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Lección 10: CÓNYUGES: JUNTOS EN LA CRUZ | Efesios: Cómo seguir a Jesús en tiempos difíciles| Libro complementario

 


Lección 10:

CÓNYUGES: JUNTOS EN LA CRUZ

Efesios 5:21-23

David, un esclavo judío en una casa gentil de Éfeso, ha llegado a admirar a otra esclava judía más joven de la misma casa. Susana fue comprada hace unos años, antes de que toda la familia se convirtiera en seguidora del Camino. Algunas conversaciones que ha mantenido le sugieren a David que Susana acepta sus sentimientos hacia ella. Así que, planeando cuidadosamente el momento, solicita una reunión con el amo y le hace humildemente su petición. ¿Podrían él y Susana convertirse en marido y mujer? Hace la pregunta sabiendo lo que significa: su esperado “matrimonio” no estaría oficializado de ninguna manera. Sería informal, completamente sujeto a los caprichos y los deseos del amo. Su exigente trabajo para el amo les dejaría poco tiempo para ellos. Los hijos que él y Susana pudieran tener serían esclavos, propiedad de su amo y susceptibles de ser vendidos cuando este lo deseara. Sin embargo, mientras David espera la respuesta, su amor por Susana es fuerte y sus esperanzas son grandes.

El consejo de Pablo a los esposos en Efesios 5:21 al 33 es la primera parte de su “código doméstico”, que también aborda las relaciones entre hijos y padres (Efe. 6:1-4), y entre esclavos y amos (vers. 5-9; cf. Col. 3:18-4:1; 1 Ped. 2:13-3:7). Este tema de la administración doméstica era habitual en la literatura de la época. Por citar un ejemplo, el Eclesiástico (Eclo.), un documento judío (ca. 198-175 a.C.), aconseja a los maridos: “¿Tienes una mujer que te gusta? No la despidas, pero si la aborreces, no te confíes a ella” (Eclo. 7:23-26). Aconseja a los padres sobre el trato a un hijo: “El que ama a su hijo le azota sin cesar”; “El que mima a su hijo vendará sus heridas, a cada grito se le conmoverán sus entrañas”; y “Enseña a tu hijo y trabaja en él, para que no tropieces por su desvergüenza” (Eclo. 30:1-4, 7- 13). Con respecto a los esclavos, el documento recomienda: “Al asno, forraje, palo y carga; al criado, pan, instrucción y trabajo”; y “Yugo y riendas doblegan la cerviz; al mal criado, torturas e inquisiciones” (Eclo. 33:24-30). 40

Al igual que el autor de Eclesiástico, la mayoría de los autores escribían solo al marido, padre o esclavo en este tono: “Aquí tienes cómo tratar a los que te rodean para aumentar tu autoridad, reputación y honor”. En contraposición, la postura de Pablo es radical, atrevida y diferente. Se dirige a todos: “Aquí tienes cómo tratar a los que te rodean: como Jesús te ha tratado a ti”. Cuando se sitúa en el contexto de otros consejos disponibles en la época, el consejo de Pablo en Efesios 5:21 al 6:9 irradia respeto y cuidado por las esposas, los hijos y los esclavos, en el contexto de la lealtad a Cristo.

Una nueva forma de ser humano

Pablo no se limita a criticar las defectuosas estructuras sociales de la “vieja humanidad” (Efe. 4:22). Celebra la creación de una nueva humanidad (Efe. 2:15), una nueva forma de ser humano que se aleja de los valores corruptos que los creyentes respaldaban en el pasado. Esos antiguos valores se caracterizaban por el alejamiento de Dios y la dominación de los poderes de las tinieblas, y estaban impulsados por las pasiones de la carne expresadas en el abuso sexual y el mal uso de la palabra para reprender y despreciar a los demás (vers. 1-3; 4:17-5:17). Esta nueva humanidad, la iglesia, opera sobre la base de nuevos valores y normas arraigados en las acciones de Dios en Cristo.

