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CBA LIBRO DE JUAN CAPÍTULO 5

CBA Evangelio de Juan Capítulo 5

1. Después de estas cosas.
[ Segunda pascua: El inválido de Betesda, Juan 5: 1-15. Ver mapa p. 207; diagrama p. 219; acerca de los milagros pp. 198-203.] La misma frase, o su equivalente, se usa en el comienzo de los cap. 6 y 7 (ver com. cap. 6: 1).

Una fiesta.
Si bien unos pocos MSS dicen "la fiesta", como si fuera una fiesta específica, la evidencia textual tiende a confirmar (cf. p. 147) el texto "tina fiesta".

Desde tiempos antiguos los comentadores han estado divididos acerca de la identidad de esta fiesta. La opinión de los padres de la iglesia está dividida entre la pascua y el Pentecostés, y un manuscrito del siglo IX, de este Evangelio, ahora en Oxford, llega aun a insertar "fiesta de los ázimos" en vez de "fiesta de los judíos", identificando así esta fiesta como la pascua. Pero otro manuscrito posterior presenta una tentativa diferente de identificación al insertar las palabras "los tabernáculos" después de "judíos". Algunos comentadores modernos creen que se trataba de la fiesta de la dedicación, y muchos otros sostienen que esta fiesta debe identificarse con Purim. De modo que casi cada fiesta del año religioso judío ha tenido su defensor.

Aunque debe admitirse que no se puede dar respuesta final al problema, hay ciertas evidencias que pueden tomarse en cuenta para llegar a una conclusión provisoria. En el capítulo anterior (cap. 4: 35), Jesús declaró que quedaban cuatro meses hasta la siega. Puesto que la cosecha de los cereales en Palestina se llevaba a cabo en abril y mayo, los sucesos del cap. 4 parecerían haber ocurrido en diciembre o enero. En ese mismo tiempo se celebraba la fiesta de la dedicación (también conocida como Hanuca) en todas las sinagogas de palestina. Sin embargo, es dudoso que ésta sea la fiesta a la que se hace referencia aquí, no sólo porque no era una de las fiestas que los judíos celebraban regularmente en Jerusalén (Exo. 23: 14; Deut. 16: 16), sino también porque correspondía con el invierno (Juan 10: 22), un tiempo cuando difícilmente los enfermos habrían estado en los pórticos que rodeaban el estanque de Betesda. La fiesta siguiente era Purim, que acontecía en la mitad del último mes del año judío, cerca del primero de marzo. Aunque para entonces la temperatura habría sido más benigna, todavía es dudoso que Purim fuera la fiesta a que se hace referencia aquí porque -al igual que la fiesta de la dedicación- no era una de las grandes festividades cuando por lo general los judíos iban a Jerusalén.

Las otras tres fiestas con las cuales se ha identificado la del cap. 5: 1 -la pascua, Pentecostés y de los tabernáculos- todas se celebraban en Jerusalén y correspondían con períodos generalmente de un tiempo agradable. De estas tres, parecería que la pascua es la que más se puede identificar con la de este pasaje. Ya la identificó así Ireneo en el siglo II ( Contra herejías ii. 22. 3). La misma expresión, "fiesta de los judíos" se usa para la pascua en cap. 6: 4, y la fiesta del cap. 5: 1 es la primera fiesta después del cap. 4: 35 a la cual Jesús, al igual que los judíos en general, habría "subido" "a Jerusalén". Ver pp. 183-184; diagrama 5, p. 219; com. Mat. 20: 17.

Este milagro, que dio lugar a una acusación contra Jesús ante el sanedrín (ver com. vers. 16-18), señala la terminación del ministerio en Judea. Posiblemente era entonces la pascua del año 29 d. C. (ver p. 183; diagrama 5, p. 219; Nota Adicional com. Luc. 4), un año después de la primera limpieza del templo (ver com. Juan 2: 13). De modo que el ministerio en Judea abarcó más o menos un año, habiéndose interrumpido transitoriamente por el retiro a Galilea (cap. 4: 1-3).

2. Puerta de las ovejas.
Gr. probatik' , un adjetivo que se refiere a algo relacionado con ovejas. Los intérpretes difieren en cuanto a si aquí debiera entenderse "mercado de ovejas" (KJV), "estanque de ovejas" , o "puerta de ovejas" (RVR, BJ). Todas estas interpretaciones son posibles. Se desconoce el lugar del "mercado de ovejas" y tampoco se sabe de ningún estanque de ovejas; en cambio se conoce la "puerta de las ovejas" (Neh. 3: 1; 12: 39). Si bien esta tercera interpretación pareciera ser la más acertada, no hay cómo probar a qué se refiere el adjetivo probatik' .

Estanque.
Aunque se ha debatido la ubicación de este estanque, por lo general se lo identifica con un estanque doble que está ligeramente al noroeste de la iglesia de Santa Ana, al norte de la Vía Dolorosa. Orígenes, que escribió en el siglo III, describió este estanque como que hubiera estado rodeado por cuatro pórticos, y añadió que un quinto lo dividía en dos partes. Esto corresponde con la descripción de Juan. El estanque que se ve hoy está bastante más abajo del nivel de la superficie del terreno, pues con el correr de los siglos se han acumulado escombros sobre los cuales se ha construido nuevos edificios. Se ven claramente varios arcos.

