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3. EL EVANGELIO ETERNO | Los Tres Mensajes Cósmicos | Sección maestros


Lección 3:

EL EVANGELIO ETERNO

RESEÑA

En la lección de esta semana, comenzamos un estudio detallado acerca del mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14:6 al12. Todas las Escrituras describen a los ángeles como mensajeros de Dios. En el libro_ de Apocalipsis, los ángeles que vuelan en medio del cielo representan un mensaje celestial de origen divino que se transmite velozmente hasta los confines de la Tierra. Por cierto, el pueblo de Dios del tiempo del fin debe proclamar este mensaje.

Justo antes de la venida de Jesús, el mensaje del evangelio eterno, en el contexto del juicio, se extiende rápidamente por todo el mundo. Uno de los puntos focales del estudio de esta semana es descubrir las profundidades del mensaje del evangelio. ¿Qué es el evangelio? ¿Por qué se denomina eterno? ¿Por qué se debe dar la oportunidad de responder al evangelio a todo ser humano del planeta Tierra? ¿Por qué la salvación de cada persona que vive en los últimos días de la historia de esta tierra depende de su respuesta individual? El estudio de esta semana responderá estas preguntas y ofrecerá una percepción profunda de la expresión "evangelio eterno".

Una segunda función de la lección de esta semana será ampliar nuestra comprensión de la misión de Cristo en la iglesia de los últimos días. El ángel que vuela en medio del cielo, con el evangelio eterno, proclama esta verdad de los últimos tiempos a "toda nación, tribu, lengua y pueblo" (Apoc. 14:6). Hay una inmensidad en este mensaje. Nos llama a dar lo mejor de nosotros para el Reino de Dios. Nos invita a cooperar con Cristo en su llamado final a la humanidad. Este mensaje nos exhorta a darle prioridad a la misión de Dios de redimir a la humanidad perdida porque allí es donde está su prioridad.

COMENTARIO

Dios coloca su sello identificador de aprobación sobre su pueblo para distinguir lo auténtico de lo falso. En los días del antiguo Israel, cuando las naciones paganas a su alrededor eran politeístas ya que adoraban a varios dioses, la declaración de fe clara, identificable y poderosa de Israel se encontraba en Deuteronomio 6:4, también conocido como la Shemá.

Dos veces al día, de mañana y de tarde, las familias judías repetían: "Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor es uno solo" (Deut. 6:4).

"Escucha, Israel". Durante los siglos del Exilio, la recitación de la5hemá recordó a los judíos la visión y el camino espiritual que los unía como pueblo. La recitación de la Shemá también fortaleció la determinación de Israel de resistir los diversos intentos de obligarlos a abandonar su visión y su camino espiritual.

Deuteronomio 6:4 era uno de los primeros versículos que se enseñaba a un niño judío en el antiguo Israel tan pronto como aprendía a hablar. Además, las madres judías continuamente enseñaban a sus hijitos a recitar la Shemá antes de irse a dormir.

Hay un ejemplo sorprendente del poder de este aspecto de la identidad de fe que tuvo lugar inmediatamente después del fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. Algunos rabinos destacados visitaron orfanatos cristianos en busca de niños judíos. Durante la guerra, muchos padres judíos en Europa colocaron a sus hijos en orfanatos cristianos para salvarlos de los nazis. Estos padres tenían la esperanza de que más tarde se reunirían con sus hijos al finalizar la guerra, y si ellos, los padres, no habían sobrevivido, esperaban que los familiares o amigos sobrevivientes encontraran a sus hijos.

Después de la guerra, la mayoría de los sacerdotes y las monjas que dirigían estos orfanatos eran renuentes a restituir la custodia de los niños judíos a sus familias. Los sacerdotes y las monjas a menudo negaban tener niños judíos en la residencia. Durante una visita, un destacado rabino le pidió al sacerdote a cargo de un orfanato que le permitiera regresar por la noche cuando los niños se iban a dormir. El sacerdote accedió a regañadientes a la petición del rabino. Cuando el rabino regresó, entró en la habitación de los niños y, mientras caminaba por los pasillos de las camas, recitó las palabras hebreas de la Shemá. Uno por uno, los niños se echaban a llorar y exclamaban: "¡Mamá!" Muchos repetían las palabras de la Shemá. Los sacerdotes fueron tomados totalmente por sorpresa. No pudieron borrar de estos niños los recuerdos de sus madres judías que los acostaban todas las noches con la Shemá en sus labios. El abad no tuvo más remedio que admitir que estaba "equivocado"; de esta manera, estos hijos perdidos de Israel pudieron regresar a "casa" con su pueblo ... y con su Torá.

Grabadas en la conciencia de estos niños, impresas indeleblemente en sus mentes, estaban esas palabras que confirmaron su identidad judía: "El Señor nuestro Dios, el Señor es uno solo" (Deut. 6:4).

El mensaje de los tres ángeles: nuestro punto de encuentro

Para los adventistas del séptimo día, el mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14 es nuestra Shemá, nuestro punto de reunión. Es nuestra declaración de fe que nos identifica. Este define quiénes somos como pueblo y describe nuestra misión en el mundo.

Nuestra identidad profética única se encuentra delineada en Apocalipsis 14:6 al12, y es aquí donde encontramos nuestra pasión por proclamar el evangelio a todo el mundo. Elena de White lo expresa de esta manera: "En un sentido muy especial, los adventistas del séptimo día han sido colocados en el mundo como centinelas y transmisores de luz. A ellos ha sido confiada la tarea de dirigir la última amonestación a un mundo que perece. La Palabra de Dios proyecta sobre ellos una luz maravillosa. Una obra de la mayor importancia les ha sido confiada: proclamar los mensajes del primero, segundo y tercer ángeles. Ninguna otra obra puede ser comparada con esta y nada debe desviar nuestra atención de ella" (TI g:17).

