede tener la connotación de una salvación espiritual del pecado y de la culpa (Sal. 39:8; 119:170). La lucha de Jacob con Dios cara a cara, significa que experimentó su perdón.

Cara a cara con su hermano

Después de su encuentro con Dios, Jacob pasa a encontrarse con su hermano. Han transcurrido veinte años y Esaú finalmente se reunirá con Jacob. Sin duda, Esaú está enterado del regreso de su hermano porque se dirige en dirección a él acompañado de cuatrocientos hombres, con la intención obvia de cumplir su juramento de matarlo (Gén. 27:41). Sin embargo, contra todas las expectativas, Esaú corre para abrazar a Jacob y los dos hermanos se reconcilian.

Génesis 33:9 al 11 es la tercera de cinco rondas de diálogo, que cubren el encuentro de Jacob con su hermano (vers. 1-17). Esta característica literaria indica que se trata del punto más importante del pasaje bíblico. Jacob responde a la renuencia de Esaú en aceptar su presente (vers. 9), conectando explícitamente su relación con Esaú y su relación con Dios: "He visto tu rostro como si hubiera visto el rostro de Dios" (vers. 10). Esto convence a Esaú de aceptar el regalo (vers. 11), además de ser una señal de que está dispuesto a reconciliarse con su hermano.

Jacob-Israel

Jacob pudo ver el "rostro de Dios" (Peniel) en el rostro de Esaú. El encuentro de Jacob con Esaú es como un segundo Peniel; el primer Peniel lo prepara para el segundo Peniel. El encuentro de Jacob con Dios facilita el encuentro con su hermano y, a la vez, su reconciliación con su hermano tendrá un efecto en su relación con Dios. Jacob ha llegado a comprender que su amor por Dios y su amor por su hermano dependen el uno del otro.

El amor del cristiano por Dios es irreconciliable con el racismo y cualquier forma de odio y desprecio por el prójimo. Jesús recalca esta lección teológica única de las Escrituras: ""Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente". Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas" (Mat. 22:37-40). Para Jesús, el segundo mandamiento "es semejante" al primero.

Dina y Siquem

Desafortunadamente, la familia humana no es muy buena para amar a su prójimo, como lo muestra la historia de Dina, la única hija de Jacob, una de las historias más sórdidas del Génesis (Gén. 34). Ella es violada por Siquem, el heveo Luego él y su padre, con la esperanza de apaciguar la furia de los hermanos, Intentan negociar un matrimonio. Los hermanos de Dina aparentan estar de acuerdo, con la condición de que todos los varones de la ciudad sean circuncidados antes. Siquem y su padre presentan el caso a sus hombres, argumentando que todos se beneficiarán del trato. Cuando los hombres son circuncidados, los hermanos de Dina los invaden, los matan a todos y saquean sus casas.

La narración de estos acontecimientos sugiere incongruencias debido a la complejidad de los personajes: no son totalmente justos ni totalmente malvados. Todos aparentemente actúan de buena fe. Incluso los crímenes parecen justificados y se muestran como actos de justicia. El lascivo Siquem, que viola a Dina, se muestra también como el hombre amoroso que quiere reparar el daño y que acepta someterse a la circuncisión por amor. Simeón y Leví, que mienten, matan y saquean, son también los que defienden ¡os mandamientos de Dios, promueven la circuncisión y se resisten a los matrimonios mixtos. Mientras que Jacob, preocupado y asustado, responde al crimen cometido por sus hijos con un silencio desconcertante y vergonzoso.

La ambivalencia de la historia ha sido objeto de interpretaciones tanto por judíos como por cristianos, y los críticos consideran que la historia podría tener diferentes fuentes. Pero esa ambivalencia es precisamente una prueba de la autenticidad de la historia. Sus actores son reales y aportan a la trama sus propias contradicciones. De alguna manera, Dios se abre camino por medio de la confusión, al igual que lo hizo en la enmarañada historia de Jacob engañando a Esaú para recibir la bendición de su padre.

La lección continúa sorprendiendo a los estudiosos. Cuando los seres humanos insisten en tomar el lugar de Dios para tratar de dar forma a su existencia con sus propias manos, a expensas de los mandamientos de Dios, ¡os resultados son problemáticos, aunque la voluntad de Dios finalmente se cumpla.

El texto termina con una importante pregunta planteada por los hermanos de Dina, buscando justificar sus crímenes. Es una pregunta que no recibe respuesta de Dios: "¿Acaso tenía él que tratar a nuestra hermana como a una ramera?" (Gén. 34:31). Desafortunadamente, podemos pensar que actuamos conforme a la voluntad de Dios y mostrar celo por sus asuntos, pero en realidad estar totalmente desconectados de él. Cuando ponemos la misión de Dios sobre la razón de esa misión, a saber, la presencia de Dios en nuestra vida, su nombre y su reino terminan convirtiéndose en una excusa para justificar nuestras mentiras y nuestros crímenes.

 

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