Lección 11: MISIÓN EN FAVOR DE LOS NO ALCANZADOS: SEGUNDA PARTE | La misión de Dios: Mi misión | Libro complementario
Lección 11:
MISIÓN EN FAVOR DE LOS
NO ALCANZADOS: SEGUNDA PARTE
La obra misionera en
favor de los no alcanzados: Segunda parte
El exilio babilónico trastocó totalmente la vida y la razón
de miles de judíos. Los ejércitos del rey Nabucodonosor arrebataron
despiadadamente a los exiliados de sus hogares, su cultura y su pueblo. La
primera oleada del exilio judío, en el año 605 a. C., ocurrió durante el
reinado del rey Joaquín de Judá. Nabucodonosor sitió Jerusalén y la saqueó,
incluyendo su templo sagrado. Llevó a los judíos como ganado a la ciudad pagana
de Babilonia. Entre aquellos exiliados había cuatro jóvenes: Daniel, Sadrac,
Mesac y Abednego.
Desarraigados de todo lo que les era familiar, quedaron
prácticamente sin apoyo espiritual. Ni siquiera sabemos si disponían de las
Escrituras. Quizá solo podían aferrarse a aquellos pasajes que habían
memorizado durante el culto familiar. ¿En qué pensaban los cuatro jóvenes
cautivos durante aquella larga y cruel deportación? ¿En el sufrimiento de sus
padres? ¿En las comidas que sus madres les preparaban en casa? ¿En sus cómodas
camas?
Hay unos ochocientos kilómetros en línea recta entre las
ciudades de Jerusalén y Babilonia. Pero para evitar el inclemente desierto, los
babilonios probablemente llevaron a los exiliados por una ruta mucho más larga
y tortuosa. No volaron en ninguna aerolínea babilónica con asientos de primera
clase y comidas kósher. Los apresaron y
transportaron como esclavos.
La arqueología nos permite tener una idea de cómo debió de
ser la vida de aquellos exiliados que llegaron a Babilonia. Entre 1899 y 1917,
Robert Koldewey y Walter Andrae excavaron miles de ladrillos y fragmentos de la
Puerta de Ishtar y los enviaron a Berlín. Hoy, en el Museo de Pérgamo de
Berlín, se puede ver una reconstrucción de aquella puerta con sus magníficos
ladrillos vidriados azules y amarillos que representan leones, dragones y
diosas. Imagina la impresión que les debe haber causado a Daniel y a sus amigos
atravesar esta majestuosa entrada amurallada en Babilonia.
Tras entrar en la ciudad, habrían avanzado por la Avenida de
las Procesiones, pavimentada con grandes piedras, que conectaba con el templo
de Marduk, la deidad principal de la ciudad. Por el camino, pasarían junto a
palacios, más templos y otros edificios magníficos. En cada esquina que
giraban, más esplendor deslumbraba sus ojos.
Sin embargo, pronto se darían cuenta de la realidad de la
vida cotidiana en esta ciudad pagana. No se trataba de un viaje misionero de
corta duración, de una diversión temporal antes de volver a la comodidad de sus
hogares. Por lo que sabían, se trataba de un destierro permanente a una ciudad
pagana con costumbres ajenas, una lengua ajena, una comida ajena y dioses
ajenos. • Para Daniel y sus tres jóvenes amigos, la religión no era una especie
de opción, adicional, un pasatiempo a tiempo parcial, algo en lo que
incursionaban una vez a la semana. El judaísmo era su modo de vida. Este
articulaba sus vidas, sus días y sus estaciones. Dictaminaba su comportamiento.
Pero para los babilonios, la religión de ellos no significaba nada. La mayoría
de la gente de Babilonia ni siquiera había oído hablar de Jehová.
Daniel y sus amigos asistieron a la universidad de Babilonia,
donde aprendieron "la lengua y la literatura de los babilonios" (Dan.
1:4, NVI). Por primera vez, estudiaron una visión del mundo totalmente opuesta
a su tradición judía. Los babilonios no adoraban a Jehová, no observaban las
leyes dietéticas judías y nunca habían oído hablar de los Diez Mandamientos.
Los descubrimientos arqueológicos sugieren cómo pudo haber
sido el plan de estudios de los "sabios" de esta época. Probablemente
incluía historias paganas sobre la creación y el diluvio, la lengua acadia y
textos de adivinación. Habrían aprendido a adivinar el futuro observando las
estrellas, vertiendo aceite en el agua y leyendo presagios en el hígado de las
ovejas. Vislumbramos esta visión pagana del mundo en la descripción de
Ezequiel: "Porque el rey de Babilonia se ha detenido en una encrucijada,
al principio de los dos caminos, para usar de adivinación; ha sacudido las
saetas, consultó a sus ídolos, miró un hígado" (Ezequiel 21:21).