Betesda.
"Bezatá" (BJ). El nombre de este lugar aparece escrito en diferentes formas en varios manuscritos: B'thesda, B'thzatha , Belzetha y B'thsaida , y la evidencia textual en favor de cada una de estas variantes no deja de tener su importancia. Sin embargo, la evidencia textual sugiere el texto Bethzathá . El sector nororiental de la ciudad, donde parece que estuvo ubicado este estanque (ver el com. de "Estanque"), se llamaba Bezetha (Josefo, Guerra ii. 19. 4; v. 4. 2), y podría haber una relación linguística entre los dos nombres.

El nombre Betesda podría provenir del arameo (aquí llamado "hebreo", como en otros lugares de Juan; cap. 19: 13, 17) beth jesda', "casa de misericordia". Por otra parte, podría derivar de beth 'esda , "casa del derramamiento". En los documentos de Qumrán se menciona Beth 'esdatáyin , "casa de dos derramamientos", como nombre de un estanque cerca del templo.

3. Esperaban el movimiento del agua.
La evidencia textual tiende a confirmar la omisión de esta frase y de todo el vers. 4. Esta explicación parece haberse añadido posteriormente para explicar la expectativa descrita en el vers. 7. Al parecer, la tradición era que un ángel causaba el movimiento de las aguas (cf. DTG 171). Así lo consigna Tertuliano a principios del siglo III. La agitación del agua era real (cf. DTG 172) y puede fácilmente explicarse como fenómeno natural. Varias de las fuentes de Jerusalén son intermitentes; es decir, el agua sale en gran caudal por unos momentos y luego cesa. Si el estanque de Betesda era surtido por una de estas fuentes, la presión del agua podría fácilmente agitar la calma del estanque.

Junto a este estanque de Betesda los más fuertes atropellaban a los más débiles en su ansiedad por llegar al agua cuando se agitaba, y más de uno moría en vez de encontrar la salud (DGT 171-172, 176). Mientras más egoísta, más determinado y más fuerte fuera un hombre, era más probable que llegara primero al estanque para ser curado. Era muy improbable que los más necesitados se beneficiaran, por lo que Jesús eligió el caso peor. El primero en llegar al estanque cada vez que se agitaba el agua aparentemente se sanaba; pero los dones de Dios son igualmente para todos los que están en condiciones de recibirlos. Además, la curación se efectuaba sólo periódicamente. Los principios implícitos en este registro de esas "curaciones" en el estanque parecen extrañamente diferentes de los principios mediante los cuales Jesús efectuaba sus milagros (ver pp. 198-199).

5. Treinta y ocho años.
Esta declaración es un testimonio importante en cuanto a la naturaleza verdaderamente milagrosa de la curación efectuado por Jesús, pues elimina cualquier posibilidad de que el hombre pudiera haber estado sufriendo de una invalidez transitoria. En Luc. 13: 11 y Hech. 4: 22 hay declaraciones similares referentes a otros milagros. Este inválido estaba solo, sin amigos, sin esperanza, tullido por la parálisis (DTG 171-172). Su caso era el peor de todos los que estaban reunidos al borde del estanque (DTG 176).

6. ¿Quieres?
La pregunta de Jesús era retórica, pues era evidente que el hombre deseaba liberarse de su enfermedad; pero sirvió para llamar inmediatamente la atención del doliente hacia Jesús y al problema del remedio de su aflicción.

7. No tengo quien.
"No tengo a nadie" (BJ). La patética respuesta del afligido pone de manifiesto una historia de miseria física, de haber sido abandonado por sus amigos y de reiterados motivos de esperanza, seguidos cada vez por amargos chascos. En este punto del relato, su esperanza todavía radicaba en el estanque que se suponía que era milagroso. Es evidente que todavía no se le había ocurrido que Jesús podía sanarlo por otros medios.

8. Levántate.
Estas palabras de Jesús son sorprendentemente similares a las de Mar. 2: 11. Su concisión y precisión deben haber inspirado confianza al Enfermo (DTG 171-172). Es evidente que Jesús no trató de refutar la superstición acerca del estanque ni puso en duda las causas de la enfermedad del hombre, sino que mediante un enfoque positivo le ordenó que demostrara su fe. Ver en la p. 199 las condiciones impuestas por Jesús al realizar sus milagros.

9. Al instante.
Juan usa esta expresión mucho menos frecuentemente que Marcos (ver com. Mar. 1: 10), y aquí establece un agudo contraste con los "treinta y ocho años" durante los cuales había estado enfermo el hombre.

Anduvo.
"Se puso a andar" (BJ). El griego emplea el pretérito imperfecto, "andaba", para señalar continuidad. El enfermo anduvo y siguió andando. Físicamente entró en una nueva forma de vida.

Día de reposo.
Este es el primero de los siete milagros que se registra que fueron realizados en sábado (ver los milagros 3, 5-6, 9, 27-29 en la lista de las pp. 210-213). Ahora, por primera vez, Jesús desafió abiertamente los reglamentos sabáticos de los rabinos (ver com. Mar. 1: 22; 2: 23-28; 7: 6-13). La importancia que daba a esta cuestión queda demostrada porque hizo el milagro cuando la ciudad estaba llena de visitantes que habían venido para la fiesta, y porque destacó su repudio a esas tradiciones al realizar un milagro y darle publicidad haciendo que el hombre llevara su lecho (ver com. Juan 5: 10, 16).

