1. Otros setenta.
[ Misión de los setenta, Luc.
10: 1-24. Cf. com. Mat. 9: 36 a 11: 1. Ver mapa p. 212; diagrama p. 221.] Los
setenta fueron designados además de los doce, y no además de "otros setenta" ya
enviados.
La palabra "también" parece referirse a la misión de los doce
un año antes. Con referencia al momento y a las circunstancias que rodearon la
misión de los setenta, ver com. Mat. 19: 1. La evidencia textual se inclina (cf.
p. 147) por el número "setenta" y "setenta y dos". El hecho de que no se vuelva
a mencionar a los setenta podría indicar que ésta fue una designación
transitoria. Parece que este grupo fue designado en Perea, pero los setenta (o
setenta y dos) fueron enviados primero a la región de Samaria (DTG 452). Habían
acompañado a Jesús en la tercera gira por Galilea, cuando los doce ya habían
salido en su primera misión, de dos en dos (DTG 452).
De dos en dos.
Así como había enviado a los doce (ver com. Mar. 6: 7). Esta costumbre
parece haberse hecho común en la obra misionera de la iglesia primitiva (Hech.
13: 2; 15: 27, 39-40; 17: 14; 19: 22). Compárese también con la misión de dos de
los discípulos de Juan (Luc. 7: 19).
Adonde él había de ir.
Este
viaje misionero tiene las características de una campaña evangelística
cuidadosamente organizada. El hecho de que los setenta fueran enviados a ciertos
lugares escogidos significa que Jesús ya había decidido dónde ir en los meses
que le quedaban (ver com. cap. 2: 49). El hecho de que los setenta hubieran ido
primero a las aldeas y a los pueblos de Samaria, indica que Jesús debió haber
llevado a cabo allí un ministerio relativamente extenso durante el invierno
(diciembre-febrero) de 30-31 d. C. El amigable proceder de Jesús para con la
gente de Samaria, manifestado en su plática con la mujer de Sicar y su
ministerio en favor de la gente de esa vecindad (Juan 4: 5- 42), deben haber
ayudado mucho a deshacer el prejuicio. Esa plática había tenido lugar unos dos
años antes de este momento, quizá durante el invierno de 28-29 d. C. En esa
ocasión "muchos... creyeron en él" (Juan 4: 39, 41). El ministerio de los
setenta en favor del pueblo samaritano prepararía a los discípulos para su
trabajo posterior en esa región (Hech. 1: 8). Los apóstoles tuvieron allí un
destacado éxito después de la resurrección de Jesús (DTG 453).
2. La mies.
Las instrucciones
impartidas por Jesús a los setenta fueron similares en gran medida a las que
había dado anteriormente a los doce. No podemos saber si lo que Lucas registra
es una versión abreviada de las instrucciones de Jesús en esta ocasión, o si
fueron realmente más breves que las que recibieron los doce. Con referencia a
estas instrucciones, ver com. Mat. 9: 37-38; 10: 7-16.
3. Id.
Ver com. Mat. 10: 5-6. Jesús había dicho antes:
"También tengo otras ovejas que no son de este redil" (Juan 10: 16). En esta
ocasión envió a los setenta para buscar a algunas de esas ovejas perdidas.
Como corderos.
En las instrucciones a los doce (Mat. 10: 16)
dice "como a ovejas" (cf. Juan 21: 15-17).
4. No llevéis bolsa.
Compárese con la instrucción dada a
los doce (ver com. Mat. 10: 9-10).
Ni alforja.
Gr. P'ra, "bolsa
de cuero", "alforja", muchas veces usada por los viajeros para llevar ropa o
provisiones.
Calzado.
Mejor "sandalias". En el vers. 7 Jesús
explica la razón por la cual les prohíbe llevar estas cosas, generalmente
consideradas como indispensables por los viajeros.
A nadie saludéis por
el camino.
