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CBA LIBRO DE LUCAS CAPÍTULO 11

CBA Libro de Lucas capítulo 11

1. Estaba Jesús orando. 
[ Jesús y la oración, Luc. 11: 1-13. ] Lucas no registra nada definido en cuanto al momento o el lugar de este incidente. Hay quienes consideran que estos versículos son paralelos con Mat. 6: 6-15; 7: 1-11 y que no son sino otra presentación de lo que dijo Jesús en cuanto a la oración en el Sermón del Monte. Por otra parte, es muy probable que se trate de una ocasión diferente y posterior, en la cual Jesús habló del mismo tema (PVGM 105-106; DMJ 87). Si Lucas sigue la secuencia cronológica, esto pudo haber ocurrido poco después de la visita a Betania (cap. 10: 38- 42). Si así fue, habría sucedido en relación con la visita de Jesús a Jerusalén para asistir a la fiesta de la dedicación, cuando se intentó apedrearle (DTG 436; ver com. Luc. 17: 1; Juan 10: 22, 31, 33). Este hecho pudo haber ocurrido en Jerusalén o, si no, en algún lugar de Perea. Con relación a los acontecimientos que transcurrieron en este mismo tiempo, ver com. Mat. 19: 1. Esto bien pudo haber ocurrido temprano por la 769 mañana, pues era la hora del día cuando Jesús solía orar (PVGM 105). En esta ocasión los discípulos habían estado ausentes por un corto tiempo (PVGM 105), quizá habían sido enviados por Jesús para cumplir alguna misión (ver com. Luc. 10: 1) o tal vez habían visitado sus hogares (DTG 224). Con referencia a la vida personal de oración de Jesús, ver com. Mar. 1: 35; 3: 13. 

Enséñanos a orar. 
Cuando los discípulos escucharon la manera en que Jesús oraba, comunicándose íntimamente con su Padre celestial así como se comunica un amigo con otro, quedaron grandemente impresionados. Sus oraciones eran diferentes de las de los dirigentes religiosos de su tiempo, muy diferentes de todo cuanto habían oído. La oración formal, expresada en declaraciones fijas y como si fuera dirigida a un Dios impersonal muy distante, no tiene la realidad y la vitalidad que deben caracterizar a la verdadera oración. Los discípulos pensaron que si sólo pudieran orar como Jesús oraba, se aumentaría muchísimo su eficacia como discípulos. Como Jesús les había enseñado por precepto (Mat. 6: 7-15) y por ejemplo (Luc. 9: 29) cómo orar, parece que en esta ocasión el pedido vino de parte de algunos discípulos que no habían estado con Jesús en ocasiones pasadas cuando había hablado de la oración. La palabra "discípulos" no necesariamente tiene que circunscribirse sólo a los doce. Estos discípulos pueden haber sido de los setenta. En respuesta al pedido "enséñanos a orar", Jesús presentó una oración modelo, una parábola que ilustra el espíritu de la oración y algunas amonestaciones para estimular la fidelidad y la diligencia en la oración (cap.11: 2-13). 

Como también Juan enseñó. 
El NT no dice en ninguna parte que Juan enseñó a sus discípulos a orar. Pero habría sido muy natural que los discípulos de Juan, después de unir sus intereses con los discípulos de Cristo (ver com. Mar. 6: 29), contaran las cosas que habían aprendido de su primer maestro. 

2. Decid. 
Esta oración bien podría haberse llamado "oración de los discípulos", porque no es exactamente la clase de oración que Jesús habría pronunciado en su propio favor. Parece mucho más apropiada en boca de mortales pecadores. Por ejemplo, Jesús no tenía necesidad de pedir perdón por sus pecados. Con referencia a esta oración, tal como la presentó Jesús en otra ocasión, ver com. Mat. 6: 9-13; PVGM 106. 

Padre nuestro. 
Jesús enseñó a los hombres a dirigirse a Dios usando este nuevo nombre, para que su fe se fortaleciera y quedaran impresionados con la íntima relación que tienen el privilegio de gozar en comunión con él (PVGM 107-108). 

