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CBA LIBRO DE JUAN CAPÍTULO 3

CBA Evangelio de Juan capítulo 3

1. Nicodemo. 
[ Conversación con Nicodemo, Juan 3: 1-21. Ver mapa p. 207; diagrama p. 220.] Nombre griego que significa "vencedor del pueblo". En los días del NT muchos judíos habían adoptado nombres griegos. Los discípulos Andrés, Felipe, Dídimo y Alfeo tenían nombres tales. Nicodemo era rico, fariseo y miembro del consejo nacional, el sanedrín. 

La división en capítulos impide apreciar la relación que hay entre el relato del cap. 3 con los últimos versículos del cap. 2. La entrevista con Nicodemo ilustra la declaración del cap. 2: 25, que Jesús " "sabía lo que había en el hombre" " (ver com. cap. 3: 3). Reconoció en este dirigente a un sincero buscador de la verdad, uno a quien podía "fiar" , o confiar, un conocimiento más claro y más completo de su misión que a la mayoría de los hombres (cap. 2: 24). Nicodemo era una notable excepción del principio general presentado en cap. 2: 24-25. De esa manera, en el mismo comienzo de su ministerio público, Jesús ganó un amigo cuya influencia providencialmente torció los planes de los dirigentes que querían terminar prematuramente la misión de Cristo (ver cap. 7: 50-51; cf. cap. 19: 39; DTG 147, 424). 

2. Vino a Jesús. 
Esta visita se realizó en el monte de los Olivos (DTG 140; cf. pp. 636-637), quizá no mucho después de la primera limpieza del templo, registrada en el cap. 2: 13-17. Nicodemo había presenciado ese hecho dramático (DTG 140), y, sin duda, había oído a Jesús y había presenciado algunos de sus milagros (cap. 2: 23). Indudablemente compartía con otros judíos la esperanza de un Mesías político que libertaría a la nación del yugo romano (ver com. Luc. 4: 19); y tuvo que sentirse perplejo cuando Jesús le explicó la naturaleza espiritual de su reino. Nicodemo era cauteloso por naturaleza, y no se manifestó abiertamente como seguidor del humilde nazareno hasta después de la crucifixión (Juan 19: 39; cf. DTG 148). La semilla sembrada en esta ocasión cayó en terreno fértil y finalmente produjo una abundante cosecha. 

De noche. 
Conociendo la actitud que por lo general mostraban los dirigentes para con Jesús, Nicodemo consideró que no era sabio comprometer su reputación o posición haciendo saber que tomaba a Jesús en serio hasta el punto de buscar una entrevista personal con él. Esta precaución dio más peso a los esfuerzos de Nicodemo para desviar a los dirigentes de su propósito de arrestar a Jesús. 

Sabemos. 
Nicodemo estaba satisfecho con la evidencia de la aprobación divina manifiesta en las palabras de Jesús y en sus obras. Los otros dirigentes tuvieron las mismas oportunidades de observar y considerar la naturaleza de las credenciales de Jesús (cf. cap. 2: 18-20), y, sin duda, sabían tan bien como Nicodemo la conclusión a que se llegaba mediante esa evidencia; pero el orgullo y la perversidad de su corazón les impidieron reconocer su validez. En cambio, Nicodemo la reconoció. Fue uno de los "muchos" (cap. 2: 23) que "creyeron". 

De Dios. 
Estas palabras están en una posición enfática en griego. Con ellas Nicodemo reconoció que los milagros de Jesús constituían la prueba de una autoridad más que humana. 

Como maestro. 
Gr. didáskalos (ver com. cap. 1: 38), un título de respeto. Nicodemo mismo era "maestro" [ didáskalos ] "de Israel" (cap. 3: 10), y, sin embargo, estaba dispuesto a aceptar como su igual a Jesús- quien no tenía educación académica ni permiso oficial para enseñar-. La única explicación de esta visita es que comprendía en su corazón que Jesús era más que simplemente un maestro. Sin embargo, al principio su orgullo le impidió que revelara sus pensamientos más íntimos de que Jesús podía ser el Mesías. Pero cuando se compara su reacción con la de los otros dirigentes de la nación, es sorprendente hasta qué punto su ardiente deseo de conocer la verdad venció a su orgullo natural. 

Nadie. 
Los milagros o "señales" (cap. 2: 23) constituían una evidencia de poder divino que no se podía negar. En ocasiones posteriores, Jesús llamó la atención de los dirigentes judíos al significado de sus milagros para probar su misión divina (cap. 5: 36; 10: 38; cf. DTG 372; t. V, p. 199). 

Tu haces. 
El pronombre personal "tú" es enfático. Los milagros de Jesús eran diferentes de los de otros hombres; demostraban ser genuinos. 

Si no está Dios con él. 
Los milagros demostraban aprobación divina y reconocimiento divino. Nicodemo fue llevado por la evidencia hasta sus conclusiones lógicas. 

