LAS MUJERES EN EL SEPULCRO
“Las mujeres que habían estado al lado de la cruz de Cristo esperaron velando que transcurriesen las horas del sábado. El primer día de la semana, muy temprano, se dirigieron a la tumba llevando consigo especias preciosas para ungir el cuerpo del Salvador. No pensaban acerca de su resurrección de los muertos. El sol de su esperanza se había puesto y había anochecido en sus corazones. Mientras caminaban, relataban las obras de misericordia de Cristo y sus palabras de consuelo. Pero no recordaban sus palabras: ‘Os volveré a ver’ (Juan 16:22)” (DTG 732).
Lee Marcos 16:1 al 8. ¿Qué sucedió y cómo respondió la mujer al principio?
Mar 16:2 Muy de mañana el primer día de la semana, apenas salido el sol, se dirigieron al sepulcro.
Mar 16:3 Iban diciéndose unas a otras: «¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?»
Mar 16:4 Pues la piedra era muy grande. Pero al fijarse bien, se dieron cuenta de que estaba corrida.
Mar 16:5 Al entrar en el sepulcro vieron a un joven vestido con un manto blanco, sentado a la derecha, y se asustaron.
Mar 16:6 —No se asusten —les dijo—. Ustedes buscan a Jesús el nazareno, el que fue crucificado. ¡Ha resucitado! No está aquí. Miren el lugar donde lo pusieron.
Mar 16:7 Pero vayan a decirles a los discípulos y a Pedro: “Él va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán, tal como les dijo.”
Mar 16:8 Temblorosas y desconcertadas, las mujeres salieron huyendo del sepulcro. No dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.
Desde el comienzo del Evangelio, el lector sabe que Jesús es el Mesías. Pero en el texto mismo, la primera persona no endemoniada que lo reconoce como tal es Pedro, en Marcos 8:29. ¡Y esta declaración ocurre recién en la segunda mitad del libro!
A lo largo del Evangelio de Marcos, Jesús pide a las personas que mantengan en reserva quién es él o sus curaciones milagrosas. En Marcos 1:44, dice a un leproso que no cuente su sanación a nadie. En Marcos 5:43, pide a Jairo y a su esposa lo mismo acerca de la resurrección de su hija. En Marcos 7:36, dice a un grupo que no digan a la gente acerca de su curación de un sordomudo. Y luego ordena a sus discípulos no decir a la gente que él es el Mesías (Mar. 8:30; ver también Mar. 9:9). No cabe duda de que la principal razón por la que Jesús les pedía que guardaran silencio era para disponer del tiempo necesario para terminar su ministerio de acuerdo con el tiempo profético anunciado en Daniel 9:24 al 27.
Ahora, en esta escena, aun después de que se les ha dicho que Jesús ha resucitado, las mujeres, temerosas y asombradas, huyen del sepulcro y, al menos en un primer momento, tampoco ellas hablan acerca de lo que ha sucedido.
No obstante, el silencio no dura mucho. Al llegar al final del libro de Marcos, leemos lo siguiente: “Y ellos salieron y predicaron en todas partes. Y el Señor los ayudaba, y confirmaba la palabra con las señales que seguían” (Mar. 16:20).
De esa manera, el secreto acerca de quién es Jesús y de lo que ha hecho es finalmente dado a conocer ampliamente. El libro concluye diciendo que ellos “predicaron en todas partes”.
¿Por qué no deberíamos guardar silencio acerca de Jesús y de lo que ha hecho? ¿A quién podrías hablar hoy acerca de Jesús y del Plan de Salvación?
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