Los setenta debían limitarse a saludar en las casas que
habrían de visitar (Luc. 10: 5; ver com. 2 Rey. 4: 29). Los saludos en el
Cercano Oriente suelen aún hoy ser complicados y largos. Al Salvador le quedaba
relativamente poco tiempo de vida, y la misión de los setenta debía hacerse con
rapidez. Fueron enviados a proclamar "el reino de Dios" (Luc. 10: 9), y los
negocios del Rey exigían prisa. Con referencia a la obra de los setenta como
heraldos del Rey, cf. com. Mat. 3: 3; Luc. 3: 5.
5. Paz.
El desearse paz era la forma común del saludo en
el Cercano Oriente (ver com. Jer. 6: 14; Mat. 10: 13), que aún se usa hoy.
6. Hijo de paz.
Este hebraísmo
describe al que es digno de recibir la paz que se le desea, y también se siente
inclinado a recibir, y hospedar a los misioneros y a escuchar su mensaje.
8. Lo que os pongan delante.
Los discípulos no debían ser
golosos, ni pedir alimentos que el dueño de casa no tenía preparados, ni ser
despreciativos negándose a comer lo que se les serviría. Algunos entienden a
veces que estas instrucciones de Jesús a los setenta permiten a los cristianos
de hoy comer de todo lo que les sirva el que los invita, aunque sean alimentos
específicamente prohibidos en las Escrituras. Pero debe recordarse que los
setenta no fueron a hogares de gentiles donde se servían alimentos prohibidos,
sino a casas de judíos y samaritanos. Ambos pueblos se ceñían rigurosamente a
las instrucciones del Pentateuco en cuanto a los alimentos limpios e inmundos
(ver com. Lev. 11).
Ver com. Mat. 3: 2; 4: 17; 5: 2-3; Luc. 4:19. Compárese con el mensaje
de Juan el Bautista (Mat. 3: 2) y el de Jesús mismo (Mar. 1: 15). Este era
también el mensaje de los doce (Mat. 10: 7).
13. Corazín.
Ver com. Mat. 11: 21-24. Como un preludio a
los comentarios que Jesús mismo hará en Luc. 10: 16, menciona a ciertas ciudades
que habían rechazado su mensaje.
Cilicio.
Gr. sákkos, "saco" o
"cilicio", una tela áspera. Posiblemente la palabra sea del Heb. Ñaq (ver com.
Gén. 42:25; Est. 4: 1).
15. Hasta los
cielos eres levantada.
Esta afirmación probablemente debería leerse como
una pregunta. "¿Hasta el cielo te vas a encumbrar?" (BJ). Compárese con el
espíritu que animó a Satanás (Isa. 14:13-15).
Hades.
Gr. hádÇ's,
"sepulcro" o "muerte", es decir, el reino de los muertos (ver com. Mat. 11:23;
16:18; cf. Isa. 14:15). En el día del gran juicio final, los hombres no serán
condenados porque creyeron en el error, sino porque descuidaron las
oportunidades que el cielo les proporcionó para conocer la verdad (DTG 454).
17. Los demonios se nos
sujetan.
Hasta donde nos lo indica el registro, Jesús no había
comisionado específicamente a los setenta para que echaran fuera demonios (cf.
vers. 9) como lo había hecho con los doce (Mat. 10: 1). Sin embargo, este
aspecto de su ministerio es el que más parece haber impresionado a los setenta.
tu nombre.
Ver com. Mat. 10: 18, 40. A pesar de estar llenos de
santo gozo, los setenta reconocían que el poder de Jesús, que obraba a través de
ellos, era el que había hecho posible el éxito.
18. Veía.
Gr. theoréÇ, "contemplar", "fijarse en", vocablo
que con frecuencia implica una contemplación tranquila, intensa y continuada de
un objeto (cf. Juan 2:23; 4:19).
Caer del cielo.
Cf. Isa. 14:12-15; Juan
12:31-32; Apoc. 12:7-9, 12. Satanás ya era un enemigo vencido. Con esta
declaración Jesús 762 se anticipaba a su crucifixión, cuando el poder de Satanás
sería quebrantado (DTG 633, 706; cf. 638); y vio también el tiempo cuando el
pecado y los pecadores ya no existirían. Los setenta habían sido testigos de la
expulsión de Satanás de la vida de muchos hombres; Jesús contemplaba su derrota
total.