3. De cierto, de cierto. 
Ver com. cap. 1: 51. Jesús desdeñó la lisonja que se le brindaba, y dirigió su respuesta a la tácita súplica en procura de verdad, implícita en el hecho de que Nicodemo lo había buscado para una entrevista privada. 

De nuevo. 
"De lo alto" (BJ). Gr. ánthen que en otras partes en Juan significa "de arriba" (cap. 3: 31; 19: 11; etc.). Esta palabra puede usarse correctamente en ambos sentidos, y no es seguro qué significado quiso darle Jesús aquí. Es claro que Nicodemo la entendió en el sentido de "de nuevo" (vers. 4), pero quizá Jesús quiso decir "de lo alto", el sentido en que se usa ánthen después en el mismo capítulo (vers. 31). Con seguridad, el nacimiento al que Jesús se refiere aquí es un segundo nacimiento, pero no es una repetición del primer nacimiento como la traducción "de nuevo" podría implicar. 

De acuerdo con la teología judía, el haber nacido como hijo de Abrahán era casi una garantía de admisión en el reino celestial (cap. 8: 33). Pero a fin de ser salvos, los que no eran judíos debían convertirse en hijos de Abrahán por adopción. No le habría sorprendido a Nicodemo oír que Jesús afirmara que los que no eran judíos debían nacer "de nuevo" a fin de "ver el reino de Dios", pero la idea de que él, un respetable judío, estuviera fuera del círculo de la salvación, era un pensamiento nuevo e inquietante. Dos años y medio más tarde (cap. 8: 39), Jesús explícitamente declaró que pertenecer al linaje de Abrahán significa tener una semejanza moral y no una relación física. Comparar esto con las enseñanzas de Pablo sobre el mismo tema (Rom. 2: 28-29; 9: 6-7; 10: 12-13; Gál. 3: 9, 28-29; etc.). La conversión y el nacimiento son semejantes en que ambos señalan el comienzo de una nueva vida (ver com. Juan 1: 13; Rom. 6: 3-6; 2 Cor. 5: 17; cf. Efe. 4: 22. 24; Col. 3: 9-11). 

4. ¿Puede acaso entrar? 
Nicodemo sabía que Jesús no hablaba de volver a nacer físicamente, y su respuesta no implica que en realidad pensaba así. Tan sólo reconocía la imposibilidad. Pero la otra conclusión le pareció igualmente increíble: la idea de que él -judío piadoso- necesitara experimentar lo que mencionaba Jesús. Hizo frente a un dilema: no podía aceptar la primera alternativa y no estaba dispuesto a aceptar la otra. 

5. De agua y del Espíritu. 
Jesús ahora explica lo que significa nacer "de nuevo" (ver com. cap. 1: 12-13). La referencia al "agua" es una clara alusión al bautismo con agua que se administraba a los prosélitos judíos y que parece haber sido practicado por los esenios (pp. 64, 92). Además, durante muchos meses Juan había estado bautizando a sus compatriotas judíos en el río Jordán (Mat. 3: 5-6, 11). Sin embargo, los fariseos, que pretendían poseer un grado superior de justicia, rehusaban el bautismo (Luc.7: 30) porque Juan lo convertía en el símbolo del arrepentimiento (ver com. Mat. 3: 6). Sin duda, Nicodemo había escuchado a Juan y quizá había oído sus afirmaciones en cuanto al bautismo con agua (Juan 1: 26) y con el Espíritu Santo (vers. 33). Nicodemo anticipaba su entrada en el reino de Dios por haber nacido judío y ser piadoso, pero Jesús declaró que cualquier cosa que fuera inferior a una transformación completa de la vida mediante el poder del Espíritu Santo, era inadecuada. Ver com. Rom. 6: 3-6. 

Ser nacido "de agua y del Espíritu" equivale a ser "nacido de nuevo" , es decir, "de lo alto" (ver com. Juan 3: 3). Los que son nacidos de lo alto tienen a Dios como a su Padre y se le parecen en carácter (ver 1 Juan 3: 1-3; cf. Juan 8: 39, 44). Por la gracia de Dios, en adelante aspiran a vivir superando el pecado (Rom. 6: 12-16) y a no entregar su voluntad para cometer pecados (1 Juan 3: 9; 5: 18). 

6. Nacido de la carne. 
Es decir, por nacimiento natural (cap. 1: 13). El principio del mundo natural que todo ser viviente se reproduce "según su género" (Gén. 1: 21), también rige en el reino espiritual. En el NT "carne" y "espíritu" son antagónicos, y representan dos formas de vida opuestas y excluyentes. Cf. Rom. 6: 12-18. 