10. No te es lícito.
Ver com. Mar. 2: 24. Los judíos no parecían interesarse en que el hombre hubiera sido curado en sábado, sino en que estaba llevando una carga, su lecho, en ese día. La ley tradicional judía contenía estrictos reglamentos en cuanto a llevar cargas en sábado. En este respecto, la Mishnah presenta una lista de 39 clases de trabajos que no deben ser efectuados en sábado, el último de los cuales es "acarrear algo de una propiedad a otra" (Mishnah Shabbath 7). Otro pasaje de la Mishnah declara que si un hombre lleva públicamente a "una persona viva en una cama, no es culpable aun respecto a la cama, porque la cama es secundaria respecto a él" (Mishnah Shabbath 10), lo que parece implicar que llevar un lecho vacío se consideraría como una transgresión.

11. El que me sanó.
El que hasta entonces había sido inválido, evidentemente no intentó justificar su acción mediante la ley judía, sino más bien recurrió a la autoridad superior que Jesús le había demostrado que poseía.

12. ¿Quién es el que te dijo?
Los que hicieron esta pregunta sabían de sobra que nadie sino Jesús podría haber realizado el milagro, pero quizá buscaban una prueba directa por la cual pudieran demostrar que era un transgresor de los reglamentos sabáticos de ellos. Como lo comprueban acontecimientos posteriores (vers. 16-47), pensaban que tenían una acusación válida contra él.

13. Se había apartado.
"Había desaparecido entre la gente" (BJ, 1966). Gr. ekneú Ç , "escurrirse", "escabullirse". El propósito de Jesús al realizar este milagro no fue el de verse implicado en un debate con los judíos, sino demostrar la naturaleza de la verdadera observancia del sábado mediante un acto llamativo, y poner de manifiesto la falsedad de las restricciones tradicionales con las que los fariseos procuraban trabar a su nación.

La gente.
"Un gentío" (VM). Jerusalén estaba verdaderamente atestada durante las grandes festividades (vers. 1), y, sin duda, este milagro fue realizado en la presencia de muchos que llevarían el informe más allá de los límites de Judea. Es notable que Jesús no le pidió una confesión de fe al inválido antes de sanarlo; sin embargo, es obvio que su fe estuvo a la altura de las circunstancias.

14. Le halló Jesús.
Evidentemente, Jesús buscó al hombre pues el impacto espiritual de la curación todavía no había influido sobre él. Aunque el propósito principal del milagro parece haber sido mostrar a los judíos la insensatez de sus tradiciones (ver com. vers. 10), Jesús no descuidó la salvación de aquel a quien había sanado.

Templo.
Gr. hierón , una palabra que se refiere a todo el predio del templo y no al santuario propiamente dicho (ver com. Mat. 4: 5). Jesús quizá encontró al hombre en uno de los atrios del templo.

No peques más.
O "no continúes pecando". Jesús llevó la atención del hombre de su bienestar físico a su necesidad de limpieza espiritual. Su respuesta en Betesda a la orden de Jesús: "Levántate, toma tu lecho, y anda" había sido una respuesta de fe, el comienzo de una salud tanto espiritual como física. Esta nueva orden de Jesús: "No peques más" implicaba ambas cosas: que su vida interior había sido de pecado (DTG 171) y que esos pecados habían sido perdonados. La relación íntima entre la curación física y el perdón de los pecados quedó demostrada en la curación del paralítico (Mar. 2: 5-12).

Alguna cosa peor.
Esto podría entenderse como una recaída en una enfermedad mucho más grave que la que ya había experimentado el hombre, quizá una enfermedad aguda en lugar de la invalidez crónica que por tanto tiempo había sufrido. Sin embargo, por este pasaje no debe llegarse a la conclusión de que la enfermedad es un castigo divino por la vida inicua del que la sufre, o que una dolencia sigue necesariamente a una vida de pecado. El caso de Job y las palabras de Jesús acerca del ciego (cap. 9: 2-3) indican claramente que es peligroso establecer esa relación (ver com. Job 42: 5; Sal. 38: 3; 39: 9).

15. Dio aviso a los judíos.
Es evidente que el hombre identificó a su Benefactor ante los judíos porque procuraba aminorar su propia culpabilidad cooperando al responder a la pregunta de ellos (vers. 10-13), y también porque deseaba divulgar el conocimiento de Aquel que lo había sanado.

16. Perseguían a Jesús.
Jesús fue llevado ante el sanedrín y acusado de haber quebrantado el sábado (DTG 174), y a esa acusación fue añadida la de blasfemia (vers. 18). Los dirigentes de la nación procuraban contrarrestar la innegable y gran influencia que Jesús tenía sobre la gente (ver com. cap. 2: 23). También dispusieron que hubiera espías para que lo vigilaran, indudablemente para crear la atmósfera propicia para condenarlo a muerte (DTG 184).

Al censurar públicamente a Jesús en este momento, en la primavera (marzo-mayo) del 29 d. C., los dirigentes judíos procuraban socavar la autoridad e influencia de Jesús sobre la gente (DTG 184). Lanzaron una proclama pública para prevenir a la nación contra él y pusieron espías para que le siguieran los pasos, esforzándose por hallar una causa que les permitiera iniciar una acción legal contra él. Dándose cuenta plenamente de que su oposición a Jesús no tenía excusa, de allí en adelante se enconaron todavía más contra él, y comenzaron a trazar planes para ver cómo podían quitarle la vida. Consiguieron cumplir con ese designio dos años más tarde, en la pascua del 31 d. C.