19. Fuerza del enemigo.
La palabra que se traduce
"fuerza" es dúnamis: "fuerza", "capacidad", y no exousía: "autoridad" o
"potestad" como les fue dada a los setenta (ver com. cap. 1: 35). "Potestad" es
exousía; "fuerza" es dúnamis. Satanás tenía dúnamis, "fuerza" sobre la cual los
discípulos tenían que ejercer exousía : "autoridad" (ver com. Mat. 10: 1).
Nada os dañará.
En el griego hay un negativo sumamente enfático,
que correspondería aproximadamente a decir: "nadie, nunca os dañará".
20. Escritos en los cielos.
En el libro de la vida (Fil. 4:3; Apoc.
20:12, 15; 21:27; 22:19), en donde están inscritos los nombres de los que
llegarán al reino de los cielos.
25. Un intérprete de la
ley.
[ El buen samaritano, Luc. 10:25-37. Con referencia a las
parábolas, ver pp. 193-197.] Jesús va en su último viaje de Galilea a Jerusalén
(ver com. Mat. 19: 1). El relato da a entender que el acontecimiento sucedió en
Jericó. El episodio, del cual habían sido protagonistas el samaritano y la
víctima del robo, había ocurrido hacía poco tiempo (DTG 462).
Inmediatamente después del encuentro con el intérprete de la ley y de la
narración de la historia del buen samaritano, Jesús estuvo en Betania después de
viajar desde Jericó (DTG 483). Es posible que estuviera en camino a Jerusalén
para asistir a la fiesta de la dedicación (ver com. Mat. 19:1; cf. Juan
10:22-38), y después regresara a Perea (Juan 10: 39-40). Juan sitúa la
resurrección de Lázaro (Juan 11: 1-46) inmediatamente después de que Jesús se
retiró a Perea (cap. 10: 39-40).
Para probarle.
La pregunta que
le hizo el intérprete de la ley a Jesús había sido cuidadosamente pensada por
los dirigentes religiosos (DTG 460).
Maestro.
En el sentido de
"persona que enseña". Como el intérprete es un maestro profesional de la ley, le
presenta a Jesús un problema que los escribas discutían mucho.
¿Haciendo
qué cosa?
La pregunta del intérprete de la ley revela que su concepto de
la justicia era completamente equivocado. Para él, como para la mayoría de los
judíos de su tiempo, ganar la salvación consistía esencialmente en lo que
ordenaban los escribas. Consideraba, por lo tanto, que la salvación se podía
obtener por medio de las obras.
26. ¿Cómo lees?
El
intérprete debía saber la respuesta a su propia pregunta. Era profesor de la ley
judía, y por consiguiente era enteramente apropiado que tuviera la oportunidad
de responder. La pregunta de Jesús no necesariamente implica una reprensión. Era
un acto de cortesía darle la oportunidad de contestar su propia pregunta.
27. Amarás.
El intérprete de la ley
cita aquí a Deut. 6: 5 (cf. cap. 11: 13). Cf. Mat. 22: 36-38, donde Jesús da más
tarde la misma respuesta a la misma pregunta que le hizo otro intérprete de la
ley. Las palabras de Deut. 6: 5 eran recitadas mañana y tarde por todo judío
piadoso como parte de la shema' (ver p. 59), y eran llevadas en las filacterias
(ver com. Exo. 13: 9). Los judíos, que percibían el significado profundo de la
ley (ver com. Deut. 31: 9; Prov. 3: 1), comprendían sin duda que sus preceptos
no eran arbitrarios, sino que estaban basados en los principios fundamentales de
lo recto, los cuales bien pueden resumirse en el mandamiento de amar.