8. Viento. 
Gr. pnéuma , "espíritu", "aliento", "viento". Es obvio que aquí se aplica el último significado. 

Así es todo aquel 
A semejanza de viento, el nuevo nacimiento es invisible. El razonamiento de que el nuevo nacimiento es una ficción de la imaginación debido a que no se lo ve con los ojos de la carne, no tiene más validez que si se lo usara para negar la acción del viento porque éste no se ve. En cada caso, el juicio que se haga debe basarse en los efectos que se producen. 

11. Hablamos. 
En ese momento Jesús habló en plural quizá porque declaraba un principio general, que era cierto tanto para él como para Nicodemo. Lo que Nicodemo había dicho (vers. 9) demostraba que siendo "maestro de Israel" (vers. 10), no sabía mucho. Las afirmaciones y las preguntas de Nicodemo revelan lo que no sabía. Su conocimiento de la salvación sólo era teórico y se basaba en una falsa teoría. Si Nicodemo hubiese experimentado el nuevo nacimiento, no sólo lo hubiera comprendido él mismo, sino que hubiera podido hablar con inteligencia acerca de él a otros. Algunos sugieren que el plural que emplea Jesús se refiere a los miembros de la Deidad. 

No recibís. 
Si persistía en no entender de qué hablaba Jesús, Nicodemo iba a quedar clasificado con los perversos que "no le recibieron" (cap. 1: 11). 

12. Cosas terrenales. 
La distinción aquí entre "cosas terrenales" y "las celestiales" no es del todo clara. Quizá por "cosas terrenales" Jesús se refiere a los principios elementales de la salvación, tales como el nuevo nacimiento. Por contraste, "las celestiales" serían los misterios más profundos de Dios cuya comprensión quizá sólo podría haberse esperado de un maestro de Israel. Nicodemo todavía estaba luchando por comprender los principios elementales y le faltaba del todo la preparación para tratar verdades más profundas (cf. 1 Cor. 3: 1-2; Heb. 5: 12-14). 

13. Nadie. 
Nadie puede hablar con autoridad acerca de las "cosas celestiales" a menos que haya estado en el cielo (cf. vers. 11). Sólo por revelación los hombres pueden discernir los secretos del cielo, nunca especulando en cuanto a ellos. 

Subió al cielo. 
Es decir, ningún ser humano ha ido al cielo para conocer las "cosas celestiales" (vers. 12). Sólo el Hijo del hombre, que descendió del cielo, ha estado allí y sólo él puede revelarlas. No se hace referencia aquí a la ascensión de Cristo al cielo después de la resurrección. 

Hijo del Hombre. 
El título característico que Jesús usa para sí mismo. Su empleo aquí prueba que Jesús todavía está hablando. Ver com. Mar. 2: 10. 

Que está en el cielo. 
La evidencia textual se inclina (cf. p. 147) por la omisión de esta frase. Si no se la elimina, se refiere a la existencia atemporal de Jesús en el ciclo, su morada permanente. Sin embargo, es posible que la frase fuera añadida por un escriba posterior, y, por lo tanto, en un tiempo cuando Jesús una vez más estaba "en el cielo". 

14. Así. 
En el desierto, la mirada ferviente de la fe provocó sanidad. Así también la fe en el infinito sacrificio del Calvario proporciona el sanamiento de la plaga del pecado. En su último día de enseñanza en el templo, Jesús declaró: " "Yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo" " (cap. 12: 32). En Juan, la expresión "levantado" siempre se refiere a la crucifixión (cap. 8: 28; 12: 34; etc.). El registro evangélico no da ningún otro ejemplo, durante este período inicial del ministerio de Cristo, en el cual él revelara la profunda verdad que aquí dijo a Nicodemo. Cuando vio a Jesús que pendía de la cruz, Nicodemo debe haber recordado vívidamente la figura de Moisés levantando la serpiente en el desierto, y las palabras de Jesús en cuanto a que sería "levantado". Este suceso, que destruyó las esperanzas de los discípulos, convenció a Nicodemo de la divinidad del Hijo de Dios (DTG 721-722). En los sinópticos, sólo Mateo (cap. 20: 19) cita a Jesús cuando predijo su muerte en la cruz. 

Es necesario que. 
Cada vez que Jesús usa estas palabras refiriéndose a sí mismo (cap. 9: 4; 10: 16; 12: 34; cf. cap. 20: 9), afirma que el cielo estimó que era necesario que él viniera a esta tierra para cumplir el plan de salvación. Ver com. Luc. 2: 49. 

La mayoría de los comentadores sostienen que las palabras de Jesús terminan con el vers. 15, y que comenzando con el vers. 16 se presenta el comentario del evangelista. 

16. Amó Dios. 
La palabra castellana "amor" es muy inadecuada para expresar la profundidad del solícito interés que expresan las palabras griegas agáp , "amor" y " agapáÇ , " "amar" (ver com. Mat. 5: 43). El amor es el atributo resaltante del Creador respecto a sus criaturas. Es la fuerza predominante en el gobierno divino. "Dios es amor" (1 Juan 4: 8). 

