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Lección 9: MISIÓN EN FAVOR DE LOS PODEROSOS | La misión de Dios: Mi misión | Sección maestros

 


Lección 9:

MISIÓN EN FAVOR DE LOS PODEROSOS

RESEÑA

El versículo para memorizar de esta semana forma parte del discurso de Jesús sobre el costo de ser su discípulo. En su enseñanza sobre el discipulado, Jesús menciona con frecuencia la necesidad de calcular el costo de seguirlo, que puede ser elevado. Mateo 16:24 al 28 y Lucas 14:25 al 33 son dos de los textos clave para entender la enseñanza de Jesús sobre lo que significa para una persona seguirlo (ver también Mar. 8:34-37; Luc. 9:23-25). Es importante señalar que, en sus enseñanzas sobre el discipulado, Jesús no dice que el dinero sea malo en sí, ni condena a los ricos. Simplemente, nos advierte que no permitamos que nuestras posesiones se interpongan en nuestra búsqueda de la Eternidad con él. Ninguna de las cosas que el dinero puede ofrecernos –placeres, poder, fama– nos hará ningún bien si, a causa de ellas, perdemos la Eternidad.

Aunque la Biblia no condena las riquezas, sí advierte de su peligro potencial. Según Pablo, el amor al dinero es malo, no el dinero en sí (1 Tim. 6:10). Tanto los ricos y los poderosos como los pobres y los débiles son igualmente bienvenidos en el Reino de Dios. Como Pedro comprendió en casa de Cornelio, “Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que es fiel y obra rectamente, de cualquier nación que sea” (Hech. 10:34, 35). Dios se interesa tanto por la salvación de los ricos y los poderosos como por la de los pobres y los débiles.

COMENTARIO

El costo de ser discípulos de Jesús

En Mateo 16:24, Jesús utiliza un lenguaje extremo para resaltar la naturaleza innegociable del costo de seguirlo: “Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme” (NVI; ver también Luc. 14:26, 27). Jesús no quería seguidores motivados únicamente por el deseo de beneficiarse de los diversos milagros que él realizó; seguirlo para satisfacer nuestros deseos equivaldría a una relación oportunista. Al contrario, Jesús quiere que sus seguidores mueran cada día al interés personal, a los deseos egoístas y a cualquier ambición que obstaculice su relación con él. Su llamado a calcular el costo de seguirlo era una invitación a sus oyentes

Jesús también espera de sus seguidores una devoción que exceda el instinto de autopreservación. Los discípulos deben priorizar su devoción a Jesús más que la vida misma. Como símbolo de una muerte ineludible y atroz, tomar la cruz para seguir a Jesús personifica un compromiso con el mayor costo posible de ser su discípulo. Al igual que llevar una cruz literal era un acto de sumisión a los romanos, tomar la cruz para seguir a Jesús se refiere al llamado de Jesús a la sumisión total de sus discípulos a él. El discipulado no consiste en tener a Jesús a nuestra entera disposición; más bien, el discipulado consiste en transferir a Jesús la propiedad de todo lo que nos pertenece. Jesús es franco, porque no quiere que nadie se aliste en el discipulado con él y luego se sorprenda por el alto costo de seguirlo. Jesús no quiere que sus discípulos sean poseídos por nada ni por nadie más que por él.