Amar a Dios, en el sentido que aquí se presenta y se insinúa, es dedicar
a su servicio todo el ser, los afectos, la vida, las facultades físicas y el
intelecto. Esta clase de amor es "el cumplimiento de la ley" (Rom. 13: 10); es
la clase de amor en el cual la persona permanece cuando, por la gracia de
Cristo, decide observar los mandamientos de Jesús (Juan 14:15; 15: 9-10). Dios
envió a su Hijo al mundo con el propósito específico de hacer que podamos
guardar la ley en este sentido y con este espíritu. De este modo "la justicia de
la 763 ley" puede cumplirse "en nosotros" (Rom. 8:3-4). El que verdaderamente
conoce a Dios, guardará sus mandamientos porque el amor de Dios se ha
perfeccionado en él (1 Juan 2:4-6; ver com. Mat. 5:48).
Prójimo.
Gr. pl'síon (ver com.
vers. 36). El intérprete de la ley cita a Lev. 19: 18, donde el prójimo es
evidentemente un compatriota israelita; pero Jesús obviamente amplíala
definición hasta incluir a los samaritanos y, por lo tanto, a los no judíos (ver
com. Luc. 10:36).
28. Bien has respondido.
Cuando Jesús más tarde dio la misma respuesta a la pregunta de otro
intérprete de la ley, el que había preguntado lo elogió diciéndole: "Bien,
Maestro, verdad has dicho" (Mar. 12:32). La respuesta de Cristo había pasado por
alto los extensos comentarios, orales y escritos, sobre la ley y aun todos los
preceptos específicos de la ley. Cada precepto de la ley, en el sentido más
amplio y también en el más estricto de la palabra (ver com. Prov. 3: 1),
refiriéndose a los Diez Mandamientos, es una expresión, extensión y aplicación
del principio del amor (ver com. Luc. 10: 27). La respuesta del intérprete de la
ley era enteramente correcta; lo que le faltaba era discernimiento espiritual
para aplicar este principio a su vida (ver com. Mat. 5: 17-22). Conocía la letra
de la ley, pero no conocía su espíritu. Este conocimiento sólo se obtiene cuando
los principios de la ley son aplicados a la vida (ver com. Juan 7: 17).
Haz esto.
En el griego este imperativo destaca la idea de
continuidad; es como si dijera: "Haz esto, y sigue haciéndolo". Aparentemente la
dificultad del intérprete de la ley, como la del joven rico, era que pensaba que
había guardado todas esas cosas desde su juventud (Mat. 19:20); pero al mismo
tiempo sentía que le faltaba algo en su vida espiritual. La justicia legal nunca
satisface el alma porque carece de algo vital hasta que el amor de Dios se
posesiona de la vida (2 Cor. 5:14). Sólo cuando una persona se entrega por
completo a la influencia de ese amor (ver com. Luc. 10:27) podrá verdaderamente
observar el espíritu de la ley (Rom. 8: 3-4).
Vivírás.
Vivir en
el pleno sentido de la palabra, tanto aquí como en el mundo futuro (ver com.
Juan 10:10); sin embargo, el contexto muestra que Jesús se refería en primer
lugar a la vida eterna (Mat. 19:16-17; Luc. 10:25).
29. Justificarse.
Este intérprete de la ley, como el joven
rico (Mat. 19: 16-22), no estaba satisfecho con el concepto farisaico de la
justicia (DTG 460). Comprendía sin duda, como el joven rico, que le faltaba algo
que inconscientemente sentía que Jesús podía proporcionarle. Pero, como Nicodemo
(ver com. Juan 3:2-3), vacilaba en admitirlo aun a si mismo; y, por lo tanto,
para evadir en parte su convicción íntima, procedió a justificarse haciendo
parecer que amar al prójimo presentaba grandes dificultades (DTG 461).
¿Quién es mi prójimo?
Ver com. Mat. 5:43. El propósito de esta
pregunta era evitar la convicción y justificarse a sí mismo (DTG 461). Cuando
una persona hace preguntas sutiles de las cuales es obvio que sabe la respuesta
o podría saberla, generalmente es porque reconoce que es culpable de algo (cf.
Juan 4:18-20), y busca alguna razón o pretexto para no hacer lo que su
conciencia le dice que debe hacer. Según pensaba ese intérprete, los paganos y
los samaritanos estaban excluidos de la categoría de "prójimo"; la única duda
que tenía era saber a cuál de sus compatriotas israelitas podía considerar como
prójimo.