Juan se refiere a sí mismo como "aquel discípulo a quien Jesús amaba" " (cap. 21: 7; cf. cap. 13: 23; 19: 26; 20: 2; 21: 20), es decir, el que era más amado. Sencillamente, la razón era que Juan -más que cualquiera de los otros discípulos- se sometió a la influencia de la perfecta vida de Jesús y finalmente llegó a comprender y reflejar la perfección de esa vida más plenamente que ellos (ver pp. 869-870). Juan estaba mejor preparado que los otros discípulos para apreciar la magnitud del amor divino y para explicarlo a sus prójimos. Esto intenta hacerlo en cap. 3: 16: " " De tal manera amó Dios" " , y en 1 Juan 3: 1 exclama otra vez: "Mirad, cuál amor nos ha dado el Padre" . Le faltaban palabras para expresar la profundidad de ese amor eterno e inmutable, y Juan sencillamente invita a los hombres para que lo "miren" o "contemplen". La expresión suprema del amor divino es la dádiva que hizo el Padre al entregar a su propio Hijo (Juan 3: 16), mediante el cual se hace posible que seamos "llamados hijos de Dios" " (1 Juan 3: 1). " "Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos" " (Juan 15: 13). 

Al mundo. 
Gr. kósmos , el mundo como una entidad creada y organizada (ver com. Mat. 4: 8). El amor de Dios abarca a toda la humanidad, pero beneficia directamente sólo a los que responden a ese amor (ver com. Juan 1: 12). El amor requiere reciprocidad para ser plenamente efectivo. Pero es significativo que el amor de Dios abarque tanto a los que lo rechazan como a los que lo aceptan. Ninguno de los perdidos puede acusar a Dios de que no lo ama. Afirmar que Dios ha predestinado a algunas personas para que se pierdan -sin tomar en cuenta la propia elección de ellas en ese asunto- es como decir que las aborrece. Es tildarlo de injusto y hacerlo responsable por el destino de ellas. Ver Rom. 5: 8; 2 Cor. 5: 19; com. Juan 3: 17-20. 

Que ha dado. 
El amor es genuino sólo cuando está en acción. El amor de Dios por los pecadores lo indujo a dar todo lo que tenía por la salvación de ellos (ver Rom. 5: 8). La esencia del amor es sacrificar el yo en favor de otros; el egoísmo es la antítesis del amor. 

Todo aquel. 
No hay límites para el amor de Dios. No hay nadie a quien él arbitrariamente le rehúse los beneficios de la gracia salvadora. Sólo hay una condición: creer en Cristo y cooperar voluntariamente con él. Ver com. cap. 1: 12. La bondad de Dios es la que induce a los hombres al arrepentimiento (Rom. 2: 4). Es la luz del sol de su amor la que enternece los corazones endurecidos, rescata a los perdidos y convierte a los pecadores en santos. 

Se pierda. 
"Perezca" (BJ). Gr. apóllumi , "destruir completamente", "raer", "desvanecer en la nada". " "La paga del pecado es muerte" " (Rom. 6: 23). Lo opuesto de la "vida eterna" no es un sufrimiento eterno, sino aniquilación eterna, muerte eterna. El pecado tiene en sí mismo las semillas de la disolución. El resultado es la muerte, no simplemente porque Dios lo quiera, sino porque el pecador ha elegido separarse de Dios, la fuente de la vida. 

Vida eterna. 
Gr. z Ǎ ai Ç nios . En Juan, el adjetivo aionios , "eterno", sólo aparece con la palabra zoe, "vida" (cap. 3: 15-16, 36; 4: 14, 36; 5: 24, 39; 6: 27, 40, 47, 54, 68; 10: 28; 12: 25, 50; 17: 2-3). En cuanto al significado de zǍ, ver com. cap. 1: 4, y de aiÇnios , ver com. Mat. 25: 41. El texto griego de Juan 3: 16 dice literalmente: "pueda proseguir teniendo vida eterna". "Vida eterna" es vida que dura para siempre, vida que no tiene fin. Se hace posible únicamente mediante una conexión ininterrumpida con la Fuente de toda vida. 

En 1 Juan 5: 11 el evangelista destaca el hecho de que Dios "nos ha dado vida eterna [ zÇ'aiÇnios ]". El don de la vida eterna se concretó 908 cuando Dios dio el inefable don de su único Hijo. El cristiano sincero tiene el privilegio de regocijarse en que tiene "vida eterna" ahora , como una dádiva de Dios y "esta vida está en su Hijo" (1 Juan 5: 11; cf. cap. 3: 2). " "El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida" " (1 Juan 5: 12). La posesión de la vida eterna depende de que Cristo habite por fe en el corazón. El que cree tiene vida eterna y "ha pasado de muerte a vida" (ver com. Juan 5: 24-25; 6: 54; 8: 51). 