Irónicamente, cuando Daniel interpretó el sueño que el rey
había tenido sobre la estatua de oro, puso claramente de manifiesto el fracaso
del plan de estudios universitario babilónico. No utilizó ninguna técnica
rebuscada aprendida en la universidad. No utilizó sortilegios ni adivinación.
Simplemente oró a Jehová.
El salmista capta un momento conmovedor en el que los
exiliados judíos se sientan junto a los ríos babilónicos, lamentando la pérdida
de Jerusalén; alienados emocional, física y espiritualmente de su hogar. Sus
captores les ordenan que canten, pero ellos exclaman: "¿Cómo cantaremos un
cántico de Jehová en tierra de extraños?" (Sal. 137:1-4). Se trata de un
asunto misionológico fundamental: ¿Cómo cantaremos el cántico de Dios en
territorios nuevos y desconocidos, entre grupos culturales y religiosos
diferentes, en grandes metrópolis donde no nos sentimos en casa, donde aún no
hemos encontrado nuestra voz? ¿Cómo podemos entonar el cántico del Señor en la
Babilonia actual?
Podemos contar con algo: Babilonia nunca perdura. La antigua
ciudad de Babilonia simboliza todo lo que se opone a Jerusalén, la ciudad de
Dios. Es una ciudad de pecado, de apostasía y de toda forma de degradación. Con
palabras que evocan a Isaías 21:9, el Apocalipsis describe a un ángel que
transmite este mensaje con "voz potente": "¡Ha caído, ha caído
la gran Babilonia!" (Apoc. 18: 2). La advertencia es clara: "Salgan
de ella, pueblo mío, para que no participen de sus pecados" (vers. 4,
RVA-2015).
Daniel y sus amigos no podían "salir" físicamente
de Babilonia. Estaban cautivos. El dilema al que se enfrentaban es el mismo que
ha desafiado a los seguidores de Dios a lo largo de la historia. ¿Cómo podemos
permanecer fieles cuando nos vemos obligados a vivir en un entorno hostil a
nuestras creencias y prácticas? ¿Cómo podemos ser testigos eficaces? ¿Cómo
podemos llevar a cabo la misión en las Babilonias de este mundo?
Los exiliados tenían opciones. La primera era probablemente
la más fácil. Desterrados como estaban de su hogar y de su apoyo espiritual, el
culto colectivo con otros judíos era solo un recuerdo. Fácilmente podían optar
por adoptar la vida babilónica, su cultura y sus prácticas. Olvidar su herencia
judía y a Jehová y adoptar el estilo de vida babilónico. De ese modo, no habría
problemas con la observancia del sábado, los requisitos dietéticos o el culto.
La segunda opción era seguir siendo judíos de nombre, pero
adaptarse al nuevo entorno cultural. Seguramente Dios entendería que era
imposible guardar el sábado de la misma manera que lo hacían en casa.
Entendería que de vez en cuando les tocaría permanecer en sus despachos en las
oficinas administrativas de Babilonia una o dos horas después de la puesta del
sol del viernes. Entendería la imposibilidad de comer comida kósher en
una ciudad pagana.
Sin duda alguna, muchos de los exiliados optaron por una de
estas dos opciones. Recientes descubrimientos de tablillas cuneiformes revelan
la vida de algunos exiliados. Cerca de cincuenta textos fueron escritos en un
lugar entre los ríos Tigris y Éufrates llamado Al-Yahudu, o
"Ciudad de Judá". Estos textos abren una ventana a la vida de los
exiliados apenas 25 años después de que Daniel y sus amigos fueran llevados a
Babilonia, y solo 15 años después de la destrucción del templo. Laurie Pearce,
de la Universidad de California en Berkeley, ayudó a traducir los textos
cuneiformes al inglés. Refiriéndose a una familia de la ciudad de Judá que
puede rastrearse por medio de diversas fuentes cuneiformes, escribe: "La
documentación de esta familia demuestra la rápida y completa integración de los
judíos en la vida babilónica".1 Como
era de esperarse, cuando en el año 539 a. C. los babilonios les permitieron a
los exiliados regresar a sus hogares, un gran número optó por quedarse en
Babilonia.
Además de la apostasía o la transigencia, había una tercera
opción: la opción de Dios. Pero antes de analizarla, consideremos un poco más
el contexto. La tendencia natural de cualquier grupo étnico desplazado es a
mantenerse unido. Esto se puede observar en cualquier gran ciudad. En Nueva
York, por ejemplo, existen varias áreas étnicas conocidas como la Pequeña
Italia, Chinatown, la Pequeña India, la Pequeña Corea, etcétera. A medida que
los inmigrantes fueron llegando a Nueva York, se fueron estableciendo de forma
natural en estos enclaves. Sociológicamente, es algo que tiene sentido. Como
dice el viejo refrán: "Dios los cría y ellos se juntan". Comparten
historia y cultura. Hablan el mismo idioma. Disfrutan de la misma comida. A
menudo están conectados por medio de la misma familia. Y, por último, pero no
menos importante, entienden las bromas de los demás.