30. Un hombre.
Este
incidente era verídico (DTG 462), y probablemente muchos lo sabían en Jericó,
donde vivían el sacerdote y el levita, actores destacados en el incidente (ver
com. vers. 25, 31). Según el El Deseado de todas las gentes , el levita y el
sacerdote estaban presentes en esta ocasión (p. 462).
Descendía de
Jerusalén.
El verbo "descender" describe correctamente el viaje de
Jerusalén, a mas de 792 m sobre el nivel del mar, a Jericó, a unos 213 m bajo el
nivel del mar. El camino principal desde Jerusalén a Jericó sigue en parte al
Wadi Qelt, que atraviesa los cerros áridos y deshabitados del desierto de Judea.
Este camino estrecho y tortuoso, encerrado algunas veces por altos barrancos,
era peligroso para los viajeros pues la zona, llena de cuevas y escondites, era
guarida de delincuentes y ladrones.
31. Pasó de largo.
Pasó como si no hubiera visto nada, pero en
realidad no se detuvo porque no le importaba lo que veía. Su hipocresía se había
convertido en un manto para no hacer lo que le causara molestias. El
desafortunado viajero, desnudo y herido (vers. 30, 34), sin duda estaba cubierto
de tierra y de sangre. Si este infeliz hubiera estado muerto, tocarlo nada más
hubiera significado contaminación ritual para el sacerdote o el levita (Núm.
19:11-22); además, existía la posibilidad de que fuera samaritano o gentil. Y de
un modo u otro era ilegal que un sacerdote tocara el cadáver de cualquiera que
no fuera un pariente cercano (Lev. 21: 1-4). Muchas de tales excusas pasaron sin
duda por el pensamiento de estos hombres mientras trataban de justificar su
conducta.
33. Un samaritano.
El hecho
de que el samaritano viajara por un territorio extranjero para él, hizo que su
acto de misericordia fuera aún más notable. En ese distrito era probable que el
desafortunado viajero fuera judío, miembro de la raza que sentía una acérrima
enemistad contra los samaritanos. El samaritano sabía que si él hubiera sido el
herido tirado junto al camino, no podría haber esperado misericordia de un
judío. Sin embargo, el samaritano, con bastante riesgo para sí mismo por la
posibilidad de que los asaltantes volvieran a atacar, decidió ayudar a la
indefensa víctima.
La misericordia manifestada por el samaritano refleja
de un modo muy real el espíritu que movió al Hijo de Dios a venir a este mundo
para rescatar a la humanidad. Dios no estaba obligado a rescatar al hombre
caído. Podría haber pasado por alto a los pecadores, así como el sacerdote y el
levita pasaron de largo sin ayudar al desafortunado viajero en el camino a
Jericó. Pero el Señor estuvo dispuesto a ser "tratado como nosotros merecemos a
fin de que nosotros pudiésemos ser tratados como él lo merece" (DTG 16-17).
34. Aceite y vino.
Eran los remedios caseros comunes en la antigua Palestina. Algunas veces
se mezclaban los dos y se usaban como ungüento.
Mesón.
Gr.
pandojeíon, de pás, "todos" y déjomai, "recibir"; un lugar donde se recibe a
todos, en este caso, a los componentes de una caravana. Pandojeíon se refiere a
una posada, mientras que katáluma (Luc. 2: 7) es más bien, en términos
generales, un alojamiento. Es probable que la "posada" (BJ) donde el samaritano
llevó al desafortunado viajero estuviera en Jericó o cerca de allí, pues no hay
aldeas de importancia entre Jerusalén y Jericó.
35. Yo te lo pagaré.
Eran sin duda los dos denarios
sólo la primera cuota de lo que el samaritano tenía que pagar. Pasarían varios
días antes de que el viajero herido se recuperara lo suficiente para poder
continuar su viaje (vers. 30). Por lo tanto, el bondadoso samaritano se hizo
cargo del extraño. Pudo haber razonado que este episodio había ocurrido en
Judea, que la víctima quizá era un judío, que el mesonero era judío, y que por
lo tanto él, como samaritano, había cumplido ya con su responsabilidad; pero no
fue así. El interés del samaritano no fue pasajero: hizo más de lo que se podría
haber esperado que hiciera. Su interés en el desconocido fue más allá de la
obligación mínima que se podía esperar que asumiera cualquier transeúnte.