17. Envió Dios. 
Equivalente a "Dios... ha dado" (Juan 3: 16; cf. Mat. 15: 24; Mar. 9: 37; Luc. 4: 18, 43). Juan aquí no se preocupa por la relación teológico entre Aquel que es enviado y Aquel que lo envió, sino más bien por el propósito para el que fue enviado (ver com. Mat. 1: 23). El que Cristo fuera enviado no implica superioridad del que lo envió ni inferioridad del enviado. Durante toda la eternidad pasada Cristo " "era igual a Dios" (Ev 446; ver com. Juan 1: 1). 

Para condenar al mundo. 
Juan se apresura a explicar (vers. 18-19) que los que no creen en el Hijo ya han sido condenados, sencillamente porque rehusaron creer. El propósito de Dios al enviar a su Hijo al mundo es salvar al mundo. Si debido a la venida del Salvador algunos hombres incurren en condenación, no se puede atribuir la culpa a Dios. La condenación no resulta de la venida de la Luz verdadera (ver com. cap. 1: 4-9) sino de que los hombres deliberadamente se apartaron de la luz porque prefirieron las tinieblas. Los judíos pensaban que el Mesías vendría como un Juez para condenar a los descreídos (ver com. Luc. 4: 19), y que los ángeles se regocijarían por la destrucción de los perdidos (ver com. cap. 15: 7). Pero Cristo no vino a condenar al mundo, como lo merecía, sino a salvarlo (cf. DTG 16). 

Por él. 
Ver com. Mat. 1: 21; Luc. 19: 10. Dios quiere que todos los hombres sean salvados, y mediante la gran dádiva de su Hijo dispuso su salvación. Pero la voluntad de Dios debe ser confirmada por la voluntad de cada uno individualmente a fin de que pueda ser efectiva. La salvación sólo es para los que creen y reciben a Cristo (ver com. Juan 1: 12; 3: 16). 

18. Ya ha sido condenado. 
Así como los que creen en Cristo son justificados en virtud de su fe en él, así también los que no creen automáticamente son condenados debido a su falta de fe. Nunca fue la voluntad del Padre que algunos rechazaran a Cristo, y los que lo hacen traen así condenación sobre sí mismos. La ausencia de fe salvadora es la que provoca la condenación. "Todo lo que no proviene de fe, es pecado" (Rom. 14: 23). El propósito de la venida del Salvador al mundo no fue traer condenación; pero para los incrédulos es un resultado inevitable de su venida. Dios ha predeterminado que los que creen sean salvos y que los que no creen se pierdan; pero ha dejado con cada ser humano la facultad de elegir el creer o no creer. En este sentido, el caso de cada creyente y de cada incrédulo, de cada santo y de cada pecador fue decidido cuando se determinó el plan de salvación, pero se dejó con cada individuo la facultad de elegir ser santo o pecador. Esta es la predestinación bíblica. En el juicio final, se pronunciará una sentencia sobre los hombres individualmente, así como hace mucho se pronunció sobre ellos una sentencia colectiva. Ver com. Juan 3: 19; 5: 29; Efe. 1: 3-12. 

19. La luz vino. 
Ver com. cap. 1: 4-5, 9. Juan explica cómo viene la condenación sobre los hombres. No es porque Dios quiera que los hombres se pierdan (ver com. cap. 3: 18), sino porque algunos han preferido las tinieblas a la luz. La sentencia no es arbitraria, sino el resultado inevitable de la ley que estipula que "la paga del pecado es muerte" (Rom. 6: 23). La suerte de cada hombre queda sellada por la forma en que reacciona ante la luz. Mientras los hombres permanecen sin la luz, no hay condenación (Sal. 87: 4, 6; Eze. 3: 18-21; 18: 2-32; 33: 12-20; Luc. 23: 34; Juan 15: 22; Rom. 7: 7-9; 1 Tim. 1: 13), pero cuando la luz de la verdad brilla en sus corazones, "no tienen excusa por su pecado" " (Juan 15: 22). Los que no están dispuestos a renunciar a sus malos caminos prefieren las tinieblas, y al hacerlo, se enceguecen a sí mismos frente a la luz (2 Cor. 4: 4). Por otro lado, Jesús ha prometido que el que elige seguirle "no andará en tinieblas" (Juan 8: 12) y que nadie lo "arrebatará" de su mano (cap. 10: 28). 

20. Aborrece la luz. 
Sólo el que aborrece la luz será cegado por el maligno (ver com. vers. 19). Rehúye la luz por la misma razón por la que un ladrón rehúye a un policía. 

21. Practica la verdad. 
Es decir, fervientemente anhela que los principios de la verdad actúen más plenamente en su vida. Una persona tal, al igual que Pablo, reconoce que en ella "no mora el bien" (Rom. 7: 18) y que el mérito de una vida victoriosa pertenece a Dios, quien ha hecho eso posible por medio de Jesucristo (Rom. 8: 1-4; 1 Cor. 15: 57; Gál. 2: 20; ver com. Mat. 5: 48). 