Durante la primavera del 29 d. C. ya tenían amplias pruebas del mesianismo de Jesús: sabían de la visión de Zacarías (Luc. 1: 5-20), del anuncio hecho a los pastores (Luc. 2: 8-12), de la llegada de los magos (Mat. 2: 1-2), de la visita de Jesús al templo a la edad de 12 años (Luc. 2: 42-50), del testimonio de Juan el Bautista en cuanto a Cristo como el Mesías (Juan 1: 19-34). Más recientemente habían tenido la prueba adicional de la perfección evidente del carácter de Jesús, de la rectitud de sus enseñanzas y del carácter divino de sus milagros. Además de todo esto, tenían las profecías. Los judíos deben haber recibido la impresión de que esas profecías se estaban cumpliendo en los sucesos que acontecían.

En el día de reposo.
Parece que los judíos censuraron públicamente al hombre por haber llevado su lecho en sábado, pero no lo castigaron. Sin embargo, procuraban matar a Jesús, el autor del milagro, quizá no sólo porque había curado al hombre sino también porque le había ordenado que llevara su lecho en sábado (ver com. cap. 7: 22-24; 9: 6, 14). Mientras que la ley judía permitía que se atendiera a un hombre atacado de una enfermedad aguda, prohibía tratar un caso crónico como éste. En ese sentido, un antiguo comentario judío, escrito muchos siglos después de los días de Jesús, pero que indudablemente refleja la situación de la época de Cristo, declara: "¿Es permisible que una persona cure en sábado? Nuestros maestros han enseñado: Un peligro mortal sobrepuja al sábado, pero si es dudoso que él [un enfermo] recupere la salud o no, uno no debiera pasar por alto el sábado [debido al enfermo]" (Tanchuma B. citado en Strack y Billerbeck, Kommentar zum Neuen Testament, t. 1, p. 624). Lo que prefirió hacer Jesús en este caso del hombre que había estado enfermo durante 38 años parece haber sido hecho a propósito para demostrar la falacia de esas restricciones legales judías.

17. Hasta ahora trabaja.
Literalmente "está trabajando hasta ahora". Con estas palabras Jesús aseguró a sus oyentes que Dios -que había creado el mundo- todavía estaba trabajando activamente en medio de ellos, aun en el día sábado (ver Material Suplementario de EGW com. Hech. 17: 28). Esto contradecía la opinión deísta de algunos círculos del judaísmo, la cual tendía a alejar tanto a Dios del mundo que llegaba a tener poco contacto con él. Más que eso, las palabras de Jesús eran una afirmación de que sus propias obras, tal como se revelaban en el milagro de curación que acababa de realizar, ciertamente eran una obra de Dios. El pensamiento aquí expresado es básico en el discurso de Jesús de Juan 5: 19-47.

Y yo.
O "y yo también" (BJ). El uso enfático del pronombre con la conjunción "y", implica la igualdad de Jesús con Dios.

18. Su propio Padre.
Hablar de Dios como "Padre" no era enteramente ajeno a la forma de hablar de los judíos. Ocasionalmente en la literatura judía intertestamentaria (pp. 85-87), Dios es llamado el Padre de los judíos (Jubileos 1: 24-25, 28; Tobías 13: 4). Unas pocas veces, en las oraciones, es llamado "Padre" (Eclesiástico 23: 1, 4; Sabiduría 14: 3). No era por una expresión tal por la que los judíos ahora acusaban a Jesús de blasfemia. Sin duda, comprendiendo que no tenían respuesta para la defensa que Jesús hacía por curar en sábado (ver com. Juan 5: 17), recurrieron a desafiar su afirmación de ser igual a Dios, que reconocían como implícita en su declaración: "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo". Juan hace clara la diferencia en la mente de los judíos entre hablar de Dios como Padre y la afirmación implícita de Jesús de que Dios era su propio Padre en un sentido especial.

Igual a Dios.
Ver Fil. 2: 6; com. Juan 1: 1. Es muy significativo el reconocimiento que aquí se hace de que la relación Padre-Hijo entre Dios y Jesús es una relación de igualdad. A veces se ha presentado el argumento de que Jesús era el Hijo de Dios únicamente en el mismo sentido en que todos los hombres son hijos de Dios; es decir, en virtud de la creación y de la paternidad espiritual. Se ha hecho resaltar que el término "hijo de Dios" se usaba con frecuencia en el mundo grecorromano como un título para los emperadores, para indicar que eran semidioses, pero no necesariamente que poseían la deidad completa. Sin embargo, lo registrado por Juan muestra que los judíos entendieron claramente que las palabras de Jesús eran una declaración de su igualdad con el Altísimo.


19. El Hijo.
Aunque frecuentemente Jesús se refiere a sí mismo como el Hijo del Hombre -un título que pone énfasis en su humanidad y quizá implica su mesianismo (ver com. Mat. 1: 1; Mar. 2: 10)- en este contexto el título pleno de "el Hijo" claramente significa "el Hijo de Dios". Esto es evidente tanto por el hecho de que lo usa en relación con el Padre como por su referencia al Hijo de Dios en Juan 5: 25. Es significativo que cuando los judíos acusaron a Jesús de que pretendía ser Dios, él explicó y amplió esa pretensión y no la disminuyó en forma alguna. Ver Nota Adicional com. cap. 1.