5. ¿Quién de vosotros? 
Con referencia a las lecciones que Jesús dedujo de esta parábola, ver com. vers. 8. En cuanto a las circunstancias bajo las cuales Jesús pronunció la parábola, ver com. vers. 1. Y en relación con la enseñanza de Jesús por medio de parábolas y a los principios que deben seguirse para interpretarlas, ver pp. 193-197. 

A medianoche. 
En el Cercano Oriente algunas veces se viaja de noche durante la estación calurosa. Además, el amigo que llegaba de visita (vers. 6) pudo haberse demorado en forma inesperada e inevitable, de modo que llegó a medianoche. 

6. Un amigo mío. 
Un detalle importante es que el hombre no pedía para él sino para un amigo necesitado (ver com. vers. 8). 

No tengo qué ponerle delante. 
Esto explica por qué el hombre fue a buscar ayuda a medianoche. La comprensión de que por nosotros mismos nada podemos hacer (Juan 15:5), debiera, de la misma manera, impulsamos a acudir a la gran Fuente de alimento espiritual (Juan 6: 27-58). Los que quieran cultivar amistad con otros para hacerlos conocer al gran Amigo de todos los hombres, sienten muchas veces la falta de ese pan celestial que tan ardientemente desean impartir a otros. 

7. No me molestes. 
El hombre respondió con estas palabras no por mezquindad sino, evidentemente, por no querer incomodarse. Una vez que el hombre decidió levantarse de la cama, le proporcionó a su visitante nocturno todo el pan que necesitaba (vers. 8). 

Los hombres pueden pensar a veces que Dios prefiere que su pueblo no lo moleste, pero su verdadero carácter de Padre solícito, amante y generoso, está claramente expuesto en los vers. 9-13. La falta de voluntad del amigo para levantarse y dar lo que hacía falta no representa de ninguna manera a Dios (cf. vers. 13). La lección de la parábola no se deriva por comparación sino por contraste. 

Está cerrada. 
Es como si hubiera dicho: está cerrada y permanecerá cerrada. Antiguamente cerrar y asegurar una puerta no era tan fácil como hacerlo hoy 

Están conmigo en cama. 
En muchas partes del Cercano Oriente todos los miembros de la familia duermen, aún hoy, en una habitación, en colchones sobre el piso, o en camas bajas parecidas a plataformas. Si un miembro de la familia se levantaba, todos se despertaban fácilmente. 

8. Su importunidad. 
Gr. anaidéia, literalmente "desvergüenza", "persistencia", "impudencia". El dueño de casa rechazó vez tras vez los urgentes pedidos de su visitante de medianoche (PVGM 109), pero éste no aceptó su negativa. "En la fe genuina hay un bienestar, una firmeza de principios y una invariabilidad de propósito que ni el tiempo ni las pruebas pueden debilitar" (PVGM 113). La parábola enseña de nuevo por contraste y no por comparación (ver com. vers. 7), porque Dios está siempre dispuesto a conceder a sus hijos terrenales lo que es bueno para ellos. No necesita que lo convenzan para que haga algo bueno que de otros modos no estaría dispuesto a hacer. Dios conoce nuestras necesidades, y puede satisfacerlas completamente. Siempre tiene el deseo de darnos "mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos" (Efe. 3:20). 

9. Pedid. 
Con referencia a los vers. 9-13, ver com. Mat. 7:7, 11. La oración no consiste tanto en persuadir a Dios a que acepte nuestra voluntad en cuanto a algo, sino en descubrir cuál es su voluntad al respecto. El conoce nuestras necesidades antes de que le pidamos, y más aún: sabe qué es lo que nos conviene; pero nosotros, por contraste, muchas veces nos damos cuenta con dificultad qué es lo que necesitamos. A menudo creemos que necesitamos lo que no necesitamos, y que hasta puede resultarnos dañino; y también ocurre lo contrario: que desconozcamos cuáles son nuestras verdaderas necesidades (cf. PVGM 111). La oración pondrá nuestra voluntad y, con ella, nuestra vida, en armonía con la voluntad de Dios (PVGM 109). La oración es el medio divinamente establecido para educar nuestros deseos. El verdadero propósito de la oración no es lograr un cambio en Dios, sino producir un cambio en nosotros para que anhelemos tanto "el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Fil. 2:13). 