Cuando regrese.
Probablemente en su viaje de regreso. La
confianza que el mesonero tuvo en el samaritano, sugerir que éste era un
comerciante que solía pasar por Jericó y era conocído del mesonero.
36. Prójimo.
Gr. pl'síon,
literalmente "próximo". El sacerdote, el levita y el samaritano habían estado
cerca del desventurado viajero en su momento de necesidad; pero sólo uno de
ellos actuó como prójimo. Ser buen prójimo no depende tanto de proximidad como
de voluntad para compartir las cargas ajenas. Ser buen prójimo es la expresión
práctica del principio del amor para el que lo necesita (ver com. vers. 27).
37. Usó.
Gr. poiéÇ, "hacer" (cf.
vers. 25). Pensamientos de misericordia nada más, en tales circunstancias, no
habrían tenido ningún valor; sólo valían los hechos. El intérprete comprendió
inmediatamente la moraleja 765 del relato. Su pregunta recibió una respuesta
apropiada y efectiva (vers. 29). Con este relato auténtico Jesús evitó toda
discusión legal en cuanto a quién puede ser nuestro prójimo (ver com. vers. 29).
El prójimo es sencillamente cualquiera que necesita ayuda.
El ser buen
vecino o prójimo había salvado la vida de uno de los prójimos del intérprete de
la ley, posiblemente uno de sus amigos. El intérprete no halló nada que criticar
en la respuesta de Jesús a su pregunta. Evidentemente reconoció en lo íntimo de
su alma que la definición que Jesús había dado de prójimo era la única que
valía. Como intérprete de la ley, sin duda podía apreciar más plenamente que los
otros presentes la profunda comprensión que Jesús tenía del verdadero
significado de la ley (ver com. vers. 26-28). Como maestro tuvo que haber
apreciado el tacto con el cual Jesús respondió su pregunta. En todo caso
desapareció el prejuicio que tenía contra Jesús (PVGM 313).
Ve, y haz
tú.
El griego coloca el pronombre "tú" en posición enfática. El
imperativo "haz" se traduce del verbo poiéÇ, traducido como "usar" en la primera
parte del versículo. El intérprete de la ley había respondido: "El que hizo
misericordia"; y Jesús le contestó: "Ve, y haz tú lo mismo". En otras palabras,
si el intérprete de la ley quería saber qué era ser verdaderamente un buen
prójimo, tenía que tomar como ejemplo la conducta del samaritano. Esta es la
esencia de la verdadera religión (Miq. 6: 8; Sant. 1: 27). Nuestros prójimos
necesitan sentir el apretón de "una mano cálida" y el compañerismo de "un
corazón lleno de ternura" (PVGM 320). Dios "nos permite llegar a relacionarnos
con el sufrimiento y la calamidad para sacarnos de nuestro egoísmo" (PVGM 320-
321). Ser buen prójimo siempre que tengamos la oportunidad de serio, es para
nuestro bien eterno (cf. Heb. 13: 2).
38. Entró en una aldea.
[ Jesús visita a Marta y a María,
Luc. 10: 38-42. Ver mapa p. 213.] Lucas no da el nombre de esta aldea, pero
evidentemente era Betania (Juan 11:1). Esta fue la primera visita de Jesús a ese
lugar (DTG 483). Acababa de llegar por el camino del Wadi Qelt, desde Jericó
(DTG 483; ver com. Luc. 10: 30), y parece que fue poco después del incidente
relatado en los vers. 25-37 (ver com. vers. 25). Después de esta ocasión, Jesús
visitó con frecuencia el hogar de María, Marta y Lázaro (DTG 482). Se registran
por lo menos otras dos visitas en la narración evangélica (Juan 11: 17; 12:
1-3). Es probable que hubiera estado allí varias veces más (Mat. 21: 17; Mar.
11: 1, 11; Luc. 19: 29).