Este mensaje es urgente, eterno y universal. En su corazón está el evangelio eterno. ¿Qué es el evangelio? Son las buenas nuevas eternas de la vida, la muerte, la resurrección, el ministerio sumo sacerdotal de Cristo y su pronto regreso. Es la buena noticia de que Jesús nos salva del pecado y nos capacita para vencer.

Entender el evangelio es comprender el significado del amor eterno, insondable e inagotable de Dios por nosotros. El evangelio comienza en el corazón de Dios. Antes de que nosotros nos acercáramos a él, él ya nos extendió la mano. Antes de que lo buscáramos, él nos estaba buscando a nosotros. Antes de que hiciéramos un solo movimiento en dirección a él, él nos estaba atrayendo mediante el poder de su amor. El apóstol Juan da fe de esta verdad en estas memorables palabras: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como expiación por nuestros pecados" (1 Juan 4:10). En Romanos s. el apóstol Pablo agrega: "Pero Dios demuestra su amor hacia nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Rom. s :8).

En el evangelio, Dios, en Cristo, toma la iniciativa para nuestra salvación. Cristo vivió la vida perfecta que nosotros debíamos vivir, murió la muerte que nosotros debíamos morir, nos atrae hacia él mediante el Espíritu Santo y, con su amor, su gracia y su poder transforma nuestra vida. La Cruz pone fin al dominio del pecado sobre nuestra vida. Al recibir la gracia de Dios, aceptar su sacrificio y creer en su promesa de vida eterna, llegamos a ser sus hijos e hijas.

Este mensaje del evangelio eterno está en el corazón del mensaje de los tres ángeles. Este mensaje del tiempo del fin tiene que ver con Jesús. Nos lleva a abandonar todo orgullo humano y autosuficiencia. Nos obliga a confiar plenamente en Jesús para nuestra salvación. Nos lleva por fe a aceptar su justicia en lugar de nuestro comportamiento injusto. La perfección de la vida de Cristo es nuestra cuando lo recibimos como nuestro Redentor crucificado. El evangelio nos invita a ir a Jesús tal como somos. Pero no nos deja ahí. En respuesta al amor de Jesús, desearemos llevar una vida piadosa. Su gracia no solo cubre nuestro pasado; también funciona como un principio dinámico en nuestra vida que nos capacita para obedecer. El apóstol Pablo deja bien claro este asunto en Romanos 1:5: "Por medio de él [Jesús] recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia". La gracia de Dios nos enseña que debemos "vivir en este siglo sobria, justa y piadosamente" (Tito 2:12). Esto es lo increíble del evangelio.

Cuando su gracia nos salva, su amor nos seduce y su poder nos transforma, nuestra respuesta natural es compartir con otros lo que Cristo ha hecho por nosotros. Nuestro testimonio cristiano es la profusión de un corazón lleno del amor de Dios. Cuando el evangelio quebranta nuestro corazón duro y contaminado por el pecado, anhelamos contar la historia de su gracia. Comprender el evangelio eterno es el fundamento mismo de nuestro testimonio al mundo. El evangelio de Apocalipsis 14:6 que se proclama hasta los confines de la Tierra es el que cada uno de nosotros ha experimentado personalmente en su propia vida. La esencia de la lección de esta semana es entender el evangelio, experimentar el evangelio y compartir el evangelio en el contexto del pronto regreso de Cristo.

APLICACIÓN A LA VIDA

Para reflexión personal: Como estudiaste esta lección junto con los alumnos, es posible que muchos de los miembros de tu clase hayan dudado de su salvación individual. Quizá les haya faltado la certeza de que sus pecados son perdonados. Tal vez hayan sufrido algunos dolores profundos en la vida y se hayan preguntado: "¿Dónde estaba Dios cuando atravesábamos los valles oscuros?" O es posible que los alumnos estén luchando con algún hábito oculto o una actitud negativa que quizá no pueden superar.

Recuerda a tus alumnos que el evangelio es para todos. El Cristo que murió por los demás también murió por ellos. Su amor es para cada uno de sus hijos. Así son su gracia y su poder.

Pide que un voluntario lea en voz alta esta cita de Elena de White: "Jesús ama vernos ir a él tal como somos: pecadores, impotentes, dependientes. Podemos ir con todas nuestras debilidades, locuras y maldades, y caer arrepentidos a sus pies. Es su gloria estrecharnos en los brazos de su amor y vendar nuestras heridas, limpiarnos de toda impureza" (CC 46). Esta es la belleza del evangelio. No debemos temer. Jesús no está esperando azotarnos con el cinturón de la culpa para condenarnos. Está con los brazos abiertos para rodearnos con su amor, perdonarnos, capacitarnos y enviarnos como poderosos testigos suyos en estos últimos días, para dar testimonio de la gloria de su gracia.

Pide a los alumnos que reflexionen en forma individual sobre las siguientes preguntas, en clase y durante la próxima semana:

1. ¿Tengo la seguridad de la salvación en este mismo momento? Si es así, ¿por qué? Si no, ¿qué me impide creer que Jesús está esperando para vendar mis heridas y rodearme con sus brazos de amor?

2. ¿De qué manera esta semana he sido un testimonio para otros del perdón, la misericordia y el amor de Dios? ¿De qué otras formas puedo compartir su gracia con las personas que me rodean?

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