Esta nueva forma de ser humano no existe en abstracto, sino que está integrada en la humanidad en general, con sus estructuras sociales defectuosas. Desde el interior de estas estructuras, los creyentes demuestran que un nuevo poder, el Espíritu Santo (Efe. 2:22; 3:16; 5:18-21; 6:17, 18), y una nueva ética cruciforme inspirada en Cristo (Efe. 4:13, 15, 20-24, 32; 5:2, 10, 17, 21-33) se han desatado en el mundo, apuntando hacia el cumplimiento del plan último de Dios: que el Cristo altruista y abnegado sea él mismo la Cabeza de todas las cosas (Efe. 3:8-12; 1:9, 10). En esta nueva humanidad, bajo la influencia del Espíritu, los que ocupan puestos de autoridad ya no actúan para aumentar su propio poder y comodidad. Ya no hacen uso y abuso de sus cargos a su antojo, sino que reflejan el modelo de entrega y sacrificio de Cristo (Efe. 5:2, 23, 25, 29). En agudo contraste con otros autores, Pablo insta a los creyentes a vivir de forma contracultural, en contra de las normas y las expectativas de la sociedad, manifestando la novedad de la vida cristiana y unificando a la comunidad creyente.

Cuidar y nutrir

La clave para entender y aplicar los consejos de Pablo a esposas y maridos en Efesios 5:21 al 33 es ver cómo aborda Génesis 2:24, texto bíblico que cita en esta sección: “Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa, y los dos vendrán a ser una sola carne” (Efe. 5:31). Dada su exhortación inicial a las esposas a someterse a sus propios maridos, “porque el esposo es la cabeza de la mujer” (vers. 22, 23), podría parecer más apropiado que Pablo hubiera elegido Génesis 3:16, donde Dios se dirige a la humanidad después de la caída: “Ansiarás a tu esposo, y él te dominará”. Su elección de un mensaje de consejo a Adán y a Eva anterior a la Caída, en medio del prístino Edén, y su papel estratégico y final en el pasaje sugieren que está construyendo hacia una conclusión diferente.

Esta idea –que la cita que hace Pablo de Génesis 2:24 es especialmente importante para su pensamiento en Efesios 5:21 al 33– se ve corroborada al observar cómo desarrolla la idea de la “unicidad” del marido y la mujer a lo largo del pasaje. Tras identificar al marido como “cabeza” de la mujer, Pablo amplía: “Así como Cristo es la cabeza de la iglesia y Salvador del cuerpo” (vers. 23). Esta ampliación indica que “cabeza” y “cuerpo” deben entenderse en el contexto de una metáfora corporal: como la cabeza está unida al cuerpo, y el cuerpo a la cabeza, así de estrechamente está Cristo unido a su iglesia, formando una sola entidad. Implícitamente, lo mismo ocurre entre el marido y la mujer. Pablo está introduciendo la idea de que marido y mujer son un solo cuerpo, una sola carne.

Al aconsejar a los maridos, Pablo defiende en todo momento un modelo de matrimonio cristiano de “una sola carne”. Al ampliar el ejemplo de la relación de Cristo con su iglesia (vers. 25-27), sugiere que las atenciones abnegadas de Cristo para con la iglesia como esposa también redundan en beneficio propio. El objetivo de la preparación nupcial (lavar, vestir y engalanar) que él inicia es la presentación de la novia por parte de él y para él. La reputación y el honor del Esposo son magnificados por una novia hermosa (la palabra que usa Pablo es “espléndida”) y hermosamente vestida, perfumada y adornada, de pie a su lado cuando comienza el postludio nupcial. Lo que él hace por ella, lo hace por sí mismo. Cristo, como Novio, prepara a la iglesia como esposa para él.

En los versículos 28 al 30, Pablo expone inequívocamente la idea de que, al cuidar de la esposa, el marido se está cuidando a sí mismo: “De ese modo el esposo debe amar a su esposa como a su mismo cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo” (vers. 28). A continuación, Pablo presenta otro argumento a favor de esta idea, una observación general o máxima sobre la vida humana: “Porque nadie odió jamás a su propia carne, antes la nutre y la cuida” (vers. 29). Es como si Pablo dijera: “Si mis reflexiones teológicas sobre Cristo y la iglesia no te conmueven, permíteme señalar que se trata de una cuestión de simple lógica”. Argumenta: “Por regla general, todos cuidamos bien de nuestro cuerpo, protegiéndonos contra el dolor y el abuso. Puesto que tu esposa y tú son uno, la misma regla se aplica a ella. ¿Por qué irías a hacerle daño? Al hacerle daño a ella, ¡te estás haciendo daño a ti mismo! Si deseas tener un matrimonio cristiano verdaderamente exitoso, sigue el sentido común y el ejemplo de Cristo, quien nutre y cuida a la iglesia”.