Dios enviará una respuesta a cada petición que haga con humildad y fe el que pide con sinceridad. Dios puede responder afirmativamente o negativamente, y a veces su respuesta es que esperemos. Habrá ocasiones en que la respuesta a la oración debe demorarse, porque es necesario que haya un cambio en nuestros corazones delante de Dios antes de que él pueda responderla (DTG 170). Hay ciertas condiciones para que Dios pueda contestar la oración, y si parece que demora, deberíamos preguntarnos si la dificultad no está acaso en nosotros. Ofendemos a Dios si nos impacientamos con él cuando no hemos cumplido con las condiciones que son indispensables para que le sea posible responder la oración. 

Por supuesto, la lección central de la parábola es: la perseverancia en la oración. La parábola también presenta la clase de pedidos en los cuales el Señor aconseja perseverancia: oraciones cuyo propósito es beneficiar a nuestros prójimos y difundir el reino de Dios. "Todo lo que Cristo recibió de Dios, podemos recibirlo también nosotros" (PVGM 115). La inconstancia en la oración no agrada a Dios, pues en él "no hay mudanza, ni sombra de variación" (Sant. 1:17). El que es inconstante en la oración realmente no espera nada de Dios. "El que duda... no piense... que recibirá cosa alguna del Señor" (Sant. 1:6-7). 

14. Echando fuera un demonio. 
[ Un endemoniado ciego y mudo; el pecado imperdonable, Lucas 11: 14-32 = Mat. 12: 22-45 = Mar. 3: 20-30. Comentario principal: Mateo.] Si este caso que narra Lucas y la conversación que sigue deben considerarse equivalentes al pasaje paralelo de Mateo, lo que parece probable, entonces es evidente que Lucas no siguió un estricto orden cronológico. El episodio registrado por Mateo ocurrió casi un año y medio antes del momento indicado por el contexto en el cual Lucas registra este suceso (ver com. Mat. 12: 22; Luc. 11: 1). La gran similitud entre ambos relatos que, con excepción de Luc. 11: 16, 27-28, son casi idénticos, parece indicar que el hecho registrado aquí por Lucas es el mismo, y no otro relacionado con el ministerio en Perea (ver com. vers. 1). Si se trata de dos episodios, entonces deben haber sido casi idénticos, incluso el debate que siguió. 

27. Una mujer. 
La mujer evidentemente había escuchado "estas cosas", es decir, lo que Jesús acababa de decir; por lo tanto, los 771 vers. 27-28 están unidos a lo que precede. En este punto del relato, Mateo (cap. 12:46) narra la llegada de la madre y de los hermanos de Jesús, episodio que Lucas registra en el cap. 8:19-21. Posiblemente su llegada impulsó a la mujer a hacer el comentario que aquí se registra. 

28. Antes. 
Jesús no contradice el elogio que esa mujer hace de María. Esta, como toda buena madre, merece honra, y comparte el honor de un hijo digno en todo sentido. Jesús ni aprueba ni desaprueba lo que dice la mujer; pero sí destaca lo inadecuado que es el concepto de ella en lo que al reino de los cielos se refiere. Si Jesús hubiera tenido la intención de que sus discípulos, o los cristianos en general, rindieran culto a María, este elogio de una extraña le habría proporcionado la oportunidad ideal para presentar tal enseñanza o, por lo menos, para expresar una cordial aprobación de lo que se había dicho, como lo hizo cuando Pedro reconoció que era el Hijo de Dios (ver com. Mat. 16:17). Según las Escrituras, es importantísimo que el cristiano reconozca la deidad de Jesús; pero ni siquiera se insinúa la más vaga idea de venerar a María (ver com. Mat. 1: 18, 25; 12: 48, 50; Luc. 1: 28, 47). En Mat. 12: 46-50 parece darse la impresión del que el parentesco espiritual es más importante que el parentesco carnal. 

29. Esta generación es mala. 
Con referencia a los vers. 29-32, ver com. Mat. 12: 38-42. No hay certeza de que el relato de Lucas sea el mismo que se narra en Mat. 12: 38-42 o un acontecimiento posterior relacionado con el ministerio en Perea (ver DTG 452; com. Luc. 11: 1, 33). 