22. Después de esto. 
[ Ministerio en Judea, Juan 3: 22-36. Ver mapa p. 211; diagramas pp. 219-220.] Gr. metá taúta , una frase común para indicar un cambio (cf. cap. 5: 1; 6: 1; 7: 1). "Esto" , los sucesos (cap. 2: 13 a 3: 21), acontecieron en la pascua de 28 d. C. o poco después. 

A la tierra de Judea. 
Los acontecimientos (cap. 2: 13 a 3: 21) ocurrieron en Jerusalén o en sus proximidades. Desde Jerusalén, Jesús ahora extendió su ministerio a los pueblos y aldeas de Judea, donde trabajó por un período de unos ocho meses, más o menos desde abril a diciembre del año 28 d. C. (ver diagramas pp. 219-220; Nota Adicional com. Luc. 4). Excepto el breve relato de Juan 3: 22-36, el registro evangélico no consigna los detalles de este período del ministerio de nuestro Señor. Jesús dedicó la fase inicial de su ministerio público a Jerusalén y Judea, con el propósito específico de dar una oportunidad a los dirigentes para que fueran testigos de las pruebas de su misión divina, para que lo aceptaran como el Mesías y para que guiaran a la nación en el cumplimiento de la tarea divinamente ordenada para ella (DTG 198; ver t. IV, pp. 28-32). Pero, a pesar del éxito aparente, los comienzos del ministerio en Judea carecieron mayormente de resultados prácticos (DTG 165, 211). En realidad, más conversiones verdaderas ocurrieron en el día de Pentecostés que en todo el ministerio terrenal de Cristo (ver Material Suplementario de EGW com. Hech. 2: 1-4, 14, 41). La gran popularidad de Jesús (Juan 3: 26) despertó los celos de los discípulos de Juan a favor de su maestro, quien simultáneamente predicaba y bautizaba en la misma región. Por eso, transitoriamente, en torno del mes de diciembre, Jesús regresó a Galilea (cap. 4: 1-3). Volvió a Jerusalén para la pascua de 29 d. C., cuando terminó su primer ministerio en Judea y se dedicó a su obra en Galilea (ver Nota Adicional com. Luc. 4; diagrama 219; com. Mat. 4: 12; Luc. 4: 16). 

Estuvo. . . bautizaba. 
Los verbos griegos indican un ministerio prolongado. Al bautizar, Jesús dio su aprobación al ministerio de su precursor, pero no bautizaba en realidad sino bautizaban sus discípulos (cap. 4: 2). Al igual que Juan, sin duda Jesús eligió lugares donde hubiera "muchas aguas" (cap. 3: 23). Acerca del rito mismo del bautismo, ver com. Mat. 3: 6. 

23. Juan bautizaba también. 
El ministerio de Juan continuó a lo menos hasta después del tiempo del retiro transitorio de Jesús de Judea, en torno del mes de diciembre. Fue arrestado y encarcelado entre ese tiempo y la pascua siguiente (ver Nota Adicional com. Luc. 4; diagrama p. 219; com. Luc. 3: 19-20). 

Enón, junto a Salim. 
No se conoce con certeza la ubicación de estos antiguos lugares. Según W. F Albright, la identificación más probable corresponde con la aldea de Ainun, a unos kilómetros al noreste de Nablús (Siquem) ( Studies in Honor of C. H. Dodd, "The Background of the New Testament and Its Eschatology", p. 159). Esta aldea está cerca de las cabeceras del Wadi Farah, donde hay numerosas vertientes. El lugar tradicional, ubicado por San Jerónimo, como a 12 km al sur de Escitópolis (Bet-sán), está cerca del río Jordán, donde parecería innecesario que Juan destacara que allí había "muchas aguas". Esta descripción sólo tendría significado para una localidad comparativamente poco conocida, donde la posible falta de una abundante provisión de agua podría levantar la duda en cuanto a cómo podía bautizarse allí. Ver mapa frente a la p. 353. 

Muchas aguas. 
Este detalle sugiere el bautismo por inmersión, la única forma del rito en la cual hubieran sido indispensables "muchas aguas". " Ver com. Mat. 3: 6; Rom. 6: 3-6. 

24. Encarcelado. 
Juan estuvo encarcelado aproximadamente un año, más o menos desde el tiempo de la pascua de 29 d. C. hasta el mismo tiempo del año siguiente (ver com. Luc. 3: 19-20). 