Marta.
Para una breve descripción del
carácter de Marta, ver com. vers. 41. Marta era evidentemente la mayor de las
dos hermanas y la que administraba la casa. Fue ella la que "le recibió en su
casa".
39. María.
Ver Nota
Adicional del cap. 7. Marta, a cuyo cargo estaba la casa, era por naturaleza más
práctica, mientras que María se preocupaba más de las cosas espirituales que de
las materiales. Marta sin duda "se preocupaba" por las necesidades materiales de
la casa (ver com. Mat. 6: 25- 34), mientras que María buscaba "primeramente el
reino de Dios y su justicia" (Mat. 6:33). No se menciona a Lázaro, hermano de
Marta y María, en esta ocasión; pero era uno de los fieles discípulos de Jesús
(DTG 482).
Sentándose a los pies.
Sentarse a los pies de alguien
se refiere tanto a la posición física como al hecho de aprender de esa persona,
aunque en este caso pueden estar comprendidas ambas ideas (Hech. 22: 3; cf.
Deut. 33: 3).
40. Se preocupaba.
Marta estaba "atareada" (BJ) y molesta por la presión de los muchos
detalles de la atención de sus invitados.
¿No te da cuidado?
Es
probable que Marta supiera por experiencia que no ganaría con hablarle
directamente a María. Si Jesús tenía tanta influencia sobre María, según podía
verse, quizá él podría conseguir con María lo que Marta no podía lograr.
Compárese con el caso del que pidió a Jesús que persuadiera a su hermano para
que dividiera la herencia familiar (cap. 12: 13-14). Marta no sólo culpó a María
en su ruego a Jesús, sino que indirectamente lo censuró a él. Insinuó que el
verdadero problema era que a Jesús no le importaba la situación y no tenía
intención de hacer nada al respecto, que le complacía más que María lo escuchara
a él antes que ayudar a su hermana a preparar la comida.
41. Afanada.
Gr.
merimnáÇ, "estar ansioso", "cuidarse de", "preocuparse de"; se refiere a la
preocupación interior, mental, que era la verdadera causa de la impaciencia de
Marta con María. Jesús había pronunciado una clara admonición contra esto mismo
en el Sermón del Monte (donde el verbo merimnáÇ se 766 traduce "afanarse": Mat.
6: 25, 28, 31, 34). Los que se convierten en seguidores de Jesús deberían evitar
el espíritu de constante preocupación que impulsó a Marta a hacer su impaciente
pedido a Jesús.
Turbada.
Vocablo que se refiere a la conducta
exterior de Marta, que refleja sus sentimientos íntimos. Interiormente estaba
"afanada", y, como resultado, externamente "turbada". Si sólo buscáramos
cultivar esa tranquilidad interior que Marta tanto necesitaba, podríamos evitar
mucha preocupación innecesaria.
42. Pero sólo una cosa es necesaria.
Cf. cap. 18: 22, "aún te falta una cosa". Marta era diligente, exacta y
enérgica, pero le faltaba el espíritu tranquilo y piadoso de su hermana María
(DTG 483). No había aprendido la lección de Mat. 6: 33: poner el reino de Dios
en primer lugar en sus preocupaciones y esfuerzos, posponiendo las cosas
materiales a un segundo plano (ver com. vers. 24-34).
La buena parte.
Como resultado de sus propias experiencias, María había aprendido la
lección que su hermana Marta aún tenía que aprender (ver Nota Adicional del cáp.
7).Algunos consideran que con la expresión "la buena parte", Jesús hacía un
hábil juego de palabras para establecer contraste con el plato más sabroso de la
mesa. "La buena parte" -lo único que Marta necesítaba- era y es una preocupación
más profunda por conocer el reino de los de los cielos.
No le será
quitada.
Las cosas materiales en las cuales Marta se interesaba podían
serle quitadas (cap. 12: 13-21; 16: 25-26). María estaba acumulando su
inagotable "tesoro en los cielos" , " "donde ladrón no llega, ni polilla
destruye" (Luc. 12: 33; ver com. Mat. 6: 19-21).
CBA T5
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