Lo mismo les ocurría a los exiliados judíos. La vida se les
facilitaba permaneciendo juntos. Podían observar el sábado, guardar los días de
fiesta, comer alimentos kósher y
entonar los cánticos de Sion. Podían apoyarse mutuamente para evitar las
prácticas idólatras babilónicas y consolarse con recuerdos y esperanzas
comunes.
Pero, aunque tendían a buscar permanecer juntos en la
"Pequeña Judá", llorar junto a los ríos y entonar cantos nostálgicos,
Dios quería que tuvieran claro que no regresarían a casa sino hasta dentro de
70 años (Jer. 29:10). En una carta dirigida a los exiliados, Dios les explica
que desea que se multipliquen y entonen el "cántico de Jehová" en su
nuevo entorno urbano foráneo. No debe haber enclaves judíos. Les pide que se
establezcan, construyan casas, planten huertos y se casen (vers. 5, 6). Y no
solo eso. Mientras estén en Babilonia, Dios les pide que oren y trabajen por la
ciudad: "Procuren el bienestar [shalom] de la ciudad a la cual los hice
llevar cautivos. Rueguen por ella al Señor, porque en su bienestar [shalom] tendrán
ustedes bienestar [shalom]" (vers.
7, RVA-2015).
Shalom es una de esas
palabras hebreas de gran riqueza y múltiples matices, tan hermosa, que casi dan
ganas de abrazarla. Significa, entre otras cosas: paz, prosperidad, bienestar y
plenitud. Dios les pide que oren y trabajen por el shalom de la ciudad. Si lo
hacen, les dice, encontrarán su propia shalom. Es
un consejo sorprendente. No deben establecer un distrito judío separado en
Babilonia. En vez de eso, deben participar en la sociedad babilónica para
llevar la shalom a la
ciudad. Y eso es exactamente lo que hacen Daniel y sus tres amigos. Al asumir
diversas responsabilidades políticas y cívicas en Babilonia, se situaron en
posiciones de influencia en las que podían trabajar eficazmente por la shalom de
aquella gran ciudad (Dan. 1:18-21; 2:48, 49; 3:30; 5:29).
Lejos de Jerusalén, en el corazón de Babilonia, estos jóvenes
judíos se negaron a asimilarse y adaptarse. En lugar de ello, siguieron las
instrucciones de la carta de Jeremías y se distanciaron de la idolatría pagana.
Muchos años después, Jesús oraría para que sus seguidores estuvieran en el
mundo, pero no fueran del mundo. Daniel y sus amigos estaban en Babilonia, pero
no eran parte de ella. Mantuvieron su fidelidad al único Dios verdadero.
Cómo podemos bendecir a
las ciudades de hoy
En muchos aspectos, vivimos en un mundo muy distinto al de la
antigua Babilonia, pero el reto de testificar en las grandes ciudades del mundo
es cada vez mayor. Según los investigadores, desde el miércoles 23 de mayo de
2007, la mayor parte de la población mundial se concentró por primera vez en
las zonas urbanas.2 Las
Naciones Unidas calculan que, en el año 2050, el 68% de la población vivirá en
ciudades.3 Bienvenidos
a nuestro nuevo campo misionero.
La carta que Jeremías escribió a los exiliados de Babilonia
contiene la única instrucción específica sobre el ministerio urbano que aparece
en la Biblia. Buscar la shalom de nuestras ciudades debería ser una de nuestras
máximas prioridades como adventistas del séptimo día. La declaración oficial de
la misión de nuestra iglesia señala que nuestras principales tareas son vivir
como Cristo, predicar, discipular, enseñar, sanar y servir. Bajo "la
sanidad", declara: "Sostenemos los principios bíblicos relativos al
bienestar integral de la persona, por lo que damos prioridad a la conservación
de la salud y la curación de los enfermos y, mediante nuestro ministerio en
favor de los pobres y oprimidos, cooperamos con el Creador en su compasiva obra
de restauración".4
Imaginemos que hoy oráramos fervientemente y trabajáramos por
la shalom de nuestras
ciudades. Los parques de las ciudades estarían más limpios porque los
adventistas del séptimo día estarían orando y trabajando por la shalom de
la ciudad. Las calles serían más seguras, los niños estarían mejor educados y
las familias más sanas. La esperanza que tenemos en Jesús no solo sería un buen
tema de conversación, sino que también la demostraríamos.
1 Laurie E. Pearce, "Cuneiform
Sources for Judeans in Baby lonia in the Neo-Bab-ylonian and Achaemenid
Periods: An Overview", Religión Compass 10, n° 9 (septiembre de 2016), pp. 230-243.
2 North Carolina State University,
"Mayday 23: World Population Becomes More Urban Than Rural", Science Daily, 25 de mayo de 2007,
www.sciencedaíly. com/releases/2007/05/070525000642.htm
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