25. Hubo discusión. 
Aunque por temor a la gente (Mat. 21: 26) las autoridades judías eludieron un ataque directo contra Juan, en formas menos llamativas procuraron estorbar su obra. El bautismo era el centro de la predicación de Juan (Mar. 1: 4; Luc. 3: 3) como un 910 símbolo de arrepentimiento y de limpieza del pecado. Los judíos bautizaban a los gentiles conversos para su purificación ceremonial. (ver com. Juan 3: 3-5). Pero Juan requería que los judíos aceptaran el rito, pues lo convirtió en una señal de arrepentimiento y de haberse apartado de una vida de pecado. Es cierto que los esenios practicaban el bautismo dándole un significado algo parecido al de Juan (ver pp. 64, 92), pero eran pocos en número y tenían poca influencia en la vida y el pensamiento de la nación. 

26. Todos vienen a él. 
La predicación de Juan había recibido tal aprobación popular, que los escribas y fariseos estaban celosos de él (ver com. cap. 1: 19-25). Pero aquí estaba un Maestro aun más popular que Juan. Los discípulos de Juan se resintieron por el aparente éxito de Jesús y sintieron celos por su maestro (cf. Mar. 9: 38). Creían que como el bautismo de Juan les era característico (ver com. Juan 3: 25), Jesús y otros que no estaban directamente relacionados con Juan y con ellos, no tenían derecho a administrar el rito en la forma y para los propósitos con que lo hacía Juan. 

27. No puede el hombre recibir. 
Juan reconocía que su éxito había, provenido del cielo, y confirmaba su creencia en que el éxito mayor que acompañaba los trabajos de Jesús también debía provenir del cielo. En ambos casos la iniciativa estaba con Dios, ¿y qué derecho tenían los hombres para desafiar los actos de Dios? Juan estaba seguro de que cumplía una misión divina y desde el principio había predicho la venida de Uno aun mayor que él (cap. 1: 26-27). ¿Por qué habría de resentirse por el cumplimiento de su propia predicción? 

La completa humildad y la sumisión abnegada de Juan son rasgos característicos del verdadero seguidor de Cristo. Juan pudo decir: "Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe" " (cap. 3: 30) sólo porque claramente entendió su relación con el Mesías y porque lo había transformado el toque del amor divino (DTG 151). En vano el orgullo y los celos atacaron su ecuanimidad intelectual y emotiva. 

29. El que tiene la esposa. 
La relación de Dios con su pueblo se compara con frecuencia con la del esposo y la esposa (Isa. 54: 5; Jer. 2: 2; 3: 20; Eze. 16: 8; 23: 4; Ose. 2: 19-20; 2 Cor. 11: 2; Efe. 5: 25-27; etc.). Parecía que ahora Jesús se estaba ganando al pueblo de Israel. 

El amigo del esposo. 
El "amigo del esposo" era el intermediario que hacía arreglos entre la familia del novio y la de la novia. Se complacía cuando la transacción culminaba con felicidad. Juan había cumplido el papel que le correspondía de exhortar a Israel para que aceptara a su Señor y Maestro espiritual, y ahora se regocijaba ante el indudable éxito de Aquel para quien había trabajado. Su "gozo" así se había "cumplido". " Ver com. Mar. 2: 19. 

Está a su lado y le oye. 
Quizá Juan habla del amigo del novio como si estuviera atento por saber los deseos de éste para realizarlos. O quizá Juan se refiera al momento cuando el novio saluda a su novia por primera vez, cara a cara, y el amigo del novio se regocija ante la exitosa terminación de su tarea. Así también Juan no podía lamentarse porque los hombres fueran atraídos a Cristo. En realidad así se realizaban sus más acariciadas esperanzas. 

30. Es necesario que él crezca. 
Ver com. vers. 27, 29. Juan declara que no podía ser de otra manera. Estas son casi las últimas palabras de Juan que se registran antes de su encarcelamiento. Con seguridad, nunca se han pronunciado palabras más llenas de humildad, de sumisión y de abnegación que las de Juan en esta ocasión. Cuando estaba en la plenitud de su vida y de su ministerio, se lo llama a retirarse y a dejar su lugar a otros. Ciertamente, " "entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista" " (Mat. 11: 11). 

31. De arriba. 
Gr. ánÇthen (ver com. vers 3). Cristo vino "de arriba" para que los hombres pudieran nacer "de arriba". Juan declara que, debido a que Cristo vino "de arriba", es correcto y propio -en realidad, necesario- que él . esté "sobre todos" los de origen terrenal. 

Cosas terrenales habla. 
Juan era "de la tierra" y hablaba como hombre. Jesús era "de arriba" y hablaba con sabiduría "de arriba". No es de extrañarse que la gente se volviera de Juan a Jesús, de lo menor a lo mayor. 

Es sobre todos. 
Aunque esta frase no aparece por segunda vez en el vers. 31 en algunos MSS, la evidencia textual se inclina por retenerla (cf. p. 147). Si se omitieran estas palabras, el vers. 31 se combinaría con el vers. 32 de esta manera: "El que viene del cielo, lo que vio y oyó, esto testifica". Al retener esa expresión, se hace notar que Juan admite que Cristo es infinitamente mayor que él; en realidad, que todos los hombres, y que Juan rehúsa considerarse a sí mismo como rival de Jesús. 

