Domingo 4 de marzo del 2018
El divorcio
Mar 10:1 Jesús partió de aquel lugar y se fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Otra vez se le reunieron las multitudes, y como era su costumbre, les enseñaba.
Mar 10:2 En eso, unos fariseos se le acercaron y, para ponerlo a prueba, le preguntaron: —¿Está permitido que un hombre se divorcie de su esposa?
Mar 10:3 —¿Qué les mandó Moisés? —replicó Jesús.
Mar 10:4 —Moisés permitió que un hombre le escribiera un certificado de divorcio y la despidiera —contestaron ellos.
Mar 10:5 —Esa ley la escribió Moisés para ustedes por lo obstinados que son[f] —aclaró Jesús—.
Mar 10:6 Pero al principio de la creación Dios “los hizo hombre y mujer”.[g]
Mar 10:7 “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa,[h]
Mar 10:8 y los dos llegarán a ser un solo cuerpo.”[i] Así que ya no son dos, sino uno solo.
Mar 10:9 Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
Mar 10:10 Vueltos a casa, los discípulos le preguntaron a Jesús sobre este asunto.
Mar 10:11 —El que se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera —respondió—.
Mar 10:12 Y si la mujer se divorcia de su esposo y se casa con otro, comete adulterio.
Jesús y los niños
Mar 10:13 Empezaron a llevarle niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban.
Mar 10:14 Cuando Jesús se dio cuenta, se indignó y les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos.
Mar 10:15 Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él.»
Mar 10:16 Y después de abrazarlos, los bendecía poniendo las manos sobre ellos.
El joven rico
Mar 10:17 Cuando Jesús estaba ya para irse, un hombre llegó corriendo y se postró delante de él. —Maestro bueno —le preguntó—, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?
Mar 10:18 —¿Por qué me llamas bueno? —respondió Jesús—. Nadie es bueno sino sólo Dios.
Mar 10:19 Ya sabes los mandamientos: “No mates, no cometas adulterio, no robes, no presentes falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre.”[j]
Mar 10:20 —Maestro —dijo el hombre—, todo eso lo he cumplido desde que era joven.
Mar 10:21 Jesús lo miró con amor y añadió: —Una sola cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.
Mar 10:22 Al oír esto, el hombre se desanimó y se fue triste porque tenía muchas riquezas.
Mar 10:23 Jesús miró alrededor y les comentó a sus discípulos: —¡Qué difícil es para los ricos entrar en el reino de Dios!
Mar 10:24 Los discípulos se asombraron de sus palabras. —Hijos, ¡qué difícil es entrar[k] en el reino de Dios! —repitió Jesús—.
Mar 10:25 Le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.
Mar 10:26 Los discípulos se asombraron aún más, y decían entre sí: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?»
Mar 10:27 —Para los hombres es imposible —aclaró Jesús, mirándolos fijamente—, pero no para Dios; de hecho, para Dios todo es posible.
Mar 10:28 —¿Qué de nosotros, que lo hemos dejado todo y te hemos seguido? —comenzó a reclamarle Pedro.
Mar 10:29 —Les aseguro —respondió Jesús—que todo el que por mi causa y la del evangelio haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o terrenos,
Mar 10:30 recibirá cien veces más ahora en este tiempo (casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y terrenos, aunque con persecuciones); y en la edad venidera, la vida eterna.
Mar 10:31 Pero muchos de los primeros serán últimos, y los últimos, primeros.
Jesús predice de nuevo su muerte
Mar 10:32 Iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús se les adelantó. Los discípulos estaban asombrados, y los otros que venían detrás tenían miedo. De nuevo tomó aparte a los doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder.
Mar 10:33 «Ahora vamos rumbo a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles.
Mar 10:34 Se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán. Pero a los tres días resucitará.»
La petición de Jacobo y Juan
Mar 10:35 Mar 10:36 Se le acercaron Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo. —Maestro —le dijeron—, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir.
Mar 10:37 —¿Qué quieren que haga por ustedes?
Mar 10:38 —Concédenos que en tu glorioso reino uno de nosotros se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda.
Mar 10:39 —No saben lo que están pidiendo —les replicó Jesús—. ¿Pueden acaso beber el trago amargo de la copa que yo bebo, o pasar por la prueba del bautismo con el que voy a ser probado?[l]
Mar 10:40 —Sí, podemos. —Ustedes beberán de la copa que yo bebo —les respondió Jesús—y pasarán por la prueba del bautismo con el que voy a ser probado,
Mar 10:41 pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí concederlo. Eso ya está decidido.
Mar 10:42 Los otros diez, al oír la conversación, se indignaron contra Jacobo y Juan.
Mar 10:43 Así que Jesús los llamó y les dijo: —Como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad.
Mar 10:44 Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor,
Mar 10:45 y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos.
Mar 10:46 Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
El ciego Bartimeo recibe la vista
Mar 10:47 Después llegaron a Jericó. Más tarde, salió Jesús de la ciudad acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Un mendigo ciego llamado Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado junto al camino.
Mar 10:48 Al oír que el que venía era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: —¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!
Mar 10:49 Muchos lo reprendían para que se callara, pero él se puso a gritar aún más: —¡Hijo de David, ten compasión de mí!
Mar 10:50 Jesús se detuvo y dijo: —Llámenlo. Así que llamaron al ciego. —¡Ánimo! —le dijeron—. ¡Levántate! Te llama.
Mar 10:51 Él, arrojando la capa, dio un salto y se acercó a Jesús.
Mar 10:52 —¿Qué quieres que haga por ti? —le preguntó. —Rabí, quiero ver —respondió el ciego.
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