Lo que ve hacer al Padre.
Las acciones de Jesús estaban en completa armonía con la forma en que Dios trata al hombre. Más que eso, eran la expresión suprema del amante cuidado de Dios para el hombre. Jesús podía expresar perfectamente el carácter de Dios porque había sido uno con él (Juan 1: 1) y porque, como Hijo, prestaba entera obediencia a la voluntad del Padre.

20. Todas las cosas.
Aquí Jesús asegura su perfecta comprensión de la voluntad del Padre. Sólo alguien que fuera Dios mismo podía honradamente hacer tal afirmación.

Mayores obras.
Es decir, mayores que los milagros de curación que Jesús había estado realizando (ver com. vers. 21). La fuerza de la declaración de Jesús es tanto más notable por haber sido hecha frente a la condenación del milagro que acababa de efectuar.

21. Como el Padre.
La comparación implica en sí misma la igualdad del Hijo con el Padre. Los judíos creían correctamente que la resurrección de los muertos era una prerrogativa divina. Al pretender que tenía ese mismo poder, Jesús afirmaba su divinidad.

El Hijo. . . da vida.
Sin duda, esto se aplica tanto al poder de Jesús para levantar a los muertos "a la final trompeta" " (1 Cor. 15: 52) como a su poder para dar nueva vida a cada cristiano que experimenta el nuevo nacimiento (cf. cap. 3: 3). Pasó mucho tiempo antes de que la literatura judía indicara que la resurrección era considerada como una obra del Mesías; pero en este discurso Jesús no hacía resaltar su mesianismo sino su divinidad.

22. El Padre a nadie juzga.
El Padre ha entregado en las manos del Hijo el exitoso cumplimiento de la obra de la redención. El Padre no se ha hecho hombre, no ha dado su vida para salvar a los hombres. En cambio el Hijo, que sí se hizo hombre y dio su vida por la raza humana, en justicia es Aquel que juzga a los que lo han rechazado. Sólo él conoce todo el poder de la tentación, sólo él ha llevado los pecados del mundo (ver com. Juan 5: 27, 29; Heb. 4: 15).

23. Honren.
En su contexto inmediato las palabras de Jesús amonestaron a sus oyentes, quienes profesaban honrar a Dios y que por esa misma razón debían también honrar al Hijo. En realidad, es imposible honrar a Dios sin honrar al Hijo, a quien Dios ha enviado.

24. El que oye.
Este versículo es significativo porque demuestra la estrecha relación entre oír y creer. En realidad, los dos actos están expresados en griego mediante participios que comparten un artículo común, lo que implica que oír no tiene valor a menos que también se crea (ver com. Mat. 7: 24). Aquí también Jesús hace resaltar su sumisión al Padre, pues el mensaje del Hijo ("mi palabra") tiene el propósito de que los hombres crean en el Padre y pongan su confianza en él.

Tiene vida eterna.
Esta declaración es más que una promesa de vida eterna futura. Es una afirmación de que el creyente, aquí y ahora, puede comenzar a disfrutar vida eterna porque está unido espiritualmente con su Señor, cuya vida comparte. "El Espíritu de Dios, recibido en el corazón por la fe, es el principio de la vida eterna" (DTG 352; ver Juan 6: 47; 1 Juan 5: 11-12; com. Juan 3: 16).

Ha pasado.
Pasar de muerte a vida no es sólo una transformación corporal que ocurrirá en la resurrección futura, sino también una experiencia por la cual ya ha pasado todo verdadero cristiano, y en cuyo fruto continúa deleitándose. Espiritualmente, el cambio crucial de muerte a vida se produce cuando un hombre nace de nuevo (ver Efe. 2: 5; Col. 2: 13; 3: 1; com. Juan 1: 13; 3: 5).

25.
Viene la hora, y ahora es.
La palabra "viene" claramente se aplica a la resurrección literal futura (vers. 28) pero las palabras "ahora es" parecen aludir a la experiencia a la que acaba de referirse Jesús, cuando el cristiano "ha pasado de muerte a vida" (vers. 24). Son, pues, un recordativo de que una resurrección espiritual está inmediatamente al alcance de cualquiera que, aunque esté espiritualmente muerto, sin embargo, oirá "la voz del Hijo de Dios". Hay un uso similar de estas frases en cap. 4: 21, 23.

También es verdad que este versículo parece hablar sólo de una resurrección parcial, al paso que en el vers. 28 se afirma en forma clara que en la resurrección futura "todos los que están en los sepulcros oirán su voz". Entendido de esta manera, podría verse en el vers. 25 una referencia a la resurrección especial de muchos "santos que habían dormido", pero que se levantaron cuando resucitó Cristo, como las primicias de su victoria (Mat. 27: 52-53).

26. Vida en sí mismo.
"En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra" (DTG 489). Sin embargo, como el Hijo encarnado que se había despojado "a sí mismo" (Fil. 2: 7) del ejercicio de sus prerrogativas divinas, Cristo -hablando de su existencia en la tierra como hombre entre los hombres- podía referirse a la vida que poseía como una dádiva recibida de Dios. "La divinidad de Cristo es la garantía que el creyente tiene de la vida eterna" (DTG 489; ver Nota Adicional com. cap. 1).

27. Autoridad.
Al comisionar al Hijo para que realizara el plan de la redención para la salvación del hombre y la gloria de Dios, el Padre también le ha entregado la ejecución del juicio. Es razonable que esto sea así pues el Hijo de Dios, un ser divino, también es el Hijo del hombre, un ser humano que ha resistido la tentación (Heb. 4: 15), ha llevado el pecado por nosotros y ha probado la muerte. Sin embargo, ha triunfado en el gran conflicto con Satanás. Por lo tanto, ningún otro ser del universo está calificado para realizar el juicio eterno de los hombres, y ningún otro ser puede glorificar y vindicar a Dios mediante ese juicio (ver com. vers. 22).