32. Lo que vio y oyó. 
Es decir, lo que Cristo ha visto y oído del carácter y de la voluntad del Padre (ver com. vers. 11: 13). Juan siempre recuerda a sus lectores que el testimonio de Jesús acerca de las cosas celestiales se originó con el Padre (cap. 8: 40; 15: 15; etc.). 

Nadie recibe. 
Una hipérbole que hace resaltar cuán pocos de la multitud que seguía a Jesús en verdad lo aceptaron como al Enviado de Dios (cf. cap. 1: 11; 2: 24). Es evidente, sin embargo, que algunos recibieron el testimonio de Jesús y lo creyeron (cap. 3: 33; cf. cap. 1: 11-12). 

33. El que recibe. 
Ver com. cap. 1: 12. Algunos hombres se destacan como excepciones notables a la declaración general del versículo precedente. 

Este atestigua. 
"Ha puesto su sello a esto" (VM). Colocando su sello personal en un documento, una persona atestigua de su exactitud y validez, añadiendo así su testimonio personal a la declaración del documento mismo. Al recibir a Jesús como al Cristo, un hombre expresa su convicción de que el mensaje de Dios acerca de Jesús "es veraz". 

Que Dios es veraz. 
Es decir, que el mensaje de Dios acerca de Jesús como el Cristo es veraz. La expresión negativa de esta misma verdad se ve en 1 Juan 5: 10. 

34. El que Dios envió. 
Es decir, el Cristo (ver com. cap. 1: 14; 3: 31). En cuanto al sentido en que el Padre envió a su hijo a esta tierra, ver com. vers. 17. Jesús no vino en su propio nombre ni hablando sus propias palabras, sino en el nombre del Padre y hablando las palabras del Padre (cf. cap. 5: 19, 30; etc.). 

Por medida. 
Es decir, escasamente. Juan declara que la razón por la cual el ministerio de Jesús ha sido tan exitoso es el hecho de que él vino "de arriba" (vers. 31), y que viviendo aquí como un hombre entre los hombres había sido lleno del Espíritu Santo. Juan no podía pretender que tenía esas cualidades en el mismo grado en que Jesús las poseía, y, por lo tanto, Jesús es infinitamente superior a Juan. En el mejor de los casos, Juan sólo podía conocer "en parte" y profetizar en parte" (1 Cor. 13: 9). Como Ser divino, Jesús no tenía la menor necesidad de que le fuera dado el Espíritu Santo; pero como ser humano todo lo que tenía lo había recibido del Padre. 

35. Ama al Hijo. 
Así como lo confirmó la voz del cielo en su bautismo (ver com. Mat. 3: 17). Antes de que viniera a esta tierra, el Padre y el Hijo estaban juntos como iguales en una comunión eterna (ver com. Juan 1: 1). Pero Juan aquí hablaba del amor del Padre por su Hijo que se había encarnado, cuando vivió en la tierra como un hombre entre los hombres. El amor infinito que existió entre el Padre y el Hijo a través de toda la eternidad en ninguna forma había sido menoscabado por la encarnación. 

Todas las cosas ha entregado. 
Aun como hombre entre los hombres, Jesús tiene plena autoridad para actuar en el nombre del Padre. Cf. Juan 5: 22, 26-27; 13: 3; 17: 2, 24; etc.; ver com. Mat. 11: 27; 28: 18. 

36. El que cree. 
Literalmente "el que sigue creyendo". Estar una vez "amparado por la gracia" no es suficiente; el hombre debe permanecer "en la gracia", si ha de entrar en el reino. La condición en que un hombre se halla ante el Padre es determinada por la condición en que se encuentra ante el Hijo. Ver com. cap. 1: 12; 3: 15-16. 

Rehúsa creer. 
Gr. apeithéÇ , literalmente "ser desobediente" , como en 1 Ped. 2: 7-8. Sin embargo, apeithé se refiere a un estado de rebelión mental y de la voluntad, y no a actos manifiestos de desobediencia. Cf. Efe. 5: 6 donde la forma del sustantivo de la misma palabra se traduce "desobediencia". El estado de la mente determina el curso de la vida. Cf. Juan 3: 18. 

No verá la vida. 
Es decir, no participará de la vida eterna (ver vers. 16; com. vers. 3). Un hombre no puede rechazar a Cristo y esperar que el Padre le dará la vida eterna. 

La ira de Dios. 
Ver com. Rom. 1: 18. En cuanto a la palabra traducida "ira" y usada con referencia a Cristo, ver com. Mar. 3: 5. "La ira de Dios" recae contra todo pecado. Dios ha proporcionado un camino por el cual los hombres pueden escapar de las garras del pecado, pero si rehúsan apartarse de él, inevitablemente participarán de la suerte del pecado y serán destruidos con él. 

CBA T5

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