Una sola carne

Pablo alcanza la cúspide de su argumento, el punto hacia el que ha estado construyendo, al citar Génesis 2:24 del Antiguo Testamento en griego (la Septuaginta, o LXX): “Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa, y los dos vendrán a ser una sola carne” (vers. 31). Lo que pretende con esta cita es presentar una confirmación bíblica de sus conclusiones sobre el matrimonio cristiano. En el marco del relato de la Creación, Génesis 2:24 desentraña las implicaciones de que Dios haya creado a la mujer, “una ayuda idónea” para él (Gén. 2:18), a partir de una costilla tomada de Adán. Cuando Dios se la presenta a Adán, el varón la llama “hueso de mis huesos y carne de mi carne”, y la nombra “ ‘mujer’, porque del varón fue tomada” (vers. 22, 23). La cita de Pablo evoca esta historia completa en la que, originados en una sola carne, marido y mujer están destinados a ser una sola carne.

Al citar Génesis 2:24, Pablo argumenta que el modelo de “una sola carne” del matrimonio cristiano está profundamente arraigado en la historia de la Creación y en los propósitos de Dios para la humanidad. Para Pablo, la afirmación edénica de que los esposos deben ser “una sola carne” encierra una sabiduría importante, “misterio […] grande”, que se refiere a “Cristo y la iglesia” (Efe. 5:32). El término “misterio” no se refiere a alguna verdad profunda pero aún oculta, sino al tema que ha estado tratando, una “doble metáfora”: el matrimonio cristiano, entendido a la luz de la relación de Cristo con su iglesia; y la relación de Cristo con su iglesia, entendida a la luz del matrimonio cristiano.

Justo aquí, empezamos a percibir una cierta tensión al explorar el mensaje de Pablo sobre el matrimonio cristiano en Efesios 5:21 al 33. Se nos presenta una visión de césped recortado, cercas blancas y matrimonios ideales. ¿Hay lugar en el modelo matrimonial de “una sola carne” para mi matrimonio imperfecto? ¿Tiene cabida en el mundo real la idea de un matrimonio que se haga eco del propósito de la Creación de Dios y refleje el amor de Cristo por su iglesia? Cuando Pablo describe el modelo ideal de matrimonio, lo hace con un propósito: invitarnos a todos los que formamos parte de relaciones imperfectas a avanzar hacia este ideal.

Pablo deja entrever que los esposos y las esposas cristianos a los que se dirige viven su matrimonio en circunstancias que no son ideales. Los maridos a los que se refiere parecen inclinados a maltratar a sus esposas, demasiado dispuestos a ejercer la autoridad casi total que la sociedad les ha concedido (vers. 25, 28-30). La tentación del adulterio y otras formas de inmoralidad sexual se cierne sobre ellos (vers. 3-11). El evangelio de Efesios, saturado de Cristo y lleno de gracia, se aplica a los matrimonios y las familias reales. Por imperfectas que sean, sus familias han pasado a formar parte de la gran familia de Dios (Efe. 1:5; 2:19). Él es el Patēr (Padre) de quien “toma nombre toda la familia [patria] de los cielos y la tierra” (Efe. 3:14, 15). Él reclama sus familias imperfectas y las nuestras, incluyéndonos en el amplio círculo de su familia y su gracia. 41 Él está atrayendo a tu familia a su gran plan para el universo, para unificar todas las cosas en Cristo (Efe. 1:9, 10). Él te llama a unirte a él y visualiza a tu familia como parte de ese gran plan. ¿Cómo sería dar un paso hacia la unidad de “una sola carne” (Efe. 5:21-33), hacia la paz y la reconciliación del Calvario (Efe. 2:15, 16), en medio de las realidades de tu círculo familiar?