33. Nadie pone en oculto. 
[ La lámpara del cuerpo, Luc. 11:33-36. Cf. com. Mat. 5:15; Mat. 6:22-23 .] El hecho de que Lucas ya hubiera registrado lo que dijo Jesús acerca de la lámpara y su luz en el sermón junto al mar (ver com. cap. 8:16), insinúa que lo que se presenta en el cap. 11: 33-36 fue presentado en algún momento posterior, relacionado quizá con el ministerio en Perea. Es indudable que Jesús repitió en este momento mucho de lo que ya había enseñado (DTG 452). Eso también podría significar que en los vers. 14-32 se registran hechos ocurridos en Perea (ver com. vers. 14, 29). 

37. Un fariseo. 
[ Jesús acusa a fariseos y a intérpretes de la ley, Luc. 11:37-54. Cf. com. Mat. 23:1-39; Luc. 20:45-47 .] No parece que haya razón para pensar que la ocasión que se describe en los vers. 37- 54 sea la misma que se registra en Mat. 23: 1-39 y Luc. 20: 45-47. La frase, "luego que les hubo hablado" (cap. 11: 37) pareciera unir el resto del capítulo con lo que lo precede. Jesús se halla aquí comiendo en casa de un fariseo, mientras que en la otra ocasión estaba en los atrios del templo en Jerusalén (ver com. Mat. 23: 38; 24: 1). Este episodio ocurrió unos "pocos meses" (PVGM 199) antes del fin del ministerio de Jesús (ver com. Luc. 12: 1). 

No debe sorprendernos que Jesús utilizara materiales muy parecidos en una y otra ocasión. Los predicadores muchas veces emplean el mismo material para sus sermones, con variaciones mayores o menores según las ocasiones. No hay razón para pensar que Jesús no hiciera lo mismo al presentar sus mensajes. En verdad, sería muy raro que al enseñar de aldea en aldea y de distrito en distrito nunca hubiera repetido las mismas verdades generales. Tampoco debe extrañar el parecido verbal entre los relatos que, según lo muestra claramente el contexto, fueron presentados en ocasiones diferentes. Muchos eruditos suponen que los evangelistas escribieron basándose en documentos ya existentes. Lucas mismo dice que hizo una investigación diligente (Luc. 3: 1) antes de escribir su libro, lo cual sugiere la existencia de tradiciones orales y escritas. El hecho de que uno o más evangelistas hubieran aprovechado una de esas fuentes y, por lo tanto, usado palabras muy similares para narrar un mismo hecho, no significa que los evangelistas no hubieran sido guiados por el Espíritu Santo. Debe destacarse, además, que los autores de los Evangelios no se propusieron presentar en sus relatos una exacta cronología de la vida de Jesús (ver Material Suplementario de EGW sobre 2 Ped. 1: 21). Aunque el episodio descrito en Luc. 11: 37-54 parece que es diferente del que se registra en Mat. 23: 1-39, su gran parecido permite dar el comentario principal en relación con la narración de Mateo. 

38. Se extrañó. 
La BJ quizá traduzca con mayor claridad: "Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer". Ver com. Mat. 22: 4. En 772 cuanto a la importancia y la manera en que se celebraba el rito del lavamiento de las manos, ver com. Mar. 7: 1-8; y con referencia a las enseñanzas de Jesús sobre este asunto, ver com. Mar. 7: 9-23. 

39. Rapacidad. 
Gr. harpag' "rapacidad", ",rapiña", "saqueo", "robo". La palabra harpag' se traduce "despojo" en Heb. 10: 34. La forma adjetiva hárpax, se emplea para referirse a los lobos "rapaces" (ver com. Mat. 7: 15) y a los "ladrones" (Luc. 18: 11; 1 Cor. 5: 10; 6: 10). 