28. Todos.
Esta es una referencia general a la resurrección de los muertos al fin del mundo, sin hacer distinción entre la primera y la segunda resurrección (Apoc. 20: 5-6). En los días de Jesús, las opiniones de los judíos estaban divididas en cuanto a la resurrección. Los saduceos negaban que resucitarían los muertos, al paso que los fariseos mantenían firmemente que eso ocurriría. Aun entre los judíos que sostenían la doctrina de la resurrección, indudablemente también existía la división en cuanto a quiénes estarían incluidos en ella; Algunos sostenían que sólo resucitarían los justos; otros opinaban que tanto los justos como los impíos saldrían de sus tumbas. Concordando con esta última opinión, un documento de fines del siglo II a. C. o comienzos del I manifiesta que los patriarcas habrían afirmado: "Entonces también nosotros resucitaremos, cada uno sobre nuestra tribu, adorando al Rey del cielo. Entonces también resucitarán todos los hombres, algunos para gloria y otros para vergüenza" ( Testamento de Benjamín 10: 7-8). Conforme a su costumbre, Jesús no entró en disputas en cuanto a los diversos puntos de vista sostenidos por los judíos acerca de la resurrección, sino simplemente declaró la verdad que "todos los que están en los sepulcros. . . saldrán".

29. Los que hicieron lo bueno.
No se debe inferir por estas palabras que la salvación se gana "haciendo lo bueno". Tanto las obras buenas como las malas son un reflejo de la condición espiritual de un hombre. Los árboles pueden ser considerados como buenos o malos de acuerdo con sus frutos, y por lo tanto merecen ser cultivados o deben ser destruidos, aunque la condición intrínseca de un árbol, buena o mala, no reside en sus frutos. Así también los hombres pueden ser clasificados conforme a sus obras, aunque ellas no son sino la indicación externa de su condición espiritual interna, que es el factor determinante de su salvación.

Resurrección de vida.
Es decir, una resurrección que se caracteriza por la vida eterna o resulta en ella. Ciertamente, es una resurrección que es vida en sí misma, pues es realizada por la vida de Cristo en que participa el creyente. "Cristo se hizo carne con nosotros, a fin de que pudiésemos ser espíritu con él. En virtud de esta unión hemos de salir de la tumba, no simplemente como manifestación del poder de Cristo, sino porque, por la fe, su vida ha llegado a ser nuestra" (DTG 352).

Condenación.
Gr. krísis , "juicio". El contraste de esta palabra con "vida" indica que se debe entender aquí en el sentido de "juicio adverso". Esta es la misma palabra traducida "condenación" en el vers. 24 y "juicio" en el vers. 22. Todo esto parece indicar que el juicio al que se hace referencia como entregado a Cristo es principalmente el juicio de los impíos (ver com. cap. 9: 39).

31. Testimonio acerca de mí mismo.
En cuanto al testimonio legal de la vida personal de uno, por lo menos en lo que atañe a ciertas fases, la Mishnah declara: "Nadie puede testificar acerca de sí mismo" (Mishnah Kethuboth 2. 9). La declaración de Jesús en este versículo quizá tenía el propósito de hacer mella en los que pensaban de esa manera entre sus oyentes judíos. A primera vista, otro pasaje (cap. 8: 14) parece contradecir esta declaración de Jesús. Sin embargo, en cada caso las palabras de Jesús eran adecuadas al modo de pensar de sus oyentes. En el otro pasaje (cap. 8: 14) el debate no era en cuanto a la relación de Cristo con el Padre sino más bien a su declaración: "Yo soy la luz del mundo", que los fariseos rechazaron porque dijo eso de sí mismo. Sin embargo, ante esa objeción, Jesús insistió en que sus palabras eran verdaderas. No obstante, en este pasaje el caso es diferente. Aquí Jesús procuraba demostrar que dependía de su Padre, indicando que tenía poder para realizar las obras, como una prueba de sus afirmaciones (cap. 5: 36-37). Para dar fuerza a su argumento, parece haber recordado a sus oyentes el principio judío de que un testimonio acerca de la conducta de uno mismo no se consideraba válido.

32. Otro.
Desde la antigüedad, los comentadores han entendido este versículo en dos formas diferentes. Algunos han supuesto que la palabra "otro" se refiere a Juan el Bautista en vista del contexto inmediato (vers. 33-35), y, sin duda, los que oían a Jesús en ese tiempo lo entendieron en esa forma (ver com. vers. 34). Por eso, reconociendo que su propia autoridad no era aceptada (vers. 31), Jesús amplió su argumento recurriendo a cuatro testimonios diferentes: (1)El testimonio de Juan (vers. 32-35); (2) el de los milagros (vers. 36), el cual los judíos no podían ignorar; (3) el testimonio del Padre (vers. 37); y (4) el de las Escrituras (vers. 39), y, especialmente, los escritos de Moisés (vers. 45-47), a quien los judíos reconocían como su autoridad preeminente.

Muchos otros intérpretes, si bien no niegan el cuádruple desarrollo del argumento de Jesús, han entendido que este versículo se aplica más bien al Padre, en anticipación del vers. 37. Han destacado que el vers. 32 está en tiempo presente, como una expresión adecuada del testimonio continuo del Padre en cuanto a su Hijo, al paso que los vers. 33-35, que claramente se aplican a Juan, están en el pasado, puesto que su ministerio ya había terminado para entonces.