En Lucas 14, se mencionan dos absolutos en relación con el costo de ser discípulos de Jesús. El primer absoluto es “si alguno”, en el versículo 26, y “el que”, en el versículo 27. En lugar de pertenecer a unos pocos elegidos, los pronombres “alguno” y “el que” significan que el costo de ser discípulo de Jesús se aplica a toda persona que desee seguirlo, sin importar su posición social. El segundo absoluto es “renunciar a todo” lo que se tiene (vers. 33). Renunciar a todo por seguir a Jesús no solo significa renunciar físicamente a algo, sino también renunciar emocionalmente a lo que se ha renunciado físicamente, de modo que la persona no esté poseída por esa cosa. Jesús estaba básicamente desafiando a aquellos que contemplaban seguirlo a dejar de lado su propia agenda y abrazar la agenda de él. Este absoluto enfatiza el hecho de que un discípulo no debe permitir que nada se interponga en su entrega total a Cristo. La expectativa de Jesús es que cada persona que desee seguirlo debe estar absolutamente dispuesta en cualquier momento a renunciar a todas las relaciones, a todas las posesiones, e incluso a la vida misma. De cada persona que desea seguirlo, Jesús requiere un cambio de actitud que la lleve a un compromiso diario de ser suya a cualquier precio. Esta expectativa divina es una advertencia a toda persona que desee ser su discípulo para que se abstenga de intentar hacer de él un medio para sus propios fines. Jesús espera que sus discípulos cambien su voluntad por la suya y le entreguen plenamente el control de su destino.

Dios es compasivo con los ricos y los poderosos

A Dios le preocupa tanto la salvación de los ricos y los poderosos como la de los débiles y los necesitados. Cristo murió por todos, independientemente de su origen, etnia, sexo o condición social. Su sangre tiene mérito suficiente para redimir a todo ser humano de la perdición de su pecado. En consecuencia, toda persona tiene acceso al ofrecimiento gratuito de perdón y aceptación por parte de Dios. En pocas palabras, el alcance de la expiación de Cristo es ilimitado; es universalmente accesible tanto para los pobres como para los ricos (Juan 3:16; 2 Cor. 5:15; 1 Tim. 2:3-6). Aunque normalmente pensamos más en la compasión de Dios hacia los pobres, cabe destacar que Dios es compasivo hacia cada ser humano, porque los ha creado a su imagen y Cristo ha muerto por ellos. Aunque no todo el mundo se salvará, todo el que haya vivido o viva en la actualidad ha tenido o tiene acceso a Dios, ya sea mediante la Revelación General (la naturaleza), la Revelación Particular (la obra providencial de Dios entre los inconversos) o la Revelación Especial (Jesucristo y las Escrituras). Hechos 14:17 menciona que Dios no se ha quedado sin testigos entre los seres humanos. En el Cielo habrá personas que fueron multimillonarias en su vida terrenal, así como personas que vivieron en la más abyecta pobreza. Entre los redimidos también habrá personas que fueron consideradas grandes mentes en la Tierra, así como personas que nunca aprendieron a leer o escribir.

Las Escrituras mencionan ricos y poderosos que amaban y temían a Dios. Los ejemplos del Antiguo Testamento incluyen a Abraham, Isaac, Job y David. Los ejemplos del Nuevo Testamento refieren a Mateo (Mat. 9:9); Zaqueo, el jefe de los recaudadores de impuestos (Luc. 19:1, 2); el apóstol Pablo (Hech. 9); el eunuco etíope (Hech. 8:26-40); y Cornelio, el centurión romano (Hech. 10). Lo que distinguía a estas personas no era tanto lo que poseían como su relación comprometida con Dios, a pesar de su riqueza.

Además de los ejemplos anteriores de personas ricas y poderosas que no permitieron que la riqueza ni el poder obstaculizaran su relación con Dios, también existe el ejemplo de quienes dejaron que sus riquezas les impidieran entregar su vida a Jesús. Un ejemplo famoso es el del joven rico, quien rechazó la invitación de Jesús a seguirlo después de preguntar qué tenía que hacer para heredar la vida eterna. A pesar de que el joven rico rechazó la invitación de Jesús, Marcos 10:21 dice que Jesús aún lo amaba. El hecho de que Jesús le pidiera que vendiera todas sus posesiones y diera el dinero a los pobres antes de seguirlo no significa que los ricos no puedan ser sus discípulos. En este caso en particular, el problema era que las riquezas de este joven rico eran un obstáculo para entregarle su corazón a Dios. El corazón del joven estaba tan cautivado por su gran riqueza que esta se convirtió en el objeto de su lealtad fundamental.