41. Dad limosna. 
Cf. cap. 12: 33. El significado del vers. 41 no es claro. La expresión tá enónta, traducida "lo que tenéis", no aparece sino aquí en el NT, y no se puede saber con exactitud lo que Jesús quiso decir con ella. El griego parece referirse más bien a "lo que está dentro", es decir, al contenido del "vaso", o del "plato", o de lo que había dentro de los fariseos (vers. 39). Si Jesús se refiere al contenido del vaso o del plato, está sugiriendo que la generosidad con los pobres es una mejor manera de evitar la verdadera contaminación que la escrupulosa limpieza ceremonial de los recipientes en los cuales se guarda la comida; y si se refiere a los fariseos, quiere decir que el espíritu de generosidad y de preocupación por los pobres es un mejor modo de alcanzar la limpieza de corazón que la abrumadora preocupación por las minucias del tradicionalismo (ver com. Mar. 7: 7). Compárese con el consejo de Jesús al joven rico (Luc. 18: 22-23). 

Os será limpio. 
Ver com. Mar. 7: 19. El significado de estas palabras parece ser que de ese modo serían puros a la vista de Dios, y que cuando prevaleciera esa condición no tendrían que preocuparse de nada más. Sin embargo, algunos consideran que estas palabras son irónicas porque según los fariseos una persona era limpia cuando había dado limosnas. 

42. Ruda. 
Algunos manuscritos dicen "eneldo", como aparece en Mat. 23: 23; pero la evidencia textual establece (cf. p. 14) el texto "ruda" ( ruta graveolens ). Según la Mishnah ( Shebi'ith 9.1), la ruda no necesita ser diezmada. 

44. Escribas y fariseos, hipócritas. 
La evidencia textual establece (cf. p. 147) la omisión de esta frase. Con referencia a los escribas y los fariseos, ver pp. 53, 57; y en cuanto a la palabra "hipócritas", ver com. Mat. 6: 2. 

Sepulcros que no se ven. 
El tiempo había borrado toda evidencia externa de los sepulcros, y se podía andar por encima de ellos "sin saberlo" (BJ). El contacto con los muertos causaba contaminación ritual. 


45. Uno de los intérpretes de la ley. 
Este detalle específico del relato de Lucas no aparece en el pasaje correspondiente de Mat. 23: 27. Los intérpretes eran los escribas. Como Lucas escribía para los gentiles, que posiblemente podrían comprender mal el sentido específico de la palabra hebrea "escribas", usa la expresión "intérpretes de la ley". 

También nos afrentas a nosotros. 
La mayoría de los escribas eran fariseos. Los fariseos constituían una secta religiosa los escribas, o intérpretes de la ley, erán los expositores profesionales de la ley. En el pasaje paralelo de Mat. 23, Jesús se dirige tanto a fariseos como a escribas desde el comienzo. Esta es otra indicación de que Lucas aquí registra un episodio ocurrido en otra ocasión y que no es el mismo que relata Mateo, a pesar del gran parecido entre ambos (ver com. vers. 37). 

49. Sabiduría de Dios. 
Ver com. Mat. 23: 34. En 1 Cor. 1: 24, 30 Jesús es la "sabiduría de Dios" hecha carne, pero es dudoso que en este pasaje Jesús hable de sí mismo. Lo más probable es que se refiera a lo que hace Dios en su sabiduría. No se conoce ningún libro que lleve este título. 

52. La llave de la ciencia. 
Cf. com. Mat. 23: 13. La "llave de la ciencia" es la llave que abre la puerta al verdadero conocimiento: el conocimiento de la salvación, como lo muestra claramente el contexto de este pasaje y de 773 Mat. 23: 13. En cuanto a un uso similar de la palabra "llave", ver com. Mat. 16: 19. 

53. Los escribas y los fariseos. 
Con referencia a los escribas y los fariseos ver pp. 53, 57; y en cuanto a los esfuerzos hechos previamente por ellos para impedir la obra de Jesús, ver com. Mat. 4: 12; Mar. 2: 24; Luc. 6: 6-7, 11; etc. 

54. Para acusarle. 
La evidencia textual establece (cf. p. 147) la omisión de estas palabras. Los espías enviados por el sanedrín habían seguido a Jesús durante dos años por dondequiera que había ido en Galilea y Judea (DTG 184; ver com. vers. 53). Ahora estaban más activos que nunca. Pero los espías no habían oído nada que de alguna manera pudiera usarse contra Jesús, a menos que deliberadamente torcieran e interpretaran mal sus palabras (ver com. Mat. 26: 59-63).
CBA T5

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