34. Testimonio de hombre alguno.
Cuando Jesús declaró que había otro que daba testimonio de él (vers. 32), sin duda muchos judios pensaron inmediatamente que se refería a Juan el Bautista (cf cap. 1: 7-8, 15-18, 26-27, 29-36). Jesús prosiguió haciendo notar que ciertamente Juan había dado testimonio de la verdad, pero que la validez de lo que Jesús afirmaba no dependía de ese testimonio humano.

Para que vosotros seáis salvos.
Aunque reconocía que la verdad de sus palabras no dependía de que Juan hubiera testificado de ellas, con todo, Jesús recordó a los judíos que Juan había testificado de él porque muchos creían en Juan (Mat. 21: 26). Recurriendo a un testimonio tal, Jesús podía animar a algunos para que creyeran en él, y así pudiera salvarlos.

35. Antorcha.
Gr. lújnos , "una lámpara" (ver com. cap. 1: 9). El apóstol Juan declara del Bautista que "no era él la luz" (cap. 1: 8). Más bien, Juan el Bautista era una lámpara comparado con Cristo, que era "aquella luz verdadera" (cap. 1: 9). Así como no se necesita más una lámpara cuando ha llegado la luz del día, así también la obra de Juan era reemplazada por la de Jesús.

La palabra traducida "ardía" es una forma del verbo kaíÇ , "encender", y por eso podría implicar que Juan tan sólo era una luz secundaria que había sido "encendida" [o prendida] por la Luz mayor.

Por un tiempo.
Cuando Cristo presentaba este discurso, ya había terminado el ministerio público de Juan, e indudablemente estaba encarcelado (ver com. Luc. 3: 19-20).

36. Que el de Juan.
En vista del contexto del vers. 34, parece claro que Jesús quiere decir aquí que tenía un testimonio mayor que el que Juan dio de él.

Obras.
En ellas se incluían no sólo los milagros de Jesús, sino todo su ministerio en favor de los hombres: su vida impecable, sus enseñanzas, sus actos de misericordia, su muerte y su resurrección. En su conjunto, esas obras constituían un testimonio en cuanto a la verdad de lo que pretendía, testimonio que no puede ser igualado por ninguna declaración humana. "La más alta evidencia de que él provenía de Dios estriba en que su vida revelaba el carácter de Dios" (DTG 373).

37. El Padre.
El testimonio supremo de la verdad que es en Cristo no se ha de buscar en el testimonio humano ni tampoco en las obras de Jesús, sino en la voz de Dios que habla al corazón humano. Cuando el cristiano sabe en su propio corazón que "el Padre. . . ha dado testimonio de" Cristo, queda poseído de una certidumbre que sobrepuja a toda otra seguridad. Quizá Jesús también pensó en la voz del cielo que se oyó en ocasión de su bautismo (ver com. Mat. 3: 17).

Nunca habéis oído.
Los que escuchaban a Jesús habían oído el testimonio de Juan y habían visto las obras de Jesús, pero no conocían en absoluto la tercera clase de testimonio -el testimonio del Padre que se revela en el corazón-, pues, como Jesús les dijo: "A quien él envió, vosotros no creéis" (vers. 38). Aunque el oír el testimonio humano y el observar los hechos de Jesús pueden venir antes de la fe, la prueba suprema del mesianismo y deidad de Jesucristo sólo se pueden captar después de que la fe ha comenzado a crecer en el corazón. Sólo mediante el oído y el ojo de la fe el Padre puede ser oído y visto, y la palabra que él habla acerca de Jesucristo puede morar en el hombre y ser aprehendida por él. Cuando esa palabra mora en forma real y es aprehendida, no puede haber una certeza mayor.

39. Escudriñad las Escrituras.
Este pasaje puede traducirse como una simple afirmación: "Escudriñáis las Escrituras", o como una orden: "¡Escudriñad las Escrituras!" El contexto parece indicar que lo más probable es que estas palabras sean una sencilla declaración de Cristo a los judíos: "Escudriñáis las Escrituras porque pensáis tener vida eterna en ellas, y ellas testifican en cuanto a mí". Desde antiguo existía la creencia entre los judíos de que el conocimiento de la ley le garantizaba de por sí al hombre la vida eterna. Por ejemplo, se dice que Hillel, rabino del siglo I a. C., afirmó: "Uno que ha atesorado para sí las palabras de la Torah, ha adquirido para sí la vida del mundo venidero" (Mishnah Aboth 2. 7). Jesús aquí se refiere a esta creencia para recordarles a los judíos que las Escrituras en las cuales ellos pensaban encontrar la vida eterna eran precisamente los escritos que testificaban de él (PP 383). También este pasaje ha sido usado con eficacia como una orden para estudiar las Escrituras. Si los judíos las hubiesen escudriñado con los ojos de la fe, hubieran estado preparados para reconocer al Mesías cuando él estuvo entre ellos.