El momento oportuno de nuestro mensaje es importante

Después de curarse de la lepra, Naamán hizo dos peticiones que hoy parecerían totalmente fuera de lugar: (1) pidió llevar dos mulas cargadas de Tierra de Israel a Siria como señal de su compromiso de no adorar a ningún otro dios que no fuera el Dios vivo, al que adoraba Israel (2 Rey. 5:17); y (2) pidió permiso para postrarse con su rey en el santuario de Rimón, no como un acto de adoración, sino como parte de la descripción de su trabajo. Después de todo, era la mano derecha del rey y tenía que estar a su lado dondequiera que fuera (2 Rey. 5:18).

Por si estas dos peticiones no fueran suficientemente extrañas, la respuesta de Eliseo a la petición de Naamán resultará inquietante en muchos círculos misioneros actuales: “Ve en paz” (2 Rey. 5:19). La sorprendente respuesta de Eliseo no fue un estímulo para que Naamán continuara con sus prácticas idólatras. Lo más probable es que Eliseo confiara en que Dios seguiría obrando en la vida de Naamán. Con su confesión, Naamán había dado un gran paso adelante en su peregrinaje espiritual. Dios mismo había orquestado su encuentro con Eliseo. Eliseo saludó ese progreso y probablemente pensó que era prudente no proceder demasiado rápido a otros asuntos de fe que Naamán aún no estaba listo para aceptar.

El mismo principio de enseñanza se encuentra en Juan 16:12 donde, después de tres años y medio de ser mentor de sus discípulos, Jesús les dice que aún tiene muchas cosas que revelarles pero que no lo haría porque todavía no están preparados para captarlas. Jesús conocía la capacidad de ellos para comprender nuevas verdades. Eligió revelarles solo lo que consideraba esencial para ellos en ese momento, dejando el resto al ministerio del Espíritu Santo en su vida. Elena de White aconseja: “Pero, aunque el predicador de la verdad debe ser fiel en la presentación del evangelio, nunca vuelque una cantidad tan grande de material que los oyentes no puedan comprenderla por ser nueva para ellos y difícil de abarcar” (El evangelismo, p. 204).

APLICACIÓN A LA VIDA

Una parte importante de la existencia humana gira en torno al dinero: ganarlo, gastarlo, ahorrar parte de nuestras ganancias y dar una parte, ante todo, como diezmos y ofrendas. El dinero, y especialmente la manera de relacionarnos con él, no deben tomarse a la ligera. Los ricos no son los únicos que se enfrentan al peligro de quedar hipnotizados por las posesiones terrenales. Los pobres también pueden convertirse en esclavos de lo poco que tienen o del deseo de adquirir más, hasta el punto de correr el riesgo de perder de vista la Eternidad.

Como cristianos, es importante que la forma en que nos relacionamos con el dinero y todo lo que este puede ofrecernos no obstaculice nuestra relación con Dios. Hay dos cosas que debemos tener en cuenta en relación con el dinero:

(1) la fragilidad de las inversiones terrenales: todas las adquisiciones que ofrece el mundo (placer, seguridad, poder, etc.) son efímeras; y

(2) el día en que comparezcamos ante Dios y rindamos cuentas de nuestra vida, seremos evaluados por la salud de nuestra alma más que por la riqueza de nuestro patrimonio.

Como Dios no hace acepción de personas, sigue deseando que los ricos y los poderosos se conviertan en discípulos de Cristo. Lo que más le importa a Dios no es lo que una persona tiene en la mano, sino lo que está en su corazón. Los ejemplos bíblicos de personas ricas y poderosas nos enseñan que esta categoría de personas también puede ser receptiva al evangelio. Es responsabilidad de los creyentes comprometidos orar para que Dios intervenga directamente en el proceso de testificación a fin de alcanzar a los no creyentes poderosos, y dejarse utilizar por el Espíritu Santo para convertirse en puentes que les permitan llegar a ellos.



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