Unión, no dominio

En un resumen final de sus consejos a esposas y esposos, Pablo desgrana las implicaciones prácticas del modelo de “una sola carne” para el matrimonio cristiano. En primer lugar, resume su consejo a los maridos cristianos: “Que cada uno ame a su mujer como a sí mismo” (vers. 33, traducción del autor), afirmando la importancia del modelo matrimonial de “una sola carne” como núcleo y culminación de la lógica de Pablo. “Señores”, dice Pablo, “puesto que marido y mujer son ‘una sola carne’, este es mi mejor consejo para ustedes: amen a su esposa. No la amen solo de una manera distante y abstracta. Ámenla por medio de atenciones amables hacia ella”. A continuación, Pablo resume su consejo a las esposas cristianas, un resumen que debe leerse en el contexto de la cultura de honorvergüenza de la época: “Que la mujer respete a su marido” (vers. 33). Del mismo modo que la iglesia debe ser un orgullo para su divino Esposo, respondiendo con agradecimiento a sus amables atenciones hacia ella, la esposa debe responder a las atenciones de su marido con el debido respeto y honor.

¿Qué significaría tomarse en serio el modelo de “una sola carne” del matrimonio cristiano que Pablo presenta de forma tan detallada? Dos modelos de matrimonio cristiano han sido muy discutidos en los últimos tiempos: (1) el modelo complementario, que considera que la Creación establece roles permanentes y complementarios para hombres y mujeres en el matrimonio; y (2) el modelo igualitario, que considera que la Creación establece la igualdad de maridos y esposas. Curiosamente, ambos modelos tienden a centrarse en el marido frente a la esposa, y viceversa. ¿Qué pasaría si uniéramos estos dos modelos con el de “una sola carne”, escuchando el eco de este mensaje perdurable: “Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa, y los dos vendrán a ser una sola carne”? ¿Qué acentuaría el modelo de una sola carne? Se preocuparía menos por los roles asignados a un miembro de la pareja en contraste con el otro o de medir el nivel de igualdad entre ambos. En su lugar, se centraría en quiénes son juntos; qué pueden hacer y ser juntos; cómo pueden ayudarse, nutrirse, animarse y respetarse mutuamente. Porque desde la perspectiva divina, son uno.

Pablo elige deliberadamente la norma anterior a la Caída de Génesis 2:24 para las relaciones cristianas entre marido y mujer. Por designio divino, el matrimonio debe ser una relación de “una sola carne”, en la que la unidad sexual es reflejo de la unidad emocional y espiritual, y la unidad emocional y espiritual da sentido a la relación sexual. La desenfrenada explotación pornográfica de las relaciones sexuales revela lo profundamente arraigada que está en la cultura moderna la idea del sexo como sometimiento de la mujer. Pablo sostiene que la relación sexual, tal como se refleja en el Génesis, no es de sometimiento, sino de unión. No simboliza ni refuerza el dominio del varón, sino la unión de marido y mujer, hasta el punto en que son “una sola carne”. Podemos encontrar en el pasaje una profunda teología contracultural y correctiva del matrimonio y la sexualidad. Cuando avanzamos hacia el modelo del matrimonio de una sola carne, escuchamos el eco del propósito de la Creación de Dios, reflejamos la relación de Cristo con su iglesia y participamos en el plan de Dios para el universo, el plan de unificar todas las cosas en Cristo.

Con la aprobación del amo, David y Susana esperan unas palabras sobre su nueva relación y una oración de bendición en la próxima asamblea del hogar-iglesia. Se sorprenden al saber que un invitado, Tíquico, está presente, y se quedan estupefactos al oír palabras sobre el matrimonio cristiano del mismísimo apóstol Pablo. Sorprendentemente, no solo habla del matrimonio legal y socialmente sancionado entre su señor y su señora. David y Susana oyen a Pablo pronunciar una palabra bíblica del Edén sobre su matrimonio: “Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa, y los dos vendrán a ser una sola carne”. Tomados de la mano, lloran en silencio en un rincón del patio.

Cuando termina de leer la carta de Pablo, Tíquico, con una sonrisa en el rostro y un brillo en los ojos, dice: “He oído que tenemos una celebración. ¿Puedo pedir a David y Susana que se acerquen, por favor?” Aplausos y vítores acompañan su tímida caminata hacia el frente de la columnata. Indicándoles que se arrodillen, Tíquico pone las manos sobre sus cabezas y ora para que el Señor Jesucristo bendiga su matrimonio y puedan amarse mutuamente, como Cristo ama y nutre a su iglesia. David y Susana, conmovidos y agradecidos, se levantan y se abrazan con lágrimas en los ojos.

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