Un pasaje casi idéntico a este versículo aparece en un evangelio apócrifo, descubierto en Egipto en un papiro escrito no después del año 150 d. C. Dice: "Volviéndose a los gobernantes del pueblo, dijo estas palabras: 'Escudriñáis las escrituras, [aquellas escrituras] en las cuales pensáis tener vida, ellas son las que testifican acerca de mí'" ( Papiro Egerton 2, líneas 5-10; texto griego en H. Idris Bell y T. C. Skeat, Fragments of an Unknown Gospel [Londres, 1935], pp. 8-9). Un pasaje como éste parece haberse basado en el Evangelio de Juan y, por lo tanto, es una prueba importante de la existencia de ese Evangelio durante la primera mitad del siglo II. El hecho de que el papiro que contiene ese evangelio apócrifo fuera descubierto en Egipto, indica que indudablemente el Evangelio de Juan había circulado allí -a una distancia considerable de Efeso, su probable lugar de origen- durante algún tiempo antes de que fuera usado para la preparación de un relato apócrifo sobre Cristo. Esto, junto con el Papiro Rylands de Juan, es una evidencia significativa de la validez de la fecha tradicionalmente atribuida al cuarto Evangelio: cerca de fines del siglo I d. C. (ver pp. 173-175).

40. Venir a mí.
En dos discursos posteriores Jesús demostró claramente que ir a él da como resultado la vida eterna, y que "venir" a él es un sinónimo de creer en él (cap. 6: 35; 7: 37-38). Aunque repetidas veces los judíos fueron a él para oír y para hacerle preguntas, no lo hicieron con fe ni comprendiendo la necesidad que tenían de su poder para salvar.

41. Gloria de los hombres.
El éxito final de la obra de Jesús no dependía de que los dirigentes judíos de sus días lo reconocieran como el Mesías. El propósito de su mensaje y de su ministerio iba más allá de cualquier aprobación que pudieran darle los seres humanos. Su meta suprema era vencer el reino del mal para la gloria de Dios.

42. Amor de Dios.
Es decir, el amor de los hombres para con Dios, no el amor de Dios para ellos. Dios amaba a los fariseos, pero con demasiada frecuencia ellos no respondieron a ese amor (cf. 1 Juan 4: 10-11, 19).

43. Si otro viniere.
Algunos comentadores han entendido esto como una alusión histórica directa a Barcoquebas, el caudillo insurgente judío que fue aclamado como el Mesías durante la segunda revolución, 132-135 d. C. (ver la p. 80). Rechazando la posibilidad de una verdadera predicción profético, se han aventurado a interpretar este versículo como una indicación de que el Evangelio de Juan no podría haber sido escrito antes de la segunda revolución. Una interpretación tal debe ser rechazada teniendo en cuenta dos cosas: (1) Es clara la evidencia de que Juan fue escrito antes de ese tiempo (ver com. vers. 39; también las pp. 173-175); (2) la afirmación de Jesús en ninguna forma es una declaración de que alguien vendría en su propio nombre pretendiendo ser el Mesías, sino más bien una declaración hipotética de que si alguien lo hiciera, los judíos estarían dispuestos a recibirlo. Al mismo tiempo, es cierto que Barcoquebas fue aceptado como el Mesías, aun por el dirigente judío Akiba, y en esa forma se demostró la verdad de la proposición de Jesús.

44. Gloria.
O "buena reputación". Muchos de los judíos se juzgaban a sí mismos en base a su propio criterio. Consideraban la reputación de un hombre como buena o mala en términos de las tradiciones de ellos, en vez de tener en cuenta a Dios y su carácter como su norma. Por lo tanto, no podían creer en Cristo.

Viene del Dios único.
El hecho de que Dios es único y absoluto significa que sólo hay una verdadera norma para juzgar el carácter: el carácter de Dios mismo tal como se revela en su ley. El principio de que Dios es único era un dogma primordial de la fe judía, pero los judíos lo negaban con sus hechos hasta el punto de que juzgaban a sus prójimos mediante normas tradicionales humanas.

45.
Moisés.
Para los judíos, la ley de Moisés era la base de la religión, y, ciertamente de toda la vida. Ahora Jesús hace resaltar ante sus oyentes el asombroso hecho de que si hubieran entendido correctamente esa ley, habrían visto a Cristo revelado en ella. Estaban, pues, condenados por su profeta máximo.

En un manuscrito de un evangelio apócrifo del siglo II d. C., aparece un pasaje muy parecido a este versículo. Dice: "No penséis que he venido a acusaros ante mi Padre; vuestro acusador es Moisés, en quien habéis puesto vuestra esperanza" ( Papiro Egerton 2, líneas 10-14; cf. com. Juan 5: 39). En cuanto al significado de éste y de otros pasajes de este documento, que son paralelos con Juan, ver com. vers. 39.

Vuestra esperanza.
Los judíos depositaban su esperanza de vida eterna en la conformidad con la ley de Moisés como se la interpreta tradicionalmente (ver com. vers. 39).

46. De mí escribió él.
Indudablemente, ésta no es una referencia a ningún pasaje particular de los escritos de Moisés, a menos que sea Deut. 18: 15, 18 (ver allí el comentario), sino más bien una alusión general a los pasajes del Pentateuco que señalaban a Cristo, en particular los servicios del santuario y las profecías de Jacob (Gén. 49: 10) y de Balaam (Núm. 24: 17). Si los judíos hubieseis comprendido correctamente esos pasajes, habrían estado preparados para aceptar a Cristo cuando vino. En cambio, veían los preceptos de Moisés como la base de una forma legalista de vida. Por eso fracasaron en reconocer a Jesús como el Mesías, y de ese modo se colocaron bajo la condenación de los mismos escritos por los cuales pensaban que vivían.
CBA T5

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